El intervencionismo económico genera empresarios amigos del poder, no de los consumidores

Mises escribe (“The Myth of the Failure of Capitalism”):

“Antes que existiera la economía política, se creía que cualquiera que tuviera poder y la determinación de usarlo podía hacer lo que quisiera. Pero aun si el poder de quienes sustentaban autoridad era considerado ilimitado y omnipotente, los sacerdotes advertirían a los gobernantes que debían moderarse en el uso de su poder para la salvación de sus almas.

Esta visión fue destruida con la fundación de la sociología y el trabajo de una gran número de intelectuales, entre los cuales los nombres de David Hume y Adam Smith brillan en forma destacada. Se descubrió que el poder social es algo moral e intelectual, no algo material o ‘real’ en el sentido vulgar del término, como antes se pensaba. Y se comprendió que existe una unidad inevitable en los fenómenos del mercado que ni siquiera el poder puede destruir. Se descubrió que en la arena social hay algo funcionando que incluso los que detentan el poder no pueden torcer y que, al buscar sus objetivos, se deben ajustar a ello no muy diferente de como se someten a las leyes de la naturaleza. En toda la historia del pensamiento humano y las ciencias, nunca hubo un descubrimiento mayor.”

“Comenzando con el reconocimiento de las leyes del mercado, la economía política demuestra los efectos cuando el poder político y la fuerza intervienen en el funcionamiento del mercado. Una intervención aislada no puede alcanzar los fines para los que fue aplicada por las autoridades y lleva a consecuencias que son indeseables aun desde la perspectiva de quienes detentan el poder. Así, aún desde la perspectiva del intervencionista, los efectos son inútiles y dañinos.”

“El argumento utilizado para hacer responsable al capitalismo de por lo menos alguna de estas cosas se basa en la idea de que los emprendedores y capitalistas ya no son liberales sino que se han vuelto intervencionistas y estatistas. Esto es cierto, pero las conclusiones son erróneas. Esas conclusiones se basan en una visión marxista insostenible de que los emprendedores y capitalistas protegieron sus especiales intereses de clase a través del liberalismo durante el auge del capitalismo, pero ahora, en el período de su declive, protegen sus intereses a través del intervencionismo. Así, supuestamente se muestra que la ‘economía regulada’ bajo el sistema intervencionista es un sistema económico históricamente necesario para esa fase del capitalismo en la cual nos encontramos ahora. Pero la idea que la Economía Clásica y el Liberalismo eran la ideología (en el sentido marxista del término) de la burguesía es una de las tantas doctrinas marxistas absurdas. Si los emprendedores y capitalistas pensaron como liberales en Inglaterra en 1800 y piensan como intervencionistas, estatistas y socialistas en la Alemania de 1930, la razón de esto es que incluso los emprendedores y capitalistas están en manos de las ideas predominantes del momento. Los emprendedores tienen intereses especiales que podrían haber sido protegidos por el intervencionismo y dañados por el liberalismo en 1800 no menos que en 1930.”

“Ahora, a los grandes emprendedores se los llama ‘líderes económicos’. La sociedad capitalista no conoce de ‘líderes económicos’. La diferencia característica entre una economía socialista y una capitalista se basa precisamente en el hecho de que los emprendedores y los dueños de los medios de producción no siguen otro liderazgo que no sea el del mercado. La costumbre de llamar a los directores de grandes empresas como líderes económicos significa que esas posiciones generalmente se consiguen no a través del éxito económico sino de otros medios.”

“En el estado interventor ya no es de crucial importancia para el éxito de una empresa que el negocio se maneje de una forma que satisfaga la demanda de los consumidores de la mejor y menos costosa forma. Es mucho más importante que uno tenga “buenas relaciones” con las autoridades políticas que la intervención actúe en beneficio y no en perjuicio de la empresa. Un poco más de protección arancelaria para los productos que la empresa fabrica y un poco menos para los insumos que utiliza puede ser mucho más beneficios que una mayor eficiencia manejando el negocio. No importa cuán bien se maneje una empresa, fracasará si no sabe proteger sus intereses en el diseño de aranceles y en la relación con las autoridades. Tener “contactos” se vuelve más importante que producir bien y barato.”

El voto «expresivo» y el interés por conocer qué políticas se aprueban

Comentaba en un post anterior acerca de las motivaciones para ir a votar cuando un voto no define el resultado de una elección. Cuando se lo hace por la satisfacción de participar en el acto electoral, se denomina “voto expresivo” definido como “aspectos del acto de votar…, que no dependen del resultado de la elección” (Hamlin & Jennings, Expressive Political Behaviour: Foundations, Scope and Implications, 2011). Los beneficios no se derivan del “consumo” sino del aspecto simbólico o representativo, no del acto sino de su significado. Brennan & Buchanan (Voter Choice – Evaluating Political Alternatives, 1984) lo compararon con el acto de hinchar por un equipo para mostrar esa preferencia. El acto de “hinchar” no va a determinar el resultado del partido, aunque tenga algo de influencia (no es lo mismo jugar de local que de visitante).

Votar

Esa conducta, sin embargo, puede dar malos resultados. Si, por ejemplo, cada votante vota “expresivamente” suponiendo que habrá otros que prestarán atención al contenido de lo que están votando y elegirán las políticas correctas, puede que esas políticas nunca lleguen a votarse.

Por ejemplo, aumentos injustificados de impuestos puede que no sean rechazados si nadie se preocupa de hacerlo y todos quieren “expresar” que están a favor de ese gasto, aunque sea inútil (Kliemt, The Veil of Insignificance, 1986). Hillman (Expressive Behavior in economics and politics, 2011), generaliza esta idea señalando que puede resultar en políticas votadas por la mayoría, que la mayoría no quisiera.

De todas formas, es muy difícil saber si alguien está “expresando” una cierta visión o en verdad es lo que quiere. Por ejemplo, Warren Buffett, uno de los hombres más ricos del mundo argumenta que habría que aumentar los impuestos de los ricos. ¿Es porque quiere “expresar” que tiene cosas en común con el resto de los votantes, que forma parte de esa “comunidad”? Porque si estuviera muy dispuesto a entregar su fortuna podría simplemente donarla.

Otro argumento sobre este tema es el presentado por Riker & Ordeshook (A Theory of Calculus Voting, 1968) quienes plantean que los votantes pueden sobrestimar la probabilidad de que su voto sea decisivo. Quattrone & Tversky (Contrasting Rational and Psychological Analyses of Political Choice, 1988) apoyan esta hipótesis con el siguiente argumento: dado que la gente no distingue entre causalidad y simple correlación, algunos pueden pensar que si se deciden a votar, esa decisión va a llevar a otros con actitudes políticas similares a votar también. Si esto fuera verdad el impacto de la decisión individual de votar aumentaría en la percepción del votante.

Paradójicamente, si el votante sobrestimara mucho su poder de decisión electoral sería, tal vez, algo bueno, porque reduciría su voto “expresivo” y aumentaría su incentivo para estar informado sobre las políticas que luego se aplicarían. Como “cree” que su voto es decisorio entonces estará motivado a conocer qué es lo que en definitiva se está decidiendo.

En fin, no es fácil comprender nuestras conductas.

¿Por qué a la gente no le gustan los mercados y la economía abierta, y sí el estado ineficiente?

A la gente no le gustan los mercados. ¿Por qué? Pascal Boyer, del Instituto del Conocimiento y Cultura de la London School of Economics plantea algunas respuestas tentativas. Traduzco su post porque es bien interesante: http://www.cognitionandculture.net/home/blog/35-pascals-blog/2423-why-dont-people-like-markets-the-largely-missing-cognition-and-culture-perspective

“La gente no quiere a los mercados –hay mucha evidencia de eso. ¿Es relevante que, para decirlo directamente, esa misma gente no parece entender mucho de la economía de mercado?

Ese es un mensaje bastante común de los economistas profesionales. Bryan Caplan lo trata más detalladamente en su libro “El mito del votante racional”. Caplan (entre otras cosas interesantes) comenta sobre estudios sistemáticos sobre el conocimiento de las políticas y sus efectos en los procesos económicos. El mensaje común es que la gente simplemente no lo entiende, y que sus preferencias electorales son en buena medida irracionales.

Ahora bien, la ignorancia y la irracionalidad no serían tan malas, si fueran totalmente aleatorias. Si la mayoría de los votantes eligieran políticas al azar, el resultado neto no daría ningún resultado fuerte por ninguna política. Pero Caplan muestra que la irracionalidad de la gente sobre temas económicos no es al azar. Hay un método en esa insensatez. Consiste en una serie de “sesgos”, como los sesgos anti-extranjero o anti-comercio (por ejemplo, cuando los países extranjeros prosperan, nosotros sufrimos). Si esto es verdad, muchos modelos de “votante racional” en la ciencia política están ciertamente en problemas.

Como siempre que la gente describe creencias populares como “irracionales” o “sesgadas”, nosotros, ocupados con temas de conocimiento y cultura, nos ponemos algo impacientes.

Muy a menudo, esas descripciones terminan en la observación que las mentes humanas no siguen un modelo normativo arbitrariamente elegido (ver Tversky y Kahneman y también la visión alternativa de Gerd Gigerenzer). Por cierto que no deberíamos detenernos al decir que la gente “no presta atención a las tendencias de base” o “tiene un sesgo contra el comercio exterior”. La verdadera pregunta es, ¿por qué? ¿Qué proceso sicológico lleva a tener esos sesgos?

La verdad es que nadie sabe y nadie se preocupó de estudiarlo. Estoy sorprendido, en verdad atónito, de que no haya un estudio sobre la “economía popular” en la literatura de las ciencias sociales. Nadie, excepto Caplan y unos pocos más, parece estudiar qué hace que la gente piense esos modelos económicos. En sicología tenemos décadas de estudio de física popular, biología popular, sicología intuitiva y otras. ¿Nadie va por la economía intuitiva?

Robert Nozick observó que a los intelectuales les desagradan los mercados, probablemente porque están acostumbrados a prosperar en meritocracias que recompensan el conocimiento, mientras que a los mercados realmente no les importa su esfuerzo, inteligencia o simple merecimiento en tanto se provea lo que los demás necesitan. Esto debe ser cierto. Pero no es suficiente, porque la mayoría, no solo los intelectuales, desconfían de los mercados.

Los mercados son desestimados por muchas razones. Una de ellas, obviamente, es que los procesos de mercado no son visibles. Mientras realizamos nuestras tareas diarias, no consideramos los millones de transacciones voluntarias que dieron como resultado estos precisos bienes y servicios que ahora tenemos disponibles, cuando queramos, a un precio disponible. Este es, por supuesto, el punto que hizo hace tiempo Adam Smith y otros, pero tendría más fuerza si entendiéramos los límites y susceptibilidades de la imaginación humana. En un poderoso ensayo, el economista del siglo XIX Frederic Bastiat destacó que el proceso económico comprende “lo que se ve” y “lo que no se ve”. Por ejemplo, cuando un gobierno aplica un impuesto a sus ciudadanos y ofrece un subsidio a ciertos productores, lo que se ve es el dinero tomado y el recibido. Lo que no se ve es la producción que se hubiera realizado en ausencia de esa transferencia.

Otro posible factor es que los mercados son intrínsecamente probabilísticos y, por lo tanto, marcados con la incertidumbre. Aunque es muy probable que quien produce algo que los demás necesitan reciba un ingreso, no es claro quiénes van a ser esos otros, cuánto van a necesitar o cuando. Como otros organismos vivos, rechazamos el riesgo y tratamos de minimizar la incertidumbre. (Nótese, sin embargo, que la incertidumbre en el mercado crea un nicho para los seguros, que son muy eficientes ya que están impulsados por la demanda).

Finalmente, los humanos pueden estar motivados a confiar en procesos que son (o parecen ser) impulsados por agentes más que factores impersonales. Esto puede explicar porqué hay una fuerte correlación entre asustarse con los mercados y favorecer las intervenciones estatales en la economía. Uno de los supuestos políticos más extendidos en las modernas sociedades industriales es que “el gobierno tiene que hacer algo sobre x”, donde x puede ser cualquier problema social o económico. ¿Por qué la gente confía en el estado? El estado (según sus intuiciones, no los hechos) tiene todas las características de una agencia. Se supone que tiene conocimiento, memoria, intenciones, estrategias, etc. Puede ser que la gente esté mucho más cómoda usando un agente para proveer ayuda e imponer sanciones que confiar en un proceso impersonal y en buena medida invisible. Esto sería una cuestión de sicología intuitiva (muy importante en nuestros razonamientos sobre procesos sociales) contra los pensamientos científicos (muy poco intuitivos, difíciles de adquirir sin un esfuerzo sostenido).

Pero, como dije antes, no sabemos, porque nadie estudia esto.

PD: Algunos estarían tentados a decirme que la gente teme a los mercados simplemente porque son destructivos, malignos, crean infelicidad y desigualdad. Obviamente, esa no es la respuesta, de la misma forma que “la gente cree en los espíritus porque estos existen” no es una explicación cognitiva de conceptos sobrenaturales.

 

Tres de los diez principales problemas ambientales: contaminación del aire, agricultura y asentamientos urbanos

En un post anterior comenté un interesante artículo titulado “Urgencias ambientales: los diez problemas que esperan solución”, donde se comentan los resultados de una investigación de la Fundación de Historia Natural Félix de Azara: http://www.lanacion.com.ar/1720041-urgencias-ambientales-los-diez-problemas-que-esperan-solucion y se los compara con los del informe del Índice de Calidad Institucional 2013, que también consideraba los principales problemas ambientales: http://www.libertadyprogresonline.org/2012/07/12/indice-de-calidad-institucional-2012/

Veamos ahora los temas que ese artículo no trata:

Contaminación del aire:

La contaminación ambiental del aire ha contribuido a generar enfermedades respiratorias en la población. Es la combustión a leña el principal factor causante de la contaminación interior, y los transportes e industrias, de la contaminación exterior. El número de vehículos aumenta cada año (incentivado por el diesel subsidiado) generando mayores emisiones de gases tóxicos y PTS (partículas totales suspendidas). La contaminación ha llegado a una situación crítica en muchas ciudades. En 1974, San Pablo fue declarada en estado de emergencia debido a una nube formada por miles de toneladas de monóxido de carbono emitidos por miles de automóviles y de industrias. En Puerto Rico, las industrias químicas, el super-puerto y las plantas de refinación del petróleo han afectado las vías respiratorias de 1/5 de la población. México DF también tiene grandes problemas con el material particulado en suspensión, y Bogotá (Bolivia) y Santiago de Chile tienen un grave problema con el esmog, Esto se debe en parte a que la capital chilena se encuentra entre montañas, lo que provoca que el aire se quede atrapado y no alcance a eliminar la contaminación. Sorpresivamente, el caso de Buenos Aires es muy distinto. Un estudio de la Organización Mundial de la Salud reveló que es una de las ciudades con menos contaminación en América latina y el mundo, y se encuentra entre los que no representan daños para la salud. Lo curioso es que Buenos Aires no obedece a las políticas públicas sustentables o prácticas ecológicas por parte de la población, sino que es su ubicación geográfica y las condiciones meteorológicas las que hacen que la contaminación se disipe diariamente sin provocar alteraciones en la salud. A pesar de la gran cantidad de emisiones que generan los automóviles, el transporte público, las industrias y las centrales térmicas que generan energía eléctrica, el hecho de que Buenos Aires esté situada sobre una llanura, sumada a los vientos y el mayor caudal de precipitaciones, hace que esté muy ventilada y que la contaminación atmosférica no sea un asunto de relevancia.

Agricultura:

La extensión de la agricultura y el uso creciente de biotecnología y agroquímicos ha permitido un gran aumento de la producción de alimentos. No obstante, como toda tarea realizada con el afán de obtener ganancias, es cuestionada por su impacto ambiental, con más prejuicio que fundamento. Uno de los casos de mayor impacto en la región está relacionado con el uso de semillas genéticamente modificadas y del glifosato. La expansión de la producción agrícola, y en particular de la soja, en los últimos años, ha sido enorme . Algo menos se conoce respecto al paso de la siembra convencional a la siembra directa. En la primera se abre la tierra con arados para desmalezar y luego sembrar, en la segunda se deja sobre la tierra el rastrojo de la siembra anterior y solamente se abre una ranura angosta donde se siembra la semilla para luego cubrirla. El riesgo de erosión medido en toneladas de sedimentos por hectárea por año es de 16,73 en el caso de la siembra convencional y de 4,96 en la siembra directa.

En cuanto al glifosato, se trata de un herbicida para controlar las malezas que compiten con el cultivo por recursos como el agua, la luz y los nutrientes. Las semillas transgénicas permiten contar con semillas que resisten al glifosato por lo que al utilizarlo se eliminan solamente las malezas y no se perjudica al cultivo. Su uso se ha extendido rápidamente en la Argentina mostrando la iniciativa de los productores para adoptar nuevas tecnologías.

Pero ahora bajo el argumento de un supuesto daño ecológico y a la salud humana, quienes sueñan con un cierto modelo de sociedad aunque sea más atrasada, se lanzan contra el glifosato pese a que es clasificado como de baja toxicidad por la Organización Mundial de la Salud. Este organismo internacional que califica distintas sustancias en cuatro categorías lo ha colocado en la cuarta, la de menor riesgo, sin ofrecer peligro. En 1985 los productos fitosanitarios utilizados se repartían en tercios entre las categorías I, II y III de la OMS, ahora se utiliza un 75% del glifosato clase IV y el resto en las otras tres con tan sólo un 5% de la categoría I.

El impacto medido en unidades toxicológicas por unidad de superficie ha caído de 56,15 en 1985 a 0,74 en 2005, una cifra nada menos que 75 veces menor, y la producción se ha duplicado en ese mismo período. Tomando en cuenta ese aumento, el impacto por unidad de producto se ha reducido 128 veces.

Otros problemas asociados con la agricultura son la deforestación (considerada ya en el punto anterior) y la erosión del suelo. Esta última se ve reducida donde existen claros derechos de propiedad y la posibilidad de realizar contratos de arrendamiento a largo plazo, lo que no ocurre en todos los países.

Asentamientos urbanos:

El crecimiento de asentamientos urbanos informales con hacinamiento, sin servicios sanitarios, a veces ocupando zonas inundables. El origen de esos asentamientos está asociado a políticas económicas que no suelen ser vinculadas con este problema. El deterioro de la moneda y el surgimiento de la inflación destruyeron el ahorro a largo plazo, reduciendo el crédito hipotecario e impidiendo el acceso a la vivienda. La única alternativa para sectores pobres era ocupar tierras y construir sus precarias viviendas sobre las que incluso no poseen título alguno. Los Estados se han mostrado incapaces de resolver el problema creado y mucho más de generar las condiciones de estabilidad monetaria que permitan un renacimiento del crédito hipotecario.

Hume y Mises sobre la «no-neutralidad» del dinero, los precios relativos y el patrón-oro

Hume y Mises sobre un tema central para entender los efectos de las políticas monetarias y de la inflación. Me refiero a la “no-neutralidad” del dinero. Esto es, la emisión monetaria por sobre la demanda de dinero genera un aumento generalizado de los precios que llamamos inflación, pero lo cierto es que no todos los precios suben al mismo tiempo. Esto dicen al respecto los autores mencionados:

David Hume en “Of Money” (1752):

Hume

“Para considerar, entonces, este fenómeno, debemos considerar que aunque el alto precio de los bienes es una consecuencia necesaria del incremento del oro y la plata, no resulta en forma inmediata de este incremento: se requiere cierto tiempo antes que ese dinero circule por todo el reino, y haga sentir su efecto en todo el pueblo. AL principio no se siente ninguna alteración, los precios suben gradualmente, primero en un bien, luego en otro, hasta que todos alcanzan una justa proporción con la nueva cantidad de dinero en el reino. En mi opinión, es solo en este intervalo o situación intermedia, que el aumento de la cantidad de oro y plata es favorable a la industria. Cuando una cantidad de dinero es importada en una nación, no se distribuye entre muchas manos pero es confinada a los cofres de pocas personas, quienes en forma inmediata buscan usarlas en su beneficio.”

Ludwig von Mises en “The Gold Standard and its Opponents”(1931):

“Si todos los otros precious permancen más o menos estables mientras el precio de un bien, digamos el carbón, sube, esto significa una ventaja para los dueños de las minas de carbón. ¿Pero qué sucede si ese aumento es resultado de un aumento de la cantidad de dinero que eleva todos los precios? Si como consecuencia de esta inflación todos los precios subieran al mismo tiempo y todos los precios de todos los bienes y servicios se incrementaran proporcionalmente, no producirían ningún otro reajuste social –excepto por las desventajas para los acreedores y las ventajas para los deudores. Pero, sin embargo, como la teoría económica ha probado en forma irrefutable, los aumentos de precios no ocurren todos al mismo tiempo en la economía, ni suben en la misma proporción, definitivamente causan diversos efectos sociales. Los sectores que llevan al mercado bienes y servicios cuyos precios crecen al inicio del proceso ganan con los cambios en el poder adquisitivo del dinero. Por un cierto período, ellos venden a un precio mayor, y pueden comprar bienes y servicios para su propio uso a precios más bajos que se corresponden más con el poder adquisitivo del dinero antes de la inflación. Si la inflación es frenada, entonces los salarios y los precios de distintos bienes se emparejan en cierta medida. Pero las ganancias obtenidas y las pérdidas sufridas en el curso del proceso inflacionario nunca se recuperan.”

Y, para terminar, un comentario de Mises sobre el patrón-oro:

“El valor del dinero no es ‘estable’, por supuesto, bajo el patrón-oro. Pero, ‘valor estable’ es, después de todo un concepto vago e impreciso. Sólo en una economía estacionaria, en el sentido estricto en el cual todo es igual mañana y pasado mañana de lo que fue ayer y anteayer, tendría precios sin cambios y, por consiguiente, un dinero con poder adquisitivo estable. El logro del patrón-oro es que libera al poder adquisitivo del dinero de la unidad monetaria en mayor medida de los factores políticos que la influencian de lo que sería el caso bajo cualquier otro sistema monetario posible.”

La función del emprendedor: el Nobel no fue para Baumol y Kirzner, tal vez el próximo

Con los alumnos de UCEMA estamos viendo unos capítulos de Mason & Dunung, International Business, donde aparece el tema del emprendedor. Es interesante que esto coincida con el otorgamiento del premio Nobel de Economía a Jean Tirole, aunque éste no se ha dedicado a estudiar la “función empresarial” sino la estructura de los mercados y su posible regulación. En verdad, también eran candidatos a ese premio los economistas William Baumol e Israel Kirzner, quienes sí se han dedicado a estudiar al emprendedor. Aquí va un breve comentario sobre temas que tratara Kirzner:

“Es importante en este punto que veamos cuál es la función del emprendedor, y la diferencia que esta función tiene con la del capitalista. En muchos casos ambas funciones son cumplidas por la misma persona, pero es necesario comprender que estamos hablando de dos cosas distintas, ya que muchas veces sucede que alguien tiene una “idea” brillante y es otro el que pone el capital para llevarla adelante. La función empresarial es la primera.

En tal sentido, la función del empresa no es la de “economizar” como lo hace cualquier participante del mercado en el modelo de equilibrio. En ese caso, toda la actividad económica es la de asignar recursos escasos a fines múltiples, y todo lo que se requiere es la capacidad de hacerlo en la forma más “eficiente” posible. Pero esto parece más una cuestión de ingenieros que de emprendedores.

Sin duda que hace falta desarrollar los métodos más eficientes posibles y ésta será una tarea de todo emprendedor, pero su contribución principal no es ésa, para eso contrata a un buen ingeniero, su función es la “creatividad”, es la tarea de identificar los fines y los medios. Una vez que éstos se conocen, entra en acción el ingeniero para lograr la eficiencia. El consumidor tiene unos fines dados para su consumo y trata de gastar su ingreso de la forma más eficiente posible; el propietario de recursos trata de obtener de ellos el mejor resultado.

La función empresarial, como tal, no demanda del emprendedor que tenga medios sino que reconozca las oportunidades: los productores pueden haber vendido a precios inferiores a los que podrían haber obtenido o los mismos recursos utilizados podrían haberlo sido en forma distinta para obtener productos que los consumidores necesitan en forma más urgente o intensa. Los compradores pueden haber pagado precios más altos de los que se podrían obtener.

Esto significa que hay dos tipos de funciones empresariales, las que se relacionan con al funcionamiento del mercado como fue explicado antes: una es la empresarial pura; otra es la maximizadora. Pueden estar en la misma persona o ser algunas personas empresarios puros y otros maximizadores. Los maximizadores son aquellos que conociendo las discrepancias que existen en el mercado debido al cambio de las variables subyacentes, buscan aprovecharlas en forma eficiente; los empresarios puros son los que “descubren” esas diferencias y las hacen evidentes. Como se dijera, estas funciones pueden estar presentes en la misma persona, o en personas diferentes, o en la misma persona pero en proporciones muy distintas: existe aquél que tiene ideas geniales pero luego es incapaz de llevarlas a la práctica en forma eficiente al tiempo que existe quien no es creativo pero es ordenado y sabe cómo organizar los procesos necesario para llevar adelante el emprendimiento.

Todo emprendedor deberá preguntarse cuál es su principal característica, de la misma forma que deberá evaluar las fortalezas y debilidades que tengan quienes colaboren para determinar en qué grado poseen una u otra de las características mencionadas.

También implica esto una diferencia entre un “productor” y un “emprendedor”. Puede haber muchos “productores” que no necesariamente desarrollan una “función empresarial” ya que no están innovando, no están alertas a los cambios en el mercado, se limitan simplemente a recibir los cambios que han generado los emprendedores y responder a ellos en la forma más eficiente posible. El emprendedor es el motor del mercado, es el que detecta los cambios e inicia el camino: el productor, como tal, no necesariamente cumple esa función sino la de continuar por el camino que ya ha sido trazado.

 

El Contrato Social y los juegos repetidos: ¿por qué cumplir con las promesas y contratos?

Al considerar la Teoría de los Juegos para analizar el Contrato Social, Anthony de Jasay (La Antinomia del Contractualismo, Libertas 23, Octubre de 1995) considera lo que llama el “dilema del contrato”. En síntesis, este se pregunta por qué alguien va a cumplir su parte del contrato si la otra parte ya lo ha hecho. Incluso si fueran contratos regulares, repetidos, aunque pudiera tener incentivos para cumplirlos para poder realizar los contratos siguientes, ¿por qué tendría incentivos para cumplir el último? ¿Y si alguien no va a cumplir el último, por qué la otra parte va a cumplir el ante-último, y así sucesivamente? Así analiza el tema en base a juegos repetidos:

De Jasay

“Supongamos que un viajero llega a un puerto exótico y lo engañan, le venden objetos falsificados y un mozo insolente le cobra un precio excesivo por la comida que le sirve. El viajero, a falta de otra manera de recuperar lo que es suyo, se va sin dejar propina. Cabe el interrogante de si lo habría hecho en el caso de que lo hubieran tratado mejor. De cualquier modo, él no prestará dinero a los nativos ni éstos le venderán mercaderías a crédito. Para todos, el contrato con él es un “último contrato”; no volverá nunca, y si lo hiciera algún día, no podría decir con quién ha tratado la primera vez; él sabe que es así, todos saben que lo sabe y si no lo supiera debería saberlo. Sin embargo, si actúa como si no lo supiera y participa en “últimos contratos” en los cuales a la otra parte no le interesa demasiado actuar correctamente, esto se debe a que al viajero no le importa tanto que el contrato sea correcto o a que no cuenta con información alguna ni puede obtenerla fácilmente, y la otra parte tiene poco que perder si la obtiene. De esto se deriva el Teorema del Viajero de Paso: uno de los que suscriben un “último contrato” es un viajero de paso y ninguna de las partes tiene mucho que arriesgar. A menos que se den ambas condiciones, es improbable que un contrato sea el “último” en el sentido que esta palabra tiene dentro de la teoría de los juegos.

Cuando las partes tienen la expectativa de un nuevo convenio o esperan tratar con alguien que a su vez haya tratado, o pueda hacerlo aún, con la otra parte, o esté vinculado a ella por lazos de parentesco, amistad, solidaridad o posible reciprocidad, o que tenga acceso a las mismas fuentes de información y se entere de las mismas murmuraciones locales y de las mismas noticias respecto de los negocios, cuando, en resumen, las partes viven en una sociedad real, es muy improbable que un contrato entre ellas funcione de acuerdo con la pura lógica de esa abstracción que es el “último contrato”. Ésta puede desempeñar un papel importante en la “gran sociedad” de Hayek, con su “orden extendido”, y en el “gran grupo” cuyos miembros, anónimos, actúan en forma aislada, sin que los demás sepan nada de ellos (aunque no resulta claro cómo podrían encontrar, en ese caso, alguien que quisiera tratar con ellos sin conocerlos). Rara vez puede darse entre personas que tienen nombres, viven en lugares determinados, se ganan la vida con ocupaciones particulares, tienen un pasado y aspiran a tener cierta clase de futuro.

Alguien que tiene un nombre, vive en un lugar, trabaja en algo y forma parte de la sociedad lo pensará dos veces antes de considerar las promesas recíprocas tal como el dilema del prisionero de una única jugada dice que debe hacerlo. Tendrá que reflexionar muy cuidadosamente sobre sus asuntos y atar todos los cabos sueltos antes de dejar de cumplir un contrato como si fuera el último en que va a intervenir. Al sentirse tentado, pensará en la famosa respuesta dada por Hobbes, e impropia de él, al “Tonto” bastante hobbesiano que piensa que la razón puede dictar el incumplimiento de una promesa y la contumacia: “Por lo tanto, el que quebrantare su Convenio, y consecuentemente declarare que a su juicio le asiste razón para hacerlo, no podrá ser recibido en sociedad alguna, cuyos miembros se unen en procura de la Paz y la Defensa, como no sea por error de quienes le recibieron; y cuando fuera recibido, no podrá ser retenido por ellos, sin que vean el peligro del error que han cometido” (Hobbes, 1651, 1985, p. 205).

 

Provisión estatal de bienes «públicos», la salud en Canadá y «Las Invasiones Bárbaras»

Las tareas originalmente asignadas al estado eran las vinculadas con la seguridad, tanto interna como externa, las que pueden ser explicadas en términos de bienes públicos, también las relaciones exteriores y la provisión de justicia, pero el espectro es ahora mayor incluyendo, entre otros, la promoción de productos de un país en el exterior, el desarrollo del arte y la cultura local, la ayuda a los carenciados y la promoción del deporte.

Pero la administración estatal de servicios se enfrenta a problemas de incentivos que le impiden alcanzar la eficiencia. En el sector público los incentivos de la administración son más débiles. Los buenos administradores no se pueden llevar parte de las ganancias, tampoco sufren las pérdidas. Sus incentivos son más débiles que los del sector privado y esto, sumado a la estabilidad de la que normalmente gozan en sus puestos, lleva a mayores niveles de ineficiencia. Estos se expresan normalmente en estructuras burocráticas pesadas, resistentes a los cambios y proclives a la corrupción. Los representantes políticos, por otra parte, están sujetos a premios y castigos que expresan los votantes en el momento de votar, pero son necesariamente de corto plazo, dada la necesaria renovación de los mandatos.

El Estado, además, provee necesariamente una sola cantidad del bien público. Es decir, cuando lo provee lo hace para todos, lo que no permite que se satisfagan preferencias diversas. Por ejemplo, el Estado provee un servicio de seguridad en la forma de policía y financia esto con el cobro de impuestos. Algunos podrían desear más policía y menos crimen, y estar dispuestos a pagar más impuestos por ello; otros podrían desear menos y gastar menos. Los que deseen más seguridad terminan contratándola en el mercado; los que desean menos no tienen forma de evitarlo, al menos legalmente, ya que podrían volverse evasores. En el mercado, cada uno decide la cantidad y calidad que quiere obtener sujeto a su restricción presupuestaria.

Esa lección elemental aparece hoy evidente en el caso de la salud en Canadá. Allí existe un “Sistema Nacional de Salud” administrado por el Estado, el cual suele ser mencionado como modelo por muchos médicos y políticos locales. No obstante, tal vez el lector recuerde haber visto la película “Las Invasiones Bárbaras”, donde lo que allí aparecía no era muy diferente de un hospital cualquiera en América Latina (Esmail y Walker, 2004).

Invasiones barbaras

Pues como en el sistema estatal no hay “precios”, lo que la economía nos enseña es que cuando no hay precios, o se acercan a cero para los usuarios, entonces la demanda se expande. Por supuesto que la no existencia de precios no significa que el sistema sea gratuito, alguien tiene que pagar los costos, y en este caso ese alguien es el gobierno. Pero para todos, incluso para el gobierno de Canadá, los recursos son escasos, sobre todo comparados con una demanda exacerbada por lo poco o nada que paga el consumidor. A ese exceso de demanda sobre oferta le queda sólo un camino: ajustar por cantidad, habrá tan sólo tantos consumidores satisfechos como la oferta pueda atender, y el resto deberá esperar.

Al respecto, el informe mencionado muestra que el tiempo de espera promedio desde que el paciente es atendido por un médico clínico hasta el tratamiento para 12 especialidades y 10 provincias estudiadas es de 17,9 semanas, un poco más que las 17,7 semanas de 2003. Esta espera se compone de dos períodos diferentes. El primero es la derivación del médico clínico a la consulta con el especialista, la que alcanza las 8,4 semanas en promedio. El segundo es el tiempo entre la consulta con el especialista y el tratamiento, cuya espera es de 9,5 semanas.

Por supuesto que aquellas situaciones más graves tienen períodos de espera menores, no es lo mismo en cada especialidad. Así, por ejemplo, las de menor espera para ambos períodos juntos son: oncología (5,6 semanas), radiación oncológica (7,8 semanas) y cirugía general (9,9 semanas). Las esperas más largas se dan en cirugía ortopédica (37,9 semanas), cirugía plástica (35,8 semanas) y tratamiento oftalmológico (28,7 semanas). Los autores realizan también una comparación entre estos tiempos de espera y lo que los especialistas consideran que sería un tiempo “razonable”. Tomando en cuenta todas las especialidades concluyen que el tiempo de espera excede la razonable en un 88%.

Además de estas esperas, los pacientes deberían igualmente esperar cierta clase de tecnologías para diagnóstico, tales como tomografía computada, resonancia magnética y ultrasonido. La espera promedio para la primera es de 5,2 semanas, para la segunda de 12, 6 y para la tercera de 3,1 semanas. En cuanto a la cantidad de procedimientos que la gente estaba esperando al 30 de Junio de 2004, la cifra es de 815.663. Finalmente, los autores comentan que el sueño de un sistema de salud igualitario tampoco se estaría cumpliendo, ya que personajes famosos o conectados políticamente podrían eludir las listas de espera para cirugía cardiovascular, que los residentes suburbanos y rurales no tienen el mismo acceso, la igual que los de menores ingresos. Pero aún si fuera un sistema igualitario, estaría igualando a todos en la espera.

El ocaso de las jerarquías y el ascenso de los mercados dentro de las empresas

Si tomamos una perspectiva de muy largo plazo, las sociedades avanzan hacia mayores grados de libertad económica. Algo similar estaría sucediendo en las organizaciones, donde la visión jerárquica poco a poco da lugar a un mayor grado de descentralización, bajo nombres tales como “empowerment”. Esto dicen Tyler Cowen y David Parker en un interesante artículo titulado: “Los mercados en las empresas: un enfoque gerencial”.

«A partir de la Revolución Industrial las empresas crecieron y se desarrollaron en gran medida sobre una base funcional. Algunos departamentos se encargaban directamente de la atención de los consumidores o de los proveedores (por ejemplo, los de ventas o los de compras), mientras que otros proveían servicios internos dentro de la organización (como los de finanzas, tecnología de la información [TI] y personal). Alfred Sloan introdujo una estructura adecuada para este funcionalismo en General Motors en la década del veinte.  Sloan consideraba que los administradores debían determinar la estrategia de la empresa, diseñar su estructura y elegir sus sistemas de control. La organización debería ser controlada de arriba hacia abajo mediante una estructura funcional que conformaría una jerarquía administrativa clásica, o una pirámide de control. Los administradores principales deberían ejercer firmemente el control de la estrategia y de las operaciones, y con este fin el flujo de la información debería realizarse principalmente de arriba hacia abajo. Tendrían que planificar y controlar sus empresas de una manera similar a aquella en que los commisars soviéticos de la década del ’20 planificaban y controlaban sus imperios. En los niveles inferiores de la organización, los administradores locales tendrían que dirigir cada una de las plantas y ser responsables, principalmente, de las cuestiones operativas.

El apogeo de “la autoridad y el control”

Las modernas corporaciones, con su énfasis sobre “la autoridad y el control”, son sistemas de planificación y cuando las empresas llegan a ser demasiado grandes como para que un estrato administrativo pueda ejercer un control efectivo sobre ellas, se las fracciona en divisiones y subdivisiones. No obstante esto, los que ocupan los más altos puestos directivos, a los que podría llamarse “los estrategas”, mantienen el control sobre toda la estrategia empresarial. Resulta significativo el hecho de que esta corporación planificada, monolítica, alcanzara su apogeo entre las décadas del ’20 y del ’70, un período en el cual los empresarios estadounidenses y europeos dominaban los mercados mundiales con la ayuda de los carteles, las estructuras de mercado oligopólicas, los derechos arancelarios y una relativa escasez de competencia global. Por entonces también se puso de moda la “planificación económica” en el nivel macroeconómico.

Sin embargo, a partir de la década del ’60 surgieron en los Estados Unidos y en Europa occidental presiones en favor de una mayor competencia, y el cambio se hizo inevitable. Al principio los administradores (con el apoyo de los teóricos en administración empresarial y de los consultores) intentaron refinar el proceso y la estructura de control. Para ello desarrollaron innovaciones tales como “la administración mediante objetivos” y favorecieron matrices estereotípicas de estructura organizativa. (2) Raras veces fue cuestionada en su totalidad la concepción de autoridad, control y planificación estratégica centralizada.

Hoy, sin embargo, la empresa concebida por Sloan se encuentra en retroceso, ya que se ha demostrado que es demasiado onerosa en lo que respecta a los costos administrativos y excesivamente lenta e inflexible como para adaptarse a los rápidos cambios del mercado. Algunas compañías muy exitosas (como Canon, Intel, 3M y ABB) han desechado la idea de que los administradores de primer nivel tienen el monopolio de la sabiduría y de que los trabajadores deben ponerla en práctica. En las grandes empresas organizadas jerárquicamente, estructuradas en torno a funciones especializadas, el grueso de los empleados a menudo tenían muy poco contacto directo con los consumidores externos y con el mercado. En organizaciones como ésas el crecimiento llegaba hasta el punto en que había muy pocas conexiones efectivas entre la organización y el mercado, y a los empleados no les resultaba sencillo ver una relación directa entre la actuación de la empresa en el mercado y sus empleos y salarios. En consecuencia, no es sorprendente que se haya perdido la ventaja competitiva. Una organización exitosa necesita un flujo constante de señales de mercado que llegue a todas partes, y no sólo de arriba hacia abajo, para poder dar las respuestas apropiadas. Si se le niega este tipo de información la empresa deja de aprender o, al menos, aprende a tontas y a locas.

 

Los chicos le ganan a los grandes: las cadenas minoristas latinoamericanas

Muchos alumnos se preocupan por el peso y la influencia de las grandes empresas en la economía. Por supuesto que hay que preocuparse, pero cuando se trata de sus relaciones y vínculos con la política y el estado, ya que ahí pueden buscar algún tipo de favor o privilegio. Pero no es lo mismo en el mercado, donde los consumidores tienen en cuenta la calidad y el precio de los productos y servicios. Allí no es necesario “sobornar” a funcionarios sino “seducir” a los clientes. En el libro de Carpenter Mason and Sanjyot P. Dunung (2011), International Business, se presenta un caso de “grandes” y “multinacionales” que pierden con más pequeños y locales, e incluso luego éstos tienen éxito en otros mercados:

“La cadena minorista JCPenney entró en Chile en 1995 abriendo dos locales. La francesa Carrefour ingresó en 1998. Ninguna de ellas lo hizo a través de una alianza con una empresa minorista local. Ambas se vieron forzadas a cerrar sus operaciones chilenas debido a las pérdidas ocasionadas. Un análisis de la Universidad Adolfo Ibañez explicó las razones detrás de estos fracasos: los administradores de estas empresas no lograron conectarse con el mercado local, ni comprendieron las variables que afectan a los negocios en Chile. Específicamente, el mercado minorista chileno era avanzado, y también era muy competitivo. Los nuevos ingresantes (JCPenney y Carrefour) no llegaron a comprender que los principales minoristas existentes tenían sus propios bancos y ofrecían servicios bancarios en sus locales minoristas, lo cual era una de las principales razones de su rentabilidad. Los recién llegados asumían que la rentabilidad en este sector se basaba solamente en las ventas minoristas. No vieron la importancia de los vínculos bancarios. Otro error típico que las compañías cometieron es asumir que un nuevo mercado no tiene competencia porque los competidores tradicionales no estaban en él.

Pero continuemos con el ejemplo y veamos cómo los minoristas chilenos ingresaron en un mercado nuevo para ellos: Perú. Estos minoristas eran exitosos en su propio mercado pero querían expandirse más allá de sus fronteras para obtener clientes en nuevos mercados. Eligieron Perú.

El mercado minorista peruano no era muy desarrollado, y no se ofrecía crédito a sus clientes. Los chilenos entraron en el mercado a través de una asociación con firmas peruanas, e introdujeron el concepto de tarjetas de crédito, que era una innovación en el poco desarrollado mercado peruano. Ingresar con un socio local los ayudó porque eliminó la hostilidad y facilitó el proceso de inversión. La oferta de tarjetas de crédito distinguió a los minoristas chilenos y les dio una ventaja sobre la oferta local.”

Un estudio de CEPAL llega a las mismas conclusiones: “Las empresas chilenas de comercio minorista han logrado construir sólidas ventajas competitivas. Estas se sustentan en un modelo de negocios que aprovecha las sinergias obtenidas de la operación conjunta de una serie de actividades relacionadas. El desarrollo de esta fórmula de comercio minorista integrado surgió directamente de la intensa competencia en un mercado chileno que, por su tamaño limitado, hacía muy difícil ser rentable en un solo segmento de la industria del comercio minorista. La clave del éxito ha sido la combinación de las mejores prácticas de los líderes internacionales con el conocimiento local, una oferta diversificada que incluye servicios bancarios y la capacidad de supervivencia en un mercado altamente competitivo. En este contexto, las compañías de comercio minorista han visto en la expansión internacional la mejor opción para iniciar una trayectoria de crecimiento sustentable”: http://www.cepal.org/cgi-bin/getProd.asp?xml=/revista/noticias/articuloCEPAL/4/27644/P27644.xml&xsl=/revista/tpl/p39f.xsl&base=/tpl/top-bottom.xslt

Según Forbes, estas son las empresas minoristas latinoamericanas más valiosas, la mayoría de Brasil, luego México y Chile:

20. AREZZO. La cadena de tiendas departamentales de Brasil está valuada en 124 millones de dólares.

19. PONTO FRIO. Especializada en mercancías, electrodomésticos y servicios, esta línea de Brasil vale unos 147 millones.

18. PÄO DE ACUCAR. La cadena de tiendas de autoservicio de Brasil está valuada en 147 millones de dólares.

17. HAVAIANAS. Estas tiendas departamentales brasileñas tienen un valor estimado de 159 millones.

16. TOTTUS. En 160 millones de dólares valoran el precio de esta cadena chilena de tiendas de autoservicio.

15. SUBURBIA. Esta línea de tiendas departamentales mexicana está valuada en unos 173 millones.

14. ÉXITO. La popular tienda online colombiana vale unos 246 millones de dólares.

13. HERING. Con 261 millones de dólares como valor estimado, se posiciona esta línea de tiendas departamentales de Brasil.

12. EXTRA. Con origen en Brasil, estas tiendas de conveniencia se estima que valen 263 millones de billetes verdes.

11. SUPERAMA. Esta línea de tiendas de autoservicio mexicana es valorada en 319 millones de dólares.

10. LOJAS AMERICANAS. La cadena de tiendas de conveniencia brasileña tiene un valor estimado de 320 millones.

9. RENNER. Estas tiendas departamentales brasileñas están valuadas en 357 millones de dólares.

8. ELEKTRA. La mexicana especializada en mercancías, electrodomésticos y servicios vale unos 366 millones de dólares.

7. HOMECENTER SODIMAC. Chilenos dedicados al mejoramiento del hogar, su valor se calcula en 381 millones de billetes verdes.

6. CASAS BAHÍA. Estiman en 420 millones de dólares a esta firma brasileña dedicada a los muebles para el hogar.

5. LIVERPOOL. Desde México, la línea de tiendas departamentales es valuada en 485 millones de billetes verdes.

4. FALABELLA. Estas tiendas departamentales chilenas son estimadas en unos 547 millones de dólares.

3. BODEGA AURRERA. Valuada en 1,016 millones de dólares, esta línea de tiendas de conveniencia tiene su origen en México.

2. OXXO. Esta mexicana cadena de tiendas de conveniencia tiene un valor estimado en 2,615 millones de dólares.

1. NATURA. Originaria de Brasil, esta comercializadora de productos de belleza y cuidado personal está valuada en unos 3,156 millones de dólares.