El «mercado» de las religiones es muy competitivo. Y parece que eso las favorece

En estos días se publicaron algunos artículos que muestran datos acerca de las preferencias religiosas de los argentinos. Así, por ejemplo, en este artículo de Denise Rabin, informa que:

“El 87% de los argentinos cree en Dios, 4% menos que en 2011. Y el 87% de aquéllos se identifica como católico, 13% más que hace dos años. Sin embargo, entre los católicos, sólo el 18% asiste a algún oficio religioso por semana. Mientras los matrimonios por Iglesia cayeron casi 70% desde 1990, los bautismos se mantienen estables, con una leve disminución de 1,2%. En 2012, el 74% de los bebes fue bautizado.” http://www.lanacion.com.ar/1745370-fe-y-familia-son-menos-los-que-creen-en-dios-pero-mas-los-que-se-dicen-catolicos

Al día siguiente, en la sección ADN Cultura, Nora Bär publica un excelente artículo titulado: “Las neurociencias de la fe: en busca de respuestas”. Si bien el principal contenido del artículo se relaciona con las investigaciones científicas que buscan explicar la existencia de creencias religiosas a partir del análisis del funcionamiento del cerebro, también trae datos acerca de la configuración religiosa del país y del mundo: http://www.lanacion.com.ar/1745534-las-neurociencias-de-la-fe-en-busca-de-respuestas

“Hay alrededor de 10.000 diferentes religiones, cada una de las cuales está convencida de que la suya es la única Verdad y que sólo ellos la poseen. [.] Alrededor del 64% de la población mundial pertenece al catolicismo, protestantismo, islamismo o hinduismo. Durante muchos años, el comunismo era la única creencia permitida en China [.]. Pero en 2007, un tercio de los chinos de más de 16 años dijeron que eran religiosos. Dado que esa cifra viene de un diario controlado por el Estado, el China Daily, el número verdadero de creyentes es probablemente más alto. Alrededor del 95% de los norteamericanos creen en Dios, el 90% reza, el 82% cree en los milagros, más del 70%, en la vida después de la muerte.”

Religiones

“En la Argentina, el doctor Fortunato Mallimacci, ex decano de la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA, investigador del Conicet y docente del seminario Sociedad y Religión, hizo un atlas de religiones en el país, el primero desde 1960, cuando el Censo Nacional de Población preguntó sobre esta temática. Hace medio siglo, más del 90% se identificaban con el catolicismo. Hoy, este culto sigue siendo mayoría: es la religión que profesa el 76% de la población; un 11% dice ser agnóstico o ateo, y el 11,3%, evangélico. En el estudio de Mallimacci, el 61% dijo que se relacionaba con Dios por su propia cuenta, sin mediación institucional. A este grupo, el científico lo cataloga como «cuentapropistas religiosos».”

“Según un estudio de Marita Carballo de 2005, hoy son casi 3000 los grupos religiosos inscriptos en la Secretaría de Culto de la Nación. Y a pesar de que hay quienes suponen que el avance de la ciencia y la tecnología destierran la religiosidad, las estadísticas sobre este punto son controvertidas. El estudio de Carballo sugiere que, por el contrario, ésta iría en aumento: en 1984 el 62 % de los argentinos se consideraban personas religiosas; en 1991, el 70%; seis años después, el 79% y, en 1999, el 81%. La misma tendencia mostraban quienes opinaban que la religión era muy importante en su vida: pasaron del 40 al 55% entre 1991 y 1999.”

En términos económicos, este parece ser un “mercado” bastante competitivo. Esta es precisamente la visión que presenta Gary Becker (1930-2014), quien recibiera el Premio Nobel de Economía en 1992. Becker visitó Argentina en 1999 y dictó una conferencia titulada: “La Naturaleza de la Competencia”; Gary Becker (Libertas, 2000), : http://www.eseade.edu.ar/files/Libertas/11_9_Becker.pdf

Allí dedica una sección específica a la religión comentando cómo algunas religiones han recibido privilegios por parte del poder político en distintos momentos de la historia, que Adam Smith era crítico de los privilegios de la iglesia de Inglaterra, y analizando algunas investigaciones que concluyen que cuando mayor es la diversión religiosa, mayor es la devoción. ¿será que esto explica el aumento de la religiosidad que verifica Carballo en su investigación? ¿Que, por ejemplo, la “competencia” de los evangélicos explicaría ese mayor crecimiento?

 

Preguntas sobre la acción humana, las valoraciones subjetivas y la utilidad marginal (I)

Los alumnos de Microeconomía en Madrid leen partes de “La Acción Humana” de Ludwig von Mises y plantean preguntas al autor que trataré de contestar aunque no lo sea:

Mises3

¿Qué impulsa al hombre a buscar la abundancia, y qué papel juega la escasez en este sentido?

El ser humano busca superar la escasez, que es su condición natural si no actuara. Si buscará la abundancia o no es otra cosa, algunos quieren tener bienes y servicios abundantes, otros prefieren simplemente resolver ciertas necesidades pero sin llegar a la abundancia de bienes y servicios.

¿Es posible que dos medios permitan lograr el mismo fin? En ese caso, ¿tendrían la misma utilidad marginal?

Suele ocurrir que para alcanzar un fin se necesita más de un medio. Pero no necesariamente tendrán la misma utilidad marginal, ya que recordemos que utilidad marginal es utilidad y escasez, y es probable que esos medios no tengan la misma escasez, entonces su valor sería diferente incluso si contribuyen al mismo fin.

¿Cómo pueden las empresas conocer el valor que los individuos dan a un mismo fin? (ejemplo coste de un coche para cubrir la necesidad de transporte)

No lo conocen. Sólo se manifiesta en la “preferencia revelada”, es decir, cuando el individuo actúa (compra o deja de comprar). Vienen y compran un coche, digamos, a 30.000 euros. Lo único que puedo decir es que valora más el coche que los euros, de otra forma no hubiera comprado, pero no puedo decir si su valoración era tan alta que hubiera estado dispuesto a pagar 35.000 o 40.000. Esto se logra, por ejemplo, en una subasta. Pero seguramente estas empresas no venden sus coches en subastas porque les resultaría muy costoso y los consumidores prefieren una compra directa.

Es un juego de prueba y error: ¿estarán los consumidores dispuestos a pagar este precio $P? ¿Cuántos de ellos encontrarán que su utilidad marginal es superior al precio que deben pagar por ese coche? Esto es algo que se va aprendiendo y las empresas automotrices, por supuesto, ya tienen décadas de conocimiento del comportamiento general de los consumidores.

En la bolsa, por cada persona que compra una acción, otra la vende ¿cómo se entiende esto si ambos individuos buscan (generalmente) el mismo fin, la rentabilidad?

Porque tienen distintas valoraciones subjetivas sobre esa misma acción. El vendedor prefiere el dinero a la acción (tal vez piensa que va a bajar, necesita el dinero para pagar otras cosas, piensa que hay otras acciones o inversiones que serían más rentables, etc.), mientras que el comprador valora más la acción que el dinero (tal vez supone que va a subir, quiere generar un ahorro de largo plazo, no valora tanto otras inversiones, etc.).

El autor dice “Veremos más adelante cómo el valor y el precio de los bienes de órdenes más elevados dependen del valor y el precio de los bienes del orden primero producidos gracias a la inversión de aquellos.”. ¿Qué pasa cuando se compra un coche nuevo (bien de orden primero) y el precio de este depende de los extras que tenga (bienes de orden más elevado)?

Yo diría que como está planteado son todos bienes de orden primero, sólo que distintos bienes: no es lo mismo este coche con aire acondicionado que este mismo coche sin él; y así con los demás extras. Los precios van variando según los consumidores valoren esos extras. En cuanto a los bienes de orden superior, se refiere a que es porque la gente valora tener aire acondicionado en su coche que luego estos equipos tienen valor, y es porque ellos así los valoran que el gas que se usa en el sistema de AA adquiere su valor. Si la temperatura cambiara y no hiciera falta AA, y el gas no tuviera otro uso, perdería todo su valor, ya que no lo encontraríamos útil. O si descubriéramos otra forma de refrigerar que fuera superior.

El autor menciona que en una ciencia cuyo objeto es el hombre, no hay lugar para hablar de nada con vigencia absoluta. ¿No hay ninguna verdad absoluta sobre el hombre?

Se refiere a que las valoraciones de los individuos no son fijas, de la misma forma que no lo son los fines que pretende alcanzar. Sin embargo, el mismo Mises extrae “leyes absolutas” del comportamiento humano a pesar de esos cambios.

El autor dice “la economía estudia la acción como tal, no siendo de su incumbencia los hechos síquicos que provocan esta o aquella actuación”. ¿No sería importante conocer el contexto que ha motivado dichas acciones?

La economía no estudia eso, pero no quiere decir que eso no sea importante o que no interese. Solo que no es parte de esta disciplina. Por eso habla de “praxeología” como una ciencia que abarca toda la acción humana, y como tal, todas las ciencias vinculadas a ella. También la sicología. El contexto es relevante para el que actúa. Claramente lo toma en cuenta para su decisión, es lo que determina la situación de escasez. Pero aquí estamos considerando las leyes de la acción, dado un determinado contexto, particularmente vinculado con la escasez.

¿Por qué afirma que la ley de utilidad marginal no es psicológica? Si la utilidad es la del fin satisfecho de menor valor y esos valores son subjetivos (psicológicos) debe haber una conexión muy fuerte entre esta ley económica y la psicología.

Sí, la hay, pero en economía estudiamos las consecuencias de esa acción, no sus motivaciones. De nuevo, no quiere decir que no sean importantes, pero son parte de otra disciplina. Ahora la “behavioral economics” o “economía de la conducta” trata de analizar eso, es como avanzar hacia las motivaciones sicológicas del actuar. Está muy bien, pero es un área diferente a la de la teoría económica.

 

Aerolíneas Argentinas funciona mal, pierde millones, y nos resistimos a abrir la competencia

Se publicaron en estos días varias noticias vinculadas con el transporte aéreo. Por un lado, Aerolíneas Argentinas no para de perder dinero: http://www.lanacion.com.ar/1745448-le-dan-a-aerolineas-argentinas-955-millones-de-pesos-mas

Mientras tanto, Diego Fargosi comenta también en La Nación porqué no hay en Argentina aerolíneas ‘low cost’: http://www.lanacion.com.ar/1746163-asi-como-estan-las-cosas-no-habra-vuelos-low-cost-en-el-pais

Básicamente, porque el mercado está muy regulado. Concluye: “Las empresas low cost, ampliaron el mercado, generaron más demanda y sumaron nuevos pasajeros que antes no viajaban por avión. Sólo por poner un ejemplo, en España, transportan alrededor de 50% de los pasajeros. Ahora bien, las empresas tradicionales, que transportan muchos mas pasajeros, tienen en ese 50 por ciento del mercado muchos más pasajeros que cuando tenían el 100 por ciento de uno mas chico. Mientras tanto, en la Argentina seguimos con un mercado de servicios aeronáuticos chico y altamente concentrado, con una oferta de apenas 12 millones de asientos en cabotaje, contra los 140 millones de asientos ofertados en Brasil, que cuenta con una población de 200 millones de habitantes”.

En 1993 escribíamos con Alberto Benegas Lynch (h) sobre la que entonces era la primera experiencia de desregulación del Mercado, luego seguida por la apertura del mercado europeo (Hacia una política de cielos abiertos, Libertas 18):

“Dice McKenzie (op. cit, p. 8) que según un creciente cuerpo de estudios y análisis, la desregulación aérea ha alcanzado muchos de sus objetivos. Estos eran:

1) una competencia más intensa,

2) menores tarifas aéreas,

3) mayor volumen de transporte y

4) mejor bienestar de los consumidores y ganancias de las empresas.

Según un estudio a los pocos años del Consejo de Asesores Económicos, la desregulación aérea:

– incrementó el número de pares de ciudades servidas por más de una línea aérea en 55% y expandió los vuelos a ciudades pequeñas en un 20 a 30% entre 1978 y1986;

– extendió servicios a 140 aeropuertos adicionales para 1987; frenó la tasa a la que comunidades menores perdían servicios y, debido al desarrollo del sistema aéreo commuter, redujo la necesidad de subsidios federales en pequeñas comunidades después de 1981;

– expandió los servicios en mercados con el menor volumen de pasajeros en mayor proporción que en los mercados grandes;

– redujo tarifas en general en un 15% (con tarifas en vuelos cortos reducidas en un 10% y las de vuelos largos en 35%;

– extendió el uso de tarifas con descuento del 15% de los pasajeros en 1976 al 90% en 1987;

– redujo el porcentaje de pasajeros que tenían que cambiar de vuelos de 68% en 1977 a 12% en 1987;

– incrementó la productividad de las líneas aéreas un 7% entre 1976 y 1983 (mientras que la productividad de líneas aéreas en otros países cayó cerca de un 40% );

– incrementó los beneficios anuales de los consumidores en 11.000 millones de dólares para el periodo 1978-1986. La cantidad de pasajeros/millas transportados creció notablemente luego de la desregulación hasta alcanzar 329.000 millones de pasajeros/millas en 1988, un 41% más que las 234.000 millones proyectadas con la regulación.

Un «amigo» de Marx lo critica, dice que la plusvalía no puede explicar el origen del capitalismo

Hay economistas que aun hoy sostienen la teoría del valor trabajo y que los precios de equilibrio serían, en definitiva, determinados por las cantidades de trabajo socialmente necesarias para producirlos. Es curioso, porque Eugen von Böhm-Bawerk demolió esa teoría hace más de 100 años. En uno de sus trabajos al respecto (Karl Marx y la Conclusión de su Sistema), publicado en 1896 repasa y amplía su análisis desarrollado antes en otras publicaciones.

Bohm Bawerk

Allí presenta un argumento, entre otros, en palabras de Werner Sombart, un economista y sociólogo con bastante simpatía hacia Marx, pero que no puede evitar señalar los problemas del argumento basado en que la “plusvalía” proviene de la porción variable (trabajo) del capital y no de la constante (maquinarias e insumos). Dice Sombart, citado por Böhm-Bawerk:

“El crecimiento nunca ha ocurrido y ocurre en la forma descripta. Si lo fuera se lo encontraría en operación en el caso de una rama nueva de los negocios. Si esta idea fuera cierta, al considerar el avance histórico del capitalismo, uno tendría que pensar que ocuparía primero aquellas esferas en las que el trabajo vivo preponderara y donde, por lo tanto, la composición del capital estuviera por debajo del promedio (poco capital constante y mucho variable), pasando luego lentamente hacia otras esferas, según el grado en que los precios en esas primeras esferas como consecuencia de la sobreproducción. En una esfera que tuviera una preponderancia de medios (materiales) de producción sobre el trabajo vivo, el capitalismo habría conseguido al comienzo una ganancia tan baja, estando limitado a la plusvalía creada por el individuo, que no hubiera tenido incentivo para ingresar en esa esfera. Pero la producción capitalista en el origen de su desarrollo histórico ocurre aun en cierta medida en ramas de la producción de esta última condición, minería, etc. El capital no tendría razón para dejar una esfera de circulación en la cual esté prosperando, hacia una esfera de producción donde no tuviera la expectativa de una ganancia ‘normal’ existente en la actividad comercial previa a toda producción capitalista.”

“En todos los tiempos, más bien temprano que tarde, los capitales se trasladan desde una esfera de producción a otra, siendo la principal causa de ello la desigualdad en las ganancias. Pero esta desigualdad muy seguramente no proviene de la composición orgánica del capital, sino de alguna causa vinculada con la competencia. Aquellas ramas de la producción que hoy florecen más que otras son precisamente aquellas con capital de muy alta composición, como la minería, las empresas químicas, cervecerías, molinos, etc.”

Concluye Böhm-Bawerk:

“Estos comentarios proveerán material para muchas inferencias contra la teoría marxista. Por el momento presento solamente una directamente vinculada con el argumento que es objeto de nuestra investigación: la ley del valor que, se concede, debe renunciar su supuesto control sobre los precios de producción en una economía donde la competencia se encuentra en plena fuerza, no ha ejercido nunca y tampoco nunca lo podrá una influencia real aún en las condiciones primitivas (del capitalismo).

En resumen: ¿cómo puede haberse desarrollado el capitalismo y la revolución industrial si se obtuviera más valor excedente cuanto más trabajo se contratara y no más maquinarias y equipos? En verdad, la inversión en capital es para hacer al trabajo más productivo, para gastar menos esfuerzo por unidad de producto producida, no más. Al hacer al trabajo más productivo, tiende a ser mejor remunerado: los precios de los productos tienden a reducirse, los salarios tienden e incrementarse. La inversión de capital explica el enorme crecimiento de la riqueza desde la llegada del capitalismo y la revolución industrial.

 

El derecho, como el lenguaje, la moral y el mercado, es el resultado de un proceso evolutivo

Los alumnos de Public Choice completan una serie de lecturas leyendo el artículo de Alberto Benegas Lynch (h) “Hacia el autogobierno”(Libertas 23). De allí, algunos comentarios acerca de las características del derecho:

“Para que el hombre pueda pasar de lo que considera es un estado menos satisfactorio a uno que estima le reportará mayor satisfacción, resulta necesario que otros hombres no se interpongan en su camino recurriendo a la fuerza. Deben existir normas de conducta que tiendan a imposibilitar dicha obstaculización. Estas normas reconocen la facultad de cada uno de hacer con lo propio lo que considere pertinente, respetando iguales facultades de terceros. Esta facultad es otra forma de aludir al derecho, el cual está referido a la propiedad: al uso y disposición de lo propio, comenzando por la propia mente y el propio cuerpo y por lo que se ha obtenido originalmente a través del descubrimiento de un valor que no pertenece a otro o a través de transacciones libres y voluntarias (Kirzner, 1989: cap. 5; Nozick, 1974: cap. 7). La razón de la ley o las normas consiste en proteger el derecho de las personas, lo cual surge de un proceso de descubrimiento respecto de las formas de producir las que más adecuadamente preserven las facultades de las personas y faciliten la cooperación social. En paralelo con el avance del conocimiento, las referidas normas van evolucionando. La preservación de la intimidad frente a sofisticados dispositivos tecnológicos, los progresos en materia de ecología, la posibilidad de adjudicar ondas electromagnéticas y, en general, las nuevas ideas para mejor delimitar los derechos a través de la experiencia acumulada, hacen que el referido proceso de descubrimiento deba operar en un contexto evolutivo abierto. En este sentido, la ley no se inventa ni se diseña como pretenden los legisladores contemporáneos, sino que se descubre como era el caso en los comienzos del common law en Inglaterra y en el derecho romano durante el período más próspero de la república y la primera época del imperio (Leoni: 1961/1972: 82-4). Hoy, en gran medida, se considera que el poder legislativo cumple sus funciones en proporción directa con el número de leyes que promulga, sin percibir, como ha señalado Ripert, que la inflación legislativa deprecia la ley.”

“Contemporáneamente se entiende la ley como un conjunto de disposiciones, mandatos y códigos. Frente a cualquier problema se propone la promulgación de una nueva ley por la asamblea legislativa. De este modo, además de adulterarse el concepto del derecho, se crea una gran inseguridad jurídica ya que si el legislador puede rápidamente promulgar una ley también la puede abrogar o modificar con la misma celeridad. Los resultados eran distintos en los comienzos de los mencionados casos del common law y del derecho romano en que los jueces eran espectadores más que actores de un proceso competitivo en el que se iban tamizando y contrastando resultados y en el que se conjugaban elementos dinámicos en un contexto de permanencia de principios generales del derecho (Epstein, 1980: 255-6 y 266). El criterio y la perspectiva con que se analiza el derecho es distinta si se piensa que los contratos tienen lugar porque hay una ley que, desde arriba, concibe, diseña e inventa los correspondientes mecanismos (Fullner, 1981: 174-5) sin percibir, por ejemplo, que el derecho comercial durante la Edad Media, en Inglaterra, se elaboró y ejecutó de modo totalmente privado (Wooldrige, 1970: cap.5; Buckland, 1952; Berman, 1983: 333-356).”

“Se ha hecho un paralelo entre el derecho, el mercado y el lenguaje para resaltar como, en este último caso, algo de tanta trascendencia que resulta esencial para pensar y para transmitir pensamientos -salvo el Esperanto que resultó un fiasco- está íntegramente tejido y elaborado de modo espontáneo (Mandeville, 1714/1982: parte ii, sexto diálogo; Hayek, 1948: 88; Sowell, 1987: 68-70; Leoni, 1961/1972: 88; Bally, 1977: 18).”

 

No solamente hay precios en el mercado, también los hay «dentro» de las empresas

Cuando analizamos el tema de los precios estamos, en general, pensando en los precios de “mercado”, y visto desde la empresa, de los precios que debe establecer para sus propios productos…., hacia mercado. Pero lo que muchas veces no se ve es que también hay precios “dentro” de la empresa. Así lo comenta Jerry Ellig en su artículo “Fijación de precios internos para servicios corporativos” (Libertas 25).

“Existe un número cada vez mayor de empresas que usan mercados internos para coordinar la producción de los servicios utilizados por los consumidores internos. Tradicionalmente, los servicios de auditoría, asesoramiento legal, relaciones públicas, procesamiento de datos y entrenamiento eran provistos por burocracias corporativas que recibían asignaciones presupuestarias de la dirección de la empresa. Si bien los directivos de la firma tomaban las decisiones relacionadas con la adquisición de esos servicios, no eran necesariamente los consumidores que los usaban. Los mercados internos dejan las decisiones acerca de las compras en manos de las personas y las unidades de la empresa que realmente utilizan los servicios. A los grupos de servicios corporativos no se les asigna un presupuesto con instrucciones para que lo usen de la mejor manera posible, sino que deben obtener sus ingresos proveyendo a los usuarios lo que realmente necesitan.”

“Las grandes empresas han utilizado durante muchos años precios y mercados internos con el fin de ayudar a coordinar por lo menos algunas de las actividades primarias. En los primeros años del siglo XX surgieron compañías multidivisionales que otorgaban a sus divisiones de operaciones un importante grado de autonomía con respecto a la dirección central. Los directivos de cuatro compañías pioneras -Sears, DuPont, General Motors y Standard Oil of New Jersey- consideraron necesario coordinar las actividades a través de diferentes unidades empresariales, pero también se dieron cuenta de que la oficina central no podía tomar todas las decisiones requeridas por divisiones localizadas en diversas regiones o dedicadas a distintas líneas de producción. En la década de 1960 la forma de administración multidivisional estaba ampliamente difundida y abarcaba las industrias automovilística, eléctrica, de motores eléctricos, y química. La lista incluye a Ford, Chrysler, Intemational Harvester, Allis-Chalmers, General Electric, Westinghouse, IBM, RCA, Dow, Monsanto y Union Carbide. Algunos comerciantes minoristas se reorganizaron a lo largo de líneas divisionales; los más importantes fueron Montgomery Ward, A&P Kroger y Safeway. En las industrias productoras de petróleo, caucho y productos agrícolas manufacturados muchas firmas; aunque no todas, adoptaron la nueva forma de organización, entre ellas B. F. Goodrich, United States Rubber, Procter&Gamble, General Mills, General Foods y Borden (véase Chandler, 1962). “Si en 1920 la descentralización era un invento de los administradores de empresas”, dicen Wencil y Buddrus (1978, p. 25), “hacia 1950 era una filosofía articulada, en 1960, una tendencia hacia la reorganización y en 1970, una práctica universal”.(Véase también Halal, 1986.)

“En 1980 el alcance de los mercados internos experimentó un crecimiento considerable cuando algunas firmas innovadoras comenzaron a incluir dentro de esta modalidad las actividades de apoyo (véase Halal, Geranmayeh y Pourdehnad, 1993). Antes, la mayoría de las compañías consideraban a estas unidades de operaciones como si fueran empresas de servicio público, y algunas todavía lo hacen. Como los usuarios de los servicios no pagan por ellos, la corporación se ve precisada a encontrar alguna otra manera de determinar qué “necesidades” son más importantes.”

“Los mercados internos movilizan el conocimiento en distintas partes de la empresa para generar decisiones más inteligentes. Al obligar a las unidades primarias a pagar por servicios de apoyo, proporcionan poderosos incentivos para eliminar los proyectos improductivos. En lugar de pagar por servicios mediante una asignación arbitraria e incontrolable, los consumidores internos adquieren sólo lo que necesitan, así como compran servicios y materiales a proveedores externos.”

 

Los monopolios no son buenos, algunos se revelan contra el monopolio estatal en la educación

La Nación publica un muy interesante artículo sobre aquellos padres disconformes con el sistema educativo público, quienes deciden tomar la educación de sus hijos en sus propias manos y adecuarla a las vocaciones e intereses que sus hijos vayan presentando. Está bien el título: “Estudiar en casa: la opción anti-sistema de 2000 familias”, ya que es solamente un rechazo a las escuelas estatales sino a todo un sistema educativo (tanto en escuelas estatales como privadas, pues el curriculum y el método de enseñanza es impuesto por el estado). Esa cantidad llega en los Estados Unidos a los 2 millones. http://www.lanacion.com.ar/1740904-estudiar-en-casa

Home Schooling

Al margen de que se favorezca o se rechace este tipo de educación, el punto principal es que es la reacción ante un monopolio. El sistema educativo es más o menos algo así: puedes elegir el sastre, pero el traje tiene que ser gris; tal vez algún colegio le agregue el pañuelo en el bolsillo o mejores botones, pero no vas a poder tener un traje azul o negro.

Coincidiendo con la publicación de este artículo, Raquel Merino publica otro en la web del Instituto Juan de Mariana, también sobre la educación monopólica estatal. http://www.juandemariana.org/comentario/7024/papa/quiero/peter/thiel/stuart/

Algunos de sus comentarios:

“Uno de estos campos hurtados a la competencia por el Estado es precisamente el de la educación. El nombre de por sí da verdadero pavor. No sé por qué en España hubo tanto revuelo con la asignatura de «Educación para la ciudadanía». ¿Acaso no es redundante? Los propósitos verdaderos del Estado al garantizar la educación universal tienen mucho más que ver con el adoctrinamiento y la sedación de las mentes a través del mensaje igualitario y la consiguiente anulación personal, así como con granjearse apoyos entre el colectivo educativo (la típica alianza política y burocrática).”….

“Y aquí viene el segundo error de bulto de esta concepción elitista e ilustrada. Parte de una visión conservadora que pretende hacer ver que el conocimiento sólo se puede adquirir a través de una forma que demostró un grado de éxito relevante hace dos siglos: educación secundaria y universitaria. ¿No pueden evolucionar las cosas desde entonces? Porque la gente, los paradigmas productivos y los productos y servicios sí lo han hecho.

La imposición en este campo aniquila la experimentación a través de, por ejemplo, programas educativos cambiantes dentro de especialidades existentes, nuevas especialidades per se o nuevos métodos formativos que se adecúen a las necesidades evolutivas que rijan en cada momento, ya se lancen desde dentro o fuera del ámbito educativo más tradicional…

Pero, además, al partir esta imposición de las élites intelectuales, el sesgo es completo hacia quienes tienen o cultivan un tipo de habilidades muy específicas. Puede expulsar a personas con clases de inteligencia que no sean las puramente lógicas, matemáticas o verbales. Al estrechar la oferta formativa y convertir esa educación formal en universal, muchas personas están frustradas y se encuentran en el punto de mira por no ser amigos de los libros… Se ven truncadas al mismo tiempo sus verdaderas capacidades, que podrían desarrollarse a través de la inteligencia emocional (cuanto menos apego a los libros de manera obsesiva, por lo general, más se cultiva el trato humano y mayor comprensión de la naturaleza del que se tiene en frente…), de «aprender haciendo» (learn by doing) o de explorar simplemente nuevos caminos. Cuánto provecho no obtendrían esa persona y la sociedad misma de permitírsele la especialización desde edad temprana en aquello que hace relativamente mejor y que le va a hacer más feliz por dominarlo mejor y poder recoger los frutos de sus cualidades e intereses.

Por no hablar, por supuesto, de que los colegios hoy día no son ningún centro de élite. Si al menos aquello lo consiguieran, por más frustraciones que crearan en algunos niños, algo se alcanzaría… Con lo que nos encontramos, como nos explicó magistralmente el profesor Bastos en una universidad de verano, es, las más de las veces, con centros de delincuencia juvenil en que el matón de turno (mal estudiante que no debería estar nunca encerrado en ese agujero de manera forzosa) abusa sistemáticamente del indefenso empollón… Frustrados acaban todos.”

 

¿Cómo decidimos a qué precio vender? ¿Me dicen algo las curvas de oferta y de demanda?

En muchos casos el mundo de la economía parece divorciado de las acciones que realizan las empresas. La teoría económica no parece explicar lo que las empresas hacen. Uno de estos casos es el de la decisión empresarial de establecer un precio para sus productos. La visión “popular” es que se suman los costos y se agrega un margen esperado de ganancia para determinarlo. Es más, esto es en verdad lo que el verdulero hace: va al mercado central, compra y agrega ese margen para establecer sus precios minoristas.

Pero si bien este es un método sencillo de poner un precio no es lo esencial ya que, como decía El Principito, “lo esencial no es visible a los ojos”. ¿Acaso el verdulero puede poner cualquier margen que desee? Está claro que no, que conoce, más o menos, los precios de sus potenciales competidores y los tendrá en cuenta, incluso para ajustar algunos establecidos como costo+ si es que está muy alejado de sus competidores. Siempre estará tomando en cuenta qué precio estarán los consumidores dispuestos a pagar, de forma tal de vender todo el stock que haya comprado antes de que (dado que es un producto perecedero) se eche a perder.

¿Entonces el costo no cumple ningún papel? Por supuesto, el verdulero tiene que cubrir sus costos y ganar algo si va a seguir en esa actividad, pero no son los costos los que “determinan” los precios.

Un buen libro de management donde aparecen claros conceptos económicos vinculados a la demanda y el precio es “El Arte del Precio”, de Rafi Mohammed. De allí surge el mismo concepto. Comenta Mohammed que se encontró con un amigo, chef, quien recién abrió un restaurante:

“- Rafi –dijo. No sé cuánto cobrar por los platos que ofrezco en el menú.” Con una pisca de exasperación se preguntó en voz alta:

¿Debería cobrar el filete de primera con champiñones a 18 o a 31 dólares? ¿Cómo puede afectar esa diferencia de 13 dólares al número de clientes que frecuenten mi restaurante?… No quiero que mi restaurante solo se llene de un puñado de ricachones; quiero servir a un grupo de clientes más diverso. Pero tengo un negocio y he de obtener beneficios.”

Mohammed (aunque en el libro está más desarrollado), le plantea la solución: “La forma idónea de concebir la fijación de precios es verla como la aplicación de una serie de estrategias adecuadas (que captan márgenes de beneficios diferentes) para clientes que realizan valoraciones del producto distintas”.

Desde el punto de vista económico esto es totalmente correcto, las valoraciones individuales son subjetivas y, por lo tanto, diferentes. Tómese nota que están considerando los costos porque no quieren perder, pero que los precios son determinados por las valoraciones subjetivas del chef y de los clientes.

Llegaron a esta solución: precios especiales para los clientes de la mañana; descuentos para la tercera edad; precios para el menú del día; afiliaciones por 200 dólares anuales que proporcionaban un 25% de descuento en todas las comidas durante un año; paquetes de descuento en comidas de tres platos; un menú en barra a bajo precio y un precio extra por sentarse en la mesa del chef.

Correcto también desde el punto de vista económico. Para los alumnos que recién se encuentran con el gráfico de demanda y oferta, lo que está sucediendo es que el chef se enfrenta a una demanda con pendiente negativa pero no puede saber qué consumidor tiene una valoración subjetiva mayor y está dispuesto a pagar un precio más alto, y cuál la tiene menor y pagaría solo un precio más bajo. Como no puede leer sus mentes cuando entran al restaurante, les ofrece un “menú de opciones” para que sean ellos mismos “revelen” en qué punto de la curva están.

¿Los costos? Es cierto, hay que cubrirlos, pero para establecer los precios hay que buscar dónde estarán las utilidades marginales de los clientes.

La ignorancia de los votantes: tal vez sería mejor ministro de Economía un comerciante de La Matanza

Hemos visto reiteradas veces, tanto sea en las materias de Public Choice como en las clases de la UBA Derecho, el problema de la falta de incentivos que tienen los votantes para estar informados. La diferencia esencial con las decisiones que esas mismas personas toman en el mercado es que en éste reciben directamente las consecuencias de sus decisiones, mientras que en la política un voto no define el resultado, por lo que uno no necesariamente recibe el resultado (positivo o negativo) de su propia elección.

Tomemos el caso de un comerciante de La Matanza: seguramente conoce bastante bien a sus proveedores, los productos que ofrecen, su costo, a cuánto los puede vender, etc. Sus decisiones en ese campo definen los resultados que obtendrá. Veamos lo que conoce sobre la política.

En una muy interesante columna publicada en La Nación con el título de “Viaje al corazón del pueblo argentino”, Jorge Fernández Díaz comenta:

“Scioli tiene cara de bueno, Massa es joven, Macri sabe y Cristina es una mujer inteligente. Ésta es la caracterización política que hace un comerciante de clase media de La Matanza en un focus group al que asisto en silencio. El hombre parece derrotado. Asegura tener guardado en su casa un revólver Smith & Wesson calibre 32 por si vienen a asaltarlo, y a la vez le parece que es muy difícil bajar los niveles de inseguridad. No puede irse de vacaciones porque el año fue muy malo, pero no hace de la inflación un drama. Piensa que sería bueno cambiar, pero quiere que se haga con prudencia porque la cosa está delicada y tiene miedo, y trata de no seguir las informaciones del atril ni de los noticieros porque le resultan aburridas. Una mujer, a su lado, habla de los ojos de Macri y menciona el hecho de que está enamorado. Alguien me cuenta después un caso de las neurociencias. Una vez un puñado de científicos hizo una prueba en Australia: llevaron cien fotos de ciudadanos norteamericanos y les pidieron a un grupo de personas que eligiera las veinte mejores. La selección que hicieron correspondía exactamente con los candidatos que acababan de ser elegidos en los últimos comicios legislativos de los Estados Unidos. Muchas veces la cara determina el voto.” http://www.lanacion.com.ar/1740664-viaje-al-corazon-del-pueblo-argentino

No descarto que la cara diga algo. Después de todo cualquiera de nosotros establece una semblanza de una persona a la que recién conoce en cuestión de minutos. A veces es equivocada, pero muchas veces no. Sin embargo, esto a lo sumo nos puede dar una idea de su personalidad, lo cual no es poco para elegir un gobernante, ya que se necesita una cierta personalidad para llevar adelante los problemas de estado. Pero es como ocuparse de la forma y no del contenido.

Porque, se puede decir que “Macri sabe” o que “Cristina es inteligente”, pero ¿cuál es el conocimiento que tienen? Tal vez son ideas que nos llevan directamente al fracaso. Suele decirse del ministro Kiciloff también que es inteligente (en verdad, el que medianamente no lo es no llega a esas alturas), que obtuvo x medalla en la UBA. Pero si inteligente significa que conoce muy bien a Marx y Keynes y tiene toda la voluntad de llevar adelante las enseñanzas de ambos, mejor sería tener de ministro al comerciante de La Matanza, quien seguramente conoce bien que no se puede gastar de más, que hay que mantener las cuentas en orden y que nunca pudo generarse ingresos emitiendo dinero o promesas de pago.

Digamos entonces que todos son inteligentes y que todos saben, el problema es “lo que saben”. Y que los votantes, como el del ejemplo, son “racionalmente apáticos”, es decir, que no invierten demasiado tiempo para estar informados sobre cuestiones en las cuales luego su decisión está lejos de determinar el resultado ya que su voto es una gota de agua en el océano.

Al menos, para los alumnos que vieron Public Choice lo que encuentra Fernández Díaz no debería sorprenderlos y, es más, pueden incluso presentar una explicación de porqué eso sucede.

Keynes propone reducir los salarios, Mises había criticado eso antes y después de la Teoría General

Ante una situación de recesión económica la respuesta clásica era que los salarios debían reducirse. Ante una menor producción y ventas, cualquier empresa tiene que reducir sus gastos, y tan solo puede hacerlo con alguna de las dos variables centrales en el análisis de los mercados: o ajusta por precios (es decir con salarios más bajos) o ajusta por cantidad (despide personal).

Los sindicatos lograron, a fines del siglo XIX, que los salarios se volvieran rígidos. Incluso esto aparece en la legislación: los salarios no pueden bajar. Pero cualquier economista sabe que si no bajan habrá desempleo, lo que diferencia a unos de otros es admitir esto públicamente o tratar de obtener el mismo resultado pero por un camino menos visible.

Esto es lo que propuso Keynes en su famosa Teoría General. Keynes entendió que lo que habían logrado los sindicatos era una barrera a la reducción de los salarios nominales, pero no podían lograr algo similar con los salarios reales.

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Dice: “en verdad, un movimiento de los empleadores para revisar hacia abajo las negociaciones salariales serán resistidas mucho más tenazmente que una reducción gradual y automática de los salarios reales como resultado de precios crecientes” (Cambridge University Press, p. 264).

Escribe esto en 1936. Pero ya Mises en 1931 (“The Causes of Economic Crisis: An Address”) anticipaba una crítica a esta posición:

“Un solo argumento es nuevo, aunque de todas formas no menos falso. Esto es en relación a que salarios más altos de los que se obtendrían en el mercado no regulado pueden reacomodarse a una relación apropiada más fácilmente a través de la inflación. Este argumento muestra cuán preocupados están nuestros economistas para evitar desagradar a los sindicatos. Aunque no pueden sino reconocer que los salarios están muy altos y deben reducirse, no se atreven a reclamar abiertamente que se reduzcan. En cambio, proponen ser más astutos que los sindicatos de alguna forma. Proponen que los salarios monetarios actuales se mantengan sin cambio en la próxima inflación. En efecto, esto sería equivalente a reducir los salarios reales. Esto asume, por supuesto, que los sindicatos no van a realizar nuevas demandas salariales cuando la economía se recupere y que, en cambio, se mantendrán pasivos mientras los salarios reales se deterioran. Aun si esta totalmente injustificada y optimista expectativa es aceptada como verdad, no se gana nada con ello. Un boom ocasionado por medidas de política bancaria llevará eventualmente a una crisis y una depresión. Por lo tanto, con este método, el problema de la reducción de los salarios no se soluciona, solamente se posterga.”

Y en 1945, en su ensayo “Planning for freedom”, decía Mises:

“Si durante una inflación el crecimiento de los precios de los bienes excede el crecimiento de los salarios nominales, el desempleo va a caer. Pero lo que lo hace caer es precisamente el hecho que los salarios reales están cayendo. Lord Keynes recomendó la expansión crediticia porque creía que los asalariados aceptarían este resultado; creía que “una reducción gradual y automática de los salarios reales como resultado de precios crecientes” no sería fuertemente resistida por los sindicatos como un intento de reducción de los salarios. Es muy poco probable que esto suceda. La opinión pública conoce bien los cambios en el poder adquisitivo y observa con sumo interés los movimientos del índice de precios y el costo de vida. La substancia de todas las discusiones en relación a los salarios son los salarios reales, no los nominales. No hay chances de ser más astutos que los sindicatos con estas maniobras.”