Desigualdad en el mundo: en muchos países los pobres de hoy son mucho más ricos que sus padres

¿Qué pasó con Piketty? ¿Fue tan sólo una estrella fugaz, que apenas pudo poner en duda por un breve tiempo el avance de los mercados? ¿O lo que ya había desarrollado la teoría económica hace décadas? Dreidre McCloskey, Distinguished Professor of Economics and History en la University of Illinois at Chicago y autora del libro “Bourgeois Equality: How Ideas, Not Capital, Enriched the World”,: http://www.cato.org/policy-report/julyaugust-2015/how-piketty-misses-point  , se pregunta si la desigualdad es mala:

“En 2003, los economistas Donald Boudreaux y Mark Perry señalaron que ‘según la Oficina de Análisis Económico, el gasto familiar en cuestiones básicas de la vida moderna –alimentos, automóviles, vestimenta y calzado, muebles y equipos, y vivienda y servicios- ha caído desde el 53% del ingreso disponible en 1950 a 44% en 1970 y a 32% hoy.

El economista Steven Horwitz resume los datos sobre las horas de trabajo requeridas para comprar una TV color o un auto, y destaca que ‘estos datos no capturan… el cambio en la calidad… La TV en tenía a lo sumo 23 pulgadas, con pobre resolución, probablemente sin control remoto, débil sonido, y generalmente muy distinto a su sucesor del 2013. Alcanzar las 100.000 millas en un auto de los años 1970s era una causa de celebración. No alcanzarlas hoy sería una causa para pensar que se ha comprado un mal auto.”. Observa que ‘considerando distintos datos sobre consumo, de los informes de la Oficina del Censo, respecto a lo que poseen los pobres en sus casas con el tiempo requerido para comprar una variedad de bienes de consumo, deja en claro que los norteamericanos viven hoy mejor que nunca antes. De hecho,  los norteamericanos pobres viven hoy mejor, según estas comparaciones, de lo que vivían sus contrapartes de la clase media en los años 1970s.”

El politólogo e intelectual público Robert Reich sostiene que, no obstante, debemos estar alarmados por la desigualdad más que dedicando todas nuestras energías a mejorar la condición absoluta de los pobres: “Una mayor desigualdad siempre daña la movilidad ascendente”, dice. Horwitz resume los resultados de un estudio de Julia Isaacs sobre le movilidad individual desde 1969 a 2005: “82% de los niños del 20% más pobre tenían ingresos reales más altos en el año 2000 de los que sus padres tenían en 1969. El ingreso real medio de los niños pobres de 1969 era el doble del de sus padres.” No hay dudas que los hijos y nietos de los refugiados por la sequía de los años 1930s, por ejemplo, están mucho mejor que sus padres y abuelos. John Steinbeck lo relató en Las uvas de la ira, sus momentos más terribles. Pocos años después, los de Oklahoma encontraron empleos en las industrias bélicas, y muchos de sus hijos fueron luego a la universidad. Algunos incluso llegaron a ser profesores universitarios que piensan que los pobres son cada vez más pobres.”

Nicolás Maduro reivindica la palabra ‘burgués’: otro éxito en su larga carrera de aciertos

El presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, ha cometido tantos errores que le han costado el resultado electoral por todos conocido. Pero ahora estaría a punto de realizar un aporte positivo: reivindicar la palabra ‘burgués’. Refiriéndose al nuevo presidente argentino Mauricio Macri, ha dicho “Macri es un burgués de la elite y todo el Gobierno que nombró es la crema de la elite. Creo que le va a ir muy mal, señor Macri”.

No me quiero referir aquí a Macri o a su crítico que sabrá de éxitos como para pronosticar fracasos sino a la palabra burgués.

El Diccionario de la Real Academia presenta seis definiciones:

1. adj. Natural o habitante de un burgo medieval. U. t. c. s.

2. adj. Perteneciente o relativo al burgo medieval o a los burgueses.

3. adj. Perteneciente o relativo al burgués (‖ ciudadano de la clase media).

4. adj. despect. Vulgar, mediocre. U. t. c. s.

5. m. y f. Ciudadano de la clase media acomodada.

6. m. y f. despect. Persona de mentalidad conservadora que tiende a la estabilidad económica y social.

Quisiera descartar las tres últimas, ya que una es un trato despectivo para el cual no veo justificación alguna cuando vemos algo de las tres primeras, y las dos últimas porque se alejan de su significado original.

Maduro habla despectivamente del burgués, pero tan solo leyendo Wikipedia deberíamos tener algo más de respeto porque es el origen de todos los valores de democracia y libertad que tanto él, como otros de sus amigos, dicen que valoran. Dice así sobre la “burguesía”:

“El término se usó inicialmente para identificar a la clase social compuesta por los habitantes de los «burgos» (las partes nuevas que surgían en las ciudades bajomedievales de Europa occidental), caracterizados por no ser señores feudales ni siervos y no pertenecer ni a los estamentos privilegiados (nobleza y clero) ni al campesinado. Sus funciones socioeconómicas eran las de mercaderes, artesanos o ejercientes de las denominadas profesiones liberales. La ausencia de sujeción a la jurisdicción feudal era la clave: se decía que «el aire de la ciudad hace libre» (Stadtluft macht frei). Algunos burgueses llegaron a ejercer el poder local en las ciudades a través de un patriciado urbano en el que se mezclaban con la nobleza; lo que en las ciudades-estado italianas (Venecia, Florencia, Génova, Pisa, Siena) implicaba en la práctica el ejercicio de un poder cuasi-soberano (algo menos evidente en las ciudades imperiales libres alemanas), mientras que en las monarquías autoritarias en formación (Francia, Inglaterra, reinos cristianos de la Península Ibérica) significaba la representación estamental del denominado Tercer Estado, pueblo llano o común. Destacadas familias de origen burgués se terminaron ennobleciendo (Borghese, Médici, Fugger).”

Ser burgués no es una definición negativa, no ser señor feudal o siervo; en toda clasificación se puede señalar que algún elemento de una clase no lo es de otras; sino que es una definición positiva referida a quienes han logrado ser libres. Como resultado de esa libertad se pudieron dedicar al comercio u otras profesiones. Su esencia es la libertad: no tienen privilegios, recuperaron sus derechos naturales. Luego, además, lucharon para extenderlos a todos, incluyendo a los siervos, y enfrentando a los señores feudales crearon el origen de los modernos parlamentos. Como dice Wikipedia, eran el Tercer Estado, el pueblo llano o común.

Así que Macri debería agradecer a Maduro por ese epíteto: qué mejor que a alguien le digan ‘hombre libre del pueblo común”.

McCloskey a Pikkety: la desigualdad no es mala y la pobreza está cayendo en el mundo, del 26% al 5%

¿Qué pasó con Piketty? ¿Fue tan sólo una estrella fugaz, que apenas pudo poner en duda por un breve tiempo el avance de los mercados? ¿O lo que ya había desarrollado la teoría económica hace décadas? Dreidre McCloskey, Distinguished Professor of Economics and History en la University of Illinois at Chicago y autora del libro “Bourgeois Equality: How Ideas, Not Capital, Enriched the World”,: http://www.cato.org/policy-report/julyaugust-2015/how-piketty-misses-point , se pregunta si la desigualdad es mala:

“El problema central con el libro, sin embargo, no es ético. Piketty no reflexiona sobre porqué la desigualdad en sí misma sería mala. Por cierto, es irritante que una mujer super-rica compre un reloj de 40.000 dólares. La compra puede ser éticamente cuestionable. Debería estar donando su ingreso en exceso de un cierto amplio nivel, digamos, de tener dos autos, no veinte; dos casas, no siete; un yatch, no cinco; brindándolo a entidades de caridad. Andrew Carnegie enunció en 1889 el principio que ‘un hombre que muere rico, muere desgraciado’. Carnegie donó toda su fortuna. (Bueno, la donó tras su muerte, luego de haber disfrutado un castillo en su nativa Escocia y algunas otras amenidades).

Pero el hecho que mucha gente rica actúe hoy de forma desgraciada no implica automáticamente que el gobierno tenga que intervenir para frenarlos. La gente actúa en forma desgraciada en todo tipo de formas. Si nuestros gobernantes tuvieran asignada la tarea en este mundo imperfecto de mantenernos a todos completamente éticos, pondría todas nuestras vidas bajo su tutela paternal, una pesadilla a la que se acercara Alemania Oriental antes de 1989 o Corea del Norte hoy.

Nótese que en el relato de Piketty el resto de nosotros cae relativamente detrás de los malvados capitalistas. EL foco en la riqueza relativa o el ingreso y el consumo es un serio problema para este libro. La visión apocalíptica de Pikkety nos deja lugar a nosotros para que nos vaya bastante bien –y no apocalípticamente- como lo hemos hecho desde 1800. Lo que le preocupa a Pikkety es que los ricos se puedan estar haciendo algo más ricos, aun cuando los pobres estén mejorando también. Su preocupación se centra en la diferencia, sobre un vago sentimiento de envidia elevado a proposición teórica y ética.

Pero nuestra preocupación real debería estar con elevar a los pobres a una condición de dignidad, nivel en el cual pueden funcionar en una sociedad democrática y desarrollar vidas plenas. No importa éticamente si los pobres tienen el mismo número de brazaletes de diamantes o Porsches que los dueños de los hedge funds. Pero importa si tienen las mismas oportunidades para votar o para aprender a leer o a tener un techo sobre sus cabezas.

Adam Smith describió una vez la idea escocesa de ‘permitir a cada hombre perseguir su propio interés a su manera, bajo el plan liberal de igualdad, libertad y justicia’. Sería bueno, por supuesto, si una sociedad rica y libre siguiendo al liberalismo Smitihiano produjera una igualdad a lo Pikkety. En verdad, en buena medida lo ha hecho, bajo el único éticamente relevante estándar de derechos humanos y necesidades básicas. AL introducir el liberalismo en Hong Kong y en Noruega y Francia, por ejemplo, ha llevado a una asombrosa mejora y a una real igualdad de resultados –los pobres comprando autos y teniendo agua fría y caliente, cosas que no tenían antes ni los ricos, y adquiriendo derechos políticos y dignidad social que eran negadas antes salvo a los ricos.

Los economistas Xavier Sala-i-Martin y Maxim Pinkovsky informaron tras un minucioso estudio de la distribución individual del ingreso –a diferencia de la comparación entre países-, que la pobreza está cayendo. Entre 1970 y 2006, la tasa global de pobreza se ha reducido casi en tres cuartos. El porcentaje de la población mundial viviendo con menos de un dólar por día (en dólares del año 2000, ajustados por poder de compra) fue de 26,8% en 1970 a 5,4% en 2006”.

Angus Deaton comenta «El Gran Salto Adelante» de Mao, que fue un terrible salto para atrás en China

En su libro “The Great Escape”, el último premio Nobel de Economía, Angus Deaton, analiza los procesos de crecimiento económico que permitieron a millones de personas dejar atrás la pobreza, en general, en economías de mercado capitalistas. Ya casi no existen las hambrunas ocasionadas por catástrofes naturales y las poca que hubo en el siglo XX fueron causadas por el Estado. Aquí analiza una de ellas, “El Gran Salto Adelante”, impulsado por Mao en China:

“Mao Zedong y sus camaradas estaban decididos a mostrar la superioridad del comunismo, alcanzando rápidamente los niveles de producción de Rusia y Gran Bretaña, y estableciendo el liderazgo de Mao en el mundo comunista. Se establecieron estrafalarios objetivos de producción para abastecer las necesidades de alimentos de las ciudades industriales en rápido crecimiento y para obtener divisas con las exportaciones de alimentos. Bajo el sistema totalitario establecido por el Partido Comunista de China, las comunas rurales competían entre sí para exagerar su producción, inflando aún más las cuotas que ya eran inalcanzables y dejando nada a la gente para comer. Al mismo tiempo, el Partido generó un caos en el campo ordenando que toda la tierra privada fuera convertida en comunas, confiscando la propiedad privada e incluso los utensilios de cocina privados, y forzando a la gente a comer en cocinas comunales. Dados los enormes aumentos en la producción que se esperaban, se desvió a trabajadores rurales hacia obras públicas y fábricas rurales de acero, muchas de las cuales no produjeron nada. Las drásticas restricciones a los viajes y la comunicación impidieron que se corriera la voz, y las penalidades para los disidentes eran claras; se había ejecutado ya a 750.000 personas en 1950-51 (en estos años tempranos de la revolución la gente todavía confiaba en el Partido).

Mao

Cuando Mao supo de los desastres (aunque no probablemente de su escala real), duplicó la apuesta con las políticas, purgando a los mensajeros, etiquetándolos como “desviacionistas de derecha”, y culpando a los campesinos de acaparar alimentos en secreto. Haber hecho otra cosa y admitir el error del Gran Salto Adelante hubiera puesto en peligro la propia posición de liderazgo de Mao, quien estaba dispuesto a sacrificar a decenas de millones de sus compatriotas para impedirlo. Si Mao hubiera revertido el curso cuando la magnitud de la hambruna masiva se hizo evidente, hubiera durado un solo año, y en todo caso había más que suficiente granos en los depósitos del gobierno para evitar que cualquiera se muriera de hambre.

Según diversos relatos, la expectativa de vida en China que era cercana a los 50 años en 1958, cayó a menos de 30 en 1960; cinco años después, cuando Mao había frenado las matanzas, había subido a unos 55. Casi un tercio de los nacidos durante el Gran Salto Adelante no lo sobrevivieron. A veces nos cuesta identificar los beneficios de las políticas, o aun de convencernos que ciertas políticas dan resultados. Sin embargo, los resultados catastróficos de las malas políticas son demasiado obvios, como lo muestra el Gran Salto Adelante. Aun en ausencia de guerras o epidemias, las malas políticas en un sistema totalitario causaron decenas de millones de muertos. Por supuesto, hay malas políticas todo el tiempo sin que causen muertos. El problema en China es que se tardó tanto en revertir la política por el sistema totalitario y la falta de mecanismos para que Mao cambie de rumbo. El sistema político en China hoy no es tan diferente del que Mao creó; lo que es diferente es el flujo de información. A pesar de un control estatal permanente, es difícil creer que una hambruna tal podría ocurrir sin que los líderes chinos, y el resto del mundo, lo sepan rápidamente. Si el resto del mundo podría ayudar hoy más de lo que pudo entonces, no está claro.”

Los kibutz en Israel: de la distribución social colectivista al principio de distribución del capitalismo

El gobierno que se va en Argentina produjo una utopía más, aunque tal vez de corta duración. Y como tantas otras utopías, o el “modelo”, como lo llamaran, terminó mal.

Muchas utopías, comenzando con la de Platón, no han llegado a intentar implementarse, y otras que efectivamente lo hicieron, terminaron en el fracaso.

Un interesante artículo de Hinde Pomerianec hoy en La Nación, comenta la situación actual de los kibutz en Israel, otra utopía que atrapara la fantasía colectivista hace unas décadas. El título de la nota dice mucho: “Postales de capitalismo y guerra en el kibutz”: http://www.lanacion.com.ar/1852005-postales-de-capitalismo-y-guerra-en-el-kibutz

Dice Pomerianec:

“Las últimas casas que se construyeron son mucho más modernas y definitivamente menos rústicas. Son pocas y pertenecen a los nietos de los que aquí llaman los «veteranos», pioneros que llegaron a Israel en 1948, año de la creación del Estado de Israel y también de la primera guerra contra los países árabes. Los veteranos del kibutz Gaash vinieron mayoritariamente de América del Sur tras el sueño del sionismo socialista, una utopía que durante años tuvo un rostro colectivista en esta tierra que mira al Mediterráneo, al norte de Tel Aviv. Luego de décadas de vivir del campo, el kibutz -fundado en 1951- se vio obligado a adaptarse al espíritu de los tiempos para sobrevivir. Hoy, la comunidad de poco más de 400 personas sigue viviendo de la producción agrícola, aunque los mayores ingresos provienen de una fábrica de sofisticados artefactos de luz, tecnología de punta en soluciones para ciegos y también del turismo: cuando años atrás descubrieron que por debajo de las semillas sembradas hervía un tesoro, los ingenieros de la economía colectiva diseñaron un complejo de spas y aguas termales que en sus fines de semana más felices puede convocar a unas 1500 personas. Hay, también, locales de venta de trajes de baño y productos de perfumería en ese paraíso del ocio, pero están tercerizados porque los miembros de Gaash fracasaron en su explotación. Paradójicamente, la revolución económica del kibutz se llamó capitalismo.”

Curiosamente, un mundo libertario o capitalista no excluiría la posibilidad de organizar comunidades utópicas. De hecho, cualquiera podría organizarse como quisiera. En la práctica, ese tipo de comunidades ya existen, tales como los cuáqueros o los menonitas. También están las EcoVillages: http://gen.ecovillage.org/

Y si se trata de organizaciones grupales tendríamos que sumar a otras que no llamaríamos “utópicas” porque han tenido éxito: cooperativas, sociedades comerciales, clubes. En un mundo libre nada impide que las personas se organicen como deseen; lo que no garantiza que eso tenga éxito.

La experiencia de los kibutz pareciera mostrar que ese tipo de comunidades colectivistas apenas puede sostenerse en tanto y en cuanto sus participantes tengan fuerte valores comunes que sostengan un tipo de organización económica donde el principio de distribución sea aquél utópico planteado por Marx para la etapa final del socialismo: “de cada cual según su capacidad, a cada cual según su necesidad”.

Algunas comunidades pequeñas (y no es de extrañar que sean religiosas) han logrado mantener esos principios con mayor o menor grado de pureza, y a bajos niveles de riqueza económica. Está claro que no podrían sostener una sociedad extendida como la actual y mucho menos a la cantidad de seres humanos existentes en el presente. El principio del capitalismo, que luego descubrieran los kibutz para sobrevivir ha sido así expuesto por Robert Nozick: “de cada cual según su elección, a cada cual según sea elegido”.

Es decir, tenemos libertad para elegir entre las oportunidades que se nos presenten (y hay sociedades, hoy ‘ricas’ institucionalmente, que ofrecen muchas más), y recibiremos tanto como los demás valoren el resultado de nuestra capacidad y esfuerzo. Los kibutz han aprendido que este principio es muy superior.

Empresas con talento: Piketty se olvida del capital humano, la mayor parte del capital moderno

La sección Economía de La Nación trae hoy un artículo titulado «Empresas con talento: el as en la manga que conduce al éxito», donde se señala la importancia del capital humano: http://www.lanacion.com.ar/1851591-empresas-con-talento-el-as-en-la-manga-que-conduce-al-exito

Como parte de la nota, el director de Recursos Humano de Arcor señala que: «Contar con talentos es más importante que el capital hoy en día, es algo que está cada vez más fuerte como tendencia.: http://www.lanacion.com.ar/1851584-la-opinion-de-los-que-estan-en-el-podio.

Eso es precisamente lo que comenta Dreidre McCloskey, Distinguished Professor of Economics and History en la University of Illinois at Chicago y autora del libro “Bourgeois Equality: How Ideas, Not Capital, Enriched the World”: http://www.cato.org/policy-report/julyaugust-2015/how-piketty-misses-point

“La definición de riqueza de Piketty no incluye el capital humano, propiedad de los trabajadores, que ha crecido, en los países ricos, hasta ser la principal fuente de ingresos, cuando se la combina con la inmensa acumulación desde 1800 en capital de conocimiento y hábitos sociales, propiedad de cualquier que tenga acceso a ellos. Alguna vez el mundo de Piketty sin capital humano era aproximadamente el mundo de Ricardo y Marx, con trabajadores que solamente poseían sus manos y sus espaldas, y sus jefes y patrones eran propietarios de todos los otros medios de producción. Pero desde 1848 el mundo se ha transformado por aquello que se encuentra entre nuestras dos orejas.

La única razón en el libro para excluir al capital humano de todo el capital parece ser la conclusión a la que Piketty quiere llegar. Uno de los títulos en el Capítulo 7 declara que ‘el capital es siempre más desigualmente distribuido que el trabajo’. No es cierto. Si se incluye al capital humano –el conocimiento normal del operario, la habilidad de la enfermera, el manejo profesional de sistemas complejos, la comprensión del economista sobre la reacción de la oferta- son los trabajadores mismos, en una correcta contabilidad, quienes poseen la mayor parte del capital nacional- y el drama de Piketty se derrumba.

Finalmente, como admite cándidamente, la misma investigación de Piketty sugiere que solamente en los Estados Unidos, el Reino Unido y Canadá se ha incrementado mucho la desigualdad, y solo recientemente. En otras palabras, sus temores no se han confirmado en ningún lado entre 1910 y 1980; en ningún lado en el largo plazo antes de 1800, en ningún lugar de Europa continental y Japón desde la Segunda Guerra Mundial, y, solo recientemente, y poco, en los Estados Unidos, el Reino Unido y Canadá. Esto es un verdadero acertijo si el dinero tiende a reproducirse a sí mismo como ley general. Lo cierto es que la desigualdad sube y baja en grandes olas, para lo que tenemos evidencias desde hace varios siglos atrás hasta el presente, que tampoco figuran en su historia.

Algunas veces Piketty describe su maquinaria como un ‘proceso potencialmente explosivo’. Otras veces admite que shocks aleatorios a una fortuna familiar significan que ‘es poco probable que la desigualdad de la riqueza crezca indefinidamente…, más bien, la distribución convergerá hacia un cierto equilibrio’. Sobre la base de listas de los ricos en la revista Forbes, Piketty nota, por ejemplo, que ‘varios centenares de nuevas fortunas aparecen en el rango (de 1.000 a 10.000 millones de dólares) en alguna parte del mundo casi cada año’. ¿Qué es esto, profesor Piketty? ¿El apocalípsis o un creciente proporción de gente rica constantemente perdiendo esas riquezas u obteniéndolas, en un proceso evolutivo?

El escritor sobre ciencia Matt Ridley ha ofrecido una razón persuasiva por el leve crecimiento de la desigualdad en Gran Bretaña: “Quieres acaso decir que durante tres décadas cuando el gobierno alentó las burbujas en los precios de las viviendas, puso bajos impuestos a los inversores no residentes; asignó fondos a los subsidios agrícolas y restringió severamente la tierra para construir empujando la prima para los desarrollos inmobiliarios, los ricos que poseen capital han visto aumentar su riqueza levemente? En serio…, una buena parte de la concentración de la riqueza desde los años 1980 ha sido motivada por políticas públicas gubernamentales, que han redirigido sistemáticamente las oportunidades hacia los ricos, más que a los pobres.”

En los Estados Unidos, uno puede hacer un argumento semejante respecto a que el gobierno, de quien Piketty espera que resuelva el problema, ha sido, de hecho, la causa.”

Evolución o contrato social: el origen del cambio institucional con el caso de los indios Montanas

Del Libro «El Foro y el Bazar»:

La norma evolutiva, se convierte en una norma general en tanto es aceptada por todos los miembros de una sociedad y esto permite coordinar sus acciones. Puede decirse que las personas han llegado a un “consenso” respecto de la norma. Buchanan llamaría a esto un “contrato” social. En algún punto la barrera que separa  el concepto de consenso y el de contrato se vuelve borrosa, sobre todo cuando se interpreta la palabra contrato en sentido informal, o sea, no escrito.

Tomemos un conocido ejemplo que comenta Buchanan (2009, p. 47). Se trata de los indios “montanas”, en la península de Labrador, actual territorio de Canadá, ejemplo mencionado por Demsetz (1987) para explicar el origen de los derechos de propiedad privada. Esta población aprovechaba la piel de los castores, sobre los que existía un derecho colectivo basado en el control del territorio por parte de la tribu. Es decir, la tribu reclamaba y defendía el derecho de propiedad sobre cierto territorio, dentro del cual se encontraban los castores pero cualquier miembro de la tribu podía cazarlos, no así los “extranjeros”. Con la llegada de los europeos se inicio el comercio de estas pieles y se origino la conocida “tragedia de la propiedad común”: cada miembro de esa sociedad tenia un incentivo a cazarlos y vender su piel pero nadie lo tenia para limitarse y permitir su reproducción. Como resultado de esto se hubiera producido el colapso  y la extinción si no fuera que desarrollaron derechos de propiedad “privada”  asignándose distintas parcelas entre si, generando con ello el incentivo a proteger un activo valioso.

Buchanan llama a la aceptación de esta norma por parte de los Montanas un “contrato”. Hayek llamaría a esto, probablemente, como el resultado de un proceso evolutivo, incluso no consciente. Tal vez la diferencia entre estos autores se encuentre en el grado de “raciocinio” que asignan a estos actores. Para Hayek, estarían motivados por su interés personal y la comprensión del problema de depredación que enfrentaban, pero no de la generación de un “contrato” o la introducción de una nueva institución. Los individuos de Buchanan serian más racionalistas[1].

Cómo se produjo realmente el acuerdo no lo sabemos[2]. Podemos especular acerca de las posibilidades:

  1. Una autoridad de la tribu impuso la nueva norma (esto significa también que fue aceptada por el resto, ya que fue cumplida).
  2. Esa misma autoridad propuso la norma y fue aceptada por el resto o por un grupo representativo del resto.
  3. Los miembros de la tribu o sus representantes se reunieron en asamblea, debatieron y adoptaron la nueva norma. Alguno propuso asignar derechos en forma privada.
  4. Unos, al ver que los castores mas cercanos a su propio lugar estaban desapareciendo comenzaron a vigilar la zona y controlar su caza y los demás lo aceptaron, haciendo lo propio en sus lugares cercanos.
  5. Algún grupo pequeño o apartado de la tribu se manejaba ya con su propio entorno como si fuera “privado” y los demás vieron que allí no había problemas de depredación.
  6. Un sentido de posesión de los castores ya existía y  cuando deviene la escasez se activa. Dada la primitiva existencia de la posesión, como vimos en el Cap. 1, incluso presente en los animales y ancestros del ser humano, la familia o un grupo de familias podrían ocupar una zona y poseerla pero no preocuparse por limitar el acceso a los castores ya que no eran escasos. Cualquiera podía cazarlos aunque supieran que eran de la “zona de A”. Ahora que con escasos, A formaliza la posesión e impide la caza depredadora.

 

Las tres primeras alternativas se asocian con la visión contractualista, las otras tres con la evolucionista. Queda en manos de los historiadores determinar si fueron unas u otras, o tal vez otras diferentes. Tanto en una como en otra, sin embargo, existe al menos un individuo que tiene la idea, que lleva adelante la propuesta. Puede ser el líder o simplemente alguien que tiene la idea y la propone, o el primero que decide ejercer su derecho preexistente.

[1] “Como firma de internalizar las des-economías externas que fomentaba esta disposición de derechos, las tribus cambiaron de una estructura de uso común a una de propiedad privada. No es necesario que nos ocupemos aquí de  la exactitud histórica de esta versión,  o de la falta de ella. Pero nótese que Demsetz esencialmente “explica” un cambio en la estructura de los derechos recurriendo a un nuevo arreglo contractual que se hace conveniente debido a cambios exógenos en los datos económicos. Utiliza el ejemplo histórico para demostrar la proposición o el principio de que siempre habrá una tendencia a que las características de la estructura de derechos se modifiquen en la dirección que es mas eficiente en las condiciones que afronta la comunidad. No es posible discutir con esto, y se puede reconocer la contribución de Demsetz. Sin embargo,  no deberíamos cometer el error de decir que este enfoque explica el origen o el surgimiento de los derechos entre individuos o familias (tribus)con independencia de un acuerdo contractual, ya sea explicito o implícito. En este  modelo conceptual, los derechos de los varios participantes deben haber sido mutuamente reconocidos por todos los participantes antes de que se pudiera emprender mas negociaciones contractuales para modificar las  características estructurales” (Buchanan 2009, p.45).

[2] Demsetz cita a Leacock, Eleanor (American Anthropologist, American Anthropological Assoc., vol. 56, N° 5, parte 2, informe N° 78) pero de allí no se desprende con claridad como puede haber ocurrido.: «Hacia comienzos del siglo XVIII comenzamos a tener clara evidencia de que los territorios de caza y los acuerdos para atrapar animales por parte de familias individuales se estaban desarrollando en el área alrededor de Quebec. Las primeras referencias de tales acuerdos indican una distribución puramente temporaria de los territorios de caza. Ellos (algonquinos e iroqueses) se dividían a sí mismos en distintos grupos para poder cazar en forma más eficiente. Era la costumbre apropiarse pedazos de tierra de aproximadamente dos leguas cuadradas para cada grupo en los que cazaban en forma exclusiva. La propiedad de zonas de nutrias, sin embargo, ya había sido establecida y, cuando eran descubiertas, se marcaban apropiadamente. Un indio hambriento podía matar y comer las nutrias de otro si se dejaba en poder de su legítimo dueño la piel y la cola.”

Algo menor, pero importante, que podría hacer el nuevo Banco Central: curso legal al Bitcoin

En su libro “Desnacionalización del dinero” Hayek trata el tema de la política monetaria y realiza una propuesta de “competencia de monedas”, cuya discusión es apropiada en todo país, como Argentina, que tiene dos monedas al menos, el peso y el dólar. Se suele pensar que la provisión de dinero es un ‘bien público’, una función indelegable del Estado. El libro fue publicado en inglés por el Institute of Economic Affairs de Londres.

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“LA MÍSTICA DE LA MONEDA DE CURSO LEGAL

El primer error de concepto es el que concierne a lo que se denomina «curso legal». Para nuestro propósito, no es muy importante, pero sirve generalmente para explicar o justificar el monopolio gubernamental de emisión de moneda. Ante nuestra propuesta, la primera atónita réplica es: «Pero ¡tiene que haber una moneda de curso legal!», como si esta idea justificara la necesidad de una única moneda gubernamental indispensable para la negociación diaria.

En sentido jurídico estricto, moneda de curso legal significa un tipo de moneda que un acreedor no puede rechazar como pago de una deuda, haya sido ésta contraída o no en dinero emitido por los poderes públicos. Aún así, es significativo que el término no tenga ninguna definición autorizada en el derecho estatutario inglés. En otros países indica simplemente el medio con el que puede saldarse una deuda, ya porque haya sido contraída en dinero gubernamental, ya porque un tribunal ordena el pago de esa forma. En la medida en que el poder público tiene el monopolio de la emisión de dinero y lo utiliza para establecer un solo tipo de dinero, debe tener también el poder de fijar los objetos con los que se pueden pagar las deudas expresadas en esta moneda. Ahora bien, ello no significa que todo el dinero deba ser de curso legal, ni tampoco que todos los objetos que la ley considera de curso legal tengan que ser necesariamente dinero. (En algunos casos, los tribunales han obligado a los acreedores a aceptar, como pago de sus deudas, bienes que difícilmente podrían calificarse de dinero; por ejemplo, el tabaco.)

La generación espontánea de dinero destruye la superstición

El término «curso legal» se ha rodeado en la imaginación popular de una penumbra de vagas ideas acerca de la necesidad de que el Estado suministre el dinero. Es la supervivencia de la idea medieval según la cual el Estado confiere de alguna forma al dinero un valor que de otra manera no tendría. Esto, a su vez, es cierto sólo en la medida en que el gobierno puede obligarnos a aceptar cualquier cosa que determine en lugar de la contratada; en este sentido, puede dar al sustituto el mismo valor para el deudor que el objeto original del contrato. Pero la superstición de que el gobierno (normalmente llamado «Estado» para que suene mejor) tiene que definir lo que es dinero, como si lo hubiera creado y éste no pudiera existir al margen de los poderes públicos, se originó en la ingenua creencia de que el dinero debió ser «inventado» por alguien y que un inventor original nos lo proporcionó. Esta creencia ha sido totalmente desplazada por el conocimiento de la generación de semejantes instituciones involuntarias a través de un proceso de evolución social del que el dinero es principal paradigma (siendo otros ejemplos destacados el derecho, el lenguaje y la moral). Cuando el renombrado profesor alemán Knapp resucitó, en este siglo, la doctrina medieval del valor impositus, se abrió el camino para una política que en 1923 condujo al marco alemán a un valor de 1 partido por 1.000.000.000.000.”

¿Qué pasó con Piketty? ¿Fue una moda pasajera? Con el tiempo aparecen más errores y críticas

¿Qué pasó con Piketty? ¿Fue tan sólo una estrella fugaz, que apenas pudo poner en duda por un breve tiempo el avance de los mercados? ¿O lo que ya había desarrollado la teoría económica hace décadas? Dreidre McCloskey, Distinguished Professor of Economics and History en la University of Illinois at Chicago y autora del libro “Bourgeois Equality: How Ideas, Not Capital, Enriched the World”, comenta: http://www.cato.org/policy-report/julyaugust-2015/how-piketty-misses-point

“La preocupación de Piketty que los ricos sean cada vez más ricos es, en verdad, la última de una larga serie que se remonta a Thomas Malthus, David Ricardo y Karl Marx. Desde que esos geniales fundadores de la economía clásica, el progreso económico ha enriquecido a una gran parte de la humanidad –cuya población es ahora siete veces más que en 1800- y apunta a enriquecer a todo el planeta en los próximos 50 años. Y aun así la izquierda olvida regularmente este fundamental evento desde el invento de la agricultura –el Gran Enriquecimiento de los últimos dos siglos- y sigue preocupándose una y otra vez cada media generación, más o menos.

Todas las preocupaciones, desde Malthus a Piketty, comparten un pesimismo fundamental, ya sea de la imperfección del mercado de capitales o las limitaciones del consumidor individual  o de las Leyes de Movimiento del Sistema Capitalista. Durante esa parte de la buena historia desde 1800 hasta nuestros días, los pesimistas económicos en la izquierda han pronosticado terribles pesadillas. Por cierto, el pesimismo vende. Por razones que nunca he comprendido, a la gente le gusta escuchar que el mundo se va al diablo, y dudan cuando algún optimista idiota interfiere con su placer. Sin embargo, el pesimismo ha sido, consistentemente, una pobre guía para el mundo económico moderno.

Demanda, oferta y destrucción creativa

Los errores técnicos en los argumentos de Piketty son muchos. Cuando se escarba, surgen. El problema fundamental es que Piketty no entiende cómo funcionan los mercados. Al mantener su posición como un hombre de izquierda, tiene una idea vaga y confusa sobre cómo la oferta responde ante precios más altos. Una notable evidencia de su falta de conocimiento se encuentra ya en la página 6.

Comienza con una aparente concesión a sus oponentes neoclásicos: “Por cierto, existe en principio un mecanismo bastante simple que restauraría el equilibrio en el proceso: el mecanismo de la oferta y la demanda. Si la oferta de cualquier bien es insuficiente, y su precio es muy alto, entonces la demanda de ese bien debería reducirse, lo que llevaría a una reducción de su precio.” Las palabras marcadas mezclan claramente un movimiento a lo largo de la curva de demanda con un movimiento de toda la curva, un error de estudiantes de primer año. El análisis correcto es que si el precio es ‘demasiado alto’ no es toda la curva de demanda la que ‘restaura el equilibrio’, sino eventualmente un movimiento hacia afuera de la curva de oferta. La curva de oferta se mueve hacia afuera porque el aroma de ganancias supra-normales induce el ingreso en el mercado.

Piketty no reconoce que cada ola de inventores, emprendedores y aun rutinarios capitalistas ven perder sus recompensas por el ingreso de otros. Veamos la historia de las fortunas en las tiendas por departamentos. El ingreso de estas a fines del siglo XIX, en Le Bon Marché, Marshall Field y Selfridge’s era empresarial. El modelo fue luego copiado en todo el mundo rico. A fines del siglo XX el modelo fue desafiado por una ola de tiendas de descuento, y éstos a su vez por Internet. Lo que sucede es que la ganancia que va a los emprendedores se reduce más o menos rápido por la oferta que se desplaza hacia afuera. La acumulación original se disipa.

EL economista William Nordhaus ha calculado que los inventores y emprendedores obtienen hoy una ganancia de alrededor del 2% del valor social de sus inventos. Si eres Sam Walton, el 2% te da personalmente mucho dinero por introducir los códigos de barras para manejar los stocks en los supermercados. Pero 98% al costo del 2% es, no obstante, un negocio bastante bueno para el resto de nosotros. Las ganancias de las rutas asfaltadas o las ruedas vulcanizadas, de las universidades modernas, del cemento estructural y del avión, han enriquecido a los más pobres entre nosotros.”

Angus Deaton: ¿si un país es más rico su gente no es más feliz? Falso: importan mejoras relativas

En su libro “El Gran Escape”, el último premio Nobel en Economía, Angus Deaton habla sobre la desigualdad y el progreso y presenta un punto bien interesante sobre la relación que existe entre el ingreso per cápita y la felicidad.

Veamos el primer gráfico:

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Comenta Deaton al respecto:

“Si observamos la esquina de la izquierda y abajo, donde están los países pobres, vemos que la evaluación sobre la calidad de vida crece con el ingreso nacional muy rápidamente. Luego que pasamos China y la India, yendo de la izquierda abajo hacia la derecha arriba, el aumento en la evaluación de vida es menos pronunciado, y una vez que llegamos a Brasil y México los resultados son cercanos a 7 sobre 10, tan solo un punto menos que los países realmente ricos de arriba/derecha. El ingreso es más importante entre los muy pobres que entre los muy ricos. Por cierto, resulta tentador mirar al cuadro y concluir que una vez que el PIB per cápita alcanza unos 10.000 dólares por año, más dinero no mejora la vida de la gente, y muchos así lo han afirmado. Sin embargo, esta afirmación es falsa”.

El argumento de Deaton es que no importa la mejora absoluta sino la porcentual. Pone este ejemplo: uno que gana $200.000 recibe un aumento del 1% ($2.000); esto es más que uno que gana $50.000 y recibe un aumento del 2% ($1.000). Este último va a estimar que obtuvo mejor resultado, y el primero se verá frustrado.

Deaton reconfigura los mismos datos del primer cuadro en niveles que cuadruplican el ingreso; esto es, comenzando con 250 dólares (Zimbabue, Congo, luego 1.000 (Tanzania, Kenia), otro nivel de 4.000 (China e India), 16.000 (México y Brasil) y los países ricos con $64.000. En ese caso la figura es la siguiente:

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Lo que dice este gráfico es que diferencias porcentuales iguales en ingresos producen cambios absolutos iguales en la evaluación sobre la calidad de vida. En promedio, si nos movemos de un país a otro cuyo ingreso per cápita es cuatro veces superior, avanzaríamos un punto en calidad de vida.

“El Gráfico 2 es importante porque muestra que centrar nuestra visión en el ingreso es muy engañoso. Los países más ricos tienen mayores niveles de evaluación de vida, aun entre los más ricos del planeta”.