La causa del éxito del lobby: los beneficios están concentrados en unos pocos, los costos dispersos entre muchos

Los alumnos de OMMA Madrid leen los Caps 4 y 5 de El Foro y el Bazar. En el primero de ellos se presentan los distintos elementos del «análisis económico de la política» o «public choice», en particular los incentivos que tienen los votantes para estar informados. En el segundo se analizan los incentivos que tienen los políticos y los funcionarios.

Aquí, algunos párrafos para explicar porqué es posible el «lobby», debido al aprovechamiento de la circunstancia que los votantes no están bien informados, ni tienen fuertes incentivos para estarlo:

Los problemas que hemos señalado hasta aquí hacen posible que un gobernante pueda alejarse de la búsqueda del “bien común” —incluso le sería muy difícil conocer o detectar cuál es— y atender el propio o el de grupos minoritarios que no podrían obtener la aprobación de la mayoría. Madison (2001), en un clásico de la filosofía política, considera como “facción” tanto a un grupo mayoritario como a uno minoritario que impulsa su propio interés contra los intereses de otros ciudadanos[1]. La diferencia en este caso está en que cuando es la mayoría la que busca un privilegio puede hacerlo a través del control mayoritario del poder, mientras que la minoría debe hacerlo a través del lobby[2].

Si la mayoría de los votantes tienen un incentivo para ser “racionalmente” desinformados o incluso erróneamente desinformados, esto incluye conocer los detalles de una actividad en particular. Sin embargo, quienes obtienen sus ingresos de esta actividad están fuertemente incentivados para conocer muy bien las consecuencias que los cambios de políticas pueden ocasionar en sus resultados, y los políticos que pueden obtener el apoyo de estos grupos también tienen el incentivo para conocer ese impacto y para tratar de conseguirlo, si es que pueden obtener algún beneficio de ello.

De otra forma, resultaría difícil explicar cómo en una democracia donde gobierna la mayoría pueden aprobarse políticas que benefician a un determinado grupo y cuyo costo recae en los demás. Por ejemplo: en Europa, los agricultores no son más del 5% de la población total. ¿Qué explica entonces que esos Gobiernos democráticos aprueben presupuestos comunitarios con muy elevadas sumas de subsidios a los productos agrícolas, cuyo costo recae en el 95% restante?

Podría pensarse que ese 95% quieren, en forma altruista, subsidiarlos, porque estiman la tradición, por afecto al pasado o por otro tipo de circunstancias. Pero si así fuera, no tendrían que recurrir a subsidio; simplemente le pedirían a los consumidores que paguen un precio más alto por sus productos. Parece más probable la explicación que presenta el “análisis económico de la política”. Según este, sucede lo siguiente: los beneficios están concentrados en unos pocos, mientras los costos se reparten entre un gran número de personas.

[1]. “Por facción entiendo a un número de ciudadanos, ya sean una mayoría o una minoría del total, quienes están unidos y actúan bajo el común impulso de la pasión o el interés, adversos a los derechos de otros ciudadanos, o los intereses permanentes y agregados de la comunidad”.

 

[2]. “Si una facción consiste en menos que la mayoría, el alivio lo brinda el principio republicano que permite a la mayoría derrotar sus visiones siniestras por medio del voto regular. Puede atascar la administración, puede convulsionar la sociedad, pero no podrá ejecutar y disfrazar su violencia bajo las formas constitucionales. Cuando una mayoría es incluida en la facción, la forma del gobierno popular, por otro lado, le permite sacrificar a su pasión o interés, tanto el bien público como los derechos de otros ciudadanos”. (Madison 2001).

 

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«Fallas de mercado», y las regulaciones que pretenden mejorar la «imperfecta» competencia en los mercados

Los alumnos de OMMA Madrid leen los Caps 2 y 3 de El Foro y el Bazar. En el primero de ellos se presentan los distintos elementos de la denominada «teoría del fracaso del mercado»; un mal nombre en verdad, porque la mayoría de las veces se trata de ausencia de mercados, debido a una nula o escasa definición de derechos de propiedad; y en otros son fallas generadas por algún tipo de regulación. En el Cap. 3 se evalúan las políticas públicas usualmente propuestas para resolver estos problemas.

Aquí unos párrafos sobre las políticas de regulación de la competencia:

Hace unos años, la culminación de las negociaciones para la venta del supermercado argentino Disco (Ahold) por parte de Jumbo (Cencosud, empresa de origen chileno) no solamente puso fin a un proceso polémico; también inició otro entre distintos funcionarios del Gobierno respecto a las bondades de dicha fusión. Al mismo tiempo en Chile sucedió algo similar, debido a que la firma D&S compró a Carrefour y la misma Cencosud a los supermercados Las Brisas.

Un informe del Instituto Libertad y Desarrollo (2004) de ese país analizó los conceptos que había detrás del cuestionamiento a dichas fusiones y las teorías que los respaldan. Señaló dos: la teoría de la Estructura-Conducta-Desempeño, que plantea que si hay pocas empresas en un mercado existirá menos competencia, y la “hipótesis de la eficiencia superior”, desarrollada por el profesor de UCLA Harold Demsetz, que señala que la alta concentración y las mayores ganancias son resultado de ventajas competitivas y de eficiencia, no de un comportamiento monopólico. Ambas tienen consecuencias muy diferentes en cuanto a la política pública, pues la primera llevaría a cuestionar este tipo de fusiones, mientras que la otra no lo haría, y aún menos en el caso argentino, cuando la nueva empresa combinada tendría solo el 23 % del mercado.

Por otra parte, Dominick Armentano (1990) señala que las políticas públicas en esta materia en los Estados Unidos se basan en una concepción errónea de la competencia y el monopolio, ya que se evalúa el grado de competitividad de un mercado en comparación con un ideal de “competencia perfecta”, que, de existir, implicaría la ausencia de toda política competitiva —diferenciación de producto, publicidad, posicionamiento en el mercado, etc.—. También señala que los clásicos casos de empresas acusadas de maniobras monopolistas, a partir de la aprobación de la Ley Sherman en 1890 y la Ley Clayton en 1914, eran empresas que estaban ampliando su producción, mejorando su tecnología, reduciendo sus precios, actitudes todas contrarias a lo que deberíamos esperar de un monopolista.

Muchos economistas que han evaluado las políticas antitrust de las últimas décadas tienden a concluir que los casos más exitosos de cartelización y precios monopólicos se presentan en empresas bajo la protección de regulaciones gubernamentales respecto a los precios o a la posibilidad de ingreso de nuevos competidores. Esto es particularmente relevante en este caso, pues la preocupación gubernamental por esta fusión sería totalmente contradictoria con los impedimentos legales que se han puesto a la instalación de nuevos supermercados, particularmente en la provincia de Buenos Aires.

Y no solo eso: según Steven Salop, que fue funcionario de la administración Carter y actualmente es profesor en Georgetown University, y Lawrence White, de New York University, la segunda causa de acciones legales antitrust se origina en competidores de la empresa acusada, cuando estos actúan “competitivamente”, reduciendo sus precios. William Baumol y Janusz Ordover, también de NYU, llaman a esto el “abuso del antitrust”, y afirman que los beneficios a la competencia de las leyes antitrust son menores que los costos anticompetitivos de dicho abuso.

El informe de Libertad y Desarrollo presenta un análisis muy similar al de F. A. von Hayek, señalando que el grado de competencia en un mercado no depende de la cantidad de participantes, sino de las barreras existentes para el ingreso en el mismo. Puede ser que en algún momento haya pocas empresas, pero si la entrada es libre no podrán ejercer ningún poder monopólico, señalando como ejemplo el de los primeros productores de kiwi, que obtuvieron ganancias muy elevadas durante la primera cosecha, las cuales disminuyeron con el tiempo y el ingreso de nuevos productores. Culmina el estudio diciendo que el énfasis de la política pública debe ponerse en detectar si existen o no barreras a los mercados y cómo eliminarlas, en vez de impedir o limitar la concentración. Es decir, está diciendo que, más que mirar hacia fuera, un Gobierno debe mirarse a sí mismo.

Como puede verse, en el primer caso la política pública pone su atención en los participantes en el mercado; en el segundo, ve a la acción del mismo Estado como origen de los problemas.

Habiéndose asignado al Estado fuertes poderes regulatorios, no es de extrañar que el número de regulaciones haya crecido exponencialmente. Por ejemplo, durante el año 2009 el Federal Register de Estados Unidos, órgano oficial que publica las regulaciones emitidas a nivel federal, publicó 69,676 páginas, lo que da un total de 191 páginas por día, incluyendo los sábados, domingos y feriados.

Este fenómeno se vio impulsado a partir de un cambio en las doctrinas jurídicas vigentes, en cuanto a lo que se llama “poder de policía” del Estado. Así, por ejemplo, en el caso argentino y siguiendo la jurisprudencia de la Corte Suprema de Estados Unidos, se produce un cambio desde la concepción de un poder de policía “restringido” a otro más “amplio”.

Si en estado de naturaleza no se pudieran hacer y cumplir contratos, ¿cómo podría haber contrato original?

De Antony de Jasay, “La antinomia del contractualismo”, publicado en Libertas 23 (Octubre de 1995): ¿si en el estado de naturaleza las personas no podrían realizar contratos entre sí, cómo es que podrían realizar el contrato originario?

“Este juego, sumamente simplificado, se ajusta más o menos al esquema siguiente. Hay n jugadores: n-1 ciudadanos que son las partes contratantes y un estado creado por ellos en la etapa previa al juego para que haga cumplir sus contratos. Para abreviar, llamaremos a los primeros, Mandantes, y al segundo, Agente. En forma amplia digamos que los jugadores hacen elecciones estratégicas en cada uno de los nudos del “árbol del juego” y de acuerdo con ellas pasan al nudo siguiente. En el primer nudo, los Mandantes optan entre “transferir el poder” al Agente (entregándole sus armas y brindándole el acceso a sus otros recursos) o “retener el poder”. Las utilidades esperadas dependen del número de Mandantes que eligen hacer la “transferencia”. Si este número es suficiente y se le otorga fuerza al Agente, la opción de “retener” es ligeramente mejor, porque si bien los Mandantes que retienen poder recogen las mismas utilidades del cumplimiento forzoso en los nudos futuros del juego que los que han hecho transferencias, pueden resistir mejor la coacción ejercida contra ellos. Por otro lado, si no hay un número suficiente de mandantes que opten por transferir y el Agente carece de poder, la opción de “transferir” es ligeramente mejor, porque con esta estrategia en el mejor de los casos se confiere poder al Agente y, en consecuencia, se le otorga la capacidad de ejercer coacción en el futuro. Si no fuera así, porque el poder transferido es escaso, en el peor de los casos los Mandantes pueden recuperar, gracias a la debilidad del Agente, esa pequeña cuota de poder. Sobre la base de estos supuestos, resultará del primer nudo del árbol del juego una estrategia mixta mediante la cual algunos Mandantes transferirán poder y otros lo retendrán (o bien todos transferirán únicamente una pequeña proporción de su poder), otorgando al Agente fuerza suficiente pero dejando que todos los Mandantes, o algunos de ellos, conserven algunos medios de resistencia.(4) (No es necesario especificar cómo se logra retener el poder, pero parece haber un espectro de prácticas posibles, desde la posesión encubierta de armas hasta la evasión impositiva o, al menos, la “planificación de las contribuciones”.)

Tal como podría esperarse, en cada uno de los dilemas sociales derivados del principal, a saber, el del Agravio, el de los Bienes Públicos, el del Trabajo de Equipo, el de Defensa o el del Buen Samaritano se repite la misma paradoja. Leslie Green (1990, pp. 147-9) ilustra esto con un perspicaz enunciado del problema en relación con los bienes públicos. En lugar de ocuparse del cumplimiento de los contratos como precondición de la cooperación, y viceversa, trata de la autoridad como precondición de la capacidad de producir bienes públicos, y viceversa. La autoridad, que impone la obediencia que está por encima de los intereses personales, es un bien público (de orden superior). Debe surgir en primer lugar a partir de la anarquía, que es el estado de la sociedad en el cual la autoridad no existe. La anarquía puede generar bienes públicos o no. Si lo hace, la autoridad no es necesaria, y si no, nunca podría surgir en primer lugar. Green, cuyo razonamiento me parece plausible, continúa diciendo que es más probable, por ser menos dificultoso, que en la anarquía se produzcan lo que llama bienes públicos de primer orden en lugar de la autoridad que, supuestamente, es condición necesaria para superar el Dilema de los Bienes Públicos y para asegurar la producción de éstos. En consecuencia, no existe una salida contractual del estado de naturaleza: si el estado debe ser creado por un contrato, no puede serlo porque él constituye en sí mismo la condición necesaria para su creación.”

La industria manufacturera norteamericana ya ha reaccionado, no necesita el proteccionismo de Donald Trump

Con la llegada de Donald Trump, políticos populistas de toda la región han encontrado un nuevo punto de apoyo para sus ideas, que ya no serían estupideces tercermundistas sino que son corroboradas por el centro del poder mundial, y además de la mano de un empresario.

Los empresarios, como Trump, tienden a pensar en los países como si fueran empresas, entonces les encanta eso de delinear una “estrategia” para el país, una que defina hacía dónde tiene que ir. En este sentido, muchos empresarios argentinos ven ahora con beneplácito que se ponga de moda la idea de que proteger a ciertos sectores sea parte de una estrategia “nacional”. Los argumentos pueden ser más directos o más sofisticados, pero sus fundamentos son débiles, sino erróneos.

Tomemos el caso de una columna titulada “La industria manufacturera se perfila como la garante del empleo”, publicada en La Nación (http://www.lanacion.com.ar/1979712-la-industria-manufacturera-se-perfila-como-la-garante-del-empleo) , autoría de Teddy Karagozian, presidente de TN&Platex. El artículo comienza con una frase poco feliz, será una metáfora: “el mundo está en guerra por los mercados de trabajo”. Como parte de esto, el fenómeno de Trump sería el inicio de la reversión del proceso de deslocalización de puestos de trabajo que se generara como resultado de lo que ahora llamamos ‘globalización’.

Comenta el autor: “Sobre estos fenómenos se fundamenta la decisión del gobierno de Trump para que la manufactura vuelva al territorio estadounidense pues, en algún lugar, deben fabricarse los bienes analógicos, los televisores, las computadoras, las prendas, los autos y todos estos bienes no pueden ser reemplazados por electrones ya que son bienes corpóreos, físicos. Es cierto que se harán con menos personal, pero seguirán requiriendo mucho trabajo humano para su elaboración.”

Ahora bien, ¿se justifica la política proteccionista de Trump ante tal escenario? Según el artículo, supuestamente sí. Pero, en verdad, el mismo artículo contiene la respuesta contraria:

“La realidad es que Estados Unidos en los años 70, luego de la crisis del petróleo, decidió tercerizar la producción de bienes porque no tenía energía suficiente como para consumir y producir, y era prisionero de los países árabes. Al tiempo, comenzaban los primeros indicios de protección ambiental; no existía el uso de energías alternativas al nivel de hoy y el costo del capital era muy alto. Tampoco el mundo estaba saturado de dólares.

Hoy son autosuficientes en energía, la tecnología robótica permite una alta productividad del personal, el costo del dinero es y va a seguir siendo bajo y los costos de distribución han bajado de modo significativo. Además, existe la tecnología para contaminar menos y el just in time (hoy «Revolución industrial 4.0») requiere stocks de intervención bajos y cercanos al consumidor para que los cambios de diseño sean cada vez mas rápidos en un mercado que pide novedades inmediatas.”

Este segundo párrafo nos indica que la economía norteamericana ya habría realizado los cambios necesarios para volver a ser competitiva a nivel mundial. De hecho, un informe de Boston Consulting Group: “The shifting economics of global manufacturing”, (https://www.bcgperspectives.com/content/articles/lean_manufacturing_globalization_shifting_economics_global_manufacturing/) muestra que, tomando en cuenta la productividad, los costos industriales en los Estados Unidos no están tan lejos de los de China.

Entonces, ¿para qué sirven las políticas proteccionistas de Trump? Pues para debilitar la presión competitiva que hizo que se produjeran estos cambios en primer lugar. Desde ya que el proteccionismo perjudica a los consumidores, pero, por más que parezca un beneficio inmediato para los productores, a la larga, y como tenemos ya mucha experiencia por estas regiones, los vuelve menos eficientes y menos competitivos. Todos pierden.

Barrios privados al norte de Buenos Aires: el efecto Nirvana y un estado que nunca se ocupó y ahora lo haría

Harold Demsetz, el reconocido profesor de UCLA, aunque conceptualmente parte de la Escuela de Chicago, señaló oportunamente lo que denominó “falacia de Nirvana”. Se refería a lo que ocurre generalmente en la teoría económica neoclásica cuando se compara una situación ideal contra otra que contiene todos sus limitaciones e imperfecciones. Es decir, se compara una situación paradisíaca contra una realidad, obviamente, imperfecta. Ante esto, sostenía que lo correcto era comparar una situación ideal contra otra situación ideal, y una imperfecta realidad contra otra.

Así, por ejemplo, la teoría de las fallas de mercado suele comparar una situación ideal, la competencia perfecta, contra la realidad de mercados que muestran imperfecciones inevitablemente, ya que no hay nada perfecto en este mundo, algo que Hayek señalara en su artículo “El uso del conocimiento en la sociedad”. También comparan las limitaciones que tienen los mercados para proveer de bienes públicos en forma perfecta, contra una supuesta perfección del estado para hacerlo. Así, por supuesto, esa teoría se convierte simplemente en una herramienta retórica para tratar de ganar un debate, una discusión política.

Veamos ahora una aplicación de lo señalado por Demsetz. El sábado 21 de Enero el diario La Nación publica una nota donde se analiza las preocupaciones que genera el desarrollo de una serie de barrios privados en la zona norte de la ciudad de Buenos Aires, muchos de ellos cercanos o adjuntos a ríos de la zona. Se refiere a un proyecto importante de barrio que se llama Venice, que fuera frenado por la justicia porque no contaba con un estudio de impacto ambiental y que ahora fuera aprobado por presentarlo.

El terreno en el cual se desarrolla este proyecto se encuentra sobre el Río Luján y son terrenos abandonados en su momento por una empresa que desarrollaba allí un astillero para producir barcos para la Argentina y el mundo, para lo cual necesitaba de todo tipo de apoyo y subsidios de parte del gobierno nacional, hasta que finalmente cerró. El artículo está aquí: http://www.lanacion.com.ar/1977869-con-reformas-reanudan-un-proyecto-inmobiliario-en-tigre

Ahora bien, veamos la opinión, allí citada, de una experta ambientalista, Patricia Pintos, geógrafa e investigadora del Centro de Investigaciones Geográficas (CIG).

«La racionalidad de ciertos sectores de la justicia, pero sobre todo de los organismos que aprueban estos emprendimientos tiende a garantizar la maquinaria realizadora del mercado inmobiliario, aún a costa de agravar con estas decisiones los efectos sobre las inundaciones, la pérdida de calidad ambiental y la privatización de paisajes»

El lenguaje ya dice mucho, ya que la frase “la máquina realizadora del mercado inmobiliario” define claramente su óptica aunque nadie entiende nada respecto a lo que quiso decir, pero que se interpreta como algo obviamente malo y perjudicial. Algo así como una máquina que te aplasta.

El efecto Nirvana se muestra ahora en lo siguiente. Se condena al mercado inmobiliario que busca aprovechar esas tierras porque eso generaría inundaciones, pérdida de calidad ambiental y privatización de paisajes”. Pero, ¿contra qué se compara esto? Cualquiera que conozca la zona sabrá que los ríos Luján y Reconquista están contaminados, que esos terrenos son nidos de ratas y que nadie se puede acercar a esas orillas para observar el paisaje.

¿Contra qué se compara ese emprendimiento privado? Aunque no se aluda a ello, contra una supuesta situación en la cual un angelical estado ha cuidado ese recurso de tal forma que ahora es el Támesis, rodeado de bosques nativos que hasta tienen hadas y elfos.

Nada de eso es lo que ocurre. Lo que hemos visto allí es la peor imagen del fracaso del estado, así que para criticar estas iniciativas habría que explicar primero porqué eso sucedió y por qué no sucedería otra vez, si todo quedara en manos del estado.

Feriados obligatorios: mientras nos creemos patriotas, nos vamos a la playa por el fin de semana largo…

Argentina tiene 18 feriados por año, México tiene 7.  El gobierno modificó eso ahora por decreto reduciendo el número a 15 y desató una intensa polémica. La oposición, obviamente, se opone. Algunos gobernadores se oponen, algunos periodistas dicen que nunca se ha hecho un cálculo de beneficios y costos de las medidas, ya que si bien los feriados benefician a las zonas turísticas, perjudican a los comerciantes de la ciudades de donde salen los turistas. Es decir, los feriados no generan riqueza, simplemente definen si se va a consumir en Buenos Aires o en Mar del Plata.,

La discusión es aburrida. ¿Qué tal si discutimos si tiene que haber feriados en primer lugar?

¿Qué significa un feriado? Pues que el gobierno define que se trata de un día no laboral. Y que supuestamente se festeja algo (la independencia, por ejemplo), o se rememora alguna tragedia (la muerte de algún prócer, o un golpe de estado, por ejemplo).  Por cierto, la gente hace poca diferencia y lo toma como un domingo adicional, con poca relación con el contenido. ¿O acaso alguien sabe algo de la batalla de la Vuelta de Obligado de 1845? Pero el 20 de Noviembre es un excelente día de primavera para pasear.

En el medio de toda esta hipocresía, no nos detenemos a pensar si los feriados tienen sentido. Dicho así, pareciera la opinión de un verdugo de los trabajadores, pero esto no tiene nada que ver. Cuando un empleador contrata a un empleado toma en cuenta para esa decisión el costo de ese empleado, lo cual incluye su salario más todas las cargas sobre el salario, y éstas incluyen los días de vacaciones y los feriados, que son similares.

Entonces, cuantos más días feriados, más costoso es el empleado, y cuantos menos feriados, más barato. En el primer caso se reduce la demanda de trabajadores y en el segundo se amplía.

Pero en el medio de todo este análisis, ¿qué prefiere el trabajador? Nadie se lo ha preguntado. Simplemente se asume que el trabajador prefiere trabajar menos a trabajar más. Claro, así planteado el tema parece obvio, pero, ¿será así? Digo, si se le pregunta a un trabajador si prefiere xx días de feriado a cambio de xx menos ingreso, ¿qué diría?

La respuesta es que no sabemos qué diría, y es probable que las respuestas serían diferentes: algunos preferirían más días libres y otros más ingresos. Pero el estatismo no permite que se expresen estas preferencias individuales, quiere una solución homogénea para todo el ganado que asume similar.

Además, al ser celebraciones o lamentos forzados, no cuenta ni para quienes los imponen ni para quienes los acatan. ¿Podríamos decir que un presidente es más patriota porque ha impuesto como feriado una fecha determinada; o que lo es quien ese día se queda en su casa o se va de viaje? Todo eso es una farsa. No podemos contar ni la decisión de uno, ni la reacción del otro dentro del rubro ‘patriotismo’.

En ese sentido, si no hubiera feriados obligatorios tendríamos acuerdos entre las partes, o decisiones individuales que serían muchos más valiosas y con una justificación moral que las actuales no tienen. Es decir, si un almacenero decide el 25 de Mayo no abrir y acercarse al Cabildo para honrar a quienes buscaban liberarnos tiene un valor cívico mucho más alto que si lo obligan a cerrar y se queda en su casa viendo televisión. Un trabajador firmaría un contrato en el cual tiene cierta cantidad de días no laborales, que puede destinar para vacaciones, o para ir también al Cabildo y encontrarse con el almacenero para honrar a los patriotas.

Claro, todo esto parece estúpido, tal vez nadie lo haría, pero entonces será que a nadie le importa mucho el tema, muy a nuestro pesar. Peor es querer imponer patriotismo a la fuerza y pretender que en esos días, la gente celebra o lamenta algo que es, por cierto, importante.

Según Oxfam, Bill y Hillary Clinton estuvieron entre los más pobres del planeta, y ocho tendrían tanto como la mitad

Durante los años K nos asombramos de la forma en que el gobierno utilizaba al Estado y todo su aparato para modificar el “discurso” y promover un cierto “relato” político. Claro, una vez que cambiamos de gobierno eso se terminó o, en todo caso, hay un mini-relato diferente pero que no abusa, por el momento, del aparato estatal.

Increíblemente, en algún país desarrollado y de alta calidad institucional sucede algo similar, sólo que no es ya un gobierno en particular quien promueve un cierto relato sino una agencia de gobierno que lo hace al margen de qué partido esté en el poder. Es decir, promueve una visión propia, y sesgada, de la realidad con independencia de que el gobernante sea conservador o laborista. Dados esos nombres, está claro que me refiero a Inglaterra.

La agencia de ayuda internacional de ese país, OXFAM, prepara cada año, para presentar en el Foro Económico Mundial de Davos, que se realizó en estos días, unas estadísticas para comparar la riqueza de los pobres y los ricos del mundo, diseñadas en particular para mostrar una brecha grande, y cada vez mayor entre unos y otros. Y lo hacen de forma de captar la atención de los medios: este año dijeron que ocho personas en el mundo tienen tanta riqueza como la mitad de los habitantes del planeta.

La noticia fue tomada por muchos medios, por ejemplo La Nación: http://www.lanacion.com.ar/1976437-ocho-magnates-con-la-misma-riqueza-que-la-mitad-mas-pobre-del-planeta

El prestigioso Institute of Economic Affairs (IEA), de Londres, responde:

“Pero si bien es un dato que llama la atención, ignora el hecho de que el mundo se ha vuelvo más igual en las últimas décadas, con millones, y posiblemente miles de millones que han salido de la pobreza en India, China y otras economías en desarrollo…, gracias a los mercados libres. Sin embargo, Oxfam propone como solución desplazar a los mercados e implementar una gran plan de redistribución global de la riqueza para aliviar la desigualdad.

El director general de IEA, Mark Littlewood, señala en un comentario que el informe demoniza al capitalismo y no hace nada para ayudar a los pobres. Y que tiene una metodología confusa y débil. Sumar activos y restar deuda para obtener ‘riqueza neta’ es un mal indicador que implica que algunos de los más pobres del mundo son quienes tienen grandes deudas, como, por ejemplo, recientes graduados universitarios en el mundo desarrollado que pueden haber acumulado hasta 50.000 libras de deuda.

En ujn artículo en The Times Business, Littlewood sostiene que mirar a los activos netos de las personas no dice mucho de significado moral o económico. “Si realmente queremos erradicar la pobreza, necesitamos estar obsesionados con los pobres, no con los ricos. Un buen punto de partida sería observar qué políticas han alcanzado un verdadero éxito. Por ejemplo, la reforma pro-capitalista en China e India, que incluyó reducir impuestos, tarifas, desregulación de mercados y privatización de activos estatales y aumento de las inversiones extranjeras.”

El artículo en The Times Business: http://www.thetimes.co.uk/edition/business/oxfam-should-ignore-the-mega-rich-and-encourage-free-markets-hm06v76f8

“Si recién te graduaste de la Escuela de Derecho de Harvard, puedes tener una deuda de 200.000 libras o más. Ignorando que ya estás en la ruta para ser un abogado corporativo que gana millones, Oxfam lo considera mucho menos ‘rico’ que un campesino de Bangladesh que puede haber obtenido unos centavos con su trabajo. Por supuesto, necesitas ser realmente privilegiado e influente para alcanzar los niveles más altos posibles en la medición de Oxfam. Cuando Bill y Hillary Clinton se fueron de la Casa Blanca en el cambio de milenio, las estimaciones sugieren que tenían unos 10 millones de dólares de deuda. Por lo tanto, alcanzaron un nivel de pobreza que la mayoría de los mortales solamente podemos soñar y se convirtieron en una de las parejas más vulnerables del planeta, según Oxfam.”

De las instituciones, o elementos, necesarios para que una economía, y una sociedad, funcionen mejor

Con los alumnos de OMMA Madrid vemos ahora el Cap. 1 de «El Foro y el Bazar». De allí una lista muy básica de los elementos necesarios para que funcionen mejor la economía, o la sociedad. Tal vez no tenga que llamar a todos estos elementos «instituciones» pero por cierto aparecen como fundamentales para el progreso social:

Para que en el mercado se pueda realizar la coordinación de los planes de los individuos, permitiéndoles satisfacer la mayor cantidad de preferencias, se necesitan ciertas instituciones que hagan posible ese funcionamiento y permitan que los mercados cumplan sus funciones en forma precisa[1]. Estas instituciones son:

El derecho de propiedad: una clara definición de los derechos de propiedad, lo que implica en muchos casos, particularmente en relación con la propiedad inmueble, el registro de ese derecho ante una autoridad catastral. Pero no se trata solamente de la propiedad inmueble; también pueden registrarse otros muchos bienes, incluyendo la propiedad intelectual. La existencia y el adecuado funcionamiento de esos registros son muy importantes, en particular para las poblaciones más pobres, que en muchas ocasiones no tienen registrado como propiedad el bien más valioso que poseen.

La libertad contractual y el cumplimiento de los contratos: toda transacción es un contrato, que puede variar desde un simple intercambio de compraventa en un comercio hasta un sofisticado contrato con muchas cláusulas. Los contratos son siempre imperfectos, porque no pueden estipular por adelantado todos los cambios que pueden producirse en el futuro. Y esos cambios ocurrirán, dando lugar a desacuerdos o disputas. Es necesario que existan mecanismos claros y ágiles para resolver tales diferencias, de una manera rápida y poco costosa.

Moneda: en una economía monetaria, los intercambios se realizan utilizando la moneda como medio. La estabilidad del valor del medio de intercambio es de fundamental importancia para facilitar los intercambios, especialmente en aquellos que incluyen prestaciones en distintos periodos, o recepción de un bien en uno y pago en otro. Los Estados han impuesto el monopolio de sus monedas mediante el curso forzoso y el control de la emisión, lo cual menoscaba la libertad contractual, al impedir a las personas elegir la moneda en la que quieren efectuar sus transacciones. Además, como esas monedas monopólicas muestran una historia devaluatoria —es decir, con el tiempo pierden poder adquisitivo— contribuyen a violar el derecho de propiedad al modificar el valor de la tenencia de moneda.

Mediación y justicia: los primeros dos puntos demandan un correcto funcionamiento de la justicia, de tal forma que se garanticen la propiedad y los contratos. En particular, los mecanismos de mediación pueden acelerar los procesos y permitir que se reduzcan los costos de las transacciones.

Los emprendedores, sobre todo cuando crezcan hasta alcanzar un cierto volumen de sus operaciones, necesitarán alguna figura jurídica para atraer capital, limitar el riesgo y permitir la formación de asociaciones diversas. Esto es: necesitarán seguramente organizar sociedades; para ello será necesario contar con una estructura jurídica ágil y sistemas de gobierno corporativo que permitan a los emprendedores acceder a dichas instituciones.

El capital es escaso y los emprendedores necesitan de él para poder crecer más allá de su propio ahorro. La capacidad de acceder a los mercados de capital y de crédito es muy importante para su crecimiento. ¿Es fluido el acceso al crédito? ¿Existen mercados de capitales organizados? ¿Facilitan las regulaciones ese acceso?

Información: destacamos la importancia de la información para que los mercados funcionen. Los mercados son muy diferentes: los hay dispersos y poco concentrados —como puede ser el mercado de las carnicerías en una ciudad—, u organizados y autorregulados, con normas específicas, horarios, miembros, etc. Estos mercados facilitan la transmisión de información a través de los precios, cuya formación hacen posible al agrupar a compradores y vendedores. Por consiguiente, la existencia de estos mercados es importante para generar esa información necesaria. También lo es la existencia de regulaciones que distorsionen los precios y, por lo tanto, induzcan al error en la toma de decisiones. No solamente los mercados generan información, sino que también es notable la relativamente poca información que requieren para funcionar. Distintos experimentos han mostrado la formación de precios en mercados con individuos que tienen una información muy escasa sobre las condiciones del mercado mismo (Smith 1982). Subastas dobles y orales —un comprador y un vendedor realizan ofertas de viva voz— con participantes experimentados o inexpertos, llevan rápidamente al acercamiento a un precio de equilibrio.

Competencia: la competencia es el motor de la innovación, la creatividad y el progreso económico, pero es necesario que las normas y regulaciones la faciliten y amplíen, en lugar de restringirla.

[1]. Las instituciones entendidas como conjuntos de normas que facilitan coordinar las acciones entre los individuos, son uno de los supuestos centrales de la llamada “Economía Institucional”, idea ya presente en Hayek (1976 [1944]), al referirse a las normas formales de contenido general (p. 106): “Pueden casi describirse como un tipo de instrumento de la producción que permite a cualquiera prever la conducta de las gentes con quienes tiene que colaborar, más que como esfuerzos para la satisfacción de necesidades particulares”.

 

North & Thomas y una teoría del cambio institucional. Más adelante, North enfatizaría el papel de las ideas

Con los alumnos de la materia Economía e Instituciones de OMMA-Madrid comenzamos viendo el ya clásico artículo de Douglass C. North y Robert P. Thomas “Una teoría económica del crecimiento del mundo occidental”, (Revista Libertas VI: 10 (Mayo 1989). Allí, los autores elaboran una teoría sobre el cambio institucional. North recibiría luego el premio Nobel por sus contribuciones en este campo, pero en alguna medida cambió su visión más adelante, particularmente en su libro “Understanding the process of economic change”, donde, en vez de presentar a los cambios en los precios relativos y la población como determinantes de esos cambios hace más hincapié en la evolución de los valores e ideas. Pero aquí, algunos párrafos de este trabajo:

North

“En este artículo nos proponemos ofrecer una nueva explicación del crecimiento económico del mundo occidental. Si bien el modelo que presentamos tiene implicaciones igualmente importantes para el estudio del desarrollo económico contemporáneo, centraremos nuestra atención en la historia económica de las naciones que formaron el núcleo del Atlántico Norte entre los años 1100 y 1800. En pocas palabras, postulamos que los cambios en los precios relativos de los productos y los factores de producción, inducidos inicialmente por la presión demográfica malthusiana, y los cambios en la dimensión de los mercados, dieron lugar a una serie de cambios fundamentales que canalizaron los incentivos hacia tipos de actividades económicas tendientes a incrementar la productividad. En el siglo XVIII estas innovaciones institucionales y los cambios concomitantes en los derechos de propiedad introdujeron en el sistema cambios en la tasa de productividad, los cuales permitieron al hombre de Occidente escapar finalmente al ciclo malthusiano. La llamada «revolución industrial» es, simplemente, una manifestación ulterior de una actividad innovadora que refleja esta reorientación de los incentivos económicos.”

“Las instituciones económicas y, específicamente, los derechos de propiedad son considerados en general por los economistas como parámetros, pero para el estudio de largo plazo del crecimiento económico son, evidentemente, variables, sujetas históricamente a cambios fundamentales. La naturaleza de las instituciones económicas existentes canaliza el comportamiento de los individuos dentro del sistema y determina, en el curso del proceso, si conducirá al crecimiento, al estancamiento o al deterioro económico.

Antes de avanzar en este análisis, debemos dar una definición. Resulta difícil asignar un significado preciso al término «institución», puesto que el lenguaje común lo ha utilizado en formas diversas para referirse a una organización (por ejemplo, un banco), a las normas legales que rigen las relaciones económicas entre la gente (la propiedad privada), a una persona o un cargo (un rey o un monarca), y a veces a un documento específico (la Carta Magna). Para nuestros fines, definiremos una «institución» o una disposición institucional (que es, en realidad, un término más descriptivo) como un ordenamiento entre unidades económicas que determina y especifica la forma en que -estas unidades pueden cooperar o competir.

Como en el caso más conocido de la introducción de un nuevo producto o un nuevo proceso, las instituciones económicas son objeto de innovaciones porque a los miembros o grupos de la sociedad les resulta aparentemente provechoso hacerse cargo de los costos necesarios para llevar a cabo tales cambios. El innovador procura obtener algún beneficio imposible de conseguir con los antiguos ordenamientos. El requisito básico para introducir innovaciones en una institución o un producto es que las ganancias que se espera obtener excedan los presuntos costos de la empresa; sólo cuando se cumple este requisito cabe esperar que se intente modificar la estructura de las instituciones y los derechos de propiedad existentes en el seno de la sociedad. Examinaremos sucesivamente la naturaleza de las ganancias potenciales y de los costos potenciales de tal innovación y exploraremos luego las fuerzas económicas que alterarían la relación de dichos costos y ganancias a lo largo del tiempo.”

Ahora que se viene Trump se preocupan por limitar el poder del gobierno, ¿lo mismo pretenden los «K»?

Excelente video del Moving Picture Institute, con muchas cosas en común con otros países, como Argentina. Un partidario de Obama ahora se preocupa por ponerle límites al gobierno, ahora que se viene Trump. Algo similar pasa aquí con los kirchneristas, que se preocupan ahora por la inflación o cosas por el estilo.

Así anuncian el video (corto):

“With the inauguration only two days away, many Americans are suddenly worried about the scope of presidential authority. This means it’s the perfect time to revisit the viral We the Internet TV video, «So NOW You’re Worried About Executive Power?» With thousands of shares — including from major pundits — and nearly 700,000 views across Facebook and YouTube, this video is what the country needs right now.”

Disponible aquí: https://www.youtube.com/watch?v=ymrBzgssSY8&t=3s

Más sobre el Moving Picture Institute: https://www.thempi.org/

 

En su momento, los K se reían de la división y limitación del poder, cualquier cosa se podía hacer con sólo obtener más del 50% de los votos. Hoy han de ver con terror que un gobierno que está lejos de ser de su agrado pueda argumentar algo parecido para dar marcha atrás con todo lo que consideraban ‘conquistas’.