La Nueva Ilustración Evolucionista entrevista a Steven Pinker sobre su último libro: Racionalidad

Steven Pinker, profesor de Harvard, es bien conocido porque ha publicado varios libros de alto impacto como Los Ángeles que llevamos dentro, La Tabla Rasa, En Defensa de la Ilustración; y ahora uno que se titula Racionalidad. Es entrevistado en el blog La Nueva Ilustración Evolucionista, y presentado de esta forma: https://ilevolucionista.blogspot.com/2022/10/el-oraculo-de-la-razon-entrevista.html

“¿Cuánto hay de sapiens en el Homo? Es esta una pregunta que nos hemos formulado en muchas ocasiones en la nueva Ilustración evolucionista, en nuestro ya largo camino, que dista mucho de haberse recorrido ni siquiera mínimamente, en busca de la naturaleza humana.

Confieso haber experimentado un cierto regocijo en ocasiones al pensar que los seres humanos éramos unos animales idiotas que se arrogaban de ser sabios. A fin de cuentas el resto de la fauna y flora de este complejo y maravilloso a la par que terrorífico y sórdido mundo tapizado de vida, se adaptaba a sus nichos y se limitaba a sobrevivir sin artefactos ni vanidades.

Los ecosistemas de la biosfera parecían estar en un equilibrio fluctuante, nada idílico, nada parecido a un Edén, pero sólo expuesto a violentos cambios por fenómenos climáticos, sísmicos o cósmicos, antes de la llegada del Verbo.

El Verbo lo cambió todo. Un primate se alejó tanto de su lugar en el orden de las cosas que sobrevivió incluso a la misma lucha por la supervivencia ancestral dotado con el Verbo.

Desarrolló un cerebro mamífero más grande y al parecer complejo que el del resto de animales de su clase, y con él, paralelamente, el uso de herramientas cada vez más sofisticadas desde el primer «artefacto» lítico hasta la inteligencia «artificial». Y lo hizo conectando los nodos de los cerebros individuales en una cada vez mayor red de información y conocimientos, así como de emprendimientos y esfuerzos organizados para construir una prodigiosa fortaleza de civilización en medio de (y ganando terreno a) la naturaleza salvaje, y rompiendo unos lazos de miles de millones de años en apenas un par de millones de ellos.

Ya siendo cazadores-recolectores habíamos ganado la partida al resto de las especies. ¿Y qué nos hizo tan exitosos tan prematuramente, mucho antes de la Revolución Neolítica? La capacidad de nuestros cerebros de comunicarse y de razonar. Nuestro lenguaje y nuestro pensamiento abstracto, auténtico mundo de las ideas paralelo al mundo físico, se superpuso sobre él para crear categorías, para nombrar las cosas. Creamos cultura que necesariamente eran culturas, y seguimos ascendiendo a los cielos del «espíritu». Religión y Razón surgieron de una misma tendencia a la abstracción y al antropocentrismo.

Inventamos a Dios del mismo modo que inventamos todo lo demás, combinando abstracciones y articulando relatos.

Ahora la Racionalidad sigue presente, pero ha ido siendo depurada por generaciones de mentes pensantes que se subían sobre los hombros de las mentes pensantes de sus predecesores. ¿El resultado más depurado?: La lógica matemática.

El Profesor Steven Pinker, de la Universidad de Harvard, comenzó hablándonos del instinto del lenguaje. De algo cultural con un origen y fundamento naturales. Habló del funcionamiento de la mente y, a principios de este siglo pegó un puñetazo sobre la tabla rasa de la mesa de las ciencias sociales para poner las cosas en su sitio: había una cosa llamada naturaleza humana que ningún galimatías teórico (con minúsculas) podía discutir. Desde entonces ha llovido mucho, y torrencialmente. El Profesor Pinker ha seguido escribiendo grandes obras ensayisticas de gran calado, decantándose cada vez más por una defensa del ideal ilustrado del conocimiento humano: el desarrollo de las ciencias, las artes y la Razón (con mayúsculas). De hecho su última obra es un canto a la racionalidad, que la llama y titula por su nombre: Racionalidad.

En esta nueva obra de arte científica, Pinker expone los fundamentos de la Racionalidad humana, sus orígenes ancestrales y sus desarrollos culturales, que hacen de ella la navaja suiza de la resolución de los problemas a los que nos enfrentamos como individuos y como sociedades.

Ciertamente ocupado, le ha sido difícil encontrar un hueco para atendernos, pero lo ha hecho, una vez más, haciendo gala de su gentileza y sabiduría, lo cual le agradecemos enormemente.”

¿Somos altruistas o egoístas? ¿O intercambiamos favores en lo que se llama altruismo recíproco?

¿Somos altruistas o egoístas? Vieja discusión que está en el corazón de los trabajos de Adam Smith, ya que en uno parece decir que somos egoístas (Riqueza de las Naciones) y en otro que somos altruistas (Teoría de los Sentimientos Morales). ¿Qué somos? Una luz sobre este tema proviene del trabajo de Robert Trivers, quien es licenciado en historia y doctorado en biología por la Universidad de Harvard. Actualmente es profesor de antropología y ciencias biológicas en la Universidad de Rutgers, de pediatría en UMDNJ y de psicología en la Universidad Harvard.

Su aporte lo comenta Daniel Kriegman en Quillette:

“Robert Trivers and the Riddle of Evolved Altruism”: https://quillette.com/2022/10/07/on-evolved-altruism/

Daniel Kriegman fue anteriormente psicólogo jefe en el Centro de Tratamiento para Delincuentes Sexualmente Peligrosos de Massachusetts. Su trabajo explora la interfaz de la biología evolutiva y la psicología humana.

“Este altruismo contradice una concepción superficial de la teoría darwiniana con su lógica aparentemente brutal y egoísta de “supervivencia del más apto”. Sin embargo, una comprensión más profunda de la evolución revela que la cooperación y las diversas formas de altruismo no son la antítesis del darwinismo. De hecho, la teoría evolutiva moderna ahora ha explicado la existencia de una base biológica fuerte y directa para el comportamiento altruista.

El comportamiento altruista hacia la descendencia de uno u otros parientes no es terriblemente desconcertante ya que están relacionados genéticamente. Más desconcertante fue el desarrollo de un comportamiento altruista hacia otras personas no emparentadas, lo que parece ser la antítesis del interés básico y egoísta por la aptitud que subyace a la teoría de la evolución. Sin embargo, Robert Trivers, en lo que rápidamente se convirtió en un artículo clásico, desarrolló el concepto de «altruismo recíproco» que buscaba explicar la ventaja adaptativa del comportamiento altruista hacia otros no relacionados. Incluso fue capaz de explicar los actos altruistas entre miembros de diferentes especies, lo que, por supuesto, es un ejemplo extremo de falta de relación genética.

El concepto de altruismo recíproco de Trivers se basa en la noción de que un acto altruista puede ser devuelto en algún momento. Por ejemplo, Trivers describió la relación entre ciertos peces huéspedes y peces limpiadores no relacionados. La dieta del limpiador consiste en eliminar los parásitos del huésped, lo que a menudo puede implicar ingresar a la boca del huésped. Los peces limpiadores no son comunes, por lo que los peces anfitriones a menudo regresan al mismo limpiador que permanece en un lugar.”

Economía y psicología: racionalidad, sesgos y conductas evolutivas. Economía conductual y psicología evolutiva

Con los alumnos de la materia Historia del Pensamiento Económico y Social, de UCEMA, terminamos una serie de lecturas viendo temas que son más bien parte del futuro de la disciplina que de su pasado. Son dos lecturas: una es la conferencia de recepción del premio Nobel por Daniel Kahneman, quien recibiera el premio junto a Vernon Smith, a quien leímos al comienzo de la materia en referencia a Adam Smith. Kahneman es el único psicólogo que ha recibido este premio: Mapas de Racionalidad Limitada: Psicología para una Economía Conductual. El otro texto es de Leda Cosmides y John Tooby y se llama “Better tan Rational: Evolutionary Psychology and the Invisible Hand”.

Éste es el resumen de la conferencia de Kahneman:

“La labor considerada por el Comité del Nobel fue realizada conjuntamente con Amos Tversky (1937-1996) durante una larga e inusual colaboración muy estrecha. Juntos, exploramos la psicología de las elecciones y creencias intuitivas y examinamos su racionalidad limitada. Nuestra investigación pretende obtener un mapa de racionalidad limitada, explorando los sesgos sistemáticos que distinguen las creencias que tiene la gente y las elecciones que realiza respecto a las elecciones y creencias óptimas supuestas en los modelos del agente racional. Mi labor con Tversky incluye tres programas de investigación diferentes, algunos de los cuales fueron desarrollados con otros colaboradores. El primero exploraba la heurística que utiliza la gente y los sesgos a los que tiende cuando realiza diversas tareas relacionadas con el hecho de juzgar algo en un contexto de incertidumbre, incluyendo las evaluaciones y predicciones de las pruebas. El segundo se centraba en la teoría prospectiva (prospect theory), un modelo de elección en un entorno de riesgo y con aversión a las pérdidas en las elecciones libres de riesgo. La tercera línea de investigación se ocupaba de los efectos marco (framing effects) y de sus implicaciones para los modelos del agente racional. El presente ensayo revisa estas tres líneas de investigación a la luz de los avances recientes en la psicología de la elección y el juicio intuitivos.”

En cuanto a Cosmides & Tooby, comentan:

“La aplicación más sencilla de la psicología evolutiva a la economía implica la probabilidad de que las dos comunidades en colaboración podrían ser capaces de crear una ciencia de las preferencias (por ejemplo, en la sesión sobre «Preferencias» en la reunión de la Asociación de ciencias sociales de 1994, los papers de Gary Becker y Casey Mulligan, Robert Frank, y Paul Romer). Una arquitectura  psicológica que simplemente adquirió un conjunto de preferencias arbitrarias, siempre que fueran presente en el entorno social, no podría haber sido plausiblemente producidas por el proceso evolutivo (Tooby y Cosmides, 1992a).

En cambio, la psicología evolutiva debe ser capaz de proporcionar una lista Preferencias universales de humanos y de los procedimientos por los cuales son las preferencias se han adquirido o reordenado. Modelos de tales mecanismos deben ser capaces de abordar problemas de larga data en la economía ampliando el alcance de las preferencias más allá la noción habitual de bienes y servicios (por ejemplo, preferencias de participación en coaliciones. [Tooby and Cosmides, 1988, para riesgos como una función del sexo y la edad, e incluso para ciertas «Reglas del juego» [Cosmides y Tooby, 19921).

“En suma, la teoría económica puede cada vez más fundamentarse en los modelos teóricos y empíricos derivados de la toma de decisiones humanas por la maquinaria que actualmente se está construyendo dentro de la psicología evolutiva.”

¿Porqué nos preocupamos, y ocupamos, tanto en mejorar nuestra apariencia física? Otra explicación evolutiva

La siempre interesante revista Evolution and Human Behavior trae ahora un artículo titulado “Predictors of enhancing human physical attractiveness: Data from 93 countries”, con muchos autores: Marta Kowala, Piotr Sorokowski, Katarzyna Pisanskia, Jaroslava V.Valentova, Marco A.C.Varella, David A. Frederick, Laith Al-Shawaf , Felipe E.García, Isabella Giammusso, Biljana G jones , Luca Kozmaj, Tobias Otterbring , Marietta Papadatou-Pastou , Gerit Pfuhl, Sabrina Stöckli , Anna Studzinska, Ezgi Toplu-Demirtaş, Anna K.Touloumakos, Marcos Zumárraga-Espinosa: https://doi.org/10.1016/j.evolhumbehav.2022.08.003

“Personas de todo el mundo y a lo largo de la historia han hecho todo lo posible para mejorar su apariencia física. Los psicólogos y etólogos evolutivos han intentado en gran medida explicar este fenómeno a través de las preferencias y estrategias de apareamiento. Aquí, probamos una de las hipótesis evolutivas más populares para los comportamientos que mejoran la belleza, extraídos de las perspectivas del mercado de apareamiento y el estrés parasitario, en una gran muestra intercultural. También probamos hipótesis extraídas de otros marcos teóricos influyentes y no mutuamente excluyentes, desde la teoría del rol biosocial hasta la perspectiva de los medios culturales. Los datos de encuestas de 93 158 participantes humanos en 93 países proporcionan evidencia de que comportamientos como maquillarse o usar otros cosméticos, arreglarse el cabello, estilo de vestir, cuidar la higiene corporal y hacer ejercicio o seguir una dieta específica con el propósito específico de mejorar el atractivo físico, son universales. De hecho, el 99% de los participantes informaron pasar más de 10 minutos al día realizando comportamientos para mejorar la belleza. Los resultados apoyan en gran medida las hipótesis evolutivas: las mujeres dedicaron más tiempo a realzar la belleza (casi 4 h al día, en promedio) que los hombres (3,6 h al día), los participantes más jóvenes (y contrariamente a las predicciones, también los mayores), los con un historial relativamente más grave de enfermedades infecciosas, y por los participantes que actualmente están saliendo en comparación con los que tienen relaciones establecidas. El predictor más fuerte de los comportamientos que mejoran el atractivo fue el uso de las redes sociales. Otros predictores, en orden de tamaño del efecto, incluyeron adherirse a los roles de género tradicionales, residir en países con menos igualdad de género, considerarse a sí mismo como muy atractivo o, por el contrario, muy poco atractivo, tiempo para ver televisión, estatus socioeconómico más alto, creencias políticas de derecha, un menor nivel de educación y actitudes personales individualistas. Este estudio proporciona una visión novedosa de los comportamientos universales que mejoran la belleza al unificar la teoría evolutiva con varias otras perspectivas complementarias.”

Nuestros ancestros no andaban en bandas donde todos eran iguales. Eran más desiguales y más cooperativos

Existe una visión romántica de que los seres humanos primitivos vivían en sociedades igualitarias, típico pensamiento de Rousseau por ejemplo, el buen salvaje, algo que habríamos perdido no ya con la civilización sino con el origen de la propiedad privada, ya que desde entonces dejamos de compartir todo. En un artículo de la revista Evolution and Human Behavior, titulado “Human social organization during the Late Pleistocene: Beyond the nomadic-egalitarian model”, parece ser que esa visión idealizada no era tal. Los autores son Manvir Singha del Institute for Advanced Study in Toulouse, University of Toulouse, France y Luke Glowacki, del Department of Anthropology, Boston University, United States of America. https://doi.org/10.1016/j.evolhumbehav.2022.07.003

“Muchos investigadores asumen que hasta hace 10 o 12 000 años, los humanos vivían en bandas pequeñas, móviles y relativamente igualitarias. Este “modelo nómada-igualitario” impregna las ciencias sociales. Informa las explicaciones evolutivas del comportamiento y nuestra comprensión de cómo las sociedades contemporáneas difieren de las de nuestro pasado evolutivo. Aquí, sintetizamos la investigación que desafía este modelo y articulamos una alternativa, el modelo de historias diversas, para reemplazarlo. Revisamos las limitaciones del uso de recolectores recientes como modelos de sociedades del Pleistoceno tardío y la considerable variación social entre los recolectores comúnmente considerados de pequeña escala, móviles e igualitarios. Revisamos los hallazgos etnográficos y arqueológicos que cubren 34 regiones del mundo que muestran que los pueblos no agrícolas a menudo viven en grupos que son más sedentarios, desiguales, grandes, políticamente estratificados y capaces de cooperación y gestión de recursos a gran escala de lo que normalmente se supone. Estas características no se limitan a los cazadores-recolectores del Holoceno existentes, sino que, como sugieren los hallazgos arqueológicos de 27 sitios de la Edad de Piedra Media, probablemente caracterizaron a las sociedades a lo largo del Pleistoceno tardío (hasta c. 130 ka), si no antes. Estos hallazgos tienen implicaciones sobre cómo entendemos las adaptaciones psicológicas humanas y la amplia trayectoria de la historia humana.”

Las valoraciones son subjetivas, pero nos gusta el sabor de una manzana fresca y no el de una podrida

Notables por lo interesantes, y también por lo numerosos, son los trabajos publicados por el investigador argentino, a quien tengo el honor de conocer, Daniel Sznycer, del Oklahoma Center for Evolutionary Analysis, Department of Psychology, Oklahoma State University. En la revista Evolution and Human Behavior presenta un artículo titulado  “Value computation in humans”: www.elsevier.com/locate/ens

Daniel Sznycer, Evolution and Human Behavior, https://doi.org/10.1016/j.evolhumbehav.2022.06.002

En este caso trata un tema central para la teoría económica, un tema por demás sensible entre quienes afirmamos el carácter subjetivo del valor. ¿Acaso este trabajo lo cuestiona? No lo veo, pero puede estar afirmando que nuestras valoraciones subjetivas no surgen de la nada o en forma caprichosa, sino que están influenciadas por la experiencia evolutiva de siglos. Por algo nos gusta el sabor de una manzana fresca y rechazamos el de una manzana podrida.

A ver qué dice:

“Las cosas producen efectos a largo plazo positivos, neutrales o negativos sobre la probabilidad de replicación genes del individuo. En el nivel más general, los valores son estimaciones internas de esos efectos. La información de valor dirige a la fisiología y al comportamiento en la dirección correcta: acérquese a la manzana, evite al león. Por lo tanto, el cálculo del valor es de suma importancia biológica. El análisis de tareas sugiere que hay muchos requisitos previos para valorar las cosas de manera adecuada. Aquí me concentro en dos: la necesidad de calcular el valor con precisión y la necesidad de alimentar e integrar adecuadamente la información de valor en los diversos sistemas que utilizan información de valor (por ejemplo, sistemas emocionales). Por ejemplo, el valor alimentario subjetivo imputado a una manzana necesita reflejar el contenido de nutrientes de la manzana (exactitud); la intensidad de la gratitud despertada si alguien le dio una manzana necesita reflejar el valor alimenticio imputado a la manzana (integración). Aquí evalúo   estas hipótesis con dos estudios pre registrados. De acuerdo con la hipótesis de integración, hay estrechas correspondencias entre (i) los valores alimentarios que los participantes imputan a cada uno de los 40 artículos alimentarios (Estudio 1; bienes) y (ii) los valores sociales y las emociones sociales (incluyendo: gratitud, ira, vergüenza y orgullo) que resultan cuando esos artículos alimenticios ocurren como constituyentes de eventos sociales más amplios. Se observan correspondencias similares cuando los participantes evalúan cada una de 28 enfermedades y lesiones (Estudio 2; males). De acuerdo con hipótesis de la precisión, los análisis exploratorios indican que los valores alimentarios, los valores sociales y las emociones sociales provocadas por todos los alimentos rastrean el contenido de nutrientes de esos alimentos. La valoración es inherentemente un proceso computacional. Por esta razón, una perspectiva funcionalista computacional es especialmente adecuada para estimular el progreso en nuestra comprensión de los valores humanos.”

 

El orden espontáneo en la arquitectura: Tokyo, una enorme ciudad sin planificación urbana centralizada

Almazán y Reynolds escriben un libro sobre un tema no directamente relacionado con la economía o las libertades pero que a muchos parecerá bastante increíble: la ciudad de Tokyo, una de las más grandes del planeta, no tiene una política de planificación urbana centralizada. Estos son los autores:

Jorge Almazán es un arquitecto español con sede en Tokio y profesor asociado en la Universidad de Keio. Su oficina, Jorge Almazán Architects, está comprometida con proyectos ambientalmente responsables y socialmente inclusivos que abarcan desde interiores y arquitectura hasta diseño urbano y comunitario.

Joe McReynolds es un erudito de estudios urbanos afiliado a la Universidad de Keio, donde estudia el enfoque de Tokio para el desarrollo urbano y cómo las políticas públicas dan forma a su tejido urbano y sus comunidades, en particular la miríada de subculturas de Tokio.

Studiolab es una unidad de investigación y diseño dirigida por Jorge Almazán en la Universidad de Keio. Al involucrar a estudiantes, investigadores y colaboradores externos, Studiolab combina una investigación académica rigurosa en forma de tesis y artículos de revistas con intervenciones urbanas reales y proyectos arquitectónicos.

https://www.amazon.com/Emergent-Tokyo-Patterns-Spontaneous-Micro-Urbanism/dp/1951541324/ref=sr_1_1?crid=9LFCMCOBQL6C&keywords=Emergent+Tokyo%3A+Designing+The+Spontaneous+City&qid=1656276102&sprefix=emergent+tokyo+designing+the+spontaneous+city%2Caps%2C58&sr=8-1

Así es presentado:

“Tokio es una de las ciudades más vibrantes y habitables del planeta, una megaciudad que de alguna manera sigue siendo íntima y adaptable. Sin embargo, en comparación con las metrópolis occidentales como Nueva York o París, pocos extranjeros entienden el funcionamiento interno de Tokio. Para las ciudades de todo el mundo sumidas en crisis y que buscan nuevos modelos para el futuro, el éxito de Tokio en el equilibrio entre el crecimiento masivo y la vida comunitaria local plantea un desafío: ¿podemos diseñar otras ciudades para emular sus mejores cualidades?

Emergent Tokyo responde afirmativamente a esta pregunta al profundizar en los espacios urbanos más distintivos de Tokio, desde la icónica vida nocturna de neón hasta las tranquilas calles secundarias de los vecindarios. Tokio en su mejor momento ofrece una nueva visión para un ecosistema urbano a escala humana, donde los residentes comunes pueden dar forma a su propio entorno en formas grandes y pequeñas, y las comunidades cobran vida propia más allá de la planificación maestra del gobierno y la búsqueda de ganancias corporativas. Como habitantes de Tokio, descubrimos cómo cinco características clave del paisaje urbano de Tokio (callejones yokochō, edificios zakkyo de múltiples inquilinos, rellenos subterráneos, calles ankyo fluidas y vecindarios densos de poca altura) permiten este urbanismo ‘emergente’, lo que permite que la ciudad se organice. de abajo hacia arriba.

Este libro desmitifica el urbanismo emergente de Tokio para una audiencia internacional, explicando sus orígenes, su lugar en el Tokio de hoy y su papel en el Tokio del mañana. Los visitantes de Japón, los arquitectos y los profesionales de la política urbana obtendrán una nueva comprensión de la principal megaciudad del mundo y una guía práctica sobre cómo llevar la intimidad, la adaptabilidad y la espontaneidad al estilo de Tokio a otras ciudades del mundo.”

La racionalidad económica cuestionada, o mejor todavía según la psicología evolutiva

Con los alumnos de la materia Historia del Pensamiento Económico I de Económicas, UBA, terminamos una serie de lecturas viendo temas que son más bien parte del futuro de la disciplina que de su pasado. Son dos lecturas: una es la conferencia de recepción del premio Nobel por Daniel Kahneman, quien recibiera el premio junto a Vernon Smith, a quien leímos al comienzo de la materia en referencia a Adam Smith. Kahneman es el único psicólogo que ha recibido este premio: Mapas de Racionalidad Limitada: Psicología para una Economía Conductual. El otro texto es de Leda Cosmides y John Tooby y se llama “Better tan Rational: Evolutionary Psychology and the Invisible Hand”.

Éste es el resumen de la conferencia de Kahneman:

“La labor considerada por el Comité del Nobel fue realizada conjuntamente con Amos Tversky (1937-1996) durante una larga e inusual colaboración muy estrecha. Juntos, exploramos la psicología de las elecciones y creencias intuitivas y examinamos su racionalidad limitada. Nuestra investigación pretende obtener un mapa de racionalidad limitada, explorando los sesgos sistemáticos que distinguen las creencias que tiene la gente y las elecciones que realiza respecto a las elecciones y creencias óptimas supuestas en los modelos del agente racional. Mi labor con Tversky incluye tres programas de investigación diferentes, algunos de los cuales fueron desarrollados con otros colaboradores. El primero exploraba la heurística que utiliza la gente y los sesgos a los que tiende cuando realiza diversas tareas relacionadas con el hecho de juzgar algo en un contexto de incertidumbre, incluyendo las evaluaciones y predicciones de las pruebas. El segundo se centraba en la teoría prospectiva (prospect theory), un modelo de elección en un entorno de riesgo y con aversión a las pérdidas en las elecciones libres de riesgo. La tercera línea de investigación se ocupaba de los efectos marco (framing effects) y de sus implicaciones para los modelos del agente racional. El presente ensayo revisa estas tres líneas de investigación a la luz de los avances recientes en la psicología de la elección y el juicio intuitivos.”

En cuanto a Cosmides & Tooby, comentan:

“La aplicación más sencilla de la psicología evolutiva a la economía implica la probabilidad de que las dos comunidades en colaboración podrían ser capaces de crear una ciencia de las preferencias (por ejemplo, en la sesión sobre «Preferencias» en la reunión de la Asociación de ciencias sociales de 1994, los papers de Gary Becker y Casey Mulligan, Robert Frank, y Paul Romer). Una arquitectura  psicológica que simplemente adquirió un conjunto de preferencias arbitrarias, siempre que fueran presente en el entorno social, no podría haber sido plausiblemente producidas por el proceso evolutivo (Tooby y Cosmides, 1992a).

En cambio, la psicología evolutiva debe ser capaz de proporcionar una lista Preferencias universales de humanos y de los procedimientos por los cuales son las preferencias se han adquirido o reordenado. Modelos de tales mecanismos deben ser capaces de abordar problemas de larga data en la economía ampliando el alcance de las preferencias más allá la noción habitual de bienes y servicios (por ejemplo, preferencias de participación en coaliciones. [Tooby and Cosmides, 1988, para riesgos como una función del sexo y la edad, e incluso para ciertas «Reglas del juego» [Cosmides y Tooby, 19921).

“En suma, la teoría económica puede cada vez más fundamentarse en los modelos teóricos y empíricos derivados de la toma de decisiones humanas por la maquinaria que actualmente se está construyendo dentro de la psicología evolutiva.”

Somos cooperadores. ¿Cómo aprendemos a cooperar? Así lo hacen niños entre 3 y 6 años

Somos seres cooperadores. ¿Cómo es que aprendemos a cooperar? Zvonimir Bašić, Parampreet C. Bindra, Daniela Glätzle-Rützler, Angelo Romano, Matthias Sutter y  Claudia Zoller investigan este tema con niños entre 3 y 6 años en un paper titulado “The Roots of Cooperation” publicado en la serie CESifo Working Papers. https://www.cesifo.org/en/wp

“Comprender las raíces de la cooperación humana entre extraños es de gran importancia para resolver acuciantes dilemas sociales y el mantenimiento de los bienes públicos en las sociedades humanas. Estudiamos el desarrollo de la cooperación en 929 niños pequeños, de 3 a 6 años. En un experimento unificado marco, examinamos cuál de los tres pilares fundamentales de la cooperación humana -directa y la reciprocidad indirecta, así como el castigo de terceros, surge antes como un medio eficaz para aumentar la cooperación en un juego repetido del dilema del prisionero. Encontramos que el castigo de terceros exhibe un efecto sorprendentemente positivo en las tasas de cooperación al duplicarlas en comparación con un condición de control. Promueve el comportamiento cooperativo incluso antes de que se castigue a los desertores. Los niños también participan en la reciprocidad de los demás, lo que demuestra que las estrategias de reciprocidad son ya frecuente a una edad muy temprana. Sin embargo, los tratamientos de reciprocidad directa e indirecta no aumentar las tasas generales de cooperación, ya que los niños pequeños no anticipan los beneficios de la reputación edificio. También mostramos que las habilidades cognitivas de los niños y el entorno socioeconómico de los padres juegan un papel vital en el desarrollo temprano de la cooperación humana”.

 

Hayek entre el instinto y la razón, vincula a los austriacos con Darwin y el Iluminismo Escocés

Con los alumnos de la materia Escuela Austriaca de UCEMA, vamos llegando al final del curso a toda orquesta, con un capítulo de Hayek sobre la evolución de las normas,  titulado “Entre el instinto y la razón”, donde consolida el vínculo entre los escoceses (Hume, Smith, Ferguson), las teorías evolutivas (Darwin) y la escuela austríaca (Menger, Böhm-Bawerk, Mises, Hayek y otros). Así comienza:

Hayek

“Como queda dicho, nuestra capacidad de aprender por imitación es uno de los logros más fundamentales del largo proceso de evolución de nuestros instintos. Tal vez la cualidad más importante del legado genético de cada individuo, aparte las respuestas innatas, sea la posibilidad de acceder a ciertas habilidades a través de la imitación y el aprendizaje. De ahí la importancia de precaverse, desde el primer momento, contra cualquier planteamiento proclive a lo que he denominado «la fatal arrogancia»: esa idea según la cual sólo por vía de la razón pueden alcanzarse esas nuevas habilidades. La realidad no puede ser más opuesta, pues también la razón es fruto de la evolución, al igual que nuestros esquemas morales, aunque con un distinto desarrollo evolutivo. No podemos, por tanto, instituir a la razón en árbitro supremo ni sostener que deben ser consideradas válidas tan sólo aquellas normas que logren superar la prueba de la razón.

Abordaremos luego más detalladamente todas estas cuestiones, por lo que en el presente contexto me limitaré a anticipar algunas conclusiones. Entiendo que el título «Entre el instinto y la razón» de este capítulo debe ser interpretado casi literalmente. En efecto, quisiera llamar la atención del lector sobre el hecho de que las cuestiones que ocupan nuestra atención deben quedar ciertamente situadas entre el instinto y la razón.

Por desgracia, la trascendencia de estos problemas suele ser minimizada por entenderse que sólo hay un espacio vacío entre uno y otro de los indicados dominios. La conclusión fundamental a la que, en mi opinión, deberá concederse especial atención es que esa evolución cultural que, según hemos señalado, desborda por completo al instinto –al que frecuentemente contradice– tampoco es, como más adelante veremos, fruto del ejercicio de la razón.

Mis opiniones al respecto, expuestas en anteriores trabajos (1952/79, 1973 1979), pueden resumirse como sigue. La capacidad de aprender es más el fundamento que el logro de nuestra razón de nuestro entendimiento. El hombre no viene al mundo dotado de sabiduría, racionalidad y bondad: es preciso enseñárselas, debe aprenderlas. No es la moral fruto de la razón, sino que fueron más bien esos procesos de interacción humana propiciadores del correspondiente ordenamiento moral los que facilitaron al hombre la paulatina aparición no sólo de la razón sino también de ese conjunto de facultades con las que solemos asociarla. El hombre devino inteligente porque dispuso previamente de ciertas tradiciones –que ciertamente hay que emplazar entre el instinto y la razón– a las que pudo ajustar su conducta. A su vez, ese conjunto de tradiciones no derivan de la capacidad humana de racionalizar la realidad, sino de los hábitos de respuesta. Más que ayudarle a prever, se limitan a orientarle en cuanto a lo que en determinadas situaciones reales debe o no debe hacer.

Todo ello hace que no podamos por menos de tener que sonreír al constatar cómo ciertos trabajos científicos sobre la evolución –algunos realizados por expertos de la mayor solvencia–, tras admitir que el orden existente es fruto de algún pretérito proceso ordenador de carácter espontáneo, conminan, sin embargo, a la humanidad a que, sobre la base de la razón –precisamente en momentos en los que las cosas se han vuelto tan complejas– asuma el control pleno del proceso en cuestión. Contribuye a nutrir tan ingenua pretensión ese equivocado enfoque que en anteriores ocasiones he denominado «racionalismo constructivista» (1973), enfoque que, pese a carecer de todo fundamento, tan decisiva influencia ha ejercido sobre el pensamiento científico contemporáneo, hasta el punto de quedar explícitamente recogido en el título de una obra ampliamente difundida de cierto famoso antropólogo de inclinación socialista. Man Makes Himself (v. Gordon Childe, 1936) –tal es el título de la obra de referencia–, se ha convertido de hecho en lema que ha inspirado a una amplia familia de socialistas (Heilbroner, 1970:106). Semejantes planteamientos se basan en la noción científicamente infundada –y hasta animística– según la cual en algún momento de la estructuración evolutiva de nuestra especie se instaló en nuestro organismo un ente llamado intelecto o alma, que, a partir de entonces se convirtió en rector de todo ulterior desarrollo cultural (cuando lo que en realidad sucedió fue que el ser humano fue adquiriendo poco a poco la capacidad de aprehender el funcionamiento de esquemas de elevada complejidad que le permitían reaccionar más eficazmente a los retos de su entorno). Ese supuesto, que postula que la evolución cultural es cronológicamente posterior a la biológica o genética, hace caso omiso de los aspectos más fundamentales de una evolución, a  lo largo de la cual nuestra capacidad racional fue adquiriendo su actual estructura. La idea de que la razón, fruto de ese proceso, pueda hoy determinar el curso de su propia evolución (por no aludir a las muchas otras capacidades que infundadamente le suelen ser también atribuidas) es inherentemente contradictoria y fácilmente refutable (véase, al respecto, los capítulos V y VI).

Es más inexacto suponer que el hombre racional crea y controla su evolución cultural que la suposición contraria de que la cultura y la evolución crean la razón. En cualquier caso, la idea de que, en determinado momento, surgió en la humanidad la posibilidad de establecer racionalmente el curso de su propio destino, desplazando así la incidencia de los procesos evolutivos, intenta simplemente sustituir una explicación científica por otra de carácter casi sobrenatural. La ciencia evidencia que no fue esa realidad psíquica que denominamos mente lo que originó la aparición del orden civilizado, y menos aún que, llegada a cierto grado de desarrollo, asumiera el control de su evolución futura. Lo que realmente sucedió fue que tanto la mente como la civilización alcanzaron simultáneamente su potencial actual. Eso que llamamos mente no es algo con lo que el individuo nace –como nace con un cerebro– ni algo que el cerebro produce, sino una dotación genética (p. ej. un cerebro con una estructura y un volumen determinados) que nos permite aprender de nuestra familia, y más tarde, en el entorno de los adultos, los resultados de una tradición que no se transmiten por vía genética. En este sentido, nuestra capacidad racional no consiste tanto en conocer el mundo y en interpretar las conquistas humanas, cuanto en ser capaces de controlar nuestros instintivos impulsos, logro que escapa a las posibilidades de la razón individual, puesto que sus efectos abarcan a todo el colectivo. Estructurada por el entorno en el que para cada sujeto transcurre la infancia y la pubertad, la mente va a su vez condicionando la preservación, desarrollo, riqueza y variedad de las tradiciones que otras mentes más tarde asimilarán. Al ser transmitidos en el contexto del entorno familiar, ese conjunto de hábitos queda sometido a la influencia de una pluralidad de condicionamientos morales a los que pueden ajustar su comportamiento quienes, ajenos a la colectividad en cuestión, se incorporan a ella más tarde. De ahí que pueda plantearse seriamente la cuestión de si alguien que no hubiese tenido la oportunidad de estar en contacto con algún modelo cultural habría podido acceder verdaderamente a la racionalidad.

Así como el instinto precedió a la costumbre y a  la tradición, así también estas últimas son anteriores a la  propia razón. Tanto desde el punto de vista lógico como desde el psicológico e histórico, la costumbre y la  tradición deben, pues, quedar ubicadas entre el instinto y la razón. No derivan de lo que solemos denominar «inconsciente»; no son fruto de la intuición, ni tampoco de la  aprehensión racional. Aunque en cierto modo se  basan en la experiencia –puesto que tomaron forma a lo largo de nuestra evolución cultural–, nada tienen que ver con algún comportamiento de tipo racional ni surgen porque se haya advertido conscientemente que los hechos evolucionaban de determinada manera. Aun cuando ajustemos nuestro comportamiento a los esquemas aprendidos, en innumerables ocasiones no sabemos por qué hacemos lo que hacemos. Las normas y usos aprendidos fueron progresivamente desplazando a nuestras instintivas predisposiciones, no porque los individuos llegaran a constatar racionalmente el carácter favorable de sus decisiones, sino porque fueron capaces de crear un orden de eficacia superior –hasta entonces por nadie imaginado– a cuyo amparo un mejor ensamblaje de los diversos comportamientos permitió finalmente –aun cuando ninguno de los actores lo advirtiera– potenciar la expansión demográfica del grupo en cuestión, en detrimento de los restantes.”