Un análisis de la formación y evolución del pensamiento de Milton Friedman. El camino al monetarismo

Es un comentario a un libro sobre el tema MILTON FRIEDMAN AND THE ROAD TO MONETARISM: A REVIEW ESSAY por George S. Tavlas del Bank of Greece and the Hoover Institution, Stanford University: https://www.bankofgreece.gr/Publications/Paper2022307.pdf

“El objetivo del libro de dos volúmenes de Ed Nelson, Milton Friedman y el debate económico en los Estados Unidos, 1932-1972, es proporcionar una descripción de las opiniones de Friedman en los principales debates de política monetaria durante el período identificado en el título del libro. Nelson cuenta la historia del desarrollo del marco monetario de Friedman, desde sus orígenes keynesianos a principios de la década de 1940, hasta su absorción gradual de factores monetarios a fines de la década de 1940 y, finalmente, hasta su carácter monetarista de la década de 1950 y después, a través de las ventanas de un debate de selección que comprometió a Friedman. Al mismo tiempo, Nelson ubica las contribuciones monetarias de Friedman dentro del contexto de la literatura macroeconómica moderna. En este ensayo, considero cuestiones doctrinales relacionadas con el relato de Nelson sobre el desarrollo del marco monetarista de Friedman.”

Socialismo gremial: ¿parecido al peronismo? Termina centralizando sin ningún «control obrero»

“Guild socialism” o socialismo gremial fue una corriente dentro de las otras socialistas que en buena medida podríamos asimilar con el peronismo, aunque ambos están lejos de ser una alternativa “libertaria y democrática”, como dice el autor, al socialismo fabiano o soviético. Lo trata Geoffrey M Hodgson, de Loughborough University London en un artículo titulado “The institutional impossibility of guild socialism”; Cambridge Journal of Economics, Volume 47, Issue 1, January 2023, Pages 21–43, https://doi.org/10.1093/cje/beac057

El socialismo gremial se desarrolló en el período 1906-1925. Se ha presentado como una alternativa «libertaria» y «democrática» al socialismo estatista de los fabianos y el bloque soviético. Este artículo describe las características básicas del socialismo gremial, particularmente en la versión más influyente de G. D. H. Cole. Los socialistas gremiales querían minimizar los mercados y dar a los órganos administrativos superiores el derecho de imponer precios en casos de disputa. Se argumenta aquí que, a pesar de las intenciones de sus defensores, el socialismo gremial tiene una fuerte dinámica centralizadora que socavaría sus aspiraciones definitorias de “control obrero”. Esta dinámica centralizadora permanecerá mientras se niegue a los gremios la autonomía legal, la propiedad (cooperativa) de sus medios de producción y su derecho general a negociar los precios de sus productos e insumos con compradores y vendedores. Esta capacidad disminuida para el ajuste local, con una posible derivación hacia arriba de decisiones y poderes cruciales, aumentaría las cargas de información y tareas de los órganos administrativos superiores. Gran parte de la literatura previa sobre el socialismo gremial ha pasado por alto estos problemas. Se debe prestar atención a las relaciones de poder legales, así como de otro tipo, en el análisis de los sistemas económicos reales o propuestos.”

Las causas de los ciclos económicos: Hayek las presenta en la London School of Economics. También Huerta de Soto y Garrison

Con los alumnos de la materia Escuela Austriaca y Economía Institucional de UCEMA vemos ahora uno de los temas más polémicos en la teoría económica macro: los ciclos económicos. En este caso analizamos la llamada Teoría Austriaca del Ciclo Económico en base a la lectura de alguno de estos textos:  

 

  1. Hayek F.; Precios y Producción; Cap 1:  

Este es el primer capítulo del libro de ese nombre que trae las conferencias que Hayek dictara en la London School of Economics en 1931. La importancia del tema resulta evidente en ese momento cuando se profundizaba la mayor crisis económica mundial del siglo XX. También es parte del llamado «Debate Hayek- Keynes», sobre los orígenes de los ciclos y su solución.  

  1. Hayek F.; “El flujo de bienes y servicios” https://www.eseade.edu.ar/wp-content/uploads/2016/08/HAYEK.pdf  

También es el resultado de una conferencia de Hayek en la LSE, pero esta vez 50 años después, en 1981 

Y aquí la visión sobre esta teoría por parte de dos destacados economistas de la Escuela:  

  1. Jesús Huerta de Soto; «La teoría austriaca del ciclo económico»: https://repositorio.uam.es/bitstream/handle/10486/5811/35926_5.pdf  
  1. Roger Garrison; “Ciclos económicos, el enfoque austriaco»; https://www.eseade.edu.ar/wp-content/uploads/2016/08/Garrison_Ciclos-Economicos.pdf 

El Jefe de asesores de Alberto Fernández se cuelga de cualquier teoría a mano para evadir responsabilidad por la inflación

La economía estudia fenómenos que son complejos. Muchas veces procedemos a desarrollar simplificaciones ya que resulta difícil o imposible tomar en cuenta todos los factores en juego. Algo así sucede con la inflación y la ya vieja y comprobada teoría de que se origina en un aumento de la oferta monetaria más allá de su demanda. Este complejo fenómeno fue simplificado por la conocida teoría cuantitativa del dinero en una simple ecuación (M x V = P x T) y ésta a su vez más aún para resaltar la correlación entre cantidad de dinero y aumento de los precios. Claro, como es una extrema simplificación se escapan ciertas circunstancias, y hay quienes piensan que eso descalifica a la teoría en general. No es solamente la relación entre moneda (M) y precios (P), también se mueve V (o demanda de dinero) y se puede mover T por otras circunstancias (la pandemia, por ejemplo); y además (precios) no se mueven todos en la misma dirección y a la misma velocidad. Todo eso complica el análisis, pero no invalida la enseñanza básica y ya más que centenaria del impacto de la oferta de dinero en los precios.

Pero esas dificultades llevan a algunos a buscar otras causas y abandonan así estas teorías ya recontra demostradas en un intento fútil de reinventar la rueda. Esto viene ahora de la mano de un paper titulado “Inflation is Conflict: por Guido Lorenzoni (University of Chicago Booth School of Business) e Ivan Werning (MIT): https://economics.mit.edu/sites/default/files/inline-files/conflict%20inflation_0.pdf

Lo peor de todo esto es que, aunque no sea la intención de los autores, termina alimentando las horribles políticas locales basadas en la idea de que la inflación es multicausal, fruta de la puja redistributiva, todo para negar o minimizar que tiene que ver con el gasto público, el déficit fiscal y la emisión monetaria. El Jefe de Asesores del presidente Alberto Fernández ya comenzó a colgarse de este trabajo para evadir las responsabilidad que su gobierno tiene sobre la inflación.

Aquí va su resumen:

“Este documento aísla el papel del conflicto o desacuerdo sobre la inflación de dos maneras. En la primera parte del artículo, presentamos un modelo estilizado, alejado deliberadamente de los modelos macro tradicionales. La inflación surge a pesar de la ausencia total de dinero, crédito, tasas de interés, producción y empleo. La inflación se debe al conflicto, no puede explicarse por la política monetaria o las desviaciones de una tasa natural de producción o empleo. En contraste, la segunda parte del documento desarrolla un marco flexible que anida muchos modelos macroeconómicos tradicionales. Incluimos tanto bienes como mano de obra para estudiar la interacción de la inflación de precios y salarios. Nuestros principales resultados proporcionan una descomposición de la inflación en inflación de “ajuste” e inflación de “conflicto”, destacando la naturaleza esencial de esta última. El conflicto debe verse como la causa próxima de la inflación, alimentada por otras causas profundas. Nuestro marco se asienta sobre un amplio conjunto de modelos particulares que pueden endogenizar el conflicto.”

Los vemos y escuchamos algo: ¿estamos viendo y escuchando lo mismo? ¿cómo saberlo?

Los dos estamos observando o escuchando algo, ¿cómo sabemos si estamos observando o escuchando lo mismo? ¿no será que hay diferencias, aunque sean muy pequeñas? Es lo que trata este artículo de la revista Mind: “How Common Knowledge Is Possible”, de Daniel Immerman; Mind, Volume 131, Issue 523, July 2022, Pages 935–948, https://doi.org/10.1093/mind/fzaa090

“Los dos conocemos comúnmente una proposición en caso de que (i) ambos la conozcamos, (ii) ambos sepamos que ambos la conocemos, (iii) ambos sepamos que ambos sabemos que ambos la conocemos, y así sucesivamente. . En un artículo reciente titulado ‘Conocimiento poco común’, Harvey Lederman (2018) argumenta en contra de la posibilidad del conocimiento común. Su argumento se basa en la afirmación empírica de que existen variaciones individuales menores en la forma en que percibimos las cosas. Esto motiva un principio sobre la percepción: cuando dos personas están percibiendo algo y perceptivamente aparece de cierta manera para uno de ellos, entonces por lo que esa persona sabe, perceptivamente aparece de una manera ligeramente diferente para la otra. En este artículo, desafío el principio de percepción de Lederman y, por lo tanto, su argumento. En particular, sostengo que hay algunas circunstancias en las que las cosas me parecen perceptualmente de cierta manera y, sin embargo, sé que no te parecen perceptualmente de una manera ligeramente diferente. De hecho, sostengo que no sólo hay excepciones al principio perceptivo, sino que están muy extendidas.”

¿La libertad económica mejora los ingresos de los más pobres? Sí: un estudio sobre Canadá

¿La libertad económica mejora los ingresos de los más pobres? Es una pregunta decisiva para muchos, para valorar o rechazar la libertad económica. Este artículo presenta una investigación que se hizo sobre el tema: “Economic freedom improves income mobility: evidence from Canadian provinces, 1982–2018”, por James Dean, de West Virginia University y Vincent Geloso, de George Mason University.

Journal of Institutional Economics , Volume 18 , Issue 5 , October 2022 , pp. 807 – 826: DOI: https://doi.org/10.1017/S1744137421000850

“La libertad económica está sólidamente asociada con el crecimiento de los ingresos, pero ¿se extiende esta asociación a los más pobres de una sociedad? En este documento, empleamos cohortes longitudinales de movilidad de ingresos de Canadá entre 1982 y 2018 para responder a esta pregunta. Encontramos que la libertad económica, medida por el índice de Libertad Económica de América del Norte (EFNA) del Fraser Institute, se asocia positivamente con múltiples medidas de movilidad de ingresos para las personas en los deciles de ingresos más bajos, que incluyen (a) ganancias absolutas de ingresos; (b) el porcentaje de personas con ingresos crecientes; y (c) movilidad decil promedio. Para la población en general, la libertad económica tiene efectos más débiles.”

El impacto de la Escuela de Chicago en la economía comentado por un «padre» de los «boys»

Una forma de medir el impacto de la Escuela de Chicago en la economía es la cantidad de premios Nobel que recibieron sus profesores. Sebastian Edwards conversa con Arnold Harberger sobre ese impacto en este artículo:

Harberger, Arnold C.; Edwards, Sebastian (2021) : “The Department of Economics at the University of Chicago, 1947–1982”, New Working Paper Series, No. 307, University of Chicago Booth School of Business, Stigler Center for the Study of the Economy and the State, Chicago, IL This Version is available at: http://hdl.handle.net/10419/262709

Y concluye así:

“Una clara ventaja fue que, entre los departamentos principales, era más pequeño; era sólo la mitad, o menos, que Harvard y Yale. Por lo tanto, casi todos los profesores de Chicago no eran supernumerarios, todos eran importantes en su propio campo. La variedad que teníamos, desde Milton, Harry Johnson, Bob Mundell, T.W. Schultz, John U. Nef, Jim Heckman. Todo el mundo era una verdadera persona líder. Debido al tamaño, la cantidad de personas responsables de un campo era pequeña y eso nos permitió, por ejemplo, tener a Harry Johnson y Mundell en el internacional, al mismo tiempo. Entonces, fue un gran Departamento. Ahora bien, nuestro pequeño tamaño tenía que ver con el hecho de que la Universidad de Chicago no tenía la gran masa de estudiantes universitarios que tenían otras escuelas. Al final, creo que volvemos a mis tres puntos discutidos anteriormente. La Escuela de Chicago trataba sobre la conexión entre la teoría y el análisis aplicado. Siempre pruebe las implicaciones de la teoría, confronte los datos con las predicciones y hágalo una y otra vez. Tome en serio tanto la teoría como los datos.”

El papel de las instituciones en la economía, las ideologías y la evolución de las sociedades

Con los alumnos de Historia del Pensamiento Económico y Social, de UCEMA, vemos a Douglass North  quien, como otros autores que hemos visto en la materia, enfatiza el papel que cumplen las ideas en la evolución de las sociedades. De su artículo “Instituciones, Ideología y Desempeño Económico”:

“Las ideologías subyacen las estructuras que poseen los individuos para explicar el mundo que los rodea. Las ideologías contienen un elemento normativo esencial; es decir, explican tanto cómo es el mundo y cómo debiera ser. Mientras que los modelos subjetivos suelen ser una combinación de creencias, dogmas, teorías cuerdas y mitos, usualmente contienen también elementos de una estructura organizada que los hacen mecanismos económicos para recibir e interpretar información.

La ideología no juega un papel en la teoría económica neoclásica. Los modelos racionales asumen que los actores poseen modelos correctos para interpretar el mundo que los rodea o para recibir información que los llevará a revisar y corregir sus modelos incorrectos. Quienes no se adapten fracasarán en los mercados competitivos que caracterizan a las sociedades. Uno de los temas importantes es la información que reciben los individuos acerca de sus modelos subjetivos, lo cual los llevará a ponerlos al día. Si la racionalidad instrumental de la teoría económica fuese correcta, anticiparíamos que las teorías falsas serían descartadas, y en cuanto a que la maximización de la riqueza es una característica del comportamiento humano, podríamos decir que el crecimiento sería característico en toda economía. Con un horizonte lo suficientemente lejano, puede ser que esto sea correcto, pero luego de 10,000 años de historia económica humana seguimos lejos de un crecimiento económico universal. El hecho simple es que no poseemos la información para poner al día nuestras teorías subjetivas y llegar a una sola teoría verídica; consecuentemente, no hay un equilibrio que se obtenga como producto. Al contrario, lo que existen son varios equilibrios que nos llevan en varias direcciones, incluida la estagnación y el decrecimiento de las economías. La ideología importa, pero ¿de dónde vienen los modelos subjetivos de los individuos, y cómo se alteran?

Los modelos subjetivos que las personas utilizan para descifrar el ambiente son en parte una consecuencia del crecimiento y de la transmisión del conocimiento científico, y en parte de la herencia cultural de cada sociedad. En la medida en que la primera forma de conocimiento (científico) determine las decisiones, un enfoque racional e instrumental es la mejor manera de analizar el desempeño económico, pero la gente siempre ha acudido a mitos, tabúes, religiones, y otras formas de herencia cultural para explicar su ambiente. La cultura es más que una mezcla de distintas formas de conocimiento; está cargada de valores y estándares de comportamiento que han evolucionado para resolver problemas de intercambio, ya sea éste social, político o económico. En toda sociedad evoluciona una estructura informal para estructurar la interacción humana. Esta estructura es el “inventario de capital” básico que define la cultura de una sociedad; es decir, que la cultura provee un orden conceptual basado en el idioma para codificar e interpretar la información que los sentidos le presentan al cerebro. Como resultado, la cultura no sólo juega un papel en formar las reglas formales sino también está por debajo de los frenos informales que son parte de las instituciones.

Las construcciones ideológicas que los individuos poseen para explicar su ambiente cambian. Estas construcciones son claramente influenciadas por los cambios fundamentales en los precios relativos, lo cual resulta en una inconsistencia persistente entre los resultados percibidos y los resultados predichos por los modelos subjetivos que poseen los individuos. Pero eso no es todo. Las ideas importan; la combinación de cambios generados en precios relativos filtrada a través de las ideas condicionadas culturalmente es la responsable de que los modelos subjetivos evolucionen.”

Juan Bautista Alberdi sobre el gasto público y su objeto

Con los alumnos de la  UBA Derecho vemos a Juan Bautista Alberdi en el Sistema Económico y Rentístico, sobre el “consumo”. En verdad, está hablando sobre el gasto. Trata en dos páginas el consumo privado, para luego pasar de lleno a analizar el gasto público. Así comienza:

“PRINCIPIOS GENERALES DE LA CONSTITUCION EN MATERIA DE CONSUMOS

La riqueza, tan penosamente elaborada por el hombre con el sudor de su frente, tiene por objeto y fin satisfacer las necesidades de su ser. Esta aplicación a su destino natural recibe en la economía el nombre de consumo. Según esto, consumir la riqueza, es ejercer el derecho más precioso que tenga el hombre a su respecto, porque no es más que alimentar y desenvolver su existencia física y moral. La Constitución Argentina no podía dejar sin garantías especiales este derecho esencial del hombre en sociedad.

Pero esas garantías residen en los mismos principios que la Constitución asegura en favor de la producción y distribución de la riqueza. Esos principios son siempre la libertad, igualdad, propiedad y seguridad, que hemos visto al frente de las funciones económicas de la producción y distribución. En la Constitución argentina, como en el orden natural de los hechos económicos de que esa Constitución es expresión fiel, esas garantías acompañan a la riqueza desde que se produce hasta que desaparece en servicio de las necesidades del hombre. -Libertad en los consumos, como en la pro-ducción y distribución de las riquezas: he aquí el sistema de la Constitución argentina, que no es más que la sanción de las leyes naturales que rigen el fenómeno de los consumos.

En efecto, en el consumo, lo mismo que en su producción y distribución, la riqueza tiene leyes de conservación y desarrollo que le son propias, y que el hombre conoce y observa por el instinto de su conservación misma. – Ese instinto le enseña a consumir sin empobrecer, lo cual constituye la economía, que no es sino el juicio en los gastos. De modo que el arte de gastar forma parte del arte de enriquecer, y parte tan esencial, que ha dado su nombre a toda la ciencia de la riqueza, que se deja llamar economía. – Así también la política económica, es decir, la política de los gastos y consumos, el sistema de rentas, viene a ser tan importante ramo de la ciencia de la riqueza, que el vulgo tiene disculpa, aunque no razón, para confundirla con el plan de hacienda o riqueza fiscal.

Si el hombre sabe gastar por el mismo instinto de conservación que le enseña a producir y enriquecer, ¿qué apoyo exige de la ley a este respecto? – En el gasto privado, el de su abstención completa; un apoyo negativo que no le estorbe, que no le restrinja su libertad de gastar o consumir, de que su juicio propio y el instinto de su conservación son los mejores legisladores. En el gasto público, todo el apoyo que exige de la ley, es que ella intervenga sólo para impedir que se distraiga de su verdadero destino, que es el bien general; para impedir que exceda este objeto, y para cuidar que el impuesto levantado para sufragarlo no atropelle la libertad, ni esterilice la riqueza.

Tal es el sistema que la Constitución argentina establece en favor de la riqueza por sus disposiciones relativas a su consumo, función tan esencial al progreso y desarrollo de aquélla.”

Un debate de fundamental importancia, la provisión de «bienes públicos»: ¿por el Estado o por el mercado?

Con los alumnos de UCEMA, Historia del Pensamiento Económico y Social, vemos a Samuelson y a Coase en un debate central. Es sobre los faros, pero en verdad sobre los bienes públicos y el papel del Estado.

En cuanto a la provisión de bienes públicos, la respuesta casi inmediata es que deben ser provistos por el Estado, ya que el mercado sería incapaz de hacerlo. El caso típico, presentado por distintos economistas, es el de un faro, en relación con el cual la imposibilidad de excluir a quien no pague, una vez que la luz es emitida, daría como resultado una conducta de free rider, que trataría  de evitar el pago, dado que es imposible evitar que vea la señal de todas formas. El ejemplo aparece en John Stuart Mill, Henry Sidgwick y Alfred C. Pigou, con ese mismo argumento de la “no exclusión”, y reaparece en Paul Samuelson con otro adicional, según el cual no tendría sentido excluir a los que no pagan, ya que no hay congestionamiento en el servicio; es decir, no hay ningún costo extra, si un barco más observa la señal del faro para guiarse. En este caso no solamente sería improbable que el sector privado proveyera los faros, sino que, de poder hacerlo, no sería conveniente, ya que cada barco desincentivado para navegar por dichas aguas debido al pago del peaje por los servicios del faro, representaría una pérdida económica social

Conocida es la respuesta de Coase (1974) a este ejemplo, después de estudiar la historia de los faros en Inglaterra y demostrando que durante varios siglos fueron financiados y administrados por los dueños de barcos y emprendedores privados. Durante varios siglos, en Gran Bretaña, los faros fueron construidos y mantenidos por Trinity House (Inglaterra y Gales), los Comisionados de Faros del Norte (Escocia) y los Comisionados de Faros en Irlanda, cuyo presupuesto provenía del Fondo General de Faros, formado a su vez por los cargos que pagaban los armadores de buques. Esto en cuanto se refiere a los faros que ayudaban a la navegación general, ya que los faros de tipo “local” eran financiados por los puertos, que recuperaban los gastos en que incurrían mediante los cargos que hacían a quienes los utilizaban.

Había pocos faros antes del siglo XVII. Trinity House era una institución que evolucionó desde un gremio de navegantes en la Edad Media, que en 1566 obtuvo el derecho a proveer y regular las ayudas a la navegación, que incluyen, además de los faros, boyas, balizas y otras marcas.

Coase (p. 360) sostiene que “a comienzos del siglo diecisiete, Trinity House estableció faros en Caister y Lowestoft. Pero no fue sino hasta fines de ese siglo que construyó otro. Entretanto la construcción de faros había sido realizada por individuos particulares. De 1610 a 1675 Trinity House no construyó ningún faro nuevo. Por lo menos diez fueron construidos por individuos particulares”. Trinity House se oponía a estas iniciativas privadas, pero los particulares evitaban el incumplimiento del control de tal organización obteniendo una patente de la Corona, que les permitía construir el faro y cobrar el peaje a los barcos que supuestamente se beneficiaban del mismo.

La intervención de la “Corona” y el cobro de un “peaje” parece indicar la participación estatal, por más que el faro fuera construido por algún particular. Es decir: se necesitaría el poder estatal para tener la posibilidad de cobrar peajes, en forma coercitiva, a los barcos que transitaran por tal ruta marítima. Pero no era este el caso. Coase subraya que el particular presentaba una petición de los armadores y operadores de buques sobre la necesidad del faro, el beneficio que obtendrían con él y su voluntad para pagar el peaje, por lo que se trataba de una operación voluntaria y el Estado participaba simplemente porque se había adueñado de la autoridad para erigirlos, ya que el acuerdo entre armadores y operadores y el particular se podría haber realizado de todas formas, sin seguir obligatoriamente ese camino, pues los primeros aceptaban voluntariamente el pago y no actuaban como free riders.

He aquí un tema importante, ya que, según la teoría de los bienes públicos de Mill/Sigdwick/Pigou/Samuelson, todos buscarían su beneficio inmediato, consistente en no tener que pagar dicho peaje, sabiendo que, una vez que el faro estuviera allí, no podrían excluirlos de su uso, y que, actuando todos de esa forma, el cobro del peaje y la provisión privada serían imposibles. Sin embargo, esto no ocurría; evidentemente había otros elementos que llevaban a una conducta diferente, entre los cuales podemos destacar dos: un sentido de cooperación entre los armadores, aunque fueran competidores entre sí, o que no se le diera importancia al hecho de que algunos pasarían por allí y recibirían el servicio gratuitamente.

Buscando algún ejemplo más cercano en el tiempo y el espacio, ya vimos que los residentes de Buenos Aires no tienen que ir más lejos del río junto al que se asienta su ciudad. Allí, en el canal por el que el río Luján desemboca en el Río de la Plata, hay una serie de boyas con la inscripción “UNEN” y una numeración. Esta sigla significa “Unión Nacional de Entidades Náuticas”, que reúne a los distintos clubes náuticos privados. La provisión de esta señalización proviene de aportes voluntarios privados, que realizan estos clubes, y en definitiva de las cuotas sociales que pagan sus socios. No parece que estos actúen como free riders e incluso, si algún barco pasa por allí y no pertenece a ninguno de esos clubes, ello no constituye impedimento para que los demás se organicen, y provean y mantengan este sistema de señales. Y no solo eso: los mismos clubes tienen en sus entradas sobre la costa balizas rojas y verdes, con el obvio fin de ayudar a sus socios en la maniobra de entrada y salida, pero brindando también un servicio gratuito a quienes pasan por allí. Nuevamente, la existencia de estos free riders no frena o limita la provisión de tales servicios.

¿Habría más señales de ese tipo, si pudiera cobrar a esos free riders? Depende de con qué se lo compare: si es con una supuesta condición ideal, parecería que sí, y en tal caso esa comparación daría como resultado una “falla” del mercado, pero Coase y Demsetz (en Cowen, pp. 107-120) denominan a esto “el enfoque Nirvana”: es decir, algo así como comparar las imperfecciones de este mundo con el ideal del Paraíso, dado que lo que corresponde es comparar arreglos institucionales alternativos; en este caso, esta provisión voluntaria privada, con una posible provisión estatal. En el caso de las boyas UNEN mencionadas, su misma existencia es una demostración del “fracaso de la provisión estatal”, ya que los clubes lo han hecho ante la inacción pública al respecto.

Comenta Coase una historia de notable espíritu emprendedor, relacionada con el famoso faro de Eddystone, erigido en un peñasco, a veinte kilómetros de Plymouth. El Almirantazgo británico recibió un pedido para construir un faro y Trinity House consideró que era imposible; pero en 1692 el emprendedor Walter Whitfield hizo un acuerdo con Trinity House, por el que se comprometía a construirlo y a compartir las ganancias. Nunca llegó a construirlo, pero sus derechos fueron transferidos a Henry Winstanley, que negoció un acuerdo mejor: recibiría todas las ganancias durante los primeros cinco años y luego los repartiría en partes iguales con Trinity House, durante otros cincuenta años. Construyó primero una torre y luego la reemplazó por otra, cuya conclusión tuvo lugar en 1699, pero una gran tormenta lo destruyó en 1703, cobrándose la vida de Winstanley y de algunos de sus trabajadores. Dice Coase (p. 364): “Si la construcción de faros hubiera quedado solamente en manos de hombres motivados por el interés público, Eddystone hubiera permanecido sin faro por largo tiempo. Pero la perspectiva de ganancias privadas asomó nuevamente su horrible cara”.

Otros dos emprendedores, Lovett y Rudyerd, decidieron construirlo de nuevo, y el acuerdo se pactó en mejores términos: una concesión por noventa y nueve años, con una renta anual de cien libras y el cien por cien de las ganancias para los constructores. El nuevo faro se completó en 1709 y operó hasta 1755, cuando fue destruido por un incendio. La concesión, que tenía todavía unos cincuenta años por delante, había pasado a otras manos y los nuevos propietarios decidieron construirlo nuevamente, para lo que contrataron al mejor ingeniero de esos tiempos, John Smeaton, que completó una nueva estructura de piedra en 1759, que se mantuvo operando hasta 1882, cuando fue reemplazado por una estructura nueva, elaborada por Trinity House.

Según Coase, un informe del Comité de faros de 1834 reporta la existencia de cuarenta y dos faros en manos de Trinity House, tres concesionados por ella a individuos, siete concesionados por la Corona a individuos particulares, cuatro en manos de propietarios según distintos permisos, un total de cincuenta y seis, de los cuales catorce estaban en manos privadas, amparados por distintos acuerdos de propiedad. Trinity House, recelosa de la competencia, y argumentando que bajo su égida los peajes serían más bajos, terminó consiguiendo el monopolio de los faros y todos quedaron bajo su órbita.

En una respuesta directa a Mill, Sidgwick, Pigou y Samuelson, Coase concluye: “… los economistas no deberían utilizar los faros como un ejemplo de servicio que puede ser provisto solamente por el Estado. Pero en este trabajo no se intenta resolver la cuestión de cómo debería organizarse y financiarse el servicio de faros. Eso deberá esperar estudios más detallados. Entretanto, los economistas que deseen señalar un servicio como mejor provisto por el Estado, deberían utilizar un ejemplo que tenga más fundamento” .UCE