Los problemas del estatismo y la política: en distinta medida, pero tanto en la URSS como en USA

Muchos creen que las imperfecciones que puedan existir en las relaciones voluntarias entre las personas (esto descarta entonces el uso de la fuerza como el asesinato, el robo o el fraude), las solucionará la política. David Boaz nos cuenta en su libro porqué la política fracasa, analizando el caso de los Estados Unidos: http://www.cato.org/libertarianmind

“El problema real en los Estados Unidos es el mismo que en el resto del mundo: demasiado gobierno. Cuanto más grande es, mayor es su fracaso; por eso el socialismo de estado ha sido el fracaso más obvio. Como advirtieran los libertarios durante el siglo pasado, el socialismo y otros intentos de reemplazar las decisiones individuales por las gubernamentales desplazaron la libertad y la dignidad del individuo –el objetivo por el cual tanto se había luchado en Occidente. El socialismo se encontró con problemas políticos y económicos insuperables:

  • El problema totalitario, que esa concentración de poder convirtió en una irresistible tentación de abuso
  • El problema de incentivos, la falta de aliento para que los individuos trabajen dura y eficientemente
  • El menos comprendido, el problema del cálculo, la incapacidad del sistema socialista, sin precios ni mercados, de asignar recursos según las preferencias de los consumidores.

Durante décadas los economistas libertarios como F. A. Hayek y Ludwig von Mises insistieron que el socialismo simplemente no podía funcionar, no podía utilizar efectivamente todos los recursos y conocimientos de una sociedad extensa para servir a los consumidores. Y durante décadas los socialdemócratas en Occidente desestimaron esas conclusiones, argumentando no ya que el comunismo soviético sobrevivía, sino que su economía crecía más rápido que Occidente.

Los socialdemócratas se equivocaron. Aunque la torpe economía soviética podía producir grandes cantidades de acero de baja calidad y cemento, practicaba lo que el filósofo húngaro Michael Polanyi llamaba ‘producción conspicua’, e incluso pudo enviar un hombre al espacio, pero nunca pudo producir lo que los consumidores querían. A fines de los 1980s la economía soviética no era dos tercios de la economía norteamericana como estimaba la CIA; ni hacía uso total de su mano de obra como decía el economista de Harvard John Kenneth Galbraith; y no era una poderosa máquina de crecimiento como le dijo a generaciones el libro de texto del Nobel de Economía Paul Samuelson. Era, en verdad, alrededor de un 10% de la economía norteamericana y, en tanto estas cosas tan diversas pueden compararse, hacía un muy ineficiente uso de la educada mano de obra soviética. Ya era un fracaso de la era industrial, y un dinosaurio de la era digital, un hecho obvio para cualquiera que visitara la URSS, salvo los intelectuales occidentales.

La intervención del gobierno en la sociedad y los mercados de Estados Unidos sufre los mismos problemas, aunque en forma más débil. El poder siempre corrompe, y el poder del gobierno de decirle a la gente cómo vivir sus vidas o para transferir dinero de quienes producen a otros es siempre una tentación para la corrupción. Los impuestos y las regulaciones reducen los incentivos de la gente para producir riqueza, y los programas sociales del gobierno reducen el incentivo a trabajar, a ahorrar, y a ayudar a la familia y los amigos en caso de necesidad, discapacidad o retiro. Y aunque los burócratas norteamericanos no cometen los burdos errores de los planificadores socialistas, resulta claro que las empresas estatales son menos eficientes, menos innovadoras, y más gastadoras que las privadas. Tan sólo comparemos el Correo con Federal Express. O la capacidad de arreglar problemas de American Express y el IRS. O comparemos las viviendas privadas y las viviendas públicas. Quienes no tienen propiedad no se preocupan como los propietarios; quienes no tienen su propio dinero invertido en la empresa y no recibirán dividendos de su éxito nunca van a innovar, ni servir a los clientes, ni reducir costos como los emprendedores.

En su libro “La Sociedad Opulenta”, Galbraith observó la ‘opulencia privada y la miseria pública’; esto es, una sociedad donde los recursos que son privados están generalmente limpios, son eficientes, están bien mantenidos, mejoran en calidad; mientras que los espacios públicos son sucios, superpoblados, inseguros y concluyó, curiosamente, que había que trasladar más recursos al sector público. Este libro sugiere una conclusión diferente: que como los bienes y servicios producidos en el mercado competitivo tienen más probabilidades de serlo más eficientemente y con más atención a las demandas de los consumidores que los producidos por el gobierno, deberíamos mantener la mayor parte de nuestras vidas fuera del control del gobierno.”

6 pensamientos en “Los problemas del estatismo y la política: en distinta medida, pero tanto en la URSS como en USA

  1. La nota abarca temas muy importantes para la discusión eterna de mercado versus política. Creo, sin embargo, que si bien los ejemplos históricos remarcados de fracaso de intervencionismo estatal no tienen por qué dar de plano con que toda intervención estatal es mala, ineficiente, negativa. Existen muchas razones por las cuales no todas las personas son iguales ni nacen con las mismas oportunidades para acceder a resultados similares de éxito laboral, económico o educativo. El Estado debe ser un actor presente para igualar oportunidades. Aún así, debe estar limitado y administrado de la manera más eficiente posible con funcionarios idóneos y leyes claras que sean obedecidas en primer lugar por las máximas autoridades de cada poder del Estado, y de allí para abajo y en toda la sociedad. Con una cultura de obediencia a la ley, habrá leyes más justas y eficientes, y eso llevará a que las intervenciones que necesariamente deba hacer el Estado en el mercado cuando este no pueda resolver sus problemas de manera solitaria sean limitadas a casos especiales, como excepción y no como regla. En un punto medio estoy de acuerdo con las declaraciones de este artículo. Pero no concuerdo con el extremismo de que todo lo que el Estado haga es a priori negativo, y tampoco con que la intervención estatal debe ser regla o, menos aún, que debe ser total por sobre el mercado.

  2. La política fracasa debido a que los políticos prometen utopías e insisten en que si se ponen en marcha sus programas, viviremos en un mundo ideal. También entra la dicotomia de quien debe tomar las decisiones,si el gobierno o los individuos. Para el liberal, son los individuos los únicos que toman decisiones y son responsables de sus actos. Es la mente individual la que toma la decisión en última instancia. El individuo tiene derechos que le son inherentes a su naturaleza, y el orden espontáneo de la sociedad es resultado de tantos individuos que interactúan e intentan buscar sus propios beneficios a través de la cooperación con otros, casi siempre con resultados mejores que las que toma el legislador. Sólo en el capitalismo reinan la información y la competencia como en ninguna otra parte.

  3. Leyendo el articulo y relacionandolo con la introducción al texto Sistema económico y rentístico de la confederación argentina se ensancha la figura de Alberdi que ya en 1854 planteaba ideas que se discuten en la actualidad en el sentido de que la regulaciones reducen los incentivos de la gente, entre otros planteos. Transcribo un pasaje interesante «¿que auxilio exige de la ley el productor en la distribución de los provechos?…la más completa libertad del hombre: la abstención de la ley en regular el provecho, que obedece en su distribución a la justicia acordada libremente por la voluntad de cada uno»

  4. No hay duda de la importancia y la trascendencia de la inciativa del sector privado en la economia de un pais y mas aun en cuanto a los avances tecnologicos que nos simplifican las infinitas necesidades. Hablar de opulencia privada y miseria publica seria ser un tanto extremo, aunque si es cierto que hoy en dia no podriamos vivir en una economia socialista. creo que el desafio mas importante de la politica es generar un equilibrio entre las regulaciones y los incentivos al sector privado para el crecimiento de una Nacion, un concepto ya casi olvidado. En fin, tambien es cierto que hubo miserias privadas en nuestro pais y lo mas importante, remarcar que un factor decisivo en la economia y la politica es nuestra cultura.

  5. Nunca me dejo de parecer macabramente irónica la fascinación que tienen los sectores de izquierda (autoproclamados defensores de las clases oprimidas) con la entronización de la URSS y la China maoísta: regímenes culpables de los mayores genocidios de la historia (si, incluso peores que el Holocausto), creadores de incontables campos de trabajo forzado y responsables de hambrunas devastadoras (el Holodomor y el «Gran Paso Adelante» de Mao).

    Mas alla de eso, es interesante la discusión planteada en este texto. Yo personalmente sé muy poco de economía pero parecería que por alguna razón la sociedad todavía no da por muerto los ideales socialistas. Todo lo contrario: los estados escandinavos, frecuentemente citados al hablar sobre gobiernos «utópicos» parecen haber conciliado el susodicho pensamiento con el capitalismo.

    Al mismo tiempo, parecería que Estados Unidos, considerado un campeón del capitalismo, se encamina cada vez mas hacia recetas «de izquierda», con la protección a su industria, una IRS persecutoria y el reciente «Obamacare».

  6. Respecto al estatismo y la política podemos decir que son dos de los problemas más acuciantes de la economía, incluyendo la baja credibilidad de las autoridades.
    Steven Hayward describe en su libro La Era de Reagan: la caída del antiguo orden liberal 1964-1980, el contexto político de Estados Unidos iniciado a mediados de los años sesenta. Dicho autor me muy claro respecto a este tema, dado que expone cómo una nación conocida tradicionalmente por su visión de un Estado limitado y valores conservadores, se convirtió en una sociedad donde el Estado adquiría un papel más importante en la vida de los ciudadanos.

    A raíz de este cambio en los valores políticos, según el autor, surgió el concepto de la Gran Sociedad acuñado por el presidente Lyndon B. Johnson, quien impulsó la famosa Guerra contra la Pobreza, un conjunto de políticas públicas del Gobierno federal, que tenían como objetivo erradicar la pobreza en el país.

    Hayward argumenta que dichas iniciativas fueron un fracaso precisamente por basarse en el supuesto que el desarrollo económico y político, pueden ser planificados y generados desde arriba, amende esto, considero que este tipo de políticas tuvo varias implicancias positivas como la educación preescolar especial para los niños pobres, capacitación vocacional para quienes habían abandonado la escuela y empleos de servicio comunitario para los jóvenes de los barrios bajos, y por sobre todo la significativa reducción de todas las formas de discriminación racial legal.

    El problema a mi modo de ver el problema no es que el estado ayude, sino que se vaya de un extremo al otro.
    En la actualidad, en América Latina se tiende más hacia la izquierda y esto se nota en la práctica cuando los gobiernos, independientemente de su autoidentificación ideológica, reclaman un aumento en los ingresos del Estado, creación de más instituciones, y buscan regular todas las actividades económicas posibles. Se cree que la solución es incrementar los impuestos, más burocracia y más regulaciones a las actividades privadas.
    La experiencia de Estados Unidos en los años sesenta nos demuestra que los promotores del estatismo, no fue óptima según varios economistas. Estamos hablando de Estados Unidos, un Estado fuerte.
    El resto de Latinoamérica ya lo ha hecho, con casos extremos como Venezuela. Los fracasos del estatismo evidencian que el progreso de un país no es producto de la planificación de los burócratas, ni de la supuesta bondad de los gobernantes, sino que depende de las iniciativas individuales que al sumarse, producen resultados positivos para la sociedad.

    Hayward describía en su libro que la caída de este orden liberal en la década de los ochenta dio paso al liderazgo de Ronald Reagan, quien aseveraba que el Estado era el problema y no la solución.
    Las crisis económicas de Irlanda, Grecia, Portugal, España e Italia, y otras que vendrán, pese a ciertas diferencias, presentan grandes similitudes en origen y hasta de intento de solución. Se puede decir que todas, en el fondo, muestran el mismo perfil: el enfrentamiento entre los gobiernos benefactores (que de anteriores heredan un esquema de desarrollo, engrosado en su turno con propósitos electorales y basado en el crecimiento del aparato burocrático estatal y de los beneficios sociales que este administra y que como propietario gasta a manos llenas en tiempo de bonanza) y el acostumbrado clientelismo de sus electores, ahora frustrados en sus aspiraciones de recibir beneficios tradicionales, y empujados mediante necesarios recortes al espacio que deben retroceder para resolver sus propios problemas.
    Es un asunto de difícil solución por el grave riesgo político que implica para cualquier gobierno que se le enfrente, ya sea con el objetivo de solucionarlo o para ganar tiempo y pasarle la pelota de la debacle a la siguiente administración. Lo cierto es que para las figuras políticas y partidos que lo lleven a cabo, tendrán como colación muy probablemente su fin en las urnas. Reducir el Estado Benefactor y facilitar que buena parte de sus desprendidos atributos de propietario-distribuidor sean asumidos lenta y gradualmente por el ingenio y la iniciativa privada de la sociedad civil, resulta una transición de vastas y estremecedoras proporciones. Como primera consecuencia, miles de funcionarios y empleados del gobierno quedarían a disposición de un mercado laboral ya en crisis.

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