Optimismo vs pesimismo: no podemos tener certidumbre de los resultados, pero son mayormente positivos

Suelo leer regularmente, aunque no todo, el suplemente Ideas del diario La Nación, y suelo encontrar regularmente una visión monótona en sus artículos sobre temas sociales (no veo tanto aquellos sobre arte). Es una visión, digamos ‘políticamente correcta’ que, en buena medida, se contrapone con la línea editorial del diario, más bien liberal/conservadora. Pero claro, siempre se comenta que así es el mundo intelectual y artístico, y así se deja una mitad de la biblioteca de lado.
Por esa razón me llamó mucho la atención encontrar un artículo de Pablo Stefanoni, titulado “Optimismo vs. Pesimismo. La encrucijada global”: http://www.lanacion.com.ar/1979262-optimismo-vs-pesimismo-la-encrucijada-global
Más me llamó la atención cuando comenzó citando algunos autores que, además de, o tal vez por ser optimistas, son muy políticamente incorrectos. Por ejemplo, el profesor de Harvard, Steven Pinker. Dice Stefanoni:
“La mayoría de las personas posiblemente sonrían ante la tesis central del libro Los ángeles que llevamos dentro (2012) -del psicólogo experimental Steven Pinker- acerca de que nuestra época es menos violenta, menos cruel y más pacífica que cualquier período anterior de la existencia humana. Y posiblemente ampliaría su sonrisa al leer las respuestas de este científico en un artículo del diario El País titulado «Las paradojas del progreso: datos para el optimismo». «La gente a lo largo y ancho del mundo es más rica, goza de mayor salud, es más libre, tiene mayor educación, es más pacífica y goza de mayor igualdad que nunca antes», dice Pinker. Es cierto que, desde una perspectiva histórica, los datos están de su parte. Y más aún cuando menciona la «revolución de los derechos», la repugnancia por la violencia infligida a las minorías, las mujeres, los niños, los homosexuales y los animales a lo largo del último medio siglo. Así, respecto de la esperanza de vida, mortalidad infantil, riqueza de las personas, pobreza extrema, analfabetismo, igualdad de género, el capitalismo parecería mejor que cualquier otro sistema previo. Y esto se profundiza si consideramos en el análisis a dos gigantes demográficos: China e India. En el mismo sentido, un artículo del economista francés Nicolas Bouzou en el diario francés Le Figaro convoca a enfrentar el «chaleco de plomo depresivo, antiliberal y nacionalista». Allí envía a quienes piensan que el mundo está peor a «documentarse o tratarse la depresión». La imagen elegida por el editor para ilustrar la nota es sintomática: un robot con una sonrisa en su «rostro».”
También lo cita a Johan Norberg, aunque no su reciente último libro Progress: Ten Reasons to Look Forward to the Future, ya comentado en este blog. Excelente, pensé. Finalmente una visión alternativa en esta sección del diario. Pero, en definitiva, no. Empezando por la ilustración ‘pesimista’ del artículo:

¿Y ante tales noticias positivas? ¿Cuál sería la razón del pesimismo? El mismo Norberg está lejos de ser un ciego y alerta sobre los peligros del futuro. Señala que lo peor que podría ocurrir sería olvidar el enorme progreso alcanzado en estos últimos siglos a partir de las ideas del Iluminismo, la libertad individual y el progreso económico. Dice Stefanoni:
“El «maridaje» entre liberalismo y democracia no es intrínseco. Y la democracia requiere de un cierto entorno igualitario (no sólo económico) y el hecho de que los ricos no puedan decidir por encima del resto. Pero, además, el «proceso de civilización» lleva consigo la posibilidad de regresiones, incluso violentas, procesos de «descivilización», y eso es lo que hoy está sobre la mesa. Esta des-civilización puede operar, no sólo como puro colapso, sino también como descivilizaciones cotidianas. Es cierto que los populistas de derecha mienten -ya se habla de la post-verdad en relación con el fenómeno de Trump- o que gran parte de la izquierda a menudo siente nostalgia por lo que «nunca, jamás, sucedió». Y hoy, frente a la idea de que todo pasado fue mejor, aparece una defensa del capitalismo actual en el sentido de que el mundo «jamás fue tan bueno». Pero si uno de los objetivos del «proceso de la civilización» es lograr certidumbres respecto del futuro, ahí el sistema actual hizo agua.”
Comparto con el autor que han caído las utopías, pero es utópico pretender también que existe una organización social que garantice la certidumbre. Si hay algo que no conocemos es el futuro. Tal vez, donde solamente se la pueda encontrar es en el cementerio. El capitalismo es así: no garantiza certidumbre, pero muestra resultados incomparables. Había más certidumbre en el feudalismo: si nacías campesino, morirías campesino (y bastante rápido). También en el comunismo: te garantizaba una vida mediocre y pobre pero sin sobresaltos, a cambio de todas tus libertades.
No podemos tener certidumbre de los resultados (aunque en su gran mayoría son positivos) y existen amenazas, pero puede ser una de ellas pretender cambiar certidumbre por libertad.

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