Un ejemplo histórico del «anarco-capitalismo»: la organización de los mineros del oro en California

Andrea G. McDowell es historiadora y profesora de derecho en la Facultad de derecho de Seton Hall. Becaria de la Fundación Guggenheim, también ha enseñado en la Universidad de Leiden, la Universidad Johns Hopkins y la Facultad de Derecho de la Universidad de Pensilvania. Antes de convertirse en abogada, McDowell era egiptóloga y autora de tres libros sobre los trabajadores del antiguo Egipto que construyeron las tumbas en el Valle de los Reyes.

Ahora publica un libro sobre el notable “autogobierno” “anárquico” de los mineros del oro en California. Se titula: We the Miners: Self-Government in the California Gold Rush:

https://www.amazon.com/We-Miners-Self-Government-California-Gold/dp/0674248112/ref=sr_1_1?crid=15WTLP3EHFG2D&keywords=Andrea+G.+McDowell%2C+We+the+Miners&qid=1656275893&sprefix=andrea+g.+mcdowell%2C+we+the+miners%2Caps%2C112&sr=8-1

Así es presentado:

“Un relato sorprendente del derecho fronterizo que desafía la imagen del Lejano Oeste. En ausencia de autoridad estatal, los mineros de Gold Rush crearon un gobierno efectivo por parte del pueblo, pero no para todo el pueblo.

Fiebre del oro California era una frontera con esteroides: a 1500 millas del estado más cercano, tenía una población en constante fluctuación y no tenía un gobierno formal. Cien mil hombres solteros llegaron al nuevo territorio desde todos los rincones de la nación con el único objetivo de enriquecerse y luego regresar a casa. Las circunstancias estaban maduras para el caos, pero como muestra Andrea McDowell, esta nueva frontera no era tan salvaje como cabría suponer. Los mineros resultaron ser expertos en autogobierno, lo que provocó un florecimiento de la democracia al estilo estadounidense, con todas sus promesas y deficiencias.

Los estadounidenses en California organizaron y dirigieron reuniones con una eficiencia y atención al detalle que sorprendieron a los observadores extranjeros. Cientos de extraños se reunieron para adoptar códigos mineros, decidir disputas por reclamos, ejecutar proyectos mineros a gran escala y resistir el dominio de empresas financiadas por capital externo. En particular, celebraron juicios penales bajo su propia autoridad. Pero, reflejando las sociedades del este de las que procedían, los hombres de la frontera trazaron los límites de su régimen legal en términos raciales. La mayoría gobernante expulsó a los mineros extranjeros de las excavaciones y permitió que sus compatriotas masacraran a los nativos americanos locales. Y a medida que se consolidó el nuevo estado de California, los mineros se negaron a renunciar a su autoridad autoprovista para dictar reglas y ejecutar a los delincuentes, presagiando las actitudes de no me pises de gran parte del oeste estadounidense contemporáneo.

En We the Miners, Gold Rush California ofrece un caso de prueba bien documentado de autogobierno democrático, que ilustra cómo los hombres de la frontera usaron las reuniones y las reglas del procedimiento parlamentario para tomar el lugar del estado.”

Autogobierno, Crimea, Escocia y James Bond

Me desvío por un momento de las teorías sobre el origen de las instituciones para comentar algo sobre estos temas.

Un artículo en La Nación comenta acerca del próximo plebiscito en Escocia sobre la independencia de este país del Reino Unido. El artículo relata la disputa entre dos James Bond: Sean Connery, quien promueve la independencia de Escocia, y Roger Moore, quien propone mantenerla como parte del Reino Unido.

http://www.lanacion.com.ar/1672331-dos-james-bond-se-enfrentan-por-la-independencia-de-escocia

Sean ConneryRoger Moore

En estos días, también, es noticia un plebiscito en Crimea acerca de la secesión de esa región de Ucrania y su incorporación a Rusia. ¿Cómo considerar estos casos?

En primer lugar, está clara la intención del gobierno ruso de controlar una región sobre la que proyecta un interés militar. También que el argumento expuesto de la existencia allí de ciudadanos de lengua rusa se parece al argumento de Hitler para anexarse Austria o los Sudetes. No son los mismos argumentos que se discuten en el caso de Escocia. Pero veamos por un momento el concepto general.

Un capitulo del libro El Foro y el Bazar trata sobre las limitaciones al poder, como una forma de limitar el oportunismo politico, la discrecionalidad y el abuso de poder. Tal vez tenga que incorporar algo sobre el autogobierno, como una forma en la que las minorías limitan el abuso de las mayorías.

Los escoceses se quieren «autogobernar». No es lo mismo en el caso de Crimea, allí no se quieren autogobernar sino ser parte de Rusia. Pero digamos que el derecho a autogobernarse incluiría también el derecho  a sujetarse a algún otro gobierno existente. Es decir, de la misma forma en que los escoceses quieren tener su propio gobierno podrían los rusos de Crimea querer ser parte de Rusia. ¿Por qué?

Porque al hacerlo se frena la posibilidad de que una mayoría (digamos ingleses en un caso y ucranianos en la otra) abusen de una minoría.

Pero, siguiendo con este mismo principio, una vez separadas Crimea y Escocia, ese principio se aplicaría ahora a otras minorías, esto es, ingleses en Escocia y ucranianos en Crimea. Ellos también tendrían un derecho al autogobierno y a separarse de Escocia y de Rusia. Es más, la aplicación del primer derecho debería incluir la aceptación del Segundo.

La pregunta siguiente seguramente es: ¿hasta dónde llega esto? Podría llegar hasta el nivel individual, pero es bastante probable, por un problema de escala en los servicios comunes, que se llegara hasta los gobiernos locales.

Algo así como ocurriera con los suizos. En época de la Reforma, los cantones decidieron si eran católicos o protestantes, la gente se acomodó en unos u otros (y esto no estuvo exento de problemas, por supuesto), y hasta los bordes pudieron modificarse para acomodar a unos u otros en el canton que preferían.

Pequeños cantones en Crimea podrían ejercer su autogobierno, y decidir si necesitan servicios de tipo «nacional», que podrían «comprar» en Rusia, o en Ucrania, o en la Unión Europea. O no comprar y auto-abastecerse, como Monaco, o Liechtenstein.

Por supuesto, esto está lejos de ser «políticamente posible», pero lo que parece que va a suceder no resuelve el problema y  va a generar otros, que pueden ser aún peores que los actuales.