La relación entre la división del trabajo y las ventajas comparativas. Manuel Ayau en «Un juego que no suma cero»

Con los alumnos de Proceso Económico II, vemos otro texto de Manuel Ayau donde explica la relación entre la división del trabajo y las ventajas comparativas. De “Un juego que no suma cero”:

“Muchos textos que tratan sobre la división del trabajo se limitan a explicar cómo la misma conduce a la especialización y cómo, en consecuencia, incrementa la productividad individual. Adam Smith comparó la exigua producción que se lograba antes de la división del trabajo con la abundante que resulta de dividirse y especializar las tareas. Sin embargo, ésta es sólo una parte de la historia. En la mayoría de las explicaciones se ignora cómo la división del trabajo per se -de acuerdo con el principio de las ventajas comparativas- incrementa la riqueza de quienes participan de la misma, aun suponiendo que no haya incremento alguno de las habilidades individuales, debido a que aumenta la productividad del grupo, trátese de una sociedad primitiva o de una sociedad avanzada. En La acción humana, Ludwig von Mises dice que «en un mundo hipotético en el que la división del trabajo no aumentase la productividad no habría sociedad alguna».  En efecto, Mises le atribuye a la división del trabajo el surgimiento mismo de la sociedad, porque, si los individuos no previeran que estarán mejor dividiéndose el trabajo, no se produciría la cooperación social, y en ausencia del beneficio derivado de la división del trabajo per se y del consecuente aumento de productividad, las personas no se verían unas a otras como colaboradores sino como rivales que buscan apropiarse de los bienes escasos e insuficientes.

Una explicación frecuentemente citada en torno al comercio y a la división del trabajo es la observación de Adam Smith en el sentido de que los individuos tienen una «propensión natural a comerciar, trocar e intercambiar unas cosas por otras». Sin embargo, me parece que la propensión humana es diferente: los individuos prefieren ser independientes y autosuficientes, y comercian sólo porque perciben que podrán vivir mejor en sociedad dividiéndose el trabajo. Los individuos valoran lo que reciben más que lo que dan en el intercambio y, por lo tanto, están dispuestos a aceptar la desventaja de volverse más dependientes de otros como el costo de llegar a vivir mejor. Como Adam Smith ampliamente lo ilustra en varias partes de su libro, es el interés individual (correctamente entendido) lo que conduce al intercambio, porque, si los individuos pensaran que vivirían peor «cambiando, trocando e intercambiando», seguramente no se detectaría tal propensión.

Debido a la importancia de estas implicaciones, ausentes con frecuencia en la enseñanza de la ciencia económica, el principio de la división del trabajo merece una explicación más detallada en los textos básicos de economía. De hecho, la esencia de los textos de economía no es más que la explicación de cómo la división del trabajo se coordina espontáneamente en el mercado, mediante el sistema de precios, el uso del dinero y otros factores determinantes. Es bueno recordar que, reducida a lo esencial, no obstante la complejidad de los sistemas monetarios, en última instancia la función del dinero es permitir la división del trabajo.

Las explicaciones del intercambio descansan predominantemente sobre la base de que las personas difieren en sus valuaciones subjetivas; así que, cuando intercambian, entregan algo que subjetivamente valoran menos que lo que reciben, lo cual es una verdad evidente. Pero aquellas explicaciones no nos informan sobre cómo la riqueza material total de los participantes habrá aumentado, sino sólo nos dicen que ha cambiado de manos. Es decir, no nos informan sobre cómo la división del trabajo per se aumenta el producto real -la riqueza material de los participantes, aun cuando la productividad individual de unos y otros se mantenga constante.

LA LÓGICA DEL INTERCAMBIO Y LOS DERECHOS DE PROPIEDAD

Apreciaremos lo dicho con el ejemplo de un intercambio entre dos personas, suponiendo incluso el peor escenario, en el que Juan es menos productivo que Pedro en todo. Es imprescindible tomar en consideración este escenario para demostrar por qué hasta al más productivo le conviene cooperar con el menos productivo: en él se explica cómo aun el intercambiante más hábil ganará en la cooperación con el intercambiante menos hábil. La única excepción la constituye el caso hipotético e improbable de que la superior dotación de uno sea idéntica en cada una y en todas las tareas.

El mismo razonamiento explica cómo en el mercado todos los recursos están tendiendo siempre -aunque sea lenta e imperfectamente- a ser asignados a un uso socialmente óptimo, dejando sin atender otros usos potenciales por considerarse menos prioritarios. Es evidente cómo los intercambios voluntarios no son un juego de suma cero, sino, de hecho, un juego de suma positiva (gana-gana), en los que la ganancia es mutua.

Así surge una de las más importantes implicaciones sobre la distribución de la riqueza, que tanto preocupa a ciertos individuos, e incluso a organizaciones como las Naciones Unidas y el Banco Mundial, pues se comprenderá por qué en una economía de mercado alguien sólo puede hacer fortuna si enriquece a otros. Ese hecho en sí mina la pretensión de superioridad moral de aquellos que proponen una re-distribución, por el Gobierno, de la riqueza adquirida en el mercado, como un medio para aliviar la pobreza.”

Menos aranceles, menos trabas, menos costos de comunicación y de transportes: globalización

Entre tantas otras, la sabiduría de Adam Smith se ve resaltada cuando analizamos la globalización y recordamos su notable teoría sobre la extensión del mercado y la profundización de la división del trabajo.

Con los alumnos de UCEMA estamos leyendo el informe de la OMC sobre el Comercio Mundial de 2008 porque trae un buen resumen de la evolución de las teorías del comercio internacional en los últimos anos. También explica y comenta el fenómeno de la globalización, el que no es otra cosa que una mayor división internacional del trabajo gracias a una mayor movilidad de todos los recursos.

El informe señala tres causas para esta “globalización”: mejoras tecnológicas en el transporte y las comunicaciones; cambios políticos profundos que han integrado a muchos países el comercio internacional (Rusia, Europa Oriental, China, Vietnam, pero también India y otros países), y desregulaciones en los países que ya eran miembros de la OMC (antes GATT).

En la Sección D trata sobre “El Comercio, la Localización de la Producción y la Organización Industrial de las Empresas”, señalando que se dan dos fenómenos al mismo tiempo: la concentración y la fragmentación. Según este segundo, las empresas fragmentan sus procesos productivos en muy diversos países (hace poco puse un post sobre este tema y el caso del Ipod), pero al mismo tiempo ciertos procesos se aglomeran en determinados países o regiones (como la manufactura en China o la innovación en California).

Ipod

La fragmentación de los procesos productivos ha sido posible debido a la caída en los costos del comercio internacional. Algunos datos interesantes que trae el informe:

Aranceles: el tipo arancelario medio antes de la primera ronda de negociación del entonces GATT en 1947 era entre el 20 y el 30%. EN 2005 era de 3,9%.

Barreras no arancelarias: es casi imposible medirlas pero un estudio dice que habrían sido tres veces menores en los 90 que en los años 70.

Transporte: este costo es tres veces más importante que el de los aranceles. Todos ellos han caído. El marítimo gracias a los registros de libre matrícula, la mayor escala de los barcos y el uso de contenedores. Los costos del transporte aéreo disminuyeron el 92% entre 1955 y 2004, ayudado recientemente por las políticas de “cielos abiertos” de algunos países. También se redujo el tiempo: el tiempo medio de envío a los Estados Unidos cayó de 40 a 10 días. “Si se considera un costos promedio por día del 0,8% ad valorem, la utilización de medios más rápidos de transporte equivale a reducir los aranceles el 24%”.

Comunicaciones: el costo de las llamadas internacionales ha caído de un índice de 100 en 1955 a 10 en 2005. Las llamadas nacionales, por ejemplo, en Alemania, han caído de un índice de 100 en 1975 a 41 en 2005.

Y destaca los siguientes hechos: “En primer lugar, tanto la deslocalización de las mercancías como de los servicios ha aumentado fuertemente en los dos últimos decenios. En segundo término, aunque la subcontratación internacional de productos intermedios es cuantitativamente más importante que la de los servicios, la deslocalización de los servicios ha aumentado con mayor rapidez en los últimos años. En tercer lugar, la deslocalización se ha incrementado de forma sustancial tanto a través del comercio en condiciones de plena competencia como del comercio interempresarial. En cuarto lugar, estas tendencias se han generalizado en todos los sectores y tipos de insumos.” En este mundo que claramente se describe, algunos países latinoamericanos han sabido subirse al tren, otros prefieren cerrarse y dejarlo pasar.

De las ventajas absolutas a las ventajas relativas, y a la ley de asociación en el Informe de la OMC

Los alumnos de UCEMA leen el apartado C, del Informe Mundial de Comercio de la OMC para el año 2008. Lo interesante de ese apartado es que presenta una resumida (aunque para ellos no tanto) visión de la evolución de la teoría del comercio internacional. Aunque comienza tratando el tema desde una perspectiva “normativa”, esto es, ver si un comercio más libre es beneficioso, trata la teoría que es descriptiva y que señala que, precisamente, eso es lo que ocurre.

En cierta forma es curioso que se siga discutiendo sobre esto luego de más de 200 años. Cualquiera de nosotros aceptaría como beneficios un intercambio que hiciéramos voluntariamente con un amigo o vecino. No hay mayor diferencia si el vecino o amigo se encuentra en otro país, es circunstancia no cambia la esencia del intercambio.

Pero, por supuesto, en materia de política todo es muy diferente y la simple existencia de una frontera modifica un intercambio que busca realizar entre alguien en Río de Janeiro y San Pablo a diferencia del mismo intercambio entre uno en Porto Alegre y otro en Santa Cruz de la Sierra.

En definitiva, el derrotero de la teoría del comercio internacional parece encontrarse todo reducido a la presentación del principio que hiciera Mises bajo el nombre de “Ley de Asociación”, es decir, las ventajas que provienen de la división del trabajo y de los intercambios.

En una época en la cual predominaban los argumentos “mercantilistas” que pensaban que el país más “fuerte” era el que poseía más oro o metales preciosos, Adam Smith se presenta para señalar esa verdad básica: que no es más rico el país que tiene más oro sino el que produce más bienes y servicios. El oro, o cualquier otra moneda, es solamente un medio de intercambio, para obtener aquellos bienes o servicios que necesitamos.

Adam Smith también presentó la teoría de las ventajas absolutas. Dice el informe:

“Existen dos leyes de la ventaja comparativa: la “positiva”, que predice lo que cabe prever que hagan los países, y la “normativa”, que sugiere lo que deberían hacer. La versión positiva predice que, si un país puede comerciar, exportará mercancías en las que tenga una ventaja comparativa. La normativa sugiere que si un país puede comerciar, obtendrá beneficios de la especialización”.

Para el informe, las diferencias entre los países son de tecnología o en la dotación de recursos (modelo Heckscher-Ohlin). Curiosamente, aparece aquí Paul Krugman son la teoría que le permitiera luego ganar el Premio Nobel, bien diferente de sus opiniones en el New York Times: “Dado que los modelos tradicionales sobre el comercio no parecían aptos para explicar los fenómenos que se han descripto ut supra, resultaba necesaria una “nueva” teoría sobre el comercio. El modelo de la competencia monopolística de Krugman es tal vez el enfoque más conocido, aportando una teoría sencilla y, no obstante, convincente, de las razones por las que países similares (en cuanto a la tecnología y las dotaciones) se benefician de comerciar entre sí y de que una parte importante de ese comercio pueda tener lugar en las mismas ramas de producción. En el modelo de Krugman son fundamentales dos hipótesis básicas, que pueden observarse con facilidad en el mundo real, a saber: “rendimientos crecientes a escala” y “la preferencia del consumidor por la variedad”.

Pero incluso este modelo de Krugman ha sido superado en la dirección de Mises. Bajo el título “Novedades recientes: los beneficios de la productividad”, el informe presenta una subsección titulada “Las diferencias entre las empresas tienen importancia”, donde se consideran teorías que señalan que estas diferencias que promueven los intercambios hay que bajarlas de los países a las industrias (lo que hizo Krugman) y luego a nivel de las empresas.

Y Mises diría, por supuesto, y esto llega hasta el nivel de los individuos, es el principio básico de Adam Smith: los beneficios de la división del trabajo y los intercambios.

Así funcionan los bazares (mercados). Comenzamos como Adam Smith, por la division del trabajo

Los alumnos de la materia Economía e Instituciones de OMMA-Madrid comienzan a leer el libro “El Foro y el Bazar”. En su primer capítulo se explica el funcionamiento de los “bazares”, esto es, de los mercados. Adam Smith, en su famoso libro La Riqueza de las Naciones, comienza a hacerlo destacando el fenómeno de la división del trabajo.

El primer capítulo de la obra Investigación sobre la naturaleza y causas de la riqueza de las naciones, de Adam Smith, se titula “De la división del trabajo”. En él Smith explica los beneficios que de ello se obtienen y afirma que el origen de la riqueza se basa en ella. Ilustra su afirmación con un ejemplo muy sencillo, que nos ahorra la tarea de poner otro .

La división del trabajo aumenta la producción, que es, en definitiva, la riqueza ya que lo que realmente queremos es satisfacer ciertas necesidades, y los bienes y servicios son medios para alcanzar tales objetivos. Cuantos más medios se produzcan, más se reduce su escasez y se facilita la satisfacción de esas necesidades.

Smith dice que son tres las circunstancias que explican el aumento de la cantidad de productos obtenidos por el trabajo (hoy diríamos “la productividad del trabajo”):

  1. la mayor destreza de cada obrero en particular;
  2. el ahorro de tiempo que comúnmente se pierde al pasar de una tarea a otra;
  3. la invención de un gran número de máquinas, que facilitan y reducen el trabajo necesario.

Mises (2001, p. 189) cita otras tres circunstancias:

  1. La primera de ellas se refiere a las habilidades innatas que cada uno de nosotros tiene para realizar determinadas tareas: algunos son buenos para efectuar tareas que demandan una enorme destreza y otros, en cambio, lo son para realizar grandes esfuerzos.
  2. La segunda es que los recursos de la naturaleza se encuentran repartidos también en forma desigual sobre la superficie de nuestro planeta, por lo que algunos abundan en ciertas zonas y escasean en otras.
  3. La tercera se refiere a cierto tipo de tareas, cuya magnitud es tal que requieren el esfuerzo conjunto de más de una persona. Crusoe sabía bien de esto, pues había muchas tareas que no podía realizar cuando estaba solo.

Las diferencias de recursos y habilidades antes mencionadas llevan a la división del trabajo, y esta, a su vez, profundiza la especialización: a medida que una persona se dedica a una tarea, va aumentando su conocimiento sobre ella y descubriendo formas de realizarla de manera más eficiente.

La especialización originada en la división del trabajo permite el aumento de la productividad y, por lo tanto, libera a cada individuo de la pesada tarea de abastecerse en sus necesidades básicas, permitiéndole diversificar sus actividades hacia otras de su interés. El crecimiento de las actividades relacionadas con el ocio, tales como el “entretenimiento”, no es otra cosa que el resultado del incremento de la productividad, alcanzado gracias a la división del trabajo.

Crusoe aprende rápida y amargamente el alto costo de perder los beneficios de esta división. Un joven, de clase media londinense hasta ese momento, amanece en una isla inhabitada y se ha convertido en un pobre completo: tiene que comenzar a preocuparse por descubrir los satisfactores de sus necesidades más básicas —agua, comida, refugio— que podía satisfacer antes gracias, precisamente, a que otros se dedicaban a producir esos productos o servicios, y él podía intercambiarlos por lo que a su vez produjera.

El grado de división del trabajo lo va a determinar la extensión del mercado. La llegada de Viernes y la voluntad de cooperar entre ambos permitirá dividir las tareas que han de realizar, por lo que ahora podrán hacer más cosas y más diversas al mismo tiempo. Además, podrán aprovechar las habilidades específicas de cada uno. Si nos imaginamos la llegada de otras diez personas, podemos considerar las posibilidades adicionales que ahora se presentan para la extensión de la división del trabajo. Esta extensión del “mercado” no es otra cosa que el incremento de las actividades destinadas a producir con destino a los demás, a diferencia de las actividades destinadas simplemente a satisfacer las necesidades propias. Si los que ahora habitan esa isla establecen contacto y pueden realizar intercambios con los habitantes de otras islas o del continente, esas oportunidades se amplían aún más: pueden aprovecharse habilidades de otros para elaborar tejidos, forjar herramientas, etc. Lo que ahora llamamos “globalización” no es otra cosa que la extensión de la división del trabajo a nivel global.

Gracias a la división del trabajo podemos dedicarnos a muchas cosas, sin tener que ocuparnos de atender a las necesidades más elementales. Imaginemos por un momento que esto no fuera así; tendríamos que pensar en cosas que hoy ni se nos cruzan por la cabeza: ¿dónde conseguir agua?, ¿qué podremos comer esta noche?, ¿dónde habrá un refugio para dormir?.

La cooperación social es posible, porque es conveniente. Pero la sociedad no surge porque un día se hayan reunido los hombres y hayan decidido hacerla. Los hombres, persiguiendo sus objetivos personales, fueron creando un orden social, basado en la colaboración, en compartir sacrificios y esfuerzos, en la división del trabajo.

Esa colaboración no surge por sentimientos de simpatía, de amistad o de un innato sentido de la colaboración por parte de la especie. El hombre se ve impelido a abandonar las conductas salvajes y aisladas cuando llega a comprender que las acciones realizadas bajo la división del trabajo dan mejores frutos que el aislamiento. Si no hubieran advertido eso, los hombres habrían continuado como los peces, comiéndose unos a otros, viendo en el otro únicamente a un enemigo. Más que su causa, la simpatía y la amistad son el resultado de la cooperación.

El principio de la división del trabajo ha sido el motor de la cooperación social y convertido a los otros hombres de enemigos en potenciales colaboradores, pues es fácilmente demostrable que de la cooperación puede obtenerse un resultado muy superior al que se obtiene de las acciones aisladas. Pero de poco serviría esta división del trabajo si luego no intercambiáramos los resultados que cada uno obtiene de ella.

La sabiduría del clásico artículo «Yo, lápiz», ahora también como «I, Smartphone»

El clásico artículo de Leonard Read, “Yo, lápiz”, ha sido presentado siempre como el mejor ejemplo de los beneficios de la división del trabajo. Pero no es solamente eso, se trata también de la coordinación necesaria entre cada uno de los que participan en una pequeña parte del proceso total. Esa es la sabiduría de “la mano invisible”. Podemos realizar muchas más tareas si las dividimos entre todos, pero es necesario que exista una coordinación entre ellas. La metáfora de “la mano invisible” es la que describe ese proceso como un orden espontáneo que alcanza esa coordinación sin que nadie en particular la organice.

Yo lapiz

Lo hace a través de los precios, que cumplen dos funciones fundamentales: por un lado transmiten información; por el otro generan incentivos para que las personas actúen en consecuencia. El artículo de Read es un gran ejemplo de este proceso. Ninguno de nosotros sería capaz de hacer un lápiz. Si estuviéramos solos en una isla nos olvidaríamos de la posibilidad de contar con uno. Así describe este mismo ejemplo Milton Friedman: http://newmedia.ufm.edu/gsm/index.php/Yo_l%C3%A1piz

Ya casi no usamos lápices, así que el ejemplo corre el riesgo de quedar anticuado, aunque en verdad están por aparecer lápices con modernas tecnologías, que permitirán grabar textos, por ejemplo. Pero tomemos un ejemplo de algo que todos usamos: un Smartphone. Aquí una versión moderna del mismo concepto, aunque lamentablemente está solo en inglés: http://www.youtube.com/watch?v=V1Ze_wpS_o0

Aquí toda una discusión en el interesante blog “Café Hayek”: http://cafehayek.com/2013/11/i-smartphone.html

Agradezco a Gabriela Calderon que llamara mi atención del proceso inverso descripto en el libro fotográfico de Christien Meindestsma «PIG 05049» donde se describe en fotos todos los usos finales a los que contribuye finalmente un cerdo:  http://www.amazon.com/Christien-Meindertsma-PIG-05049/dp/9081241311/ref=sr_1_1?ie=UTF8&qid=1413988841&sr=8-1&keywords=meindertsma

Que a su vez es comentado en este artículo publicado por el Instituto Cato: http://www.elcato.org/pdf_files/ens-2013-12-24.pdf