¿Por qué vota la gente si su voto no define la elección? Me gusta participar, pero no sé para qué

La Escuela de la Elección Pública, o Análisis Económico de la Política, o Public Choice, comenzó planteando un tema un tema importante: como ningún votante define el resultado de una elección, el incentivo es entonces muy débil como para estar informado. Es decir, mi voto es uno entre millones. Vote o no vote el resultado será el mismo. Se le llama a esto “apatía racional”.

Elecciones

Algunos autores han llevado este argumento incluso más allá (Kaplan, The myth of the Rational Voter; Pincione & Tesón, Discourse Failure), señalando que por esa misma razón, los votantes tampoco gastan mucho de su tiempo en conocer y comprender las principales teorías de las ciencias sociales y terminan adoptando todo tipo de juicios irracionales para explicar la realidad social. Este fenómeno explica también porqué la discusión política no apela a la razón sino a los sentimientos, con eslóganes simples que conmuevan pero no necesariamente que hagan pensar.

Hasta allí todo muy interesante, pero esta teoría se ha enfrentado con un desafío embarazoso. Si es cierto que mi voto no decide una elección, que es uno entre millones y por lo tanto habrá un resultado al margen de mi propio voto, ¿porqué la gente se molesta en ir a votar? En particular en aquellos lugares donde el voto no es obligatorio.

Los académicos de esta Escuela han tratado de resolver la paradoja introduciendo otros factores en las “funciones de utilidad” de la gente. Es decir, han modificado la parte del “beneficio” en el supuesto cálculo de beneficios y costos que realiza todo individuo cuando actúa. . Ya Anthony Downs (An Economic Theory of Democracy, 1957) sugería la existencia de un “sentido de responsabilidad individual” respecto al funcionamiento del sistema político. La gente votaría porque han sido educados en que su participación como votante es una condición necesaria para el buen funcionamiento de la democracia; que una alta participación es un fin en sí mismo. Al hacerlo, participan voluntariamente en la provisión de un “bien público” del cual no participarían si fueran estrictamente ‘homo economicus’.

Brenan & Lomasky (Democracy and Decision: The Pure Theory of Electoral Preference, 1993) planteó que esa conducta era, en verdad, racional. Participar en una elección como votante es una forma “barata” de mostrar compromiso social. Es más, esto explicaría porqué ciertos votantes hasta votan contra lo que parecerían ser sus propios intereses (p. ej., gente pudiente votante por la izquierda o el populismo, que aumentaría sus impuestos). El argumento es el siguiente: si la izquierda o el populismo va a ganar y van a aumentar los impuestos, no es algo que mi propio voto pueda cambiar ya que mi voto no define la elección. Si esto es así, mejor aparezco del lado “progresista” que del lado “reaccionario”.

Ya Buchanan (Individual Choice in Voting and the Market, 1954), planteaba la posibilidad de que la elección de votar diera a las personas un mayor sentido de participación en la toma de decisiones sociales. La moderna economía de la conducta confirma esto, como una demanda por un sentimiento de participación y ser respetado. Este nuevo enfoque postula que los seres humanos estamos motivados por la necesidad de competencia, relación y autonomía. Estas necesidades, juntas, constituyen el deseo de auto-determinación. Parece haber mucha evidencia de la importancia de este proceso, algo que enfatizan en particular Frey & Stutzer (Beyond Outcomes: Measuring Procedural Utility, 2005) en relación a la participación de los votantes en sistemas de democracia directa.

Pero, de todas formas, la conclusión no es muy buena para pensar que la política puede resolver las “fallas” de mercado, porque esto está diciendo que el votante disfruta del procedimiento, pero no necesariamente presta atención del contenido, es decir que toma una decisión en base a un proceso que le hace sentir bien, pero no porque ha hecho un esfuerzo racional para elegir las políticas correctas para resolver esos problemas.