Un problema tan conocido como «viejo»: los sistemas de jubilaciones europeos tienen problemas demográficos

El tema de este paper se viene considerando y discutiendo desde hace mucho tiempo. A medida que la población envejece ya que hay menos nacimientos que fallecimientos, cada vez es mayor el número de jubilados y pensionados en relación a los que trabajan. Es un problema básico de un sistema jubilatorio de reparto (que el sistema de capitalización individual no tiene), y Europa ha sido el típico ejemplo. A medida que eso sucede el sistema entra en problemas financieros y termina empujando a los estados a subvencionarlo, con elevado costo fiscal, real y más aún potencial.

No es tan nuevo entonces lo que puedan decirnos en este paper publicado por el Banco Central Europeo: Bodnár, Katalin and Nerlich, Carolin, “The Macroeconomic and Fiscal Impact of Population Ageing” (June, 2022). ECB Occasional Paper No. 2022/296, Available at SSRN: https://ssrn.com/abstract=4144357

Como verán, al final de este resumen se proponen ciertas medidas. Sin embargo, hay una que no se menciona y resolvería este problema: abrir la inmigración, lo que generaría más aportes.

“La zona del euro, como muchas otras economías avanzadas, ha entrado en una era de cambios demográficos drásticos. Sin respuestas políticas adecuadas, el envejecimiento de la población en la zona del euro está planteando desafíos formidables para el crecimiento potencial, la política monetaria y las finanzas públicas. Este documento examina, desde la perspectiva de un banco central, los efectos macroeconómicos y fiscales del envejecimiento de la población en la zona del euro y analiza los principales desafíos que se avecinan en las próximas décadas. Se prevé que la población total de la zona del euro disminuya alrededor de 2035, mientras que la tasa de dependencia de las personas mayores aumentará considerablemente en los próximos 15 años, lo que supondrá una carga adicional para los sistemas de pensiones. El análisis del documento concluye que los cambios demográficos en la zona del euro suponen un lastre para el crecimiento potencial, principalmente a través del crecimiento de la oferta laboral y la productividad, de manera similar a la evolución de Japón, que está por delante de la zona del euro en términos de envejecimiento de la población. Los ahorros precautorios pueden ser más altos y la tasa natural de interés más baja, mientras que el efecto sobre la inflación tendencial y los salarios no es evidente. El envejecimiento de la población supone una carga para la política fiscal, al presionar al alza el gasto en pensiones y afectar negativamente a las bases imponibles y la estructura de los ingresos públicos. Por lo tanto, plantea desafíos importantes para la sostenibilidad fiscal, limita el espacio y la eficacia de la política fiscal. Para protegerse contra las consecuencias económicas y fiscales adversas del envejecimiento de la población, se necesitan amortiguadores fiscales, una mejor calidad de las finanzas públicas y reformas estructurales.”

Chile se apresta a discutir su sistema previsional, y esto no solamente impactará allí sino en toda América Latina

La discusión sobre el sistema jubilatorio en Chile no es importante solamente en ese país, aunque ciertamente es a quien más impacta, sino también en el resto de la región, ya que su modelo fue copiado por muchos otros países. Esto publica el Instituto Libertad y Desarrollo en un informe titulado “Pan para hoy…”: http://www.lyd.org/lyd/TemasPublicos/TP1299ANUNCIOPENSIONES.pdf

“El debate previsional en Chile se ha mantenido fuerte en la discusión pública durante el último año, producto de la preocupación existente por mejorar las pensiones. Dicha discusión ha revelado un amplio desconocimiento del funcionamiento de nuestro sistema previsional, y también el hecho que la receta más eficiente y justa para mejorar los ingresos al momento de jubilarse es aumentar el ahorro durante la vida activa. Esto, además de exigir un incremento en el esfuerzo individual, requiere necesariamente de mejoras en el mercado laboral que permitan fomentar la participación en empleos formales, de tal modo de aumentar la densidad de cotización (sobre todo para las mujeres).

Luego de un trabajo de siete meses con actores de distintos ámbitos políticos que culminó sin acuerdo, el Ejecutivo dio a conocer los principales componentes del proyecto de ley que enviaría este año en materia previsional. Lamentablemente, la propuesta erosiona los pilares del sistema vigente -basados en la retribución al esfuerzo, la confianza en el sector privado (y un Estado subsidiario) y la sustentabilidad fiscal- y podría tener consecuencias que terminen jugando en contra de los factores determinantes de una mejora en el nivel de las pensiones futuras.

El anuncio, al menos en los términos planteados hasta ahora, introduce costos innecesarios al sistema, creando una nueva burocracia estatal que administraría monopólicamente el mayor ahorro. Además, desincentiva el ahorro individual, fomenta la informalidad en el mercado laboral y genera un efecto negativo en el empleo. Lo anterior, sumado a que se optó por no aumentar la edad legal de jubilación de las mujeres, nos lleva a concluir que se desaprovechó la oportunidad de buscar perfeccionar adecuadamente, desde el punto de vista técnico, nuestro sistema previsional de tal modo de mejorar las pensiones de vejez.

EL 5% ADICIONAL Y SUS CONSECUENCIAS

La esencia del anuncio de la semana pasada dice relación con un aumento de 50% en la tasa de cotización previsional (5 puntos porcentuales), su destino y administración: el incremento señalado sería con cargo al empleador y se implementaría de manera gradual en 6 años. De los 5 puntos adicionales, en régimen, 3 puntos irían a una “cuenta personal” de los trabajadores (“heredables, de plena propiedad”, de acuerdo a lo señalado por la Presidenta) y 2 puntos a lo que se denominó “Seguro de Ahorro Colectivo”, para mejorar tanto las pensiones en curso (componente intergeneracional o de reparto) como las de aquellos que “logren menor ahorro y pensiones más bajas” (componente intrageneracional). Respecto a la administración de estos recursos, todo el mayor ahorro sería gestionado por una entidad estatal. Por último, la Presidenta señaló que esta propuesta “permitirá subir en promedio en 20% los montos de las actuales pensiones de vejez entregadas por las AFP”.

La solución planteada por el Ejecutivo aparentemente reconocería un principio básico de nuestro sistema previsional: para mejorar las pensiones se requiere de un mayor ahorro. Sin embargo, presenta de una serie de problemas que probablemente se traducirán en que la mejora en pensiones será inferior a la que se podría haber obtenido si el mayor ahorro se hubiese destinado completamente a las cuentas individuales. Primero, todo apunta a que la entidad pública anunciada responde más a presiones de carácter político que a razones técnicas. De hecho, nada asegura que una entidad estatal como ésta permitirá maximizar la rentabilidad de los ahorros y minimizar los costos de administración, únicas condiciones que permiten que un mayor ahorro se traduzca en un aumento en las pensiones. Tampoco se da certeza que su carácter “autónomo” permita eliminar los importantes riesgos de captura política de dicha institución. Su creación tampoco reconoce que el mayor ahorro es de propiedad de los trabajadores, y por ende debiesen ser ellos quienes elijan quién administre su ahorro previsional, y no el Estado quien les obligue a invertir sus recursos en la nueva institución pública. Es decir, se le otorga al Estado un monopolio sobre la administración de los recursos, obligatorio y sin ninguna competencia. Y lo que es peor, se utilizan recursos públicos que podrían haberse destinado a mejorar las pensiones de quienes más lo necesitan a través del Pilar Solidario.

Por su parte, el componente denominado “Seguro de Ahorro Colectivo” (40% del mayor ahorro, 2 de los 5 puntos de cotización adicional) corresponde netamente a un impuesto al trabajo formal para financiar pensiones de terceros. Esto podría efectos negativos en el mercado laboral, tales como incentivar la informalidad, dado que se rompe la relación entre la cotización de los trabajadores y el beneficio recibido (si la mayor cotización financia las pensiones de “otros”, disminuyen los incentivos a cotizar y a trabajar formalmente).

Respecto del 60% restante (los 3 puntos que se destinarían a una “cuenta personal”), preocupa el que en vez de permitirles decidir qué hacer con sus recursos, los trabajadores sean obligados a destinar su mayor ahorro a una entidad estatal, que no les asegura bajos costos de administración y mayor rentabilidad.

Adicionalmente, el anuncio comprometió un aumento de 20% en las pensiones de vejez autofinanciadas que hoy entregan las AFP, lo cual equivaldría a US$ 402,8 millones anuales. Si consideramos que de acuerdo a las cotizaciones vigentes cada punto de cotización equivale a cerca de US$ 700 millones anuales, esto implica que para financiar el compromiso señalado con un aumento de la cotización (tal como lo propone el anuncio), se requiere de al menos 0,6 puntos porcentuales adicionales (suponiendo que no disminuye el número de cotizantes ni el monto cotizado, lo cual es un supuesto conservador considerando los desincentivos a la cotización e incentivos a la informalidad antes mencionados).”