La evolución de la teoría económica: ¿Todavía sería incapaz de explicar el proceso de la mano invisible?

Siempre vale la pena leer a quienes ya han recibido el premio Nobel en economía. En este caso se trata de Vernon Smith quien escribe sobre los clásicos y la evolución de la teoría económica en este artículo: Inoua, S. M., & Smith, V. L. (2019). “Classical economics: Lost and found”. The Independent Review, 25(1), 79-90. https://www.independent.org/publications/tir/article.asp?id=1493

Como anécdota tal vez, el artículo cita a un economista argentino, Rolf Mantel. Comienza así:

“A mediados del siglo XX, la teoría matemática neoclásica del valor culminó con el modelo de Arrow y Debreu (1954), que caracteriza el estado estático de equilibrio general de una economía. Sin embargo, esta descripción es insatisfactoria a menos que los mercados converjan hacia tal equilibrio. Que el modelo Arrow-Debreu no pudo lograr esto es una implicación del importante resultado de Sonnenschein, Mantel y Debreu, también conocido como el Teorema SMD (1972, 1973a, 1973b; 1974; 1974).2 El meollo del problema es que el principio de maximización de la utilidad individual no tiene implicaciones interesantes para la demanda agregada del mercado, ni siquiera la ley de la demanda; de hecho, la demanda es esencialmente arbitraria en esta teoría. Pero este problema de agregación es a menudo, aunque no intencionalmente, eludido mediante el artificio del Agente Representativo (Arrow, 1986; Kirman, 1992). Sin embargo, el problema es endémico, lo que llevó a Frank Hahn (1982) a sugerir que “tendremos que concluir que todavía carecemos de una teoría descriptiva satisfactoria de la mano invisible” (746). Yendo más lejos, F. M. Fisher (2013) concluye que “no tenemos una teoría del valor adecuada y hay una laguna importante en el centro de la teoría microeconómica. Sin embargo, los economistas generalmente se comportan como si este problema no existiera”.”

La revolución marginalista: un evento que cambió la base de la teoría económica clásica

Con los alumnos de la materia Teorías Económicas de ESEADE vemos ahora un evento de fundamental importancia en el desarrollo de la teoría, que se conoce como la Revolución Marginalista. Atribuida a tres autores, cambió la base de la teoría clásica brindándole ahora un fundamento apropiado para su desarrollo. Los tres autores fueron Carl Menger, William Stanley Jevons y León Walras. Se le atribuye a los tres porque escribieron en un mismo breve período, el primero, austriaco, en alemán, el segundo en inglés, el tercero, suizo, en francés.

La revolución marginalista destruye la base de las teorías del valor basadas en el valor-trabajo, el fundamento del análisis marxista. Con los alumnos vamos a leer a Menger y, en forma optativa, a Marx. Estas son:

La revolución marginalista

Lectura obligatoria: Carl Menger, Principios de economía política, Cap III: La teoría del valor: http://www.hacer.org/pdf/Menger00.pdf

 

Lectura optativa: Karl Marx, El Capital, Tomo I, Sección I, Capítulo I: La mercancía: http://www.iunma.edu.ar/doc/MB/lic_historia_mat_bibliografico/Fundamentos%20de%20Econom%C3%ADa%20Pol%C3%ADtica/Marx%20-%20El%20Capital%20-%20Tomo%201.pdf

Raymond de Roover: poco avance después de los Escolásticos hasta John Stuart Mill

Con los alumnos de la materia Historia del Pensamiento Economico y Social de UCEMA vemos el análisis de Raymond de Roover sobre los Escolásticos y los Mercantilistas. Respecto a los primeros, y considerando a San Bernardino de Siena, considera:

Sin enfatizar mucho estas proposiciones, me parece que sin lugar a dudas San Bernardino tenía una teoría sicológica del valor e incluso alguna idea vaga sobre variación en grados de utilidad.
Según él, el precio justo se determina por «la estimación
que se hace, en común, por todos los ciudadanos de una comunidad» (aestimatio a communitatibus civilibus facta communiter). En mi opinión, es claramente el precio competitivo de
un mercado libre. Cuán correcta sea esta interpretación no está
en cuestión, ya que Bernardino es claro en su condena a las
prácticas monopolistas, es decir, a «los acuerdos fraudulentos
y perniciosos» por medio de los cuales los mercaderes hacen
subir los precios para obtener más utilidades. Finalmente, San
Bernardino establece que la «dificultad» de producir un bien lo hace más escaso y valioso. ¿Se refiere a que el costo de producción determina el precio al afectar la oferta? Un punto interesante es que «dificultad», en vez de oferta, es lo que aparece
como factor determinante del precio en las lecciones de Francis Hutcheson, profesor de Adam Smith. El concepto no es usado
en La Riqueza de las Naciones, pero reaparece en los Principios
de Economía de Ricardo (Cap. 20), donde se dice que el valor
depende de la dificultad o facilidad de producción, lo cual parece ser sinónimo de más o menos mano de obra.
En su Lógica de la Economía Política, Thomas de Quincey
(1785-1859), tratando de mejorar lo de Ricardo, reconoce dos
fuentes de valor: utilidad y dificultad de obtención. Su discusión
es extensamente citada y aprobada por John Stuart Mili en sus
Principios de Economía Política (Libro III, Cap. 2, 91). Estas
observaciones llevan a dos conclusiones. Primero, el uso persistente de la misma terminología indica una continuada tradición. Segundo, parece ser que esta parte del análisis del valor
experimentó poco progreso, si alguno, desde los tiempos de
San Bernardino hasta John Stuart Mill. Por el contrario, incluso se puede argumentar que el análisis de este último es inferior,»

Las valoraciones son subjetivas, pero nos gusta el sabor de una manzana fresca y no el de una podrida

Notables por lo interesantes, y también por lo numerosos, son los trabajos publicados por el investigador argentino, a quien tengo el honor de conocer, Daniel Sznycer, del Oklahoma Center for Evolutionary Analysis, Department of Psychology, Oklahoma State University. En la revista Evolution and Human Behavior presenta un artículo titulado  “Value computation in humans”: www.elsevier.com/locate/ens

Daniel Sznycer, Evolution and Human Behavior, https://doi.org/10.1016/j.evolhumbehav.2022.06.002

En este caso trata un tema central para la teoría económica, un tema por demás sensible entre quienes afirmamos el carácter subjetivo del valor. ¿Acaso este trabajo lo cuestiona? No lo veo, pero puede estar afirmando que nuestras valoraciones subjetivas no surgen de la nada o en forma caprichosa, sino que están influenciadas por la experiencia evolutiva de siglos. Por algo nos gusta el sabor de una manzana fresca y rechazamos el de una manzana podrida.

A ver qué dice:

“Las cosas producen efectos a largo plazo positivos, neutrales o negativos sobre la probabilidad de replicación genes del individuo. En el nivel más general, los valores son estimaciones internas de esos efectos. La información de valor dirige a la fisiología y al comportamiento en la dirección correcta: acérquese a la manzana, evite al león. Por lo tanto, el cálculo del valor es de suma importancia biológica. El análisis de tareas sugiere que hay muchos requisitos previos para valorar las cosas de manera adecuada. Aquí me concentro en dos: la necesidad de calcular el valor con precisión y la necesidad de alimentar e integrar adecuadamente la información de valor en los diversos sistemas que utilizan información de valor (por ejemplo, sistemas emocionales). Por ejemplo, el valor alimentario subjetivo imputado a una manzana necesita reflejar el contenido de nutrientes de la manzana (exactitud); la intensidad de la gratitud despertada si alguien le dio una manzana necesita reflejar el valor alimenticio imputado a la manzana (integración). Aquí evalúo   estas hipótesis con dos estudios pre registrados. De acuerdo con la hipótesis de integración, hay estrechas correspondencias entre (i) los valores alimentarios que los participantes imputan a cada uno de los 40 artículos alimentarios (Estudio 1; bienes) y (ii) los valores sociales y las emociones sociales (incluyendo: gratitud, ira, vergüenza y orgullo) que resultan cuando esos artículos alimenticios ocurren como constituyentes de eventos sociales más amplios. Se observan correspondencias similares cuando los participantes evalúan cada una de 28 enfermedades y lesiones (Estudio 2; males). De acuerdo con hipótesis de la precisión, los análisis exploratorios indican que los valores alimentarios, los valores sociales y las emociones sociales provocadas por todos los alimentos rastrean el contenido de nutrientes de esos alimentos. La valoración es inherentemente un proceso computacional. Por esta razón, una perspectiva funcionalista computacional es especialmente adecuada para estimular el progreso en nuestra comprensión de los valores humanos.”

 

Dos debates para no perderse sobre la EA, el marxismo y la teoría del valor: Cachanosky, Astarita, Zanotti

En el año 2014 se llevó a cabo un muy interesante debate sobre la teoría del valor, la economía marxista y la escuela austriaca, realizado por nuestro amigo y profesor Juan Carlos Cachanosty, y Rolando Astarita, profesor en Económicas de la Universidad de Buenos Aires.

El debate es muy aleccionador y puede verse acá: https://www.youtube.com/watch?v=pMDCT_sqkJg

Ahora, gracias a la iniciativa de Facundo Guadagno Balmaceda, Licenciado en Antropología Social y Cultural. Magíster en Antropología Social. Doctorando en Ciencias Políticas, se realizó otro debate, también con Rolando Astarita pero, como ya no tenemos a nuestro gran Cacha, estuvo del otro lado su gran amigo Gabriel Zanotti.

El debate es muy interesante. Y lo es ver a ambos, ya que uno pone más énfasis en la teoría económica y Gabriel, como no podía ser de otra forma, en cuestiones epistemológicas que son sumamente importantes. Por ejemplo, los austriacos hablan de la subjetividad del valor, ¿qué es la subjetividad? Zanotti lo trata haciendo referencia a filósofos y epistemólogos que no son economistas «austriacos» pero que entiende brindan la base para comprender la cuestión.

Imperdible:

https://www.academia.edu/video/l8V6Nj

Murray Rothbard reconstruye la teoría del valor, la utilidad y la economía del bienestar

Con los alumnos de la materia Escuela Austriaca, de UCEMA, vemos un artículo esencial de Murray Rothbard: “Hacia una reconstrucción de la economía de la utilidad y el bienestar”, donde analiza el fundamento de toda la economía, la teoría del valor y la utilidad modernas. En estos párrafos se refiere a las “curvas de indiferencia”:

Rothbard

“Los revolucionarios de Hicks reemplazaron el concepto de la utilidad cardinal con el concepto de clases de indiferencia y durante los últimos veinte años, las revistas de economía han estado plagadas de curvas de indiferencia bidimensionales y tridimensionales, tangentes, “líneas de presupuesto” y demás. La consecuencia de una adopción de la aproximación de la preferencia demostrada es que todo un concepto de clase de indiferencia debe caer por tierra, junto con la complicada superestructura erigida sobre él.

La indiferencia nunca puede demostrarse por la acción. Todo lo contrario. Toda acción significa necesariamente una decisión y cada decisión significa una preferencia concreta. La acción implica lo contrario de la indiferencia. El concepto de indiferencia es un ejemplo particularmente desafortunado del error de psicologización. Se supone que las clases de indiferencia existen  subyaciendo en algún lugar y aparte de la acción. Esta suposición se muestra particularmente en aquellas explicaciones que tratan de “mapear” empíricamente curvas de indiferencia mediante el uso de complicados cuestionarios.

Si una persona es realmente indiferente ante dos alternativas, no puede elegir y no elegirá entre ambas.[29] Por tanto la indiferencia nunca es relevante para la acción y no puede probarse en la acción. Por ejemplo, si a un hombre le es indiferente el uso de 5,1 onzas y 5,2 onzas de mantequilla debido a lo mínimo de la unidad, n tendrá ocasión de actuar sobre estas alternativas. Usará la mantequilla en unidades más grandes cuando las cantidades variables no le sean indiferentes. El concepto de “indiferencia” puede ser importante para la psicología, pero no para la economía. En psicología nos interesa descubrir nuestras intensidades de valor, la posible indiferencia y todo eso. Sin embargo, en economía solo nos interesan valores revelados mediante decisiones. A la economía le resulta indiferente si un hombre elige la alternativa A en lugar de la alternativa B, porque prefiera con mucho A o porque haya lanzado una moneda. El hecho de clasificar es lo que importa a la economía, no las razones por las que el individuo llega a esa clasificación.

En años recientes el concepto de indiferencia ha estado sujeto a serias críticas. El profesor Armstrong apuntaba que bajo la curiosa formulación de “indiferencia” de Hicks, es posible que una persona sea “indiferente” entre dos alternativas y aun así elegir una por encima de la otra.[30] Little tiene alguna buena crítica del concepto de indiferencia, pero su análisis está viciado por su ansia de usar teoremas defectuosos para llegar a conclusiones sociales y por su metodología radicalmente conductivista.[31] El profesor Macfie ha planteado un ataque muy interesante al concepto de indiferencia desde el punto de vista de la psicología.[32] Los teóricos de la indiferencia tienen dos defensas básicas del papel de la indiferencia en la acción real. Una es citar la famosa fábula del asno de Buridán. Es el asno “perfectamente racional” quien demuestra indiferencia quedándose parado y hambriento, equidistante de dos balas de heno igualmente atractivos.[33]

Como las dos balas son igualmente atractivas en todos sus aspectos, el asno no puede escoger ninguna y por tanto muere de hambre. Se supone que este ejemplo indica cómo puede revelarse la indiferencia en la acción. Por supuesto, es difícil concebir un asno o persona que pueda ser menos racional. En realidad, no tiene dos alternativas sino tres, siendo la tercera morir de hambre donde se encuentra. Incluso partiendo la base de los teóricos de la indiferencia, esta tercera alternativa se clasificaría por debajo de las otras dos en la escala de valores del individuo. No elegiría morir de hambre.

Si ambas balas de heno son igualmente atractivas, entonces el asno u hombre que debe elegir una u otra, dejará que la suerte, por ejemplo lanzando una moneda, decida cuál. Pero entonces la indiferencia sigue sin revelarse por esta decisión, pues el lanzamiento de una moneda ¡le ha permitido establecer una preferencia![34]

El otro intento de demostrar las clases de indiferencia se basa en la falacia de la coherencia-constancia, que hemos analizado antes. Así, Kennedy y Walsh afirman que un hombre puede revelar indiferencia si, cuando se le pide que repita sus decisiones entre A y B a lo largo del tiempo, elige cada alternativa un 50% de las veces.[35]

Si el concepto de la curva individual de indiferencia es completamente falso, es bastante evidente que el concepto de Baumol de la “curva de indiferencia comunitaria”, que pretende construir a partir de curvas individuales, merece la mínima atención posible.[36]”

Carl Menger comienza la «revolución marginalista» presentando una teoría subjetiva del valor

Así comenzó la “revolución marginalista” en la economía. Con los alumnos de la materia Escuela Austriaca, de UCEMA, vemos el libro de Carl Menger, Principios de Economía Política. Dice el autor en su capítulo III:

menger

“El valor de los bienes se fundamenta en la relación de los bienes con nuestras necesidades, no en los bienes mismos. Según varíen las circunstancias, puede modificarse también, aparecer o desaparecer el valor. Para los habitantes de un oasis, que disponen de un manantial que cubre completamente sus necesidades de agua, una cantidad de la misma no tiene ningún valor a pie de manantial.

Pero si, a consecuencia de un terremoto, el manantial disminuye de pronto su caudal, hasta el punto de que ya no pueden satisfacerse plenamente las necesidades de los habitantes del oasis y la satisfacción de una necesidad concreta depende de la disposición sobre una determinada cantidad, esta última adquiriría inmediatamente valor para cada uno de los habitantes. Ahora bien, este valor desaparecería apenas se restableciera la antigua situación y la fuente volviera a manar la misma cantidad que antes. Lo mismo ocurriría en el caso de que el número de habitantes del oasis se multiplican de tal forma que ya la cantidad de agua no bastara para satisfacer la necesidad de todos ellos. Este cambio, debido a la multiplicación del número de consumidores, podría incluso producirse con una cierta regularidad, por ejemplo, cuando numerosas caravanas hacen su acampada en este lugar.

Así pues, el valor no es algo inherente a los bienes, no es una cualidad intrínseca de los mismos, ni menos aún una cosa autónoma, independiente, asentada en sí misma. Es un juicio que se hacen los agentes económicos sobre la significación que tienen los bienes de que disponen para la conservación de su vida y de su bienestar y, por ende, no existe fuera del ámbito de su conciencia. Y así, es completamente erróneo llamar “valor” a un bien que tiene valor para los sujetos económicos, o hablar, como hacen los economistas políticos, de “valores”, como si se tratara de cosas reales e independientes, objetivando así el concepto. Lo único objetivo son las cosas o, respectivamente, las cantidades de cosas, y su valor es algo esencialmente distinto de ellas, es un juicio que se forman los hombres sobre la significación que tiene la posesión de las mismas para la conservación de su vida o, respectivamente, de su bienestar.

La objetivación del valor de los bienes, que es por su propia naturaleza totalmente subjetivo, ha contribuido en gran manera a crear mucha confusión en torno a los fundamentos de nuestra ciencia.”

Y luego ya se encarga de demoler la teoría del “valor trabajo”:

El valor que un bien tiene para un sujeto económico es igual a la significación de aquella necesidad para cuya satisfacción el individuo depende de la disposición del bien en cuestión. La cantidad de trabajo o de otros bienes de orden superior utilizados para la producción del bien cuyo valor analizamos no tiene ninguna conexión directa y necesaria con la magnitud de este valor. Un bien no económico, por ejemplo, una cantidad de madera en un gran bosque, no encierra ningún valor para los hombres por el hecho de que se hayan empleado en ella grandes cantidades de trabajo o de otros bienes económicos. Respecto del valor de un diamante, es indiferente que haya sido descubierto por puro azar o que se hayan empleado mil días de duros trabajos en un pozo diamantífero. Y así, en la vida práctica, nadie se pregunta por la historia del origen de un bien; para valorarlo sólo se tiene en cuenta el servicio que puede prestar o al que habría que renunciar caso de no tenerlo. Y así, no pocas veces, bienes en los que se ha empleado mucho trabajo no tienen ningún valor y otros en los que no se ha empleado ninguno lo tienen muy grande. Puede ocurrir también que tengan un mismo valor unos bienes para los que se ha requerido mucho esfuerzo y otros en los que el esfuerzo ha sido pequeño o nulo. Por consiguiente, las cantidades de trabajo o de otros medios de producción empleados para conseguir un bien no pueden ser el elemento decisivo para calcular su valor. Es indudable que la comparación del valor del producto con el valor de los medios de producción empleados para conseguirlo nos enseña si y hasta qué punto fue razonable es decir, económica, la producción del mismo. Con todo, esto sólo sirve para juzgar una actividad humana perteneciente al pasado. Pero respecto del valor mismo del producto, las cantidades de bienes empleados en conseguirlo no tienen ninguna influencia determinante ni necesaria ni inmediata.”

La teoría del valor en un austriaco menos conocido: Friedrich von Wieser

Con los alumnos de Historia del Pensamiento Económico II (Escuela Austriaca), de Económicas UBA, vemos un “austriaco” poco leído y comentado. Friedrich von Wieser, sobre las teorías del valor, de su libro Valor Natural:  

“Creo que nadie negará que la teoría del valor necesita reformarse desde sus cimientos. La imperfección de los puntos de vista prevalecientes la confiesan incluso sus propios seguidores, pero mientras la gran mayoría de los economistas aún no saben dónde dirigirse, una nueva teoría ha llegado al frente. Al principio pasó desapercibido, y luego durante mucho tiempo pero poco pensado, elaborado por hombres que, en su mayor parte, no se conocían pero que sin embargo estaban de acuerdo donde tantos habían dudado y no estaban de acuerdo, surgió una nueva teoría basada en una nueva base. —Una teoría empírica sobre una base empírica.  

La nueva teoría parte de la vieja proposición de que el valor de los bienes proviene de la utilidad de los bienes o, lo que es lo mismo [xxxii], de las satisfacciones de la necesidad que aseguran los bienes. Entonces, para encontrar las leyes del valor, primero se deben conocer las leyes de la necesidad. Ahora, en esta búsqueda, nos encontramos con el hecho de que la necesidad de lo mismo, incluso en la misma persona y en condiciones económicas dadas, tiene fortalezas muy diferentes, que varían según el grado en que la necesidad ya ha sido satisfecho mediante el empleo de bienes. Pero como el empleo de los bienes depende, de la cantidad de bienes que se posean, la cantidad de bienes ejerce una influencia decisiva en la valoración de las necesidades y, por tanto, en la fuente del valor mismo. Esta observación es el punto de partida de una investigación más amplia. En sí mismo es de gran importancia porque en última instancia da la solución al fenómeno paradójico de que el valor cae a medida que aumentan los bienes. Pero es tan importante por sus efectos sobre el método económico, porque guía al economista, desde los falsos objetos a los que apuntan los métodos especulativos y el lenguaje ordinario, hasta el corazón empírico del fenómeno del valor. 

Como precursores de la teoría, denominamos generalmente a todos aquellos que han obtenido valor de la utilidad; especialmente aquellos que fueron persistentes en basar incluso el valor de cambio por completo en la utilidad, particularmente cuando no se apartaron de su principio a pesar de la influencia obvia de los costos de producción. Por lo general, en este punto, el enunciado de la teoría es inconsecuente u oscuro, o conserva su lógica y su claridad, a expensas de renunciar a la completitud, al omitir la cuestión de los costos. Como precursores de la nueva teoría en el sentido más estricto del término, podemos nombrar a aquellos que abordan la cuestión de las cantidades de bienes tanto como su utilidad. Por lo general, por supuesto, esto solo llega hasta el punto de mostrar los cambios en la cantidad de valor que se derivan de los cambios en la oferta y la demanda. Pero, en el caso de unos pocos escritores, ha tomado una forma mucho más exacta, donde se reconoce la “escasez”, la “limitación de la oferta” como condición bajo la cual la utilidad crea valor – y que no solo, como dice Ricardo, como se refiere a determinados productos raros, pero a los productos [xxxiii] en general. Entre los escritores que responden a esta descripción, que pueden considerarse los precursores inmediatos de nuestra teoría, se encuentran Auguste Walras (De la Nature de la Richesse et de I ‘Origine de la ValeurEvreux, 1831), y también Condillac, Genovesi y Senior . 

Carl Menger, la revolución marginalista y el carácter subjetivo del valor, incluyendo los costos

Así comenzó la “revolución marginalista” en la economía. Con los alumnos de la UBA Económicas vemos el libro de Carl Menger, Principios de Economía Política. Dice el autor en su capítulo III:

menger

“El valor de los bienes se fundamenta en la relación de los bienes con nuestras necesidades, no en los bienes mismos. Según varíen las circunstancias, puede modificarse también, aparecer o desaparecer el valor. Para los habitantes de un oasis, que disponen de un manantial que cubre completamente sus necesidades de agua, una cantidad de la misma no tiene ningún valor a pie de manantial.

Pero si, a consecuencia de un terremoto, el manantial disminuye de pronto su caudal, hasta el punto de que ya no pueden satisfacerse plenamente las necesidades de los habitantes del oasis y la satisfacción de una necesidad concreta depende de la disposición sobre una determinada cantidad, esta última adquiriría inmediatamente valor para cada uno de los habitantes. Ahora bien, este valor desaparecería apenas se restableciera la antigua situación y la fuente volviera a manar la misma cantidad que antes. Lo mismo ocurriría en el caso de que el número de habitantes del oasis se multiplican de tal forma que ya la cantidad de agua no bastara para satisfacer la necesidad de todos ellos. Este cambio, debido a la multiplicación del número de consumidores, podría incluso producirse con una cierta regularidad, por ejemplo, cuando numerosas caravanas hacen su acampada en este lugar.

Así pues, el valor no es algo inherente a los bienes, no es una cualidad intrínseca de los mismos, ni menos aún una cosa autónoma, independiente, asentada en sí misma. Es un juicio que se hacen los agentes económicos sobre la significación que tienen los bienes de que disponen para la conservación de su vida y de su bienestar y, por ende, no existe fuera del ámbito de su conciencia. Y así, es completamente erróneo llamar “valor” a un bien que tiene valor para los sujetos económicos, o hablar, como hacen los economistas políticos, de “valores”, como si se tratara de cosas reales e independientes, objetivando así el concepto. Lo único objetivo son las cosas o, respectivamente, las cantidades de cosas, y su valor es algo esencialmente distinto de ellas, es un juicio que se forman los hombres sobre la significación que tiene la posesión de las mismas para la conservación de su vida o, respectivamente, de su bienestar.

La objetivación del valor de los bienes, que es por su propia naturaleza totalmente subjetivo, ha contribuido en gran manera a crear mucha confusión en torno a los fundamentos de nuestra ciencia.”

Y luego ya se encarga de demoler la teoría del “valor trabajo”:

El valor que un bien tiene para un sujeto económico es igual a la significación de aquella necesidad para cuya satisfacción el individuo depende de la disposición del bien en cuestión. La cantidad de trabajo o de otros bienes de orden superior utilizados para la producción del bien cuyo valor analizamos no tiene ninguna conexión directa y necesaria con la magnitud de este valor. Un bien no económico, por ejemplo, una cantidad de madera en un gran bosque, no encierra ningún valor para los hombres por el hecho de que se hayan empleado en ella grandes cantidades de trabajo o de otros bienes económicos. Respecto del valor de un diamante, es indiferente que haya sido descubierto por puro azar o que se hayan empleado mil días de duros trabajos en un pozo diamantífero. Y así, en la vida práctica, nadie se pregunta por la historia del origen de un bien; para valorarlo sólo se tiene en cuenta el servicio que puede prestar o al que habría que renunciar caso de no tenerlo. Y así, no pocas veces, bienes en los que se ha empleado mucho trabajo no tienen ningún valor y otros en los que no se ha empleado ninguno lo tienen muy grande. Puede ocurrir también que tengan un mismo valor unos bienes para los que se ha requerido mucho esfuerzo y otros en los que el esfuerzo ha sido pequeño o nulo. Por consiguiente, las cantidades de trabajo o de otros medios de producción empleados para conseguir un bien no pueden ser el elemento decisivo para calcular su valor. Es indudable que la comparación del valor del producto con el valor de los medios de producción empleados para conseguirlo nos enseña si y hasta qué punto fue razonable es decir, económica, la producción del mismo. Con todo, esto sólo sirve para juzgar una actividad humana perteneciente al pasado. Pero respecto del valor mismo del producto, las cantidades de bienes empleados en conseguirlo no tienen ninguna influencia determinante ni necesaria ni inmediata.”Carl

La teoría del valor en la obra de un austriaco menos conocido: Friedrich von Wieser

Con los alumnos de la materia Escuela Austriaca, de UCEMA, vemos un “austriaco” poco leído y comentado. Friedrich von Wieser, sobre las teorías del valor, de su libro Valor Natural:  

“Creo que nadie negará que la teoría del valor necesita reformarse desde sus cimientos. La imperfección de los puntos de vista prevalecientes la confiesan incluso sus propios seguidores, pero mientras la gran mayoría de los economistas aún no saben dónde dirigirse, una nueva teoría ha llegado al frente. Al principio pasó desapercibido, y luego durante mucho tiempo pero poco pensado, elaborado por hombres que, en su mayor parte, no se conocían pero que sin embargo estaban de acuerdo donde tantos habían dudado y no estaban de acuerdo, surgió una nueva teoría basada en una nueva base. —Una teoría empírica sobre una base empírica.  

La nueva teoría parte de la vieja proposición de que el valor de los bienes proviene de la utilidad de los bienes o, lo que es lo mismo [xxxii], de las satisfacciones de la necesidad que aseguran los bienes. Entonces, para encontrar las leyes del valor, primero se deben conocer las leyes de la necesidad. Ahora, en esta búsqueda, nos encontramos con el hecho de que la necesidad de lo mismo, incluso en la misma persona y en condiciones económicas dadas, tiene fortalezas muy diferentes, que varían según el grado en que la necesidad ya ha sido satisfecho mediante el empleo de bienes. Pero como el empleo de los bienes depende, de la cantidad de bienes que se posean, la cantidad de bienes ejerce una influencia decisiva en la valoración de las necesidades y, por tanto, en la fuente del valor mismo. Esta observación es el punto de partida de una investigación más amplia. En sí mismo es de gran importancia porque en última instancia da la solución al fenómeno paradójico de que el valor cae a medida que aumentan los bienes. Pero es tan importante por sus efectos sobre el método económico, porque guía al economista, desde los falsos objetos a los que apuntan los métodos especulativos y el lenguaje ordinario, hasta el corazón empírico del fenómeno del valor. 

Como precursores de la teoría, denominamos generalmente a todos aquellos que han obtenido valor de la utilidad; especialmente aquellos que fueron persistentes en basar incluso el valor de cambio por completo en la utilidad, particularmente cuando no se apartaron de su principio a pesar de la influencia obvia de los costos de producción. Por lo general, en este punto, el enunciado de la teoría es inconsecuente u oscuro, o conserva su lógica y su claridad, a expensas de renunciar a la completitud, al omitir la cuestión de los costos. Como precursores de la nueva teoría en el sentido más estricto del término, podemos nombrar a aquellos que abordan la cuestión de las cantidades de bienes tanto como su utilidad. Por lo general, por supuesto, esto solo llega hasta el punto de mostrar los cambios en la cantidad de valor que se derivan de los cambios en la oferta y la demanda. Pero, en el caso de unos pocos escritores, ha tomado una forma mucho más exacta, donde se reconoce la “escasez”, la “limitación de la oferta” como condición bajo la cual la utilidad crea valor – y que no solo, como dice Ricardo, como se refiere a determinados productos raros, pero a los productos [xxxiii] en general. Entre los escritores que responden a esta descripción, que pueden considerarse los precursores inmediatos de nuestra teoría, se encuentran Auguste Walras (De la Nature de la Richesse et de I ‘Origine de la ValeurEvreux, 1831), y también Condillac, Genovesi y Senior .