Hay, creo, dos razones por las cuales predomina el pesimismo en la avalancha de noticias que recibimos a diario: la primera de ellas es que las buenas noticias no generan tantos lectores como las malas, la normalidad se asume como tal, mientras que el accidente o el crimen serían la excepción; la segunda es que todo el que quiera promover algún cambio ‘revolucionario’ (no evolutivo) en la sociedad, debe antes mostrar que todo anda mal, ya que por eso se necesita el cambio.
Al respecto, una serie de autores (Matt Ridley, Steven Pinker y ahora Johan Norberg) han escrito sendos libros presentando una visión contraria, esto es, optimista, del progreso de la sociedad y el ser humano, sobre todo a partir de la llegada de la sociedad liberal y el capitalismo. Las referencias y los números son contundentes. Aquí algunos del libro Johan Norberg, Progress: Ten Reasons to Look Forward to the Future:
“Aún mejor noticia que la caída de la desnutrición crónica es la desaparición de grandes hambrunas. En los últimos 140 años hubo 106 episodios de hambre masiva, cada uno de los cuales mató a más de 100.000 personas. Entre 1900 y 1909, murieron en hambrunas unos 27 millones de personas, y más de 15 millones lo hicieron en cada década entre 1920 y 1960. Esas hambrunas fueron parcial o totalmente obra del hombre. En el primer período fue el resultado de que políticas imperiales desmantelaran la producción agrícola local y su comercio y se forzara a los campesinos a producir para exportar. Las hambrunas por guerra mataron a millones en Asia en los años 1930s y 1940s. Los regímenes comunistas en la Unión Soviética, China, Camboya, Etiopía y Corea del Norte mataron a decenas de millones debido a la colectivización forzosa y el uso del hambre como un arma.”
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“No hay país que haya sufrido una hambruna más grande que China. Desde 1958 a 1961, el dictador Mao Zedong trató de mostrar la superioridad de su variante del comunismo mediante un “Gran Salto Adelante” de industrialización forzada. La tierra privada remanente e incluso los utensilios de cocina fueron confiscados y los trabajadores agrícolas fueron llevados a proyectos de obras públicas y fábricas de acero. Como resultado, se estima que alrededor de 40 millones de personas murieron de hambre, y la expectativa colapsó en unos 20 años.
Y después de este desastre la comida era escasa en China debido a que las granjas colectivas desalentaban el trabajo y la innovación. Nadie podía obtener más por medio de un trabajo más duro o la inversión en mejores métodos. Hoy, los líderes chinos están orgullosos de su productivo sector agrícola, pero no cambió debido a una decisión que viniera desde arriba. Comenzó con unos pocos valientes campesinos en la villa de Xiaogang en la provincia de Anhui en Diciembre de 1978.
Las dieciocho familias de la villa estaban desesperadas. EL sistema comunista no les proveía a ellos, ni a sus hijos, de suficiente comida. Algunas familias tenían hervir hojas de álamo y comerlas sin sal; otros molían cáscara de árbol para usarla como harina. Entonces, se encontraron en un lugar secreto, una noche tarde, y decidieron parcelar la tierra comunal entre ellos. Cada familia tomaría sus propias decisiones sobre qué y cuanto sembrar y cuánto trabajar, y cada familia podría vender lo que produjera, luego de que el gobierno tomara la parte que demandaba.
Lo escribieron como un contrato formal para que todos estuvieran comprometidos, lo firmaron o pusieron sus huellas a la luz de una lámpara de aceite. Ahora que estaba firmado, el riesgo era alto. Si el documento era hallado, serían castigado con todo el peso del régimen. Los villeros se pusieron de acuerdo que, si se conocía y alguno iba preso, los demás criarían a sus hijos. El campesino que había escrito el contrato lo escondió dentro de un pedazo de bambú en el techo de su casa, esperando que los funcionarios nunca lo encontraran.
Eventualmente, esta privatización secreta se conoció. EL resultado era demasiado bueno para mantenerlo en secreto. Los granjeros no comenzaban a trabajar cuando sonaba el silbato de la villa – salían mucho antes y trabajaban mucho más duro. Hubo un crecimiento dramático de la producción. La cosecha de grano en 1979 fue seis veces más alta que la del año anterior. Otras villas podían ver que a los de Xiagong les iba mejor, que su gente estaba mejor alimentada, y trataron de saber qué hacían diferente…”