Muchos creen que el derecho de propiedad da manos libres al propietario para destruir un recurso, y que eso es lo que va a hacer. Sin embargo, el propietario es un “protector”, no quiere destruir su recurso sino multiplicarlo. En verdad, es la ausencia de propiedad, conocida en economía como la “tragedia de la propiedad común”, la que genera la depredación de los recursos. Un caso típico de este problema puede verse en la pesca. En un artículo de Jonathan Adler y Nathaniel Stewart publicado en la revista Regulation, comentan el tema: http://object.cato.org/sites/cato.org/files/serials/files/regulation/2014/4/regulation-v37n1-1.pdf
Algunos párrafos:
“En su evaluación del 2010 la FAO informó que aproximadamente un 85% de los stocks de peces (para los que hay información disponible) estaban totalmente explotados (53%), sobre-explotados (28%), agotados (3%) o recuperándose del agotamiento (1%). Investigaciones recientes sugieren que el estado de las pesquerías no evaluadas es aún peor. Aunque la pesca anual continúa creciendo –en buena medida por la expansión de la acuacultura- muchas pesquerías están en problemas.”
Interesante mención a la “acuacultura”, ya que ésta no es otra cosa que la extensión de derechos de propiedad a los peces. Es, generalmente, la construcción de un gran piletón donde se “cultivan” y reproducen peces en lugar de simplemente pescarlos como en aguas abiertas. El propietario tiene un incentivo a cuidar y multiplicar esos peces, y lo hace porque tiene la capacidad de “excluir” a los no propietarios de sus peces.
En aguas abiertas, por el contrario, cualquiera puede “retirar” recursos del agua, y está motivado a hacerlo rápido antes que otros lo hagan. Por eso nos encontramos con el agotamiento de pesquerías e incluso con la pesca de especímenes que ni siquiera han alcanzado su mejor tamaño (o los sacas ahora que tienes la oportunidad o se los lleva otro). Esto genera una carrera, llamada “tragedia de la propiedad común” donde todos quieren llevarse el recurso pero nadie tiene incentivo para cuidarlo. Y tampoco para multiplicarlo: nadie va a ocuparse de “criar” peces y ayudarlos a reproducirse si luego cualquier puede venir a llevárselos.
Entonces, los efectos de la ausencia de propiedad son dos: la carrera que lleva a la depredación y la ausencia de incentivos para reproducir y mejorar el recurso. Nada de eso ocurre, por ejemplo, en la ganadería, donde los propietarios cuidan y reproducen a los animales: quieren tener más, no liquidarlos.
Pero la ganadería sufría también de la tragedia de los comunes porque era difícil establecer el derecho de propiedad, hasta que una solución que ahora parece tan simple como el alambrado, permitió delimitar la propiedad y desde entonces cada propietario multiplicó sus animales. No nos preocupa ahora la posible extinción de las vacas, como nos preocupa la de los peces.
La acuacultura es el equivalente piscícola del alambrado. Permite delimitar la propiedad y resuelve los dos problemas planteados. Por un lado, elimina la carrera para depredar el recurso: el propietario quiere mantenerlo e ir “pescando” en forma ordenada para mantener un stock que permita responder a la demanda del producto; está incentivado a invertir para cuidar y mejorar el recurso, ya que eso aumenta su capital.
El derecho de propiedad ha “alineado” los intereses del productor con la reproducción del recurso.
Muy interesante artículo, porque es un tema delicado cómo el hombre se siente dueño y señor de muchos recursos que tiene a su alcance, lo que genera según el presente la “tragedia de la propiedad común”, destruyendo sin escrúpulos los mismos , acabando con especies autóctonas irrecuperables, no solo de peces, sino de muchos otros animales que conforman la fauna de nuestro país. Según los biólogos, la pesca o caza indiscriminada, la contaminación de las aguas y muchas otras circunstancias, altera considerablemente el hábitat de los animales y por consiguiente nos afecta a los seres humanos, porque todos somos partes de un mismo ecosistema. Creo yo que en vista de la protección del medio ambiente tiene que estar el Estado protegiendo sus recursos, estableciendo límites y sanciones más rigurosas y de efectivo cumplimiento, sino éste es un problema de nunca acabar. Cuando el artículo menciona la «acuacultura» me vino inmediatamente a la mente los criaderos de truchas, éstos cuidan y reproducen constantemente la especie para su posterior venta, con un total y consciente estudio de la misma.
Considero que esta nueva técnica acuacultura no es el hábitat natural de los peces, además sólo se dedicarían a criar determinadas especies y no todas, por otro lado acerca de las especies en extinción existen legislaciones que prohiben su depredación en el ámbito del derecho del mar: en su zona económica exclusiva, el estado ribereño puede reglamentar sobre la pesca y recursos no vivos, para proteger ciertas especies y lograr que no se extingan, como también reglamentar concesiones de pesca, de modo que si pescan de manera clandestina, se lo pueda perseguir hasta altamar, donde el mar es de libre navegación y de uso común de los Estados, donde ninguno puede apropiarse y sin embargo, aquí también pueden encontrarse restricciones para preservar ciertas especies en peligro de extinción.
Sí, claro. ES POR ESO QUE LOS JAPONESES SIGUEN ESQUILMANDO LAS BALLENAS. Ya ves que los «tratados» sirven de poco y nada.
¿Qué tal?
Quería decir que me pareció muy acertado el post. Sin embargo, no creo que la acuacultura sea una solución a la pesca comercial depredadora, si es eso lo que Ud. intenta expresar. No es el mismo caso que la ganadería, porque muchas especies de peces no sobreviven a los criaderos. Lamentablemente, estos van a seguir siendo propiedad común en aguas abiertas, y se seguirá abusando del recurso, mientras no haya correspondientes controles. Por otro lado, hay que tener en cuenta que las especies de peces no sólo corren peligro por la pesca abusiva: existen también modificaciones de los sistemas ecológicos acuáticos que se dan, por ejemplo, al contaminar un río o al construir una represa, alterando el curso biológico de las especies (mediante grandes matanzas, o por cortar los procesos migratorios, pues los «ascensores» de peces de las represas son poco efectivos).
No voy a opinar acerca de cómo solucionar estos temas.
Gracias por el espacio!
Si bien coincido con que la propiedad privada sobre los bienes, crea el incentivo de cuidarlos, protegerlos, y reproducirlos, pienso que un paso previo para considerarla como la única solución al agotamiento de los recursos, es generar una cultura en donde todos seamos conscientes de los recursos, de su buen uso, del cuidado por parte de todos, entendiendo que si bien no tengo el dominio exclusivo del bien, ya sea peces de un río o una plaza, ello no a merita al descuido ni al aprovechamiento desmedido, porque de ese modo todo lo que sea de uso común, terminara a manos privadas con el lema de su protección.
Esto podría ser un claro ejemplo de lo que dice tyler cowen, cuando de refiere a la correcta asignación de los derechos de propiedad privada, y es que si estos no son delimitados, por considerarse bienes públicos a aquellos que no lo son, lo que ocurre es esto, el recurso se agota, debido a la falta de motivación que produce el hecho de que cualquiera pueda acceder a ese bien, entonces para que ocuparse de cuidarlo?.
si bien los recursos pesqueros pueden parecer bienes públicos por su dificultad para permitir la exclusión le faltaría una característica para que puedan considerarse como tales y es que los bienes públicos no se extinguen con el consumo masivo lo que si ocurre con los peces.
La «acuacultura», es un interesante comienzo para intentar buscar una solución, pero que a mi entender no alcanza, ya que esto solo puede darse en aquellos territorios que cuenten con las características necesarias para construir los piletones, pero en el resto de las aguas seguirán siendo depredadas, los recursos pesqueros tratados como un bien público, con acceso a ellos por parte de todos, lo que a futuro traerá serias consecuencias.
El derecho de propiedad es un claro ejemplo del armónico funcionamiento del libre mercado según el concepto de la «mano invisible» de Adam Smith y del «orden espontáneo» al que posteriormente se refiere Friedrich Hayek, en el cual el individuo en busca de su propio beneficio, genera recursos que a su vez beneficia a otros. No obstante, también se puede observar la importancia de un marco jurídico que regule la comercialización y los límites en términos geográficos que en función del bien común generan en los propietarios la obligación de cuidar los recursos.
Si bien los economistas alineados al pensamiento de Smith y Hayek, considerarían que no es necesaria la intervención estatal, la acuacultura es una actividad que evidencia cómo se puede lograr un equilibrio entre el denominado «orden espontáneo» y la regulación del Estado. Una posición intermedia puede resultar una beneficiosa alternativa para todos los individuos, si el Estado en lugar de diseñar deliberadamente políticas económicas, se limitara a funcionar como órgano de contralor y tuviera como finalidad la tutela jurídica de derechos colectivos, como en este caso, el medio ambiente y crear políticas de sustentabilidad de los recursos naturales.
Buscando información sobre el tema encontré que la acuacultura consiste en la producción de plantas o animales acuáticos en sistemas controlados donde su crecimiento es manejado o mejorado por el hombre. Los principales organismos cultivados son peces, moluscos y crustáceos, pero otras especies también se cultivan en menores cantidades. La acuacultura aporta la tercera parte de la producción pesquera mundial y es uno de los sectores de más rápido crecimiento desde finales de la década de los 80. Aunque es vista como una alternativa para satisfacer la necesidad de alimento de muchos países tropicales, tiene numerosos efectos sobre los ecosistemas acuáticos donde se desarrolla.Muchas de las actividades de acuacultura aún dependen de la colecta de simientes de recursos silvestres, debido a que el ciclo de vida de algunas especies acuáticas es complejo o no es conocido en su totalidad. Esto implica el abastecimiento de huevos, larvas, juveniles o inclusive adultos obtenidos de su hábitat natural. Esta práctica puede afectar a las poblaciones naturales de las especies de cultivo y producir daños indirectos al hábitat al colocar redes e infraestructura para la colecta. También puede ocurrir la captura incidental de individuos de otras especies que coexisten con la especie objetivo en el ambiente natural. Otro tipo de captura incidental se produce durante el bombeo de agua desde diversos sistemas acuáticos para abastecer los estanques de cultivo. Esta operación absorbe, junto con el agua, plancton y larvas, juveniles y adultos de numerosos organismos que quedan atrapados en los filtros y sistemas de captación de agua. Ademas el cultivo de especies de ornato constituye un serio riesgo a la biodiversidad, ya que además de las cinco o seis especies exóticas introducidas con fines de alimentación, la diversidad de especies e híbridos producidos por los acuaristas es muy grande, alcanzando más de ciento cincuenta especies comerciales que provienen de diversos continentes. En algunas de las cuencas donde existen instalaciones de producción de estas especies se ha registrado el establecimiento de especies exóticas y el consecuente desplazamiento de las especies nativas.
La acuacultura parece un interesante método para proteger a los peces y permitir que se reproduzcan sin caer en la sobrepesca y la posible depredación de la especie. El problema, creo yo, es que es muy complicado, si no imposible, delimitar la propiedad de los peces en el mar. No es correcto pensar que alguien es «propietario» de un animal salvaje. Y justamente por esto es por lo que se genera la «tragedia de la propiedad común». Cuando algo es de todos, no se cuida como si fuera propio: «Prefiero utilizarlo más yo que los demás». También puedo relacionarlo con cómo siempre se busca perseguir el interés personal; muchas veces por sobre el interés general. La depredación de los recursos naturales públicos es real. Sería bueno concientizarnos un poco más.
Desde siempre, la lucha por los recursos comunes ha sido una constante en el desarrollo humano, siendo que en el caso del artículo de Jonathan Adler and Nathaniel Stewart se refieren a la pesca indiscriminada y como consecuencia de ello, se ha implementado la “cuota de pesca” a fin de limitar la pesca dañina para el bacalao atlántico frente a la Costa de Nueva Inglaterra. Estos autores sostienen que “el manejo apropiado de la pesca puede conservar la pesca y mantener su valor. Un aproximamiento largamente recomendado por los economistas ha sido el uso de derechos de propiedad en la pesca a través del territorio o la asignación de pesca compartida entre sus participantes. (…) Hay una amplia evidencia de que esas reformas institucionales alientan una explotación pesquera más eficiente, reducen la sobrecapitalización, y eliminan la mortal ‘carrera por la pesca’-el antieconómico y peligroso esfuerzo para atrapar la mayor cantidad de peces como fuera posible en una corta época de pesca-. El uso del manejo basado en la propiedad alinea los incentivos de los pescadores con la salud subyacente del recurso y aparece para reducir los efectos adversos al medioambiente de la pesca comercial. ”
Teniendo en cuenta la postura de Adler-Steward, la pesca como recurso a compartir por la humanidad entera nos remite al texto de Tyler Cowen sobre “Bienes Públicos y Externalidades” donde se mencionan como características de los bienes comunes a la no exclusión y al consumo no competitivo; sin embargo, el hecho de la pesca indiscriminada afecta al consumo de los usuarios que no llegan a acceder al recurso “pescado” por el agotamiento de las especies pesqueras en aguas internacionales, lo cual puede agravarse aún más si no se toman medidas lo más pronto posible. Cowen menciona que “otros problemas con los bienes públicos pueden resolverse definiendo los derechos de propiedad individual en el recurso económico apropiado (…) unos derechos de propiedad bien definidos pueden resolver los problemas de los bienes públicos en otras áreas medioambientales, como el uso de la tierra y la conservación de las especies.”
Hardin expone que si no hay derecho de propiedad, se produce la Tragedia de los Recursos Comunes, cuando habla del pastizal abierto, y de que todos los pastores intentaran mantener en los recursos comunes tantas cabezas de ganado como sea posible (que considero que podría asimilarse a la pesca): “Al sumar todas las utilidades parciales, el pastor racional concluye que la única decisión sensata para él es añadir otro animal a su rebaño y otro más… Pero esta es la que conclusión a la que llegan cada uno y todos los pastores (…) Y ahí está la tragedia. Cada hombre está encerrado en un sistema que lo impulsa a incrementar su ganado ilimitadamente, en un mundo limitado. La ruina es el destino hacia el cual corren todos los hombres, cada uno buscando su mejor provecho en un mundo que cree en la libertad de los recursos comunes.” En concreto, citando a McVay, Hardin dice que “los océanos del mundo continúan sufriendo por la supervivencia de la filosofía de los recursos comunes (…) Al profesar la creencia de los ‘inagotables recursos de los océanos, colocan cerca de la extinción, una tras otra, a especies de peces y ballenas.”
Me pareció muy interesante el artículo.
Consideró que es de extrema necesidad el sistema de acuacultura para poder paliar de alguna manera los efectos de la pesca indiscriminada de especies en aguas de propiedad común.
Como se dijo en el artículo, la utilización de una propiedad común (que debería ser realizada con respeto por las especies y por los demás usuarios) se ve perjudicada por el mismo sistema económico en el que estamos inmersos. Todos quieren sacar la mayor cantidad de pescado posible para poder venderlo sin siquiera pensar en el resto de los usuarios y menos en lo mas importante: el mantenimiento de las especies, para que este recurso pueda seguir siendo utilizado siempre. En argetina hay muchas especies en peligro de extinción como es el caso del clásico surubí.
Consideró que la acuacultura es indispensable para poder proteger la biodiversidad.
Lo que marca el interesante artículo es la innovación que ha desarrollado el hombre para combatir un caso más de “tragedia de los comunes”. Lo que marca la tragedia de los comunes es que si nadie es dueño de la cosa, esta será descuidada y se echara a perder. Como nadie es propietario de la atmósfera, por ejemplo, nadie la cuida y por ello está hecha un basurero. Otra consecuencia de la tragedia de los comunes es que todos quieren utilizar el recurso pero nadie quiere cuidarlo, no hay un incentivo a cuidarlo ya que nadie es propietario. “Si todos somos dueños de todo, nadie es dueño de nada”, podría ser una buena reflexión al respecto.
Aplicando la teoría a los hechos, se ve como en aguas abiertas hay un progresivo agotamiento de los peces que no tienen “propietario”. Nadie se ocupa de criar los peces, ya que cualquiera puede llevárselos. No hay incentivos para reproducir ni mejorar la reproducción de peces.
Por ello la acuacultura viene a delimitar el derecho de propiedad de determinadas personas que se ocuparan del cuidado y de la reproducción de los peces. El propietario de los peces tiene el incentivo de que puede excluir a los no propietarios de sus peces y podrá sacar provecho de su cuidado. Los derechos de propiedad tienen como finalidad eliminar la competencia destructiva para instalar la competencia a través de métodos pacíficos, y son necesarios para el correcto desarrollo y para la creación de riqueza. Sin derechos de propiedad bien definidos, no habrá crecimiento económico.