Caps 4 y 5: una introducción al análisis económico de la política. Las fallas del Estado

Con los alumnos de la materia Economía e Instituciones de OMMA Madrid, vemos una introducción al Análisis Económico de la Política (Public Choice):

En toda sociedad hacen falta un mecanismo para permitir que se expresen las preferencias de los individuos y señales que guíen a los productores a satisfacerlas. En el caso de los bienes privados, hemos visto cómo el mercado cumple ese papel. También vimos que se presentan problemas para cumplirlo. En el caso de los bienes públicos, es la política: es decir, los ciudadanos expresan sus preferencias por bienes colectivos y hay un mecanismo que las unifica, resuelve sus diferencias (Buchanan 2009) y envía una señal a los oferentes —en este caso las distintas agencias estatales— para satisfacerlas. Como veremos, este también se enfrenta a sus propios problemas.

El siguiente análisis de las fallas de la política se basa en el espíritu de aquellas famosas palabras de Winston Churchill (1874-1965): “Muchas formas de gobierno han sido ensayadas y lo serán en este mundo de vicios e infortunios. Nadie pretende que la democracia sea perfecta u omnisciente. En verdad, se ha dicho que es la peor forma de gobierno, excepto por todas las otras que han sido ensayadas de tiempo en tiempo”.

Churchill nos dice que no hemos ensayado un sistema mejor, por el momento, pero que este no puede ser considerado perfecto. Por ello, cuando se ponen demasiadas esperanzas en él, pueden frustrarse, ya que la democracia no garantiza ningún resultado en particular —mejor salud, educación o nivel de vida—, aunque ciertas democracias lo hacen bastante mejor que las monarquías o las dictaduras.

Durante mucho tiempo, buena parte de los economistas se concentraron en analizar y comprender el funcionamiento de los mercados, y olvidaron el papel que cumplen los marcos institucionales y jurídicos de los Gobiernos. Analizaban los mercados suponiendo que funcionaban bajo un “gobernante benevolente”, definiendo como tal a quien persigue el “bien común”, sin consideración por el beneficio propio, y coincidiendo en esto con buena parte de las ciencias políticas y jurídicas[1]. Tal como define al Estado la ciencia política, tiene aquel el monopolio de la coerción, pero lo ejerce en beneficio de los gobernados.

Por cierto, hubo claras excepciones a este olvido. Inspirados en ellas, autores como Anthony Downs o James Buchanan y Gordon Tullock iniciaron lo que se ha dado en llamar “análisis económico de la política”, en el contexto de gobiernos democráticos, originando una abundante literatura. Su intención era aplicar las herramientas del análisis económico a la política y el funcionamiento del Estado, pues la teoría política predominante no lograba explicar la realidad de manera satisfactoria.

Uno de los primeros pasos fue cuestionar el supuesto del “gobernante benevolente” que persigue el bien común; porque, ¿cómo explicaba esto los numerosos casos en que los Gobiernos implementan medidas que favorecen a unos pocos? O más aún: ¿cómo explicar entonces que los gobernantes apliquen políticas que los favorecen a ellos mismos, en detrimento de los votantes/contribuyentes? Por último, ¿cómo definir el “bien común”[2]? Dadas las diferencias en las preferencias y valores individuales, ¿cómo se podría llegar a una escala común a todos? Esto implicaría estar de acuerdo y compartir dicha escala, pero el acuerdo que pueda alcanzarse tiene que ser necesariamente vago y muy general, y en cuanto alguien quiera traducir eso en propuestas específicas surgirán las diferencias. Por eso vemos interminables discusiones sobre la necesidad de contar con un “perfil de país” o una “estrategia nacional” que nos lleve a alcanzar ese bien común, pero, cuando se consideran los detalles, los “perfiles de país” terminan siendo más relacionados con algún sector específico o difieren claramente entre sí.

Los autores antes mencionados decidieron, entonces, asumir que en la política sucede lo mismo que en el mercado, donde el individuo persigue su propio interés, no el de otros. En el mercado, esa famosa “mano invisible” de Adam Smith conduce a que dicha conducta de los individuos termine beneficiando a todos. ¿Sucede igual en el Estado? Se piensa en particular en el Estado democrático, porque se supone que los Gobiernos tiránicos o autoritarios no le dan prioridad a los intereses de los gobernados.

Algunos economistas intentaron definir ese “bien común” en forma científica, como una “función de bienestar social”, pero sin éxito (Arrow 1951). Además, si hubiese alguna forma de definir específicamente ese bien común o bienestar general como una función objetiva, no importaría si es el resultado de una decisión democrática, de una decisión judicial o simplemente un decreto autoritario que lo imponga.

Como veremos, al cambiar ese supuesto básico, la visión que se tiene de la política es muy distinta: el político persigue, como todos los demás y como él mismo fuera de ese ámbito, su interés personal. No se puede definir algo como un “bien común”, un resultado particular que sea el mejor, pero sí se puede evaluar un proceso, en el que el resultado “bueno” sea aquél que es fruto de las elecciones libres de las personas. ¿Existe entonces un mecanismo similar a la “mano invisible” en el mercado, que guíe las decisiones de los votantes y las acciones de los políticos a conseguir los fines que persiguen los ciudadanos? Este enfoque, llamado en general “Teoría de la Elección Pública” (Public Choice) se centra en los incentivos. De ahí que también se le conozca como “análisis económico de la política”.

[1]. Esta visión, por supuesto, no es sorprendente. Madison (2001), por ejemplo, mostraba una posición clásica aun hoy muy popular, según la cual la búsqueda del “bien común” depende de la delegación del poder a los representantes correctos, no de la información y los incentivos existentes: “… un cuerpo de ciudadanos elegidos, cuya sabiduría pueda discernir mejor el verdadero interés de su país, y cuyo patriotismo y amor por la justicia harán muy poco probable que lo sacrifiquen a consideraciones parciales o temporales. Bajo tal regulación, puede bien suceder que la voz pública, pronunciada por los representantes del pueblo sea más consonante con el bien público que si fuera pronunciada por el pueblo mismo, reunido para tal propósito. Por otro lado, el efecto puede invertirse. Hombres de temperamento faccioso, prejuicios locales, o designios siniestros, pueden por intriga, corrupción u otros medios, primero obtener votos, y luego traicionar los intereses del pueblo”.

[2]. Muchos filósofos políticos han cuestionado este concepto. Entre los economistas, Hayek (1976 [1944]): “El ‘objetivo social’ o el ‘designio común’, para el que ha de organizarse la sociedad, se describe frecuentemente de modo vago, como el ‘bien común’, o el ‘bienestar general’, o el ‘interés general’. No se necesita mucha reflexión para comprender que estas expresiones carecen de un significado suficientemente definido para determinar una vía de acción cierta. El bienestar y la felicidad de millones de gentes no pueden medirse con una  sola escala de menos y más” (p. 89).

9 pensamientos en “Caps 4 y 5: una introducción al análisis económico de la política. Las fallas del Estado

  1. CAPITULOS 4 y 5

    Resumen

    En estos capítulos se analiza la provisión de bienes y servicios públicos desde la óptica de la política (en contraposición a la del mercado, analizada en los capítulos 2 y 3 del libro). De esta forma, vemos que el Estado tiene problemas parecidos al mercado para satisfacer las preferencias de la gente. En concreto, los problemas son de información (problemas en la formación de preferencias y su señalización debido a la ausencia de sistemas de precios) e incentivos (los gobernantes actúan en abse a su interés personal ante todo).

    Puntos novedosos

    1. Me parece muy acertado el enfoque de la Public Choice del gobernante como sujeto que ante todo busca su propio interés personal (individualismo metodológico) en contraposición al ingenuo concepto de “gobernante benevolente”.

    2. Sin embargo, la crítica a la ignorancia racional realizada en términos de fracaso de la deliberación parece un escenario más realista y representativo de la acción humana que los supuestos de la Public Choice como muestran los numerosos ejemplos que se cita en el texto de Pincione y Tesón.

    3. Por último, destacaría del texto la dificultad de medir las preferencias de los votantes mediante un voto único (en contraposición al sistema de rpecios del mercado)

    Preguntas al autor

    1. Hemos visto en estos capítulos el análisis económico de la política de la Public Choice pero este análisis se centra en el análisis de sistemas democráticos. En el caso de sstemas políticos no democráticos (como la monarquía o la dictadura), ¿cómo cambiaría el enfoque? Autores como Hans-Herman Hoppe defienden la monarquía en contraposición a la democracia en términos de preferencia temporal. Me gustaría si la Public Choice se pronunció al respecto.

    2. La Public Choice defiende la ignorancia racional de los votantes. Sin embargo, desde una óptica austriaca, ¿hasta qué punto el votante es ignorante por la falta de incentivos para informarse y no porque es imposible coordinar el conocimiento sin un sistema de precios como señala Hayek?

    3. Vemos en el texto que uno de los problemas que tiene la provisión de bienes y servicios es la baja frecuencia en que se transmiten las preferencias. Sin embargo, aún con una mayor frecuencia en la muestra de preferencias con modelos de democracia directa, ¿no tendríamos el mismo problema de imposibilidad de medir las preferencias de los votantes y de la falta de incentivos de los gobernantes pero a menor escala?

  2. El capítulo cuatro es una aproximación a la política desde la perspectiva de la ciencia económica; un análisis del problema que surge cuando los ciudadanos deben opinar en relación con la provisión de bienes públicos. La piedra angular será la consideración del político como un agente económico maximizador de su utilidad personal. Éste se enfrentará ante la demanda del gobierno para la provisión de bienes públicos y para la provisión de rentas y beneficios personales. El votante, por su parte, cuenta con un costo de oportunidad a considerar su grado de involucramiento en la política; no necesariamente será un ciudadano republicano responsable en las urnas. Es más, existen serias dificultades, dilucidadas por la economía, para trasladar las preferencias de los ciudadanos hacia la ejecución estatal.
    El capítulo cinco se adentra con más detalle en la racionalidad económica del político; observando los esquemas de incentivos que lo afectan y su comportamiento resultante. A diferencia del votante, el político si está interesado en informarse; su posición puede depender de ello. Además, tiene tengas Edgar si así en corto plazo, obviando los costos a largo plazo. Por otra parte, los políticos de países con amplios recursos naturales pueden conducir al país hacia un rendimiento económico y satisfactoria.

    Temas interesantes:

    El sentido común popular tiende a juzgar que la abundancia de recursos naturales son una gran ventaja para el desarrollo de los países; me parece muy interesante como la economía puede problematizar esta percepción e identificar que los recursos naturales abundantes pueden ser, a largo plazo, inconvenientes.

    Es muy interesante leer que los votantes pueden ser racionalmente ignorantes; la expectativa popular de las organizaciones pro democracia es que los ciudadanos sean responsables y que se informen en los procesos políticos. Sin embargo, existe la posibilidad de que sea beneficioso para las personas optar por no indagar.

    Preguntas al autor:

    1) ¿Sería factible implementar castigos penales a los políticos si se logra identificar que los objetivos a largo plazo de su gestión no se cumplieron por negligencia?

    2) ¿Valdría la pena buscar mecanismos de difusión para reducirle los costos de adquirir información política a los votantes?

    3) ¿Podríamos decir que la democracia no es indispensable para el crecimiento económico de las naciones? Al fin y al cabo, muchos países desarrollados empezaron a crecer cuando eran gobernados por monarquías.

  3. Resumen
    Al igual que en los mercados, es necesario que los ciudadanos revelen sus preferencias a través de una señal (que son los precios), y que haya un incentivo para los oferentes para responder a las necesidades de los ciudadanos (que es la búsqueda de lucro), y que estos incentivos sean canalizados hacia el bienestar general (a través de la libre competencia), en la política es necesario que los ciudadanos revelen sus preferencias acerca de sus demandas al Estado de bienes públicos, que debe expresarse a través de señales que los políticos tengan incentivos a seguir, de tal manera que sus acciones políticas se canalicen al bienestar general.
    Después de siglos que la ciencia política (y la economía neoclásica últimamente) asumiera en sus teorías que el Estado era administrado por un dictador benevolente que sólo actuaría en función al bien común, el análisis económico de la política reemplazo este supuesto por el de agentes políticos que buscan su interés personal.
    El primer problema que surge bajo esta perspectiva es que los ciudadanos demandan no sólo bienes públicos del Estado, sino también redistribuciones de rentas que son ofrecidas por los políticos. Dentro de una democracia, al haberse homogenizado la intensidad de las preferencias a un solo voto por ciudadano, el votante marginal no tiene incentivos para informarse acerca de las distintas ofertas políticas, incluso se ve llevado a mal informarse por transmitirse las ofertas políticas de manera emocional y no informativa. De esta manera los ciudadanos, al ser el costo de informarse mayor al valor del efecto del voto marginal del ciudadano, votan de manera ignorante. Esto se ve reforzado por el débil vínculo entre las demandas de los ciudadanos y el costo cobrado a ellos por la ejecución de dichas demandas. Esto lleva a que los votantes yerren de manera sistemática al emitir sus votos, especialmente en asuntos económicos por sus sesgos anti-mercado, anti-extranjero, pro-empleo y pesimista. Por todo ello las teorías deliberativas terminan siendo utópicas.
    A los anteriores problemas, en especial al débil vínculo entre la emisión del voto y su resultado, se agrega el hecho que los ciudadanos no pueden escoger su mescla particular de bienes públicos, sino que eligen paquetes pre establecidos de bienes públicos, pudiendo ser incluso el resultado político un paquete no deseado. Además, la frecuencia con la que los ciudadanos ratifican sus elecciones es muy distante y la agregación de las preferencias emitidas a través del sistema electoral, dependiendo de las reglas de la misma, llevan a resultados que no favorecen al bienestar general.
    Una vez que se tiene el resultado político se debe analizar los incentivos de los políticos y de la burocracia estatal, para que estos persigan la satisfacción de las preferencias de los votantes, y no otras, o las suyas propias.
    Al contrario que de los votantes, los políticos y los burócratas tienen altos incentivos para estar bien informados. Sin embargo, al ser los votantes apáticos, estar desinformados y adherirse a teorías erróneas sin tener incentivos para aclarar sus conceptos, los políticos adaptaran su oferta a los votantes, ofreciéndoles emotivamente lo que desean sin importar las consecuencias.
    La tendencia que se impone en la democracia, debido a estos problemas institucionales de la política son el surgimiento de déficits permanentes, la preferencia por el corto plazo, el surgimiento del siclo político presupuestario, la tendencia a tomar decisiones que concentran beneficios en minorías y dispersan y difuminan los costos en las mayorías, de tal manera que el resultado social se aleja del bienestar general.
    El otro elemento político para satisfacer las preferencias de los ciudadanos es el comportami9ento de la burocracia estatal, sin la cual los políticos no pueden implementar sus decisiones. La burocracia tiene incentivos para aumentar su tamaño y trabajar menos, además de ser muy susceptible a la corrupción por razones sistémicas, y no solo personales, cuanta más discrecionalidad tengan éstos.
    Las democracias que requieran mayorías más altas tenderán a externalizar menos los costos de sus decisiones sobre las demás minorías.

    Conceptos Claves
    Es muy relevante descubrir los pocos incentivos que tienen los votantes para informarse y más sorprendente descubrir mas bien que tienen incentivos para informarse mal.
    Esto es debido al poco vínculo entre el voto marginal y el resultado político, lo cual nos lleva a frustrarnos teóricamente respecto a la democracia.
    Resalta la falta de un mecanismo, como la competencia en los mercados libres, que canalice las acciones de los políticos hacia el bienestar general.
    El sistema de señalización de las preferencias políticas de los ciudadanos, también resulta defectuoso, a tal punto que las democracias tienden a satisfacer las preferencias de las minorías políticamente mejor organizadas a costa de la mayoría de votantes apáticos.

    Tres Preguntas que le haría al autor:
    1. ¿de qué forma se puede reorganizar el sistema de votación, para que los votantes tengan más incentivos para informarse bien?
    2. ¿Qué mecanismo existe, como la competencia en los mercados, que canalice las acciones de los políticos hacia el bienestar general?
    3. ¿Por qué autores como Hoppe proponen la monarquía como sistema político de mejor desempeño que la democracia? ¿son válidos sus argumentos?

  4. Capítulos 4 y 5

    Resumen

    En los capítulos 4 y 5 de este libro se analiza el funcionamiento de la política para comprender las preferencias e información de los individuos. La corriente clásica y de manera más discreta la corriente neoclásica, aseguraban que la función principal de los gobernantes era perseguir el bien común y que todos estén mejor. Pero el análisis económico de la política empezó a cuestionar sobre su veracidad, pues se demostraba que los individuos tanto en el mercado como en la política persiguen su interés propio. Entonces, esto quiere decir que los gobernantes persiguen sus intereses personales con la excusa de perseguir el bien común. También se mencionó que el mecanismo de la política para satisfacer nuestras necesidades comunes debe cumplir requisitos similares a los que necesita el mercado para satisfacer nuestras necesidades particulares: que las preferencias se revelen.

    Conceptos relevantes o nuevos:
    Sesgo anti-mercado: es una tendencia a subestimar los beneficios que se obtienen por medio del mercado. En general, hay muchas dudas sobre que la empresa privada cuya motivación es el lucro pueda dar algún resultado socialmente beneficioso; por el contrario, suele pensarse que la búsqueda de la ganancia terminará dando malos resultados.
    Sesgo anti-extranjero: en este caso se tiende a subestimar los beneficios de la interacción con los extranjeros, tales como la de comerciar con el exterior o recibir inversiones extranjeras. Los comentarios sobre el comercio exterior están plagados de expresiones como “guerra comercial”, “invasión de productos”, etc.
    Sesgo pro-empleo: la gente tiende a creer que es mejor utilizar más el recurso trabajo y desconfía de los avances tecnológicos o de la estructura empresarial, que terminan produciendo más bienes o servicios, pero exigen menos esfuerzo.
    Sesgo pesimista: la gente tiende a sobreestimar la severidad de los problemas económicos actuales, y a subestimar el comportamiento presente, pasado y futuro de la economía.

    Preguntas
    ¿Hasta qué punto se apoya una nación sin gobierno al demostrar que los gobernantes toman decisiones en base a su interés propio y no al bien común?

    Partiendo de la premisa de que el mecanismo político tiene serias imperfecciones para lograr que las preferencias de la gente sean reveladas y se traduzca esto en un resultado que actúe como guía clara sobre lo que pretende del Estado y de los representantes electos ¿Cómo se sustenta el tamaño mínimo del Estado?

    ¿Cuál es el objetivo detrás de las votaciones obligatorias?

  5. RESUMEN CAPÍTULOS 4 Y 5 DEL LIBRO «EL FORO Y EL BAZAR»
    Se explica el funcionamiento de la política, nuestros gobernantes y las instituciones creadas, con el objetivo de satisfacer las necesidades de la gente. Se explican los problemas con los que se encuentra el sistema para conocer las preferencias de la gente y cómo satisfacerlo. Es decir el funcionamiento de la política tiene dos escollos, información e incentivos. ¿Es el votante racional? ¿qué sesgos tiene el sistema (democracia)? Una vez que las preferencias aparecen a través del voto, ¿cuál es el sistema electoral que permite la traducción correcta del resultado? ¿Es posible esto?Lógicamente la regla que se adopte condicionará el resultado. Es decir, se explica que existen una serie de fallas políticas que cuestionan la visión clásica del «Dictador Benevolente».
    En el siguiente capítulo se tratan los incentivos y la información de los políticos. Una vez se ha alcanzado el poder deben existir incentivos para que los gobernantes actúen con el objetivo de satisfacer las necesidades de los votantes y no las propias. Pero claro, si el votante puede no ser racional, ¿qué incentivos tienen los gobernantes para serlo?. El sistema político debe evitar el control absoluto de poder y habitualmente se realiza limitando los mandatos. No genera esto a su vez otro problema, el gobernante sólo se preocupa de políticas cortoplacistas que permitan su reelección aunque sean negativas en el medio/largo plazo. Todo se resume a un cálculo electoral de corto plazo. Ese es el incentivo.
    CUESTIONES QUE ME HAN LLAMADO LA ATENCIÓN
    La relación de las externalidades con distintas figuras de gobierno, Democracia y Monarquía. No lo había razonado nunca ni había leído nada al respecto.
    PREGUNTAS AL AUTOR
    ¿Qué sistema de gobierno, haya existido o no, considera más beneficioso para la sociedad? ¿Está de acuerdo con la famosa opinión de Winston Churchill respecto a la democracia.

  6. RESUMEN
    De igual manera que el mercado es un mecanismo para satisfacer las preferencias de las personas, los medios políticos son otro mecanismo al que se recurre para atender esas necesidades que presentan los mismos problemas de incentivos y de información que aparecían en el primero. Las preferencias de las personas tienen que ser conocidas por los representantes que deberán dirigir sus acciones a sus satisfacción. En este sentido los votantes revelan preferencias heterogénas de dificil distinción, tiene pocos incentivos a informarse o el procesamiento de esa información se encuentra sesgada. Por otra parte, mediante el voto no se puede medir la intensidad de las preferencias ni el cambio de las mismas a los largo del tiempo, tampoco el disenso con determinadas ideas incluidas dentro de los programas. Otro claro problema es la imposibilidad de agregar de manera objetiva las diversas preferencias reveladas.
    En el capítulo 5 expone el funcionamiento de la polítca desde el punto de vista del político. centrándose en desentrañar los problemsns de incentivos y de información.

    IDEAS
    Me parece digno de resaltar que las decisiones de voto impactan no solo en el votante sino también en el resto.
    La complicada definición de bien común o interés general
    La ruptura con la visión de los políticos como personas que buscan el interés general.

    PREGUNTAS
    ¿Existen alternativas a la democracia? ¿Alguna propuesta?
    En caso de negativo, ¿una solución a las consecuencias negativas que generan los problemas descritos no pasaría por limitar las competencias del estado?

  7. RESUMEN DEL TEXTO
    Los individuos tenemos preferencias y valoraciones subjetivas que en el mercado se expresan a través de los intercambios voluntarios entre los participantes, y se comunican a través del sistema de precios. Es decir, el mercado posee mecanismos que permiten dar a cada quien lo suyo y además lo comunica. Los gobiernos por el contrario, dicen perseguir el bien común, sin embargo, cuál sería el bien común si cada uno tenemos nuestras preferencias, incluídos los políticos, y por lo tanto, lo que es un bien para uno puede no serlo para otro? Podemos decir que el sistema democrático es hoy en día, al menos para el mundo occidental, la forma de gobierno generalmente más aceptada y, en teoría, el sistema que mejor permite representar las preferencias de los gobernados. Sin embargo, queda demostrado en éstos capítulos que no posee los mecanismos necesarios para ello. Por ejemplo, la política intenta resolver con el voto lo que el mercado resuelve con el sistema de precios, es decir informar las preferencias de los ciudadanos. Pero esto es absolutamente diferente, mientras que el consumidor obtiene en el mercado directamente lo que elige, su voto en cambio, es de carácter expresivo y no determina un resultado electoral, por lo que no transmite la información de sus preferencias. Al mismo tiempo, el voto es incapaz de mostrar la intensidad de las preferencias, es decir, el voto vale 1 independientemente si un votante es un fervoroso partidario de un candidato y otro votante simplemente vota al mismo porque le cayó más simpático.
    TEMAS NOVEDOSOS O IMPORTANTES
    Encuentro novedoso el enfoque crítico a los sistemas de gobierno debido al impacto que éstos tienen además en la economía. Me refiero a que la economía neoclásica para explicar sus teorías, en cierto sentido «asume» que la actividad económica se encuentra en un marco donde los mercados son libres, existe competencia, etc., bajo la figura ideal del gobernante benevolente, sin considerar el impacto que las instituciones, entre ellas por ejemplo la forma de gobierno, tienen sobre su desarrollo.
    TRES PREGUNTAS AL AUTOR
    1- Ha analizado alguna otra forma de gobierno en la que realmente queden expresadas las preferencias de los ciudadanos?
    2- Asumiendo un sistema democrático, que funciones debería asumir el gobierno en base a las que considera que tienen el mayor incentivo o el mejor mecanismo para satisfacer las demandas de los ciudadanos?
    3- Que opina del anarco capitalismo?

  8. Summary of Ch. 4 & 5 of Martín Krause’s ‘El Foro y El Bazar’:

    The author, Martín Krause, argues in chapters 4 and 5 that with both the private sector and the public sector, we have problems of incentives and information. With private goods, we use the market to satisfy our needs. With public goods, we use politics.

    He explains public choice theory, a framework for understanding human as the are rather than what we would like them to be. In the case of politics, this means that instead of treating state actors – politicians and bureaucrats alike – as self-sacrificing or benevolent, we treat them as self-interested. Politicians seek to be elected and re-elected, and to do so they align themselves with special interest groups rather than a «common good.» This approach is also often referred to as the «economic analysis of politics,» which was pioneered by Anthony Downs, James Buchanan & George Tullock.

    But even if we had a benevolent dictator set on only working towards a ‘collective good’ (a term that the author effectively convinces the reader is an impossible one to define), this political leader would still have problems of both incentives and of information.

    Elsewhere the author points out the myth of the rational voter (to borrow from the book title by Bryan Caplan), arguing that obtaining political information is costly, and for this reason, voters usually do not spend a lot of time learning about the issues they vote on. Further, given the “one person, one vote,” (very different to how we spend money in the marketplace), we cannot have a real understanding of how much individual voters love or hate particular political issues that they vote on. In the marketplace, if we feel passionately about something, we can give up more to obtain it. With politics, a majority voter base that may not feel particularly passionate about an issue will override a minority voter base that may feel strongly in the opposite direction.

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    Important themes:
    1. I very much liked the fact that you took the all-too-common «market failure» arguments and flipped them on their head to argue that we often have instead *political failure*.

    2. With all these political failures, I look forward to a future when issues that can be resolved digitally are done so using smart contracts running on blockchains.

    For those that may not be familiar, smart contracts are open source software that run on a blockchain that can be used to execute terms agreed by different parties (say, for example, that Bob will pay Alice 2 units of ether currency (ETH) after Alice builds a satisfactory website for Bob). Smart contracts must be setup with proper disincentives strong enough to make it more expensive for participants to try to cheat the system than it is to cooperate by playing by the rules (which is the social benefit that ‘minors’ provide in Bitcoin’s ecosystem, for example). Once this new relatively new technology finally catches on and is used on a wide scale, it will mean that much of the future of governance will no longer have to depend on the good intentions or the competence of political leaders. Nor will it depend on political leaders operating with proper incentives/disincentives or sufficient information.

    Note that the Ethereum blockchain is currently the most popular for smart contracts, and ether is its currency.

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    Question for the author:
    Any points of difference between your views on rational ignorance (as it pertains to voting) and Bryan Caplan’s? I admit that I did not notice any points of difference. Any points of disagreement?

  9. 1.
    De manera ilustrativa se hace una comparativa de las diferencias en cuanto a las preferencias del público desde el punto de vista del mercado y del punto de vista gobernante-gobernado.
    En el caso del mercado las preferencias del público buscan un interés o incentivo individual, a lo que mueve a las empresas a buscar satisfacer esa preferencia, mientras que en el caso de la democracia, los gobernados no buscan un bien personal, sino buscan el bienestar general, es decir el enfoque del gobernante debe de ser en búsqueda de satisfacer las preferencias de un bien común, esto último, usualmente se matiza con el hecho de que el político no realiza dichas acciones debido a su interés de cubrir las necesidades colectivas, sino, lo hace para poder satisfacer sus necesidades personales, que en casi todos los escenarios está relacionado con mantener su posición en la palestra pública.
    Lo anterior lo hace el gobernante mediante la aplicación de la persuasión mediante emociones y no mediante procesos técnicos, con la finalidad de ganar votos o simplemente elevar sus niveles de aceptación.
    En sintonía con lo anterior también se describe el interés del político desde la perspectiva del dictador benevolente, el cual busca el bienestar común, y su contraposición en cuanto al interés personal del político.
    2.
    Me resulta interesante la aproximación de la búsqueda de los políticos de satisfacer las preferencias de la población, me hace reflexionar que a pesar de que el político busca el bienestar personal, este en muchas ocasiones está relacionado en la percepción que tiene la gente de él, obligándolo a buscar acciones que le permitan ganar popularidad. Ahora definitivamente considero que no es viable respaldar el bienestar común de la población, en acciones que buscan nada más la continuidad de personajes en la palestra pública, más que por el sostenimiento debido a la correcta aplicación técnica de las políticas en pro del bienestar público.
    3.
    ¿Qué sistema de elección de gobierno se puede considera como el más exitoso en el último siglo?
    ¿Qué opina del papel de las monarquías, como parte de los sistemas monárquico – parlamentarios? ¿Es todavía viable su existencia en la actualidad con respecto al bienestar común?
    ¿El interés privado del político puede en ciertas ocasiones causar un bienestar común?

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