¿Se justificaron los salvatajes de grandes bancos en la crisis de 2008?
Vern McKinley escribe un Policy Analysis del Cato Institute donde comenta que las decisiones se tomaron sin datos que mostraran específicamente la inminente caída de todo el sistema financiero, ya que más bien se trataba de la migración de depósitos de unas instituciones a otras, y esto nunca fue considerado: run-run-run-was-financial-crisis-panic-over-institution-runs-justified
Algunas de sus conclusiones:
“Este análisis comenzó con un comentario del Controlador Duggan, un oficial de alto rango de las agencias regulatorias del sector financiero durante el pico de la crisis de 2008. Advertía que si no se salvaba al Citibank y sus subsidiarias, que estaban experimentando una corrida, había una amenaza de una ‘corrida bancaria global’. Este comentario fue en respuesta a una pregunta sobre la estrategia de la agencia para controlar la situación. En respuesta a una demanda de más detalle para hacer ese comentario manifestó que la referencia era un documento interno de la agencia de seguro de depósitos FDIC. Sin embargo, el documento del FDIC no tiene ninguna referencia a una ‘corrida global’. La respuesta de Duggan no estaba basada en hechos.
Como se detalla en el informe este ejemplo es típico de la reacción de las autoridades financieras al fenómeno de las corridas bancarias: una gran dosis de exageración y retórica basada en el pánico para convencer a los directorios de las agencias para realizar un rescate que va a resolver el problema en el corto plazo. Este tipo de decisiones tienen luego consecuencias negativas de largo plazo que nunca son tema de atención por las autoridades en el pico de la crisis. La evidencia para apoyar estas medidas durante la crisis era muy poca. Como sintetizara un participante clave de estas deliberaciones, el presidente de FDIC, Bair,: “La falta de análisis profundo mostrando la necesidad de los rescates me llama la atención hasta hoy”. La pesada retórica y la falta de análisis sustantivo fue también evidente en la anterior crisis financiera y se utilizaron los mismos argumentos para intervenir en el FNB, Continental y BNE. EN ambas crisis nunca hubo evidencia de un inminente colapso análogo al de la Gran Depresión, pero la retórica nos hizo creer que estaba a la vuelta de la esquina si no se intervenía.
La respuesta a las corridas que se acercan a una crisis debería ser, como lo detallaran tanto Bagehot como Schwartz, decidir rápidamente una revisión sistemática de qué instituciones son sólidas, y permitiendo que las que no lo son cierren y las otras obtengan prestamos de última instancia. En un cierto nivel, la rapidez con que se actuó en 2008 y 2009 fue una mejora sobre las demoras en el período de los 70s a los 90s. Sin embargo, la eficacia de las intervenciones en 2008 y 2009 debe ser juzgada sobre la base de la sustancia de esas transacciones. En cada uno de los casos, los argumentos sobre una crisis sistémica fueron muy exagerados. EN el caso de Citibank fue una repetición de una crisis anterior: levantar a una institución mal administrada que, si no fuera por los repetidos salvatajes habría quebrado. Permitir que una institución quiebre es la única forma de asegurar que no operará más, como tampoco debemos aceptar lo que digan las autoridades cuando proponen su argumento favorito: la intervención para limitar el ‘riesgo sistémico’.
La nueva legislación Frank-Dodd, que tiene el expreso deseo de un financiamiento más coordinado y analizado de las instituciones ilíquidas, es un enfoque mejor que el enfoque caso por caso de 2008 y 2009. Esta “visión general” debería extenderse lógicamente al movimiento de los depósitos en todo el sistema: si una institución mal manejada y con problemas como Citibank tiene una corrida y pierde $50.000 millones en depósitos, pero JP Morgan y otras mejor manejadas y financieramente sólidas los ganan, no hay una base real para que las autoridades entren en pánico y hagan declaraciones sobre el colapso del sistema y una corrida global. Desgraciadamente, la discrecionalidad que Dodd-Frank otorga a las autoridades para determinar si una institución es “solvente” y todo préstamo tiene suficientes garantías permitirá a esas agencias continuar con decisiones que se acercan a su resultado deseado.”
Pienso que los manejos imprudentes de las instituciones financieras deben producir efectos para sus dueños y sus administradores. Ahora bien, el descalabro de las instituciones financieras afecta a terceros que han tenido confianza en instituciones que tienen como fundamento de su acción, de su relación con sus clientes, esa confianza. La pérdida dela confianza en una institución no deja de producir siempre efectosy por lo menos preocupaciones sobre los efectos en otras instituciones. Las incertidumbres y las prevenciones se extienden, las actividades crediticias y de depósito se contraen.
Posiblemente, algo que se podría hacer en casos como los del Citi, es el de rescatar no a la entidad, sino a sus cuentahabientes y a quienes les han confiado sus capitales para operaciones de riesgo moderado. El estado como supervisor y otorgante de los permisos de operación debe hacerse responsable ante los que confiaron en el buen desempeño del permisionado cuyo buen comportamiento se supone que lo supervisa el estado.
Una buena y efectiva supervisión y vigilancia puede ser un buen medio de evitar que crezcan y prosperen con fuerza situaciones especialmente dañinas, como fue el caso de las hipotecas subprime.
Las crisis bancarias de finales de los años 10 del S. XXI fueron propiciadas en buena parte por la acción del mismo estado con sus políticas de dinero fácil que hicieron posible las burbujas en los precios de los activos e hicieron atractivas las operaciones altamente riesgosas. Con mayor razón , entonces el estado debe responder por los depósitos y los capitales invertidos por los que tuvieron confianza en las instituciones y no acudir a rescatar a los que distorsionaron los mercados o los desquiciaron.