Los kibutz en Israel: de la distribución social colectivista al principio de distribución del capitalismo

El gobierno que se va en Argentina produjo una utopía más, aunque tal vez de corta duración. Y como tantas otras utopías, o el “modelo”, como lo llamaran, terminó mal.

Muchas utopías, comenzando con la de Platón, no han llegado a intentar implementarse, y otras que efectivamente lo hicieron, terminaron en el fracaso.

Un interesante artículo de Hinde Pomerianec hoy en La Nación, comenta la situación actual de los kibutz en Israel, otra utopía que atrapara la fantasía colectivista hace unas décadas. El título de la nota dice mucho: “Postales de capitalismo y guerra en el kibutz”: http://www.lanacion.com.ar/1852005-postales-de-capitalismo-y-guerra-en-el-kibutz

Dice Pomerianec:

“Las últimas casas que se construyeron son mucho más modernas y definitivamente menos rústicas. Son pocas y pertenecen a los nietos de los que aquí llaman los «veteranos», pioneros que llegaron a Israel en 1948, año de la creación del Estado de Israel y también de la primera guerra contra los países árabes. Los veteranos del kibutz Gaash vinieron mayoritariamente de América del Sur tras el sueño del sionismo socialista, una utopía que durante años tuvo un rostro colectivista en esta tierra que mira al Mediterráneo, al norte de Tel Aviv. Luego de décadas de vivir del campo, el kibutz -fundado en 1951- se vio obligado a adaptarse al espíritu de los tiempos para sobrevivir. Hoy, la comunidad de poco más de 400 personas sigue viviendo de la producción agrícola, aunque los mayores ingresos provienen de una fábrica de sofisticados artefactos de luz, tecnología de punta en soluciones para ciegos y también del turismo: cuando años atrás descubrieron que por debajo de las semillas sembradas hervía un tesoro, los ingenieros de la economía colectiva diseñaron un complejo de spas y aguas termales que en sus fines de semana más felices puede convocar a unas 1500 personas. Hay, también, locales de venta de trajes de baño y productos de perfumería en ese paraíso del ocio, pero están tercerizados porque los miembros de Gaash fracasaron en su explotación. Paradójicamente, la revolución económica del kibutz se llamó capitalismo.”

Curiosamente, un mundo libertario o capitalista no excluiría la posibilidad de organizar comunidades utópicas. De hecho, cualquiera podría organizarse como quisiera. En la práctica, ese tipo de comunidades ya existen, tales como los cuáqueros o los menonitas. También están las EcoVillages: http://gen.ecovillage.org/

Y si se trata de organizaciones grupales tendríamos que sumar a otras que no llamaríamos “utópicas” porque han tenido éxito: cooperativas, sociedades comerciales, clubes. En un mundo libre nada impide que las personas se organicen como deseen; lo que no garantiza que eso tenga éxito.

La experiencia de los kibutz pareciera mostrar que ese tipo de comunidades colectivistas apenas puede sostenerse en tanto y en cuanto sus participantes tengan fuerte valores comunes que sostengan un tipo de organización económica donde el principio de distribución sea aquél utópico planteado por Marx para la etapa final del socialismo: “de cada cual según su capacidad, a cada cual según su necesidad”.

Algunas comunidades pequeñas (y no es de extrañar que sean religiosas) han logrado mantener esos principios con mayor o menor grado de pureza, y a bajos niveles de riqueza económica. Está claro que no podrían sostener una sociedad extendida como la actual y mucho menos a la cantidad de seres humanos existentes en el presente. El principio del capitalismo, que luego descubrieran los kibutz para sobrevivir ha sido así expuesto por Robert Nozick: “de cada cual según su elección, a cada cual según sea elegido”.

Es decir, tenemos libertad para elegir entre las oportunidades que se nos presenten (y hay sociedades, hoy ‘ricas’ institucionalmente, que ofrecen muchas más), y recibiremos tanto como los demás valoren el resultado de nuestra capacidad y esfuerzo. Los kibutz han aprendido que este principio es muy superior.

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