El pensamiento político del kirchnerismo: una utopía respecto al pasado, no al futuro

En un artículo super interesante Julio H. Cole, amigo, economista y profesor de la UFM, analiza el papel de las utopías y las distopías en la historia, haciendo énfasis al final en las famosas distopías del siglo XX como Un Mundo Feliz, de Aldous Huxley y 1984, de George Orwell. Pero, como parte del texto creo que analiza algo que se aplica al pensamiento político del kirchnerismo en Argentina. Este grupo político no plantea una “utopía” sobre un mundo futuro perfecto o al menos, deseable, sino que el ideal está en el pasado.

“Sobre Utopías y Distopías (con comentarios sobre una novela distópica moderna)”: Laissez-Faire, No. 47 (Sept 2017): 7-18: https://laissezfaire.ufm.edu/index.php?title=LF-47.2_Cole.pdf

Así lo plantea Cole:

“Algunos estudiosos del tema piensan que los antecedentes de la tradición utópica son las fábulas y leyendas de una Edad de Oro o de un Paraíso Perdido. En estas historias, el ideal de un estado de armonía se proyecta a un pasado mítico (a diferencia de las utopías modernas, que tienden a proyectarse a un futuro muy distante) y se concibe un estado de felicidad rústica en la que los hombres llevaban vidas simples, sin las artificialidades de la civilización y las corrupciones que ésta conlleva.

Por otro lado, un elemento común a estas fábulas y mitos (que resurgen cada vez que el desencanto con la civilización llega a un grado crítico) es que este estado de armonía original es algo que ya no se puede recuperar. Expresan un anhelo de paz universal, pero también un sentido de inocencia perdida, de nostalgia y añoranza por algo precioso que se perdió para siempre.

A veces este sentido de nostalgia, con ciertos elementos de proyección utópica, se percibe incluso en descripciones de épocas que corresponden a un pasado no-mítico. Cuando esto sucede, las descripciones casi siempre dicen más sobre los sesgos del historiador que de las realidades históricas retratadas. Edward Gibbon, por ejemplo, describió la época de los emperadores Antoninos como la de una felicidad y prosperidad inigualadas en toda la historia humana:

“Si a un hombre le preguntaran cuál fue el período de la historia del mundo durante el cual la condición de la raza humana fue más feliz y próspera, nombraría, sin duda alguna, el que inicia con la muerte de Domiciano y concluye con la accesión de Cómodo” (History of the Decline and Fall of the Roman Empire, 1776, vol. 1, Cap. III, parte 2).

Gibbon seguramente se refería a la clase privilegiada en la Roma antigua, y es muy dudoso que la condición de la gran mayoría de la población –los campesinos, los proletarios y los esclavos– haya sido realmente muy próspera y feliz, o de que hayan disfrutado mucho de la vida en esa supuesta época dorada. A lo largo de la mayor parte de la historia humana, las masas anónimas sólo figuran como víctimas de guerras y hambrunas, y como sumisos peones de la clase dominante. Lo que ha quedado son los monumentos –las pirámides y los grandes templos– erigidos para honrar a los mandamases de turno, pero en realidad sabemos muy poco (casi nada) sobre cómo vivían, y mucho menos cómo se sentían, los infortunados esclavos que los construyeron.

En la actualidad, ciertos movimientos político-sociales de carácter utópico no tienen realmente una orientación futurista, sino que más bien pretenden recuperar de alguna forma los valores asociados a una época del pasado remoto, esperando de este modo recuperar también los aspectos positivos que se asocian en el imaginario con esos valores y con ese tiempo pasado. El yihadismo islámico que busca establecer un califato universal basado en la ley sharia es un utopismo de este tipo.”

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