Mises escribe (“The Myth of the Failure of Capitalism”):
“Antes que existiera la economía política, se creía que cualquiera que tuviera poder y la determinación de usarlo podía hacer lo que quisiera. Pero aun si el poder de quienes sustentaban autoridad era considerado ilimitado y omnipotente, los sacerdotes advertirían a los gobernantes que debían moderarse en el uso de su poder para la salvación de sus almas.
Esta visión fue destruida con la fundación de la sociología y el trabajo de una gran número de intelectuales, entre los cuales los nombres de David Hume y Adam Smith brillan en forma destacada. Se descubrió que el poder social es algo moral e intelectual, no algo material o ‘real’ en el sentido vulgar del término, como antes se pensaba. Y se comprendió que existe una unidad inevitable en los fenómenos del mercado que ni siquiera el poder puede destruir. Se descubrió que en la arena social hay algo funcionando que incluso los que detentan el poder no pueden torcer y que, al buscar sus objetivos, se deben ajustar a ello no muy diferente de como se someten a las leyes de la naturaleza. En toda la historia del pensamiento humano y las ciencias, nunca hubo un descubrimiento mayor.”
“Comenzando con el reconocimiento de las leyes del mercado, la economía política demuestra los efectos cuando el poder político y la fuerza intervienen en el funcionamiento del mercado. Una intervención aislada no puede alcanzar los fines para los que fue aplicada por las autoridades y lleva a consecuencias que son indeseables aun desde la perspectiva de quienes detentan el poder. Así, aún desde la perspectiva del intervencionista, los efectos son inútiles y dañinos.”
“El argumento utilizado para hacer responsable al capitalismo de por lo menos alguna de estas cosas se basa en la idea de que los emprendedores y capitalistas ya no son liberales sino que se han vuelto intervencionistas y estatistas. Esto es cierto, pero las conclusiones son erróneas. Esas conclusiones se basan en una visión marxista insostenible de que los emprendedores y capitalistas protegieron sus especiales intereses de clase a través del liberalismo durante el auge del capitalismo, pero ahora, en el período de su declive, protegen sus intereses a través del intervencionismo. Así, supuestamente se muestra que la ‘economía regulada’ bajo el sistema intervencionista es un sistema económico históricamente necesario para esa fase del capitalismo en la cual nos encontramos ahora. Pero la idea que la Economía Clásica y el Liberalismo eran la ideología (en el sentido marxista del término) de la burguesía es una de las tantas doctrinas marxistas absurdas. Si los emprendedores y capitalistas pensaron como liberales en Inglaterra en 1800 y piensan como intervencionistas, estatistas y socialistas en la Alemania de 1930, la razón de esto es que incluso los emprendedores y capitalistas están en manos de las ideas predominantes del momento. Los emprendedores tienen intereses especiales que podrían haber sido protegidos por el intervencionismo y dañados por el liberalismo en 1800 no menos que en 1930.”
“Ahora, a los grandes emprendedores se los llama ‘líderes económicos’. La sociedad capitalista no conoce de ‘líderes económicos’. La diferencia característica entre una economía socialista y una capitalista se basa precisamente en el hecho de que los emprendedores y los dueños de los medios de producción no siguen otro liderazgo que no sea el del mercado. La costumbre de llamar a los directores de grandes empresas como líderes económicos significa que esas posiciones generalmente se consiguen no a través del éxito económico sino de otros medios.”
“En el estado interventor ya no es de crucial importancia para el éxito de una empresa que el negocio se maneje de una forma que satisfaga la demanda de los consumidores de la mejor y menos costosa forma. Es mucho más importante que uno tenga “buenas relaciones” con las autoridades políticas que la intervención actúe en beneficio y no en perjuicio de la empresa. Un poco más de protección arancelaria para los productos que la empresa fabrica y un poco menos para los insumos que utiliza puede ser mucho más beneficios que una mayor eficiencia manejando el negocio. No importa cuán bien se maneje una empresa, fracasará si no sabe proteger sus intereses en el diseño de aranceles y en la relación con las autoridades. Tener “contactos” se vuelve más importante que producir bien y barato.”
Este artículo se relaciona al lobby que hacen los empresarios para obtener beneficios de los políticos. Para ello realizan aportes a las campañas políticas pidiendo la devolución del favor si el candidato gana y obtiene el cargo público para el cual se presentó. Esta devolución puede ser con subsidios, con regulación de precios o con quita de impuestos. De esta manera, la empresa progresa aunque no sea eficiente, si regulara el mercado sería diferente porque se estimularía la competencia y las empresas deberían ser mejores para poder progresar. De esta manera, el Estado interviene a favor de unos pocos empresarios pero dice que lo hace en favor de la mayoría para que el gobierno obtenenga un mayor caudal de votos y a la vez cumpla con sus benefactores.
En el presente post se transcribe acerca de lo que, de acuerdo al “análisis económico de la política”, puede considerarse una de las “fallas de la política”: la existencia de lobbies que impulsan políticas favorecedoras de ciertas minorías en detrimento de los derechos de los intereses de la mayoría.
El economista de la denominada Escuela Austriaca citado expone acerca de la importancia que dentro de un contexto de intervencionismo económico por parte del Estado implica tener buenas relaciones con las autoridades políticas.
Dicha situación se encuentra indefectiblemente presente en nuestro país.
El Dr. Conesa en “Macroeconomía y Política Macroeconómica” atribuye como una de las causas del atraso económico que experimenta la Argentina a la organización clientelista del Estado, señalando que éste se trata de un rasgo característico de todos los países subdesarrollados y que su ausencia es un rasgo saliente de los más avanzados.
Asimismo, indica que los políticos en el poder se solazan con ideas acerca de cómo conservar y prolongar en el tiempo sus prebendas, antes que en hacer que prevalezcan los intereses generales y que sea preferido el bien común sobre los intereses propios, o los de su partido. “Las demandas que surgen de la sociedad no se examinan según criterios de justicia y de moralidad, sino más bien según la fuerza electoral o financiera de los grupos que las sostienen y el interés de los que gobiernan”.
En el curso hemos visto que ello se debe a que tanto ellos como los funcionarios gubernamentales persiguen su propio interés, como todos los demás, y a la falta de incentivos de asignar recursos eficientemente. Con el objetivo de captar votos, buscarán que los beneficios puedan sentirse en el corto plazo y los costos recaigan en el largo plazo, de la misma forma que evitarán políticas que generan costos hoy, pero beneficios en el tiempo. La inevitable duración limitada de los mandatos refuerza el incentivo a corto plazo.
“Este sistema lleva a confundir el bien común con el enriquecimiento de políticos, de funcionarios, de empleados públicos o de sectores particulares, a costa del empobrecimiento del resto de la sociedad.”
Para los países en desarrollo, el intervencionismo económico es una barrera al crecimiento. Se afecta a la propiedad privada y a la libertad financiera disminuyendo la libertad de inversión, comercial, de trabajo.
Que las instituciones no sean sólidas hace que sean vulnerables y que pueda infiltrarse la interferencia política. Además, los niveles de discrecionalidad del Poder Ejecutivo generan espacio para la corrupción.
El lobby hace que se distorsionen las políticas públicas, no se realizan por el interés general sino por la incidencia de intereses privados. Los beneficios están concentrados en unos pocos (amigos del poder) mientras los costos se reparten entre un gran número de personas.
Es importante destacar que el intervencionismo estatal es un fenómeno inherente al desarrollo capitalista. El modo de producción capitalista fue involucrando cada vez más al Estado en la actividad económica. La razón es que las economías crecen en tamaño y complejidad, pero los mecanismos del mercado son incapaces de dirigir el funcionamiento normal de la economía por sí mismos. De aquí que en el proceso de evolución del capitalismo, los Estados y administraciones publicas hayan también evolucionado, agregando nuevas funciones y realizando tareas administrativas y productivas más vastas, especializadas y diversificadas. El Estado no sólo establece las regulaciones necesarias para mejorar la asignación de recursos, también invierte y gasta para mantener con ello el nivel de ventas y el de la tasa de ganancia y para contribuir y abaratar la fuerza de trabajo.
Ningún país – desarrollado o no – ha podido prescindir del aparato estatal, ni ha dejado de realizar las actividades políticas y administrativas requeridas para asegurar el desenvolvimiento del capitalismo. No se puede entender el propio desenvolvimiento del sistema capitalista sin la participación abierta o velada del Estado.
Aunque en los tiempos actuales de globalización y fortalecimiento de los mercados, la presencia del Estado tienda a disminuir y los sectores públicos reduzcan su presencia institucional, su intervención a través de políticas públicas activas y los niveles de gasto de los gobiernos, no sólo no ha desaparecido sino que se incrementa y especializa. Así tenemos que en los países desarrollados el intervencionismo no ha dejado de incrementarse, tomando en cuenta que los gastos de sus gobiernos continúan creciendo en las últimas décadas, hasta significar la mitad de su producto nacional, a pesar del progresivo desmantelamiento del Estado benefactor. Por su parte, los países subdesarrollados han emprendido nuevas formas de intervención, más selectivas pero no menos profundas, abocadas todas al mercado y sin las regulaciones y controles del Estado desarrollista.
Si bien la importancia de este intervencionismo así como la forma en que se presenta varía de acuerdo a los tiempos históricos y los distintos países y regiones, lo cierto es que la tendencia global al incremento del papel del Estado se acentúa con el desarrollo del capitalismo y el avance de la globalización.
Esta tendencia general al crecimiento del intervencionismo del Estado, influye directamente sobre las estrategias de desarrollo o supervivencia de las empresas del sector privado. Esto es, que los empresarios asignan recursos para hacer “lobby” con los representantes políticos y obtener así un privilegio al momento buscar una posición ventajosa ante trabas institucionales y el otorgamiento de beneficios estatales. Como bien se menciona en el capítulo “Incentivos e información de políticos y funcionarios” del libro “El foro y el bazar”, el resultado de esta práctica lleva a que un gobernante pueda alejarse de la búsqueda del bien común y atender el propio o el de grupos minoritarios que no podrían obtener la aprobación de la mayoría, y sólo alcanzarían dicha aprobación mediante el lobby. “Dichos gobernantes, accederán al lobby en tanto y en cuanto les sirva para ganar el apoyo de ese grupo minoritario sin poner en riesgo el de la mayoría” (libro “El foro y el bazar”).
Podemos concluir este tema citando una frase del libro antes mencionado donde se menciona que “el daño más grave que estas políticas traen como consecuencia es cambiar el foco de atención del esfuerzo propio, para superar situaciones de necesidad, al uso del aparato político y gubernamental, para obtener mediante él lo que no puede obtenerse ofreciendo algo útil en el mercado”.
Es una realidad que a medida que el Estado fue avanzando , a veces de manera mas abrupta que otras (como en los regímenes totalitarios), en la ampliación de prestaciones y obligaciones que antes pertenecían a los ciudadanos, la sociedad en general se fue adaptando a esta situación, y tanto el empresariado como los emprendedores/inversionistas no escaparon a esta realidad y, como muy bien lo esgrime el autor del comentario, dichos sujetos empezaron a generar lazos con los funcionarios de turno a fin de lograr beneficios a la hora de desarrollar sus negocios en otros países, o en los países de origen de estos empresarios. Esta situación explica muy bien el concepto de «Lobby», y como en muchos Estados, a través de los vínculos que se generan entre los funcionarios políticos y los empresarios, se llevan a cabo negocios que en muchas ocasiones son perjudiciales para la sociedad en general, generando situaciones de contaminaciones ambientales irreversibles, deforestaciones de zonas naturales, o bien, situaciones análogas a lo que se denominada «La enfermedad Holandesa», donde por la explotación casi exclusiva de algún recurso renovable o no en un país, se genera un perjuicio generalizado en la economía, lo que afecta a la sociedad en general con efectos como inflación descontrolada, la pérdida del valor nominal de la moneda nacional y la generación de pobreza ( cualquier parecido a nuestra situación nacional, no es pura coincidencia). Cabe explicar, además de los efectos del Lobby, que la razón por lo cual esta situación no se soluciona, esta originada, entre muchas otras razones, por los incentivos propios de los funcionarios públicos quienes en la mayoría de los casos privilegian su beneficio particular sobre el de la ciudadanía en general, sabiendo lo mismos que su estadía en el cargo público tiene una fecha de finalización cierta, por lo que en muchos casos, disfrazan estos acuerdos largoplacistas que se logran con ciertos empresarios a la sociedad y que en realidad solamente benefician a estos últimos (como la explotación de alguna mina, etcétera).
Por otro lado, otras de las razones para que se genere esta situación de favorecimiento a ciertos empresarios ligados a Estado, se encuentran en las propias fallas del mercado, como por ejemplo, la casi nula posibilidad que tiene una gran parte de la sociedad de acceder a cierta información para poder entender los acuerdos que se desarrollan entre Un Estado en sus diversos niveles( Nacional, provincial, municipal) y los empresarios.
Por último, cabe aclarar que no en todas las ocasiones los empresarios consideran como beneficioso negociar con ciertos gobiernos totalitarios o corruptos, puesto que si bien pueden concretar negocios fructíferos a largo plazo mediante políticas de beneficios arancelarios y demás, los mismos saben que estos políticos tienen fecha de retiro, por lo cual, los empresarios podrían luego quedar expuestos a criticas por negociar con estos gobiernos, con lo que se perdería la confianza en la empresa que estos empresarios lideran y muy posiblemente esto no los ayude con el gobierno entrante.
Así como citan mis compañeros, el lobby que se ve en el accionar de algunos empresarios, el cual afecta negativamente a la sociedad en su conjunto al dar beneficio a esos hombres de negocio que ayudan , en su momento, en la campaña al político de turno actual; no solo perjudica a la sociedad respecto de los contribuyentes que pagan sus impuestos y con ese dinero se beneficia al empresario, también se perjudica la competencia al dar mayores ventajas a esos grupos cerrados de individuos , ya sea con subsidios o la no imposición de impuestos; pero además afecta la eficiencia en el mercado al no tener incentivos el comerciante en mejorar su tecnología, estrategia o producto, amparándose por la ayuda estatal. Por último, pero no menos importa, se perjudica al consumidor, quien debe soportar la baja calidad de los servicios y productos que consume y no precisamente a bajos precios, por la sobreprotección a las empresas lobbistas. Trayendo este tema a la memoria lo que sostenía Bastiat en el texto Lo que se ve y lo que no se ve, sobre Derecho al trabajo y al beneficio, que nos muestra esta ayuda proteccionista por parte del Estado hacia una empresa ineficiente y que incurre en perdida aun busca seguir vigente con el dinero estatal al sostener que el Gobierno debe darle un trabajo y además lucrativo. Pero sosteniendo la misma conclusión que el autor “la pérdida sufrida por una industria no es menos perdida porque se obligue a compensarla”.
Como una de las formas de limitar este oportunismo político y evitar los lobbies es la separación de poderes, que son los altos costos de transacción, esta separación y división de poderes aumenta los costos del lobby porque no se persuade o soborna a un individuo sino a un grupo tanto del poder ejecutivo, legislativo y judicial. También otro limite al lobby seria la reducción de los costos para hacer trámites como por ejemplo de habilitación, lo cual reduciría la necesidad de hacer lobby.
A modo de introducción quisiera reseñar, que según los fisiócratas, el poder de una nación está en la tierra porque la riqueza proviene de la naturaleza. Y fueron ellos los que formularon el principio “laissez faire – laissez passer”, “dejar hacer – dejar pasar” en la idea que ni el Estado ni nadie debe controlar la actividad económica porque así los individuos desarrollan sus capacidades naturalmente cumpliendo las leyes instituidas por Dios. Adam Smith fundador del liberalismo económico, dentro de sus ideas centrales, también consideraba que el Estado no debe intervenir en la actividad económica para dejar que las personas y el mercado se desarrollen libremente, teniendo así libertad total para exportar e importar. Asimismo sostenía que la riqueza de las naciones está en el trabajo y para que se desarrolle el trabajo, debe haber total libertad, sin controles. No sucede lo mismo con el despotismo, su fórmula era “Todo para el pueblo, pero sin el pueblo”, la perpetuación y concentración del poder, mala política económica, el control del mercado o de la economía política. En este tipo de gobierno, el monarca no siente la necesidad de justificar sus decisiones, le alcanza simplemente con que él lo diga y quiera.
Volviendo al artículo del día, que es por demás esclarecedor, opino en el mismo sentido; cuando el Estado sostiene una fuerte intervención a través de otorgamiento de subsidios, controles de precios, etc., para el empresariado es más fácil obtener ganancias extraordinarias acercándose al poder que ganando nuevos mercados o reduciendo costos, su riqueza es producto de la especulación financiera, y de ingresar a los sectores protegidos por el Estado. Pero también confío en que debe existir una manera de romper esta alianza y es la misma que debería hacer crecer a un país; tornándolo atractivo para los inversores de todo el mundo. Entiendo que se logra estimulando la libre competencia en todos los campos, sobre todo en aquellos ámbitos donde los empresarios amigos del poder tienen su “quintita”. La salida es invitar a nacionales y extranjeros a competir, además, en esos mercados, con más y mejores productos y servicios de tal manera que vayan desapareciendo los monopolios que crecen gracias a sus relaciones con el poder político, desatendiendo este último, que su función social es bregar por los intereses de la sociedad en este caso, los consumidores.
Una de las principales críticas que se le hace al sector industrial nacional, es que ante diferentes dificultades económicas que se ven obligados a afrontar, en vez de optar por resolver tales circunstancias ellos mismos, como por ejemplo corrigiendo fallas, generar una disminución del margen de ganancias, estudiar la posibilidad de bajar costos, etc., optan siempre por la intervención estatal. Algunos de los efectos más importantes de recurrir siempre a este recurso es, primero que el dinero que se genera de los impuestos, es usada con la finalidad de garantizar la rentabilidad de este sector. Esto en los casos de los subsidios. Cuando el Estado, interviene cerrando la importación de ciertos productos por ejemplo, evitando una mejor competencia, también genera un perjuicio al consumidor, quitándole la oportunidad de elegir entre cierta variedad de bienes y diferentes precios. O también es el caso de la devaluación de la moneda, altamente perjudicial para el consumidor.
Se genera con esto, un estado de comodidad para los emprendedores. Donde el Estado pasa a ser en última instancia, el que les viene a proteger siempre el margen de ganancias.
En mi opinión, no considero que todo proteccionismo sea malo o haga deficiente al mercado. Es más, para mi resulta necesario, y todos los países del mundo sostienen un grado de proteccionismo. La existencia de un poder monopólico o de graves asimetrías de información entre productores y consumidores, son situaciones típicas que justifican la acción del Estado. En todo caso, las regulaciones siempre deberán ser medidas y surgir de un órgano que actúe de algún modo limitado por instituciones, y lo menos arbitrario posible.
Creo yo, que sería mucho más eficiente, siempre la intervención del Estado cuando ésta se encuentre dirigida a facilitar los medios necesarios que hacen al producto mucho más competitivo. Otorgarle la facilidad de poder producir al productor. Garantizar la infraestructura (obras, caminos, servicios públicos eficientes, etc) que necesita para hacer eficiente su producción. Que los impuestos no generen una traba a la actividad ni que las cargas sociales no sean para el productor un impedimento al momento de contratar mano de obra.
La intervención del estado en la protección de la actividad económica privada ha sido recurrente. Casos de pobres resultados con el amiguismo y la dependencia de las dádivas del estado como centro de la búsqueda de rentas por parte de los beneficiarios, se cuentan en multitud en la América Latina que aparece hoy como anacrónico baluarte de ideas y concepciones que en otras latitudes y en otros husos ha tiempo que fueron revaluadas y dejadas de lado. La política de sustitución de importaciones con altos aranceles, cuotas y licencias encontró su mejor expresión en los países de la América Latina. Decenas de años de esa política, reprodujeron lo que el texto prevee. No se desarrollaron sistemas productivos industriales altamente competitivos, innovadores y generadores de nuevas tecnologías, productos y procesos. Fueron el medio de obtener y salvaguardar privilegios y ventajas y de disfrutar las comodidades de mantener por fuera la competencia y garantizarse mercados y rentas.
En el Asia (Corea del Sur, Taiwan, Singapur, Hong Kong, Malasia, Tailandia) se observan políticas de fomento por el estado que germinaron y se desarrollaron en ambientes más propicios para la responsabilidad individual en pro de los intereses nacionales, propia del confucianismo.
Corea del Sur, país que hace cincuenta años se encontraba a merced de la guerra de grueso calibre a cuyo término mostraba índices de pobreza, alfabetismo, ingresos y actividades fabriles muy inferiores a los promedios de la América Latina, hoy muestra pujanzas y puestos de vanguardia en campos del primer nivel de la tecnología y las producciones industriales con las que llega al mundo entero.
En los casos de tales países del Asia, la protección que fue uno de los medios de fomento, fue de niveles muy inferiores a los latinoamericanos y por tiempos limitados. Sus políticas de promoción de las exportaciones y de favorecimiento de la actividad privada han sido objeto de cuidadoso seguimiento por el estado y de rigurosa exigencia. Han sido sin duda exitosas para promover, extender y profundizar la industrialización y el paso a sectores de la producción de mayor sofisticación tecnológica, para elevar rápidamente el ingreso per capita y para mejorar decididamenrte los niveles de vida, aún con todos los señalamientos que se puedan hacer de crony capitalism.
Partiendo de la premisa que una empresa se crea con la intención de perdurar en el tiempo y concretar sus objetivos con la finalidad de lograr resultados económicos favorables.
Como estos van dirigidos al mercado, es inevitable la búsqueda de la satisfacción del consumidor, el cual responderá con su fidelidad.
Esto obliga al empresario a velar por la integridad y ampliación de su mercado (esta obligación incluye su responsabilidad social y ambiental).
La intervención estatal resulta admisible desde las exigencias planteadas por la legislación vigente pero la intervención mediante metodologías improvisadas distorsionan las relaciones gobierno-empresa dando origen a acuerdo espúreos alterando la previsibilidad empresaria.
No se pretende expresar «dejar hacer libremente» a la empresa con abstracción de un intervencionismo legal del gobierno. Se trata de la acción conjunta gobierno-empresa con pleno respeto mutuo al ámbito de responsabilidad de cada uno.