Los orígenes de la caridad y la beneficencia en Argentina. Ayuda social cuando no se le pedía al Estado que se haga cargo

La beneficencia

 

Durante casi tres siglos, la colonización española conformaría un modelo de asistencia asentado en cuatro pilares fundamentales:

 

  1. el estado colonial, que supervisaba las cuestiones sanitarias;
  2. la Orden de los Betlemitas (clero regular);
  3. la Hermandad de la Santa Caridad.
  4. Las cofradías o hermandades

 

La Orden de los Betlemitas fue creada en 1656 en Guatemala por Pedro de San José Betancour con el fin de atender a los pobres, extendiéndose luego a México, Cuba, Nueva España, Perú y Argentina. En Buenos Aires, se hicieron cargo del Hospital que tomó el nombre de Betlemita o de Santa Catalina Virgen y Mártir en 1747. En 1761 tomaron a su cargo otro hospital en Córdoba.

La Hermandad de la Santa Caridad fue fundada en 1727 por don Juan Alonso González, para enterrar a los muertos luego de una epidemia, siendo entonces autorizada por el Obispo y el Gobernador.  Alonso González era un vecino que aportó fondos personales para su fundación y quien luego, en 1734, tomó los hábitos. Hacia 1741, la Hermandad tuvo problemas con los párrocos de la ciudad que le iniciaron un pleito, “porque disminuían sus ganancias con las inhumaciones gratuitas que realizaban”. El Obispo, entonces, suspendió el permiso de entierro a la Hermandad.

Según Passanante (1995), la Hermandad era de “composición mixta, formada por notables y religiosos que dependían del obispado (administraba el Hospital de Mujeres, la Casa de Huérfanas y la Casa de Niños Expósitos)”. La Hermandad tenía bastante independencia de la jerarquía eclesiástica católica aunque aceptara al Obispo como autoridad.

Pero fueron los jesuitas a través de la Compañía de Jesús, quienes hasta su expulsión, estuvieron a la vanguardia de las iniciativas benéficas. Sus afanes civilizatorios y el espíritu particularmente emprendedor de algunos de sus miembros, marcaron el origen histórico de las organizaciones voluntarias en Argentina. Aunque décadas más tarde el estado “expropiaría” muchas de esas obras de beneficencia, la impronta religiosa dejaría su fuerte signo en el “sector”.

Por último, las cofradías eran agrupaciones de fieles que perseguían fines devocionales como la advocación de la Virgen María o de un santo e incluían también elementos de ayuda mutua y beneficencia hacia los pobres o enfermos. En el siglo XVIII la ciudad de Córdoba contaba más de veinte y Buenos Aires con treinta y cinco (Di Stéfano, 2002). Algunas agrupaban solamente a mujeres y otras eran solamente de indios o de negros; también las había de ciertas profesiones como artesanos, clérigos, comerciantes o militares. La membresía correspondía a toda la familia por lo que ingresaban con sus esclavos o indios a su servicio. Para conformar una cofradía era necesario contar con la aprobación real, de las autoridades religiosas locales y a veces, hasta del Papa.

Un pensamiento en “Los orígenes de la caridad y la beneficencia en Argentina. Ayuda social cuando no se le pedía al Estado que se haga cargo

  1. hay que considerar que la madre de Belgrano, María Josefa González Casero, porteña, se casó en 1757 con el Genovés Domingo Belgrano, quien en 1758 será uno de los socios fundadores de la Hermandad de la Caridad. Doña María Josefa era sobrina del sacerdote José González Islas y nieta de Juan Guillermo González y Aragón, nacido en Cádiz y casado en Santiago del Estero en 1713 con Lucía Islas y Alva. Al fallecer doña Lucía, don Juan González y Aragón decide hacerse sacerdote y es ordenado en 1734. Durante la epidemia de 1727 residía en Buenos Aires, se compadece de los estragos que produce la enfermedad y del desamparo en que quedan los apestados, y decide fundar la Hermandad de la Santa Caridad de Jesucristo, para auxiliar a los más pobres y desposeídos, atender a los moribundos y darles honrosa sepultura. Crónicas de la época narran como los cadáveres de los apestados eran tirados sobre cueros y arrastrados sobre caballos sobre el lodo de las calles. La actividad de la hermandad comenzó en la Iglesia de San Juan Bautista (actuales calles Alsina y Piedras de CABA), y con aportes de las familias pudientes construyó una Capilla en el Sur de la ciudad (en las actuales calles Independencia y Tacuarí). En 1738 la Hermandad es trasladada a donde actualmente se encuentra la Iglesia de San Miguel y Nuestra Señora de los Remedios (Bartolomé Mitre y Suipacha), que eran los protectores bajo los cuales se había fundado la Hermandad de la Santa Caridad. En 1745 trajeron de España a las monjas catalinas, consideradas las primeras que hubo en Buenos Aires, para atención de enfermos y menesterosos en la Hermandad. En 1743 en la manzana de la iglesia de San Miguel, sobre la calle Esmeralda, fundaron un hospital de mujeres y una botica (antecedente de las actuales farmacias). El padre del general Manuel Belgrano, don Domingo Belgrano, ayudó a construir la capilla, donó parte del altar, la pila bautismal y la sacristía. También en aquel lugar se procuraba un digno entierro a náufragos y pobres que fallecían sin que nadie los asistiera.
    También hay que considerar que, en 1755, José Gonzalez Islas, hijo de aquel viudo que se hizo sacerdote, fundó un colegio para huérfanas, que vacacionaban en verano en la Estancia de Nuestra Señora de los Remedios (actual Parque Avellaneda en el barrio de Floresta, calles Directorio y Lacarra), y de dónde saldrán también algunas de las mujeres que como enfermeras se dedicarán a trabajar en la Hermandad de la Caridad. Y en 1748, llegan desde Potosí los médicos y enfermeros de la orden de los betlemitas, fundada en la actúa Guatemala, y se hacen cargo de un hospital para hombres que, también con aportes de la familia de Belgrano y otras familias, se funda en el sur de la ciudad de Buenos Aires. La Hermandad seguirá atendiendo el hospital de mujeres, la botica y el colegio de huérfanas y desde 1874, también la Casa Cuna, donde se atendía y cuidaba a los recién nacidos, muchos de ellos huérfanos y otros provenientes de embarazos que se ocultaban.
    Juan José González y Aragón falleció en 1768 y su hijo, también sacerdote, José González Islas, muere en 1801. Ambos se encuentran sepultados en la actual Iglesia de San Miguel.
    Cuando Rivadavia logra el poder político y mediante un decreto ejecutivo confisca los bienes de la Iglesia, suprime a los betlemitas, toma para el estado de Buenos Aires las propiedades de esa orden hospitalaria y los de la Hermandad de la Santa Caridad, sin indemnización ninguna (no había leyes de expropiación) y funda con ellos y con el personal que en cada lugar se desempeñaba, la Sociedad de Beneficencia.

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