Ronald Coase es un caso especial: ganó el premio Nobel en Economía con solo haber publicado algunos artículos en revistas académicas; ningún tratado general ni libro sobre una temática específica. Pero, claro, muchos de los artículos que escribiera cambiaron el rumbo de la ciencia económica, abrieron nuevos campos de estudio y se encuentran entre los más citados en la historia de esta disciplina: https://ideas.repec.org/e/pco40.html
Uno de ellos es bien interesante. Se llama: “EL mercado de los bienes y el mercado de las ideas”. Allí, Coase plantea una aparente paradoja: ¿por qué se piensa que es adecuada la regulación estatal del mercado de los bienes y no la del mercado de las ideas? En sus palabras:
“¿Cuál es la visión general que estaré examinando? La que dice que en el mercado de bienes, la regulación gubernamental es deseable mientras que en el mercado de las ideas la regulación gubernamental es indeseable y debería estar estrictamente limitada”.
Se supone que la regulación en el mercado de los bienes es necesaria porque los consumidores no tienen capacidad para realizar las elecciones apropiadas: los productores, sin regulación, no actuarían en el interés público, pero sí lo harían si se trata de los medios periodísticos. La publicidad, por otro lado, es usualmente es considerada parte del mercado de los bienes y no está protegida por la Primer Enmienda, celosa defensora de la libertad de expresión en los Estados Unidos, cuando las mismas opiniones que allí se expresan lo estarían si aparecieran en un libro o diario.
Cita a Aaron Director señalando: “El libre mercado, como un método deseable para organizar la vida intelectual de una comunidad fue demandado como deseable antes de que se lo propusiera para organizar la vida económica. Se reconocieron las ventajas del libre intercambio de ideas antes de que se lo hiciera en los intercambios voluntarios de bienes y servicios en mercados competitivos”.
Para Coase no es de extrañar que los intelectuales y la prensa promuevan la libertad de expresión en su propio ámbito, pero que no hagan lo mismo con el resto.
“Consideremos el caso de la ignorancia de los consumidores que usualmente se menciona como justificación para la intervención gubernamental. Resulta difícil creer que el público general está en mejor posición de evaluar visiones alternativas de políticas económicas y sociales que de elegir entre distintos tipos de comida. Sin embargo, se propone regulación en un caso y no en el otro. O consideren la cuestión de prevenir el fraude, para el cual normalmente se propone una intervención gubernamental. Sería difícil negar que artículos en los diarios y discursos de políticos contienen un número mayor de afirmaciones falsas o engañosas; en verdad, a veces no consisten de otra cosa. Se considera muy deseable el control gubernamental de propagandas falsas o engañosas. Sin embargo, una propuesta para establecer una Comisión Federal de Prensa o una Comisión Federal Política sería inmediatamente rechazada.”
Algo similar parece suceder en el campo de la educación, donde el ‘control de los contenidos’ es muy fuerte.
En definitiva, dice Coase, “tenemos que decidir si el gobierno es tan incompetente como usualmente se asume en el mercado de las ideas, en cuyo caso deberíamos reducir su intervención en el mercado de bienes; o si es tan eficiente como se lo asume en el mercado de bienes, en cuyo caso querríamos aumentar la regulación el mercado de las ideas”.
¿Y? ¿Nuestros alumnos de Derecho, por cuál se inclinan?
Pienso que el caso planteado por Ronald Coase nos hace reflexionar sobre temas que se encuentran debatidos pero que permanecen inherentes en la sociedad sin que se los modifique. Porque valoramos muchas veces más la libertad de expresión y de las ideas , dejamos fluir reflexiones e informaciones casi a cualquier persona porque creo que tenemos la ilusión en algún punto de que alguien pueda transmitir algo novedoso o revolucionario desde ésa perspectiva y a la vez porque allí no hay una pérdida de capital ni de valores. Opinar es una externalidad en sentido económico ya que podemos tomarla o dejarla y ello implica ser un usuario gratuito de ése bien , el cual creemos que puede aportarnos más claridad acerca de la realidad. Esto muchas veces puede ser erróneo , ya que nos llenamos de información desacertada o equivocada y formamos prejuicios acerca de muchas cosas que van transformando a la realidad en un escenario poco feliz y en donde demonizamos muchas teorías que quizás observándolas con mayor detenimiento , nos haría darnos cuenta de que no son tan nocivas como parecen. La libertad de expresión es algo gratuito que no nos genera un gasto , por ello su abundancia. A su vez creemos que los órganos intergubernamentales no podrían brindarnos la información adecuada ni regular ésta tarea. Quizás nuestro prejuicio hacia los gobiernos sumado a que creemos que perderíamos derechos fundamentales nos hace rechazar ésta línea de pensamiento en la cual éstos tendrían el monopolio de ideas.
En cambio , no valoramos la libertad de bienes porque creemos que no estamos capacitados para manejar el mercado , ya que creemos no tener las herramientas necesarias para hacerlo y además resultarían beneficiados unos más que otros. Igualmente ésto ocurre muy a nuestro pesar , en un mercado de bienes , unos resultan más beneficiados que otros , pero creemos que un ente superior (el estado) debe manejar únicamente el mismo , ya sea porque creemos que poseen la información necesaria (la que nosotros no tenemos) y las herramientas para hacer lo que debe hacerse. En síntesis , la visión de Coase tiende a hacer una pregunta fundamental , que deberíamos reflexionar y la misma es , si obtendríamos mejores resultados equilibrando la balanza un poco más otorgando mayor intervención e incidencia al Estado en el mercado de ideas y sustrayéndole más poder al mismo en el mercado de bienes , en beneficio de la sociedad.
Del funcionamiento del “mercado” de las ideas, dependen, en buena medida, los derechos civiles y políticos, o de primera generación.
Del funcionamiento del mercado de los bienes, dependen, en buena medida, los derechos económicos, sociales y culturales, o de segunda generación.
La satisfacción de los derechos civiles y políticos necesita de una actitud pasiva por parte del Estado: Las personas, la totalidad de las personas, gozan de derechos civiles y políticos si el Estado no interviene en su esfera de libertad civil y política.
La satisfacción de los derechos económicos, sociales y culturales necesita de una actitud activa por parte del Estado: Las personas, la totalidad de las personas, gozan de derechos económicos, sociales y culturales si el Estado interviene en su esfera de libertad económica, social y cultural.
Si el Estado no interviniera en la esfera de libertad económica, social y cultural de las personas, un número de ellas, mayor o menor, podría gozar de sus derechos de segunda generación, pero no la totalidad.
Esta razón justifica la intervención estatal. Podemos discutir la extensión de la intervención, pero no su necesidad.
El mercado de los bienes y el “mercado” de las ideas no son asimilables. Bienes e ideas son de naturaleza diferente. Su asimilación fracasa de la misma forma que fracasaría la asimilación de naranjas de ombligo y dragones de Komodo.
La extrapolación del concepto de «mercado» al universo de las ideas es asimismo falaz.
En lo referido a las dos críticas puntuales:
La regulación de la publicidad no limita el derecho a la libertad de expresión. La publicación de publicidad no es un ejercicio del derecho a la libertad de expresión. En la publicidad, no se expresa una idea, se publicita un bien. La publicidad es eso, publicidad, y puede ser regulada especialmente.
Es posible discutir las virtudes y los defectos de una regulación específica, pero no la posibilidad de la existencia de la regulación misma.
La regulación de los planes de estudio de las instituciones educativas no limita, en sí, la libertad. No limita la libertad de las instituciones educativas y profesores, y no limita la libertad de los estudiantes. La regulación de los planes de estudio, simplemente, establece los contenidos mínimos para ellos.
Es posible discutir las virtudes y los defectos de una regulación específica, pero no la posibilidad de la existencia de la regulación misma.
Un plan de estudio puede (y lo ha hecho) limitar la libertad de profesores y estudiantes. Un plan de estudio limita esta libertad cuando el Estado, a través de estos planes, interfiere en la esfera civil y política individual, afectando los derechos de primera generación.
Pero un plan de estudio no limita, per se, la libertad educativa. No limita la libertad educativa de los profesores, no limita la libertad educativa de los estudiantes, no limita la libertad educativa de nadie.
Agustin me pareció muy interesante y comparto el comienzo de tu respuesta al analizar como en una balanza cuando conviene y cuando no la intervención del estado, los pro y contras del mismo en cada esfera ya sea civil, política o social y económica los comparto plenamente.
Donde en lo personal no termino de coincidir es cuando te referís a los planes de estudio… Ahí creo yo que los gobiernos pueden interferir muchísimo y hablar de realidades adversas. Si bien aclaras que no limita a los profesores a enseñar otras cosas, disiento en que vayan a ir «más allá» del mismo. Creo que más allá de ser competente o no un gobierno, en la educación es un punto donde no tendría que limitar absolutamente nada porque ahí precisamente es donde se limitan las libertades de aprender y conocer siendo para mi la única forma de «igualarnos» a todos los habitantes de una nación.
En lo personal, la educación siempre lo vi como inclusivo de la sociedad y hace años no se avanza a pasos agigantados como si en otras épocas, esto me hace pensar si será por algún beneficio político de terceros o simplemente es una falsa apreciación mía.
Este articulo me resulto muy interesante, me dio una nueva perspectiva. Con respecto al interrogante final, tengo serias dudas de cual sería mi respuesta. Me inclino por la reducción en la intervención del gobierno en el mercado de bienes ya que como plantea el articulo me resultaría intolerable controlar el mercado de ideas. Como conclusión, observado desde este nuevo prisma, se me generan muchos interrogantes sobre la eficacia de la regulación por parte del gobierno del mercado de bienes.
Ronald Coase da como argumentos los que anteceden la Primera Enmienda
que son las visiones ya aceptadas y dice que existe el peligro para
los economistas, aunque no necesariamente para los abogados estadounidenses,
de confinar nuestra discusión en la Primera Enmienda antes que
considerar el problema general. El peligro es que
nuestra discusión tenderá a concentrarse en las opiniones de Cortes
estadounidenses y particularmente en las de la Corte Suprema, lo que, como
resultado, nos podría estar llevando a adoptar el enfoque de regulación
de los mercados que las Cortes encuentran adecuado, antes que uno
desarrollado por economistas. Esto ya le ha hecho
mucho daño a la discusión económica de los problemas de monopolios por concentrarse en aspectos enmarcados en el contexto de la Constitución de los Estados Unidos, hace más difícil considerar la experiencia y pensamiento del resto
del mundo.
Me inclino por el mercado de ideas ya que es un espacio de innovación abierta y su objetivo es poner en contacto la necesidad de determinados agentes de encontrar soluciones a sus retos, con el conocimiento y creatividad de las personas de la comunidad, que aportan sus ideas para solucionarlos. Cualquier persona que sea miembro puede proponer un reto y aportar soluciones.
Me encantó el artículo por su claridad y enfoque y por cómo presenta el prejuicio de dar por hecho la necesidad de un estado regulador. A mi entender Libertad hay una sola y se tiene o no. Por otro lado el aceptarla (a mi juicio correctamente) para una cosa y no para la otra demuestra el fuera de foco que se está para comprenderlo. Me parece que estamos lo suficientemente maduros para decidir por nosotros mismos qué queremos y qué no y no necesitamos que otro nos apague el TV o nos diga qué podemos o no comprar. Particularmente me preocupa más un estado con pistola que una empresa que quiera venderme algo sobre lo que pueda decidir tomarlo o no.
Yo personalmente creo que el tema de la libertad de información/ideas siempre fue una cuestión sensible en nuestro país. Sin ir más lejos, tuvimos un claro ejemplo en el caso de Clarín, durante las dictaduras, etc. Por eso es que tal vez somos reacios a cualquier tipo de intervención en ese ámbito y desconfiamos de que una regulación pueda llegar a tener algún tinte positivo.
Comparando esta libertad, con la libertad del mercado, un primer atisbo puede responder que en el mercado es imprescindible, en cierto punto, algún tipo de regulación estatal. Por la tendencia desigualdad de las partes que interactuan o demás factores, en algunas circunstancias la regulación estatal, como medio de solución de fallas del mercado por intervención del Estado, puede coartar la libertad pero en favor de otras cuestiones. Cuestiones tales que al momento de ponerlas en la balanza, tienen mayor peso que una libertad absoluta en el mercado. Parecía que estamos más acostumbrados a escuchar que el Estado interviene en la economía, al punto de que lo naturalizamos. Pero no es así en el de las ideas.
Cuando el tema se traslada a la regulación de las ideas, ahí es cuando empieza a sonar una alarma que nos preocupa. Tememos la regulación de tal libertad y los acérrimos personajes que se desenvuelven en dicho ámbito (prensa e intelectuales) no están dispuestos, en absoluto, a ceder porciones de ella, pero si compelen a que se efectúe tal acto en otros ámbitos. ¿Por qué es esto? ¿Por qué se teme que se desvirtúe o coarte la libertad? ¿Será por la cantidad de intereses en juego y el poder que implican las ideas libres? ¿O será en beneficio de los particulares que están en condiciones desiguales de acceso a ella?
Puede deducirse de los ejemplos que plantea el texto que, a veces, la regulación de las ideas no sería tan nociva como se piensa. Es más, podría ejercer una influencia positiva en la solución de ciertas «fallas» inherentes a la libertad de ideas.
Respecto a la pregunta final, yo creo que la competencia de la regulación en un mercado no debería influir en la competencia de la regulación en el otro, porque las características, esencia y condiciones de cada mercado difieren sustancialmente. Sin embargo, si tuviese que elegir me inclino por una «regulación» del mercado de ideas. Pero aclaro, no regulación en el sentido extremo, sino una simple limitación en los excesos que desvirtúan la libertad de la ideas.
Me pareció un articulo muy interesante, concuerdo con otro comentario en el cual se expresa «…que la libertad es una sola…», y está en uno ejercerla o no. En el articulo se dice que «…Se supone que la regulación en el mercado de los bienes es necesaria porque los consumidores no tienen capacidad para realizar las elecciones apropiadas…», considero que tenemos la suficiente capacidad para elegir lo que nos gusta y no necesitamos que nos induzcan a comprar tal o cual cosa. También concuerdo en que no se puede controlar desde ningún aspecto el mercado de ideas.
Es cierto que valoramos la libertad en el mercado de las ideas y no en el mercado de bienes. Resulta, que se trata de dos cuestiones totalmente distintas y nuestras valoraciones hacia uno u otro tema van a ser diferentes por la influencia y presencia social por ejemplo, que tiene cada tema en nuestras vidas cotidianas.
Consideramos que es de vital importancia poder expresarse, difundir ideas así como tener derecho a ser informado, incluso sabemos que el manejo inadecuado de la información puede conducir al desperdicio de recursos, entre otras otras consecuencias, asi como que el derecho a la libertad de expresión forma parte de los derechos humanos de las personas y está protegido por las leyes. Desde ya que éste no es absoluto, pues si bien esta libertad supone que todos los seres humanos tienen derecho de expresarse, la expresión nunca debe ser objeto de censura previa, puede regularse si, a partir de la responsabilidad ulterior, esto supone que, con la libertad de expresión, o sea no se puede impedir que una persona se exprese, pero sí se la puede penar por las consecuencias que ocasione con ello.
Por otra parte, creo que en el caso del mercado de bienes actuamos por impulso, dejándonos llevar por nuestras necesidades, conveniencias, por nuestras valoraciones e intereses personales o siendo conducidos por el mismo mercado y no vamos pensando en los pro y contras que podría reportarnos la libertad en el mercado de bienes. Si bien es de suma importancia esta cuestión, la obviamos, quizás por ignorancia o tal vez por comodidad, pero no lo tenemos tan presente, no nos conducimos pensando en esos términos, no lo tememos tan incorporado como si sucede en el plano de las ideas que incluso hasta los medios de comunicación se encargan de insistir con el tema a diario y que se mantenga a luz día a día.
Lamento que mis compañeros no tengan en cuenta la Ley de Medios para debatir entre mercado de ideas y mercado de bienes. La confusión entre información e ideas puede ser la razón: el dcho. a la información permite que se ponga en conocimiento un dato, cualquiera que sea (siempre recordando la relatividad de los derechos) ¿Pero acaso no vemos que en los medios escritos, audiovisuales o radiales toda información va acompañada de una opinión por parte de quien redactó el dato o, también común y hasta más frecuente, de otra persona que viene a «aclarar la cuestión».
Entonces, los interrogantes son: a) Al regular el mercado de comunicaciones ¿No estamos regulando el mercado de ideas dejando a algunos con menos chances de informar y dándoles a otros la posibilidad de hacerlo?; b) Si la información es un bien plasmado en, por ejemplo, una emisora de radio ¿No se interviene en el mercado de ideas regulando el mercado de la comunicación?
El choque no existiría si el mercado de la comunicación prescindiera del mercado de las ideas, de los llamados «creadores de opinión pública». Quizá sería irrelevante pensar en esto si los medios solo dieran información carente de opinión.
¿Hasta dónde se limita el derecho a las ideas al limitar el derecho a la información cuando vemos que en nuestro mercado de comunicación todo dato va acompañado de una opinión?
A veces nos puede parecer extraño todo esto porque tenemos preconcebido el ímpetu liberal, de raigambre constitucional.
Encuentro muy interesante la paradoja planteada por R. Coase. Creo que la regulación estatal del mercado de bienes puede apuntar, ademas de suplir una eventual ignorancia del consumidor o prevenir de fraudes, a por ejemplo promover una actividad para la cual un país tenga especial interés. Pero a su vez, pienso que nunca la regulación de las ideas se puede justificar, salvo ante la comisión de un delito -supuesto que además está tipificado-. Es en escenarios de libertad de expresión y de promoción de ésta, donde se da una mayor riqueza intelectual y artística. También es cierto que desde una pretendida libertad de expresión se utilizan los medio de información para influir sobre la opinión pública. Además, encuentro mucho más difícil regular el mercado de las ideas que el de los bienes: claro ejemplo en nuestro país con la Ley de Medios y los logros conseguidos contra los medios denominados monopólicos, comparado por ejemplo con los cupos de exportaciones de maíz y trigo y la consecuente sojización de la producción agraria: el diario y los canales de televisión que se pretende «castigar» son los más vistos -no logró su objetivo al pretender controlar las ideas de los que consumen- y
si provocó un predominio de los cultivos de soja que son los que mayor beneficio por retenciones deja al estado.
La regulación de la libertad en el mercado de bienes por el Estado es necesaria para equilibrar la balanza entre 2 partes desiguales (consumidores y productores) en fuerzas y evitandose asi abusos del mas fuerte sobre el mas debil.
Por otro lado la libertad en el mercado de ideas no es absoluta y debe en cierta forma regularse ya que la libre expresion conlleva responsabilidades en lo que se dice o se muestra (publicidad)
Me inclino por una regulacion, sin excesos, en el mercado de las ideas.
Que el estado debe garantizar los derechos de las personas que lo componen, ese a mi entender el principio preeminente y la esencia de la función de el estado. la problemática gira entorno a como garantizara estos derechos, si intervendrá limitandolos o no lo hará. En caso de optar por el intervencionismo en que área o en que conjunto de derechos debe hacerlo y en cuales no, entendiendo la división entre civiles y políticos por un lado y económicos,sociales y culturales por otros.
Planteada la idea tratare de llevarla a tema en cuestión.
hoy día es complicado pensar en un estado que limite la libertad de expresión, es este un derecho considerado de los mas esenciales en un país en democracia y de los cuales se entiende, que perdido se pierde un arma muy fuerte en contra de la dominación, por eso se entiende que si el estado limitara esta libre expresión ( pensada no solo como las publicaciones periodísticas si no como los comentarios que cada uno de notros hace o la opinión que cada uno tiene en base a como cada uno interpreta la realidad) esta ejerciendo un abuso en sus facultades llevando la figura del ciudadano a su mas mínima expresión, por lo que lo único que debe es garantizar la libertad de expresion por mas que determinados comentarios sea erráticos o infundados.
Distinto sucede con los la economía en donde se pide una intervención del estado para evitar que el mercado en su autorregulacion alcance niveles en los cuales excluya a parte de la población y se limite a quienes pueden acceder a esos bienes y servicios. Eso pensado a gran escala hay miles de cuestiones por las cuales el estado debe de intervenir en el mercado que haría extenso mi comentario.
En cuanto a la publicidad si esta es referida a la que se coloca para que se compren bienes y/o servicios ella no debe entenderse como una idea a la que debe darse libertad funcional ya que lo que trata es de disuadir al consumidor el cual en algunos casos se encuentra desinformado y tal vez una falsa información del producto lo llevara a adquirir algo que en realidad no era como se planteaba, es una cuestión de los derechos del consumidor y la propaganda engañosa la cual es rechazada rotundamente.
Entonces la inteligencia o incompetencia del estado estará medida por su capacidad para garantizar los derechos antes nombrados.
Me pareció muy interesante el artículo, me parece que es muy importante la libertad en el mercado de ideas, que cada uno pueda expresar libremente lo que piensa, aunque a veces no suele suceder de esa manera en este país. En cambio en el mercado de bienes, nos movemos de otra forma, actuamos diferente, porque lo hacemos según nuestro valores, necesidades e impulsos. Es en este mercado donde nos creamos, o donde el mercado mismo nos crea las necesidades para que consumamos bienes determinados y les atribuyamos un valor.
De nuevo volvería al punto que he mencionado en comentarios anteriores. Allí donde vemos una regulación estatal, en realidad estamos siendo observadores de un acto político, con fines netamente políticos. No podemos achacarle el resultado de una regulación al famoso «bien común» porque en principio nadie podría definir que es el bien común, debido a que es una entelequia conformado por el interés de millones de sujetos que seguramente se contraponen unos con otros.
Detrás de todo «bien común», en realidad existe un beneficio sectorial que es capitalizado por los políticos para su provecho. Con esto no pretendo realizar una crítica puntualizada a ningún gobierno. Es decir, la seguridad nacional contra ataques extranjeros entra dentro de la categoría de «bien común» y es aceptada por el 99,99% de la población (siempre hay sitio para algún disidente), después podemos discutir las diferentes formas de implementar esa seguridad nacional, pero que debe existir estamos de acuerdo. Este hecho se ve capitalizado en su totalidad por los políticos y sus «políticas», es decir, nunca vamos a escuchar a ninguno de ellos diciendo que debemos someter nuestra soberanía a los intereses de Gran Bretaña.
Volviendo al asunto en cuestión, me pregunto cuales son los intereses que mueven ciertas regulaciones sobre las ideas y sobre los bienes. Es mayor el beneficio político de regular el mercado para bajar los precios y mantener contentos a los consumidores, que el de censurar a la prensa escrita, por ejemplo. Esto se debe a las características de nuestra sociedad. Pero no tiene nada que ver con una idea superior y omnipotente que dicte que una cosa es mejor que la otra, simplemente responde a un interés político para mantener el poder en una determinada sociedad como es la nuestra.
También debemos considerar que las regulaciones sobre las ideas existen hoy en día. Hay países donde sus gobierno pueden, por ejemplo, avanzar sobre los medios de comunicaciones, Venezuela, sin ir más lejos. Pero esto se debe a que es una política que la sociedad permite y que favorece al poder del gobierno.
Sean ideas, bienes, o cualquier otra cuestión. Nada tienen que ver con las regulaciones en si. Existe una sociedad gobernada por un aparato político. Dicha sociedad capitaliza de forma diferente las regulaciones. Algunas son beneficiosas para el político de turno y otras son perjudiciales. Es lógico pensar que el político va a elegir la primera de ellas. Entonces deberíamos plantearnos si es correcto que existan regulaciones solo por los humores sociales y los intereses políticos, o si deberíamos definir lineamientos inquebrantables ante los cuales no solo los políticos, sino la sociedad debería ceder. Sacrificando el oportunismo del momento por valores morales que favorezcan el crecimiento al largo plazo.
Si consideramos que puede enmarcarse la creación y difusión de ideas en términos de mercado, las ideas en definitiva pasarían a ser producidas y comercializadas, como una mercancía más. Por lo cual es interesante la mirada del artículo, que sugiere la reflexión sobre una visión holística acerca del mercado, ya sea con relación a los bienes o a las ideas. Es dable destacar que si las ideas son una mercancía, si estas se ven situadas en las reglas de competencia del mercado, es claro que aquellas ideas que se vean impulsadas por una estructura económica mejor posicionada en el mercado, tendrán mayor difusión que otras ideas sostenidas por estructuras económicas de menor envergadura. De lo cual se desprende que no necesariamente las ideas mejor posicionadas sean de mejor calidad (por hablar en términos de mercancía). En segunda instancia, si las ideas son mercancías, sería el mercado el que determinara en mayor medida qué tipos o corrientes de ideas «convienen» ser producidas (como toda mercancía). En este sentido, es intolerable que la actividad intelectual esté subordinada o siquiera pueda estarlo, a las condiciones del mercado. Es en ese sentido que la intervención del Estado y su actividad reguladora tienen sentido en tanto sean para generar condiciones de igualdad de posibilidades para difundir las ideas, y de igualdad de opciones para escogerlas.
Al igual que Agustín, considero errónea la idea de hacer pasar como parecidos dos «mercados» completamente diferentes. Creo personalmente que la aplicación de la regulación en el mercado de bienes es justificada en cierta medida, ya que el impacto que podría producir una restricción cero en ese mercado sería mucho más directo con los ciudadanos, no habría forma que ellos no lo sientan en su economía doméstica y quizás se vean perjudicados.
Por su parte, la regulación del mercado de ideas es totalmente repudiable para mi. De por si que llamarle «mercado» me parece una mercantilización de algo que no tiene precio ni es (o no debería) ser comerciable como es la palabra. El poder que contiene cada una de ellas es enorme y a la vez es una representación de absolutamente cada uno de nuestros pensamientos, y, siempre y cuando no perjudique a un 3ero, o si se lo hace se lo haga con pruebas de por qué, no puede ser restringida. La publicidad, a su vez, no debe entenderse como algo relacionado a la libertad de expresión, sino para mi ya debe entendérsela como una institución relacionada al mercado de bienes en virtud de su fin inmediato, y por eso creo que es razonable que se la regule.
El mercado de bienes sin ninguna duda debe estar regulado por el Estado, ya que los individuos nos encontramos en un claro nivel de desventaja.
El mercado de las ideas es importante que no se regule, que se pueda expresar cada uno como desee y diga lo que le parezca. Si bien muchas veces se hace abuso de poder decir lo que se quiera, considero más importante que se pueda expresar, a que no se pueda hablar. Después quedará en cada persona tomar el discurso que recibió y quedarse con eso solo u ocuparse de escucharlo e investigar o comparar con la realidad lo que oyó.
Si la libertad de expresión fuese regulada, no afectaría en las cuestiones más importantes por ejemplo: que el pueblo no muera de hambre. No puedo afirmar lo mismo acerca de que el mercado actuara libre de regulación estatal, pues a los empresarios poco les importa los pobres. Considero que los mismos que pregonan la libertad de mercado, no lo aplican en sus respectivos países, en nuestro país tenemos los años 90 como ejemplo, época en la cual se aplico una política económica neoliberal que endeudo al país, aumento la pobreza y el desempleo.
En mi opinión el hecho de que haya regulación en el mercado de bienes no implica que necesariamente deba regularse el mercado de ideas ya que ambos responden a factores distintos. Considero que una amplia regulación en el marcado de ideas sería negativa para la sociedad ya que limitaría derechos esenciales y altamente valorados por las personas.
Sumamente interese el artículo. Creo que las regulaciones al mercado suelen tener buena intención, aunque en la práctica se vea lo contrario.
Hay que recordar también que en el «mercado» de ideas muchas veces se puede generar grandes daños a la sociedad, que se indemniza luego, pero el daño ya esta hecho.
El problema de toda regulación es que suele ser muy impreciso, lo que suele llevar a abusos. Pero no por esto se debe temer a regular.
Me parecio muy interesante el comentario de Beaudean, donde nos recuerda la necesidad de la actitud activa en el desarrollo de los derechos de segunda generación.
El problema vuelve a ser, ¿hasta donde regular? Teniendo en cuenta que se suelen volver abusivo. Tanto en lo económico como en la libertad de ideas.
En su ensayo Coase resalta la inconsistencia entre aquellos que citan mercados imperfectos y asimétricos como una excusa para la regulación del gobierno en el mercado de bienes y servicios, mientras que por el otro lado apoyan el mercado libre de ideas principalmente en el ámbito político.
Estos mismos consideran que este mercado libre de ideas aunque también está plagado por varias imperfecciones, como el engaño, las mentiras y las misrepresentaciones, sumado a una ignorancia del público en general, y argumentan que será la libertad de expresión la que llevara en el tiempo a que las buenas ideas prevalezcan sobre las malas. De tal forma que los intentos por regular esta libertad de expresión siempre fracasaran, quien decidirá qué información es correcta o verdadera?, quien serán los guardianes de esta verdad?
Coase, en un argumento muy claro, nos cuestiona, como es posible que el público en general este en una mejor posición de evaluar decisiones de políticas públicas y económicas que de evaluar diferentes bienes y servicios? Los bienes de consumo también están plagados de información imperfecta, engaños publicitarios etc, el hecho de la existencia de competencia entre bienes es la mejor protección ante el consumidor final. De hecho la libre competencia entre mercados será mucho más eficiente en un mercado de bienes y servicios ya que las malas decisiones serán afrontadas directamente en aquellas personas que tomaron estas decisiones, mientras que en contraste, la toma de malas decisiones en el mercado de ideas genera problemas de externalidades –la decisión de votar por una mala idea es muy probable que afecta a una parte mayor de la comunidad.
En mi opinión, la decisión de controlar la libertad de expresión es simplemente no viable, aunque en términos económicos Coase produce argumentos sólidos al respecto, el intentarlo es un riesgo que puede escalar a proporciones incontrolables. Modificar e influir sobre la educación y el comportamiento de la gente puede llevar a consecuencias inimaginables, al grado que la organización social puede llegar a convertirse en un tipo de Inquisición.
Por otro lado, el hecho de regular la libertad de expresión y conocimiento, limita uno de los pilares en el crecimiento, que se origina de la discusión critica de diversos temas, sean científicos, morales etc.
Todos estos beneficios de tener una libertad de expresión, a mi juicio, se sobreponen sobre los posibles perjuicios ya comentados.
Lo mismo puede aplicarse a la libertad en el Mercado de bienes, a mi juicio, también debe aplicarse con regulación mínima, solo permitiendo la participación estatal en casos muy específicos de dominio publico.
El problema planteado parte, a mi modo de ver, de un concepto equivocado y es el de creer que el gobierno, una institución o persona alguna puede controlar las ideas. Sarmiento escribió, en su exilio a Chile, “Las ideas no se matan” (“On ne tue point les ideés”).
Éstas son propias de cada individuo y, por lo tanto, no pueden ser controladas. Funcionan por sí solas. Las ideas están en todo lo que hacemos y pensamos en nuestra vida diaria. Cada individuo es autónomo en sus ideas, por lo tanto no es una cuestión de competencia o incompetencia por parte del gobierno, el poder controlarlas. Todos tenemos la libertad de pensar como queramos, pero no de hacer, a partir de nuestras ideas, apología del delito. Por ejemplo, una cosa es tener una ideología nazi y otra es proclamar públicamente una «limpieza étnica», aquí es donde el Estado está para prevenir (función que deviene del poder concedido por el pueblo). Quien con su prédica incita a otros a cometer un delito, debe ser penado por la ley.
La publicidad engañosa es una estafa, ya que no es obligación del individuo conocer y verificar todos los aspectos del producto o del servicio, sino del anunciante, sea este comerciante, fabricante, etc., darlos a conocer de forma verdadera, y consecuentemente, está también penada por la ley.
Tal como se plantea, el público general no está en mejor posición de evaluar visiones alternativas de políticas económicas y sociales, que de elegir entre distintos tipos de comida, pero debemos aclarar que las regulaciones aceptadas, en este caso, están fundamentadas en los aspectos de calidad y salubridad de los productos (que son responsabilidad del Gobierno) y no en la presentación y/o el gusto de la comida, que son patrimonio de cada individuo.
En cuanto a la Prensa, resulta interesante la reflexión del Dr. Rafael Correa, Presidente de Ecuador, cuando dice «cabría preguntarse si una sociedad podría llamarse verdaderamente libre, cuando los medios están en manos de sociedades con fines de lucro». A lo cual podríamos agregar que estas sociedades actúan según sus conveniencias e intereses y no aceptan ningún tipo de regulación bajo la bandera de la «libertad de expresión». Sin embargo, muchos medios sesgan la información, en favor de sus preferencias e intereses políticos.
Con relación a la educación, si bien se regulan los contenidos, estos surgen del consenso entre diferentes sectores sociales (Docentes, Pedagogos, alumnos, Autoridades Educativas, ONG, entidades religiosas, etc.) como, por ejemplo, del Congreso Pedagógico, para los distintos niveles educativos. El control tiene como objeto definir un marco igualitario para todos los educandos del país, teniendo en cuenta que la mayor parte de ellos son menores y, por lo tanto, carecen de la preparación para saber discernir unos de otros.
En conclusión, no creo que el gobierno sea incompetente en el mercado de las ideas, ni tan eficiente en el mercado de bienes, como se pregunta. Simplemente debe respetar las características de cada uno de los mercados y no atar uno a la suerte del otro. El mercado de las ideas es propio de los individuos y no puede ser regulado; y el mercado de bienes es el lugar donde se hace el intercambio de mercancías, productos o servicios que satisfacen alguna necesidad a un determinado precio y cuyos actores representan un conjunto muy heterogéneo, que, por lo tanto, no puede estar librado a su suerte, sin caer en aquella analogía de Jules Guesde «El zorro libre, en el gallinero libre».
Yo me inclino por la intervención del estado en el mercado de bienes y no en el de las ideas…. incluso debería ser una regulación por oposición como se ha hecho con las retenciones al agro hace años.
La regulación en la educación es el camino a la dominación de la sociedad en todos los aspectos no solo político; y estaría en juego la democracia.
«Las ideas no se matan» … y ninguna individuo debería ser influenciado en sus ideas
Creo que una intervención por parte del Estado en el mercado de bienes es positiva, teniendo en cuenta que es necesario organizar grandes niveles de producción y consumo; toda vez que no sea una regulación que impida a los productores nacionales crecer y a los mismos habitantes aumentar su de riqueza. Una regulación que permita incentivar el aumento en el nivel de empleo y otorgar posibilidades de inserción en el mercado laboral a aquellos que les es casi imposible por diferentes factores. Pero esto, pienso yo, que no debería afectar «el mercado de las ideas», es decir que una intervención favorable por parte del Estado en la regulación de bienes, no debería habilitar al mismo a que pueda intervenir en el campo de las opiniones y del libre pensamiento. Sí podría, el Estado, promover una mejor educación y estimular la generación de nuevos criterios, juicios y consideraciones.
Pero el hecho de que sea eficiente en el mercado de bienes, no garantiza la regulación el mercado de las ideas, porque son dos espacios diversos.
Me parece totalmente razonable que la actitud de la mayoría de la gente sea el rechazo a las limitaciones en el campo de las ideas. La historia nos ha enseñado que aquella es una característica infaltable en los gobiernos de facto y, en todo caso, después se podrá discutir si dicha característica estuvo presente o no en otros tipos de gobierno.
Ahora bien, el artículo comienza dando por sentado que valoramos ampliamente la libertad en “el mercado de las ideas”. Yo no estoy muy convencido de ello, y es que la simple negación ante la propuesta de limitación en dicho mercado no constituye, según lo veo, una auténtica valoración. A menudo se escuchan voces que se inclinan por restringir ciertas ideas, sobre todo de tipo políticas. En todo caso habría que indagar en qué está dispuesta la gente a hacer para defender la libertad en el mercado de las ideas, y entonces sí, concluir qué tanto valoramos esa libertad.
De hecho las limitaciones en el campo de las ideas existen, quizás no provengan de una ley ni sean tantas como sucede en el mercado de los bienes, pero están ahí y las toleramos.
No es cierto que cualquier persona pueda en cualquier momento y lugar manifestar cualquier idea. Si por ejemplo un científico intenta publicar un libro con pruebas irrefutables, y no con meros indicios, demostrando que la luna es en realidad artificial ¿Podrá hacerlo sin inconvenientes? Ante semejante descubrimiento seguramente harán su aparición en escena ciertos personajes con el poder y los medios suficientes para evitar la publicación. Sé que se trata de un ejemplo tonto y exagerado pero sirve para demostrar lo que digo en tanto muchos estarán de acuerdo en que lógicamente se intentará censurar ese libro y, que sin embargo, aceptamos la idea y la toleramos sin más.