Matt Ridley, el autor de The Rational Optimist y The Evolution of Everything, entre otros muy Buenos libros, presenta ahora uno publicado por el Institute of Economic Affairs de Londres titulado How Many Lightbulbs does it take to change the World”, sobre la innovación, en el que sostiene la tesis de que la innovación no depende de grandes genios inventores sino de un entorno favorable que las vuelve algo así como evidentes o inevitables.
Uno de los ejemplos o casos que plantea del libro The Rational Optimist:
“Lo maravilloso del conocimiento es que es genuinamente sin límites. Ni siquiera hay una posibilidad teórica de agotar el suministro de ideas, descubrimientos e inventos Esta es la mayor causa de mi optimismo de todas. Es una característica hermosa de los sistemas de información que son mucho más amplios que los sistemas físicos: la combinatoria inmensidad del universo de posibles ideas minimiza el insignificante universo de las cosas físicas. Como Paul Romer señala la cantidad de diferentes programas de software que pueden ponerse en discos duros de un gigabyte es 27 millones de veces mayor que el número de átomos en el universo.”
Y acá presenta dos citas que, ahora por supuesto, parecen increíbles:
“Y aquí hay dos citas para recordarle cómo expertos desesperanzados predicen el futuro de la tecnología:
No hay razón para que una persona tenga una computadora en su casa.
Ken Olsen, fundador de la Digital Equipment Corporation en 1977.
Para el año 2005 más o menos, quedará claro que el impacto de Internet en la economía no ha sido mayor que el de las máquinas de fax
Paul Krugman, economista ganador del Nobel en 1998
¿Y cómo es que la innovación promueve el crecimiento económico?
“Ahora, la innovación es la fuente del mayor crecimiento económico. ¿Pero cómo la innovación causa crecimiento? Se trata principalmente de horas. El crecimiento económico es la reducción del tiempo que lleva para satisfacer una necesidad.
Entonces, para tomar la luz artificial como ejemplo nuevamente, hoy te lleva aproximadamente ⅓ de segundo de trabajo con el salario promedio para ganar una hora de luz con una sola bombilla LED. En 1950 tomó a sus abuelos 8 segundos; en 1880, con una parafina lámpara de 15 minutos; en 1800 con una vela de sebo, 6 horas de trabajo. Esa reducción te deja libre para gastar el tiempo extra para ganar un servicio diferente o bueno, o relajarse y consumir.”