Caps 2 y 3: Fallas de mercado y soluciones de políticas públicas. ¿Bienes públicos globales requieren políticas públicas globales?

Con los alumnos de OMMA Madrid vemos los Caps 2 y 3, donde se trata la teoría de las así llamadas «fallas de mercado» y consideramos también las soluciones de políticas públicas que se proponen. El tema de la existencia de bienes públicos «globales» plantea un tema interesante, ya que quienes plantean que los bienes públicos han de ser provistos por el Estado deberían sostener la necesidad de un Estado global. Y si aceptan que algunos bienes públicos globales son provistos ahora in tal Estado, entonces puede ser que se provean sin necesidad de un monopolio.

El proceso de globalización, o la movilización de recursos por todo el mundo, plantea, para algunos autores, no solo la necesidad de bienes públicos nacionales, sino también “globales”. Sus características principales serían (Kaul et al 1999, p. 2) las ya mencionadas de no exclusión y no rivalidad en el consumo, y que sus beneficios sean “cuasi universales” en términos de países —cubriendo más de un grupo de países—, pueblos —llegando a varios, preferiblemente todos—, grupos poblacionales y generaciones —extendiéndose tanto a generaciones presentes como futuras, o por lo menos cubriendo las necesidades de las generaciones actuales, sin eliminar las opciones de desarrollo para generaciones futuras—. En tales circunstancias, pocas cosas quedan fuera de esta definición y la lista de bienes públicos aumenta considerablemente.

Estos autores clasifican a los bienes en públicos puros y públicos impuros. Los primeros fueron definidos antes y a nivel global se presenta como ejemplo la paz, ya que, “cuando existe, todos los ciudadanos de un país pueden disfrutarla y su gozo, digamos, por poblaciones rurales no reduce los beneficios de las poblaciones urbanas”. Ya hemos comentado antes el grado de colectividad de la defensa; ahora se suman también en esta categoría la provisión de la ley y el orden, y un buen manejo macroeconómico. En cuanto a los bienes públicos impuros, serían aquellos que cumplen parcialmente con las características mencionadas: es decir, son parcialmente no rivales o parcialmente no excluyentes. Como ejemplo, Kaul y otros plantean el caso del consumo de una comida nutritiva, que a primera vista parece ser un bien privado, pero que también brinda beneficios públicos, ya que mejora la salud y con ella la posibilidad de adquirir habilidades para desempeñar un trabajo productivo, lo cual beneficiaría no solamente a la familia, sino también a la sociedad en su conjunto, pese a que los beneficios inmediatos sean mayormente privados.

Está claro que con esta definición no hay bien o servicio alguno que no tenga algún tipo de impacto en los demás. Y en tanto vivamos en sociedad, parece que esto es inevitable. La discusión no es que produzcan o no produzcan algún tipo de impacto, sino cómo considerar si ese impacto es negativo o positivo, siendo que las valoraciones son subjetivas, y si el Estado es el único capaz de proporcionar determinados bienes. Así, “males” públicos demandarían soluciones colectivas que serían “bienes” públicos, incluyendo, según Kaul y otros, las crisis bancarias, crímenes y fraudes en Internet, problemas sanitarios debidos al mayor comercio y transporte de personas, y también del incremento de actividades riesgosas, como el abuso de las drogas y el tabaquismo.

Un programa para aliviar la pobreza en África, por ejemplo, sería un bien público global si, además de mejorar la situación de esa población contribuyera también a prevenir conflictos, o a fortalecer la paz internacional, o a reducir el deterioro ambiental, o a mejorar las condiciones sanitarias globales. Las organizaciones internacionales y las ONG internacionales serían las que proporcionan este tipo de bienes públicos globales (Martin 1999).

Pero si se pudiera justificar la existencia de cualquier bien o servicio con efectos para terceros por el hecho de ser proporcionado por el Estado, o a través de organismos internacionales financiados por los Estados, o en última instancia por contribuyentes nacionales, entonces prácticamente “todo” tiene características de bien público. Un bien público “puro” no sería ya un bien económico, como en el caso del aire puro; y todos los demás serían “impuros” y sujetos a ser proporcionados mediante decisiones políticas, y no por la decisión de los consumidores tomadas en el mercado.

Stiglitz (1999), por ejemplo, considera que el “conocimiento sobre el desarrollo” es un bien público que debería ser provisto por instituciones como el Banco Mundial. Es cierto que las ideas tienen características de bien público, ya que, una vez producidas, su costo de reproducción es mas bien bajo. Esto lleva a dicho autor a pensar que serán “subproducidas” en el mercado, problema que se puede superar con la provisión pública. Sin embargo, el ejemplo no podría ser peor elegido: una gran cantidad de autores han escrito sobre el tema y propuesto enseñanzas sobre el mismo, desde Adam Smith en La riqueza de las naciones hasta una gran cantidad de autores contemporáneos. ¿Por qué hacen eso, si luego, cuando un país se desarrolla —siguiendo, por ejemplo, las enseñanzas de Adam Smith— este o sus sucesores no pueden excluir a quienes implementaron esas ideas y no pagaron por esos beneficios? En otros términos: una vez que dicen cómo se desarrolla un país, nadie parece que les va a pagar por ello; entonces no habría propuestas y el mercado fracasaría en proporcionarlas.

Nada de eso sucede en la realidad, sino todo lo contrario: hay un sinnúmero de libros y artículos sobre las causas del desarrollo económico; un activo mercado de ideas donde compiten las propuestas de Stiglitz con muchas otras. ¿Por qué ofrecen los autores estas ideas, si luego no pueden cobrar por ellas? Existe una gran cantidad de incentivos para hacerlo: el autor cobra un porcentaje por las ventas de sus libros; es invitado a conferencias donde recibe honorarios, viaja a lugares que nunca conocería de otra forma y se aloja en los mejores hoteles; puede llegar hasta recibir el Premio Nobel, que, además de ser un premio suculento, le garantiza un flujo de ingresos asegurado de ahí en adelante, como sabe muy bien el mismo Stiglitz, que lo ha recibido[1].

[1]. “Gran parte del conocimiento que se necesita para el desarrollo exitoso no es patentable; no es el conocimiento que subyace en nuevos productos o procesos. Más bien, es conocimiento fundamental: cómo organizar empresas, cómo organizar sociedades, cómo vivir vidas más saludables de forma que ayudan al medio ambiente. Es conocimiento que afecta la fertilidad y el conocimiento acerca del diseño de políticas económicas que promueven el crecimiento económico” (Stiglitz 1999, p. 318). “Las ideas presentadas hasta aquí dejan en claro que ese conocimiento es un bien público, y sin un apoyo público activo, habrá una sub-provisión de ese bien. Las instituciones internacionales, incluyendo al Banco Mundial y el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) cumplen un papel especial en la producción y diseminación de este conocimiento” (p. 319).

3 pensamientos en “Caps 2 y 3: Fallas de mercado y soluciones de políticas públicas. ¿Bienes públicos globales requieren políticas públicas globales?

  1. En lo tocante al trabajo que nos ocupa, la categoría de bienes públicos centra el siguiente breve comentario. Desde sectores de la economía positivista o neoclásica, se argumenta que los llamados «bienes públicos» ofrecen externalidades positivas que el mercado no es capaz de internalizar, ofreciendo éste, además, una provisión sub-óptima del mismo, dado el problema de los «free-riders», justificando así una coartada para la intervención estatal.

    Un ejemplo de lo anterior sería la educación. El hecho de que ésta favorezca, no solamente al que paga por ella y se educa, sino que su extensión y desarrollo tiene un impacto positivo en el conjunto de la sociedad, sería utilizado como un argumento a favor de su provisión por el Estado.

    Según la teoría de los «bienes públicos», estos serían aquellos que, a saber:

    -no permiten la exclusión, es decir, se producen para todo el mundo y no se puede excluir a los llamados «free-riders», es decir, aquellas personas sobre las cuales no recae el coste de los bienes pero sí se beneficiarían de su uso.

    -no hay rivalidad en su consumo: el mayor consumo de una persona no implica menor consumo de otra.

    Otro ejemplo paradigmático, utilizado de forma popular en economía, es el faro marítimo. Todos los navegantes, hayan pagado para construirlo o no, se aprovecharían de el. Así, si el Estado no interviene, no existirían incentivos a su construcción por parte de los individuos. (no rivalidad, no exclusión).

    En realidad, la llamada teoría de los «bienes públicos» supone una falacia, construida sobre una errada visión positivista y estática del proceso económico. Desde las gafas teóricas de la Escuela austríaca y una visión dinámica del proceso de mercado, podemos afirmar que éste genera poderosos incentivos para, no solamente empujar a la iniciativa privada a proveer los mal llamados «bienes públicos», sino también a que la propia sociedad civil encuentre mecanismos para internalizar los costes y toda clase de externalidades positivas que, sobre la base de un análisis superficial, escaparían a verse reflejadas sobre la base del mecanismo de precios.

    Ronald Coase, en su ya clásico artículo, «the lighthouse in economics», explica precisamente como todo el sistema de faros en el Reino Unido se financió de forma privada y como encontraron, en un entorno de libertad, una forma de excluir el problema de los free-riders. Clubes de armadores, licencias de navegación privadas o la simple presión social de entrar en el pub y verse excluido socialmente, fueron las soluciones que la sociedad civil encontró, sin el concurso de la planificación gubernamental, a este problema.

    El verdadero problema, en realidad, es la propia actividad coactiva del Estado, que la teoría de los «bienes públicos» plantea como solución. ¿Dónde debería intervenir el Estado?, ¿En qué proporción debería hacerlo?, ¿En qué sectores?, ¿En qué momento del tiempo? Absolutamente todos los problemas de cálculo económico saldrían de golpe a la palestra alrededor de esta cuestión.

    Por ello, quiero cerrar mi breve argumentación, reivindicando la inexistencia de cualquier tipo de argumentación científica para la intervención coactiva del Estado en el cuerpo del tejido económico de cooperación social.

    Pregunta para Martín: -¿No crees que, en realidad, toda la teoría de los «bienes públicos» no es sino un intento de justificación (a posteriori) de la existencia de todo el aparato burocrático-estatal? Personalmente, creo que su intervención en sectores clave, como la educación, es una forma de adoctrinamiento masivo de la sociedad civil, vestido con ropajes falsamente progresistas. Stiglitz y demás teóricos, de forma consciente o no, jugarían un rol de teóricos justificantes del statu quo.

  2. Las fallas del mercado / La mano invisible: Políticas Públicas
    El modelo de equilibrio generalmente aceptado, pero que es un modelo que describe erróneamente el comportamiento de los agentes económicos, pero nunca es alcazado (principalmente porque el modelo no describe la realidad). Este hecho, que debiera cuestionar el modelo, es tomado como premisa para interpretar que el mercado tiene fallas: imperfecciones en la información, externalidades, bienes públicos y la información asimétrica.
    Martin Krause recorre detalladamente todas estas fallas y explica los fundamentos neoclásicos y las principales inconsistencias que se pueden encontrar en dichos fundamentos.
    La competencia imperfecta, que precisamente se da cuando el Estado interviene y establece algún tipo de privilegio. Cuando una empresa tiene una posición dominante, si el mercado de acceso es libre, siempre tienen una amenaza de competencia aunque incluso se sea un único proveedor. Hay multitud de casos donde esto ha ocurrido. La intervención del estado es la que crea unas barreras infranqueables, cuando otorga un privilegio que acaba constituyendo un monopolio, y que consigue un comportamiento errado en comparación con el mercado. Dando peores servicios y generalmente más costosos, ya que no existen los incentivos necesarios para aumentar la productividad.
    Las externalidades, algo que de forma general cabe de esperar en un mercado donde los individuos tienen que interactuar libremente. Es bien interesante la problemática que se nos presenta con aquellos recursos donde la propiedad privada no está bien definida, ya sea por pertenecen al estado o la existencia de limitaciones técnicas que lo permitan.
    Los bienes públicos. Aquí revisamos las diferentes definicione y enfoque que se han dado al tema. El bien público (No exclusión, No rival) que supuestamente se justifica que debe ser proporcionado por el estado, acaba siendo provisto en ocasiones por el mercado (en su momento radio, TV,…). En otros muchos casos el estado provee de bienes y servicios que claramente pueden ser provistos por el sector privado (Salud, Educación,…). Al final todo queda resumido que la acción del estado en la mayoría de los casos es una acción puramente de redistribución de las rentas, en aras de proveer bienes públicos [algunos enfoques acaban justificando que todo es un bien publico]
    La información asimétrica es una de las fallas más curiosas de todas las que se pueden plantear sobre los mercados. Son los mercados los que generan información que puede ser utilizada posteiormente por los individuos, es realmente curioso que se diga que esta es imperfecta al compararla con un ideal “equilibrio de mercado”. Los mercados generan información básicamente porque el hombre actua libremente en el mercado, el motor que genera inforamción es este. La justificación de un costo relativo a la búsqueda de información para poder mantener el modelo ideal de equilbrio es basatente débil. El hombre evalua constantemente las opciones que tiene, con la información que tiene y determina si necesita más y la busca, pero una vez considera que la opción que tiene ante si le permite alcanzar un estado más óptimo bajo su escala de valores simplemente actúa. La acción es el motor y el modelo.

    El tercer capítulo recorre todas las de actuaciones públicas del estado, con la justificación (en general de resolver las fallas de mercado) y en general sus efectos.
    Políticas antitrusts que intervienen en mercado en aras de remediar la concentración monopólica, cuando por contrapartida el gobierno crea molopolios directamente o indirectamente a traves de privilegios.
    La supuesta falla de información en el mercado o que genera el mercado, que en el fondo es la única que existe (ver comportamiento de economías comunistas) y que se vé distorsionada por las actuaciones de los estados de diversas formas, dando señales erróneas. No es que no se tenga toda la inforamción, es que se influye sobre ella y da una información errónea (emisión papel moneda, control de tipos, control de precios, actuación en el mercado asignando recursos de forma no voluntaria,…)
    Sigue recorriendo Martin Krause todos estos ejemplos de actuaciones públicas y destaco dos que me parecen de especial interés:
    La regulaciones y Seguridad Juridica. Me ha parecido interesante el intento de utilizar la teoría de la utilidad marginal a la provisión de normas jurídicas, y contraponerlo al costo marginal creciente en términos de libertad planteado por Olivera. A pesar de lo interesante de la idea, la objección que se le puede plantear es que el supuesto equilibrio se debiera dar en un mercado con integrantes que intercambian voluntariamente, cosa que no ocurre en los estados actuales, y veo que dificilmente la evasión a estas normas o leyes responda a un modelo de “equilibrio”. Un desequilibrio por defecto puede solventarse libremente, y el caso contrario no sin riesgo a sufrir las consecuencias.
    El otro tema que genera mi interés es el de los bienes naturales y el cambio climático. Aun tema tan complejo puede que no se pueda dar una respuesta contundente en mi opinión.

    Preguntas:
    – ¿Por qué no nos pleateamos la efectividad del modelo de equilibrio a través de los años?. Se han presentado estudios en esa línea. Me explico. Se puede plantear un caso hipotético en que la situación fuese de equilibrio y supuestame estaríamos en un óptimo de asignación, pero en ese mundo no habría actividad empresarial como se entiende hoy, no habría innovaciones disruptivas que aumenten la productividad y la riqueza, si lo hubiésemos alcanzado en la edad media seguiríamos anclados en ese punto de equilibrio (claro introducimos estos factores como exógenos en vez de que estén considerados en el modelo). Si compramos nuestra situación actual con la edad media está claro que el mercado es más eficiente en términos de aumento de productivida e innovaciones, ¿no es esto más importante que un hipotético e irreal modelo de asignación de recursos en un momento puntual?

    – Respecto a la externalidad del cambio climático, por ejemplo, tengo ideas contrapuestas. Por un lado creo en el liberalismo y por otro no me satisfacen cien por ciento las explicaciones de cuestionarlo o no. Imaginemos que es cierto, un hecho.
    ¿Ciertamente deberíamos esperar que el mercado busque la solución?, ¿Qué propondría el autor?. Tampoco parece que los gobiernos estén consiguiendo mucho… Pero las externalidades en general quizá sea el punto que me más dudas me genera.

    – Bienes Públicos / Bienes Privados. La discusión teórica de la diferencia entre bienes públicos y privados creo que no tiene discusión. Y como conclusión clara que debemos extraer es que el estado claramente provee de muchos servicios que le mercado puede hacer y más eficientemente. Eso creo que no tiene discusión y al final en muchos casos todo se resumen en una redistribución de rentas. Por tanto la pregunta en el ralación a este punto:
    ¿No es un tema social, no está relacionada con la propia organización del sistema democrático?, parece que salir del laberinto en el que estamos es muy complejo…

    – ¿Cuál es su opinión en relación a la teoría de olivera sobre Utilidad Marginal del Derecho y costo marginal de la perdida de libertada?, parece que se sugiere que la situación ideal sería tener un desiquilibrio por defecto, ya que el defecto de leyes y normas se podrían dar de forma privada.

  3. Guía de lectura 3
    Alumna: Clarisse Coradini de Freitas

    Capítulo 2 LAS FALLAS DEL MERCADO
    CAPÍTULO 3 LA MANO VISIBLE: POLÍTICAS PÚBLICAS

    En los presentes capítulos fueron detalladas das fallas de mercado y la “solución” representada por la intervención del Estado a través de las políticas públicas. El punto de partida es el concepto de equilibrio paretiano y la búsqueda por el punto óptimo de eficiencia en el mercado (aunque ignorando que el concepto exige un mercado estanque, sin dinamismo, y con conocimiento omnisciente de todas las decisiones, acciones y reacciones de los demás actores del mercado).
    Las condiciones para que se cumplan las premisas de un “equilibrio competitivo” abarcan la “competencia perfecta”, que prevé que todos los productores son pequeños y venden un producto homogéneo. No podría haber diferenciación por tecnología u organización empresarial, con lo que todos solo pueden tener las mismas ganancias. Aunque, eso sí, son libres de entrar y salir del mercado a cualquier momento.
    A partir de eso, todo lo que se aleje de lo ideal será un fracaso del mercado sujeto a ser corregido por la intervención de estatal a partir de políticas públicas. A partir de eses conceptos, se teoriza acerca de lo que son bienes públicos y privados, llegando a definir bienes públicos globales (que además de la no exclusión y no rivalidad en el consumo, tendrían beneficios ‘cuasi universales’, cubriendo grupos poblacionales y generacionales.
    La derivativa inmediata es que así como pueden existir bienes públicos, igualmente pueden existir males públicos – o la externalidad de efectos negativos, lo que nos lleva a conceptos bastantes subjetivos a la forma de contabilizarlos (con innúmeras recomendaciones de las Naciones Unidas para acercar ese cálculo del escrutinio de las cuentas nacionales). Todo ello para llegar a inventariar las fallas del mercado y abrir camino para las soluciones de la intervención por las políticas públicas.
    La regulación estatal, normalmente toma en cuenta tres componentes fundamentales de la competencia imperfecta: su estructura, su conducta y su desempeño. En ese intento, los estados suelen terminar por convertir los monopolios naturales (economías de escala, servicios en red u otras “barreras de entrada”) en monopolios legales, que reducen los incentivos para el desarrollo de nuevas tecnologías que permitan la competencia.
    Las distintas teorías derivan en estructuras regulatorias distintas. Mientras la visión neoclásica tradicional impone la generación de una agencia gubernamental de regulación de la competencia en los mercados, la Escuela de Chicago tiende a remover barreras de ingreso en algunos casos y, en otros, diseñar regulaciones que establezcan incentivos para la competencia. Por fin, la Escuela Austríaca ruega por la eliminación de barreras a la entrada de competidores.

    Puntos de interés
    La deriva de distintas políticas de regulación a partir de diferentes entendimientos teóricos de la economía;
    La dificultad de entender y mensurar las externalidades, bien como de incorporarlas al costo de los negocios;
    Resulta llamativo que, si el concepto de competencia perfecta es tan teórico y basado en hechos irreproducibles en la realidad, se haya convertido en premisa tan importante para el entendimiento económico y el establecimiento de sistemas de gobierno;

    Preguntas:
    Actualmente, los mayores riesgos a las actividades industriales y comerciales (sobre todo al comercio internacional de grandes cargamentos) son los riesgos sociales. Aunque sí los accidentes medioambientales puedan ser lo que los haga estallar, son las reacciones de las poblaciones las que pueden inviabilizar los negocios. Ejemplo, los innúmeros conflictos sociales que impiden operaciones mineras o instalación de grandes industrias como la de celulosa. Con eso en mente, quedaría más fácil incorporar las externalidades?
    Las prácticas de “green wash” ya no convencen. Naciones Unidas, ONGs y muchos otros órganos internacionales presionan e indican caminos para acciones de responsabilidad social corporativa más efectiva. ¿Cómo esas presiones pueden ser entendidas desde las diferentes teorías económicas?
    Por detrás de los pedidos de compensación por explotación de recursos naturales está el entendimiento de que son ellos propiedad colectiva y compartida con generaciones futuras. ¿Cómo la actuación gubernamental puede ayudar o complicar las tensiones sociales originadas así?

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