El gobierno es como la gasolina: sirve para algunas cosas (Seguridad), pero no para beberla (intervención)

En Junio de 1959, Ludwig von Mises dictó seis conferencias en Buenos Aires. Éstas fueron luego publicadas y las consideramos con los alumnos de la UBA en Derecho. Su tercera conferencia se tituló “Intervencionismo” y trata ese tema. Mises comenta:

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“Una frase famosa, citada muy a menudo, dice: ‘El mejor gobierno, es el que gobierna menos’ Yo no creo que esto sea una correcta descripción de las funciones de un buen gobierno. El Gobierno debiera hacer todas las cosas para las cuales se lo necesita y para las cuales fue establecido. El Gobierno debiera proteger a los habitantes del país contra los violentos e ilegales ataques de los bandidos y debiera defender el país contra los enemigos foráneos. Estas son las funciones del Gobierno dentro de un sistema de libertad, dentro del sistema de economía de mercado. Bajo el socialismo, desde luego, el Gobierno es totalitario, y no hay nada fuera de su esfera y de su jurisdicción. Pero en la economía de mercado la principal tarea del Gobierno es proteger el aceitado funcionamiento de la economía de mercado contra el fraude y la violencia que provengan de adentro o de fuera del país.

La gente que no esté de acuerdo con esta definición de las funciones del Gobierno podría decir: ‘Este hombre odia el Gobierno’ Nada estaría más lejos de la verdad. Si yo dijera que la gasolina es un líquido muy útil, útil para muchos propósitos, pero que nunca bebería gasolina porque creo que no sería un uso correcto, no soy un enemigo de la gasolina, y no odio la gasolina. Digo solamente que la gasolina es muy útil para ciertos propósitos, pero no es adecuada para otros. Si digo que es el deber del Gobierno arrestar a los asesinos y a otros criminales, pero que no es su deber manejar los ferrocarriles y dilapidar dinero en cosas inútiles, entonces no odio el gobierno porque declare que es adecuado para hacer ciertas cosas pero no es apropiado para hacer otras.

Se ha dicho que bajo las condiciones actuales ya no tenemos más una economía de libre mercado. Bajo las condiciones actuales tenemos algo llamado la ‘economía mixta’. Y como evidencia de nuestra ‘economía mixta’ la gente señala las muchas empresas que son propiedad del Gobierno, y por él son operadas. La economía es mixta, dice la gente, porque en muchos países hay ciertas entidades – como los teléfonos, el telégrafo, los ferrocarriles – que son propiedad del y son operadas por el Gobierno. Que algunas de estas entidades y empresas son operadas por el Gobierno, ciertamente es verdad. Pero este solo hecho no cambia el carácter de nuestro sistema económico. Ni siquiera significa que hay un ‘pequeño socialismo’ dentro de la que – de cualquier otra manera – es una economía no socialista, de mercado libre. Ya que el Gobierno, operando estas empresas, está sujeto a la supremacía del mercado, lo que significa que está sujeto a la supremacía de los consumidores. El Gobierno – si opera, digamos, el correo o los ferrocarriles – tiene que contratar gente para trabajar en estas empresas. También debe comprar las materias primas y otros bienes que necesite para el manejo de estas empresas. Y, por otra parte, ‘vende’ estos servicios o bienes al público. Pero, aún cuando opera estas entidades utilizando los métodos del sistema económico libre, el resultado – como norma – es un déficit. El Gobierno, sin embargo, está en situación de financiar dicho déficit – al menos los miembros del Gobierno o del partido gobernante así lo creen.

Ciertamente, es diferente para un individuo. El poder del individuo para operar algo, con déficit, es limitado. Si el déficit no es rápidamente eliminado, y si la empresa no se convierte en rentable (o al menos muestra que no se incurrirá en pérdidas adicionales, debidas a un déficit), el individuo va a la quiebra y la empresa debe liquidarse. Pero para el Gobierno las condiciones son diferentes. El Gobierno puede tener permanentemente un déficit, porque tiene el poder de gravar con impuestos a la gente. Y si los contribuyentes están dispuestos a pagar más altos impuestos para hacer posible al Gobierno operar una empresa a pérdida – esto es, de una manera menos eficiente en que lo haría una institución privada – y si el público acepta esta pérdida, entonces desde luego la empresa continuará.”

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