De «Reconstrucción Monetaria»:
La inflación y la expansión del crédito son los medios de obscurecer el hecho de que prevalece una escasez que es resultado de la Naturaleza, de las cosas materiales de que depende la satisfacción de las necesidades humanas. La tarea principal de las empresas privadas capitalistas consiste en hacer desaparecer esta escasez en el mayor grado posible y en proporcionar un nivel de vida progresivamente más elevado, a una población cada vez más numerosa. El historiador no puede dejar de registrar que el laissez-faire y el individualismo resuelto han tenido buen éxito hasta un grado sin precedente en sus esfuerzos tendientes a proveer al hombre común y corriente, cada vez con mayor amplitud, de alimento, alojamiento y otras comodidades que solicita. Pero por notables que sean estos adelantos, siempre existirá un límite estricto a la cantidad que puede consumirse sin reducir el capital disponible para continuar el proceso de producción y, aún más, para ampliarlo.
En épocas pasadas, los reformadores sociales creían que todo lo que se necesitaba a fin de mejorar las condiciones materiales de las capas inferiores de la sociedad era confiscar el excedente de los ricos y distribuirlo entre quienes tenían menos. La falsedad de esta fórmula, no obstante el hecho de que aún constituye el principio ideológico que inspira los impuestos de nuestros días, ya no se discute por ningún hombre razonable. No hay para qué hacer hincapié en la circunstancia de que semejante distribución únicamente agregará una cantidad insignificante a los ingresos de la inmensa mayoría. El punto fundamental estriba en que el monto total de la producción en una nación o en todo el mundo, en un período determinado de tiempo, no representa una magnitud independiente del modo de organización económica de la sociedad. La amenaza de verse privado mediante la confiscación, de una parte considerable o inclusive de la mayor parte del producto de la actividad que desarrolla uno, hace que afloje el esfuerzo del individuo por enriquecerse y resulta, consiguientemente, en la disminución del producto nacional. Hubo un tiempo en que los socialistas marxistas se solazaban con ensueños acerca del fabuloso incremento en la riqueza que era de esperarse del modo socialista de la producción. La verdad es que cada quebrantamiento del derecho de propiedad y cada restricción a la empresa libre menoscaban la productividad del trabajo. Una de las preocupaciones primordiales de todos los partidos hostiles a la libertad económica tiende a impedir que los votantes sepan esto. Sería imposible a las diversas variedades de socialismo e intervencionismo mantener su popularidad si la gente descubriera que las medidas cuya adopción se aclama como conquistas sociales, restringen la producción y tienden a la desacumulación del capital. Ocultar estos hechos al público es uno de los servicios que la inflación presta a la llamada política progresista. La inflación es el verdadero opio del pueblo, que se administra a éste por los gobiernos y partidos anticapitalistas.
No tengo duda en que la inflación y la expansión del crédito es el opio de los pueblos. Algo que me paso años me permitió entenderlo. En oportunidad de una mudanza familiar, mi padre me entrego un sobre que contenía billetes de altas denominaciones de las diferentes épocas de la historia argentina. En el momento que me entrego me dijo eso era la infografía más completa de la historia económica argentina de los últimos 40 años, y además explicaba el comportamiento de nuestra sociedad a la hora de tomar decisiones no solo económicas sino de vida a lo largo de esos años. Tome el sobre y los guarde con la duda adolescente de que me había querido decir.
Con el tiempo y con mi propia experiencia tanto laboral como comercial, entendí poco a poco, que me había querido decir con eso. La inflación destruye lo más digno que puede tener una persona que es el trabajo, tanto para la persona, que cuando llega a fin de mes su trabajo, no vale lo mismo que valía el primer día del mes, como para el emprendedor o cuentapropista a quien le cambian las reglas de juego de manera constante desalentando el poder infinito de creación y superación que posee el ser humano.
Por esto la inflación no comulga con ese laissez-faire y corroe el individualismo resuelto.
Obviamente como dice al autor que los partidos hostiles a la libertad económica tienden a impedir que los votantes sepan esto. Agrega además que sería imposible a las diversas variedades de socialismo e intervencionismo mantener su popularidad si la gente descubriera que las medidas cuya adopción se aclama como conquistas sociales, restringen la producción y tienden a la des acumulación del capital.
Creo sinceramente que aunque se lo dijesen a los votantes no habría ningún tipo de reacción, porque los votantes en su mayoría están bajos los efectos de ese opio. Lo único que cambia esta perspectiva es que puedan ver los efectos de esa droga, internalizarlos y poder mirar la historia para cambiar.
No es grato apelar a la autoreferencia porque suele ser subjetiva, pero coincido con mi padre después de años en que la inflación es un una enfermedad crónica a la cual, todavía teniendo los medios, no queremos encontrarle el remedio.
Es cierto que la inflación es un gran problema, que esconde la escasez y que esto podría resolverse aumentando la oferta de productos. Sin embargo, ello no es posible cuando la intervención de los gobiernos traba la producción con impuestos y restricciones y a la vez otorga subsidios y planes sociales que aumentan el gasto público generando más impuestos y más emisión monetaria. De esta forma cada vez se produce menos y los precios suben, los que se acrecentará aún más si se suma la idea de la confiscación. Ante ello, me pregunto dónde está la justicia de cobrarle más impuestos al que produce para darle beneficios al que no hace nada. ¿Cómo va a crecer el país de esa forma? Considero que una solución justa sería utilizar los recursos del Estado para aumentar la producción generando mayor cantidad de productos, lo que bajaría los precios y daría más trabajo.
Tanto la inflación como el crédito público han sido y son abundantemente utilizados por los gobiernos, debido a las ventajas que ellos le proporcionan.
Con respecto al primero -que es sobre el cual me pronunciaré-, el envilecimiento de la moneda es señalado como una causa aparente del aumento del gasto público, puesto que correctamente medido se apreciaría que no hay tal crecimiento. Si hay inflación, es fácil colegir que el gasto en un mismo bien que consuma el Estado o en un servicio que éste demande, importará una suma nominalmente superior cada año, aunque a moneda constante dicho bien o servicio se mantenga en el costo anterior o, inclusive, se haya abaratado. Todo ello resulta, a primera vista, imperceptible por los ciudadanos.
El sector público resulta claramente beneficiado por la inflación. Favorece al Estado: por una parte, porque las distorsiones fiscales hacen que aumenten los impuestos; y por otra, porque buena parte de sus gastos en términos reales suelen decrecer. Ello se debe a que una parte de los intereses y la amortización de los títulos de deuda pública están especificados en términos monetarios y, en consecuencia, el costo de la deuda en términos reales se reduce a costa de los ingresos reales de los tenedores de esos títulos.
Aquí cabe señalar la tesis del economista Arthur B. Laffer en cuanto sostuvo que al aumentar la alícuota de un impuesto, aumenta su recaudación pero que, si bien ello es cierto en principio, hay un punto a partir del cual, ante un nuevo incremento del tipo impositivo, los contribuyentes dejarán de pagar (por ejemplo, sea porque estiman más conveniente el ocio que generar rentas que serán apropiadas por el Estado; o porque ante tipos tan elevados encuentren estímulos para la evasión, etc.). En resumen, parte de la idea de que cuando la presión fiscal es muy elevada, una rebaja de los impuestos produce un efecto incentivador en la economía, por lo que la gente producirá y consumirá más o tendrá alicientes para hacerlo en blanco.
Se sostiene que los gravámenes implican un obstáculo para el desarrollo económico ya que disminuyen los fondos que los particulares pueden asignar a la inversión. Es un costo asociado a éstos la pérdida de eficiencia que tiene lugar cuando se distorsionan las decisiones que toman los individuos. Se desfigura así el funcionamiento de mercado, modificando la asignación de recursos y produciéndose un desplazamiento artificial de recursos.
Puede plantearse así, cierta disyuntiva entre eficiencia y equidad: al emprender ciertas acciones para redistribuir los ingresos de las clases más pudientes a favor de los pobres, puede reducirse la eficiencia económica y, con ella, el monto total de ingreso disponible para distribuir. El profesor Okun utilizó una parábola: el problema de extraer un peso de balde de los ricos para dáselo a los pobres radica en que el mismo que se utiliza para trasvasar el ingreso tiene un agujero, de forma que solo una fracción de cada peso llega realmente a los individuos de menos recursos.
Lo expresado precedentemente es posible debido a los criterios de carácter político que tiñen el funcionamiento de la actividad económica de cualquier país.
Considero que las dos palabras claves son producción y división del trabajo. El individuo en si es egoísta, persigue su propio beneficio o intenta maximizar su rentabilidad, pero sin proponerlo, ayuda a la sociedad en su conjunto (Adam Smith-La mano invisible). La división de trabajo permite que los beneficios sean para todos y no para una minoría. Otro factor lo establece David Ricardo diciendo que el producto de la especialización del trabajo es lo que beneficia a las personas, y lo establece con las Naciones, para especializarse en lo que mejor produce y así intercambiar con otras naciones, ese es el funcionamiento de una economía fluida que puede generar un equilibrio aproximado.
Ahora si las Naciones producen inflación, emisión monetaria constante y otorgan créditos no buscan las solución a largo plazo sino que buscan «tapar el parche» o «dar el manotazo de ahogado», cuestiones que vienen sucediendo a lo largo de los años y lo único que dio como resultado fue: desorganizacion social, despidos, pobreza, inseguridad.
Es hora de replantearse si debemos buscar una solución rápida o una a consciencia que ayuda al bienestar social.
Leo el texto y en mi primer y rápida lectura, descubro que al defender la postura liberal, el autor emplea términos poco felices, menoscabando otras teorías igualmente validas como las que defiende. Un ejemplo de esto es cuando tilda de “falsa” una fórmula que implica confiscar el excedente de los ricos y distribuirlo entre quienes tienen menos. Completa esta apreciación con otra afirmación falaz, diciendo que esta fórmula “ya no se discute por ningún hombre razonable”, frase la cual no comparto, ya que no es cierto que no existen hombres razonables que discutan dicha postura.
En un segundo análisis del texto, me encuentro totalmente de acuerdo con la hipótesis que refiere a que el monto de la producción en un tiempo determinado, no representa fielmente la organización económica de la sociedad. Esto es así, porque hay una mitad que produce y otra que no, lo cual se podría relacionar con una de las últimas ideas ordenadas en el texto, que indica que la primera mitad de la sociedad, tiende a aflojar y a cesar en su esfuerzo por enriquecerse. Estas dos ideas se sumarian, a su vez, con su sí última idea del texto, que explica la imposibilidad de las variedades de socialismo e intervencionismo mantener su popularidad si se descubre que esas medidas que se aclaman como conquistas sociales y populares, restringen la producción. Es decir, en otras palabras, se le miente a la gente, se le ocultan y maquillan números, y se visten vulgar y alevosamente de un gobierno progresista anticapitalista, el cual termina siendo el productor de opio más grande.
Yo creo que la inflación no solo afecta a la sociedad en si, sino también a las posibles inversiones que pueden generarse en el mismo por parte de empresas extranjeras que quieran invertir en Argentina. Si no podemos mantener fuerte el peso argentino, eso nos hace depender del dolar lo cual hace que se deprecie nuestra moneda y eso produzca inestabilidad e inseguridad jurídica para las empresas que no saben bien en que momento invertir ni que pueda pasar de acá a un par de años con su inversión si la inflación se sigue comiendo sus ganancias. El hecho de la inflación produce escaces de dolares, ya que las personas prefieren ahorrar en peso extranjero el cual es mas seguro y se eleva cada vez mas conforme crece la inflación y esto desalienta a las futuras empresas que quieran invertir. En definitiva creo que una economía con una inflación como la nuestra esta propensa al inminente fracaso
Coincido en que un gobierno que pretenda una regulación en la economía mediante la confiscación del excedente o imponga una importante carga impositiva a la producción de algún bien que rinda bien económicamente en el mercado tiende a que el mismo productor pierda su estimulo a generar tal riqueza. Llegamos así a una inevitable caída de la producción. Esta claro que el Estado no puede dirigir la economía por medio de leyes, sino que este debe generar diferentes estímulos para que los productores se vean motivados a generar capital.
Ahora bien, no parece algo grave que un gobierno decida grabar un porcentaje de la ganancia marginal de un sector productivo privado. En lo que va a tener que poner cuidado es que las cargas no se vuelvan excesivas y que genere una pérdida en la rentabilidad. Pero al mismo tiempo que recauda, esto debe ser una relación bilateral, de contra prestaciones. Esa riqueza que el Estado toma como propia, debe volver hacia el productor en forma de servicios públicos, seguridad, etc. Que el Estado genere condiciones que mejoren la competitividad del productor. Esto con una mirada siempre a largo plazo. También debe ser funcional para estimular a otros productores a generar bienes que no sean económicamente rentables pero sí necesarios para los ciudadanos.