¿Quién pretende evaluar las políticas públicas en términos de costos y beneficios? ¿La derecha o la izquierda?

Cuando uno escucha a quienes proponen elegir políticas públicas en base a sus beneficios y costos pareciera ser que es alguien de derecha o algo así. Pero no, es ahora una bandera de la izquierda. Lo comenta en este artículo en EconLib Donald J. Boudreaux, profesor en George Mason University:  “On the Rise of the «Economic Style of Reasoning», analizando el libro Thinking Like an Economist: How Efficiency Replaced Equality in U.S. Public Policy, por Elizabeth Popp Berman”: https://www.econlib.org/library/columns/y2023/boudreauxeconomicreasoning.html

“La tesis del libro de 2022 de la socióloga de la Universidad de Michigan Elizabeth Popp Berman, Thinking Like an Economist, es sencilla. Desde la administración de Franklin Delano Roosevelt hasta la de Lyndon Johnson, los estadounidenses de izquierda política —y no menos importantes los que ocupaban cargos electivos— estaban motivados por ideales que impedían cualquier ponderación utilitaria de costos y beneficios. Estos ideales, enumerados con frecuencia por Berman, son “universalismo, derechos e igualdad”. Para poner en práctica estos ideales, el gobierno de los Estados Unidos adoptó políticas para proteger a las minorías, los pobres, los enfermos, los consumidores, los trabajadores, el medio ambiente y la participación democrática misma. Los diseñadores de estas políticas tenían la intención de que se implementaran sin tener en cuenta los costos. Pero a pesar de las intenciones de los diseñadores, estas políticas, que comenzaron en la década de 1960 y ganaron fuerza en las décadas posteriores, se guiaron cada vez más por consideraciones económicas. Estas consideraciones económicas, sobre todo, el uso de análisis de costo-beneficio, en la mayoría de los casos limitaron la capacidad del gobierno para corregir los errores que fueron objeto de las políticas.

Irónicamente, el ímpetu para someter las intervenciones gubernamentales a consideraciones económicas no provino de ideólogos conservadores o “neoliberales”. Tampoco provino de economistas de derecha afiliados a la Universidad de Chicago. En cambio, este ímpetu provino de economistas que eran ideológicamente de centro-izquierda. Estos economistas confiaban en que la intervención activa e inteligente del gobierno puede mejorar el desempeño económico y los resultados sociales; no compartían el escepticismo de gobierno que marcaba las actitudes de sus colegas de derecha. Como resume Berman, “[l]os actores centrales en esta historia son los economistas (y sus aliados) que querían usar el razonamiento económico para hacer que el gobierno funcionara mejor y con mayor eficacia, y que pensaban que el gobierno tenía un papel importante que desempeñar en la vida estadounidense. Los académicos de Chicago están en el escenario, pero no son las estrellas”.”

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