Me encuentro a menudo con interlocutores, incluso en mi propia familia, que me dicen que no puedo ser tan ‘extremista’, que debo moderar mis posiciones, que debería estar feliz ahora que quienes están en el poder han sufrido una buena derrota.
Sí, claro, siempre es bueno que el poder sea derrotado, esa es la esencia de mi posición, digamos, ‘anarco capitalista’, un término que Cristina aborrece, al cual le adjudica todos los males del capitalismo de amigos que impera a nivel mundial, y que, seguramente, espantaría tanto a Macri como a Scioli.
Es verdad, esos locos, que plantean cosas utópicas.
Entiendo el punto. Además de Economía Austriaca enseño Public Choice, o el Análisis Económico de la Política, con lo que se claramente cuáles son las limitaciones de los votantes en cuanto a la información que manejan, y los incentivos que tienen tanto políticos como funcionarios del gobierno. No me extraña que se hagan campañas donde no se habla de nada en particular, ya que los votantes tampoco quieren escuchar nada de eso. Es más, si lo escucharan saldrían espantados.
Si un candidato les dijera que hay que hacer un fenomenal ajuste porque el déficit fiscal alcanza ya el 8% del PIB, o que el balance del Banco Central muestra que está quebrado, seguro que no lo votarían. Y como los votantes no quieren cambios bruscos, no quieren pagar las cuentas de varios años de descontrol, entonces no se les puede proponer un ajuste en el cual los costos de esas mismas decisiones caigan sobre quienes las votaron en su momento.
Tampoco podemos decirles claramente que las hayan votado porque, ¿qué votaron en 2011? ¿Acaso votaron en favor de la inflación y el déficit fiscal? Nadie tiene mayor idea de eso, ni de cómo se paga; en general votaron porque la economía entonces había salido de la crisis del 2008 y, bueno, el efecto viuda. No mucho más.
En esta oportunidad, los votantes no han elegido nada ‘revolucionario’. Así que poco puedo esperar al respecto. Pero he aquí que voy a proponer algo que no tiene mayor costo político o económico y que, sin embargo, sería una decisión drástica y una clara señal hacia el futuro: eliminar toda publicidad estatal, terminar con las cadenas nacionales y cerrar TELAM, ese ‘ministerio de la verdad’.
Un gobierno nacional no necesita hacer publicidad, los medios están atentos para informar todos sus movimientos. Simplemente tiene que dar comunicados a la prensa o dar conferencias de prensa y listo, nos enteramos de las noticias por los medios. Además, las conferencias de prensa permiten que las preguntas de los periodistas indaguen sobre cosas que el gobierno tal vez no está tan interesado en informar.
De esta forma se reduce el presupuesto, algo que hay que hacer de todas formas y, además, se deja de financiar con el dinero de todos a amigos y socios del gobierno.
Que el gobierno tenga una agencia de noticias es como aceptar que Goebbels tenía razón aunque era un poco violento. ¿Quién podría estar en contra? ¿No está acaso comprobado en la historia de ese organismo y, en particular, durante los últimos años, que una agencia de ese tipo es nada más que el instrumento de propaganda de quienquiera que esté en el gobierno? ¿Qué van a hacer Scioli o Macri con ella? ¿Van a cambiarla para que haga propaganda sobre sus respectivos gobiernos? ¿Van a pretender que puede existir tal cosa como una agencia gubernamental de noticias que sea ‘neutra’? Sí, ya sé, el ejemplo de la BBC es lindo, pero prefiero ver el canal de la BBC en el cable que 6, 7, 8.
¿Cuál es la justificación de su existencia? ¿Acaso el mercado no provee noticias suficientes? Tenemos medios de todo tipo y ahora tenemos Internet, podemos leer las noticas según la “corpo” o podemos leer el New York Times o El País o los medios financiados por el estado.
Es cierto, nadie quiere cambios bruscos; que todo sea despacio, que no nos duela, que seamos moderados. Pero, tal vez, pueden jugarse en una sola que no duele: basta de publicidad estatal y cierren la agencia de Goebbels.