Entre el instinto y la razón: la evolución cultural de usos y costumbres entre la racionalidad y la evolución biológica

Con los alumnos de Historia del Pensamiento Económico II, Escuela Austriaca, terminamos el curso a toda orquesta, con el extraordinario primer capítulo del último libro de Hayek “La Fatal Arrogancia”. Ese capítulo, titulado “Entre el instinto y la razón”, consolida el vínculo entre los escoceses (Hume, Smith, Ferguson), las teorías evolutivas (Darwin) y la escuela austríaca (Menger, Böhm-Bawerk, Mises, Hayek y otros). Así comienza:

Hayek

“Como queda dicho, nuestra capacidad de aprender por imitación es uno de los logros más fundamentales del largo proceso de evolución de nuestros instintos. Tal vez la cualidad más importante del legado genético de cada individuo, aparte las respuestas innatas, sea la posibilidad de acceder a ciertas habilidades a través de la imitación y el aprendizaje. De ahí la importancia de precaverse, desde el primer momento, contra cualquier planteamiento proclive a lo que he denominado «la fatal arrogancia»: esa idea según la cual sólo por vía de la razón pueden alcanzarse esas nuevas habilidades. La realidad no puede ser más opuesta, pues también la razón es fruto de la evolución, al igual que nuestros esquemas morales, aunque con un distinto desarrollo evolutivo. No podemos, por tanto, instituir a la razón en árbitro supremo ni sostener que deben ser consideradas válidas tan sólo aquellas normas que logren superar la prueba de la razón.

Abordaremos luego más detalladamente todas estas cuestiones, por lo que en el presente contexto me limitaré a anticipar algunas conclusiones. Entiendo que el título «Entre el instinto y la razón» de este capítulo debe ser interpretado casi literalmente. En efecto, quisiera llamar la atención del lector sobre el hecho de que las cuestiones que ocupan nuestra atención deben quedar ciertamente situadas entre el instinto y la razón.

Por desgracia, la trascendencia de estos problemas suele ser minimizada por entenderse que sólo hay un espacio vacío entre uno y otro de los indicados dominios. La conclusión fundamental a la que, en mi opinión, deberá concederse especial atención es que esa evolución cultural que, según hemos señalado, desborda por completo al instinto –al que frecuentemente contradice– tampoco es, como más adelante veremos, fruto del ejercicio de la razón.

Mis opiniones al respecto, expuestas en anteriores trabajos (1952/79, 1973 1979), pueden resumirse como sigue. La capacidad de aprender es más el fundamento que el logro de nuestra razón de nuestro entendimiento. El hombre no viene al mundo dotado de sabiduría, racionalidad y bondad: es preciso enseñárselas, debe aprenderlas. No es la moral fruto de la razón, sino que fueron más bien esos procesos de interacción humana propiciadores del correspondiente ordenamiento moral los que facilitaron al hombre la paulatina aparición no sólo de la razón sino también de ese conjunto de facultades con las que solemos asociarla. El hombre devino inteligente porque dispuso previamente de ciertas tradiciones –que ciertamente hay que emplazar entre el instinto y la razón– a las que pudo ajustar su conducta. A su vez, ese conjunto de tradiciones no derivan de la capacidad humana de racionalizar la realidad, sino de los hábitos de respuesta. Más que ayudarle a prever, se limitan a orientarle en cuanto a lo que en determinadas situaciones reales debe o no debe hacer.

Todo ello hace que no podamos por menos de tener que sonreír al constatar cómo ciertos trabajos científicos sobre la evolución –algunos realizados por expertos de la mayor solvencia–, tras admitir que el orden existente es fruto de algún pretérito proceso ordenador de carácter espontáneo, conminan, sin embargo, a la humanidad a que, sobre la base de la razón –precisamente en momentos en los que las cosas se han vuelto tan complejas– asuma el control pleno del proceso en cuestión. Contribuye a nutrir tan ingenua pretensión ese equivocado enfoque que en anteriores ocasiones he denominado «racionalismo constructivista» (1973), enfoque que, pese a carecer de todo fundamento, tan decisiva influencia ha ejercido sobre el pensamiento científico contemporáneo, hasta el punto de quedar explícitamente recogido en el título de una obra ampliamente difundida de cierto famoso antropólogo de inclinación socialista. Man Makes Himself (v. Gordon Childe, 1936) –tal es el título de la obra de referencia–, se ha convertido de hecho en lema que ha inspirado a una amplia familia de socialistas (Heilbroner, 1970:106). Semejantes planteamientos se basan en la noción científicamente infundada –y hasta animística– según la cual en algún momento de la estructuración evolutiva de nuestra especie se instaló en nuestro organismo un ente llamado intelecto o alma, que, a partir de entonces se convirtió en rector de todo ulterior desarrollo cultural (cuando lo que en realidad sucedió fue que el ser humano fue adquiriendo poco a poco la capacidad de aprehender el funcionamiento de esquemas de elevada complejidad que le permitían reaccionar más eficazmente a los retos de su entorno). Ese supuesto, que postula que la evolución cultural es cronológicamente posterior a la biológica o genética, hace caso omiso de los aspectos más fundamentales de una evolución, a  lo largo de la cual nuestra capacidad racional fue adquiriendo su actual estructura. La idea de que la razón, fruto de ese proceso, pueda hoy determinar el curso de su propia evolución (por no aludir a las muchas otras capacidades que infundadamente le suelen ser también atribuidas) es inherentemente contradictoria y fácilmente refutable (véase, al respecto, los capítulos V y VI).

Es más inexacto suponer que el hombre racional crea y controla su evolución cultural que la suposición contraria de que la cultura y la evolución crean la razón. En cualquier caso, la idea de que, en determinado momento, surgió en la humanidad la posibilidad de establecer racionalmente el curso de su propio destino, desplazando así la incidencia de los procesos evolutivos, intenta simplemente sustituir una explicación científica por otra de carácter casi sobrenatural. La ciencia evidencia que no fue esa realidad psíquica que denominamos mente lo que originó la aparición del orden civilizado, y menos aún que, llegada a cierto grado de desarrollo, asumiera el control de su evolución futura. Lo que realmente sucedió fue que tanto la mente como la civilización alcanzaron simultáneamente su potencial actual. Eso que llamamos mente no es algo con lo que el individuo nace –como nace con un cerebro– ni algo que el cerebro produce, sino una dotación genética (p. ej. un cerebro con una estructura y un volumen determinados) que nos permite aprender de nuestra familia, y más tarde, en el entorno de los adultos, los resultados de una tradición que no se transmiten por vía genética. En este sentido, nuestra capacidad racional no consiste tanto en conocer el mundo y en interpretar las conquistas humanas, cuanto en ser capaces de controlar nuestros instintivos impulsos, logro que escapa a las posibilidades de la razón individual, puesto que sus efectos abarcan a todo el colectivo. Estructurada por el entorno en el que para cada sujeto transcurre la infancia y la pubertad, la mente va a su vez condicionando la preservación, desarrollo, riqueza y variedad de las tradiciones que otras mentes más tarde asimilarán. Al ser transmitidos en el contexto del entorno familiar, ese conjunto de hábitos queda sometido a la influencia de una pluralidad de condicionamientos morales a los que pueden ajustar su comportamiento quienes, ajenos a la colectividad en cuestión, se incorporan a ella más tarde. De ahí que pueda plantearse seriamente la cuestión de si alguien que no hubiese tenido la oportunidad de estar en contacto con algún modelo cultural habría podido acceder verdaderamente a la racionalidad.

Así como el instinto precedió a la costumbre y a  la tradición, así también estas últimas son anteriores a la  propia razón. Tanto desde el punto de vista lógico como desde el psicológico e histórico, la costumbre y la  tradición deben, pues, quedar ubicadas entre el instinto y la razón. No derivan de lo que solemos denominar «inconsciente»; no son fruto de la intuición, ni tampoco de la  aprehensión racional. Aunque en cierto modo se  basan en la experiencia –puesto que tomaron forma a lo largo de nuestra evolución cultural–, nada tienen que ver con algún comportamiento de tipo racional ni surgen porque se haya advertido conscientemente que los hechos evolucionaban de determinada manera. Aun cuando ajustemos nuestro comportamiento a los esquemas aprendidos, en innumerables ocasiones no sabemos por qué hacemos lo que hacemos. Las normas y usos aprendidos fueron progresivamente desplazando a nuestras instintivas predisposiciones, no porque los individuos llegaran a constatar racionalmente el carácter favorable de sus decisiones, sino porque fueron capaces de crear un orden de eficacia superior –hasta entonces por nadie imaginado– a cuyo amparo un mejor ensamblaje de los diversos comportamientos permitió finalmente –aun cuando ninguno de los actores lo advirtiera– potenciar la expansión demográfica del grupo en cuestión, en detrimento de los restantes.”

6 pensamientos en “Entre el instinto y la razón: la evolución cultural de usos y costumbres entre la racionalidad y la evolución biológica

  1. RESUMEN

    Hayek comienza mencionando que desde sus orígenes, la economía se ocupó de analizar cómo surge un orden extenso de interacción humana, cuyo contenido supera siempre nuestra limitada capacidad de percepción y diseño. Adam Smith fue el primero en advertir que existen ciertos métodos de ordenación (mano invisible) de la cooperación económica que excede los límites de nuestro conocimiento y nuestra percepción. Orientados por las señales que nos brindan los precios, por ejemplo, nos vemos inducidos a realizar ciertos actos cuyas consecuencias finales no hemos buscado intencionadamente. En nuestras actividades económicas, nada sabemos de las necesidades ajenas que nuestro esfuerzo productivo contribuirá a satisfacer, ni de los esfuerzos ajenos que acaban satisfaciendo nuestras propias necesidades. Casi todos ponemos nuestra aportación productiva al servicio de desconocidos, mientras basamos nuestra vida en el consumo de bienes y servicios facilitados por gentes que también desconocemos. Ahora bien, lo mencionado hasta acá solo es posible porque nuestro  comportamiento se adapta al marco de instituciones y tradiciones económicas, jurídicas y morales que hemos recibido y al que sólo podemos incorporarnos sometiéndonos a unas normas que no han sido establecidas por nosotros y cuya verdadera función somos incapaces de comprender.

    La economía moderna logró identificar el proceso de formación de ese orden extenso y puso de  manifiesto que se trata de un mecanismo capaz de recoger y aprovechar un vasto conjunto de conocimientos dispersos que ningún organismo planificador central (y menos aún cualquier individuo) está en condiciones de controlar. Hayek vuelve a citar a Adam Smith diciendo que el escocés ya había advertido esta dispersión del conocimiento al señalar que “el tipo de industria a la  que el capital deba ser dedicado, y en qué rama de la producción implicará su incorporación superior valor, son cosas que, evidentemente, cada individuo, conocedor de las circunstancias del caso, podrá establecer con más acierto que cualquier estadista o legislador”.

    La humanidad accedió a la civilización porque fue capaz de elaborar y de transmitir, a través de los procesos de aprendizaje, imprescindibles esquemas normativos. Dicho esto, para que la competencia pueda producir sus efectos positivos es imprescindible que, renunciando a la fuerza física, quienes en ella participan ajusten su comportamiento a lo establecido por el sistema normativo. Sólo las normas permiten integrar un amplio conjunto de iniciativas. Como menciona Hayek, en los órdenes  espontáneos nadie conoce cuantos detalles afectan a los medios disponibles o a los fines perseguidos. Tales órdenes se forman a sí mismos. Esta evolución nunca fue lineal, sino fruto de un ininterrumpido proceso de prueba y error, es decir, de una incesante experimentación competitiva de normativas diferentes.

    NOVEDOSO
    Me parece interesante la firmeza con la que Hayek defiende que la competencia no es otra cosa que un ininterrumpido proceso de descubrimiento, presente en toda evolución, que nos lleva a responder inconscientemente a nuevas situaciones. Es la renovada competencia, y no el consenso, lo que aumenta cada vez más nuestra eficacia. La popularidad de la idea según la cual «siempre es mejor cooperar que competir» demuestra el general desconocimiento de la verdadera función ordenadora del mercado.

    Por otro lado, quería resaltar su opinión en cuanto a la predicción: «Todo proceso evolutivo, sea de tipo cultural o biológico, es un fenómeno que implica la incesante adaptación a un conjunto de acontecimientos imprevistos, a un cúmulo de circunstancias cuya evolución nadie puede prever. Es ésta una razón más para afirmar que la ciencia dedicada al estudio de los procesos de evolución cultural nunca podrá predecir o controlar racionalmente la futura evolución de los acontecimientos.»

    PREGUNTAS
    1) Usted sostiene que “cometen errores quienes, como Marx y Comte, afirman que la investigación puede descubrir leyes científicas capaces de revelarnos lo que el futuro depara a la humanidad.” En este sentido, cuando Friedman argumentaba que los modelos económicos debían juzgarse por su capacidad de predecir, ¿coincide? ¿o cree que no existen dichos modelos con capacidad predictiva?

    2) Si cree que «la ciencia dedicada al estudio de los procesos de evolución cultural nunca podrá predecir», ¿Cuál es el papel que le atribuye al economista? Ya que nunca podrá predecir, ¿Solo puede pronosticar imprecisamente entonces y estudiar la historia?

    3) Cuando reconoce que admira a Darwin por haber sido el primero en que logró establecer una coherente, aunque incompleta, teoría de la evolución aplicable a cualquier campo. ¿Quién cree que ha profundizado aun más en el campo económico? ¿Es la psicología la disciplina que más puede aportar y nutrir a dicho campo?

  2. Alumno: Marynowsky, Juan Marcelo
    Registro: 884887
    Texto: “Los Fundamentos de la Libertad” – Friedrich Hayek
    Capítulo 1 – “Entre el Instinto y la Razón”

    Resumen:

    En esta oportunidad, Hayek comienza el capítulo destacando que el individuo aislado en las sociedades más primitivas tenía escasas posibilidades de supervivencia, con lo cual se tornaban muy relevantes los instintos de solidaridad y altruismo que alcanzaban a todos los miembros del clan. Sin embargo, dentro del grupo primitivo, el ser humano está impedido de alcanzar logros que le son atractivos por su condición de parte componente de ese grupo.
    La humanidad accedió a la civilización porque pudo elaborar y transmitir por sí misma los esquemas normativos necesarios para ello. De esta manera, el sujeto logró desarrollar la capacidad de ordenar su entorno más favorablemente prescindiendo de esas reglas de la tribu o de los pequeños grupos, pudiendo ya acceder a herramientas que le apetezcan sin pensar demasiado en el bienestar grupal como restricción principal.
    Tanto la cooperación como la solidaridad, al menos en las épocas corrientes, solo son posibles si se halla un consenso inmenso en fines y medios para alcanzarlos. Es aquí donde aparece la importancia del mercado y su función autoreguladora u ordenadora sin necesidad de intervenciones externas, teniendo en cuenta que se deben seguir los preceptos del sistema normativo, que son quienes garantizan el alcance del resultado mencionado.
    La evolución cultural es, según Hayek, la que guía la mente de los individuos y no al revés; nadie nace con su mente desarrollada, sino que en conjunto con el avance de la civilización se llega a alcanzar el potencial mental gracias a lo heredado, a la tradición y al entorno, entre otros factores. Ergo, tanto las costumbres como las tradiciones son previos a la razón.
    Concluye relatando que si la humanidad se negase a asumir esas tradiciones, la población actual entraría en severas crisis, debido a que el humano no podrá decidir lo que más le conviene por medio del aporte de la tradición, dado que no sería contemplada por él, reavivando el mecanismo primitivo.

    Es destacable de este escrito el hecho de que la mente es una construcción puramente humana, y sorprende a su vez que el propio humano sea capaz de impedir su correcto desarrollo al intervenir en los factores tradicionales y las relaciones entre personas de manera deliberada, algo que, como se sobreentiende, es absolutamente indeseable.

    Preguntas:

    1) En la actualidad, si nos situamos en una determinada situación de vulnerabilidad de un sujeto ¿Considera necesaria la solidaridad en los términos en los que se explica en el texto?
    2) ¿La evolución cultural siempre arroja resultados positivos?
    3) ¿Qué otros elementos intervienen en el desarrollo de la mente humana?

  3. GONZALO A. OCHOA
    N° 888587

    RESUMEN:
    Este último capítulo comienza recordándonos que los esquemas de convivencia basados en los instintos no pueden llegar a la envergadura de un orden moderno, y eran solamente apropiados para pequeñas agrupaciones nómadas. Hayek disiente con la idea de “guerra de todos contra todos” debido a que el primitivo individuo aislado tenía escasas posibilidades de supervivencia. El salvaje no es individualista, sino que su instinto es y ha sido siempre gregario. Las normas reguladoras de la conducta humana, plasmadas por vía evolutiva, son quienes generan la estructura del orden. Los esquemas normativos se basan en la tradición, el aprendizaje y la imitación, más que en el instinto, que no posee calidad moral. La formación de esquemas de coordinación comunitaria exige que los individuos sean capaces de superar sus impulsos naturales. Estas restricciones garantizan nuestra supervivencia. La economía moderna identificó el proceso de formación de ese orden extenso explicando que se trata de un mecanismo que aprovecha los conocimientos diseminados que ningún organismo de planificación central podría controlar. Lo mismo ocurre en los procesos biológicos, “el curso de la evolución tiende al mejor empleo posible de los recursos”. El ser humano ha logrado desarrollar la capacidad de ordenar su entorno porque aprendió a ordenar los estímulos de la manera más adecuada al logro de sus objetivos. El lenguaje fue clave para este hecho, junto con la moral y el derecho. Esta gradual sustitución de las respuestas innatas por normas aprendidas fue distinguiendo al ser humano del resto de los animales. De todas formas, el hombre no se liberó por completo de ciertas actitudes de la época tribal. Incluso hay habilidades innatas que son favorables para los hombres, por ejemplo, la habilidad de aprender o incluso la predisposición a la solidaridad.
    Ahora bien, el citado orden se podría calificar de “antinatural”, pero tampoco podríamos llamarlo “artificial”. Existe la interpretación que considera a este orden como natural, ya que es fruto de los procesos de selección evolutiva. Yace en el ser humano un conflicto entre los instintos innatos y las normas aprendidas, pero solo sometiendo nuestra conducta a estas últimas podremos servir a nuestros semejantes en mayor medida de lo que sería posible si adoptáramos actitudes altruistas. La competencia es un ininterrumpido proceso de descubrimiento, presente en toda evolución, que nos lleva a responder inconscientemente a nuevas situaciones y nos hace aumentar la eficacia. Para que la competencia produzca efectos positivos es indispensable que quienes participan en ella ajusten su comportamiento a lo establecido por el sistema normativo. Las normas que facilitan su funcionamiento no fueron apareciendo porque los distintos sujetos llegaran a advertir la función de éstas, sino porque prosperaron en mayor medida aquellos colectivos que, sometiéndose a ellas, lograron disponer de más eficaces esquemas de comportamiento.
    La conclusión a la que Hayek busca llegar es que la mente no es guía sino más bien producto de la evolución cultural y se basa más en la imitación que en la intuición y la razón. Esta última es fruto de la evolución, al igual que nuestros esquemas morales. La evolución cultural que desborda al instinto no es fruto del ejercicio de la razón. El hombre no viene al mundo dotado de sabiduría, racionalidad y bondad, sino que las aprende. El instinto precedió a la costumbre y la tradición, pero estas últimas son anteriores a la razón.

    NOVEDOSO:
    Teniendo en cuenta este capítulo y los anteriores del autor es sorprendente la coherencia con la que desarrolla sus ideas. Al igual que en los trabajos anteriores, Hayek “innova” (y rompe con un paradigma) al instalar a la evolución cultural entre el instinto y la razón. Critica al racionalismo cartesiano como a la idea de Thomas Hobbes de “el hombre lobo del hombre”, e indaga en el despertar de la humanidad (utilizando la terminología de Herbert Kuhn) donde el hombre era un ser gregario y no individualista. Es llamativo el papel que le asigna Hayek, comparado con otros filósofos políticos, a la tradición y la costumbre como base de la evolución cultural.
    La idea implícita que esconde este ensayo es que para ser libres debemos “restringir” nuestra completa libertad y acatarnos a las normas abstractas que garantizan nuestra supervivencia. No por ceder la libertad de actuar de manera instintiva estamos perdiendo el libre albedrío. El instinto y la razón vendrían a ser una suerte de Dr. Jekyll y Mr Hyde, en el sentido de que ambos conceptos parecen ser oponentes mas existe un nexo, la cultura, que coordina la relación entre ambos.

    PREGUNTAS AL AUTOR:
    1) A lo largo de la historia el hombre ha ido suprimiendo instintos innatos y “sometiéndolos a las normas de comportamiento”. ¿Creería en una especie de batalla entre la razón y el instinto, o entre el instinto y la cultura?
    2) Siguiendo con la pregunta anterior, ¿considera que, en el futuro lejano, se podría eliminar completamente los instintos innatos? De ser así, ¿valdría la pena seguir llamándonos “humanos”?
    3) ¿Debería la economía encargarse también de estudiar las conductas de los humanos (es decir, cuánto de instinto y cuánto de razón hay en cada decisión individual) como lo hace la economía del comportamiento?

  4. RESUMEN
    Hayek considera que un orden en el que todos tratasen a sus semejantes como a sí mismos desembocaría en un mundo en el que pocos dispondrían de la posibilidad de multiplicarse y fructificar.
    Distingue entre tres conceptos de orden diferentes, aunque relacionados. Se puede recurrir al término «orden» para designar bien el resultado de la actividad mental orientada a la clasificación de objetos o acontecimientos en función de los diversos aspectos que de ellos percibimos, o bien la concreta ordenación física que ciertos objetos o acontecimientos poseen o se les atribuye en un determinado momento. También menciona el orden anti-natural diciendo que el ser humano debe ajustar su conducta a un orden de convivencia cuya normativa choca frontalmente con algunos de sus instintos más arraigados, aunque suela escapar a su comprensión que sólo dicho orden puede proporcionarle las ventajas materiales a las que aspira.
    El ser humano ha logrado desarrollar la capacidad de ordenar su entorno de manera más favorable porque previamente aprendió a ordenar los estímulos que de la realidad exterior le facilitaban sus sentidos según diferentes esquemas que fue capaz de sobreponer al orden o clasificación realizados por sus sentidos e instintos. La ordenación —en el sentido de clasificación— de los objetos y acontecimientos no es otra cosa que un modo de reagruparlos de la manera más adecuada al logro de los resultados deseados.
    Es fundamentalmente a través del lenguaje como el ser humano clasifica los objetos de su entorno. Mediante él no sólo nombra a las diferentes clases de objetos conocidos, sino que también especifica qué objetos o acontecimientos deben ser considerados de similar o diferente especie. Por otra parte, a través de la costumbre, la moral y el derecho, logra descubrir los previsibles efectos de los diferentes tipos de comportamiento.
    NOVEDOSO
    La popularidad de la idea según la cual «siempre es mejor cooperar que competir» demuestra el general desconocimiento de la verdadera función ordenadora del mercado.
    La competencia no es otra cosa que un ininterrumpido proceso de descubrimiento, presente en toda evolución, que nos lleva a responder inconscientemente a nuevas situaciones. Es la renovada competencia, y no el consenso, lo que aumenta cada vez más nuestra eficacia. Sólo las normas permiten integrar un amplio conjunto de iniciativas diferentes en el marco de un orden extenso.
    En los órdenes espontáneos nadie conoce —ni precisa conocer— cuantos detalles afectan a los medios disponibles o a los fines perseguidos. Tales órdenes se forman a sí mismos. Las normas que facilitan su funcionamiento no fueron apareciendo porque los distintos sujetos llegaran a advertir la función de las mismas, sino porque prosperaron en mayor medida aquellos colectivos que, sometiéndose a ellas, lograron disponer de más eficaces esquemas de comportamiento. Esta evolución nunca fue lineal, sino fruto de un ininterrumpido proceso de prueba y error, es decir, de una incesante experimentación competitiva de normativas diferentes. Las prácticas que acabaron prevaleciendo no fueron fruto de un proceso intencionado, aunque la evolución que las originó fuera en cierto modo similar a la evolución genética y produjera consecuencias en alguna medida comparables.

  5. Hayek hace un resumen de como la sociedad moderna, el vivir en comunidades genera beneficios para cada individuo. Genera un mecanismo para aprovechar de manera eficiente el conocimiento esparcido, conocimiento que no existiría si no se convive en sociedad. En este punto hace un comparativo con el proceso de evolución ya que estos tienden a generar un mejor uso de los recursos disponibles.
    Como cada comunidad tiene un proceso histórico de formación, con distintas experiencias, estas generan un sistema normativo, un conjunto de leyes y costumbres que le son propias a cada una de ellas. De este sistema, surgen las formas de relacionarse, y los aspectos económicos no son ajenos.
    Ahora bien, dentro de ese esquema cultural o paradigma, los individuos no nacen sabiendo estas normas, sino que las aprenden. Las personas no son entes que razonan y aprenden, sino que imitan, y esto es una característica de instinto, más que de la racionalidad.
    Critica la existencia del planificador central, ya que este no puede conocer todas las posibilidades de descubrimiento de oportunidades.
    Preguntas:
    1- ¿Cuál es la principal característica de las sociedades que describe? ¿Considera que a pesar de la época actual hay sociedades que necesitan seguir cambiando para alcanzar aspectos culturales que sean provechosos en un sentido económico?
    2- Describe que el economista no puede predecir, ¿Cuál es el principal objetivo del economista?

  6. resumen: en este texto Hayek comienza explicando la constitución genética del homo sapiens a través de sociedades pequeñas nómadas, que utilizan su instinto genéticamente adquirido para coordinar sus acciones, cooperando para conseguir el cumplimiento de determinados fines como la supervivencia. estas eran sociedades pequeñas donde había un trato directo y de confianza entre un grupo limitado de individuos, los cuales poseían cualidades solidarias y altruistas que alcanzaba solamente a los otros miembros del grupo. esto sucedía debido a que era la única forma de sobrevivir (el individuo solitario tenía escasas posibilidades de supervivencia). a medida que se avanza en el tiempo surgen normas que se transmiten a través de la vía evolutiva las que generan el orden que hoy conocemos en la sociedad y el tamaño de la población actual. estas normas se basan en la tradición y la imitación más que en el instinto y consisten en un conjunto de prohibiciones para delimitar la propiedad privada de cada individuo. la sociedad se crea debido a la capacidad de los individuos de transmitir este esquema normativo, el cual viene a crear una nueva moral y romper con la “moral natural” de los individuos de aislarse en pequeñas comunidades y cooperar únicamente entre ellos, utilizando únicamente su instinto. Para Hayek la moral se relaciona con este sistema normativo, siendo éste un conjunto de tradiciones aprendidas. todo acto del individuo de vivir en sociedad se corresponde con esta actitud de anteponer las normas preestablecidas por la tradición a sus actos instintivos. a medida que avanza el texto Hayek relaciona este concepto con el proceso de mercado, donde los individuos utilizan el conocimiento que se encuentra disperso entre los individuos de la sociedad (no es posible la planificación o utilización de este conocimiento desde un organismo centralizado) y de acuerdo con su sistema normativo, llegan a los mejores resultados a través del proceso evolutivo que es la competencia. hacia el final del texto el autor llega a la conclusión de que el individuo llega a la razón a partir de la evolución cultural y la tradición, utilizando este esquema de normas aprendidas que lo diferencian de los animales, los cuales actúan por instinto.

    preguntas:-¿considera que la evolución cultural que desarrolla la razón siempre avanza de manera positiva?¿cómo es posible analizar si sus consecuencias son positivas o negativas?
    -¿sería correcto determinar que los principales errores de los individuos se cometen cuando dejan de lado el esquema normativo y actúan de acuerdo a su instinto?
    -¿podría decirse que las diferencias de inteligencia entre los humanos están dadas por la capacidad que tiene cada uno de recibir y luego de seguir estrictamente el sistema normativo?

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