La Navidad capitalista es puro shopping, ¿o es en verdad ocuparse y preocuparse de los demás?

Dale Steinreich comenta sobre la Navidad en un artículo publicado en 1995: http://mises.org/library/capitalist-christmas-0

“Halloween tiene un tinte socialista. Figuras amenazantes llegan a tu puerta si ser invitadas, demandan tu propiedad y amenazan con realizar algún truco no especificado. En síntesis, es como funcionan los gobiernos.

El día de Acción de Gracias ha sido reinterpretado por el hombre blanco, luego de quemar, violar y robar al noble indio, tratando de arreglarlo con una cena barata de pavo. El Año Nuevo puede arruinarse porque es el comienzo de un nuevo año fiscal, y sabemos que estaremos trabajando para el gobierno por los siguientes cinco o seis meses.

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Por eso amo la Navidad. Hasta hoy sigue siendo una celebración de libertad y vida privada, como también un necesario descanso de la incesante politización de la vida moderna. Es la más pro-capitalista de las celebraciones porque sus alegrías temporales se basan en la propiedad privada, el intercambio voluntario y el beneficio mutuo.

En las compras de Navidad, encontramos persistentes señales de programas de caridad en acción y pocas de aquellas (burocracias paternalistas) que no funcionan. El Ejército de Salvación, quienes reparten saludos y las cajas llenas de productos y juguetes que se reparten son verdadera caridad. Estas donaciones están basadas en la volición, no en la coerción, lo cual es la clave de su éxito.

La gente se queja de la “comercialización”, pero todas las compras y ventas están dirigidas hacia satisfacer las necesidades de otros. Aun si el receptor no da regalos a su vez, el que regala recibe satisfacción. No existe aquí el juego de suma cero o negativo del proceso político que transfiere propiedad de un grupo a otro.

Santa Claus, a diferencia de las figuras de Halloween, llega a tu casa con regalos y Buena voluntad, y nunca toma nada excepto leche o galletitas. Nunca pensarías en esconderle la platería. A diferencia de los burócratas del gobierno, Santa Claus y sus trabajadores son totalmente confiables, e incluso trabajan horas extras para crear los productos deseados por millones.

Si el Departamento de Trabajo llegara alguna vez a investigar el Polo Norte, encontrarían todo tipo de violaciones laborales: salud (muy frio) y seguridad, seguro de desempleo (¿lo pagan?, salario mínimo (¿hay explotación ahí?), horas extras (Dios sabe las horas que trabajan), derechos civiles (¿no emplean gnomos?). Pero el punto es que allí todos están voluntariamente, y lo consideran un honor y un privilegio.

Los árboles de Navidad son encantadores y las granjas que los producen son el último modelo de política ambiental. Los árboles se cosechan y se replantan para futuras celebraciones, un proceso totalmente guiado por la demanda de mercado. Si se trasladara esta política a los parques y bosques nacionales, podríamos satisfacer la demanda de madera, bajar su precio y asegurar que los árboles siempre tienen valor.

Las tarjetas de Navidad son un producto de arte atractivo, comunicado a las masas en formas que el gobierno nunca apoyará. Quienes las producen tienen que satisfacer a consumidores reales, quienes tienen mejor gusto que los administradores de subsidios públicos.

El punto débil de las tarjetas navideñas es que tienen que llegar vía el monopolio estatal del correo. Cada día, éste se enoja y advierte a los consumidores cautivos que las envían con dos semanas de anticipación. Si eres un burócrata del correo, no hay nada más irritante que los consumidores confundan tus operaciones con otras competitivas.

¿Qué hacemos cuando tenemos que enviar paquetes? Usamos servicios privados que proveen servicios por lucro aunque tienen prohibido por ley enviar cartas. Esas empresas dan la bienvenida a nuestros pedidos y no se quejan por el gran volumen.

En algún punto durante Navidad, la cultura oficial del gobierno y los medios –dominados por Obama y otros en Washington- desaparece de nuestra vista y no podemos sino recordar aquello que es más importante. Es la familia, la comunidad, el hogar, la tradición, los seres queridos, y otras las otras cosas que el gobierno desplaza durante el resto del año.

Este año, acordémonos de apreciar el papel que las instituciones capitalistas cumplen hacienda que sea éste un día más especial. Ni el gobierno nos puede quitar el espíritu navideño.”

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