Analizamos con los alumnos del doctorado este muy interesante artículo de Vernon Smith, premio Nobel de Economía en 2002, sobre el famoso debate relacionado con Adam Smith. ¿Hay dos Adam Smith? ¿Uno de Teoría de los Sentimientos Morales y otro el de La Riqueza de las Naciones? ¿Señala en uno que el ser humano es básicamente altruista y en el otro que es egoísta? ¿Existe una contradicción entre los dos textos?
Acá va un resumen hecho por un alumnus (con algunas modificaciones):
V. Smith sostiene que no, y para demostrarlo comienza planteando como rasgo distintivo fundamental de los hombres su propensión universal al intercambio, que se expresa tanto en el intercambio personal en las transacciones sociales en pequeños grupos, como a través de relaciones impersonales, por medio de intercambios comerciales. Según esto, Para Adam Smith sólo había un supuesto de comportamiento: “la propensión al trueque e intercambio de una cosa por otra”, donde los objetos de intercambio incluyen no son solo bienes, sino también regalos, asistencia y favores, fundados en la simpatía y preocupación por los demás. En los grupos pequeños prevalece el intercambio de favores, en el orden extenso del mercado el intercambio comercial.
Una gran sociedad abierta, con amplia división del trabajo, no podría organizarse en base al intercambio de favores. Tanto un tipo de intercambio como el otro reconoce implícitamente derechos mutuos para actuar, que se traducen en lo que normalmente llamamos “derechos de propiedad”, así, los derechos de propiedad preceden a los estados-naciones, porque el intercambio social al interior de tribus sin Estado, y el comercio entre estas tribus, precede a la revolución agrícola ocurrida hace unos 10.000 años.
La clave para entender nuestra vieja “propensión al trueque e intercambio” se encuentra, en nuestra capacidad para la reciprocidad (positiva y negativa), que constituye la base del intercambio social, mucho antes que hubiera comercio en el sentido económico convencional.
La reciprocidad positiva es el caso en que el individuo A responde, no simultáneamente y con actos similares, a los bienes o favores que el individuo B le ha transferido previamente. La reciprocidad positiva genera expectativas de recibir beneficios de una actitud altruista.
La reciprocidad negativa ocurre cuando los individuos son castigados por “hacer trampa” en el intercambio social, es decir, cuando no reciprocan a quienes previamente les han entregado bienes o favores. La reciprocidad negativa es el policía endógeno del intercambio social, que define los sistemas naturales de derecho de propiedad.
Estas consideraciones sugieren la hipótesis de que la reciprocidad positiva y negativa favorecen el intercambio social voluntario, que es la base del comercio, el cual permite que las ganancias que genera el intercambio social se extendieran más allá de la familia y la tribu.
Una vez que se establece una relación de comercio (intercambio) en el tiempo, los beneficios recíprocos del intercambio proveen el fundamento para el respeto de los derechos de propiedad. Los seres humanos normales no solo están intuitivamente conscientes del valor de tener ciertos derechos para actuar, sino que también conocen intuitivamente el valor de esos derechos para otros. De ahí la disposición personal a defender a los amigos y/o sus derechos de sus enemigos externos.
Pero el artículo no se queda aquí, extiende además una discusión sobre la Teoría de los Juegos y los aportes de la economía experimental. Es que según el juego del Dilema del Prisionero, un jugador racional y maximizador estará motivado a traicionar, no a cooperar con la otra parte. Se sabe que si se trata de juegos repetidos surge espontáneamente el incentivo a cooperar, pero Vernon Smith va más allá y señala que los experimentos muestran a las personas actuando, en juegos de una sola vez, incluso en base a valores de cooperación lejanos a la maximización inmediata. Los experimentos, en definitiva, llevan a los “juegos” a la práctica, a realizarse con gente de carne y hueso, no con hipotéticos ‘homos economicus’.
VS sostiene que hemos heredado las motivaciones para el intercambio social repetido. Es que aquellos grupos que no lo hicieran, no llegaron hasta aquí. El argumento se vincula aquí con los que aporta la sicología evolutiva (Tooby & Cosmides).
Por experiencia y evolución, los humanos han desarrollado los instintos de reciprocidad los que han demostrado ser adecuados para tomar las decisiones. Los datos obtenidos en otros juegos de este tipo corroboran estos resultados (experimentos cuyo protocolo es de un único juego sin repetición). Si estos juegos se hacen repetidamente con los mismos pares de sujetos, la cooperación aumenta de manera sustancial, de modo que claramente la repetición refuerza el resultado cooperativo, incorporando a la reciprocidad a aquellos que son más cautelosos y desconfiados en los experimentos de juego único.
Estas relaciones de reciprocidad (positivas y negativas) han servido de base para el intercambio entre los humanos y el desarrollo implícito de los derechos de propiedad en los primeros humanos. Todo intercambio lleva implícito una aceptación mutua de derechos para actuar. La reciprocidad, es el fundamento del comportamiento social humano, de las asociaciones bilaterales, de las amistades particulares y de la amistad en general. El intercambio social también requiere de la reciprocidad negativa, es decir, la existencia del policía endógeno que castiga a quien no retribuye, mediante actos inamistosos, por medio de los cuales A le recuerda a B sus obligaciones. Sin reciprocidad negativa, los altruistas recíprocos estarían facilitando la invasión de los free riders.
Así como los humanos nacemos naturalmente como intercambiadores sociales, también los derechos de propiedad, que se fundan en estos sistemas espontáneos, son naturales, y es natural que las sociedades formalizadas incorporen esos derechos en los códigos legales (formales), capturando así la vasta experiencia humana adquirida en nuestras prácticas de intercambio.
Me parece que es un excelente comentario, que expondré a mis estudiantes para que se motiven con la lectura de Adam Smith y la revisión de los trabajos de Vernon Smith. ¡Muchas gracias!
Este mismo texto fue parte de una disertación y análisis en una clase de pregrado en noviembre del 2013. Precisamente, el docente de la universidad ejemplificaba la perspectiva «egoísta» de Adam Smith, no obstante, yo intenté rebatir esta postura bastante pobre a la hora de analizar a este pensador. Gracias por traerme a la cabeza una vez más este análisis de Vernont Smith.
Saludos desde Guayaquil, Ecuador.
Por Siempre Libres.
En el libro de Smith, “La teoría de los sentimientos morales” (1759), comienza con las palabras siguientes: “Por muy egoísta que se suponga que es el hombre, es evidente que hay en su naturaleza algunos principios, que le hacen interesarse por la fortuna de los demás, y hacerle necesaria su felicidad, aunque nada derive de ella si no es el placer de verla”. Se equivocan pues quienes creen que para Smith, los hombres se mueven sólo por el propio interés, aunque ese sea un impulso muy poderoso: “este sentimiento, como todas las demás pasiones originales de la naturaleza humana, no se limita a los virtuosos y humanitarios, aunque quizá lo sientan con exquisita sensibilidad. El mayor rufián, el violador más endurecido de las leyes de la sociedad, no carece completamente de él.
Adam Smith, en “ La riqueza de las naciones” (1776), presentó una imagen distinta del ser humano. La frase se ha hecho famosa: “no es de la benevolencia del carnicero, el cervecero o el panadero de lo que esperamos nuestra cena, sino de sus miras al interés propio, y nunca les hablamos de nuestras necesidades sino de sus ventajas”. Al escribir su tratado sobre la economía, Adam Smith pareció olvidar lo dicho en su libro de 1759. Los comentaristas alemanes lo llamaron “das Adam Smith Problem”. Es este algo más que un problema de historia del pensamiento: parece señalar una división casi esquizofrénica en el ser humano.
El premio Nobel Vernon Smith contrastó estas dos teorías de Adam Smith con experimentos realizados en laboratorios informáticos, con personas y dinero reales. En el “juego del dictador” uno de los jugadores recibe $100 y puede decidir cómo los reparte con otro de los estudiantes; si este segundo rechaza lo que le dan, ambos quedan sin nada. Según la teoría “ La riqueza de las naciones”, un reparto aceptable sería $99 / $1, pues el segundo estudiante no debería rechazarlo al considerar que $1 es mejor que nada. Pero en los juegos de laboratorio, el receptor a menudo rechaza sumas mucho mayores, por considerarlas injustas. Además cuando el “dictador” ha conversado con el receptor, suele atribuirle una suma mayor que cuando el juego es anónimo. Por eso, Vernon Smith sostiene que Adam Smith había descubierto intuitivamente dos tipos de comportamiento coexistentes en los seres humanos: la reciprocidad positiva en los intercambios personales cara a cara y el amor de uno mismo en intercambios impersonales en el mercado económico. Cuando se trata de conocidos, entran en juego los sentimientos morales del primer libro del maestro escocés. En cambio, cuando el comercio es a distancia, los individuos miramos por nuestro propio interés. En las relaciones directas opera la reciprocidad no monetaria, disciplinada por sanciones sociales. En el mercado económico, la remuneración es monetaria y la represión de los incumplimientos opera por garantías comerciales o castigos legales. Así funcionan las sociedades libres.
Preguntas para el autor:
¿ En que medida podriamos explicar las ideas del textos en las tareas de RSE por parte de las empresas?
¿Bajo esa perspectiva, las dos caras de A. Smith, aparentemente inconsistentes, dejan de serlo, pues la propensión al intercambio ocurre para ambas «caras». En efecto, en contextos impersonales, la gente intercambia bienes siguiendo sus propios intereses, y es la mano invisible del mercado la que opera; en cambio, en situaciones de alto intercambio social ¿es su propensión a intercambiar solidaridad, afecto, compasión y ayuda la que opera?