Predicciones testeables y verificables de F. A. Hayek. Por si hace falta, experimentos verifican sus teorías

¿Es necesario verificar empíricamente las tesis que planteara F. A. Hayek? Esto plantea algunas serias cuestiones epistemológicas, ¿es necesario verificar su capacidad de predicción o su capacidad de explicación de un cierto fenómeno social? No vamos a responder aquí esta pregunta sino presentar un paper que busca esa verificación empírica.
Se titula “Testing the Hayek hypothesis: Recent theoretical and experimental evidence”, por OmarAl-Ubaydli del Bahrain Center for Strategic, International and Energy Studies and Department of Economics and Mercatus Center, George Mason University, Peter Boettke Department of Economics and Mercatus Center, George Mason University y Brian C. Albrecht International Center for Law and Economics and Coles College of Business, Kennesaw State University, Kennesaw.
http://s3.amazonaws.com/fieldexperiments-papers2/papers/00759.pdf
“Los economistas entienden bien que el trabajo de Friedrich Hayek contiene importantes conocimientos teóricos. Se reconoce con menos frecuencia que su trabajo contiene predicciones comprobables sobre la naturaleza de los procesos de mercado. Vernon Smith denominó a la más importante la «hipótesis de Hayek»: que las ganancias del comercio pueden obtenerse en presencia de información difusa y descentralizada, y en ausencia de un comportamiento de toma de precios y una dirección de mercado centralizada. Vernon Smith probó esta predicción analizando datos en mercados experimentales de laboratorio y encontró un fuerte respaldo. En primer lugar, ampliamos el trabajo de Smith mostrando cómo los avances teóricos posteriores proporcionan una base teórica para la hipótesis de Hayek. Luego probamos la hipótesis utilizando datos de mercado experimentales de campo recientes. El uso de experimentos de campo nos permite probar varias otras predicciones de Hayek, como que la experiencia del mercado aumenta las ganancias realizadas del comercio. En términos generales, encontramos

¿Es necesario hacer experimentos para demostrar la validez de las conclusiones de Hayek?

En la ceremonia de recepción del Premio Nobel en Economía en 2002, Vernon Smith dedicó su conferencia a David Hume y Friedrich Hayek. Para algunos sería una sorpresa que quien dedicara su tarea de investigación, y recibiera el premio por ella, al desarrollo de la economía experimental eligiera a estos autores, cuyas obras no parecen tener mayores intenciones de corroboración empírica para demostrar la validez de ciertos postulados, o ella está en el experimento de la vida, del funcionamiento diario de los mercados. Sin embargo, es lo que Smith hizo, y ahora lo vemos nuevamente expuesto en un paper de Al-Ubaydli O, Boettke P y Albrecht BC (2022) titulado “Testing the Hayek hypothesis: Recent theoretical and experimental evidence”. PLoS ONE 17(7): e0270489. https://doi.org/10.1371/journal.pone.0270489

Esto dicen los autores:

“Los escritos de Friedrich Hayek sobre el proceso de mercado, en general, y su más famoso “El uso del conocimiento en la sociedad” [1], en particular, proporcionan varias predicciones comprobables sobre el proceso de mercado. La predicción más importante, que Vernon Smith [2] llamó la ‘hipótesis de Hayek’, es que las ganancias del comercio se pueden realizar en presencia de información difusa y descentralizada, y en ausencia de un comportamiento de toma de precios y una dirección centralizada del mercado ( ver [3] para más pruebas de seguimiento). Críticamente, como señaló Smith, estas predicciones a veces están en desacuerdo con la interpretación estándar del modelo walrasiano competitivo.

Para probar las teorías de Hayek sobre el proceso de mercado, Smith [2] revisó la extensa evidencia de laboratorio y encontró que era consistente con la hipótesis de Hayek. Smith continuó planteando la siguiente pregunta: “… ¿significa esto que le irá comparablemente bien en el entorno de ‘campo’ de la economía? … se han intentado pocos experimentos de campo de este tipo”, [2: p177]. Cuarenta años después, ya no necesitamos especular. Utilizando el reciente auge de la investigación experimental de campo, este artículo continúa donde lo dejó Smith y evalúa qué tan bien viajan las teorías de Hayek en el campo.

Las ventajas de los datos experimentales de laboratorio sobre los datos naturales están bien documentadas [4]. En el contexto de los experimentos de mercado, lo más importante es el control que el laboratorio otorga al investigador, permitiéndole inducir demanda y oferta, y tener pleno conocimiento del equilibrio previsto. Los experimentos de campo complementan a sus contrapartes de laboratorio, entre otras cosas, permitiendo al investigador observar contextos más diversos y limitar las dificultades que surgen de sujetos experimentales sin experiencia [5, 6]. En particular, los experimentos de campo pueden aproximarse más a los mercados que ocurren naturalmente en comparación con el uso de estudiantes en un laboratorio, que es el objetivo final de enfoque para Hayek y para nosotros.

Encontramos que las teorías de Hayek están bien respaldadas por los datos experimentales de campo en general. Sin embargo, también encontramos que hay excepciones importantes que abren la puerta a refinamientos de las teorías de Hayek. Por ejemplo, en ciertos entornos, la presencia de empresarios experimentados y la difusión de información sobre precios pueden obstaculizar la capacidad de un mercado para obtener las ganancias del comercio.”

Cooperación social en la provisión voluntaria de bienes públicos: es mayor cuando los grupos son homogéneos

La cooperación social se ha vuelto un dilema para la economía neoclásica, ejemplificado en el famoso juego del Dilema del Prisionero. Si las personas persiguen su propio interés, ¿porqué estarían dispuestos a contribuir a la provisión voluntaria de un bien público si pudieran ser free riders? Claro, si todos, o muchos, actúan como free riders el mercado fracasa en proveer ese bien…, y el Estado debe hacerlo.

Sin embargo, los experimentos han mostrado que hay distinto tipo de conductas, y que la mayoría son cooperadores condicionales, es decir, que lo hacen si los demás también. Y son una mayoría. Esto permite sostener la cooperación y la provisión voluntaria de bienes públicos. Pero en un juego finito, hacia el final los cooperadores reducen su aporte ante la presencia de free riders.

Ahora bien, si los grupos se forman homogéneamente, es decir, con miembros de una misma categoría, entonces la cooperación es mayor y se sostiene. Es el resultado de un experimento que se presenta en un paper de Gilles Grandjean, de la Universidad de Bruselas, Mathiew Lefebre, de la Universidad de Estrasbugo y Marco Mantovani de la Universidad de Milan, titulado “Preferences and strategic behavior in public goods games”:

Gilles, Grandjean & Mathieu, Lefebvre & Marco, Mantovani, 2018. «Preferences and strategic behavior in public goods games,» Working Papers 395, University of Milano-Bicocca, Department of Economics, revised 19 Dec 2018.

 

“Analizamos el comportamiento experimental en un juego de bienes públicos finitamente repetido. Uno de los principales resultados de la literatura es que las contribuciones son inicialmente altas y disminuyen gradualmente con el tiempo. Se han desarrollado dos explicaciones de este patrón: (i) la población está compuesta por free riders, que nunca contribuyen, y cooperadores condicionales, que contribuyen si otros también lo hacen; (ii) los jugadores estratégicos contribuyen a mantener una cooperación futura mutuamente beneficiosa, pero reducen sus contribuciones a medida que se acerca el final del juego. Este documento contribuye a cerrar la brecha entre estas opiniones. Analizamos las preferencias y la capacidad estratégica en un diseño manipulando la composición del grupo para formar grupos homogéneos en ambas dimensiones. Nuestros resultados destacan la interacción entre los dos: los grupos que mantienen altos niveles de cooperación están compuestos por miembros que comparten una inclinación común hacia la cooperación y tienen las habilidades estratégicas para reconocer y cosechar los beneficios de una cooperación duradera.”

 

Personalmente, creo que  la idea es aún más fuerte cuando la formación de los grupos no es exógena, como en este caso en que los forman los experimentadores. En realidad, los grupos se forman casi siempre voluntariamente.

Las dos caras de Adam Smith

Analizamos con los alumnos del doctorado este muy interesante artículo de Vernon Smith, premio Nobel de Economía en 2002, sobre el famoso debate relacionado con Adam Smith. ¿Hay dos Adam Smith? ¿Uno de Teoría de los Sentimientos Morales y otro el de La Riqueza de las Naciones? ¿Señala en uno que el ser humano es básicamente altruista y en el otro que es egoísta? ¿Existe una contradicción entre los dos textos?

Acá va un resumen hecho por un alumnus (con algunas modificaciones):
V. Smith sostiene que no, y para demostrarlo comienza planteando como rasgo distintivo fundamental de los hombres su propensión universal al intercambio, que se expresa tanto en el intercambio personal en las transacciones sociales en pequeños grupos, como a través de relaciones impersonales, por medio de intercambios comerciales. Según esto, Para Adam Smith sólo había un supuesto de comportamiento: “la propensión al trueque e intercambio de una cosa por otra”, donde los objetos de intercambio incluyen no son solo bienes, sino también regalos, asistencia y favores, fundados en la simpatía y preocupación por los demás. En los grupos pequeños prevalece el intercambio de favores, en el orden extenso del mercado el intercambio comercial.
Una gran sociedad abierta, con amplia división del trabajo, no podría organizarse en base al intercambio de favores. Tanto un tipo de intercambio como el otro reconoce implícitamente derechos mutuos para actuar, que se traducen en lo que normalmente llamamos “derechos de propiedad”, así, los derechos de propiedad preceden a los estados-naciones, porque el intercambio social al interior de tribus sin Estado, y el comercio entre estas tribus, precede a la revolución agrícola ocurrida hace unos 10.000 años.

AdamSmith
La clave para entender nuestra vieja “propensión al trueque e intercambio” se encuentra, en nuestra capacidad para la reciprocidad (positiva y negativa), que constituye la base del intercambio social, mucho antes que hubiera comercio en el sentido económico convencional.
La reciprocidad positiva es el caso en que el individuo A responde, no simultáneamente y con actos similares, a los bienes o favores que el individuo B le ha transferido previamente. La reciprocidad positiva genera expectativas de recibir beneficios de una actitud altruista.
La reciprocidad negativa ocurre cuando los individuos son castigados por “hacer trampa” en el intercambio social, es decir, cuando no reciprocan a quienes previamente les han entregado bienes o favores. La reciprocidad negativa es el policía endógeno del intercambio social, que define los sistemas naturales de derecho de propiedad.
Estas consideraciones sugieren la hipótesis de que la reciprocidad positiva y negativa favorecen el intercambio social voluntario, que es la base del comercio, el cual permite que las ganancias que genera el intercambio social se extendieran más allá de la familia y la tribu.
Una vez que se establece una relación de comercio (intercambio) en el tiempo, los beneficios recíprocos del intercambio proveen el fundamento para el respeto de los derechos de propiedad. Los seres humanos normales no solo están intuitivamente conscientes del valor de tener ciertos derechos para actuar, sino que también conocen intuitivamente el valor de esos derechos para otros. De ahí la disposición personal a defender a los amigos y/o sus derechos de sus enemigos externos.
Pero el artículo no se queda aquí, extiende además una discusión sobre la Teoría de los Juegos y los aportes de la economía experimental. Es que según el juego del Dilema del Prisionero, un jugador racional y maximizador estará motivado a traicionar, no a cooperar con la otra parte. Se sabe que si se trata de juegos repetidos surge espontáneamente el incentivo a cooperar, pero Vernon Smith va más allá y señala que los experimentos muestran a las personas actuando, en juegos de una sola vez, incluso en base a valores de cooperación lejanos a la maximización inmediata. Los experimentos, en definitiva, llevan a los “juegos” a la práctica, a realizarse con gente de carne y hueso, no con hipotéticos ‘homos economicus’.
VS sostiene que hemos heredado las motivaciones para el intercambio social repetido. Es que aquellos grupos que no lo hicieran, no llegaron hasta aquí. El argumento se vincula aquí con los que aporta la sicología evolutiva (Tooby & Cosmides).
Por experiencia y evolución, los humanos han desarrollado los instintos de reciprocidad los que han demostrado ser adecuados para tomar las decisiones. Los datos obtenidos en otros juegos de este tipo corroboran estos resultados (experimentos cuyo protocolo es de un único juego sin repetición). Si estos juegos se hacen repetidamente con los mismos pares de sujetos, la cooperación aumenta de manera sustancial, de modo que claramente la repetición refuerza el resultado cooperativo, incorporando a la reciprocidad a aquellos que son más cautelosos y desconfiados en los experimentos de juego único.
Estas relaciones de reciprocidad (positivas y negativas) han servido de base para el intercambio entre los humanos y el desarrollo implícito de los derechos de propiedad en los primeros humanos. Todo intercambio lleva implícito una aceptación mutua de derechos para actuar. La reciprocidad, es el fundamento del comportamiento social humano, de las asociaciones bilaterales, de las amistades particulares y de la amistad en general. El intercambio social también requiere de la reciprocidad negativa, es decir, la existencia del policía endógeno que castiga a quien no retribuye, mediante actos inamistosos, por medio de los cuales A le recuerda a B sus obligaciones. Sin reciprocidad negativa, los altruistas recíprocos estarían facilitando la invasión de los free riders.
Así como los humanos nacemos naturalmente como intercambiadores sociales, también los derechos de propiedad, que se fundan en estos sistemas espontáneos, son naturales, y es natural que las sociedades formalizadas incorporen esos derechos en los códigos legales (formales), capturando así la vasta experiencia humana adquirida en nuestras prácticas de intercambio.