Todos piden «redistribución», pero luego generan inflación y ésta «redistribuye» de otra forma

Hay temas que nunca dejan de discutirse. Ludwig von Mises escribe en 1944 sobre las controversias monetarias del momento. No son muy diferentes a las actuales. Lo hace en un ensayo preparado en 1944 para la Comisión de Principios Económicos de la Asociación Nacional de Industriales de Estados Unidos que luego lo publicara, junto con otros trabajos, en dos volúmenes.

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Responde a la pregunta sobre la neutralidad del dinero, sobre la cual podrían considerarse dos enfoques. Uno, el que aquí se desarrolla, se refiere al impacto de cambios en el mercado monetario en los precios relativos; el otro, que Mises descarta, es que esos cambios sean ‘neutrales’ respecto a la producción. Este segundo no es sino una derivación del primero. Si, por ejemplo, una mayor oferta de dinero subiera todos los precios y salarios en la misma proporción tampoco impactaría en la producción. Pero esto no ocurre, como Mises explica esos cambios se van produciendo en distintos momentos y proporciones. Por lo tanto, por ejemplo, un incremento de la oferta monetaria más allá de su demanda ocasiona una “redistribución” de ingresos y riqueza entre distintos grupos y también distorsiones en la estructura de producción.

“¿Es neutral del dinero?

Los antiguos economistas creían que –sin cambios en las demás cosas- modificaciones en la oferta o demanda de dinero hacía subir o bajar simultáneamente a todos los precios de los bienes y a los salarios simultáneamente en proporción exacta a esos cambios. El ‘nivel de precios’ cambia, pero las relaciones entre los precios individuales de los bienes y servicios se mantiene igual. Aquellos economistas matemáticos cuya teorización culmina en una ecuación de intercambio mantienen aún su tesis (Irving Fisher 1867-1947).

El análisis económico moderno rechaza este supuesto. Los cambios en la oferta o demanda de dinero no afectan a todos los individuos en el mismo momento y en la misma forma. En el caso de la inflación, por ejemplo, una cantidad adicional de dinero no encuentra su camino al principio en los bolsillos de todos los individuos, ni tampoco esos individuos que se benefician primero con el incremento en la cantidad de dinero reciben la misma cantidad; y no reaccionan tampoco a esa cantidad adicional de la misma forma. Por lo tanto, los precios de los distintos bienes y servicios no suben todos al mismo tiempo ni en la misma magnitud. La aparición no simultánea y despareja de cambios de precios ocasionados por aumentos en la cantidad de moneda dan como resultado traslados de ingresos y riqueza de algunos grupos de la población a otros. Las fluctuaciones monetarias no son neutrales, aun aparte de sus repercusiones en todos los contratos estipulando alguna forma de pago diferido. Los cambios monetarios son la fuente del cambio económico y social.”

 

4 pensamientos en “Todos piden «redistribución», pero luego generan inflación y ésta «redistribuye» de otra forma

  1. Me pareció muy interesante destacar esta nota del 2013 del Diario La Nación.
    Inflación y puja redistributiva . La inflación es resultado de la puja de distintos sectores para obtener una mayor porción del ingreso. Se responde a esto con «políticas de ingresos», es decir, control de precios y «moderación» de salarios. Según el modelo, la emisión de moneda no es causa de la inflación, sino su consecuencia: la autoridad monetaria expande la cantidad acompañando esta puja. Los empresarios, más que los sindicatos, son los responsables. Curiosamente, otros aspectos del modelo cierran las importaciones permitiendo que ese poder sea más fácil de ejercer.
    Con menos regulaciones y barreras, la competencia entre los empresarios sería mayor, y buscarían bajar los precios y no subirlos. Con menos regulaciones laborales tampoco tendrían poder los sindicatos para esta puja. Todos estaríamos restringiendo nuestras conductas por la competencia.
    Esta visión debería sostener que esa puja se convirtió en «híper-puja distributiva» a fines de los 80 y luego por alguna razón desapareció durante los 90. La explicación monetaria señala que la fuerte emisión y caída de la demanda de dinero nos llevaron a la hiperinflación y, al cortar ese chorro, la demanda se compuso y la inflación cayó.
    El drama actual es que la visión «distributiva» lleva a la política monetaria como el Titanic directo al iceberg, y a la vieja puja, ésa sí, entre dólar y tasas de interés.

    Enfermedad holandesa . Explica los tipos de cambio diferenciales y las retenciones a las exportaciones. Su nombre surge de la experiencia en Holanda con el descubrimiento repentino de gas natural en el Mar del Norte, que generó un fuerte ingreso de dólares, revaluando la moneda local y perjudicando otras producciones, que no podían competir a ese tipo de cambio. En el caso argentino, la soja cumple esa función, por eso se castiga a sus eficientes productores con retenciones y se protege a la industria con un tipo de cambio real más alto (difícil de sostener en el tiempo).
    Holanda nunca aplicó retenciones o tipos de cambio múltiples; al poco tiempo aumentaba la productividad de los otros sectores y recuperaba su competitividad. Hoy gran parte de los países latinoamericanos están sujetos al mismo fenómeno, pero ninguno responde con esas medidas, salvo Venezuela. Si la moneda se revalúa hay actividades que sufren, pero también tienen la oportunidad de importar tecnología y mejorar su productividad para superar el trance. En vez de castigar a los eficientes (sojeros), ¿por qué no ayudar a los otros a que lo sean? El Estado debería resignar recursos y reducirles impuestos y cargas regulatorias. Así podrían competir. Pero el Estado se niega, nunca se reduce, a menos que colapse.
    Muchos se preguntan por qué el Gobierno insiste en estas políticas cuando los datos de la economía develan su fracaso. La respuesta es que el Gobierno interpreta la realidad a través de estas teorías. De ellas se derivan luego los congelamientos de precios, la prohibición de comprar dólares para ahorrar o viajar, el blanqueo, el aumento del gasto público y la emisión monetaria.

    Algunas de estas teorías son compartidas por dirigentes de la oposición, quienes en algunos aspectos incluso buscan ser «más papistas que el Papa». En consecuencia, un cambio de gobierno en 2015 no garantiza que se vayan a evitar la crisis del «modelo», a menos que ésta ocurra antes o su amenaza sea tan obvia que decidan dejar estas medidas de lado.
    Lo que se requiere es un cambio de este modelo por uno que reconozca la importancia de las instituciones que encauzan los órdenes espontáneos hacia el progreso general, limitan la discrecionalidad y el abuso de la «mano visible» de los funcionarios, promueven la competencia y no los privilegios de los grupos de interés, avanzan en la descentralización, permiten contar con una moneda estable que facilita el comercio, la inversión y la disciplina fiscal. Se trata de cambiar las teorías, no sólo a las personas que las implementan.

  2. Un tipo de cambio competitivo ayudaría seguramente a los exportadores de soja, a quien «se los ha castigado», imponiendoles restricciones, sin embargo que pasaría con las pequeñas industrias? esas que no podrían competir porque aún no tienen de la capacidad necesaria para competir con los productos extranjeros, ya que estas empresas no han tenido aún el tiempo necesario para formarse de modo tal de competir » en las grandes ligas?, es real el castigo? cuando en estos años han crecido y multiplicado inmensamente su producción, y ganancias.
    y otra pregunta que se me ocurre es posible un crecimiento sin inflación?

  3. Es interesante el concepto desarrollado en torno a que el dinero no es neutral, y como los cambios en la oferta y la demanda no siempre se producen al mismo tiempo. Es dable destacar,para aportar al debate, que tiene sentido el análisis de la inflación en tanto se analice no su existencia -dato empírico que por si solo no dice demasiado-, sino su incidencia. Esto quiere decir que debe llevarse el plano de análisis no solo al aumento generalizado de los índices de precios, sino en la capacidad que tienen las personas para adquirir las mercancías. En ese sentido, si la redistribución conlleva a la inflación al aumentar la oferta monetaria, lo cierto es que si los ingresos de los individuos aumentaran en un porcentaje mayor de lo que aumentan los precios, por más que hubiera inflación efectivamente nos encontraríamos frente a una genuina redistribución

  4. Lo que el autor plantea es que los cambios monetarios son la fuente del cambio económico y social, esto se debe a que los cambios en la oferta y la demanda no afectan a todos los individuos presentes en la economía de una misma manera ni tampoco en el mismo tiempo, el hecho de que exista la inflación deriva en un cambio desparejo en el ingreso de algunos ya que ante la aparición de la misma se llega al traslado del ingreso y la riqueza de unos a otros; contraponiéndose esto al modelo matemático clásico que suponiendo un equilibrio entre las variables al aumentar el nivel de precios la relación entre los precios de los bienes y servicios se mantenía proporcionalmente igual.
    Ahora bien, creo que en la realidad esto se puede observar de forma habitual, ya que los procesos inflacionarios benefician mas a algunos sectores de la economía que a otros, acrecentando la riqueza de los más beneficiados y perjudicando a los de clases más bajas.
    Las clases sociales media típica y media alta quizás deban resignar un poco del consumo que generalmente tienen para poder adquirir bienes a un nuevo precio pero teniendo igualmente la posibilidad de acceder al cumplimiento de las necesidades básicas. En el caso de clases bajas o media baja quizás se deba resignar el consumo de ese bien derivado de una necesidad básica para poder adquirirlos.
    El aumento de los precios genera que estas clases sociales trasladen su riqueza a los sectores que producen lo que van a consumir y éstos se enriquecen cada vez más ya que el aumento de precios es desproporcionado entre el aumento de sus costos y el del nuevo precio de venta, generado esto por la especulación por parte de los empresarios que aumentan los precios de modo que no existe un equilibrio proporcional entre el aumento de sus costos y de sus ganancias.

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