Agregaré también en el capítulo sobre Cambio Institucional, una simple análisis del «Mercado de las ideas» y el papel que juegan los intereses. Van los párrafos nuevos:
Habrá que analizar entonces la relación que pueda existir entre el predominio de ciertos valores, ideas y la existencia de ciertas instituciones. La tarea, sin embargo, es muy difícil ya que, ¿qué significa que ciertas ideas predominan en una sociedad? ¿Debemos tratar de analizar las ideas y valores que predominan en toda la población o solamente en las élites? Este es uno de los tantos dilemas que se presentan y no es menor. Converse (2006) en un trabajo seminal en la materia señala, precisamente, que los sistemas de convicciones nunca han se han rendido fácilmente al estudio empírico y la cuantificación y han llevado a decir que lo que es importante para estudiar no es medible y lo que es medible no es importante para investigar. La tesis de este autor es que existen claras diferencias en la naturaleza de los sistemas de convicciones entre las elites políticas y las masas. En forma similar a la planteada por Rose y Milton Friedman sugiere una descripción basada en una pirámide que se extiende desde un vértice pequeño hasta una base amplia, con distintos niveles basados en el nivel de conocimientos.
¿Qué deberíamos considerar entonces, las convicciones de las elites o las de las masas? En el primero de los casos el sistema de convicciones es más coherente, en el sentido de que podríamos más fácilmente predecir que si un individuo de la elite tiene una cierta convicción, seguramente tendrá otras que normalmente forman un conjunto funcional, mientras que esta coherencia se va debilitando a medida que se baja de la pirámide. Converse (p. 8), menciona este ejemplo: si un legislador se destaca por su insistencia en reducir impuestos y tener un presupuesto balanceado, se puede predecir con cierto grado de éxito que también se opondrá a cierto aumento del gasto público. En el caso del votante común, sin embargo, esto es mucho menos probable. Es más, sería de esperar que apoyara tanto una reducción de impuestos como un aumento del gasto social al mismo tiempo. En su investigación toma en cuentas las opiniones sobre “gasto/ahorro” como indicativas de una visión más amplia “liberal/conservadora” (“liberal” en el sentido usado en Estados Unidos, más cercano a socialdemócrata) y sugiere que un 17% formaría parte del estrato I, con una clara comprensión de la diferencia que captura casi toda su extensión, 37% en los estratos IV y V con un concepto totalmente vago, y un 46% que se divide en dos estratos, el III que presenta mucha incertidumbre y conjeturas en relación a los términos y el II, el que define bien los términos pero en un sentido muy estrecho.
Esto nos lleva a considerar la estructura del mercado de ideas. Siguiendo las consideradas por los autores antes mencionados, el mercado de ideas podría ser graficado de la siguiente forma:
(aquí va un triángulo)
El triángulo muestra que las ideas se originan, necesariamente, en uno o unos pocos, aquellos que antes llamamos “emprendedores institucionales”. Puede ser teóricos que las desarrollan a un alto nivel de abstracción o no, puede ser un artista, un novelista, un periodista, un político, etc. A medida que cierta idea va ganando adeptos baja por la pirámide con un número mayor de adeptos cada vez.
¿Y los intereses, no cumplen ningún papel? Una interpretación los presenta también como “ideas” acerca de lo que a uno le conviene y, en tal sentido, todas son ideas. Pero restrinjamos nuestra interpretación hacia aquellos que están vinculados con algún resultado que en particular nos favorece, que muchas veces es monetario pero no siempre debe serlo. Es algún tipo de compensación que valoramos. En el caso de las ideas, son de carácter más general y con un vínculo más abstracto con estas compensaciones. Son “teorías” en verdad, con las que interpretamos la realidad, la que queremos que se acerque a aquellos valores que tenemos como prioritarios.
Los ámbitos académicos, o las ideas más teóricas, están algo más alejadas, aunque no exentas del influjo de esas compensaciones. El ámbito de la política, por el contrario y como vimos en el capítulo sobre límites al oportunismo político, está mucho más atado a esas compensaciones. Tomemos, por ejemplo, nuevamente el caso del Bitcoin. En los ambientes académicos e intelectuales la idea puede ser aceptada o rechazada en relación a su vínculo con cierta “visión del mundo” que el intelectual o académico pueda tener, su relación con esas compensaciones no es que no exista, pero es mas bien lejana. Para el político es todo lo contrario: solamente aceptaría la idea del Bitcoin si descubriera algún beneficio o compensación política inmediata.
Esto quiere decir que en algún punto de la pirámide, para que una “idea’ se convierta en una “política” tiene que coincidir con ese interés coyuntural de quienes, de otra forma serían un obstáculo muchas veces insalvable.