¿Nos espera un planeta sin recursos? ¿Nos estamos consumiendo todo sin pensar en los que vendrán? Un informe señala que los recursos son ahora un 380% más abundantes que en 1980

¿El mundo se está quedando sin recursos? ¿Nuestra manía consumista y el capitalismo no están llevando a una escasez futura que pone en peligro nuestra propia existencia?

Un informe reciente publicado por el Cato Institute señala que los recursos del planeta son ahora un 380% más abundantes que en 1980. ¿Cómo puede ser?

Bueno, el informe de Gale Pooley y Marian Tupy presenta «The Simon Abundance Index» en memoria del famoso debate sobre recursos que protagonizara exitosamente Herbert Simon, de la Universidad de Maryland.

Aquí una traducción del resumen:

¿Nos estamos quedando sin recursos? Esa ha sido una cuestión muy debatida desde la publicación de The Population Bomb de Paul Ehrlich en 1968. El biólogo de la Universidad de Stanford advirtió que el crecimiento de la población provocaría el agotamiento de los recursos y una catástrofe global. El economista de la Universidad de Maryland Julian Simon, en contraste, argumentó que los humanos innovarían para salir de la escasez de recursos. Él creía que las personas eran el «recurso final» que haría que otros recursos fueran más abundantes.

En este documento, revisamos los principales puntos de discusión en el debate sobre la disponibilidad de recursos y su relación con el crecimiento de la población. Usando los últimos datos de precios de 50 productos básicos que cubren energía, alimentos, materiales y metales, proponemos una nueva forma de medir la disponibilidad de recursos basada en cuatro conceptos.

Primero, el precio en tiempo de los productos básicos nos permite medir el costo de los recursos en términos de trabajo humano. Encontramos que, en términos de ingresos por hora promedio en el mundo, los precios de los productos básicos cayeron un 64,7 por ciento entre 1980 y 2017.

En segundo lugar, la elasticidad precio de la población (PEP) nos permite medir la sensibilidad de la disponibilidad de recursos al crecimiento de la población. Encontramos que el precio en el tiempo de los productos básicos disminuyó un 0,934 por ciento por cada 1 por ciento de aumento en la población mundial durante el mismo período.

En tercer lugar, desarrollamos el Marco de abundancia de Simon, que utiliza los valores de PEP para distinguir entre los diferentes grados de abundancia de recursos, desde la disminución de la abundancia en un extremo hasta la superabundancia en el otro. Teniendo en cuenta que el precio en el tiempo de los productos básicos disminuyó a una tasa proporcional más rápida que el aumento de la población, encontramos que la humanidad está experimentando una superabundancia.

Cuarto, creamos el Índice de Abundancia de Simon, que usa el tiempo de los productos básicos y el cambio en la población global para estimar la abundancia general de recursos. Encontramos que los recursos del planeta se hicieron un 379.6 por ciento más abundantes entre 1980 y 2017.

Sobre la base de nuestro análisis de la relación entre la disponibilidad de recursos y el crecimiento de la población, pronosticamos que el precio en el tiempo de los productos básicos podría caer un 29 por ciento más en los próximos 37 años. Mucho dependerá de las políticas e instituciones que persigan las naciones. Para que disminuya el precio en el tiempo de los productos básicos y para que aumente la abundancia de recursos, es necesario que perduren los incentivos del mercado y el mecanismo de precios. Cuando los precios de los productos básicos aumentan temporalmente, las personas tienen un incentivo para usar los recursos de manera más eficiente, aumentar su oferta y desarrollar sustitutos más baratos.

 

El informe completo en: https://www.cato.org/publications/policy-analysis/simon-abundance-index-new-way-measure-availability-resources

Juan Bautista Alberdi sobre el derecho de propiedad y su relación con la producción industrial y la generación de riqueza

Con los alumnos de la UBA Derecho vemos a Juan Bautista Alberdi en Sistema Económico y Rentístico sobre el papel del derecho de propiedad, consagrado en el artículo 17:

«La propiedad, como garantía de derecho público, tiene dos aspectos: uno jurídico y moral, otro económico y material puramente. Considerada como principio general de la riqueza y como un hecho meramente económico, la Constitución argentina la consagra por su artículo 17 en los términos más ventajosos para la riqueza nacional. He aquí su texto: – La propiedad es inviolable, ningún habitante de la Confederación puede ser privado de ella, sino en virtud de sentencia fundada en ley. La expropiación por causa de utilidad pública debe ser calificada por ley y previamente indemnizada. Sólo el Congreso impone las contribuciones que expresa el art. 4. Ningún servicio personal es exigible, sino en virtud de ley y de sentencia fundada en ley. Todo autor o inventor es propietario exclusivo, de su obra, invento o descubrimiento por el término que le acuerde la ley. La confiscación de bienes queda borrada para siempre del Código Penal argentino. Ningún cuerpo armado puede hacer requisiciones, ni exigir auxilios de ninguna especie.

La economía política más adelantada y perfeccionada no podría exigir garantías más completas en favor de la propiedad, como principio elemental de riqueza.

Se ha visto que la riqueza, o bien sea la producción, tiene tres instrumentos o agentes que la dan a luz: el trabajo, el capital y la tierra. Comprometed, arrebatad la propiedad, es decir, el derecho exclusivo que cada hombre tiene de usar y disponer ampliamente de su trabajo, de su capital y de sus tierras para producir lo conveniente a sus necesidades o goces, y con ello no hacéis más que arrebatar a la producción sus instrumentos, es decir, paralizarla en sus funciones fecundas, hacer imposible la riqueza. Tal es la trascendencia económica de todo ataque a la propiedad, al trabajo, al capital y a la tierra, para quien conoce el juego o mecanismo del derecho de propiedad en la generación de la riqueza general. La propiedad es el móvil y estímulo de la producción, el aliciente del trabajo, y un término remuneratorio de los afanes de la industria. La propiedad no tiene valor ni atractivo, no es riqueza propiamente cuando no es inviolable por la ley y en el hecho.

Pero no bastaba reconocer la propiedad como derecho inviolable. Ella puede ser respetada en su principio, y desconocida y atacada en lo que tiene de más precioso, -en el uso y disponibilidad de sus ventajas. Los tiranos más de una vez han empleado esta distinción sofística para embargar la propiedad, que no se atrevían a desconocer. El socialismo hipócrita y tímido, que no ha osado desconocer el derecho de propiedad, ha empleado el mismo sofisma, atacando el uso y disponibilidad de la propiedad en nombre de la organización del trabajo. Teniendo esto en mira y que la propiedad sin el uso ilimitado es un derecho nominal, la Constitución argentina ha consagrado por su artículo 14 el derecho amplísimo de usar y disponer de su propiedad, con lo cual ha echado un cerrojo de fierro a los avances del socialismo.»

 

Adam Smith x 2: La Teoría de los Sentimientos Morales y la Riqueza de las Naciones. Dos aportes monumentales

Vemos con los alumnos de la UBA Económicas al Adam Smith del libro “Teoría de los Sentimientos Morales”, que parece ser diferente del autor de “La Riqueza de las Naciones”. Muchos han planteado una contradicción entre la visión que Smith tiene del ser humano en uno y otro texto. ¿De dónde salió este problema? Bueno, parece estar presente ya en el primer párrafo del primer capítulo de la Teoría. Dice así:

“Por más egoísta quiera suponerse al hombre, evidentemente hay algunos elementos de su naturaleza que lo hacen interesarse en la suerte de los otros de tal modo, que la felicidad de éstos le es necesaria, aunque de ello nada obtenga, a no ser el placer de presenciarla. De esta naturaleza es la lástima o compasión, emoción que experimentamos ante la miseria ajena, ya sea cuando la vemos o cuando se nos obliga a imaginarla de modo particularmente vívido. El que con frecuencia el dolor ajeno nos haga padecer, es un hecho demasiado obvio que no requiere comprobación; porque este sentimiento, al igual que todas las demás pasiones de la naturaleza humana, en modo alguno se limita a los virtuosos y humanos, aunque posiblemente sean éstos los que lo experimenten con la más exquisita sensibilidad. El mayor malhechor, el más endurecido transgresor de las leyes de la sociedad, no carece del todo de ese sentimiento.”

AdamSmith

¿No es, acaso, Adam Smith quien nos habla de que las personas persiguen su interés personal, que no esperamos de la bondad del carnicero que éste tenga en su comercio la carne que necesitamos para nuestra comida de hoy? ¿Qué no apelamos a su bondad sino a su interés? Gran parte de la economía parece haberse quedado en estos aportes del autor y profundizado su visión del individuo egoísta denominado “maximizador de utilidad” y, en particular, de utilidad monetaria.

También vemos la obra que lo hizo famoso, un capítulo de La Riqueza de las Naciones>

Si tuviera que elegir las dos páginas más memorables y relevantes que se hayan escrito en toda la historia del pensamiento económico creo que elegiría las del Libro IV, Capítulo II.AdamSmithHay tantas cosas en esas páginas que tal vez ningún otro texto haya podido aportar tantos temas como los que allí aparecen en algunos pocos párrafos. Para empezar, la famosa frase sobre la “mano invisible”, explicando que existe allí un “orden espontáneo” que lleva a que las acciones individuales motivadas aunque sea por el interés personal, terminan contribuyendo a un fin que no era parte de su intención. Persiguiendo su propio interés (que puede incluir la preocupación por el bienestar de otros), promueve más el bien de la sociedad que si se lo hubiera propuesto. Ya con eso sólo, por supuesto, ha pasado a la historia.

El tema va más allá que una mera metáfora sobre una “mano invisible”. Carlos Rodriguez Braun señala con muy criterio que en verdad es engañosa porque no hay allí ninguna mano, ni siquiera invisible, sino que son los incentivos de cada uno por los que para obtener lo que queremos tenemos que ofrecer a los demás algo que ellos necesiten y valoren. Pero es la magia de que allí, en el mercado, se ordenan las acciones de todos de una forma que termina beneficiándonos como no lo podríamos hacer si actuáramos con esa intención (por ejemplo, planificando la economía hacia un supuesto bienestar general).

Esta es una de las contribuciones más importantes que se hayan realizado a las ciencias sociales: la existencia de ciertos órdenes espontáneos donde las partes componentes se acomodan a sí mismas y no hay nadie que las acomode en un cierto lugar. Esos órdenes espontáneos incluyen además de los mercados, al lenguaje, la moral, la moneda y otros. En el párrafo siguiente plantea la cuestión del conocimiento local, algo que luego Hayek profundizaría en su artículo “El uso del conocimiento en la sociedad”. Allí dice, precisamente, que cada individuo “en su situación local” juzgará mucho mejor cómo invertir su capital que cualquier “político o legislador”.

“El político que se asignara esa tarea se estaría cargando a sí mismo con algo innecesario y cuya decisión no podría confiarse que además sería muy arriesgado otorgar esa decisión a alguno que fuera tan loco o presuntuoso que pensara que puede tomarla.

Si podemos proveernos algo de afuera más barato pagando con el producto de nuestra propia actividad, sería ridículo no hacerlo. El trabajo no se aplica a la mejor ventaja cuando se dirige a algo que es más barato comprarlo que producirlo.”

La idea de que la lógica de la familia no es distinta de la lógica del “reino” es fundamental, sobre todo en estos tiempos donde aplicamos un razonamiento y un accionar a nivel individual pero se nos dice que a nivel agregado es todo lo contrario.

En fin, el capítulo da para más, pero tan solo estas dos páginas traen todos estos temas. Con uno sólo de ellos hubiera sido suficiente como para hacer historia. Es como un álbum de música que pone cuatro o cinco temas en el número uno. Si hay algún caso de esos, ya está en la historia grande.

Moreno y la causa de los cuadernos: Teoría de los Juegos y el Dilema del Prisionero. ¿Explican la conducta de los implicados?

Habrán visto la declaración de Moreno sobre el “dilema del prisionero” y su llamado a los detenidos para que no “canten». Interesante referencia a la teoría, pero no pasó de la Introducción en Teoría de los Juegos.

En principio, es correcto el análisis, el dilema del prisionero se encuentra en la raíz de la figura del arrepentido: se trata de cambiar los incentivos para que los presos se traicionen. En la economía predominante, el dilema es un gran argumento para justificar la intervención del Estado: los presos son en verdad free riders en la provisión de bienes públicos. La solución a su “traición” es el látigo del Estado: provisión pública financiada por impuestos.

Es lo que hubiera hecho Moreno si siguiera en el Estado. Pero hay otra salida similar: no el látigo del Estado, sino el de la Mafia. Tal vez esto se acerca más a lo que Moreno tenía en mente. Si detienen a dos miembros de la Mafia, el mensaje del capo es: al que canta le matamos a la mujer, los hijos y nietos hasta la tercera generación, ¿OK?

Pero esa es la Introducción a la Teoría, parece que Moreno no pasó las primeras páginas. El dilema es tal y la solución el látigo, si se trata de un juego de una sola vez, pero cuando el juego es repetido, los incentivos son a cooperar, no a traicionar. La cooperación prevalece con estrategias del tipo Tit for tat: coopero en la primera jugada y luego haga lo que hace el otro.

Entonces, ¿cómo se aplican los juegos repetidos al juicio de los Cuadernos? Los empresarios no creen que estén en un juego repetido. Desde ya no con Cristina, incluso si vuelve no va a armar la misma rosca, o lo hará con otros, no con éstos. Así que para ellos no hay juego a futuro, mejor no cooperar con Cristina, me declaro arrepentido.

Algunos pocos tal vez creen que están en un juego repetido y mantienen la cooperación: Báez, López, etc. Tal vez piensan que es un juego del cual no pueden escapar, entonces mejor seguir cooperando. O temen el mensaje mafioso de condena, de ahí la referencia de Moreno.

¿Y Manzanares? Seguro que cree que el juego con Cristina, para él, está terminado. Además, teme un látigo aún más poderoso…, el del que está arriba. Se ve en un juego repetido con Dios que trasciende incluso su vida terrenal. Por lo tanto, canta.

Esto último, debería también llamarnos la atención sobre un debilidad de la Teoría de los Juegos. No siempre los jugadores toman decisiones teniendo en cuenta remuneraciones «monetarias» o «años de cárcel», también entran en juego cuestiones como el honor, la amistad, o la devoción, que una visión super utilitarista deja de lado. Es cierto, puede decirse que todo eso se mete dentro de una función de utilidad, pero en la práctica, el análisis se centra en la recompensa que se muestra en los cuadros del juego y ésta es bastante «material».

La Economía austriaca, con su énfasis en el carácter subjetivo del valor, le puede agregar un enfoque más complejo y realista al análisis de las conductas. También algo de behavioral economics.

En medio de las discusiones sobre género, un trabajo sobre cómo los mercados empoderan a las mujeres

En medio de intensos debates sobre el lugar de las mujeres en la sociedad, tal vez les resulte interesante este trabajo de Chelsea Follett titulado «How Markets Empower Women: Innovation and Market Participation Transform Women’s Lives for the Better». Tiene muy interesantes cuadros y datos:

Aquí la traducción del resumen:

En los últimos 200 años, el progreso económico ha ayudado a lograr mejores niveles de vida y la extensión de la dignidad individual a las mujeres en el mundo desarrollado. Hoy en día, la misma historia de empoderamiento impulsado por el mercado se repite en los países en desarrollo.

 

Los mercados competitivos empoderan a las mujeres en al menos dos formas interrelacionadas. Primero, las innovaciones tecnológicas y científicas impulsadas por el mercado benefician desproporcionadamente a las mujeres. Los dispositivos domésticos que ahorran tiempo, por ejemplo, ayudan a las mujeres en particular porque normalmente realizan la mayoría de las tareas domésticas. Los avances en el cuidado de la salud reducen las tasas de mortalidad materna e infantil, lo que permite tamaños familiares más pequeños y la expansión de las opciones de vida de las mujeres. En segundo lugar, la participación en el mercado laboral ofrece a las mujeres independencia económica y un mayor poder de negociación en la sociedad. El trabajo de fábrica, a pesar de su mala reputación, ha demostrado ser particularmente importante en ese sentido.

 

De esta manera, los mercados elevan el nivel de vida material de las mujeres y fomentan el cambio cultural. Los mercados promueven el empoderamiento individual, reduciendo el sexismo y otras formas de prejuicio colectivo.

 

El empoderamiento de las mujeres en muchos países en desarrollo se encuentra en sus primeras fases, pero las políticas correctas pueden poner a las mujeres en todas partes en un camino hacia la misma prosperidad y libertad que disfrutan las mujeres en los países avanzados de hoy.


El trabajo completo está en https://www.cato.org/publications/policy-analysis/how-markets-empower-women-innovation-market-participation-transform

Los escolásticos tardíos de la Escuela de Salamanca: precursores de algunos temas centrales a la teoría económica

Con los alumnos de Historia del Pensamiento Económico I, Económicas, Universidad de Buenos Aires, vemos a los autores de la Escuela de Salamanca y sus aportes a la teoría económica, generalmente poco o nada considerados en los textos de historia del pensamiento, como si todo hubiera comenzado con los mercantilistas y los fisiócratas. Leemos el artículo de Raymond de Roover, Economía Escolástica. El texto es discutido por algunos amigos expertos en estos autores, pero es un buen resumen de los aportes y los problemas de esta escuela, aunque increíblemente no hace mención a Juan de Mariana, al que veremos en forma separada. Dice de Roover:

“Al igual que los autores de la antigüedad, los escolásticos medievales no consideraban a la economía política como disciplina independiente, sino que como un apéndice de la ética y las leyes.

Esta situación persistía aún en el siglo dieciocho cuando Adam Smith tomó a su cargo la cátedra de Filosofía Moral en Glasgow College. Los cursos de su predecesor, Francis Hutcheson (1694-1746), y su contemporáneo en Edimburgo, Adam Ferguson (1723-1816), están a disposición en imprenta. Según estas fuentes, los temas de un curso en Filosofía moral en el siglo dieciocho y en la Escocia presbiteriana aún correspondían, en gran medida, a la descripción de las materias tratadas en el siglo trece por Tomás de Aquino en sus comentarios a la ética de Aristóteles. Economía, en el sentido moderno, ocupaba una posición muy subordinada y todavía se consideraba un asunto ético y legal que implicaba la aplicación de la ley natural a los contratos civiles.

En lo que realmente estaban interesados los doctores medievales era determinar las reglas de justicia que dirigen las relaciones sociales. Según Tomás de Aquino, ellos distinguían dos tipos de justicia: justicia distributiva, la que regulaba la distribución de la riqueza y el ingreso, de acuerdo a la posición del individuo en la sociedad, y justicia conmutativa, que se aplicaba a los acuerdos recíprocos entre individuos, esto es, al intercambio de bienes y servicios6. En otras palabras, los asuntos económicos concernían a la justicia, no a la caridad, como puede ser fácilmente comprobado al repasar el índice de la Summa Theologica de Santo Tomás de Aquino.

Al tratar asuntos de justicia, inevitablemente los doctores se encontraron con asuntos económicos y estaban forzados a tomarlos en consideración. Al principio su investigación estaba limitada al precio justo y la usura, pero luego se ramificó para incluir un montón de otras cuestiones, incluyendo el salario justo, el envilecimiento de la moneda (inflación), la justicia del sistema impositivo, las deudas públicas, el monopolio, el cambio internacional, sociedades y todos los contratos que podían implicar cualquier mácula de usura.

La mentalidad medieval era legalista y, bajo la influencia del Derecho Romano, se le daba mucha importancia a los contratos. El principal problema era siempre determinar si un contrato era lícito o no. Este énfasis tendió a limitar el ámbito de la economía al estudio de la naturaleza legal de los contratos y sus implicaciones éticas, tendencia que se reflejaba incluso en el título v organización de los tratados escolásticos. Uno puede estar seguro de encontrar discusiones sobre materias económicas —junto con otros tópicos, por supuesto— en cualquier tratado de teología moral que lleve como título De contractibus (Sobre los contratos) o De justicia et jure (Sobre la justicia y la ley).

Casi invariablemente los asuntos económicos se mencionaban en guías para confesores, aunque la exposición, en trabajos de este tipo, probablemente es menos sistemática y analítica y más casuística. De hecho, la palabra «casuística» deriva de la preocupación sobre casos de conciencia que tenían los últimos escritores escolásticos.”

Juan Bautista Alberdi y el sistema económico de la Constitución Argentina: uno que se olvidó ya hace rato.

Con los alumnos de la UBA Derecho comenzamos a ver el libro de Juan Bautista Alberdi, “Sistema Económico y Rentístico de la Confederación Argentina”. En su introducción, Alberdi analiza las distintas escuelas económicas y a cual pertenece la Constitución:

Alberdi 3

“Hay tres elementos que concurren a la formación de las riquezas:

1° Las fuerzas o agentes productores, que son el trabajo, la tierra y el capital.

2° El modo de aplicación de esas fuerzas, que tienen tres fases, la agricultura, el comercio y la industria fabril.

3° Y, por fin, los productos de la aplicación de esas fuerzas.

Sobre cada uno de esos elementos ha surgido la siguiente cuestión, que ha dividido los sistemas económicos: – En e1 interés de la sociedad, ¿vale más la libertad que la regla, o es más fecunda la regla que la libertad? Para el desarrollo de la producción, ¿es mejor que cada uno disponga de su tierra, capital o trabajo a su entera libertad, o vale más que la ley contenga algunas de esas fuerzas y aumente otras? ¿Es preferible que cada uno las aplique a la industria que le diere gana, o conviene más que la ley ensanche la agricultura y restrinja el comercio, o viceversa? ¿Todos los productos deben ser libres, o algunos deben ser excluidos y prohibidos, con miras protectoras?

He ahí la cuestión más grave que contenga la economía política en sus relaciones con el derecho público. Un error de sistema en ese punto es asunto de prosperidad o ruina para un país. La España ha pagado con la pérdida de su población y de su industria el error de su política económica, que resolvió aquellas cuestiones en sentido opuesto a la libertad.

Veamos, ahora, cómo ha sido resuelta esta cuestión por las cuatro principales escuelas en que se divide la economía política.

La escuela mercantil, representada por Colbert, ministro de Luis XIV, que sólo veía la riqueza en el dinero y no admitía otros medios de adquirirla que las manufacturas y el comercio, seguía naturalmente el sistema protector y restrictivo. Colbert formuló y codificó el sistema económico introducido en Europa por Carlos V y Felipe II. Esa escuela, perteneciente a la infancia de la economía, contemporánea del mayor despotismo político en los países de su origen galo-español representa la intervención limitada y despótica de la ley en el ejercicio de la industria.

A esta escuela se aproxima la economía socialista de nuestros días, que ha enseñado y pedido la intervención del Estado en la organización de la industria, sobre bases de un nuevo orden social más favorable a la condición del mayor número. Por motivos y con fines diversos, ellas se dan la mano en su tendencia a limitar la libertad del individuo en la producción, posesión y distribución de la riqueza.

Estas dos escuelas son opuestas a la doctrina económica en que descansa la Constitución argentina.

Enfrente de estas dos escuelas y al lado de la libertad, se halla la escuela llamada physiocrática, representada por Quesnay, y la grande escuela industrial de Adam Smith.

La filosofía europea del siglo XVIII, tan ligada con los orígenes de nuestra revolución de América, dió a la luz la escuela physiocrática o de los economistas, que flaqueó por no conocer más fuente de riqueza que la tierra, pero que tuvo el mérito de profesar la libertad por principio de su política económica, reaccionando contra los monopolios de toda especie. A ella pertenece la fórmula que aconseja a los gobiernos: – dejar hacer, dejar pasar, por toda intervención en la industria.

En medio del ruido de la independencia de América, y en vísperas de la revolución francesa de 1789, Adam Smith proclamó la omnipotencia y la dignidad del trabajo; del trabajo libre, del trabajo en todas sus aplicaciones -agricultura, comercio, fábricas- como el principio esencial de toda riqueza. «Inspirado por la nueva era social, que se abría para ambos mundos (sin sospechado él tal vez, dice Rossi), dando al trabajo su carta de ciudadanía y sus títulos de nobleza, establecía el principio fundamental de la ciencia.» Esta escuela, tan íntima, como se ve, con la revolución de América, por su bandera y por la época de su nacimiento, que a los sesenta años ha tenido por neófito a Roberto Peel en los últimos días de su gloriosa vida, conserva hasta hoy el señorío de la ciencia y el respeto de los más grandes economistas. Su apóstol más lúcido, su expositor más brillante es el famoso Juan Bautista Say, cuyos escritos conservan esa frescura imperecedera que acompaña a los productos del genio.

A esta escuela de libertad pertenece la doctrina económica de la Constitución Argentina, y fuera de ella no se deben buscar comentarios ni medios auxiliares para la sanción del derecho orgánico de esa Constitución.”

Hace 410 años Juan de Mariana hacía referencia a dos problemas actuales: los impuestos y el envilecimiento de la moneda

Con los alumnos de Historia del Pensamiento Económico I de Económicas, UBA, vemos a Juan de Mariana sobre la moneda, “Tratado y discurso sobre la moneda de vellón (1609)”. Algunos párrafos sobre el poder de cobrar impuestos y el envilecimiento de la moneda:

Juan de Mariana

“Digo pues que es doctrina muy llana, saludable y cierta que no se pueden poner nuevos pechos (impuestos) sin la voluntad de los que representan el pueblo. Esto se prueba por lo que acabamos de decir, que si el rey no es señor do los bienes particulares, no los podrá tomar todos ni parte de ellos sino por voluntad de cuyos son. Item, si, como dicen los juristas, ninguna cosa puede el rey en perjuicio del pueblo sin su beneplácito, ni les podrá tomar parte de sus bienes sin él, como se hace por via de los pechos. Demás que ni el oficio de capitán general ni de gobernador le da esta autoridad, sino que pues de la república tiene aquellos cargos, como al principio señaló el costeamiento y rentas que le parecieron bastantes para ejercellos; así, si quiere que se las aumenten, será necesario que haga recurso al que se las dio al principio.

“El rey no puede bajar la moneda de peso ó de ley sin la voluntad del pueblo Dos cosas son aquí ciertas: la primera, que el rey puede mudar la moneda cuanto á la forma y cuños, con tal que no la empeore de como antes corria, y asi entiendo yo la opinión de los juristas que dice puede el príncipe mudar la moneda. Las casas de la moneda son del rey, y en ellas tiene libre administración, y en el capítulo Regalía, entre los otros provechos del rey, se cuenta la moneda; por lo cual, como sea sin daño de sus vasallos, podrá dar la traza que por bien tuviere. La segunda, que si aprieta alguna necesidad como de guerra ó cerco, la podrá por su voluntad abajar con dos condiciones; la una que sea por poco tiempo, cuanto durare el aprieto; la segunda, que pasado el tal aprieto, restituya los daños á los interesados. Hallábase el emperador Federico sobre Faenza un invierno; alargóse mucho el cerco, faltóle el dinero para pagar y socorrer la gente, mandó labrar moneda de cuero, de una parte su rostro, y por revés las águilas del imperio; valia cada una un escudo de oro. Claro está que para hacerlo no pudo juntar ni juntó la dieta del imperio, sino por su voluntad se ejecutó; y él cumplió enteramente, que trocó á su tiempo todas aquellas monedas en otras de oro. En Francia se sabe hubo tiempo en que se labró moneda de cuero con un clavito de plata en medio; y aun el año de 1571, en un cerco que se tuvo sobre León de Holanda, se labró moneda de papel. Refiérelo Budellio en el lib. I De Monet., cap. 1º, núm. 34. Todo esto es de Colenucio en el lib. IV de la Historia de Napóles. La dificultad es si sin estas modificaciones podrá el príncipe socorrerse con abajar las monedas, ó si será necesario que el pueblo venga en ello. Digo que la opinión común y cierta de juristas con Ostiense, en el título De censib. ex quibus, Inocencio y Panormitano, sobre el cap. 4º De jur. jur., es que para hacerlo es forzosa la aprobación de los interesados. Esto se deduce de lo ya dicho, porque si el príncipe no es señor, sino administrador de los bienes de particulares, ni por este camino ni por otro les podrá tomar parte de sus haciendas, como se hace todas las veces que se baja la moneda, pues les dan por mas lo que vale menos; y si el príncipe no puede echar pechos contra la voluntad de sus vasallos ni hacer estanques de las mercadurías, tampoco podrá hacerlo por este camino, porque todo es uno y todo es quitar á los del pueblo sus bienes por mas que se les disfrace con dar mas valor legal al metal de lo que vale en sí mismo, que son todas invenciones aparentes y doradas, pero que todas van á un mismo paradero, como se verá mas claro adelante. Y es cierto que como á un cuerpo no le pueden sacar sangre, sea á pausas, sea como quisieren, sin que se enflaquezca ó reciba daño, asi el príncipe, por mas que se desvele, no puede sacar hacienda ni interés sin daño de sus vasallos, que donde uno gana, como citan de Platón, forzosamente otro pierde.