Alberdi sobre dos temas eran fundamentales para poblar y crecer: la inmigración y las Aduanas

Con los alumnos de la UBA Derecho, leemos a Juan Bautista Alberdi en Sistema Económico y Rentístico. Cuando trata el tema de la población, lo vincula con el de la Aduana. Citando a Flores Estrada, dice:

«Los Españoles (nos dice el mismo autor) no conocían las aduanas. En los siglos XII, XIII y XIV el comercio que se hacía en toda la península, y particularmente en las provincias de la corona de Aragón, era inmenso. Hasta entonces toda la renta de los reyes se componía de las propiedades de la corona, de algunas obvenciones extraordinarias y de los únicos impuestos de la alcabala y de los cientos, contribución sobre toda mercancía, que primero fue de un cinco por ciento y después de un diez.. Desde fines del siglo XIV hasta mediados del XV, a medida que avanzaban las conquistas de los españoles y cedían el campo sus antiguos vencedores, se hacía sensible la decadencia de España. A Carlos I, el primer monarca de España que organizó metódicamente el despotismo, se debe el bárbaro reglamento de aduanas, estableciendo en 1529, y con él la ruina de la Nación, dice el brillante y sabio economista español.

El hecho es que por resultado de ese sistema aduanero y de otras instituciones económicas, o mejor, anti-económicas de su jaez, sin incluir la pérdida de los dos millones de Arabes expulsados por Felipe III, el resto de la población se halló disminuida en más de una mitad, pues en 1715, según aparece de un censo practicado entonces, no excedía la población de seis millones, al paso que en 1688 todavía constaba de doce millonesb.

El economista español, que acabo de citar, mencionado por Blanqui, del Instituto de Francia, en su Historia de la economía política, como uno de los primeros tratadistas de Europa en ese ramo, Flóres Estrada, opinaba en su libro citado por la abolición absoluta de las aduanas, y aun sin retribución o reciprocidad de otras naciones.

Si tal sistema fuese admisible en la hipótesis de la ciencia, por hoy fuera inaplicable a la República Argentina, que coloca por el art. 4 de su Constitución el producto de derechos de importación y exportación de las aduanas en el número de las fuentes de su Tesoro nacional. – Por su art. 64 da al Congreso el poder de legislar sobre las aduanas exteriores y establecer los derechos de importación y exportación que han de satisfacerse en ellas.

La aduana entra, pues, en el número de los males inevitables de la República Argentina, como figura en las rentas de los países más libres de la tierra. Es un legado doloroso de los errores de otros siglos.

Sin embargo, al legislador le incumbe reducirlo a sus menores dimensiones, dándole el carácter preciso que tiene por la Constitución, y poniéndolo en armonía, como interés fiscal, con los propósitos económicos, que la Constitución coloca primero y más alto que los intereses del fisco.»

El «dilema» de Adam Smith: ¿qué somos egoístas o altruistas? Responde Vernon Smith

Ahora con los alumnos de la UBA Económicas buscamos resolver el llamado “dilema de Adam Smith”, leyendo el artículo de Vernon Smith, “Las dos caras de Adam Smith”.

Primero define el derecho de propiedad:

“El derecho de propiedad es una garantía que permite que ciertos actos sean realizados por personas dentro de los marcos definidos por ese derecho. Nosotros automáticamente pensamos en el Estado como el garante contra represalias cuando los titulares del derecho lo ejercen. Pero los derechos de propiedad preceden a los estadosnaciones, porque el intercambio social al interior de tribus sin Estado, y el comercio entre estas tribus precede a la revolución agrícola ocurrida hace solo 10.000 años, un mero pestañeo en la escala de tiempo de la emergencia de los humanos. Tanto el intercambio social como el comercio reconocen implícitamente derechos mutuos para actuar que se traducen en lo que normalmente llamamos “derechos de propiedad”. ¿En qué sentido son estos derechos “naturales”? La respuesta, creo, se encuentra en la universalidad, espontaneidad y valor adaptativo evolucionario de la reciprocidad. La reciprocidad en nuestro actuar, que se observa en la conducta humana (y también prominentemente en la de nuestros parientes cercanos, los chimpancés), es el fundamento de nuestro rasgo distintivo como criaturas de intercambio social, intercambio que hemos extendido para incluir el comercio con personas sin parentesco y también con miembros de otras tribus mucho antes que adoptáramos la agricultura y la ganadería como formas de vida.”

Luego, si somos egoístas o altruistas:

“El enigma implícito en los dos grandes trabajos de Adam Smith es averiguar si pueden coexistir la cooperación y la no-cooperación (competencia clásica) y, en caso afirmativo, cómo y por qué. Hemos visto que incluso en nuestros parientes chimpancés, lo que claramente coexiste es la reciprocidad positiva y negativa. Pero estos comportamientos son complementarios: la reciprocidad positiva necesita a la negativa para impedir que los free riders invadan a las poblaciones de altruistas recíprocos que sí incurren en intercambio social recíproco. Pero esto no es de lo que Adam Smith estaba hablando. Él, hablaba de la yuxtaposición de la reciprocidad positiva con el egoísmo o conducta no cooperativa. ¿Por que coexisten? El comportamiento no cooperativo es la ausencia de reciprocidad positiva, que no es lo mismo que reciprocidad negativa, a la que se recurre como el costo necesario para castigar a quienes rechazan las ofertas de cooperación. La clave para entender esa coexistencia esta en distinguir entre los mercados de intercambio impersonal y el intercambio social personal, y entender que la eficiencia del primero se basa en el comportamiento no cooperativo, mientras que la eficiencia del segundo requiere reciprocidad.”

Mises en Acción Humana sobre los precios y la competencia

    • Con los alumnos de Ucema, Escuela Austriaca, vemos a Ludwig von Mises en “Acción Humana”, considerando el tema de los precios, su formación, la competencia en los mercados y las distorsiones de precios que pudieran existir ante la existencia de monopolios. Aquí algunos de sus comentarios:

“Suele hablarse de competencia imperfecta o monopolística cuando las mercancías ofrecidas por los diferentes productores y vendedores, si bien del mismo género, son dispares entre sí. Con arreglo a tal sistemática, la inmensa mayoría de los bienes de consumo caería en la categoría de bienes monopolizados. Lo único, sin embargo, que interesa, al abordar el problema de la determinación de los precios, es lo referente a si el vendedor se halla capacitado para explotar dicha disparidad y, mediante deliberada restricción de la oferta, incrementar sus ingresos netos. Sólo cuando ello es posible y efectivamente se practica surge el precio de monopolio diferenciable del competitivo. Tal vez el vendedor tenga una clientela tan adicta que prefiera comprar en su tienda antes que en las de la competencia, hasta el punto de no abandonarle aun cuando eleve el precio solicitado por encima del de los demás comerciantes.

Para dicho vendedor, el problema estriba en saber si el número de tales clientes llegará a ser lo suficientemente amplio como para compensar aquella reducción de ventas que la abstención de otros adquirentes inexorablemente habrá de provocar. Sólo en tal caso le resultará ventajoso sustituir el precio competitivo por el de monopolio. Gran confusión engendró torcida interpretación de eso que se denomina control de la oferta. Todo fabricante de cualquier bien participa en el control de la oferta de cuantas mercancías se ofrecen en venta. Si el interesado hubiera producido una cantidad mayor de a, habría incrementado la oferta, provocando una tendencia a la baja del precio correspondiente.

Ahora bien, la cuestión estriba en saber por qué el actor no produjo a en mayor cantidad. ¿Procuró acaso, de esta suerte, acomodar su actuación del mejor modo a los deseos de los consumidores, dejando restringida la producción de a exclusivamente a la cuantía p? O, por el contrario, ¿prefirió violentar los mandatos de los consumidores en provecho propio? No produjo más a, en el primer caso, por cuanto el fabricar a en cuantía superior a p habría supuesto detraer escasos factores de producción de otras inversiones que permitían atender necesidades más urgentemente sentidas por los consumidores; no produjo p -+- r, sino sólo p, pues dicho incremento habría reducido o incluso anulado sus ganancias, mientras todavía había otras muchas provechosas aplicaciones en que invertir el capital disponible. En el segundo supuesto, dejó de producir r porque le resultaba más ventajoso no emplear una parte de las existencias de cierto factor específico de producción, m, que monopolizaba.

Si el interesado no gozara de ese monopolio sobre m, habríale resultado imposible derivar ventaja alguna de restringir la producción de a. Sus competidores, ampliando la suya, habrían llenado el vacío, de tal suerte que no hubiera podido aquél exigir precios incrementados. Al analizar supuestos precios de monopolio resulta ineludible buscar cuál sea ese factor m monopolizado. Si no existe, resulta imposible el precio de monopolio. Condición sine qua non para la aparición de los precios de monopolio es que haya cierto bien monopolizado. Si no se detrae del mercado cantidad alguna de dicho bien m, jamás puede el empresario proceder a la sustitución de los precios competitivos por los de monopolio.

El beneficio empresarial no guarda relación alguna con los monopolios. Si al empresario le resulta posible vender a precios de monopolio, su privilegiada situación deriva de que monopoliza el factor m. La específica ganancia monopolística brota de la propiedad de m, no de las actividades típicamente empresariales del interesado. Supongamos que una avería deja a cierta localidad durante varios días sin suministro eléctrico, constriñendo a los vecinos a alumbrarse con velas. El precio de éstas se incrementa hasta $; al precio s la totalidad de las existencias se vende. Los comerciantes en velas cosechan mayores beneficios a base de vender la totalidad de su stock al precio s. Ahora bien, cabe que dichos comerciantes se confabulen y detraigan del mercado una parte de sus existencias, vendiendo el resto a un precio s + t. Mientras s es precio competitivo, s -j- / es precio de monopolio. Sólo esa diferencia entre lo ganado por los comerciantes al vender al precio s + / y lo que hubieran ingresado vendiendo a s constituye el específico beneficio monopolista. Indiferente es la fórmula que efectivamente los interesados apliquen para restringir las existencias puestas a la venta. La destrucción física de parte de las mismas constituye típica sistemática adoptada por los monopolistas. A ella, no hace mucho, recurría el gobierno brasileño quemando grandes cantidades de café. Ahora bien, el mismo efecto cabe conseguir dejando de utilizar una parte de las existencias.”

Primera reunión del club Read to Lead: de Ayn Rand, Filosofia, ¿quién la necesita?

Eduardo Marty organizó, con la Fundación para la Responsabilidad Individual que dirige, la primera jornada del importante club Read to Lead, donde un grupo se reúne luego de haber leído un texto para discutirlo y conversar.

La reunión, en el Jockey Club, fue muy interesante y en su primera sesión discutimos el texto de Ayn Rand, Filosofía: ¿quién la necesita? De allí unos párrafos:

«Si usted no siente nada excepto aburrimiento al leer
las teorías virtualmente ininteligibles de algunos filósofos, tiene mi simpatía más profunda. Pero si las rechaza,
diciendo: “¿por qué debería estudiar esas cosas si sé que
son disparates?”, está equivocado. Son disparates, pero
usted no lo sabe, no mientras acepte las conclusiones
de esos filósofos, mientras adopte las perniciosas frases
engañosas generadas por ellos. Y no lo sabrá mientras
sea incapaz de refutarlos.
Esos disparates se ocupan de lo más crucial, de cuestiones tales como la vida y la muerte, que son esenciales
para la existencia del hombre. En la raíz de cada teoría
filosófica importante hay un tema legítimo, en el sentido
de que hay una necesidad auténtica de la conciencia del
hombre, que algunas teorías luchan por aclarar y otras se
empeñan en confundir y corromper, para impedir que el
hombre alcance la verdad. La batalla de los filósofos es
una batalla por la mente del hombre. Si usted no comprende sus teorías, es vulnerable a lo peor de ellas.
La mejor manera de estudiar filosofía es acercarse a
ella como uno se acerca a una novela policial: siguiendo
cada pista y cada implicancia, para descubrir quién es
un asesino y quién es un héroe. El criterio de detección
se encuentra en dos preguntas: ¿por qué? y ¿cómo? Si
una tesis le parece verdadera, ¿por qué? Si otra tesis le
parece falsa, ¿por qué? Y ¿cómo puede comprobarlo?
Aunque no encontrará inmediatamente todas las respuestas, adquirirá un atributo inestimable: la habilidad
de pensar en términos de cosas esenciales.»

Joseph Schumpeter, un austriaco que no era de la EA, pero con contribuciones a ella

Con los alumnos de la materia Escuela Austriaca, UCEMA, vemos a un autor conocido pero que no se consideraba miembro de esa escuela. Se trata de Joseph Schumpeter. No obstante, sus contribuciones respecto a la función empresarial se ubican fácilmente en el marco de análisis austriaco y no en el neoclásico. No es lo único, también en Capitalismo, Socialismo y Democracia comparte con Mises y Hayek la crítica a la planificación e incluso adelanta algunos de los temas que desarrollarán luego autores del Public Choice. Leemos un texto publicado por el Fraser Institute de Canadá titulado «The Essential Schumpeter», que dice:  

«Durante sus estudios universitarios (en la Universidad de Viena), Schumpeter fue muy influenciado por diversos profesores –incluyendo a Friedrich von Wieser y Eugen von Böhm-Bawerk-, ambos estudiantes con Carl Menger, miembro fundador de la Escuela Austriaca. Ludwig von Mises, uno de los economistas más aclamados en la Escuela Austriaca, era compañero de estudios de Schumpeter en la Universidad de Viena. A diferencia de Mises y muchos contemporáneos en esa universidad, Schumpeter no se consideraba miembro de la Escuela Austriaca de Economía, y se describía como un conservador más que como un ‘austriaco’, en cuanto a la política económica.” 

“Si bien Schumpeter deseaba permanecer en Viena, sus mentores Böhm-Bawerk y von Wieser solo pudieron conseguirle una posición temporaria en la relativamente nueva Universidad de Czernowitz. Mientras estaba allí escribió lo que entonces se consideró un libro que era un descubrimiento sobre el progreso económico, titulado simplemente Teoría del Desarrollo Económico. Por primera vez, Schumpeter introdujo el papel central del emprendedor para explicar el progreso económico. El libro catapultó a Schumpeter a la fama muy rápido.” 

“El renombrado economista de Chicago Jacob Viner alabó el texto de Schumpeter, Historia del Análisis Económico, diciendo…. “por mucho margen es la contribución más constructiva, más original y más erudita y la contribución más brillante sobre la historia de las fases analíticas de nuestra disciplina que jamás se haya hecho. Sin embargo, fue el libro Capitalismo, Socialismo y Democracia, publicado en 1942 el que fuera su trabajo más popular y exitoso. El libro incluye muchos aportes de trabajos previos de Schumpeter pero es el más sucinto, y tal vez el más penetrante, análisis sobre la naturaleza del capitalismo. Schumpeter describe los mecanismos –emprendedores, innovación y reasignación del capital- que impulsan la “incesante” recreación del capitalismo. Es este núcleo dinámico del capitalismo que llevó a Schumpeter s utilizar la frase que mejor captura la singularidad del capitalismo empresarial: “destrucción creativa».  

Alberdi sobre la distribución de ingresos, la legislación laboral y los salarios

Con los alumnos de la UBA Derecho vemos a Alberdi en Sistema Económico y Rentístico sobre la distribución de los ingresos, la libertad de trabajo y los salarios.

De la libertad en sus relaciones con los salarios.

La libertad o derecho al trabajo, concedido a todos los habitantes de la Confederación por los artículos 14 y 20 de la Constitución, envuelve esencialmente el derecho a los provechos del trabajo. Todos tienen opción a los beneficios del trabajo, bajo las reglas de una entera libertad sobre su tasa entre el que ofrece el trabajo y el que lo busca.

El salario es libre por la Constitución como precio del trabajo, su tasa depende de las leyes normales del mercado, y se regla por la voluntad libre de los contratantes. No hay salario legal u obligatorio a los ojos de la Constitución, fuera de aquel que tiene por ley la estipulación expresa de las partes, o la decisión del juez fundada en el precio corriente del trabajo, cuando ocurre controversia.

Cuando la Constitución proclama la libertad o derecho al trabajo, no da por eso a todo trabajador la seguridad de hallar trabajo siempre. El derecho de ganar no es el poder material de hacer ganancias. La ley puede dar y da el derecho de ganar el pan por el trabajo; pero no puede obligar a comprar ese trabajo al que no lo necesita, porque eso sería contrario al principio de libertad que protege al que rechaza lo que no quiere ni necesita.

La Constitución, por sí, nada crea ni da: ella declara del hombre lo que es del hombre por la obra de Dios, su primitivo legislador. Dios, que ha formado a todos los hombres iguales en derecho, ha dado a los unos capacidad y a los otros inepcia, creando de este modo la desigualdad de las fortunas, que son el producto de la capacidad, no del derecho. La Constitución no debía alterar la obra de Dios. sino expresarla y confirmarla. Ni estaba a su alcance igualar las fortunas, ni su mira era otra que declarar la igualdad de derechos.

Garantizar trabajo a cada obrero sería tan impracticable como asegurar a todo vendedor un comprador, a todo abogado un cliente, a todo médico un enfermo, a todo cómico, aunque fuese detestable, un auditorio. La ley no podría tener ese poder, sino a expensas de la libertad y de la pro-piedad, porque sería preciso que para dar a los unos lo quitase a los otros; y semejante ley no podría existir bajo el sistema de una Constitución que consagra en favor de todos los habitantes los principios de libertad y de propiedad, como bases esenciales de la legislación.

  • II

De la igualdad en sus aplicaciones a los salarios

El principio de igualdad, tal como ha sido consagrado por los artículos 15 y 16 de laConstitución, tiene consecuencias infinitas en la buena distribución de los beneficios del trabajo.

La Constitución ha enriquecido los provechos del trabajo libre, aboliendo el trabajo esclavo y servil, que le hacía concurrencia desastrosa. En la Confederación Argentina no hay esclavos. Todo contrato de compra y venta de personas es un crimen infamante, dice el art. 15.

Desconociendo las prerrogativas de sangre y de nacimiento, los fueros personales y los títulos de nobleza, haciendo a todos los habitantes de la Confederación iguales ante la ley, y fijando el principio de igualdad como base del impuesto y de las cargas públicas, el art. 16 de la Constitución ha concluido con las antiguas divisiones de los hombres, respecto al trabajo y sus beneficios, en privilegiados y plebeyos, trabajadores y ociosos, extranjeros y nacionales, tributarios y no tributarios, clientes y señores feudales, bajo cualquiera denominación. Todos son admitidos por la ley a tomar igual asiento en el banquete de los beneficios del trabajo.

Con la abolición de los privilegios de todo género, dejan de ser constitucionales las leyes que establecen gremios cuerpos y matrículas de trabajadores. Tales instituciones son tradición de las corporaciones industriales de la edad media en Europa, que pudieron ser útiles en aquel tiempo, pero que hoy constituyen privilegios ofensivos de la igualdad, designada como base de la distribución de los beneficios del trabajo, declarado libre para todos los habitantes del país. Las inmigraciones extranjeras no podrán dirigirse en busca de trabajo y de salarios a países donde sea preciso incorpo-rarse en gremios, matricularse en corporaciones, someterse a cierta disciplina, para poder trabajar y ganar el pan.

Carl Menger analiza el origen del dinero y Radford cuenta su experiencia en un campo de prisioneros de guerra

Pura coincidencia, pero con los alumnos de Económics, UBA, y los alumnos de Derecho, Instituciones y Economía de ESEADE, estamos viendo el origen de las instituciones, y en particular de una muy importante, el dinero. Para eso leemos dos artículos, primero un artículo de Carl Menger titulado “El origen del dinero”. Allí dice:

“ En el comercio primitivo el hombre económico toma conciencia, aunque en forma muy gradual, de las ventajas económicas que se obtendrían si se explotaran las oportunidades de cambio existentes. Los objetivos de este hombre están dirigidos, primera y principalmente, de acuerdo con la simplicidad de toda cultura primitiva, a lo que está al alcance de la mano. Y sólo en esa proporción entra en el juego de sus negocios el valor de uso de las mercancías que busca adquirir. En tales condiciones, cada hombre intenta conseguir por medio del intercambio sólo aquellos productos que directamente necesita y rechaza los que no necesita o ya posee de manera suficiente. Es evidente que en esas circunstancias la cantidad de acuerdos comerciales realmente concretados se halla dentro de limites muy estrechos, Consideremos con qué poca frecuencia nos encontramos con una mercancía que es propiedad de cierta persona y que tiene menos valor en uso que otra mercancía propiedad de otra persona, dándose para esta última la situación inversa. ¡Mucho más extraño aun es el caso en el cual estos dos individuos se encuentran! Pensemos, en realidad, en las peculiares dificultades que obstaculizan el trueque inmediato de productos en esos casos, en los que la oferta y la demanda cuantitativamente no coinciden: en los cuales, por ejemplo, una mercancía indivisible debe ser intercambiada por una variedad de productos que son posesión de diferentes personas o por mercancías tales que sólo se las demanda en determinadas oportunidades y que únicamente pueden ser suministradas por ciertas personas. Incluso en el caso relativamente simple y a menudo recurrente en el que una unidad económica A requiere una mercancía que posee B y B necesita una que posee C mientras que C quiere una que es propiedad de A, aun aquí, conforme a una regla de simple trueque, el intercambio de los bienes en cuestión, como regla general y por necesidad, no se realizaría.

Estas dificultades se habrían convertido en obstáculos insuperables para el progreso del comercio, y al mismo tiempo para la producción de bienes que no requirieran una venta regular, si no se hubiese hallado una solución en la naturaleza misma de las cosas, es decir, los diferentes grados de liquidez (Absatzfähigkeit) de los productos. La diferencia que existe en este sentido entre los artículos de comercio tiene enorme importancia para la teoría del dinero y del mercado en general. Y el no haber tomado en cuenta adecuadamente este hecho para explicar los fenómenos del comercio no sólo constituye una brecha lamentable en nuestra ciencia sino también una de las causas esenciales del estado de retraso de la teoría monetaria. La teoría del dinero necesariamente presupone la existencia de una teoría de liquidez de los bienes. Si logramos aprehender esto podremos entender cómo la suprema liquidez del dinero es sólo un caso especial -que únicamente presenta una diferencia de matiz- de un fenómeno genérico de la vida económica, es decir, la diferencia en la liquidez de las mercancías en general.”

 

Al mismo tiempo, leemos  LA ORGANIZACIÓN ECONÓMICA DE UN CAMPO DE CONCENTRACIÓN; R.A. RADFORD (Economica, Nov. 1945):

La moneda-cigarrillo

“Aunque los cigarrillos presentan ciertas peculiaridades en su función de moneda, cumplían todas las funciones de una moneda metálica como unidades de cuenta, como medidas de valor y como depósito de valor, y presentaban la mayoría de sus características. Eran homogéneos, razonablemente duraderos, y del tamaño adecuado para las pequeñas transacciones, y en paquetes, también para las más grandes. Por cierto, que también podían ser «aligerados» retorciéndolos entre los dedos, de forma que caían hebras de tabaco.

Los cigarrillos se vieron también sujetos a la Ley de Gresham. Algunas marcas eran más populares que otras entre los fumadores, pero a efectos de su función como moneda, un cigarrillo era un cigarrillo. En consecuencia, los compradores usaban las peores calidades y la tienda raramente se vio en posesión de las marcas más populares: cigarrillos como los Churchman N° 1 se usaban muy poco en el comercio. Una vez, empezaron a circular cigarrillos hechos a mano con tabaco de pipa. El tabaco de pipa era distribuido por la Cruz Roja a una tasa de 25 cigarrillos la onza y esta era la tasa generalmente utilizada en los intercambios, pero con una onza se podían conseguir 30 cigarrillos de confección casera. Naturalmente la gente que poseía cigarrillos hechos a máquina, los rompía y volvía a liar el tabaco, de forma que los verdaderos cigarrillos desaparecieron prácticamente del mercado. Los cigarrillos hechos a mano no eran homogéneos y los precios no podían expresarse ya en ellos con seguridad: todo el mundo examinaba cada cigarrillo antes de aceptarlo y rechazaba los delgados o exigía uno extra como compensación. Durante algún tiempo sufrimos todas las consecuencias de una moneda depreciada.

Los cigarrillos hechos a máquina fueron siempre universalmente aceptados, tanto por lo que podían comprar como por sí mismos. Era precisamente su valor intrínseco lo que daba lugar a su principal inconveniente como moneda, una desventaja Que se da también, aunque en mucha menor escala, en el caso de la moneda metálica, es decir, el hecho de la existencia de una fuerte demanda con fines no-monetarios. En consecuencia, nuestra economía se veía sometida repetidamente a deflaciones y períodos de escasez de dinero. Mientras las entregas de la Cruz Roja de 50 ó 25 cigarrillos por individuo y semana se producían con regularidad y mientras existían stocks adecuados, la moneda-cigarrillo servía admirablemente a nuestros propósitos.

Pero cuando las entregas se interrumpían, los stocks desaparecían rápidamente, los precios caían, el comercio declinaba en volumen y se convertía cada vez más en trueque. Estas tendencias deflacionistas eran periódicamente compensadas por la repentina inyección de moneda nueva. Los paquetes privados de cigarrillos llegaban a cuentagotas a lo largo del año, pero la mayor parte llegaba cada trimestre cuando la Cruz Roja recibía su asignación de servicios de transporte. Varios cientos de miles de cigarrillos podían llegar en el espacio de una quincena. Los precios se disparaban, hasta que empezaban a bajar, primero despacio pero con creciente rapidez a medida que los stocks se agotaban, hasta que llegaba la siguiente distribución importante. La mayor parte de nuestros problemas económicos se podían atribuir a esta fundamental inestabilidad.”

 

¿Ideas o intereses? Un tema planteado antes por Keynes y Hayek en un paper de la Harvard Kennedy School

¿Ideas o intereses? Un gran tema que hoy muestra creciente consideración. Elliott Ash, de ETH Zurich; Sharun W. Mukand, de University of Warwick y Dani Rodrik, de Harvard Kennedy School, publican un artículo con la referencia al tema que ya trataran tanto Keynes como Hayek. De hecho, no han sido ellos los únicos en ocuparse el tema del impacto de las ideas y los intereses, también Mises o Milton Friedman.

Publican un trabajo titulado: “Economic Interests, Worldviews, and Identities: Theory and Evidence on Ideational Politics”, Faculty Research Working Paper Series: https://www.hks.harvard.edu/research-insights/publications?f%5B0%5D=publication_types%3A121

Así presentan el tema:

“Distinguimos entre apelaciones a los votantes basadas en ideas y basadas en intereses en el lado de la oferta de la política, e integramos la perspectiva de Keynes-Hayek sobre la importancia de las ideas con el enfoque de Stigler-Becker que enfatiza los intereses creados. En nuestro modelo, los emprendedores políticos descubren «memes» de identidad y cosmovisión (narrativas, señales, marcos) que cambian las creencias sobre las identidades de los votantes o sus puntos de vista sobre cómo funciona el mundo. Identificamos una complementariedad entre la política de cosmovisión y la política de identidad e ilustramos cómo pueden reforzarse entre sí. Además, mostramos cómo los choques económicos adversos pueden resultar en una mayor incidencia de la política ideacional. Usamos estos resultados para analizar datos sobre 60 000 anuncios políticos televisados ​​en localidades de EE. UU. durante los años 2000 a 2018. Nuestro trabajo empírico cuantifica la política ideacional y proporciona respaldo para las implicaciones clave del modelo, incluido el impacto de una mayor desigualdad en la política de identidad y visión del mundo.”

Gottfried Haberler, un austriaco menos conocido pero con importantes contribuciones

Con los alumnos de la materia Escuela Austriaca, en UCEMA, vamos a un austriaco menos conocido, aunque no fuera asi el caso en Estados Unidos, donde fue profesor de Harvard: Gottfried Haberler. Aquí Richard relata brevemente su trayectoria:

Haberler estudió en la Universidad de Viena con tres de las principales
figuras de la escuela de economía austriaca en los años
inmediatamente posteriores a la Primera Guerra Mundial: Friedrich von
Wieser, Ludwig von Mises y Hans Mayer. En la universidad, sus amigos
más cercanos eran otros tres estudiantes que, como él, iban a ser
reconocidos internacionalmente. Economistas en las próximas
décadas: Hayek, Morgenstern y Fritz Machlup. Después de que
Haberler obtuviera sus títulos en ciencias políticas (1923) y derecho
(1925), Mises ayudó a organizar que recibiera una subvención del
Spelman Fund (más tarde de la Fundación Rockefeller) que le permitió
tener dos años de estudios adicionales en los Estados Unidos y Gran
Bretaña.
Después de regresar a Austria, Haberler se convirtió en un Privatdozent
(profesor no asalariado) en la Universidad de Viena, impartiendo un
seminario conjunto con Hayek y Morgenstern. Mises le consiguió un
puesto remunerado en la biblioteca de la Cámara de Comercio de
Austria, donde Mises trabajaba como analista económico senior.
Haberler fue profesor invitado de economía y estadística en la
Universidad de Harvard en 1931-1932. En 1934, aceptó el
nombramiento de dos años con la Liga de Naciones en Ginebra, Suiza,
que condujo a la publicación de Prosperity and Depression. En el otoño
de 1936, Haberler comenzó una cátedra de economía en la Universidad
de Harvard que duró hasta su jubilación en 1971. También se
desempeñó como consultor económico en la Junta de Gobernadores
del Sistema de la Reserva Federal de 1943 a 1947. Desde 1971 hasta
poco antes su fallecimiento el 6 de mayo de 1995, a la edad de 94 años.

 

Número del Journal of Institutional Economics dedicado a Oliver Williamson

 

Muy buen número del Journal of Institutional Economics, dedicado a Oliver Williamson:

Journal of Institutional Economics , Volume 18 , Issue 2 , April 2022 , pp. 175 – 180

DOI: https://doi.org/10.1017/S1744137421000813

Así lo introduce Richard Langlois, editor de este número,

“Oliver E. Williamson, quien murió el 21 de mayo de 2020 a la edad de 87 años, fue uno de los científicos sociales más influyentes de los tiempos modernos. En 2009, fue co-receptor del Premio Nobel de Economía. A mediados de octubre de 2021, había sido citado 317 838 veces, según Google Scholar. Su influencia medida supera incluso a la de sus compañeros premios Nobel Elinor Ostrom (230 667), Douglass C. North (187 577) y Ronald H. Coase (123 686). Este número especial del Journal of Institutional Economics reúne a una lista distinguida de académicos para recordar a Williamson, dilucidar algunas de sus ideas e influencias clave y extender el alcance de sus ideas a nuevos escenarios.”

Éste es el contenido:

Introduction to the Oliver E. Williamson memorial issue, Richard N. Langlois

Commemorating Oliver Williamson, a founding father of transaction cost economics, Esther-Mirjam Sent, Annelie L. J. Kroese

Oliver Williamson: a Hero’s journey on the merits; Joseph T. Mahoney, Jackson Nickerson

Oliver Williamson and the strategic theory of the firm; Nicholas Argyres, Todd Zenger

The labor-managed firm, Oliver Williamson, and me; Gregory K. Dow

Atmosphere, private ordering, and industrial pluralism: Williamson’s evolving science of organization; Virgile Chassagnon

Integrating variable risk preferences, trust, and transaction cost economics – 25 years on: reflections in memory of Oliver Williamson; John F. McMackin, Todd H. Chiles, Long W. Lam

Deals that start when you sign them; Robert Gibbons

Adaptation, adjudication, and private ordering: Contractual Relations through the Williamson Lens; Scott E. Masten

Hybrids: where are we?; Claude Ménard

From hierarchies to markets and partially back again in electricity: responding to decarbonization and security of supply goals; Paul L. Joskow