El diario La Nación trae este domingo un importante artículo titulado “Empapelados: una apuesta electoral de $100.000 millones” donde principalmente comenta la jugada del gobierno para expandir la demanda en vísperas de las elecciones, y así obtener el resultado favorable del “voto oficialista porque estoy consumiendo mucho”: http://www.lanacion.com.ar/1807580-empapelados-una-apuesta-electoral-de-100000-millones
El tema es desarrollado en el libro en el marco de lo que se llama “ciclo político presupuestario”:
“El ciclo político presupuestario se refiere a la manipulación de los instrumentos de política económica a la vista de las próximas elecciones. Este fenómeno ha sido estudiado durante un largo tiempo (Kalecki 1943; Nordhaus 1975; Hibbs 1977), habiendo dado origen a dos versiones: según la primera, los políticos generan un ciclo político de crecimiento del gasto público antes de las elecciones, para generar un auge del consumo y mejorar sus posibilidades de ser reelegidos; según la segunda, el ciclo se produce porque distintos partidos políticos tienen diferentes preferencias de gasto y la alteración en el poder da lugar a que durante un periodo crezca un cierto tipo de gastos y durante otro uno diferente. Frey y Schneider (1978a, 1978b) combinan ambas, señalando que el partido en el poder aumenta el gasto previamente a la elección y lo hace, obviamente, con aquel gasto que prefiere. Lo mismo el partido alternante.
Solía pensarse que esto ocurría sobre todo en los países con democracias inestables, poco consolidadas, e incluso más bien débiles. Alt y Lassen (2005) muestran que ocurre en todas partes, sobre todo donde no se ve. Los trabajos más recientes sobre la materia tendían a descartar que estas manipulaciones fiscales ocurrieran en los principales países industriales, ya que en ellos los votantes podían controlar y evaluar mejor el proceso de políticas fiscales. Sin embargo, los autores han señalado que la existencia de estos ciclos depende mucho de la transparencia de las instituciones presupuestarias y también de la polarización de los partidos políticos.
La transparencia fiscal permite a los votantes observar o inferir las causas y consecuencias de la política fiscal gubernamental, ya sea directamente o a través de los medios. La capacidad de separar aquellas políticas oportunistas de otras con otras motivaciones depende de la naturaleza del proceso de decisiones electorales y de la información que tengan disponible.
Según varios economistas que han estudiado este fenómeno, los políticos buscan su relección, ya sea para obtener rentas propias o para implementar sus políticas preferidas. Los votantes no pueden observar fácilmente la capacidad del gobernante o el nivel de endeudamiento, por lo que los políticos van a tender a endeudarse y tener déficits para aparecer más competentes ante los votantes.
Si los votantes pudieran separar esto, podrían darse cuenta y señalar su opinión en el momento de votar. Los autores elaboraron un indicador de transparencia y de control fiscal, basado en cuatro categorías: procedimientos más transparentes, un lenguaje claro y no arbitrario, mayor número de justificaciones respecto de cada gasto, algún control independiente en relación con todo lo expresado antes.
Con base a ese índice de transparencia, los autores investigaron si los ciclos políticos presupuestarios difieren entre países con alta o baja transparencia. Sus resultados muestran que el déficit fiscal en los primeros es, en promedio, del 3.01% del PIB en un año no electoral, comparado con un 3.05% en uno de elecciones. En los países con poca transparencia fiscal serían menores, pero con un ciclo político más definido: 2.62% del PIB sin elecciones y 3.32% con ellas.
Según los autores, las cosas no cambian mucho en los países con mucha transparencia fiscal, porque los votantes se dan cuenta de la conducta oportunista de los gobernantes y tienden a sancionarla en las urnas.
Abrams y Butkiewicz (2011) analizaron las grabaciones de las conversaciones entre el presidente norteamericano Richard Nixon y funcionarios como el Secretario del Tesoro (Conally) o el presidente de la Reserva Federal. Estos muestran con claridad la motivación existente detrás de lo que aquí se ha llamado “ciclo político presupuestario”. Según los autores, Nixon sabía muy bien las consecuencias inflacionarias de una política monetaria expansiva, no obstante lo cual utilizó todo tipo de maniobras para presionar al presidente de la Reserva Federal a bajar las tasas de interés, amenazándolo con no renovar su mandato o buscando un nuevo miembro para el directorio de la institución monetaria que fuera partidario de la expansión, con la mira puesta en las siguientes elecciones de 1972 .