Los servicios que brindaban incluían: médico, remedios, abonos a hospitales, ortopedia, óptica, primeros auxilios, baños medicinales, asistencia en partos, dentistas (extracciones solamente), inspectores de enfermos, servicio fúnebre y, al margen de la protección de la salud, 57 de ellas sostenían escuelas. Algunas sociedades existentes como las Sociedades Africanas, dedicadas originalmente al baile, se convirtieron en mutuales.
Las colectividades también organizaron y construyeron sus hospitales, con el objetivo de atender a sus comunidades tales como el Español, Italiano, Francés, Alemán, Británico, Israelita, muchos de ellos existentes todavía y originalmente financiados por aportes voluntarios.
Era tan importante la evolución de las mutuales que existían órganos periodísticos especializados como el Eco delle Societá Italiane; el Boletín mensual de la Asociación Española de Socorros Mutuos.; el Boletín Oficial del Centro Gallego; el boletín de la Fédération des Sociétés Francaises de Secours Mutuels y el de la Asociación Obrera de Socorros Mutuos de Buenos Aires. En mayo de 1916 se creaba la revista mensual Mutualidad.
Esas asociaciones mutuales ofrecían servicios y brindaban posibilidades que hoy mismo no tienen los afiliados compulsivamente al sistema de seguros sociales. Por ejemplo, un informe del Departamento Nacional del Trabajo (31 de diciembre de 1907, N° 3, p. 321) describe los servicios que ofrece una sociedad de socorros mutuos formada en 1905 entre los obreros de una curtiduría y sus patrones:
“1. Todo obrero justificando su inasistencia por enfermedad se le pasará, después del cuarto día, un diario de un peso moneda nacional, siendo exceptuada toda enfermedad inmoral y crónica o motivada por pelea, salvo accidente de trabajo”.
“2. El doctor […] es el médico oficial de la sociedad; los pacientes pueden hacerse asistir por otro médico de su agrado siempre que no haya diferencia en el precio de las consultas; en caso que las hubiera, abonará el paciente la diferencia.”
“3. Todo enfermo tiene derecho a percibirla cuota diaria hasta los tres meses; pasando este término se declarará crónico y la comisión resolverá a lo que haya lugar.”
“4. El sobrante que resulte en los balances semestrales se destina para seguros, pensiones o para lo que crea más conveniente la comisión; habiendo fondos se procurará en primera línea aumentar la cuota del socorro diario a los que no hagan uso del médico y botica.”
Es decir que no sólo tenían el derecho de afiliarse o desafiliarse voluntariamente a ésta u otra sociedad de socorros mutuos, sino que tenían además el derecho de visitar a cualquier médico, y en el caso de que fuera más caro abonaban la diferencia. Muy lejos están los argentinos hoy de poder ejercer semejantes derechos.
Lamentablemente este espíritu de solidaridad no pudo sobrevivir al embate de la monopolización. Luego de haber obtenido por medio de una ley el poder monopólico de representación en las negociaciones colectivas, los sindicatos impusieron en la década del 40 los aportes obligatorios a sus propias mutuales, llamadas “obras sociales”. Las instituciones voluntarias de ayuda mutua no pudieron ahora competir ya que su apoyo requería de un doble aporte y, por lo tanto, se fueron debilitando lentamente. La solidaridad voluntaria fue reemplazada por el aporte compulsivo, y poco a poco se fue resquebrajando el compromiso moral de ayuda mutua.
El monopolio en manos de los sindicalistas generó lo que todo monopolio: servicios de baja calidad y constante corrupción.
La esencia de una organización de ayuda mutua es compartir riesgos entre quienes la componen: los aportes de todos los miembros se canalizan a cubrir las necesidades que puedan tener algunos en determinado momento. Es la misma lógica de los seguros, por lo que una versión moderna de esta figura serían los seguros de salud existentes, si es que los trabajadores tuvieran la libertad para elegir el destino de sus contribuciones.