Ronald Coase es un caso especial: ganó el premio Nobel en Economía con solo haber publicado algunos artículos en revistas académicas; ningún tratado general ni libro sobre una temática específica. Pero, claro, muchos de los artículos que escribiera cambiaron el rumbo de la ciencia económica, abrieron nuevos campos de estudio y se encuentran entre los más citados en la historia de esta disciplina: https://ideas.repec.org/e/pco40.html
Uno de ellos es bien interesante. Se llama: “EL mercado de los bienes y el mercado de las ideas”. Allí, Coase plantea una aparente paradoja: ¿por qué se piensa que es adecuada la regulación estatal del mercado de los bienes y no la del mercado de las ideas? En sus palabras:
“¿Cuál es la visión general que estaré examinando? La que dice que en el mercado de bienes, la regulación gubernamental es deseable mientras que en el mercado de las ideas la regulación gubernamental es indeseable y debería estar estrictamente limitada”.
Se supone que la regulación en el mercado de los bienes es necesaria porque los consumidores no tienen capacidad para realizar las elecciones apropiadas: los productores, sin regulación, no actuarían en el interés público, pero sí lo harían si se trata de los medios periodísticos. La publicidad, por otro lado, es usualmente es considerada parte del mercado de los bienes y no está protegida por la Primer Enmienda, celosa defensora de la libertad de expresión en los Estados Unidos, cuando las mismas opiniones que allí se expresan lo estarían si aparecieran en un libro o diario.
Cita a Aaron Director señalando: “El libre mercado, como un método deseable para organizar la vida intelectual de una comunidad fue demandado como deseable antes de que se lo propusiera para organizar la vida económica. Se reconocieron las ventajas del libre intercambio de ideas antes de que se lo hiciera en los intercambios voluntarios de bienes y servicios en mercados competitivos”.
Para Coase no es de extrañar que los intelectuales y la prensa promuevan la libertad de expresión en su propio ámbito, pero que no hagan lo mismo con el resto.
“Consideremos el caso de la ignorancia de los consumidores que usualmente se menciona como justificación para la intervención gubernamental. Resulta difícil creer que el público general está en mejor posición de evaluar visiones alternativas de políticas económicas y sociales que de elegir entre distintos tipos de comida. Sin embargo, se propone regulación en un caso y no en el otro. O consideren la cuestión de prevenir el fraude, para el cual normalmente se propone una intervención gubernamental. Sería difícil negar que artículos en los diarios y discursos de políticos contienen un número mayor de afirmaciones falsas o engañosas; en verdad, a veces no consisten de otra cosa. Se considera muy deseable el control gubernamental de propagandas falsas o engañosas. Sin embargo, una propuesta para establecer una Comisión Federal de Prensa o una Comisión Federal Política sería inmediatamente rechazada.”
Algo similar parece suceder en el campo de la educación, donde el ‘control de los contenidos’ es muy fuerte.
En definitiva, dice Coase, “tenemos que decidir si el gobierno es tan incompetente como usualmente se asume en el mercado de las ideas, en cuyo caso deberíamos reducir su intervención en el mercado de bienes; o si es tan eficiente como se lo asume en el mercado de bienes, en cuyo caso querríamos aumentar la regulación el mercado de las ideas”.
¿Y? ¿Nuestros alumnos de Derecho, por cuál se inclinan?