La obligación de enviar hijos a la escuela más cercana quita a la familia la posibilidad de elegir

Muchos sistemas educativos obligan a las familias a enviar a sus hijos a escuelas vinculadas con su domicilio. Ir a una escuela cerca es, sin duda, un beneficio, pero si la escuela es mala se vuelve un castigo. Siendo que tener la escuela cerca es algo valorado, no sería necesario imponerlo obligatoriamente ya que sería lo que los padres tenderían a elegir, y si no lo hacen es que buscarán algo mejor o más conveniente para la familia.

Eso sucede también Estados Unidos, un país con larga tradición en libertades. Lo analiza Colleen Hroncich, policy analyst en el Center for Educational Freedom del Cato Institute en Washington, DC. “The Status of School Choice: Looking Back at Gains in 2024”: https://www.cato.org/commentary/status-school-choice-looking-back-gains-2024

“Es difícil reflexionar sobre nuestro sistema educativo durante mucho tiempo y pensar que tiene sentido. Esto es especialmente cierto en lo que respecta a nuestra falta de opciones en materia de educación pública. Piénselo: no estamos asignados ni restringidos a tiendas de comestibles, hospitales, concesionarios de automóviles o iglesias específicas en función del lugar donde vivimos. Incluso cuando hay dinero de los impuestos involucrado, como con los cupones de alimentos o Medicaid, las personas pueden elegir entre una variedad de proveedores privados.

Los padres de niños menores de cinco años eligen dónde, incluso si, enviar a sus hijos al preescolar. Del mismo modo, los adultos jóvenes eligen si recibir educación postsecundaria y dónde. Incluso cuando hay vales o subvenciones estatales involucrados, a nadie se le asigna un preescolar o una universidad en función del lugar donde vive.

Pero cuando se trata de educar a niños en el rango de edad de 5 a 17 años (más o menos según el estado), es una historia completamente diferente. El gobierno asigna a los niños de este grupo de edad a una escuela en función de su dirección de casa. Por supuesto, es fácil entender por qué el sistema se estableció de esa manera en el siglo XIX, cuando el transporte y las comunicaciones eran difíciles. Si tuviera algún sentido en 2024, ¿no veríamos a la gente clamando por asignar a las personas a proveedores de otros sectores en función de dónde viven?”

Sin precios en la salud se toman malas decisiones: no estamos realmente tomando ‘decisiones’

Cuando no hay precios en las decisiones que tomamos relacionadas con la salud, no estamos asignando nuestros recursos a lo que estimemos que son nuestras prioridades. Comenta el último premio Nobel en Economía, Angus Deaton, en su libro The Great Escape:

Deaton

“Dado que el cuidado de la salud (en Estados Unidos), es de alta calidad y ayuda a mantener y mejorar la salud, es un instrumento importante para la salud. Pero la atención médica es cada, por lo que existen una compensación potencial entre un gasto mayor en atención a la salud  y otros aspectos del bienestar. Si los norteamericanos gastaran el doble en salud, tendrían que reducir el gasto en todo lo demás en un cuarto. O si pudiéramos seguir las recomendaciones de Darmouth para reducir los programas caros y de poco valor, y cortar el gasto en salud, digamos, a la mitad, podríamos aumentar el gasto en cualquier otra cosa en un 10%. Este tipo de compensaciones sucede todo el tiempo en la vida diaria, y usualmente no nos preocupamos mucho si la gente, por ejemplo, gasta mucho en libros o aparatos electrónicos y les queda poco para gastar en vacaciones de verano. Entonces, ¿por qué la salud sería diferente?

El problema es que la gente no está realmente eligiendo cuanto gastar en atención a la salud en la forma en que lo hace sobre los libros o las vacaciones. En realidad, la gente puede no saber cuánto está pagando por esa atención, o lo que están sacrificando a cambio. En los Estados Unidos, la mayor parte de la atención de los jubilados es pagada por el gobierno a través de Medicare, y la mayoría (59%) de los no jubilados reciben coberturas de sus empleadores. Muchos de estos piensan que sus empleadores están pagando por su atención médica, sin costo para ellos. Sin embargo, la mayoría de los estudios han mostrado que no son los empleadores los que terminan pagando, sino los empleados, a través de salarios más bajos. Como resultado, los ingresos típicos, han crecido más despacio de lo que hubieran crecido si los costos de salud no hubieran crecido tan rápido. Pero la gente no lo ve de esta forma, y no piensa en culpar a los mayores costos de salud por el más lento crecimiento de sus ingresos. Como resultado, no logran ver a los costos de salud como el problema que realmente es.

Problemas similares surgen  cuando el gobierno provee atención médica, como en Europa, o en Medicare, que paga por la salud de los jubilados en Estados Unidos. Cuando la gente presiona al gobierno para que provea beneficios de salud adicionales –cobertura para remedios, por ejemplo- no tienden a pensar en lo que están sacrificando a cambio. El decano de los economistas sanitarios de los Estados Unidos, Victor Fuchs, da el ejemplo de una mujer anciana para quien Medicare proveerá costos atención quirúrgica sin costo para ella, incluso cirugía que no sería necesaria o urgente, pero cuya jubilación no le permitiría comparar un boleto de avión para visitar a un nieto. Estas compensaciones se realizan en el proceso político a través de algún tipo de debate democrático, pero ése es un proceso difícil, cuestionable, y muchas veces mal informado. También es un proceso que, al menos en algunos países, está profundamente influenciado por los proveedores, que tienen un interés en sobre-proveer, un interés que  se hace más fuerte y está mejor financiado cuanto más se gasta.”