Parece que es cierto que existe la crisis de los 40 años: seríamos más felices tanto antes como después

Parece que la llamada crisis de los 40 existe y que somos más felices tanto antes como después. Al menos es lo que plantea este trabajo: Age and Happiness, por Piper,Alan de la University of Leeds,  March 2023 Online at https://mpra.ub.uni-muenchen.de/117556/   MPRA Paper No.117556

Esta entrada resume los esfuerzos de investigación cuantitativa con respecto a la relación entre la edad y la felicidad. En primer lugar, se discute el hallazgo dominante en la literatura: que, en promedio, la felicidad comienza alta en la edad adulta temprana y declina a la mitad de la vida baja y luego, siguiendo el punto bajo de la mediana edad, la felicidad promedio aumenta nuevamente hasta la jubilación. Como destaca la discusión, este hallazgo bajo de la mediana edad se ha encontrado en todo el mundo y en diferentes períodos de tiempo, con diferentes conjuntos de datos y métodos. Esta entrada también muestra cómo algunas personas sufren más en la mediana edad que otras, y explica por qué podría ser así. Si bien el hallazgo dominante se acepta en gran medida (aunque no en su totalidad), las razones de su existencia y cómo podría mitigarse son menos claras y siguen siendo hasta cierto punto un rompecabezas. Las recomendaciones apuntan a una mayor comprensión aquí y con respecto a otras tendencias en diferentes partes del ciclo de vida.

Índice de felicidad: 16 de los 20 primeros son estados en USA. Últimos Afganistán y Sudán del Sur

Más sobre rankings: ¿en qué países las personas son más felices? Lo tratan en este trabajo: DISCUSSION PAPER SERIES IZA DP No. 15790 “Wellbeing Rankings”, por David G. Blanchflower Dartmouth College, Adam Smith Business School,  University of Glasgow, Bloomberg y NBER y Alex Bryson University College London, NIESR e IZA: https://docs.iza.org/dp15790.pdf

“Combinando datos de alrededor de cuatro millones de encuestados de Gallup World Poll y US Daily Tracker Poll, clasificamos 164 países, los 50 estados de los Estados Unidos y el Distrito de Colombia en ocho medidas de bienestar. Estas son cuatro medidas de afecto positivo: satisfacción con la vida, disfrute, sonreír y descansar bien, y cuatro variables de afecto negativo: dolor, tristeza, ira y preocupación. Al agrupar los datos para 2008-2017, encontramos que las clasificaciones de países y estados difieren notablemente según si se clasifican utilizando medidas de afecto positivo o negativo. Estados Unidos ocupa un lugar más bajo en el afecto negativo que en el positivo, es decir, la clasificación de bienestar de su país se ve peor cuando usa el afecto negativo que cuando usa el afecto positivo. Al combinar las clasificaciones de las ocho medidas en un índice de clasificación resumido para 215 ubicaciones geográficas, encontramos que nueve de los diez primeros y 16 de los 20 primeros clasificados son estados de EE. UU. Solo un estado de EE. UU. se ubica fuera de los 100 principales: Virginia Occidental (101). Irak ocupa el último lugar, justo debajo de Sudán del Sur. Los países nórdicos que tradicionalmente se clasifican alto en satisfacción con la vida no se clasifican tan alto en otras medidas. Las clasificaciones a nivel de país en el índice de bienestar resumido difieren considerablemente de las reportadas en el Índice Mundial de Felicidad y son más comparables a las obtenidas con el Índice de Desarrollo Humano. Las clasificaciones a nivel estatal en el índice resumido se ven muy diferentes de las que solo se basan en medidas de afecto positivo y se parecen más a las clasificaciones basadas en medidas objetivas de bienestar.”

Los primeros puestos en AL son para los países centroamericanos…

La felicidad es algo subjetivo, pero mejor vivir en países con calidad institucional y oportunidades

Está claro que la felicidad es algo subjetivo, depende de muchas circunstancias personales, pero también que siempre es mejor, dadas esas circunstancias, vivir en un país próspero que en uno decadente, donde haya libertad y no represión; en fin, ciertas cosas que contribuyen a una mejor calidad de vida.

Como tantos otros, hay un índice de felicidad global. Es interesante porque algunos mencionan que no necesariamente en los países con mejor calidad institucional la gente es más feliz, tomando como caso a los países nórdicos. Bueno, parece que no es así, Finlandia ocupa por quinta vez el primer puesto. Esto comenta Maria Colofan: https://cep.lse.ac.uk/pubs/download/cp633.pdf

 

“En 2022, Finlandia fue nuevamente nombrada el país más feliz del mundo, ocupando el primer lugar por quinto año consecutivo. (La lista se completó antes de la invasión rusa de Ucrania). Y el análisis en profundidad dentro de cada informe también nos muestra cómo está cambiando el bienestar entre y dentro de los países, y qué podrían hacer los formuladores de políticas al respecto. Si bien la felicidad aumentó a nivel mundial hasta 2011, ha ido disminuyendo desde entonces. Esta tendencia enmascara grandes diferencias en la felicidad entre países, con claros ganadores y perdedores. Para los países que han visto grandes mejoras en su felicidad, como Bulgaria, Rumania y Serbia, los aumentos en el PIB per cápita han influido. También lo han hecho los aumentos en la esperanza de vida saludable y la mejora de las percepciones de corrupción o de falta de libertad. También sabemos que algunos países, como Afganistán, Líbano y Venezuela, han experimentado una gran caída en su felicidad promedio, y casi todos estos países se han visto afectados por la guerra, el hambre o la privación.”

 

Gallup dice que el mundo está más infeliz o estresado, pero el doble sigue feliz y contento

En una nota de Julie Ray en Gallup, titulada “World Unhappier, More Stressed Out Than Ever”, la autora comenta los resultados de una investigación que tienen como conclusión que la población global en 2021 mostró un mayor nivel de infelicidad, incertidumbre, preocupación: https://news.gallup.com/poll/394025/world-unhappier-stressed-ever.aspx

Pese a que la pandemia comenzara a ceder y pasar, el sentimiento de la gente es que está peor.

“Emocionalmente, el segundo año de la pandemia fue un año aún más difícil para el mundo que el primero, según la última actualización global anual de Gallup sobre las experiencias negativas y positivas que las personas tienen cada día.

A medida que 2021 sirvió una dieta constante de incertidumbre, el mundo se convirtió en un lugar un poco más triste, más preocupado y más estresado que el año anterior, lo que ayudó a impulsar el Índice de Experiencia Negativa de Gallup a otro nuevo máximo de 33 en 2021.

Como todos los años, Gallup preguntó a adultos en 122 países y áreas en 2021 si tuvieron cinco experiencias negativas diferentes el día anterior a la encuesta, y compiló los resultados en un índice. Las puntuaciones más altas en el Índice de Experiencia Negativa indican que una mayor parte de la población está experimentando estas emociones.

En 2021, cuatro de cada 10 adultos en todo el mundo dijeron que experimentaron mucha preocupación (42 %) o estrés (41 %) y un poco más de tres de cada 10 experimentaron mucho dolor físico (31 %). Más de uno de cada cuatro experimentó tristeza (28 %) y un poco menos experimentó ira (23 %).

Ya en o cerca de niveles récord en 2020, estas experiencias de estrés, preocupación y tristeza aumentaron en 2021 y establecieron nuevos récords. La preocupación aumentó dos puntos, mientras que el estrés y la tristeza aumentaron un punto cada uno. El porcentaje de adultos en todo el mundo que dijeron haber experimentado dolor también se recuperó dos puntos porcentuales, igualando niveles más acordes con las estimaciones de años anteriores.

Sin embargo, hubo un punto positivo: los informes de ira no aumentaron en 2021, cayendo un solo punto desde el 24 % en 2020.”

No obstante, el número de quienes se sienten bien, felices y contentos y entre dos y tres veces más alto:

“El año pasado, aproximadamente siete de cada 10 personas en todo el mundo dijeron que se sentían bien descansadas (69 %), disfrutaban mucho (70 %) o sonreían o se reían mucho (72 %). Casi nueve de cada 10 se sintieron tratados con respeto (86%). Las personas eran mucho menos propensas, como suelen ser, a decir que aprendieron o hicieron algo interesante el día anterior a la entrevista; en 2021, la mitad del mundo (50%) experimentó esto.”

¿El dinero (ingreso) no hace a la felicidad? Parece que sí, y la riqueza también

No es nada nuevo el dicho “el dinero no hace a la felicidad”, para que alguien diga algo así como “pero se parece mucho”, o “no hay felicidad sin eso”, etc. En general, los economistas han investigado el tema tratando de evaluar la relación existente entre la felicidad y el ingreso. Pero una cosa es el ingreso y otra la riqueza, uno es el flujo, otro es el stock. ¿Qué pasa con la riqueza?

Un grupo de investigadores del Deutsche Bank publican un artículo donde investigan ese tema: Discussion Paper Deutsche Bundesbank No 11/2022, “Wealth and subjective well-being in Germany”, por Antje Jantsch (Leibniz Institute of Agricultural Development in Transition Economies (IAMO)), Julia Le Blanc (Deutsche Bundesbank and European Commission – Joint Research Centre) y Tobias Schmidt (Deutsche Bundesbank): https://www.econstor.eu/bitstream/10419/251957/1/1798277255.pdf

“Pregunta de investigación: La principal pregunta de investigación del artículo es cómo la riqueza de un hogar y sus componentes, además de los ingresos, afectan la satisfacción con la vida de un individuo. Analizamos si el nivel absoluto de riqueza es importante para la satisfacción con la vida y observamos el papel de la riqueza propia en relación con la de otros hogares.

Contribución: Contribuimos a la escasa literatura sobre la riqueza y el bienestar subjetivo mediante la investigación empírica de la relación entre la satisfacción con la vida y las tenencias de riqueza (relativa) utilizando microdatos de panel de la encuesta de riqueza alemana, Panel sobre finanzas domésticas – PHF, para 2010 y 2014 La encuesta nos permite separar la riqueza en diferentes componentes y construir medidas de riqueza relativa.

Resultados: Encontramos que (i) la satisfacción con la vida de los individuos está significativamente asociada positivamente con la riqueza de un hogar, (ii) los diferentes componentes de la riqueza, como los activos reales y financieros, así como la deuda, tienen efectos diferenciales en la satisfacción con la vida, y ( iii) tanto el valor absoluto de los activos y la deuda como tales como los activos y la deuda en relación con otros hogares son importantes para la satisfacción de la vida. Nuestro estudio muestra que es importante considerar la riqueza, además de los ingresos, al analizar el impacto de las finanzas de los hogares en la satisfacción con la vida de las personas.”

Desarrollo humano, felicidad y pobreza: ¿nos preocupa la pobreza o la desigualdad?

Con los alumnos de la UBA Derecho, vemos los capítulos 14 y 16 relacionados con el desarrollo humano, la felicidad y la pobreza.

La definición del Diccionario de la Real Academia Española sobre “pobreza” no es muy lograda. Son estas cinco acepciones:

  1. Cualidad de pobre
  2. Falta, escasez
  3. Dejación voluntaria de todo lo que se posee, y de todo lo que el amor propio puede juzgar necesario, de la hacen voto público los religiosos el día de su profesión.
  4. Escaso haber de la gente pobre
  5. Falta de magnanimidad, de gallardía, de nobleza de ánimo.

 

Descartemos para el enfoque de este trabajo las alternativas 3 y 5 y nos quedan definiciones asociadas con la escasez. Esto es desafortunado porque la escasez existe en este mundo para todos, aún los más ricos, aunque más no sea la limitación que impone el tiempo. Es necesario, entonces, definir esa escasez más estrechamente: ¿escasez de qué en particular?

El tema no es menor, porque la definición de pobreza ha cambiado en el tiempo, y es ahora básicamente diferente en los países desarrollados de los que no lo están. En los primeros se ha extendido una visión de pobreza “relativa” que los condena a nunca superarla ya que más bien se trata de la diferencia entre los más ricos y los más pobres sin importar el nivel de vida de estos últimos (Niemietz, 2011). En los países pobres o en desarrollo se mantiene la definición como la falta de acceso a ciertos bienes y servicios que se consideran esenciales. Ésta no es una canasta fija, esas necesidades básicas van cambiando, no son las mismas ahora que las de hace cincuenta años pero hay algunas que lo eran antes y lo son también hoy. Entre ellas se encuentran bienes y servicios para la atención de la salud y la previsión para el futuro. Si bien qué se incluye en cada uno de ellos ha cambiado las necesidades siguen presentes, y lo que queremos ver aquí es que cualquiera que fueran en su momento, cuál era el mecanismo por medio del cual eran provistas.

Los pobres de entonces cubrían los riesgos resultantes de problemas de salud y previsión a través de un mecanismo comunitario, de seguro social, conocido como “socorro mutuo”. Estas organizaciones son definidas como: “toda organización formal de entrada y salida libre, producto de una decisión de un grupo inicial de individuos de asociarse de manera duradera para compartir o hacer juntos determinadas actividades, de acuerdo a reglas que ellos mismos se dan o a las que adhieren expresamente” (Di Stefano et al, 2002, p. 16). Nótese la importancia de la libertad asociada a la libre entrada y salida y al nacimiento voluntario de estas organizaciones. En un país de inmigrantes, los recién llegados se asociaron principalmente según sus colectividades nacionales para compartir los riesgos que pueden provenir de la pobreza: la falta de trabajo, salud, educación, vivienda. La legislación, además, libera a este tipo de organizaciones de la formal aprobación estatal, siendo ahora necesario solamente su constitución formal y su registro. Los gobiernos liberales de entonces favorecieron este tipo de asociaciones como un elemento esencial para el desarrollo de la sociedad civil y el fortalecimiento del espíritu republicano. Era el espíritu que transmitiera a la Constitución Nacional de 1853 quien fuera su principal inspirador, Juan Bautista Alberdi[1].

[1] “Observaré entretanto, para acabar de hablar del gasto público que no todo él consiste en el gasto con que la sociedad satisface sus necesidades de orden público por conducto del gobierno, sino también en el que hace ella directa e inmediatamente, por la mano de sus habitantes, en la mejora, comodidad y perfeccionamiento de sus ciudades, en el socorro y alivio de las clases desgraciadas, y en fin en todo ese orden de servicios que la sociedad se hace a sí misma, sin el intermedio de la autoridad, en el sentido de su prosperidad más rápida y completa. A este gasto pertenecen las calles, los empedrados, las calzadas, los caminos, puentes, desagües, mejoras locales, monumentos, socorros públicos y eventuales, que se hacen por suscripciones voluntarias levantadas en el vecindario” (Alberdi, [1854] 1993, p. 355).

Cumpleaños Nerd: sí, es hoy, y agradezco a todos los que me han saludado. Y para no hacer algo diferente, algo sobre edad y felicidad

Hoy es mi cumpleaños, y por pura casualidad, recibo el correo del National Bureau of Economic Research (NBER) con un paper de David Blanchflower, profesor en Darmouth College, que se titula “Unhappiness and Age” , Working Paper 26642; http://www.nber.org/papers/w26642

. Sí, lo sé, muy nerd esto. Tampoco creo mucho en las investigaciones e intentos de medir la felicidad, pero bueno, llegó esto, no lo leí, pero sí el abstract, que traduzco abajo.

Parece ser que nuestra infelicidad tiene un pico que ya ha pasado hace tiempo. Así que estaría en la curva ascendente. La verdad es que no tuve mi peor momento en los 40s, como allí aparece, creo que todo lo contrario. En fin, eso es lo que dicen. Va el gráfico (no es el mismo del paper, pero similar) ésta es de la «felicidad»:

Y va el resumen:

Examino la relación entre la infelicidad y la edad utilizando datos de seis archivos de datos de bienestar en casi diez millones de encuestados en cuarenta países europeos y los Estados Unidos. Utilizo quince caracterizaciones individuales diferentes de infelicidad, incluida la desesperación; ansiedad; soledad; tristeza; tensión, depresión y nervios malos; fobias y pánico; estar desanimado; tener un sueño inquieto; perder la confianza en uno mismo; no ser capaz de superar las dificultades; sentimiento de baja tensión; sentimiento de fracaso; de excluidos; sentirse tenso; y pensando en ti mismo como una persona sin valor También analizo las respuestas a dos medidas de actitud más generales con respecto a la situación en el país del encuestado, así como en el futuro del mundo. Las respuestas a todas estas preguntas de infelicidad muestran, ceteris paribus, una curva con forma de U invertida en edad, con controles y también sin ellos. La resistencia de las comunidades dejadas atrás por la globalización fue reducida por la Gran Recesión que la hizo especialmente difícil para los vulnerables que sufren crisis de mediana edad con pocos recursos, para soportar el shock.

La infelicidad tiene forma de colina con la edad. Hay una curva de infelicidad.”

Otro del mismo autor:

https://www.nber.org/papers/w26641?utm_campaign=ntwh&utm_medium=email&utm_source=ntwg18

Parece que el pico de la desgracia son los 48 años. En fin, no me pasó, pero sí espero que me toque la curva ascendente.

Vieja frase: el dinero no hace la felicidad. No obstante, algunos estudios dicen que sí, y Gallup presenta un informe. ¿Puede medirse?

Un informe de Gallup plantea el tema de la felicidad y el dinero, y si bien considera que se puede, también sugiere un tema que da para discutir, ¿puede medirse la felicidad? Aquí un breve resumen del trabajo, que puede encontrarse aquí: https://www.gallup.com/analytics/248906/gallup-global-emotions-report-2019.aspx?utm_source=link_newsv9&utm_campaign=item_249116&utm_medium=copy

“¿El dinero compra la felicidad?

Eso depende de cómo lo definas.

Los estudios de la felicidad global a menudo implican dos medidas: cómo las personas ven sus vidas y cómo las viven. Ambos conceptos están arraigados en la economía del comportamiento.

La forma en que las personas reflexionan sobre sus vidas es muy diferente de cómo las personas viven sus vidas. Por ejemplo, si entrevista a dos mujeres, una con un niño y otra sin un hijo, ¿cuál tiene más estrés? En promedio, es la mujer con el niño. Pero si les pidió que calificaran sus vidas en general, ¿cuya calificación es más alta? También es la mujer con el niño. Entonces, la mujer con más estrés también califica su vida más alta.

Esto es exactamente por lo que necesitamos medir tanto la satisfacción con la vida como las emociones.

Entonces, ¿cómo influye el dinero en ambas medidas?

Uno de los estudios más famosos sobre esta cuestión fue conducido por los premios Nobel Daniel Kahneman y Angus Deaton. Descubrieron que cuanto más dinero ganan los estadounidenses, más valoran sus vidas. Entonces, si la felicidad es la forma en que las personas ven sus vidas, entonces el dinero hace que las personas sean más felices.

Esto también es cierto internacionalmente. Cuanto más rico es el país, las personas más altas suelen calificar sus vidas, según el Informe anual de la felicidad mundial publicado por las Naciones Unidas. Sin embargo, los investigadores de la Universidad de Purdue y la Universidad de Virginia encontraron recientemente que en todo el mundo, parece haber un punto de saciedad con respecto a los ingresos, alrededor de $ 100,000, y que ser demasiado rico en realidad podría hacer que veas tu vida un poco peor.

Pero, ¿cómo afecta el dinero cómo las personas viven sus vidas? El estudio de Kahneman y Deaton encontró que el dinero tiene un efecto menor en la forma en que las personas viven sus vidas por encima de los ingresos de $ 75,000 en los EE. UU. Y los investigadores de Purdue y de la Universidad de Virginia encontraron que el límite para el bienestar emocional era de aproximadamente $ 60,000 a $ 75,000 en todo el mundo.

Las variables que observaron estos investigadores incluyeron el placer autoinformado, la sonrisa y la risa, el descanso, los sentimientos de respeto y la estimulación intelectual. También observaron emociones negativas como la ira, el estrés, la tristeza, el dolor físico y la preocupación autoinformados. Los mismos que aparecen en el último Informe Global de Emociones de Gallup, publicado hoy.

Entonces, si la vida no se trata de enriquecerse, ¿dónde viven las personas más felices del mundo? Este informe sugiere que podrían vivir en América Latina. Es posible que los latinoamericanos no siempre califiquen sus vidas de la mejor manera (en contraste con los países nórdicos), pero se ríen, sonríen y experimentan el disfrute como nadie en el mundo.

La respuesta a si el dinero realmente compra la felicidad aún está lejos de ser entendida, pero este informe le da a los pensadores globales una idea de quién está viviendo la mejor y la peor vida del mundo.”

Una visión particular. Henry Hazlitt se diferencia del utilitarismo tradicional. La búsqueda de la felicidad en la cooperación social

Con los alumnos de la materia Ética de la Libertad, de la UFM, vemos a Henry Hazlitt definir una posición particular en este ámbito. Esto es, no es deontológico, ni randiano, ni utilitarista benthamista; más bien plantea como fin la búsqueda de la felicidad pero en el marco de la cooperación social. No es lo mismo que “la mayor felicidad para el mayor número” que puede terminar justificando todo tipo de políticas basadas en supuestos cálculos de costos y beneficios. Aquí sus palabras introductorias en el libro Los Fundamentos de la Moral:

El objetivo último de la conducta de cada uno de nosotros, en cuanto individuos, es maximizar la propia felicidad y el propio bienestar. Por tanto el esfuerzo que cada uno de nosotros realice, como miembro de la sociedad, debe concretarse en inducir y persuadir a todos los demás para que actúen, a fin de maximizar la felicidad y el bienestar duraderos de la sociedad en conjunto, y hasta, si fuera necesario, impedir por la fuerza que alguien actúe en sentido contrario, pues la felicidad y el bienestar de cada uno se promueven observando la misma conducta con la que se promueven la felicidad y el bienestar de todos. A la inversa: la felicidad y el bienestar de todos se promueven observando la conducta con la cual se promueven la felicidad y el bienestar de cada uno. En el largo plazo, los objetivos del individuo y de la «sociedad» (considerada esta palabra como el nombre que cada uno de nosotros damos al conjunto de todos los individuos) se unen y tienden a coincidir.

Podemos formular esta conclusión de otra forma: el objetivo de cada uno de nosotros es maximizar la propia satisfacción; y cada uno de nosotros reconocemos que la propia satisfacción puede maximizarse mejor cooperando con otros y contando con la cooperación de ellos. Por consiguiente, la sociedad misma puede definirse como la combinación de los individuos en un esfuerzo cooperativo.[33] Si tenemos presente esto, no hay ningún mal en decir que, así como el objetivo de cada uno de nosotros es maximizar su propia satisfacción, el de la «sociedad» es maximizar la satisfacción de cada uno de sus miembros; o, si esto no puede lograrse completamente, tratar de reconciliar y armonizar tantos deseos como sea posible y minimizar la insatisfacción o maximizar la satisfacción de tantas personas como sea posible en el largo plazo.

Así, en nuestro objetivo se prevé continuamente tanto el estado presente de bienestar como el estado futuro de bienestar; la maximización tanto de la satisfacción presente como de la satisfacción futura.

Pero esta formulación del objetivo último nos hace avanzar solo un poquito hacia un sistema de ética.

  1. El camino hacia el objetivo

Fue un error de la mayoría de los utilitaristas más antiguos, así como de los primeros moralistas, suponer que, si ellos pudieran encontrar y definir alguna vez el objetivo último de la conducta, el gran summum bonum, su misión estaría consumada. Parecían así caballeros medievales, dedicando todos sus esfuerzos a la búsqueda del Santo Grial y suponiendo que, una vez encontrado, su tarea habría concluido.

Sin embargo, incluso suponiendo que hemos encontrado, o hemos tenido éxito en enunciarlo, el objetivo «último» de la conducta, no tenemos más acabada nuestra tarea que si hubiéramos decidido ir a Tierra Santa. Debemos saber la manera de llegar allí. Debemos conocer los medios y la forma de obtenerlos.

¿Por qué medios vamos a lograr el objetivo de nuestra conducta? ¿Cómo sabremos con qué conducta tendremos la mayor probabilidad de conseguir este objetivo?

El gran problema de la ética es que no hay dos personas que encuentren su felicidad o satisfacción exactamente en las mismas cosas. Cada uno de nosotros tiene su propio conjunto peculiar de deseos, sus propias valoraciones particulares, sus propios fines intermedios. La unanimidad en los juicios de valor no existe y probablemente nunca existirá.

Esto parece constituir un dilema, un callejón sin salida lógica, del que los escritores éticos más antiguos lucharon para escapar. Muchos de ellos pensaron que habían encontrado la salida en la doctrina de que los objetivos últimos y las reglas éticas eran conocidos por «intuición». Cuando surgía el desacuerdo sobre estos objetivos o reglas, trataban de superarlo consultando sus propias conciencias individuales y guiándose por sus propias intuiciones privadas. Esta no era una buena salida. Sin embargo, hay un camino para escapar.

El camino radica en la cooperación social. Para cada uno de nosotros, la cooperación social es el gran medio con el que alcanzar casi todos nuestros fines. Por supuesto, la cooperación social no es para cada uno de nosotros el fin último, sino un medio. Este planteamiento tiene la gran ventaja de que no se requiere ninguna unanimidad en cuanto a los juicios de valor para hacerla funcionar.[34] Pero es un medio tan central, tan universal, tan indispensable para la realización prácticamente de todos nuestros otros fines, que hay poco daño en considerarla como un fin en sí misma, e incluso en tratarla como si fuera el objetivo de la ética. De hecho, precisamente porque ninguno de nosotros sabe exactamente lo que proporcionaría la mayor satisfacción o felicidad a otros, la mejor prueba de nuestras acciones o reglas de acción es el grado hasta el que con ellas se promueven una cooperación social que permite mejor a cada uno de nosotros perseguir nuestros propios fines.

Sin la cooperación social, el hombre moderno no podría haber conseguido la más mínima fracción de los fines y satisfacciones que con ella ha conseguido. La misma subsistencia de la inmensa mayoría de nosotros depende de ella. No podemos tratar la subsistencia como despreciablemente material e indigna de nuestra atención moral. Mises nos lo recuerda: «Incluso los fines más sublimes no pueden ser buscados por gente que no haya satisfecho primero las necesidades de su cuerpo animal».[35] Philip Wicksteed lo ha dicho más concretamente: «Un hombre no puede ser ni santo, ni amante, ni poeta, a menos que haya tenido algo que comer».”

Tamaño del Estado, felicidad y nivel de inteligencia: ¿cuánto más alto el IQ más eficiente? ¿Y los incentivos?¿Y la moral?

Los economistas suelen explorar el mundo vinculando distintos “datos estilizados”, como suelen decir, o, simplificando, estadísticas. Esto los lleva muchas veces a buscar relaciones entre fenómenos sin prestar la debida atención a la explicación lógica que pueda existir entre dos variables y, más importante aún, su causalidad. Es decir, dos variables pueden estar relacionadas, se puede evaluar eso a través de sofisticadas regresiones, pero eso no nos resuelve la gran duda de cuál determina a cuál.

Así es que aparecen cosas como ésta, un paper del profesor de Princeton Raufhon Salahodjaev, titulado “Government size, intelligence and life satisfaction”, disponible aquí: https://mpra.ub.uni-muenchen.de/76902/1/MPRA_paper_76902.pdf

El título ya dice todo, se trata de la relación que pueda existir entre el tamaño del estado, la inteligencia y la satisfacción en la vida. Dice al resumen:

“Estudios reciente muestran que factores sicológicos, como la capacidad cognitiva, juegan un papel importante en la modelización empírica de la satisfacción con la vida 6y sugieren que la inteligencia es representativa del capital político e intelectual. Estos artículos, sin embargo, solamente exploran el efecto directo de la inteligencia en el bienestar subjetivo. En este estudio conjeturamos que el capital intelectual es un mecanismo a través del cual el tamaño de la burocracia impacta en la satisfacción con la vida. Utilizando datos de 147 países, encontramos que la interacción entre el IQ de un país y el tamaño del estado es positiva y significativa, sugiriendo que el tamaño del estado aumenta la satisfacción con la vida más en los países con alto IQ y menos en los países con menores niveles de capacidad cognitiva”.

¿Y cuál sería la explicación de esa relación? Así lo comenta:

“Tomando en cuenta que el funcionamiento eficiente de las instituciones de gobierno ‘depende de un público que pueda procesar información compleja y participar activamente en política’, podemos anticipar que el efecto del sector público en la satisfacción con la vida depende del nivel de inteligencia. Más aún, la investigación muestra que la inteligencia promedio de la elite gobernante se relaciona positivamente con el éxito económico, los estándares morales en el gobierno y las prioridades del gasto público  (Simonton, 1985, 2006a,b). Por ejemplo, gobiernos en países con IQs más altos dedican más recursos al gasto militar (Salahodjaev, 2016), ratifican tratados internacionales sobre el ambiente más a menudo  (Obydenkova & Salahodjaev, 2016), y es más probable que inviertan en salud (Lv & Xu, 2016) y muestren mayor preocupación por la población menos privilegiada (Salahodjaev & Azam, 2015).”

En definitiva, el argumento del autor es que cuanto más inteligentes serán los políticos y burócratas, más eficientes serán los servicios del estado….

Uhm!!! ¿Y los incentivos de políticos y funcionarios? Tal vez si son más inteligentes lo son para perseguir mejor sus propios objetivos, que no son estrictamente los de los votantes. En otras palabras, pueden ser más inteligentes para robar…

Me parece que falta Public Choice en el análisis.

¿Y qué pasa con los valores y la cultura que predominan en una determinada sociedad? Pueden ser inteligentes pero tener pésimos valores. ¿Acaso mide eso el IQ?