Murray Rothbard y una de las acciones más destructivas del Estado: la guerra

Se conocen bien las ideas de Murray N. Rothbard respecto al estado, y también las hay respecto de una de las acciones más destructivas que pueda llevar a cabo: la guerra. Lo tratan en este artículo “MURRAY ROTHBARD ON WAR AND FOREIGN POLICY” Christopher J. Coyne y Yuliya Yatsyshina George Mason University Department of Economics Working Paper No. 23-41:

https://deliverypdf.ssrn.com/delivery.php?ID=088024100123018122113082023077020065121004001038027088066089112107021107065119067098119033023106033000111103101003127001090082106034037051088088090014000079009093127041026076024119097116085007124022093080106079102000119086000002077100090006125028028017&EXT=pdf&INDEX=TRUE

 

“Para Murray Rothbard, las cuestiones de guerra y política exterior son fundamentales para una sociedad libre de personas iguales. Estas cuestiones son importantes porque influyen en la existencia, o ausencia, de autonomía individual y cooperación social pacífica, tanto a nivel nacional como internacional. Rothbard reconoció la importancia de proteger a las personas y sus propiedades de amenazas internas y externas. Al mismo tiempo, apreció la tensión fundamental que existe al otorgar a los gobiernos el poder de cumplir esta función protectora: un Estado lo suficientemente fuerte como para proteger la propiedad en principio es también lo suficientemente fuerte como para representar una amenaza a esas mismas cosas al involucrarse en agresiones contra personas privadas a nivel privado. En casa y en el extranjero. Debido a la organización industrial del aparato estatal, Rothbard creía que deberíamos esperar que los gobiernos sobrepasaran sus límites de forma rutinaria, pasando de la protección a la depredación. Esto queda claro en la descripción que hace Rothbard de la política exterior estadounidense en For a New Liberty (1996)”

¿La guerra reactiva la economía? Desde que invadió Crimea, Rusia ha perdido 1,4 millones de pymes

Keynes era pacifista, pero algunos keynesianos han seguido una deducción lógica de ese razonamiento: la guerra puede reactivar la economía. En fin, si consideramos cómo quedó Alemania después de la Segunda Guerra parece claro que hubo más destrucción que progreso (después de la guerra recuperó su nivel con reformas de mercado impulsadas por Ludwig Erhard). Ahora, el impacto de la invasión rusa a Ucrania parece mostrar un alto costo. Lo analizan en este paper: “THE ECONOMIC COSTS OF THE RUSSIA-UKRAINE WAR:  A SYNTHETIC CONTROL STUDY OF (LOST) ENTREPRENEURSHIP, por D. Audretsch, Indiana University; P. P. Momtaz, University of California, Los Angeles (UCLA), H. Motuzenko, Goethe University Frankfurt, y S. Vismara, University of Bergamo: https://arxiv.org/ftp/arxiv/papers/2303/2303.02773.pdf

“¿La guerra es buena para la economía? Una sabiduría convencional profundamente arraigada sugiere la afirmación: “Uno de los mitos más perdurables en la sociedad occidental es que las guerras son de alguna manera buenas para la economía” (Thought Co., 2018) y, de manera similar, “[u]na de las creencias perdurables de tiempos modernos es que la guerra y su gasto militar asociado ha creado resultados económicos positivos” (Institute for Economics & Peace, 2011). Por el contrario, la evidencia empírica de los costos económicos del conflicto en términos del PIB per cápita sugiere un efecto negativo. El estudio entre países de Costalli et al. (2017) estima que la guerra reduce el PIB en promedio un 17,5%. Los estudios existentes atribuyen el efecto negativo de la guerra sobre el PIB a las perturbaciones del comercio, las suspensiones de la inversión privada, las pérdidas de capital humano, la destrucción del capital físico, el retroceso tecnológico, la inestabilidad política y la incertidumbre general (Abadie y Gardeazabal, 2003; Alesina y Perotti, 1996; Barro, 1991; Glick y Taylor, 2010). Esta literatura ha evocado críticas de que el enfoque en el PIB como una variable de estado no es completamente informativo sobre las consecuencias a largo plazo de los conflictos para la dinámica económica, como la actividad empresarial. Por ejemplo, en su estudio seminal sobre los costos económicos del conflicto, Abadie y Gardeazabal (2003, p. 113) discuten que “los empresarios […] han sido objetivos específicos de la violencia y la extorsión […] Sin embargo, se ha llevado a cabo poca investigación evaluar los efectos económicos”. De hecho, muy pocos estudios hasta ahora han abordado explícitamente el impacto del conflicto en el espíritu empresarial.”

Y respecto a la actual:

“Este estudio de control sintético cuantifica los costos económicos de la guerra ruso-ucraniana en términos de actividad empresarial perdida en ambos países desde la invasión de Crimea en 2014. En relación con su contrafactual sintético, el número de trabajadores por cuenta propia de Ucrania se redujo en 675 000, lo que corresponde a pérdida relativa del 20%. El número de pymes ucranianas se redujo temporalmente en 71 000 (14 %) y se recuperó en los cinco años posteriores al conflicto. Por el contrario, Rusia había perdido más de 1,4 millones de pymes (42 %) cinco años después del conflicto. La desaparición de las pymes rusas se debe tanto a la creación de menos empresas nuevas como a la mayor cantidad de cierres de empresas existentes.”

Los liberales clásicos sobre la guerra, el imperialismo, el militarismo

En momentos que la invasión rusa a Ucrania ha vuelto a poner en el tapete la guerra, ¿qué pensaban los liberales clásicos al respecto? Es lo que se trata en “CLASSICAL LIBERALS ON WAR AND IMPERIALISM: A HISTORICAL SURVEY, por MATTHEW A. OWENS y CHRISTOPHER J. COYNE, del Departamento de Economía de George Mason University:

Owens, Matthew and Coyne, Christopher J., Classical Liberals on War and Imperialism: A Historical Survey (October 9, 2022). GMU Working Paper in Economics No. 22-50, Available at SSRN: https://ssrn.com/abstract=4242927  or http://dx.doi.org/10.2139/ssrn.4242927

“Los pensadores de la tradición liberal clásica ofrecieron un conjunto diverso de ideas sobre la guerra, el militarismo, imperialismo y alternativas. Los temas generales que surgen se pueden resumir de la siguiente manera.

  1. Un reconocimiento de la brutalidad de la guerra y el imperialismo.
  2. El reconocimiento de que el capitalismo no es inherentemente imperialista o militarista.
  3. El reconocimiento de que la guerra, el imperialismo y el militarismo son un derroche económico y destrucción de la riqueza tanto a corto como a largo plazo.
  4. El reconocimiento de que la guerra, el imperialismo y el militarismo tienen efectos perversos en las finanzas públicas con efectos económicos negativos a largo plazo.
  5. Preocupación por las concentraciones de poder político y la consiguiente pérdida de libertades en casa y en el extranjero.
  6. Preocupación por la pérdida de normas y capacidades de autogobierno debido a concentraciones de poder político necesario para preparar y llevar a cabo la guerra y el imperialismo.
  7. El reconocimiento de la necesidad de identificar alternativas a la guerra, el imperialismo y el militarismo.
  8. Una preocupación de que la guerra, el imperialismo y el militarismo promueven una visión de suma negativa de las relaciones internacionales y ahoga el desarrollo y funcionamiento de los mecanismos de paz.

Dentro de estos temas comunes, existen áreas de tensión y desacuerdo entre los liberales clásicos. Estos incluyen lo siguiente:

  1. Los detalles y la viabilidad de las alternativas propuestas a la guerra: comercio, una federación o liga de las naciones, la provisión privada de defensa.
  2. La medida en que la paz puede surgir espontáneamente frente a la medida en que depende en diseño y control de arriba hacia abajo.
  3. Los criterios decisorios para decidirse a la violencia y la guerra.
  4. La viabilidad de las intervenciones militares extranjeras para lograr los fines declarados.
  5. Juicios sobre los beneficios/costos netos de las intervenciones extranjeras y la colonización.

Cuando hay libre comercio no hay guerras: en fronteras donde no pasan los bienes, pasan los ejércitos

Michael Shermer es columnista mensual de la revista Scientific American, profesor adjunto en Claremont Graduate University y Chapman University y autor del libro recientemente publicado “The Moral Arc: How Science and Reason lead Humanity toward Truth, Justice and Freedom”. El Cato Policy Report publica algunos extractos: http://www.cato.org/policy-report/januaryfebruary-2015/science-reason-moral-progress

Shermer recuerda aquel clásico de la filosofía política, El Espíritu de las Leyes, de Montesquieu y comenta sobre la relación entre comercio internacional y conflictos bélicos:

“Por ‘espíritu’ Montesquieu quería decir ‘causas’ de las cuales se pudieran derivar ‘leyes’ que gobiernan a la sociedad. Una de esas leyes era la relación entre el comercio y la paz, sobre la cual destacó que las naciones dedicadas a la caza y la cría de animales se encontraban a menudo en conflicto y guerra, mientras que las naciones comerciales se volvían ‘recíprocamente dependientes’, haciendo que la paz fuera ‘el efecto natural del comercio’.

La sicología detrás de este efecto, especulaba Montesquieu, era la exposición de las diferentes sociedades a costumbres y manera distintas a la propia, lo que llevaba a ‘una cura de los prejuicios más destructivos’. Así, concluía, ‘vemos que en países donde la gente se mueve solamente por el espíritu del comercio, realizan un tráfico de todo lo humano, de todas las virtudes morales’.

La teoría comercial de la paz se ha confirmado en modernos estudios empíricos, y podemos ahora presentar los vínculos de la ciencia empírica con los valores morales: si estás de acuerdo en que la paz es mejor que la guerra (la supervivencia y el florecimiento de seres con sentidos es mi punto de partida moral), entonces el progreso moral puede realizarse a través de la aplicación del principio del libre comercio y fronteras económicas abiertas entre las naciones.

Siguiendo la tradición del derecho natural de Montesquieu, un grupo de científicos y académicos franceses, conocidos como los fisiócratas, declararon que ‘todos los hechos sociales se encuentran vinculados entre sí por leyes inmutables, ineluctables e inevitables’ que deben ser obedecidas por la gente y los gobiernos ‘si es que alguna vez se las hacen conocer’, y que las sociedades humanas son ‘reguladas por leyes naturales… las mismas leyes que gobiernan el mundo físico, las sociedades animales y aún la vida interna de cada organismo’. Uno de estos fisiócratas, Francois Quesnay –un médico del rey de Francia que luego sirvió como emisario de Napoleón a Thomas Jefferson- modeló la economía según el cuerpo humano, en la cual el dinero fluía a través de la nación como la sangre a través del cuerpo, y las ruinosas políticas gubernamentales eran como enfermedades que impedían la salud económica. Sostuvo que aunque la gente tiene habilidades diferentes, tienen iguales derechos naturales, y era entonces el deber natural de los gobiernos proteger los derechos individuales, permitiendo al mismo tiempo que la gente persiguiera sus propios intereses. Esto llevó a los fisiócratas a afirmar la importancia de la propiedad privada y el libre mercado. Fueron, en verdad, los fisiócratas quienes nos dierón el término ‘laissez faire’.Montesquieu

Increíble recuperación europea después de la Guerra, de la mano de economistas liberales

El libre comercio y la globalización reducen la amenaza de guerra. Mises fue muy crítico de lo que llamaba “nacionalismo económico” imperante en la primera mitad del siglo XX. Comenta esto en un paper presentado en New York University (Europe’s Economic Structure and the Problem of Postwar Reconstruction, 1944):

“El consumo de capital ocasionado por la guerra es enorme. Fincas y fábricas han sido destruidas. El equipamiento industrial se ha desgastado por una producción intensificada sin ser reemplazado. Pero peor aún es que se ha diluido el espíritu de libre empresa. Los gobiernos y los partidos políticos están firmemente resueltos a no regresar al sistema por el que Europa alcanzó su bienestar en el pasado. Están comprometidos con las ideas de la administración económica totalitaria. Están fascinados con el supuesto éxito de la planificación alemana o rusa.”

War destruction

En la edición de Liberty Fund que contiene este trabajo, el editor muestra la magnitud de ese consumo de capital:

“Como un indicador del grado de destrucción bélica en 1945: Por toda Europa enormes sectores de algunas ciudades fueron totalmente destruidos. Otras, como Berlín y Varsovia casi completamente demolidas. En Francia, se destruyeron o dañaron severamente 2 millones de casas; en Holanda, el número alcanzó a 500.000; en Italia 2 millones, en Gran Bretaña 4 millones y en Alemania 10 millones. Muchas rutas se cerraron al tránsito. En la parte occidental de Alemania 740 de 958 puentes estaban inutilizados; en Sicilia ningún puente permanente esta transitable en la ruta entre Catania y Palermo. En Francia, 9/10 de los camiones no podían funcionar. Por toda Europa el sistema ferroviario estaba en ruinas. En Francia, 4.000 km de vías estaban intransitables; en Alemania 12.000 km; y en Yugoslavia y Grecia, 2/3 de todo el sistema ferroviario estaban destruidos. En Checoslovaquia, ¼ de todos los túneles ferroviarios estaban bloqueados. Y en todos los países había unas pocas locomotoras en uso: sólo 50% en Alemania, 40% en Bélgica y Polonia, 25% en Holanda y menos del 20% en Francia. Sólo 509 kms de ríos y canales franceses estaban abiertos de un total de 8.460 kms normalmente navegables. Por todos lados, ríos, canales y puertos estaban bloqueados con barcos hundidos. Para hacer las cosas aún peores, la producción europea de carbón era sólo el 40% del nivel de pre-guerra. La zona alemana del Ruhr, que antes de la guerra producía 400.000 ton de carbón por día, extraía solamente 25.000 en 1945. La producción de electricidad de Italia era solamente el 65% del nivel de 1941. La producción industrial en Alemania era solo el 5% del nivel de pre-guerra; en Italia la producción solamente el 25%; en Bélgica, Francia, Grecia, Holanda, Yugoslavia y Polonia, 25%. La producción europea de fertilizante había también caído al 20%. No extraña que en 1945 la productividad por hectárea fuera del 75% y la cosecha de trigo el 40% del nivel de pre-guerra.”

Cualquiera que haya visitado Europa ahora, y pese a los problemas que su economía presenta en los últimos años, habrá de asombrarse de su capacidad para superar tal situación y alcanzar nuevamente los niveles más altos de ingresos. Los países de Europa Occidental, al menos, dejaron de lado las recetas planificadoras de Europa Oriental, de la mano de reformadores económicos como Ludwig Erhard en Alemania, Jacques Rueff en Francia y Luigi Einaudi en Italia. Es una lección que no hay que olvidar.