Keynes: ¿la depresión se produce porque la tasa de interés es muy alta o porque antes fue muy baja?

Con los alumnos de Historia del Pensamiento Económico en Económicas de la UBA vemos el debate “Hayek-Keynes” sobre las crisis y el ciclo económico. Comenzamos con el capítulo 22 de la Teoría General de Keynes, titulado “Notas sobre el ciclo económico”. Aquí van algunos párrafos que explican la visión de Keynes y otros donde hace referencia a la discusión, aunque en ningún momento menciona con quién está discutiendo, pero se puede inferir con quién.

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“…encontraremos que las fluctuaciones en la propensión a consumir, en la curva de preferencia por la liquidez y en la eficacia marginal del capital han desempeñado su parte (en los ciclos). Pero sugiero que el carácter esencial del ciclo económico y, especialmente, la regularidad de la secuencia de tiempo y de la duración que justifica el que lo llamemos ciclo, se debe sobre todo a cómo fluctúa la eficacia marginal del capital.”

“Las últimas etapas del auge se caracterizan por las esperanzas optimistas respecto al rendimiento futuro de los bienes de capital, lo bastante fuertes para equilibrar su abundancia creciente y sus costos ascendentes de producción y, probablemente también, un alta en la tasa de interés. Es propio de los mercados de inversión organizaros que, cuando el desencanto se cierne sobre uno demasiado optimista y con demanda sobrecargada, se derrumben con fuerza violenta, y aún catastrófica bajo la influencia de compradores altamente ignorantes de lo que compran y de los especuladores, que están más interesados en las previsiones acerca del próximo desplazamiento de la opinión del mercado, que en una estimación razonable del futuro rendimiento de los bienes de capital.”….

“De este modo, con mercados organizados y sujetos a las influencias actuales, la estimación que hace el mercado de la eficacia marginal del capital puede sufrir fluctuaciones tan enormemente amplias que no quepa neutralizarlas lo bastante por fluctuaciones correspondientes en la tasa de interés. Además, como hemos visto antes, los movimientos consiguientes en el mercado de valores pueden deprimir la propensión a consumir precisamente cuando es más necesaria. Por tanto, en condiciones de laissez-faire, quizá sea improbable evitar las fluctuaciones amplias en la ocupación sin un cambio trascendental en la psicología de la inversión, cambio que no hay razón para esperar que ocurra. En conclusión, afirmo que el deber de ordenar el volumen actual de inversión no puede dejarse con garantías de seguridad en manos de los particulares.”

Hasta allí, una muy breve exposición de su análisis y propuesta de solución. Ahora breves párrafos sobre el debate. Así comienza la sección inmediata al párrafo anterior:

“Puede parecer que el análisis precedente está de acuerdo con el punto de vista de quienes sostienen que la sobreinversión es la característica del auge, que el único remedio posible para la siguiente depresión es el evadirla, y que, si bien, por las razones dadas antes, ésta no puede impedirse por medio de una baja tasa de interés, el auge puede evitarse por otra alta. Ciertamente tiene fuerza el argumento de que una alta tasa de interés es mucho más efectiva contra un auge que otra baja contra una depresión.

Pero inferir estas conclusiones de lo anterior llevaría a una mala interpretación de mi análisis; y a mi modo de ver, supondría un error. Porque el término sobreinversión es ambiguo. Se puede referir a las inversiones que se destinan a desanimar las previsiones que las incitaron o para las cuales no hay lugar en circunstancias de intensa desocupación; o puede indicar un estado de cosas en el que cada clase de bienes de capital sea tan abundante que no haya inversión nueva que prometa aun en condiciones de ocupación plena, ganar en el curso de su duración más que su costo de reposición. Es solamente en el último estado de cosas donde hay sobreinversión, estrictamente hablando, en el sentido de que cualquier inversión posterior será sólo un puro desperdicio de recursos:….

…’El remedio del auge no es una tasa más alta de interés, sino una más baja!, porque ésta puede hacer que perdure el llamado auge. El remedio correcto para el ciclo económico no puede encontrarse en evitar los auges y conservarlos así en semi-depresiones permanentes sino en evitar las depresiones y conservarnos de este modo en un cuasi-auge continuo.”

“El auge que está destinado a terminar en depresión se produce, en consecuencia, por la combinación de dos cosas: una tasa de interés que, con previsiones correctas, sería demasiado alta para la ocupación plena, y una situación desacertada de previsiones que, mientras dura, impide que esta tasa sea un obstáculo real. El auge es una situación tal que el exceso de optimismo triunfa sobre una tasa de interés cuya altura excesiva se comprendería si se juzga con serenidad.”

“El auge que está destinado a terminar en depresión se produce, en consecuencia, por la combinación de dos cosas: una tasa de interés que, con previsiones correctas, sería demasiado alta para la ocupación plena, y una situación desacertada de previsiones que, mientras dura, impide que esta tasa sea un obstáculo real. El auge es una situación tal que el exceso de optimismo triunfa sobre una tasa de interés cuya altura excesiva se comprendería si se juzga con serenidad.”

¿La política económica de Macri es ‘neokeynesiana’? Antes del ‘neo’, ya lo discutieron Hayek y Keynes

Consideraba en un post anterior comentarios acerca de cuál sería la visión económica del nuevo gobierno argentino y un artículo de Martín Tetaz originalmente publicado en el semanario El Economista, titulado “Macri, el neokeynesiano”: http://www.cronista.com/3dias/Macri-el-neokeynesiano-20151224-0055.html

En particular: “La novedad de los pensadores neokeynesianos como Pierangelo Garegnani, Franklin Serrano y Anthony Thirlwall es que, además de subirse a la idea que ya había planteado Michael Kaleki en el sentido de que la inversión era endógena en el ingreso, dando lugar a un supermultiplicador, pusieron en debate el poder de la demanda efectiva para empujar el ingreso más allá de las fluctuaciones cíclicas de corto plazo, abriendo una teoría neokeynesiana no ya de las crisis sino del desarrollo.”

Este tema, fue parte de toda la discusión entre Hayek y Keynes respecto a los orígenes del ciclo económico, que ocurriera principalmente en la década de los años 1930. La discusión, también con Piero Sraffa, tuvo lugar en una serie de artículos, comentarios, cartas y respuestas entre los tres economistas. Aquí algunos comentarios posteriores de Hayek (The Keynes Centenary: The Austrian Critique):

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“En la tradición de Cambridge que regía el breve estudio de economía que tuvo Keynes, la teoría Mill-Jevons del capital, luego desarrollada por Böhm-Bawerk y Wicksell, no era considerada seriamente. Para 1930 estas ideas habían sido en buena medida olvidadas en el mundo de habla inglesa. Junto con la mayoría de mis colegas profesionales, podría haber aceptado rápidamente la elaboración de Keynes, esa creencia común acerca de una dependencia directa del empleo en la demanda agregada. Sin embargo, no solamente había sido educado en la tradición Böhm-Bawerk-Wicksell, sino, justo antes de la publicación el Tratado sobre el Dinero de Keynes, había dedicado mucho tiempo a un esfuerzo algo similar pero mucho más básico en los Estados Unidos para desarrollar una teoría monetaria sobre las causas del sub-consumo. Para este propósito había desarrollado un poco más la teoría Wicksell-Mises sobre la sobre-estimulación monetaria de la inversión que, pensaba, refutaba el supuesto simple de la dependencia directa de la inversión de la demanda final que Keynes había iniciado.”

“En el transcurso de los años tuve varias oportunidades de discutir estas cuestiones con Keynes. Se hizo claro que nuestras diferencias se explicaban por su rechazo total a cuestionar ese supuesto.”

“Como los determinantes del empleo que no sean la demanda final son los factores que la macroeconomía keynesiana tan fatalmente niega, una evaluación de su papel histórico debe intentar reflotar este aspecto de la economía. Resulta útil concebir el flujo continuo de la producción como un gran río que puede, independientemente de la succión de su desembocadura, crecer o bajar en sus diferentes partes a medida que sus numerosos afluentes agregan más o menos volumen. Las fluctuaciones en la inversión y reemplazo ocasionarán que la corriente aumente o reduzca el volumen de la corriente aguas arriba con los consiguientes cambios en el empleo, como ocurre en el curso de las fluctuaciones industriales. No hay una correspondencia necesaria entre el volumen (o incluso la dirección del cambio) de las ventas finales de consumo durante un período y el empleo en ese mismo plazo.”

“El volumen de la inversión está lejos de moverse proporcionalmente a la demanda final. No solamente la tasa de interés sino también los precios relativos de los distintos factores de producción y particularmente las distintas clases de trabajo la afectarán, además del cambio tecnológico. La inversión dependerá del volumen de las diferentes partes de la corriente, mientras que en cualquier momento determinado el empleo total de los factores de producción será mayor o menor que la demanda efectiva de los productos finales. Los determinantes inmediatos que dirigen la corriente principal del río no será la demanda final sino la estructura de precios relativos de los diferentes factores de producción: las distintas clases de trabajo, de productos semi-terminados, materias primas y, por supuesto, las tasas de interés.”

“Cuando, dirigidos por estos precios relativos, la corriente total cambia su forma, el empleo cambiará en sus diferentes etapas a ritmos muy diferentes. Algunas veces toda la corrientes, se alarga, proveyendo empleos adicionales, mientras que otras se acortará. Esto puede ocasionar fuertes fluctuaciones en el volumen del empleo, particularmente en las industrias ‘pesadas’ y en la construcción, sin que haya ningún cambio en la demanda de consumo en la misma dirección. Es un hecho histórico bien conocido que en una recesión la recuperación de la demanda final es generalmente un efecto más que la causa de la reactivación en las etapas más altas de la corriente de producción –actividades generadas por ahorros que buscan invertirse y por la necesidad de reiniciar renovaciones y reemplazos postergados.”

“El punto importante es que estos movimientos independientes de los diferentes niveles de la corriente de producción son causados por cambios en los precios relativos de los distintos factores: algunos atraídos por los mejores precios de las etapas tempranas del proceso o viceversa. Esta reasignación constante de recursos resulta totalmente escondida por el análisis que Keynes quiso adoptar y que desde entonces se conoce como ‘macroeconomía’: un análisis en términos de las relaciones entre los distintos agregados o promedios, tal como la demanda o la oferta agregada, precios promedio, etc. Este enfoque oscurece el carácter del mecanismo por el cual la demanda de distintas clases de actividades se determina.”

Hayek discute con Keynes sobre la estructura de producción y el flujo de bienes y servicios

Con los alumnos de UBA Económicas vemos a Hayek discutiendo con Keynes sobre la estructura de la producción y el Flujo de Bienes y Servicios (Libertas 37, Octubre 2002):

“La estructura de producción debe ser vista, por lo tanto, como un proceso multidimensional, en el que en todo momento los individuos trabajan para obtener un producto que será terminado a lo largo de una serie de momentos futuros, y en el cual el producto existente en cada instante de tiempo ha sido obtenido por el uso de recursos en diferentes momentos del tiempo pasado. Por supuesto que estos diferentes flujos paralelos de productos intermedios sólo se pueden distinguir conceptualmente. En la realidad se trata de un proceso continuo, no sólo a nivel horizontal sino también en su dimensión vertical. Además, en la mayoría de los casos no es posible reconocer aún el destino final de cada una de las partes del flujo. Los elementos del flujo no están marcados para su destino futuro, sino que en cada etapa del proceso de producción será la tendencia de los precios la que determinará que proporción de la producción total de un determinado bien irá en cuál o tal de las posibles direcciones. Dada la gran cantidad de productos intermedios, el tiempo y la forma en que éstos finalmente llegarán al consumidor están tan indeterminados a nivel económico como en el caso de la cantidad de factores de producción utilizados en ellos. La forma en que una unidad formada por millones de clavos, bolas de acero, hilo de lana, pedazos de goma o toneladas de carbón terminará satisfaciendo las necesidades de los consumidores está tan indeterminada como el éxito al que apuntan los esfuerzos del productor.

La cantidad y variedad de bienes a los que podemos recurrir para satisfacer nuestras necesidades inmediatas es necesariamente menor que la de aquellos bienes que podemos utilizar para satisfacer nuestras necesidades en un futuro más lejano. Es por ello que, en general, y más allá de fluctuaciones estacionales, los bienes presentes serán generalmente más caros y más escasos que los bienes que se espera estén disponibles en el futuro, pues estos representan una mayor cantidad de posibilidades. Darse tiempo, o “esperar” posibilita un crecimiento en los resultados de nuestros esfuerzos. Pero como sólo es posible “esperar” por un tiempo limitado, debemos escoger aquellas opciones para las cuales la relación entre el crecimiento en valor y la longitud del tiempo que debemos esperar para lograr dicho crecimiento sea mayor.

Este segundo aspecto del problema de la asignación de recursos se puede distinguir claramente si se ve el proceso de producción como un flujo o un “río” continuo. De la desembocadura de este río salen constantemente productos finales, que surgieron luego de numerosos procesos de transformación a partir de la utilización de los insumos iniciales. En todo momento fluyen en forma paralela muchos de estos ríos, o mejor dicho, complejos sistemas de redes fluviales, cada uno de ellos corrido un poco hacia adelante con respecto al anterior. Los productos finales de cada uno de estos flujos aparecen en momentos más o menos distantes en el futuro. Este proceso a veces se describe como si tanto para el flujo ya recorrido como para todos aquellos que fluyen actualmente y cuyos productos finales recién surgirán en el futuro, existiese al mismo tiempo otro flujo sincronizado y simultáneo. Éste representaría aquellas etapas que los productos disponibles en el presente ya pasaron, así como todos los flujos futuros que le quedan por recorrer a estos productos como bienes intermedios, antes de que el producto final llegue al consumidor. Sin embargo esta imagen, que puede ser muy útil desde ciertos puntos de vista, puede ser confusa cuando se interpreta que las fases que se corresponden entre sí en los flujos que van transcurriendo son idénticas. Este nunca puede ser el caso, ya que los flujos pasados ya prepararon el lecho para el flujo actual. Incluso cuando las condiciones externas permanecen constantes, el flujo se modificaría constantemente, ya que cada vez que pasa un flujo se modificarían las circunstancias que enfrentarán los próximos.

Lo más decisivo es que el volumen agregado de materia prima rara vez se corresponde exactamente con el volumen agregado de producción final. Esto significa que el volumen del flujo generalmente se reducirá o aumentará en cierta medida, debido a que se producen modificaciones en la demanda final y la demanda de factores primarios, en distinta medida e incluso en dirección opuesta. Es por ello que la visión usual, basada en el análisis keynesiano, que representa la relación entre demanda final y ocupación como la relación existente entre la succión ejercida desde el extremo de un caño y el flujo que se genera en el otro extremo, es muy confusa. Entre ambos extremos hay un reservorio elástico o cambiante, cuyo tamaño depende de las circunstancias, y que es dejado de lado en el análisis keynesiano.

Lord Keynes ha demostrado que no es capaz de entender esto en su comentario despectivo a la correcta afirmación de Leslie Stephens sobre “la doctrina, que tan rara vez es comprendida, que tal vez su comprensión cabal sea el mejor examen para un economista –que la demanda por bienes no es demanda de trabajo.” Keynes con seguridad no pasó esta prueba. Su visión excesivamente simplista y unidimensional de la relación entre la demanda de productos finales y el empleo es consecuencia de su falta de comprensión de los factores que afectan las distintas fases del flujo de producción y que producen, alternativamente, acumulación y desacumulación de capital a tasas cambiantes.

El sistema de producción capitalista se caracteriza por la necesidad de mantener el flujo de bienes, provisiones, herramientas e infraestructura, o aumentar el volumen de los mismos si se quiere lograr un crecimiento de la producción en el futuro. En este sentido toda producción que hace uso de las posibilidades tecnológicas disponibles es necesariamente capitalista. Esta palabra no es querida porque a la gente le molesta el hecho de que nadie tenga el poder de determinar cómo se asignará el capital disponible. Esto debe ser dejado en manos del único proceso capaz de hacerlo, el impersonal proceso de mercado. Los métodos alternativos al “capitalismo” que han sido propuestos requieren, al contrario, que el uso de todos los recursos de capital sea decido por una agencia central. Pero esta agencia carece de los medios para determinar cómo hacerlo de manera sensata. Lo que garantiza que los flujos de producción sean ordenados es que los individuos, que únicamente conocen sus circunstancias particulares y no la estructura completa a la que deben ajustarse sus actividades, continuamente modifican la composición del flujo en adaptación a los constantes cambios en las circunstancias. Es por ello que los modelos teóricos, cuyos elementos son millones de individuos con sus conocimientos y decisiones individuales, no pueden brindar ninguna base para la planificación central de estas actividades.”

Böhm-Bawerk anticipa a Keynes y discute que el ahorro reduzca la demanda y luego la producción

Con los alumnos de Historia del Pensamiento Económico II (Escuela Austriaca), de Económicas UBA, vemos a Böhm-Bawerk, discutiendo con un desconocido hoy, L. G. Bostedo, quien criticara su libro Teoría Positiva del Capital en los Anales de la Academia Americana de Ciencias Políticas y Sociales. En su defensa, ya está discutiendo a Keynes y el papel del ahorro.

Bohm Bawerk

Sobre la “imposibilidad” de mi ejemplo, Mr. Bostedo intenta probarla mediante el siguiente silogismo: si todos los miembros de una comunidad ahorran simultáneamente una cuarta parte de sus ingresos, reducen consecuentemente en una cuarta parte la demanda de bienes de consumo. La menor demanda lleva a los productores a restringir la producción en la misma medida. Pero si la producción decae a la vez que el consumo, entonces es evidente que no habría demanda de los ahorros; llevar a cabo el ahorro supuesto de una cuarta parte de los ingresos de la comunidad se demuestra por tanto como imposible.

Sospecho que este silogismo hará aparecer en las mentes de la mayor parte de los lectores la sospecha de que se ha probado demasiado. Si fuera verdad, no sólo el ahorro simultáneo de una cuarta parte de los ingresos de la comunidad sería imposible, sino que cualquier ahorro real sería imposible. Si cada intento de restringir el consumo debe efectivamente ocasionar una restricción inmediata y proporcional de la producción, entonces no podría producirse ningún incremento a la riqueza acumulada de la sociedad a través del ahorro. Los individuos particulares podrían ahorrar parte de sus ingresos, pero sólo a condición de que otros individuos de la misma comunidad consuman el exceso de los mismos; la sociedad como un todo nunca podría dejar aparte porciones de su ingreso social y las acumulaciones que puedan realizar ciertas naciones como Francia u Holanda como consecuencia de de su mayor porcentaje de ahorro en comparación con España o Turquía debe ser descrito, aunque pueda parecer un fenómeno universal, como una mera ilusión. Creo que Mr. Bostedo estaría realmente dispuesto a adherirse a esta opinión con todas sus consecuencias; a cualquier nivel, sus conclusiones me parece que armonizan con esta perspectiva, puesto que dice con especial énfasis que cada ahorro es sólo una transferencia de poder de compra de los ahorradores a otros miembros de la comunidad. Sin embargo, tengo más confianza en que los lectores rechazarán aceptar este análisis como correspondiente a su experiencia y que en su lugar concluirán que hay algo incorrecto con la cadena de razonamientos que nos lleva a una conclusión tan improbable.

En realidad, el fallo en el razonamiento no es difícil de encontrar. Está en que una de las premisas, la que afirma que una restricción del “consumo para disfrute inmediato” debe implicar a su vez una restricción en la producción, es errónea. La verdad es que una restricción en el consumo implica, no una restricción en la producción en general, sino sólo, a través de la acción de la ley de la oferta y la demanda, una restricción en determinadas ramas de la misma. Si como consecuencia del ahorro, se compra y consume una menor cantidad de comida de lujo, vino y encajes, se producirá posteriormente –y quiero poner énfasis en esta palabra- una menor cantidad de estos bienes. Sin embargo, no habrá una menor producción de bienes en general, puesto que la menor producción de bienes listos para su consumo inmediato puede ser y será compensada por un incremento en la producción de bines “intermedios” o de capital.”

Este último punto de BB se explica porque si la gente ahorra, ahorra para algo, para tener un mayor consumo futuro. Entonces, el ahorro se traslada a la inversión en bienes más alejados del consumo en las distintas etapas de producción, para llegar con mayor producción cuando esa mayor demanda de consumo se haga presente.

El debate Hayek-Keynes: ¿fracasan los mercados en generar el conocimiento necesario?

Con los alumnos de Historia del Pensamiento Económico I vemos el “debate Hayek-Keynes”, y aquí un artículo del profesor de Trinity College (CT) William Butos vinculando esa famosa discusión con el tema del conocimiento: http://www.eseade.edu.ar/files/Libertas/3_7_Butos.pdf

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“Existen potencialmente varias formas para enfrentar el desafío que Keynes presenta hacia la eficacia de los procesos de mercado y, en verdad, hay una gran e importante literatura que hace exactamente eso. Pero mi énfasis aquí es que en el sistema de Keynes las tendencias coordinadoras no funcionan debido a que el sistema y sus participantes no poseen la capacidad para generar el conocimiento necesario para un buen funcionamiento de la economía. Quiero sugerir que el problema que Keynes presenta no es que el conocimiento descentralizado no es transmitido y utilizado, sino, en el fondo, el fracaso del sistema para producir dicho conocimiento en primer lugar. Los mercados financieros modernos, en síntesis, sufren un fracaso inherente e incorregible debido a que no pueden generar los precios correctos. Esto es a lo que me refiero en relación al “desafío de Keynes”.

¿Hay formas satisfactorias para penetrar las teorías basadas en la incertidumbre de Keynes? Un enfoque posible es enfatizar que, si bien las expectativas surgen en un contexto de incertidumbre, los precios realmente transmiten información relevante acerca de las realidades subyacentes y promueven la coordinación de las decisiones económicas (Garrison 2001: 26). Podríamos llamar a éstas “expectativas razonables”, porque al endogeneizar las expectativas este enfoque provee un ámbito para su revisión mientras que evita la manía racionalista de las expectativas racionales. Sin embargo, si bien este enfoque es muy atractivo, no atiende directamente la afirmación de Keynes de que la conducta de los agentes, sus expectativas, y los precios que generan sus interacciones, no solamente son necesariamente incompatibles con sus planes y resultados de mercados preferidos tales como el pleno empleo sino que es así inevitablemente. Para Keynes, la coordinación de mercado funciona, pero los resultados que produce están basados en los precios errados. El mercado, en síntesis, expresa el tipo equivocado de conocimiento y el conjunto equivocado de precios.9

¿Si las “expectativas razonables” (como son descriptas anteriormente) no son aplicables aquí, es posible reubicar y reconsiderar el problema del conocimiento, incluyendo la cuestión particular del “desafío de Keynes”, que evita el usualmente inútil ejercicio de enfrentar postulados rivales entre sí? Dada la centralidad de la incertidumbre en el mundo real en que vivimos, el empirismo casual no provee suficiente guía para considerar la cuestión ante nosotros. Así, aun si reconocemos que “París está siendo alimentada”, también observamos inestabilidades de mercado continuas, especialmente en los mercados financieros, que dan credibilidad a la posibilidad de que el conocimiento y los precios no son eficazmente comunicados o generados o ambos.

Mi consideración de Keynes ha estado restringida a cuestiones acerca del conocimiento y las expectativas; no ha sido mi propósito considerar en ningún detalle diversas cuestiones éticas en macroeconomía monetaria presentadas en la Teoría General. Para evitar un malentendido, no estoy sugiriendo que la economía de Keynes como tal sea totalmente coherente o correcta. Más bien, estoy sosteniendo que las afirmaciones de Keynes en relación a la incertidumbre y sus efectos presentan un serio desafío para la teoría del proceso de mercado. Planteando la cuestión en términos de la generación de conocimiento, creo que puede generarse cierta luz sobre la falta de respuesta de Hayek a la Teoría General. Al mismo tiempo, y de mucho mayor interés, considerando el trabajo de Keynes y las contribuciones de Hayek en esta perspectiva surgen nuevas preguntas que nos obligan a ir mucho más allá de la vieja controversia Hayek-Keynes.”

 

El debate Hayek-Keynes sobre los ciclos económicos y las crisis. ¿Bajar la tasa de interés en el auge?

Con los alumnos de Historia del Pensamiento Económico en Económicas de la UBA vemos el debate “Hayek-Keynes” sobre las crisis y el ciclo económico. Comenzamos con el capítulo 22 de la Teoría General de Keynes, titulado “Notas sobre el ciclo económico”. Aquí van algunos párrafos que explican la visión de Keynes y otros donde hace referencia a la discusión, aunque en ningún momento menciona con quién está discutiendo, pero se puede inferir con quién.

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“…encontraremos que las fluctuaciones en la propensión a consumir, en la curva de preferencia por la liquidez y en la eficacia marginal del capital han desempeñado su parte (en los ciclos). Pero sugiero que el carácter esencial del ciclo económico y, especialmente, la regularidad de la secuencia de tiempo y de la duración que justifica el que lo llamemos ciclo, se debe sobre todo a cómo fluctúa la eficacia marginal del capital.”

“Las últimas etapas del auge se caracterizan por las esperanzas optimistas respecto al rendimiento futuro de los bienes de capital, lo bastante fuertes para equilibrar su abundancia creciente y sus costos ascendentes de producción y, probablemente también, un alta en la tasa de interés. Es propio de los mercados de inversión organizaros que, cuando el desencanto se cierne sobre uno demasiado optimista y con demanda sobrecargada, se derrumben con fuerza violenta, y aún catastrófica bajo la influencia de compradores altamente ignorantes de lo que compran y de los especuladores, que están más interesados en las previsiones acerca del próximo desplazamiento de la opinión del mercado, que en una estimación razonable del futuro rendimiento de los bienes de capital.”….

“De este modo, con mercados organizados y sujetos a las influencias actuales, la estimación que hace el mercado de la eficacia marginal del capital puede sufrir fluctuaciones tan enormemente amplias que no quepa neutralizarlas lo bastante por fluctuaciones correspondientes en la tasa de interés. Además, como hemos visto antes, los movimientos consiguientes en el mercado de valores pueden deprimir la propensión a consumir precisamente cuando es más necesaria. Por tanto, en condiciones de laissez-faire, quizá sea improbable evitar las fluctuaciones amplias en la ocupación sin un cambio trascendental en la psicología de la inversión, cambio que no hay razón para esperar que ocurra. En conclusión, afirmo que el deber de ordenar el volumen actual de inversión no puede dejarse con garantías de seguridad en manos de los particulares.”

Hasta allí, una muy breve exposición de su análisis y propuesta de solución. Ahora breves párrafos sobre el debate. Así comienza la sección inmediata al párrafo anterior:

“Puede parecer que el análisis precedente está de acuerdo con el punto de vista de quienes sostienen que la sobreinversión es la característica del auge, que el único remedio posible para la siguiente depresión es el evadirla, y que, si bien, por las razones dadas antes, ésta no puede impedirse por medio de una baja tasa de interés, el auge puede evitarse por otra alta. Ciertamente tiene fuerza el argumento de que una alta tasa de interés es mucho más efectiva contra un auge que otra baja contra una depresión.

Pero inferir estas conclusiones de lo anterior llevaría a una mala interpretación de mi análisis; y a mi modo de ver, supondría un error. Porque el término sobreinversión es ambiguo. Se puede referir a las inversiones que se destinan a desanimar las previsiones que las incitaron o para las cuales no hay lugar en circunstancias de intensa desocupación; o puede indicar un estado de cosas en el que cada clase de bienes de capital sea tan abundante que no haya inversión nueva que prometa aun en condiciones de ocupación plena, ganar en el curso de su duración más que su costo de reposición. Es solamente en el último estado de cosas donde hay sobreinversión, estrictamente hablando, en el sentido de que cualquier inversión posterior será sólo un puro desperdicio de recursos:….

…’El remedio del auge no es una tasa más alta de interés, sino una más baja!, porque ésta puede hacer que perdure el llamado auge. El remedio correcto para el ciclo económico no puede encontrarse en evitar los auges y conservarlos así en semi-depresiones permanentes sino en evitar las depresiones y conservarnos de este modo en un cuasi-auge continuo.”

“El auge que está destinado a terminar en depresión se produce, en consecuencia, por la combinación de dos cosas: una tasa de interés que, con previsiones correctas, sería demasiado alta para la ocupación plena, y una situación desacertada de previsiones que, mientras dura, impide que esta tasa sea un obstáculo real. El auge es una situación tal que el exceso de optimismo triunfa sobre una tasa de interés cuya altura excesiva se comprendería si se juzga con serenidad.”

“El auge que está destinado a terminar en depresión se produce, en consecuencia, por la combinación de dos cosas: una tasa de interés que, con previsiones correctas, sería demasiado alta para la ocupación plena, y una situación desacertada de previsiones que, mientras dura, impide que esta tasa sea un obstáculo real. El auge es una situación tal que el exceso de optimismo triunfa sobre una tasa de interés cuya altura excesiva se comprendería si se juzga con serenidad.”

 

Para la izquierda el FMI es el diablo; para Mises la idea de Keynes y White ya lo era en 1944

La izquierda ha tomado como un ícono del capitalismo al Fondo Monetario Internacional (FMI). Sin embargo, no conocen la crítica a ese organismo por parte de los economistas austriacos. Ludwig von Mises presenta sus críticas en 1944, parte de una monografía titulada “Una propuesta no inflacionaria para la reconstrucción monetaria de posguerra”:

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“Tanto los planes de Keynes como de White (Harry Dexter, funcionario del Departamento del Tesoro de Estados Unidos, negociador en la creación del sistema de Bretton Woods y el FMI), prevén el establecimiento de un banco internacional. El plan británico se refiere a una “Unión Internacional de Clearing”; el plan norteamericano de White lo llama “Fondo de Estabilización de las Naciones Unidas y Asociadas”.

“He mencionado antes que un banco internacional no puede brindar ningún servicio a la causa de la estabilización de los tipos de cambio. Los requisitos de la estabilidad de cambios son exclusivamente locales: un presupuesto balanceado sin recurrir a la inflación y la expansión crediticia y, más aun, el abandono de otros intentos de expandir el crédito. Si una nación no cumple con estos requisitos, ninguna operación de un banco internacional prevendrá la caída en el valor de su moneda”. (Y, efectivamente, en los años 1970s, el sistema se desmoronó, el FMI no pudo evitar la desvaluación del dólar respecto al oro).

“Si una nación cree que su deber moral o su interés nacional lo obligan a contribuir con el gasto público de otra nación, debe subsidiarlo abiertamente y no disfrazarlo de ayuda vestida como un préstamo. Ese fue el proceder de Gran Bretaña cuando – en el siglo XVIII y comienzos del XIX- subsidió a sus aliados continentales (en las guerras napoleónicas). Esa es la política de ayuda de Estados Unidos (llamada lend-lease) en la presente emergencia bélica. Este país –cuyos ciudadanos han sido por más de un siglo vituperados como adoradores del ternero de oro, como implacables buscadores del lucro y despiadados egoístas, no solamente sostiene la principal carga material del esfuerzo de guerra sino que ha hecho todos los preparativos para una acción de ayuda de dimensiones sin precedentes. Están listos para alimentar las hambrientas y necesitadas víctimas de los Nazis luego de su liberación en una escala mucho más grande de lo que hicieron durante y después de la Primera Guerra.”

“Pero el dinero y los negocios son otra cosa. La caridad no requiere el establecimiento de un banco. Tampoco lo necesitan la inversión extranjera y los préstamos al extranjero.”

“Lo que el plan británico inadecuadamente llama “unión de clearing” sería, en realidad, un banco con la capacidad de expandir el crédito. El mero establecimiento de cualquiera de estas dos nuevas instituciones consistiría en una enorme adición a los actuales depósitos a la vista. Según el plan británico, cada estado tendría asignada una cuota que le dará derecho a disfrutar las facilidades crediticias de la unión. ¿De dónde provienen esas facilidades crediticias? La respuesta es obvia. Es dinero fiduciario, surgido de la magia de la planificación internacional. Lo que la gente necesita es una mayor oferta de bienes, pero los brujo quieren darle más dinero ficticio.”

“Las notorias tendencias inflacionarias de ambos planes son todavía más manifiestas en la provisión para que el banco propuesto otorgue préstamos a la tasa descontada del 1%. A dicha tasa, la demanda por créditos adicionales sería prácticamente ilimitada.”

“Es innecesario discutir si los esquemas sugeridos podrían tener éxito en estabilizar los tipos de cambio entre los estados miembros. Supongamos, para argumentar, que esto ocurre. Pero no hay dudas que la operación de esta unión o fondo resultará en una inflación mundial sin precedentes. Bajo el patrón oro, el obstáculo más eficaz para la inflación ilimitada era la falta de cooperación entre los bancos centrales de distintos países. Aun cuando todos expandieran el crédito al mismo tiempo, no había unanimidad entre ellos con relación a la tasa de expansión. Cada banco tenía necesidad de restringir su propia sed de expansión porque nunca estaba seguro si los demás harían lo mismo. Un banco central que no liberado de su obligación de redimir su moneda y depósitos tiene que considerar la relación entre sus pasivos y sus reservas. Debe evitar un drenaje de sus reservas. Aun un banco central al que se hubiera otorgado el cuestionable privilegio de suspender la convertibilidad de su moneda era frenado por la falta de cooperación. Si expandía el crédito a más velocidad que esos otros países, elevaría los tipos de cambio.”

“Ningún freno de ese tipo limitará las actividades de un banco mundial como se propone en ambos planes. Estará en posición de continuar con la inflación,”

Finalmente, tal «banco central mundial» no se creó (y este tipo de críticas tuvo su papel), sino una version más acotada para garantizar la estabilidad de los tipos de cambio, FMI, tarea en la cual fracaso a los 25 años de haber sido creado. Y como tanta otra burocracia, cuando se quedó sin ‘misión’, se buscó otra.

Keynes propone reducir los salarios, Mises había criticado eso antes y después de la Teoría General

Ante una situación de recesión económica la respuesta clásica era que los salarios debían reducirse. Ante una menor producción y ventas, cualquier empresa tiene que reducir sus gastos, y tan solo puede hacerlo con alguna de las dos variables centrales en el análisis de los mercados: o ajusta por precios (es decir con salarios más bajos) o ajusta por cantidad (despide personal).

Los sindicatos lograron, a fines del siglo XIX, que los salarios se volvieran rígidos. Incluso esto aparece en la legislación: los salarios no pueden bajar. Pero cualquier economista sabe que si no bajan habrá desempleo, lo que diferencia a unos de otros es admitir esto públicamente o tratar de obtener el mismo resultado pero por un camino menos visible.

Esto es lo que propuso Keynes en su famosa Teoría General. Keynes entendió que lo que habían logrado los sindicatos era una barrera a la reducción de los salarios nominales, pero no podían lograr algo similar con los salarios reales.

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Dice: “en verdad, un movimiento de los empleadores para revisar hacia abajo las negociaciones salariales serán resistidas mucho más tenazmente que una reducción gradual y automática de los salarios reales como resultado de precios crecientes” (Cambridge University Press, p. 264).

Escribe esto en 1936. Pero ya Mises en 1931 (“The Causes of Economic Crisis: An Address”) anticipaba una crítica a esta posición:

“Un solo argumento es nuevo, aunque de todas formas no menos falso. Esto es en relación a que salarios más altos de los que se obtendrían en el mercado no regulado pueden reacomodarse a una relación apropiada más fácilmente a través de la inflación. Este argumento muestra cuán preocupados están nuestros economistas para evitar desagradar a los sindicatos. Aunque no pueden sino reconocer que los salarios están muy altos y deben reducirse, no se atreven a reclamar abiertamente que se reduzcan. En cambio, proponen ser más astutos que los sindicatos de alguna forma. Proponen que los salarios monetarios actuales se mantengan sin cambio en la próxima inflación. En efecto, esto sería equivalente a reducir los salarios reales. Esto asume, por supuesto, que los sindicatos no van a realizar nuevas demandas salariales cuando la economía se recupere y que, en cambio, se mantendrán pasivos mientras los salarios reales se deterioran. Aun si esta totalmente injustificada y optimista expectativa es aceptada como verdad, no se gana nada con ello. Un boom ocasionado por medidas de política bancaria llevará eventualmente a una crisis y una depresión. Por lo tanto, con este método, el problema de la reducción de los salarios no se soluciona, solamente se posterga.”

Y en 1945, en su ensayo “Planning for freedom”, decía Mises:

“Si durante una inflación el crecimiento de los precios de los bienes excede el crecimiento de los salarios nominales, el desempleo va a caer. Pero lo que lo hace caer es precisamente el hecho que los salarios reales están cayendo. Lord Keynes recomendó la expansión crediticia porque creía que los asalariados aceptarían este resultado; creía que “una reducción gradual y automática de los salarios reales como resultado de precios crecientes” no sería fuertemente resistida por los sindicatos como un intento de reducción de los salarios. Es muy poco probable que esto suceda. La opinión pública conoce bien los cambios en el poder adquisitivo y observa con sumo interés los movimientos del índice de precios y el costo de vida. La substancia de todas las discusiones en relación a los salarios son los salarios reales, no los nominales. No hay chances de ser más astutos que los sindicatos con estas maniobras.”

Quienes promueven la inflación juegan con fuego, Keynes y Mises sobre el Tratado de Versailles

Pocas cosas podrán encontrarse en común en la visión de la economía de John Maynard Keynes y Ludwig von Mises, pero no es el caso en cuanto al análisis de la situación europea luego de la Primera Guerra Mundial. Keynes formó parte de la delegación británica en las negociaciones que llevaron al Tratado d Versailles, y criticó la dureza de las condiciones impuestas a Alemania augurando una reacción que luego se podría lamentar, y hubo que lamentar. Lo hizo en su libro “Las consecuencias económicas de la Paz” (1919).

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Tal vez tuvo mucho menos impacto un artículo de Mises publicado, en alemán, en el diario Neue Freie Presse el 28 de Enero de 1920. Se refiere a dos temas: las consecuencias económicas de la emisión monetaria para pagar la deuda impuesta por el Tratado y sus consecuencias políticas.

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“La profunda caída del tipo de cambio del marco (acá le diríamos subida) llama especialmente la atención. Actualmente el marco no está más alto que la corona checa. Las expectativas negativas en los países neutrales en relación al valor del marco pueden atribuirse tanto a temores sobre el futuro inflacionario como al grado en que la inflación ya ha crecido. Por una década y media, la teoría inflacionista se ha esparcido por Alemania. Los escritos de Georg Knapp y Friedrich Bendixen (Keynes cita a Knapp en el Treatise on Money y parece haberlo influenciado; Hayek luego critica este trabajo de JMK) han encontrado entusiastas partidarios, y es razonable decir que sus puntos de vista sobre teoría monetaria predominan hoy, compartidos por todos los principales expertos políticos. Recientemente, Bendixen entusiastamente propuso emitir un billón más de marcos para saldar la deuda. Su propuesta generó poca oposición en Alemania, mientras que fue recibida con fuerte rechazo en otros países. La profunda caída del marco puede atribuirse básicamente al lanzamiento de esta idea.”

“El informe emitido hace dos semanas por la Comisión Monetaria Alemana, que está compuesta principalmente de prominentes empresarios, muestra claramente que las elites alemanas no comprenden claramente que la causa de la depreciación de la moneda se encuentra en la inflación de la oferta monetaria. La comisión propuso medidas administrativas, como la restricción del comercio exterior y un endurecimiento del control de cambios para contrarrestar la depreciación de la moneda. Para los que comprenden la situación real, este informe tuvo un efecto desfavorable tanto en Alemania como en otros países.”

“Si el pueblo alemán no ve otra alternativa que trabajar por décadas como esclavos de Francia, no sorprenderá que el humor que se extiende en un creciente número de gente que promueve el avance del bolchevismo. Una Alemania bolchevique, sin embargo, no solo sería la destrucción de Alemania sino uno de los mayores peligros para el resto de Europa.”

“Inglaterra y Francia van a tener que comprender que los problemas de Europa no pueden resolverse fácilmente como sus representantes lo imaginan cuando negociaron los Tratados de Versailles y Saint-Germain. No se puede destruir a Alemania sin empujar a toda Europa a la ruina con ella. Una revisión de los Tratados de Versailles y Saint Germain parece imperativa, no solo en interés de Alemania sino también en interés del resto de Europa y, en verdad, en el interés de toda la civilización”.

Hay quienes, como Mises, tienen la claridad mental suficiente para anticipar las consecuencias de ciertos actos. Alemania no fue bolchevique, pero algo parecido, fue Nazi, y luego todo terminó en la peor guerra de la historia. La hiperinflación alemana no fue una causa menor para promover el ascenso del nazismo. Quienes promueven la inflación juegan con fuego.