Si el tema es la desigualdad, la Academia Sueca decidió por el que sabe de eso: Deaton, no Pikkety

Cuanto más avanzo en la lectura del libro “The Great Escape”, del último premio Nobel en Economía, Angus Deaton, más me parece que la Academia de Ciencias de Suecia (este premio es financiado por el Banco de Suecia, no por la Fundación Nobel como los otros), puede ser un intento de balancear el impacto que tuvo el libro de Pikkety. Es decir, si el tema en discusión a nivel global son las diferencias de ingresos, vamos a darle el premio a quien más ha estudiado el tema, y lo ha hecho más profesionalmente: Deaton.

Deaton

Deaton tiene un don: sabe analizar las estadísticas y saca todo tipo de conclusiones, todas ellas interesantes, aunque pueda uno no compartir todos sus juicios de valor. A diferencia de Piketty, Deaton no ve a las diferencias de ingresos como algo inherentemente malo (aunque puede serlo cuando son el resultado del lobby y el capitalismo de amigos). Así dice:

“Comenzando a mediados del siglo XVIII en Inglaterra, la longevidad comenzó a mejorar en todos los países del mundo. A medida que la gente escapaba de las enfermedades y la muerte temprana, los estándares de vida también comenzaban a mejorar y, en gran medida, la salud y el nivel de vida se movían en paralelo. Las ideas de la Revolución Científica y el Iluminismo produjeron eventualmente una revolución en el bienestar material, como también lo hicieron en la extensión de la vida. Estas revoluciones paralelas, impulsadas por las mismas causas finales, trajeron vidas mejores y más largas para muchos, pero también crearon un mundo de diferencias a través de lo que el economista Lant Pritchett ha memorablemente llamado “Divergencia, gran momento”. Le crecimiento económico trajo mejores estándares de vida como también una reducción de la pobreza. Es difícil medir todo esto en forma precisa pero un estudio minucioso estima que el ingreso promedio de todos los habitantes del planeta aumentó entre 7 y 8 veces entre 1820 y 1992. Al mismo tiempo, la fracción de la población mundial en extrema pobreza cayó de 84 a 24%. Este aumento sin precedentes de los estándares de vida llegó con enormes aumentos de la desigualdad de ingresos, tanto entre países como entre individuos dentro de los países. La naturaleza de la desigualdad también cambió. En el siglo XVIII, la mayor parte de la desigualdad se daba dentro de los países, entre los ricos aristócratas propietarios de tierras en un lado, y la gente común en el otro. Para el año 2000, en contraste, las mayores brechas se dan entre países, el resultado final de la gran divergencia.”

“La desigualdad puede, a veces, impulsar el crecimiento, si muestra a los demás una vía para beneficiarse con las nuevas oportunidades. Pero puede también menoscabar la mejora material e incluso extinguirla por completo. La desigualdad puede inspirar e incentivar a aquellos que quedaron atrás para alcanzar a los de adelante, generando mejores para ellos y para otros. O puede ser tan severa, y las ganancias tan concentradas en las manos de unos pocos, que el crecimiento económico se ahoga y se compromete el funcionamiento de la economía.”