¿A qué escuela pertenece la Constitución Argentina según quien la inspirara? Alberdi lo aclara

Con los alumnos de la UBA Derecho comenzamos a ver el libro de Juan Bautista Alberdi, “Sistema Económico y Rentístico de la Confederación Argentina”. En su introducción, Alberdi analiza las distintas escuelas económicas y a cual pertenece la Constitución:

Alberdi 3

“Hay tres elementos que concurren a la formación de las riquezas:

1° Las fuerzas o agentes productores, que son el trabajo, la tierra y el capital.

2° El modo de aplicación de esas fuerzas, que tienen tres fases, la agricultura, el comercio y la industria fabril.

3° Y, por fin, los productos de la aplicación de esas fuerzas.

Sobre cada uno de esos elementos ha surgido la siguiente cuestión, que ha dividido los sistemas económicos: – En e1 interés de la sociedad, ¿vale más la libertad que la regla, o es más fecunda la regla que la libertad? Para el desarrollo de la producción, ¿es mejor que cada uno disponga de su tierra, capital o trabajo a su entera libertad, o vale más que la ley contenga algunas de esas fuerzas y aumente otras? ¿Es preferible que cada uno las aplique a la industria que le diere gana, o conviene más que la ley ensanche la agricultura y restrinja el comercio, o viceversa? ¿Todos los productos deben ser libres, o algunos deben ser excluidos y prohibidos, con miras protectoras?

He ahí la cuestión más grave que contenga la economía política en sus relaciones con el derecho público. Un error de sistema en ese punto es asunto de prosperidad o ruina para un país. La España ha pagado con la pérdida de su población y de su industria el error de su política económica, que resolvió aquellas cuestiones en sentido opuesto a la libertad.

Veamos, ahora, cómo ha sido resuelta esta cuestión por las cuatro principales escuelas en que se divide la economía política.

La escuela mercantil, representada por Colbert, ministro de Luis XIV, que sólo veía la riqueza en el dinero y no admitía otros medios de adquirirla que las manufacturas y el comercio, seguía naturalmente el sistema protector y restrictivo. Colbert formuló y codificó el sistema económico introducido en Europa por Carlos V y Felipe II. Esa escuela, perteneciente a la infancia de la economía, contemporánea del mayor despotismo político en los países de su origen galo-español representa la intervención limitada y despótica de la ley en el ejercicio de la industria.

A esta escuela se aproxima la economía socialista de nuestros días, que ha enseñado y pedido la intervención del Estado en la organización de la industria, sobre bases de un nuevo orden social más favorable a la condición del mayor número. Por motivos y con fines diversos, ellas se dan la mano en su tendencia a limitar la libertad del individuo en la producción, posesión y distribución de la riqueza.

Estas dos escuelas son opuestas a la doctrina económica en que descansa la Constitución argentina.

Enfrente de estas dos escuelas y al lado de la libertad, se halla la escuela llamada physiocrática, representada por Quesnay, y la grande escuela industrial de Adam Smith.

La filosofía europea del siglo XVIII, tan ligada con los orígenes de nuestra revolución de América, dió a la luz la escuela physiocrática o de los economistas, que flaqueó por no conocer más fuente de riqueza que la tierra, pero que tuvo el mérito de profesar la libertad por principio de su política económica, reaccionando contra los monopolios de toda especie. A ella pertenece la fórmula que aconseja a los gobiernos: – dejar hacer, dejar pasar, por toda intervención en la industria.

En medio del ruido de la independencia de América, y en vísperas de la revolución francesa de 1789, Adam Smith proclamó la omnipotencia y la dignidad del trabajo; del trabajo libre, del trabajo en todas sus aplicaciones -agricultura, comercio, fábricas- como el principio esencial de toda riqueza. «Inspirado por la nueva era social, que se abría para ambos mundos (sin sospechado él tal vez, dice Rossi), dando al trabajo su carta de ciudadanía y sus títulos de nobleza, establecía el principio fundamental de la ciencia.» Esta escuela, tan íntima, como se ve, con la revolución de América, por su bandera y por la época de su nacimiento, que a los sesenta años ha tenido por neófito a Roberto Peel en los últimos días de su gloriosa vida, conserva hasta hoy el señorío de la ciencia y el respeto de los más grandes economistas. Su apóstol más lúcido, su expositor más brillante es el famoso Juan Bautista Say, cuyos escritos conservan esa frescura imperecedera que acompaña a los productos del genio.

A esta escuela de libertad pertenece la doctrina económica de la Constitución Argentina, y fuera de ella no se deben buscar comentarios ni medios auxiliares para la sanción del derecho orgánico de esa Constitución.”

El socialismo francés: ¿abanderado del liberalismo, los derechos y las libertades individuales?

Hace unas semanas, el presidente de Francia, François Hollande, visitó la Argentina. Fue uno de los primeros en visitar al país luego del cambio de gobierno. Hollande encabeza un gobierno del Partido Socialista. ¿Socialista? El Institut Économique Molinari, comenta el tema y trae una discusión acerca de la tradición liberal francesa, que parecía olvidada hasta ahora:  http://www.institutmolinari.org/radio-la-france-renoue-t-elle-avec,2526.html

Esto comenta:

“La reforma del derecho laboral, la ley Macron, el pacto de responsabilidad. El gobierno acumula reformas liberales. ¿Volver a la tradición francesa?

Si Myriam El Khomri (Ministra de Trabajo, miembro del Consejo Nacional del Partido Socialista) cree que deshacerse tan pronto como se pudiera de su proyecto de ley sobre el trabajo, la presentación del texto por el gabinete se pospone por una quincena. ¿Será esta vez suficiente para dar cierta cohesión dentro de la mayoría de gobierno? Esto es poco probable, ya que la ley que la Ministra de Trabajo representa es, a los ojos de parte de la izquierda, el peor espantapájaro: un arsenal de medidas tanto más liberales que el otro.

El liberalismo sin embargo parece estar en racha últimamente: en el gobierno, primero con Emmanuel Macron (Ministro de Economía, también miembro del Partido Socialista), que se reivindica como un «liberal». Y más a la derecha, a juzgar por los programas de los candidatos para la próxima primaria: fin de la ISF, la tasa de impuesto único, reforma del estatuto de la función pública, drásticos recortes de gastos…  como un homenaje póstumo a Margaret Thatcher y Ronald Reagan.

Hace tan sólo unos pocos años, sin embargo, pocos fueron los que se aventuraron (políticamente) en el campo del liberalismo económico. Sin embargo, esta forma de pensar no es totalmente ajena a nuestra historia política. Fue incluso un motor en el momento de romper con el antiguo régimen.”

arton2526-b97c9

En una entrevista con Le Parisien, define Macron su visión sobre el papel del Estado:

“El Estado debe establecer un marco para que emerjan los campeones del mañana y creen empleos aquí, en Francia. Debe continuar avanzando en la flexibilización del mercado laboral, en proteger a las personas más que a los empleos. Debe proteger los datos y las libertades individuales. Y sobre todo luchar contra la tendencia francesa de ver a los datos y números como una amenaza.”

Y sobre su posición política:

“La división entre los progresistas y los conservadores no tiene sentido. Pero hay algunos en la izquierda que no son progresistas, y otros en la derecha que quisieran serlo. Mi izquierda, es una izquierda que brinda derechos para la libertad. No es una izquierda que se cierra sobre sí misma. Yo me declaro liberal. Yo reivindico que, históricamente, el liberalismo es un valor de izquierda, de defensa de la igualdad de derechos”.

http://www.leparisien.fr/magazine/grand-angle/emmanuel-macron-le-numerique-est-une-chance-pour-tous-12-11-2015-5269423.php

«Cerca de la revolución, yo estoy cantando esta canción»: Un análisis de sus incentivos económicos

Del libro «El foro y el bazar»:

Un límite último y final al abuso de poder es la revolución, esto es el cuestionamiento al monopolio del poder en un determinado momento con el objetivo de modificarlo o derribarlo. Estas revoluciones pueden ser promovidas por acciones violentas o por resistencia civil, generalmente pacífica. Sin duda que hay casos de revoluciones que han sido exitosas en lograr la limitación del abuso de poder, más las pacíficas que las violentas. Pero esto no se extiende a todas ellas, muchas revoluciones terminaron con regímenes más totalitarios que los existentes.

La ciencia política ha tratado este tema desde antaño, no es nuestra intención siquiera resumirlo aquí. Sólo desde una perspectiva económica, Tullock (1971), plantea el dilema individual de participar en una revolución o en la resistencia civil ya que podría haber costos importantes como el castigo que pudiera imponer el régimen o incluso la muerte en la lucha, que parecerían exceder los beneficios, teniendo en cuenta que el individuo puede evaluar que su participación personal no llegará a ser determinante del resultado final. Y los beneficios que pudieran obtenerse, tendrían la característica de “bienes públicos”, los recibiría de todas formas, incluso no participando. Si buscara maximizar su utilidad sería un “free rider” de los esfuerzos de otros y no participaría, pero tampoco lo harían los demás.

El problema planteado se extendería a otro camino de larga tradición en la literatura de la ciencia política, el tiranicidio. Éste sería también inexplicable, al igual que las conductas de los terroristas suicidas, como los que perpetraron el ataque de las Torres Gemelas. Obviamente, el modelo del homo economicus que asume Tullock no logra explicar estas acciones, recurrentes en la historia.

Estas acciones pueden explicarse como parte de la figura del emprendedor “institucional” que es considerada en el Cap. 9 sobre cambio institucional y el papel que cumplen estos individuos que proponen un cierto cambio del status quo, para bien o para mal, y promueven ese cambio con más o menos éxito.  El costo de esta acción empresarial se ha visto notoriamente reducido con la extensión de las redes sociales como Facebook, YouTube o Twitter. Ahora, organizar una manifestación en la principal plaza de una capital puede hacerse con mensajes en cualquiera de esas redes, como ha ocurrido, con distinto resultado, en Túnez, Irán, Moldavia o Egipto[1].

[1] “Debido a que las protestas se organizaron principalmente a través de redes informales online, su éxito hizo preguntarse si un nuevo movimiento opositor se había formado que pudiera desafiar cualquier gobierno recién establecido. El Primer Ministro Mohamed Ghannouchi, un estrecho aliado del pueblo del presidente anunció en la televisión estatal que tomaba el poder como presidente interino. Pero ese paso violaba la Constitución de Túnez, la que establece la sucesión hacia el presidente del Congreso, algo que el Sr. Ghannouchi trató de obviar describiendo al Sr. Ben Ali como “temporalmente” inhabilitado para gobernar. Sin embargo, para el viernes a la noche (7/1/11), las páginas de Facebook en Túnez encabezadas por el eslogan revolucionario “Fuera Ben Ali” habían sido remplazadas por el nombre del presidente interino, declarando  “Fuera  Ghannouchi”.  Y los protestantes utilizaron intensamente los medios sociales en la Web como Facebook o Twitter para circular videos de cada demostración y para emitir llamados para la siguiente” (Kirkpatrick, David D., “President of Tunisia Flees, New York Times, 14/1/11:

http://www.nytimes.com/2011/01/15/world/africa/15tunis.html?_r=1

Angus Deaton, último premio Nobel en Economía: desde el Iluminismo, la vida derrota a la muerte

Angus Deaton, el ultimo premio Nobel en Economía, comenta sobre el futuro de la expectativa de vida, las ideas del progreso y la calidad de vida en su libro “The Great Escape”.

“¿Podemos esperar que la esperanza de vida continúe creciendo en los países de altos ingresos? La visión negativa, a menudo asociada con el demógrafo y sociólogo Jay Olshansky, comienza observando que se hace cada vez más difícil aumentar la esperanza de vida. Esto es algo que ya hemos considerado; cuando se salvan las vidas de niños esto tiene un efecto dramático en la esperanza de vida, porque tienen tantos años para vivir; pero una vez que casi todos los niños han sido salvados, salvar a los ancianos hace una diferencia mucho menor.

El gráfico siguiente muestra la desaceleración en el aumento de la esperanza de vida en los Estados Unidos desde los años 1950s, y podemos esperar algo similar en el futuro, aun si continúan las innovaciones, debido a que las vidas que se salven serán de ancianos cada vez mayores. Aun si se eliminara el cáncer en los Estados Unidos, la esperanza de vida se incrementaría solamente unos cuatro años. Los pesimistas también señalan que el aumento de la obesidad en la mayoría de los países ricos puede aumentar la tasa de mortalidad en el futuro. Tal vez, pero hasta ahora no hay evidencia de eso. Esto puede ser porque con mejore tratamientos para las enfermedades cardiovasculares –incluyendo remedios para controlar el colesterol y la hipertensión-, los riesgos de obesidad son menores ahora que cuando se comenzaron a estudiar.

Life expectancy

Por otro lado, los demógrafos Jim Oeppen y James Vaupel publicaron en 2002 un notable diagrama que calculaba la mayor esperanza de vida para las mujeres en cada año desde 1840, y mostraban que esta medida –que puede tomarse como la mayor esperanza de vida posible cada año-, ha aumentado en forma constante por 160 años. Por cada cuatro años calendario, la esperanza de vida aumenta un año. Oeppen y Vaupel no ven razones para que esta vieja tasa de progreso no deba continuar. Su diagrama también señala que muchas estimaciones previas sobre la mayor esperanza de vida ha sido superada por los hechos; muchos sabios predijeron que las ganancias en vida se iban a frenar o a parar, y todos se han equivocado. Además, en apoyo de la visión optimista de una creciente aumento de la esperanza de vida está el hecho que la gente no quiere morir antes de lo que deba; y que si se hacen más ricos tienen más ingresos para gastar tratando de evitar ese resultado y estarán dispuestos a dedicar más y más de sus ingresos para permanecer vivos; y no hay razón para suponer que no tendrían éxito ahora, como ya lo han tenido en el pasado.

Creo que el argumento optimista es más sólido; desde que la gente se rebeló contra la autoridad en el Iluminismo, y se puso a usar la razón para mejorar sus vidas, hay pocas dudas de que obtendrán nuevas victorias contra las fuerzas de la muerte. Habiendo dicho eso, es muy optimista pensar que la esperanza de vida en el futuro crecerá a la misma tasa que lo hizo en el pasado; las menores tasas de mortalidad infantil han hecho crecer la esperanza de vida muy rápido, y esa fuente de crecimiento ha pasado, por lo menos en los países ricos. Durante los 160 años en que la esperanza de vida creció un año cada cuatro, la contribución principal fue por salvar la vida de los niños, y eso no va a continuar. Una vez más, hay buenas razones para no enfocarnos en la esperanza de vida como medida del éxito. Eliminar el cáncer y otras enfermedades de los ancianos eliminaría mucho sufrimiento y mejoraría la vida de millones. Que tenga poco impacto en la esperanza de vida no es el punto.”.

McCloskey a Pikkety: la desigualdad no es mala y la pobreza está cayendo en el mundo, del 26% al 5%

¿Qué pasó con Piketty? ¿Fue tan sólo una estrella fugaz, que apenas pudo poner en duda por un breve tiempo el avance de los mercados? ¿O lo que ya había desarrollado la teoría económica hace décadas? Dreidre McCloskey, Distinguished Professor of Economics and History en la University of Illinois at Chicago y autora del libro “Bourgeois Equality: How Ideas, Not Capital, Enriched the World”,: http://www.cato.org/policy-report/julyaugust-2015/how-piketty-misses-point , se pregunta si la desigualdad es mala:

“El problema central con el libro, sin embargo, no es ético. Piketty no reflexiona sobre porqué la desigualdad en sí misma sería mala. Por cierto, es irritante que una mujer super-rica compre un reloj de 40.000 dólares. La compra puede ser éticamente cuestionable. Debería estar donando su ingreso en exceso de un cierto amplio nivel, digamos, de tener dos autos, no veinte; dos casas, no siete; un yatch, no cinco; brindándolo a entidades de caridad. Andrew Carnegie enunció en 1889 el principio que ‘un hombre que muere rico, muere desgraciado’. Carnegie donó toda su fortuna. (Bueno, la donó tras su muerte, luego de haber disfrutado un castillo en su nativa Escocia y algunas otras amenidades).

Pero el hecho que mucha gente rica actúe hoy de forma desgraciada no implica automáticamente que el gobierno tenga que intervenir para frenarlos. La gente actúa en forma desgraciada en todo tipo de formas. Si nuestros gobernantes tuvieran asignada la tarea en este mundo imperfecto de mantenernos a todos completamente éticos, pondría todas nuestras vidas bajo su tutela paternal, una pesadilla a la que se acercara Alemania Oriental antes de 1989 o Corea del Norte hoy.

Nótese que en el relato de Piketty el resto de nosotros cae relativamente detrás de los malvados capitalistas. EL foco en la riqueza relativa o el ingreso y el consumo es un serio problema para este libro. La visión apocalíptica de Pikkety nos deja lugar a nosotros para que nos vaya bastante bien –y no apocalípticamente- como lo hemos hecho desde 1800. Lo que le preocupa a Pikkety es que los ricos se puedan estar haciendo algo más ricos, aun cuando los pobres estén mejorando también. Su preocupación se centra en la diferencia, sobre un vago sentimiento de envidia elevado a proposición teórica y ética.

Pero nuestra preocupación real debería estar con elevar a los pobres a una condición de dignidad, nivel en el cual pueden funcionar en una sociedad democrática y desarrollar vidas plenas. No importa éticamente si los pobres tienen el mismo número de brazaletes de diamantes o Porsches que los dueños de los hedge funds. Pero importa si tienen las mismas oportunidades para votar o para aprender a leer o a tener un techo sobre sus cabezas.

Adam Smith describió una vez la idea escocesa de ‘permitir a cada hombre perseguir su propio interés a su manera, bajo el plan liberal de igualdad, libertad y justicia’. Sería bueno, por supuesto, si una sociedad rica y libre siguiendo al liberalismo Smitihiano produjera una igualdad a lo Pikkety. En verdad, en buena medida lo ha hecho, bajo el único éticamente relevante estándar de derechos humanos y necesidades básicas. AL introducir el liberalismo en Hong Kong y en Noruega y Francia, por ejemplo, ha llevado a una asombrosa mejora y a una real igualdad de resultados –los pobres comprando autos y teniendo agua fría y caliente, cosas que no tenían antes ni los ricos, y adquiriendo derechos políticos y dignidad social que eran negadas antes salvo a los ricos.

Los economistas Xavier Sala-i-Martin y Maxim Pinkovsky informaron tras un minucioso estudio de la distribución individual del ingreso –a diferencia de la comparación entre países-, que la pobreza está cayendo. Entre 1970 y 2006, la tasa global de pobreza se ha reducido casi en tres cuartos. El porcentaje de la población mundial viviendo con menos de un dólar por día (en dólares del año 2000, ajustados por poder de compra) fue de 26,8% en 1970 a 5,4% en 2006”.

Elecciones, discurso y el espíritu de los inmigrantes: aprovechar oportunidades, esfuerzo y trabajo

El domingo 22 de Noviembre se completó el temblor político que había recorrido la Argentina un mes antes: el kirchnerismo fue derrotado, Mauricio Macri será el próximo presidente de los argentinos.

¿Qué significa este resultado? ¿Qué mensaje enviaron los votantes argentinos? Pues, quienes enseñamos esa área de la teoría económica que se llama “Public Choice” o Análisis Económico de la Política, sabemos que el voto es un mecanismo muy imperfecto para expresar preferencias, por eso ahora hacen falta una y mil interpretaciones más de quienes, supuestamente, saben ‘leer’ lo que la gente quiso decir. Esta característica del mercado político es tan clara como inevitable.

En el mercado, cada uno de nosotros vota diariamente y elige entre el producto A o el B, o uno de los cientos que el mercado nos ofrece. Con ese voto determinamos los ingresos de cada uno de los participantes en el mercado: premiamos a quienes nos ofrecen lo que deseamos y no a quienes nos ofrecen otra cosa.

En la política las opciones son mucho más estrechas y, además, vienen ‘empaquetadas’, es decir se nos ofrecen paquetes de atributos muy complejos. ¿Qué votó quien votó a Macri? ¿Qué fue presidente de Boca? ¿Su gestión en la Ciudad de Buenos Aires? ¿Qué quiere despegarse de Venezuela? ¿Qué parece sensato aunque no haya dado muchos detalles de sus políticas? ¿Qué haya prometido eliminar el cepo cambiario?  En fin, ¿cómo saberlo? Podríamos decir lo mismo, y tal vez más, del otro candidato.

Ahora, luego de que hemos decidido, comienzan las definiciones. Los medios de comunicación se llenan de comentarios, análisis y novedades. Hay uno, sin embargo, al que quisiera prestar atención aquí pues no lo he visto comentado en ningún lado.

En el discurso de la noche del domingo 22 de Noviembre, ya reconocido el triunfo por su rival, Macri señaló más de una vez que quería una sociedad con oportunidades, donde la gente pudiera mejorar su condición, en definitiva, progresar en base a su propio esfuerzo. Hizo mención específica a la epopeya argentina de los inmigrantes, quienes llegaron a estas tierras con las manos vacías pero con la cabeza llena de un sueño de progreso que el país les ofrecía.

inmigrantes

En algún punto del camino ese espíritu se perdió, emborrachado por el populismo, que en lugar de oportunidades, esfuerzo, sacrificio y trabajo ofreció ‘derechos sociales’, prebendas, paternalismo y clientelismo a cambio de la sumisión política de la mayoría para aceptar el poder y la corrupción de quienes manejaran la maquinaria redistribuidora que, como dice el sabio viejo refrán “parte y reparte y se queda con la mejor parte”.

No tengo idea si Macri va a cumplir con esos principios enunciados el domingo, y mucho menos de cómo lo haría, pero debo decir que si eso reflejara de alguna forma lo que los argentinos votaron entonces sí podría afirmar que hubo un cambio, que hemos dejado de esperar que las soluciones de nuestros problemas vengan de arriba, del estado paternalista que es también el estado despilfarrador, inflacionista, regulador y corrupto.

Si esta primera decisión de los argentinos de rechazar la oferta paternalista y populista fuera la primera en un camino que nos lleve a recuperar las oportunidades y los valores de los inmigrantes, de aprovechar las oportunidades de la libertad y asumir la responsabilidad sobre nuestro propio destino, sería un gran primer paso en dirección al progreso.

Lamentablemente no puedo asegurarlo. Como dije, el voto es un instrumento muy imperfecto y refleja tantas cosas como votantes hubo. Si esta valorización de las oportunidades y el esfuerzo fuera parte de ese gran mensaje, junto con la recuperación de las instituciones de una república y el respeto a la propiedad y los contratos entonces sí, algo habría cambiado.

Habrá que esperar. Por cierto, con más esperanza que hace un par de meses, pero todavía con incertidumbre. Mientras tanto, recordemos a nuestros abuelos bajando de los barcos.

Alberdi y la libertad del trabajo como diferente de la organización del trabajo, que tenemos ahora

Con los alumnos de la UBA Derecho vemos a Alberdi, en su texto “Sistema Económico y Rentístico de la Confederación Argentina”, cuando habla de la libertad de trabajo y la organización sindical:

Alberdi

“La libertad del trabajo puede ser atacada en nombre de la organización del trabajo. Verdadero sentido de esta palabra alterado por los socialistas.

En general puede ser atacada la Constitución en sus libertades sobre la industria por todas las leyes, que, teniendo por objeto lo que la escuela de economía socialista ha llamado organización del trabajo, desconozcan que el trabajo no puede recibir otra organización, o más bien no puede ser organizado por otro medio, que por la legislación civil aplicada a los tres grandes ramos en que el trabajo y la industria se dividen: agricultura, comercio, industria fabril. En cualquiera de estos ramos, el rol orgánico de las leyes el mismo que en la materia civil; él consiste en establecer reglas convenientes para que el derecho de cada uno se ejerza en las funciones de producir, dividir y consumir el producto de su trabajo (agrícola, fabril o comercial), sin dañar el derecho de los demás.

En este sentido, organizar el trabajo no es más que organizar o reglamentar el ejercicio de la libertad del trabajo, que la Constitución asegura a todos los habitantes.

No hay más que un sistema de reglamentar la libertad; y es el de que la libertad de los unos no perjudique a la libertad de; los otros: salir de ahí, no es reglamentar la libertad del trabajo; es oprimida. – Los códigos comercial, agrícola y fabril tienen toda la misión de organizar el trabajo.

De lo dicho hasta aquí se infiere que la ley puede ser un medio, y el más temible, de derogar las garantías que la Constitución concede a la producción de las riquezas, con motivo o con pretexto de organizar su ejercicio; y que la Constitución misma pone en manos del legislador el pretexto de ejercer este abuso por ignorancia, inconsecuencia o mal espíritu, concediendo todas las libertades económicas que dejamos pasadas en revista, con sujeción a la ley en lo tocante a su ejercicio.

Por qué la Constitución sujetó a la ley el ejercicio de los derechos económicos.

Ni la Constitución argentina ni ninguna otra habría si do capaz de evitar este escollo, concediendo la libertad sin sujeción ni referencia a la ley. Este medio era imposible: porque, como hemos dicho arriba, ninguna Constitución se realiza por sus propias disposiciones y sin el auxilio de la ley reglamentaria u orgánica de los medios de ejecución. Si una Constitución se bastase a sí propia, no habría necesidad de otra ley que ella, y toda la legislación civil y penal carecería de objeto.

Era inevitable dejar a la ley el cuidado de hacer efectiva la libertad económica declarada por la Constitución, cualquiera que fuese el peligro. Este defecto no es de la Constitución argentina, sino de toda legislación humana.

Lo que debió hacer la Constitución en este punto lo hizo, y fue dar el antídoto, el contraveneno, la garantía para que el poder dado a la ley de hacer efectiva la Constitución, no degenerase en el poder de derogarla con el pretexto de cumplirla. En este punto la Constitución argentina excedió a todas las conocidas de Sud América, por la seguridad que dió al derecho privado contra el abuso del más temible poder, que es el poder del legislador.

En efecto, la Constitución argentina, como todas las conocidas en este mundo, vio el escollo de las libertades, no en el abuso de los particulares tanto como en el abuso del poder. Por eso fue que antes de crear los poderes públicos, trazó en su primera parte los principios que debían servir de límites de esos poderes: primero construyó la medida, y después el poder. En ello tuvo por objeto limitar. no a uno sino a los tres poderes; y de ese modo el poder del legislador y de la ley quedaron tan limitados como el del Ejecutivo mismo.”

Justicia social o distributiva: ¿y si las llamadas ‘injusticias sociales’ no fueron causadas por alguien?

Con los alumnos de Historia del Pensamiento Económico II (Escuela Austriaca), vemos a Hayek sobre filosofía moral y, en particular, sobre el concepto de justicia social. Algunos párrafos:

Hayek

“El uso de la expresión «justicia social» es relativamente reciente, pues parece que se remonta a hace un siglo, poco más o menos. Esta expresión se empleó de vez en cuando en tiempos más antiguos para designar los esfuerzos organizativos destinados a observar las reglas de recta conducta individual; en la actualidad se usa a veces en discusiones eruditas para valorar los efectos de las actuales instituciones de la sociedad, pero el sentido en que hoy suele emplearse, y al que constantemente se recurre en las discusiones públicas y que será analizado en el presente capítulo, es esencialmente el mismo en que durante mucho tiempo se empleó la expresión «justicia distributiva». Según parece, empezó a hacerse habitual en este sentido en el tiempo en que (y acaso en parte porque) John Stuart Mill trató explícitamente ambos términos como equivalentes en afirmaciones como:

la sociedad debería tratar igualmente bien a todos aquellos que lo han merecido igual-mente, es decir, aquellos que lo han merecido igualmente en absoluto. Este es el más alto grado abstracto de justicia social y distributiva, hacia el cual deberían hacerse converger lo más posible todas las instituciones y los esfuerzos de todos los ciudadanos virtuosos; se considera universalmente justo que toda persona obtenga (tanto en el bien, como en el mal) lo que merece; es injusto que tenga que obtener el bien o sufrir el mal quien no lo merece. Tal vez sea ésta la forma más clara y enfática en que puede concebirse la idea de justicia. Puesto que implica la idea de méritos morales, surge la pregunta sobre en qué consisten estos méritos.

Es significativo el hecho de que estas dos citas se encuentren en la descripción de uno de los cinco significados de justicia que Mill distingue, cuatro de los cuales se refieren a las normas de recta conducta individual, mientras que ésta define una situación fáctica que puede pero que no necesita haber sido causada por una decisión humana racional. Parece, pues, que Mill no se percató de la circunstancia de que con este significado se refiere a situaciones completamente distintas de aquellas a las que se aplican los otros cuatro sentidos, o de que esta concepción de «justicia social» lleva directamente a un socialismo en plena regla.

Tales afirmaciones, que asocian explícitamente «justicia social y distributiva» al «tratamiento» de los individuos por parte de la sociedad según sus ritos morales, demuestran claramente la diferencia con la simple justicia, y al mismo tiempo la causa de la vacuidad del concepto. La exigencia de «justicia social» se dirige no al individuo sino a la sociedad -pero la sociedad, en sentido estricto, es decir como distinta del aparato de gobierno- es incapaz de obrar por un fin específico, y la exigencia de «justicia social» se convierte por tanto en una exigencia dirigida a los miembros de la sociedad para que se organicen de tal modo que puedan asignar determinadas cuotas de la producción social a los diferentes individuos y grupos. La pregunta fundamental, pues, es la de si existe el deber moral de someterse a un poder que pueda coordinar los esfuerzos de los miembros de la sociedad en orden a obtener un modelo de distribución particular, considerado como justo.”

Alberdi buscaba atraer el capital, y también el trabajo, favoreciendo y promoviendo la inmigración

Con los alumnos de la UBA Derecho vemos EL Sistema Económico y Rentístico de Juan Bautista Alberdi. Si antes hizo énfasis en la importancia de respetar la propiedad y promover el ingreso de capitales, aquí hace referencia a la población:

Alberdi 3

“Expresión de esta necesidad suprema de un país desierto, la Constitución argentina aspiró ante todo a poblarlo. Midió el suelo, contó la población que debían regir sus preceptos; y hallando que cada legua cuadrada contenía seis habitantes, es decir, que el país que iba a recibirla era un desierto, comprendió que en el desierto el gobierno no tiene otro fin serio y urgente, que el de poblarlo a gran prisa.

Admitido el principio de que en América gobernar es poblar, convenidos en que la Constitución argentina es la expresión fiel de ese principio, viene ahora esta cuestión, a saber: -¿Cómo poblar? ¿Por qué sistema, según qué método, por cuáles medios atraer y agrandar la población, que todos creemos necesaria? – Esta cuestión práctica es del dominio de las leyes orgánicas, y a ellas toca resolverla. Pero toda ley orgánica debe hacer pie en la Constitución; de ella debe tomar sus fines y sus medios.

En la ciencia y en la Constitución esos medios se reducen a dos clases principales. Unos son directos y consisten en medidas y expedientes especiales, encaminados a traer pobladores y fundar colonias. Otros son indirectos, los cuales forman un sistema de instituciones encaminado a formar corrientes de población espontánea.

La Constitución consagra el sistema de población por medios directos, en sus art. 25, 64 (inciso 16) y 104.

«El gobierno federal (dice el art. 25) fomentará la inmigración europea, y no podrá restringir, limitar, ni gravar con impuesto alguno la entrada en el territorio argentino de los extranjeros que traigan por objeto labrar la tierra, mejorar las industrias e introducir y enseñar las ciencias y las artes».

El art. 64, inciso 16, atribuye al Congreso la facultad de proveer lo conducente a la prosperidad del país, promoviendo la inmigración y la colonización de tierras de propiedad nacional… por leyes protectoras de estos fines y por concesiones temporales de privilegios y recompensas de estímulo.

El art. 104 da esa misma facultad a los gobiernos locales de provincias.

Tales son los medios directos que autoriza la Constitución para atraer pobladores. Esos medios, que parecen ser los más eficaces, son los más secundarios.

Los medios realmente poderosos son los medios indirectos, los que tienen por objeto abrir corrientes de inmigración, fomentar la población espontánea, agrandar las ciudades, multiplicar la población de las campañas, en lugar de colonizar tierras desiertas.

Esos medios residen en los siguientes principios, consagrados por la Constitución argentina. Los reúno aquí en cuerpo de sistema para auxilio y guía del legislador economista.

Los artículos 4 y 64 favorecen la población fijando el carácter de la aduana, que es, según ellos, un impuesto, y no un medio de protección y de exclusión.

Los artículos de 9, a 13 la favorecen, aboliendo las aduanas interiores y refundiéndolas en una sola exterior, y proclamando la libertad completa del tráfico interior por agua y tierra.

Los artículos de 14 a 21 la favorecen, por una concesión amplia y completa de los derechos civiles de libertad, igualdad, propiedad y seguridad a todos los habitantes de la Confederación, sin exclusión de extranjeros.

Y para que esto no sea materia de interpretación y duda, la Constitución argentina, sin ejemplo en esto en la América del Sud, declara terminantemente por sus artículos 20 y 21 que: – «Los extranjeros gozan en el territorio de la Confederación de todos los derechos civiles del ciudadano: pueden ejercer su industria, comercio y profesión; poseer bienes raíces, comprarlos y enajenarlos; navegar los ríos y costas; ejercer libremente su culto; testar y casarse conforme a las leyes. No están obligados a admitir la ciudadanía. ni a pagar contribuciones forzosas y extraordinarias. Obtienen nacionalización residiendo dos años continuos en la Confederaci6n; pero la autoridad puede acortar este término a favor del que lo solicite, alegando y probando servicios a la República»… – «Los ciudadanos por naturalización son libres de prestar o no este servicio (militar) por el término de diez años, contados desde el día en que obtengan su carta de ciudadanía»

Juan Bautista Alberdi: Muchachos, no era ‘combatiendo al capital’, sino ‘promoviendo al capital’

Con los alumnos de la UBA Derecho vemos a Alberdi, Sistema Económico y Rentístico, en referencia a los capitales:

AlberdiLos capitales no son el dinero precisamente; son los valores aplicados a la producción, sea cual fuere el objeto en que consistan. Para pasar de una mano a otra, se con vierten ordinariamente en dinero, en cuyo caso el dinero sólo hace de instrumento del cambio o traslación de los capitales, pero no constituye el capital propiamente dicho.

Los capitales pueden trasformarse y convertirse en muelles, en buques de vapor, en ferrocarriles, puentes, pozos artesianos, canales, fábricas, máquinas de vapor y de todo género para beneficiar metales y acelerar la producción agrícola, así como pueden consistir en dinero y mantenerse ocupados en hacer circular otros capitales por su intermedio.

Bajo cualquiera de estas formas o trasformaciones que se consideren los capitales en la Confederación Argentina, ellos constituyen la vida, el progreso y la civilización material de ese país.

La Constitución federal argentina es la primera en Sud-América que, habiendo comprendido el rol económico de ese agente de prosperidad en la civilización de estos países, ha consagrado principios dirigidos a proteger directamente el ingreso y establecimiento de capitales extranjeros.

Esa mira alta y sabia está expresada por el art. 64, inciso 16 de la Constitución Federal, que atribuye al Congreso el poder obligatorio en cierto modo de: «Proveer lo conducente a la prosperidad del país, al adelanto y bienestar de todas las provincias, y al progreso de la ilustración del país, dictando planes de instrucción general y universitaria, y promoviendo la industria, la inmigración, la construcción de ferrocarriles y canales navegables, la colonización de tierras de propiedad nacional, la introducción y establecimiento de nuevas industrias, la importación de capitales extranjeros y la exploración de los ríos interiores, por leyes protectoras de estos fines y por concesiones temporales de privilegios y recompensas de estímulo».

El art. 104 de la Constitución, comprendiendo que los capitales son una necesidad de cada provincia, al paso que de toda la Confederación, atribuye aquellas mismas facultades a los gobiernos de provincia, sirviéndose de las mismas expresiones.

Se ve que la Constitución considera como cosas conducentes a la prosperidad del país la industria, la inmigración, los ferrocarriles y canales, la colonización de tierras nacionales. Y como todas estas cosas conducentes a la prosperidad no son más que trasformaciones del capital, la Constitución cuida de colocar a la cabeza de esas cosas y al frente de los medios de promover las la importación de capitales extranjeros.

Ella señala como medio de provocar esta importación de capitales, la sanción de leyes protectoras de este fin y las concesiones temporales’ de privilegios y recompensas de estímulo.

Toca a las leyes orgánicas, de la Constitución satisfacer y servir su pensamiento de atraer capitales extranjeros, empleando para ello los medios de protección y de estímulo más eficaces que reconozca la ciencia económica, y que la Constitución misma haga admisibles por sus principios fundamentales de derecho económico.