Menger sobre el trueque y origen del dinero en base a la diferente liquidez de los productos

Con los alumnos de Historia del Pensamiento Económico I, de Económicas, UBA, vemos a Carl Menger, no aquí como uno de los autores de la “revolución marginalista” en la teoría del valor, sino como uno de los pioneros de la economía institucional y de la economía evolutiva. Leemos su artículo sobre “El origen del dinero”, donde comenta:

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“ En el comercio primitivo el hombre económico toma conciencia, aunque en forma muy gradual, de las ventajas económicas que se obtendrían si se explotaran las oportunidades de cambio existentes. Los objetivos de este hombre están dirigidos, primera y principalmente, de acuerdo con la simplicidad de toda cultura primitiva, a lo que está al alcance de la mano. Y sólo en esa proporción entra en el juego de sus negocios el valor de uso de las mercancías que busca adquirir. En tales condiciones, cada hombre intenta conseguir por medio del intercambio sólo aquellos productos que directamente necesita y rechaza los que no necesita o ya posee de manera suficiente. Es evidente que en esas circunstancias la cantidad de acuerdos comerciales realmente concretados se halla dentro de limites muy estrechos, Consideremos con qué poca frecuencia nos encontramos con una mercancía que es propiedad de cierta persona y que tiene menos valor en uso que otra mercancía propiedad de otra persona, dándose para esta última la situación inversa. ¡Mucho más extraño aun es el caso en el cual estos dos individuos se encuentran! Pensemos, en realidad, en las peculiares dificultades que obstaculizan el trueque inmediato de productos en esos casos, en los que la oferta y la demanda cuantitativamente no coinciden: en los cuales, por ejemplo, una mercancía indivisible debe ser intercambiada por una variedad de productos que son posesión de diferentes personas o por mercancías tales que sólo se las demanda en determinadas oportunidades y que únicamente pueden ser suministradas por ciertas personas. Incluso en el caso relativamente simple y a menudo recurrente en el que una unidad económica A requiere una mercancía que posee B y B necesita una que posee C mientras que C quiere una que es propiedad de A, aun aquí, conforme a una regla de simple trueque, el intercambio de los bienes en cuestión, como regla general y por necesidad, no se realizaría.

Estas dificultades se habrían convertido en obstáculos insuperables para el progreso del comercio, y al mismo tiempo para la producción de bienes que no requirieran una venta regular, si no se hubiese hallado una solución en la naturaleza misma de las cosas, es decir, los diferentes grados de liquidez (Absatzfähigkeit) de los productos. La diferencia que existe en este sentido entre los artículos de comercio tiene enorme importancia para la teoría del dinero y del mercado en general. Y el no haber tomado en cuenta adecuadamente este hecho para explicar los fenómenos del comercio no sólo constituye una brecha lamentable en nuestra ciencia sino también una de las causas esenciales del estado de retraso de la teoría monetaria. La teoría del dinero necesariamente presupone la existencia de una teoría de liquidez de los bienes. Si logramos aprehender esto podremos entender cómo la suprema liquidez del dinero es sólo un caso especial -que únicamente presenta una diferencia de matiz- de un fenómeno genérico de la vida económica, es decir, la diferencia en la liquidez de las mercancías en general.”

Alberdi sobre la moneda, los seguros, la propiedad y la propiedad privada de caminos y canales

Con los alumnos de Economía Política y Economía Argentina, de Derecho, Universidad de Buenos Aires, vemos a Juan Bautista Alberdi y su texto “Sistema Económico y Rentístico…”. Ahora estamos viendo el capítulo III, Artículo II, que trata “De cómo puede ser anulada la Constitución, en materia económica, por las leyes orgánicas anteriores a su sanción” (antes había considerado cómo puede suceder con las leyes que se dicten desde la sanción de la CN). Algunos párrafos separados muestran el conocimiento de Alberdi sobre economía y el funcionamiento de los mercados, la moneda, etc.:

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Critica al código civil francés:

“Distinguiendo la restitución del préstamo hecho en lingotes o barras, de la restitución del préstamo hecho en plata amonedada, el código civil francés ha resucitado viejas preocupaciones de los legistas sobre la moneda, que, según ellos, recibe su valor de la voluntad del legislador y no del estado del mercado.”

Comprende el fundamental papel a cumplir por las sociedades comerciales y los seguros:

“El contrato de sociedad que, aplicado a la producción de la riqueza, es una fuerza que agranda en poder cada día, ha recibido una organización incompleta y estrecha del código francés, según la observación de los economistas. La sociedad o compañía industrial, llamada a desempeñar un rol importantísimo en la producción y distribución de la riqueza, no ha sido ni prevista por el código.

Los seguros que, según la hermosa expresión de Rossi, arrancan a la desgracia su funesto poder dividiendo sus efectos, y por cuyo medio el interés se ennoblece tomando en cierto modo las formas de la caridad, el seguro terrestre sobre todo, no ha merecido un recuerdo del código civil francés.”

Luego comenta brevemente (y lo hace extensamente en otras partes del libro), sobre el derecho de propiedad:

“El derecho de propiedad consagrado sin limitación, concluye con los ejidos, campos de propiedad común, situados a la entrada de las ciudades coloniales, que no se podían edificar.”

Sobre las “aduanas internas”:

“Los art. 9, 10, 11 y 12, según los cuales no hay más aduanas que las nacionales, quedando libre de todo derecho el tránsito y circulación interna terrestre y marítima, hacen inconstitucional en lo futuro toda contribución provincial, en que con el nombre de arbitrio o cualquier disfraz municipal se pretenda restablecer las aduanas interiores abolidas para fomentar la población de las provincias por el comercio libre. En Francia se restauraron con el nombre de octroi (derecho municipal) las aduanas interiores, abolidas por la revolución de 1789. Es menester no imitar esa aberración, que ha costado caro a la riqueza industrial de la Francia.”

Y señala que los caminos y canales pueden ser ‘cosas de propiedad privada’:

“Los caminos y canales comprendidos por el antiguo derecho en el número de las cosas públicas, serán por la Constitución de propiedad de quien los construya. Ella coloca su explotación por particulares en el número de las industrias libres para todos. Desde entonces, los caminos y canales pueden ser cosas de propiedad privada. Ni habría posibilidad de obtener los para la locomoción a vapor, sino por asociaciones de capitales privados, visto lo arduo de su costo para las rentas de nuestro pobre país.”

David Hume sobre la balanza comercial, pero en realidad sobre la moneda y el ajuste de los precios

Con los alumnos de Historia del Pensamiento Económico I, UBA Económicas, vemos el ensayo de David Hume sobre la balanza comercial. Algunos temas nunca han perdido actualidad. El ensayo puede verse aquí: http://www.econlib.org/library/LFBooks/Hume/hmMPL28.html . Algunos párrafos:

“Es muy común, en naciones ignorantes de la naturaleza del comercio, prohibir la exportación de productos, y mantenerlos dentro de ellas cuando sea que los consideran valiosos o útiles. No consideran que, con esta prohibición, actúan directamente en contra de su misma intención; y que cuanto más se exporta de un producto, más será producido localmente, y ellos serán los primeros que recibirán esa primera oferta.”

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Pero si bien el artículo comienza considerando barreras para la salida de bienes (y menciona el caso de los higos en Atenas y el trigo en Francia), luego centra su atención en los temores porque una balanza comercial “negativa” (mayores importaciones que exportaciones) reduzcan la cantidad de dinero en el país. Al considerar esto está criticando la visión mercantilista para cuyos autores la riqueza de un país depende de la cantidad de dinero (en ese entonces metales) que posee. Dice Hume:

“También ha prevalecido entre varias naciones el mismo temor celoso en cuanto al dinero; para convencer a la gente de que estas prohibiciones no sirven sino para encarecer los cambios en su contra y provocar una exportación aún mayor, se precisa tanto de la lógica como de la experiencia.

Podría decirse que estos errores son burdos y evidentes; pero sigue prevaleciendo, aún en naciones familiarizadas con el comercio, un gran celo por la balanza comercial y temor de que salga del país todo su oro y plata. A mi modo de ver esto es en casi todos los casos un temor sin fundamento; e igual temería que se agotasen lodos nuestros manantiales y ríos que saliese el oro de un reino donde hay habitantes e industrias. Pongamos buen cuidado en conservar estas últimas ventajas y no tendremos nunca por qué temer la pérdida del primero.”

En su respuesta, comienza a desarrollar la teoría monetaria, su relación con los flujos de divisas y el mecanismo de ajuste automático de la cantidad de dinero a las necesidades de un país vía el ajuste de los precios. Y lo hace brillantemente con estos ejemplos:

“Supóngase que de la noche a la mañana desapareciesen cuatro quintos de todo el dinero de Gran Bretaña, y que la nación quedase reducida, en lo que respecta al metálico, a la misma situación que en los reinados de los ENRIQUES y los EDUARDOS, ¿Cuál sería la consecuencia? ¿No deberá bajar en proporción el precio de todo el trabajo y mercancías y venderse todas las cosas tan baratas como en aquellos tiempos? ¿Qué nación podría entonces competir con nosotros en cualquier mercado extranjero, o pretender navegar o vender manufacturas a un precio que a nosotros nos dejara un beneficio suficiente? Por lo tanto ¿en qué poco tiempo habría de devolvernos esto el dinero que perdimos y elevarnos al nivel de todas las naciones vecinas? Y cuando lo hubiéramos alcanzado perderíamos inmediatamente la ventaja de la baratura del trabajo y las mercancías; y la mayor afluencia de dinero se detendría por nuestra abundancia y plenitud.

 

Supongamos ahora que de la noche a la mañana se multiplicara por cinco todo el dinero de Gran Bretaña. ¿No debería producirse el efecto contrario? ¿No debería subir todo el trabajo y mercancías a una altura tan exorbitante que ninguna nación vecina pudiera comprar nada de nosotros, mientras por otro lado sus mercancías llegarían a ser comparativamente tan baratas que, a pesar de todas las leyes que pudieran dictarse, nos inundarían y saldría nuestro dinero, hasta que cayéramos al nivel de los extranjeros y perdiéramos esa gran superioridad de riqueza que nos había colocado en posición tan desventajosa?

Ahora bien, es evidente que las mismas causas que corregirían estas desigualdades exorbitantes, si se presentaran milagrosamente, han de impedir que sucedan en el curso normal de la naturaleza, y han de mantener siempre el dinero, entre todas las naciones vecinas, casi proporcional a la industria y laboriosidad de cada nación.’* Siempre que el agua se comunica, permanece al mismo nivel. Preguntad la razón a los físicos; os dicen que si subiera en algún lugar, como la mayor gravedad de esa parte no está compensada, ha de deprimirla hasta encontrar un contrapeso; y que la misma causa que corrige la desigualdad cuando sucede, ha de impedir siempre que se presente, en ausencia de alguna operación externa violenta.”

Y concluye:

“En resumen, un gobierno tiene razón sobrada para conservar con cuidado su población y sus manufacturas. Puede confiar su dinero al curso de los asuntos humanos sin miedo o desconfianza. Y si alguna vez presta atención a esta última circunstancia, sólo debe ser en la medida en que afecta a las primeras.”

Juan de Mariana (1536-1624): tenia claro que la inflación es un impuesto, que nadie ha aprobado

Con los alumnos de Historia del Pensamiento Económico I, Económicas, UBA, terminamos de considerar los aportes de los escolásticos, con el análisis que, sobre Juan de Mariana, hace Lucas Beltrán en “El Padre Juan de Mariana”, publicado originalmente en la revista Ilustración Liberal. Van unos párrafos:

“Para nosotros, el Tratado y discurso sobre la moneda de vellón es una defensa de la propiedad privada, de la democracia política, de los presupuestos equilibrados y de la moneda sana de valor estable, que resulta ventajosa para todas las clases sociales. Si no conociéramos ninguna otra obra del autor, no dudaríamos en calificarle de economista liberal. ¿Cómo compaginar estas cuatro imágenes del jesuita de Toledo, a primera vista tan dispares?

En primer lugar, no todas las ideas contenidas en ellas son, en rigor, contradictorias. Por otra parte, es posible que la mente del Padre Mariana, que, en definitiva, se interesaba fundamentalmente por los problemas teológicos y religiosos en general, no estuviera, en cuanto a los económicos y sociales, perfectamente clara. Además, es posible que pensara en términos de lo que los modernos economistas llaman segundos óptimos y terceros óptimos, es decir, que prefiriera una cierta solución de los problemas económicos y sociales, pero que en caso de imposibilidad de ésta aceptara una segunda solución como la mejor entre las posibles y que no hubiera creído necesario explicar con precisión este orden de preferencias o que no lo hubiera logrado. Finalmente, sería posible que en la larga existencia del Padre Mariana sus ideas hubieran ido cambiando. Tal vez el Tratado y discurso sobre la moneda de vellón ha de ser considerado como el pensamiento maduro y definitivo del autor, pues es uno de los últimos libros que publicó.

En él Mariana empieza preguntándose si el rey es dueño de los bienes particulares de sus vasallos y contesta rotundamente que no. El autor acude a su distinción entre rey y tirano, a la que tanta afición manifiesta: «El tirano es el que todo lo atropella y todo lo tiene por suyo; el rey estrecha sus codicias dentro de los términos de la razón y de la justicia.»

De aquí deduce que el rey no puede exigir impuestos sin el consentimiento del pueblo, pues el impuesto significa la apropiación de una parte del patrimonio de los súbditos; para que tal apropiación sea legítima es preciso que los súbditos estén de acuerdo con ella. Tampoco puede el rey crear monopolios estatales, que serían un medio disimulado de exigir impuestos; en el lenguaje del autor, «si no es lícito poner pecho, tampoco lo será hacer esta manera de estanques sin voluntad de aquellos en cuyo perjuicio redundan».

Y tampoco puede el rey obtener ingresos rebajando el contenido metálico de las monedas. Los monarcas de la Casa de Austria acudieron reiteradamente a este antiguo recurso tantas veces utilizado en todos los tiempos y todos los Estados. En España, en tiempo del Padre Mariana, la rebaja se hizo sobre todo en las llamadas monedas de vellón; éstas eran de una aleación de plata y cobre y hasta fines del siglo XV fueron perfectamente respetables; en los siglos XVI, XVII y XVIII su contenido de plata fue reducido reiteradamente hasta que finalmente las monedas de vellón se hicieron sólo de cobre y funcionaron como moneda fraccionaria de las piezas de oro y plata. También el contenido de metal noble de éstas fue reducido en algunas ocasiones, pero menos que en el caso de las monedas de vellón, que constituyen el tema del tratadito de Mariana.

Éste ve la cuestión con tanta claridad como un economista moderno: se da cuenta de que la reducción del contenido de metal noble de las monedas y el aumento de la cantidad de éstas es una forma de inflación (aunque no usa esta palabra, entonces desconocida) y que la inflación produce fatalmente elevación de precios: «que si baja el dinero del valor legal, suben todas las mercadurías sin remedio, a la misma proporción que abajaron la moneda, y todo se sale a una cuenta».

Mariana ve que la inflación es un impuesto que recae sobre los que antes de ella tenían dinero, que ahora han de comprar las cosas más caras. Al argumento de que esto se puede evitar poniendo precios de tasa a las mercancías, contesta que la experiencia nos muestra que las tasas han sido siempre ineficaces. Siendo la inflación un impuesto, requerirá en todo caso el consentimiento del pueblo, pero aun con este consentimiento será siempre un impuesto dañoso y desorganizador de la vida económica: «este arbitrio nuevo de la moneda de vellón, que si se hace sin acuerdo del reino es ilícito y malo, si con él, lo tengo por errado y en muchas maneras perjudicial».

Juan de Mariana sobre los impuestos sin el consentimento del pueblo y la degradación de la moneda

Con los alumnos de Historia del Pensamiento Económico I de Económicas, UBA, vemos ahora a quien nos faltaba de los escolásticos. Juan de Mariana sobre la moneda, “Tratado y discurso sobre la moneda de vellón (1609)”. Algunos párrafos sobre el poder de cobrar impuestos y el envilecimiento de la moneda:

Juan de Mariana

 “Digo pues que es doctrina muy llana, saludable y cierta que no se pueden poner nuevos pechos (impuestos) sin la voluntad de los que representan el pueblo. Esto se prueba por lo que acabamos de decir, que si el rey no es señor do los bienes particulares, no los podrá tomar todos ni parte de ellos sino por voluntad de cuyos son. Item, si, como dicen los juristas, ninguna cosa puede el rey en perjuicio del pueblo sin su beneplácito, ni les podrá tomar parte de sus bienes sin él, como se hace por via de los pechos. Demás que ni el oficio de capitán general ni de gobernador le da esta autoridad, sino que pues de la república tiene aquellos cargos, como al principio señaló el costeamiento y rentas que le parecieron bastantes para ejercellos; así, si quiere que se las aumenten, será necesario que haga recurso al que se las dio al principio.

“El rey no puede bajar la moneda de peso ó de ley sin la voluntad del pueblo Dos cosas son aquí ciertas: la primera, que el rey puede mudar la moneda cuanto á la forma y cuños, con tal que no la empeore de como antes corria, y asi entiendo yo la opinión de los juristas que dice puede el príncipe mudar la moneda. Las casas de la moneda son del rey, y en ellas tiene libre administración, y en el capítulo Regalía, entre los otros provechos del rey, se cuenta la moneda; por lo cual, como sea sin daño de sus vasallos, podrá dar la traza que por bien tuviere. La segunda, que si aprieta alguna necesidad como de guerra ó cerco, la podrá por su voluntad abajar con dos condiciones; la una que sea por poco tiempo, cuanto durare el aprieto; la segunda, que pasado el tal aprieto, restituya los daños á los interesados. Hallábase el emperador Federico sobre Faenza un invierno; alargóse mucho el cerco, faltóle el dinero para pagar y socorrer la gente, mandó labrar moneda de cuero, de una parte su rostro, y por revés las águilas del imperio; valia cada una un escudo de oro. Claro está que para hacerlo no pudo juntar ni juntó la dieta del imperio, sino por su voluntad se ejecutó; y él cumplió enteramente, que trocó á su tiempo todas aquellas monedas en otras de oro. En Francia se sabe hubo tiempo en que se labró moneda de cuero con un clavito de plata en medio; y aun el año de 1571, en un cerco que se tuvo sobre León de Holanda, se labró moneda de papel. Refiérelo Budellio en el lib. I De Monet., cap. 1º, núm. 34. Todo esto es de Colenucio en el lib. IV de la Historia de Napóles. La dificultad es si sin estas modificaciones podrá el príncipe socorrerse con abajar las monedas, ó si será necesario que el pueblo venga en ello. Digo que la opinión común y cierta de juristas con Ostiense, en el título De censib. ex quibus, Inocencio y Panormitano, sobre el cap. 4º De jur. jur., es que para hacerlo es forzosa la aprobación de los interesados. Esto se deduce de lo ya dicho, porque si el príncipe no es señor, sino administrador de los bienes de particulares, ni por este camino ni por otro les podrá tomar parte de sus haciendas, como se hace todas las veces que se baja la moneda, pues les dan por mas lo que vale menos; y si el príncipe no puede echar pechos contra la voluntad de sus vasallos ni hacer estanques de las mercadurías, tampoco podrá hacerlo por este camino, porque todo es uno y todo es quitar á los del pueblo sus bienes por mas que se les disfrace con dar mas valor legal al metal de lo que vale en sí mismo, que son todas invenciones aparentes y doradas, pero que todas van á un mismo paradero, como se verá mas claro adelante. Y es cierto que como á un cuerpo no le pueden sacar sangre, sea á pausas, sea como quisieren, sin que se enflaquezca ó reciba daño, asi el príncipe, por mas que se desvele, no puede sacar hacienda ni interés sin daño de sus vasallos, que donde uno gana, como citan de Platón, forzosamente otro pierde.

¿Por qué necesita el grupo Benetton, o cualquier otro, subsidios para plantar árboles en la Patagonia?

El grupo Benetton es uno de los propietarios de tierras más grande en Argentina y es también el que más árboles ha plantado en la Patagonia: unas 8.600 hectáreas, con planes de llegar a las 16.000. Así lo comenta una nota en el diario La Nación titulada: “Los Benetton, de la moda al pino ponderosa”. http://www.lanacion.com.ar/1874419-los-benetton-de-la-moda-al-pino-ponderosa

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La producción de madera es un proceso a largo plazo. Así, comenta el administrador de este proyecto:

“En esos suelos magros en materia orgánica y con mucha piedra bocha, siempre en riesgo de volarse por el viento constante y con un clima que promedia en el año 9 C°, con un mínimo de -20 C° en invierno y un máximo de 35 C° en verano, los pinos ponderosa tardan entre 40 y 50 años en permitir un corte comercial. «No nos intimidan estos tiempos. Leleque tiene 104 años. La consistencia genética de nuestros rodeos se logró en 50 a 60 años. Y antes requirió implantación de alambrados, construcción de chacras, mucha preparación», dice Mac Donald”.

 El proyecto traerá una serie de beneficios: «La compañía considera muy importante este proyecto en el mediano y largo plazo, ya que en su momento va a generar un buen flujo de ingresos, y con gran cantidad de mano de obra de alta, media y baja calificación. Por eso se decidió mantenerlo pese a las trabas de los últimos años», dice Perazzo.

Además, plantar los árboles algo más alejados entre sí ha permitido un mejor aprovechamiento del recurso: “No solo aumentó el rendimiento, sino que además, al pasar más la luz del sol y crecer más el pasto, pudo hacerse cría silvopastoril de ovinos. Cuando el árbol tiene 10 a 12 años, los ovinos ya no pueden dañarlo. En Leleque ya tienen entre 4500 a 5000 hectáreas silvopastoriles.”

Ahora bien, ¿por qué necesita éste, o cualquier otro proyecto forestal, recibir subsidios?

Además, en esta caso en particular, no los están cobrando: “Entre esas trabas, se cuentan unos u$s 750.000 que el Gobierno le adeuda en subsidios correspondientes a 2013, 2014 y 2015. La ley 25080/98, de Inversiones para Bosques Cultivados, promovió muchas forestaciones que ahora, con la falta de pago acumulada, se suspendieron. «Se hace cuesta arriba, muchos emprendimientos forestales más chicos en estas zonas han desistido. Nosotros estamos plantando por debajo de lo estipulado, ya que no puedo sacar recursos de la oveja y de la vaca. Si los subsidios se pagaran en tiempo y forma se plantaría mucho más y podríamos emplear mucha más gente», dice Mac Donald, con esperanza de que la nueva administración actualice y agilice los pagos.”

Después de todo, si bien no hay números precisos, el negocio parece ser suficientemente rentable:

“En las plantaciones se llevan invertidos u$s 2,4 millones y en el mantenimiento u$s 4,2 millones, mientras que los subsidios permitieron recuperar u$s 2,6 millones. Y la valuación de los bosques implantados por la empresa al día de hoy, al precio actual de la madera prorrateado por los distintos estadios de crecimiento de los árboles -es decir, si se talara todo como está-, sería de u$s 17 millones. Ahí donde no había ni pasto para las ovejas.”

El verdadero problema del negocio forestal no es nada que tenga que ver con subsidios, sino con la constante depreciación de la moneda. El negocio parece rentable pero a 40 o 50 años es poco lo que se puede planificar en monedas que pierden poder adquisitivo en forma constante. Esto hace, además, que no exista crédito a esos plazos: ningún banco prestará a 50 años recibiendo préstamos a tres meses o un año. Sin embargo, en tiempos del patrón-oro, las empresas de ferrocarriles emitían bonos a 100 años!!

La emisión monetaria excesiva, en todo el mundo por supuesto, distorsiona el cálculo económico y perjudica, en particular, a los procesos productivos muy largos. Claro, éstos después requieren de subsidio para poder producir, pero no los necesitarían si contáramos con un patrón monetario estable.

El Bitcoin y la tecnología de blockchain podrían ser el fin de los bancos centrales: merecido lo tienen

Hay tecnologías que van a cambiar el mundo, y nuestras vidas, aunque es difícil anticipar cuál exactamente. Para quien quiera adelantarse a esas consecuencias recomiendo la serie inglesa Black Mirror, disponible en Netflix.

Pero hay otra que está siendo ahora muy comentada: blockchain. No me pida que explique exactamente qué es pero se origina con el Bitcoin y su capacidad de encriptar y proteger información de forma tal de impedir todo tipo de manipulación o falsificación de esa moneda. Ya la revista The Economist destacó su importancia. Ahora es  la revista Strategy & Business de la consultora PWC la que primero comenta el libro de Nathaniel Popper “Digital Gold: Bitcoin and the Inside Story of the Misfits and Millionaires Trying to Reinvent Money” by Nathaniel Popper (Harper, 2015). Allí, supuestamente el autor, periodista del New York Times, cuenta los entretelones del origen del Bitcoin, aunque por supuesto que no devela el secreto de la personalidad de Satoshi Nakamoto, el supuesto japonés que firma el primer mensaje de presentación de esta cripto-moneda. http://www.strategy-business.com/article/00343?gko=d2de7

Luego publica una guía sobre blockchain para el estratega, para tratar de entender de qué se trata y cómo puede impactar diversos negocios, o incluso garantizar elecciones limpias, ya que cada voto estaría vinculado con un determinado votante, pero sería imposible saber quien es. Se mantiene, entonces, el voto secreto, pero no puede ocurrir fraude:

“En su corazón, blockchain es una tecnología de base de datos, autosustentable, peer to peer, para manejar y registrar transacciones sin ninguna participación de un banco central o sistema de clearing. Como la verificación de blockchain es manejada a través de algoritmos y consenso entre múltiples computadoras, se presume que el sistema es inmune al fraude o al control político. Está diseñado para proteger contra el dominio de la red por una sola computadora o un grupo de computadoras. Los participantes son relativamente anónimos, identificados solo por seudónimos y cada transacción puede ser confiable. Más aun, como cada transacción central se procesa una sola vez en un gran libro mayor electrónico compartido, blockchain reduce las repeticiones y demoras que existen hoy en el sistema bancario.” http://www.strategy-business.com/article/A-Strategists-Guide-to-Blockchain?gko=0d586

En esta otra nota comentan el origen y la evolución de las cripto-monedas: https://www.pwc.com/us/en/financial-services/publications/cryptocurrency-evolution.html

Aquí se explica qué es esencialmente el blockchain: http://www.pwc.com/us/en/financial-services/publications/qa-what-is-blockchain.html

Y aquí una breve historia del Bitcoin: http://www.strategy-business.com/blog/Best-of-Multimedia-Bitcoins-Turbulent-History?gko=a7b29

Pareciera que entre esta moneda y la tecnología del blockchain podrían desaparecer los bancos centrales. Las cripto-monedas eliminarían la necesidad de su gestión monetaria y el blockchain la de supervisar bancos y transacciones.

Primer paso: eliminar el cepo cambiario. Segundo: ¿eliminar la ‘política cambiaria’? ¿Y la ‘monetaria’?

La eliminación del cepo cambiario permite ahora el funcionamiento del mercado en ese ámbito. Aunque resulta osado decirlo, podría ser el primer paso para eliminar la “política cambiaria” primero y la «monetaria» después. Al fin y al cabo, nunca se han obtenido Buenos resultados de mezclar la «política» con el dinero. Esto comenta Hayek al respecto en su libro “Desnacionalización del dinero”:

“Deberíamos haber aprendido que la política monetaria es, probablemente, más que el remedio, la causa de las depresiones, ya que es mucho más fácil, cediendo a las demandas de dinero barato, provocar los errores de la producción que hacen inevitable una posterior reacción que ayudar a la economía a desembarazarse de las consecuencias de un superdesarrollo en una dirección particular. La pasada inestabilidad de la economía de mercado es consecuencia de no haber sometido al proceso de mercado el dinero, que constituye el más importante regulador del mecanismo del mercado.

Hayek

Una única institución estatal monopolista no puede poseer la información que gobierna la oferta de dinero ni tampoco, aunque supiera cómo debía actuar en interés general, estaría en situación de hacerlo. De hecho, si, como creo, la principal ventaja del orden de mercado es que los precios suministran a los individuos la información necesaria, únicamente la constante observación del curso que siguen los precios de determinados bienes puede ofrecer información sobre la dirección en que se debe gastar más o menos dinero. El dinero no es un instrumento de política con el que se pueda conseguir determinados resultados previsibles mediante un control de su cantidad. Pero habría de formar parte del mecanismo auto-dirigido que induce a los individuos a ajustar sus actividades a circunstancias que sólo pueden conocer a través de las señales abstractas de los precios. Debería ser una conexión útil en el proceso que comunica los efectos de acontecimientos que nadie conoce en su totalidad e indispensable para mantener un orden en el que se combinan los planes de las personas que participan en dicho proceso.

El gobierno no puede actuar en interés general

Incluso si suponemos que el gobierno sabe cómo manejar el dinero en interés general, es altamente improbable que consiga alcanzar su objetivo. Como el profesor Eckstein —impulsado por su experiencia como consejero de varios gobierno— expuso en el artículo citado anteriormente: «Los gobiernos no pueden cumplir las reglas, aunque adoptaran la filosofía de ofrecer un marco estable».

Cuando se concede a un gobierno el poder de favorecer a determinados grupos o sectores de la población, los mecanismos del gobierno mayoritario le fuerzan a utilizar tal poder al objeto de obtener el respaldo del número suficiente para alcanzar la mayoría.

La tentación constante de solucionar la insatisfacción local o sectorial manipulando la cantidad de dinero, de forma que se pueda gastar más en servicios para aquellos que piden ayuda, será frecuentemente irresistible. Tal gasto no es un remedio adecuado y necesariamente trastorna el correcto funcionamiento del mercado.

En una situación de emergencia real, como la guerra, los gobiernos pueden imponer a la gente  bonos u otros pedazos de papel para pagos inevitables que no se pueden extraer de los ingresos del momento. Los préstamos obligatorios y similares serían mucho más compatibles con el necesario reajuste rápido de la industria a las circunstancias radicalmente distintas que una inflación que suspende el funcionamiento efectivo del mecanismo de los precios.

Desaparición de los problemas de la balanza de pagos

Con la desaparición de las distintas monedas territoriales se suprimirían también los llamados «problemas de balanza de pagos» que, se cree, causan intensas dificultades a las políticas monetarias actuales.

Necesariamente, habría continuas redistribuciones de las cantidades de moneda relativas y absolutas en las distintas regiones a medida que éstas se enriquecieran y empobrecieran relativamente. Pero ello no crearía más dificultades que las que causa el mismo proceso hoy en día en los grandes pises. La gente que se enriqueciera tendría más dinero y la que se empobreciera, menos. No existirían ya las especiales dificultades que causa el hecho de que, según el orden existente, la reducción del circulante determinado de un país requiere una contracción de toda la superestructura de crédito erigida sobre él.

De manera similar, desaparecerían también las más estrechas relaciones de la estructura de precios predominante en un país en relación con la de los países vecinos y con ello la ilusión estadística del movimiento relativo de niveles de precios nacionales determinados.

De hecho, se descubriría que «los problemas de balanza de pagos» son un efecto bastante innecesario de la existencia de monedas específicamente nacionales, que es la causa de la indeseable mayor coherencia interna de los precios nacionales que de los internacionales.

Desde el punto de vista de un orden económico internacional deseable, los «problemas de balanza de pagos» son un falso problema del que nadie se debe preocupar, excepto el monopolista de la emisión de moneda en un territorio determinado. Y una ventaja no menor de la desaparición de las distintas monedas nacionales sería que podríamos volver a los felices días de la inocencia estadística en los que nadie podía saber cuál era la balanza de pagos de su país o región y, por tanto, nadie se ocupaba o preocupaba de ella.”

Generaron dudas sobre el cumplimiento de los contratos en dólares: Hayek sobre el «curso legal»

 En Argentina se ha modificado el Código Civil y se han introducido serias dudas respecto al cumplimiento de los contratos en otras monedas. Aunque cierta jurisprudencia afirma ya que prevalece la voluntad de las partes, es decir, lo especificado en el contrato, está por verse: http://www.lanacion.com.ar/1824427-nuevo-codigo-civil-y-comercial-la-camara-civil-confirmo-que-un-contrato-en-dolares-debe-pagarse-en-esa-moneda

Al respecto, en su libro “Desnacionalización del dinero” Hayek trata el tema del curso legal de la moneda como parte de su análisis de la política monetaria y realiza una propuesta de “competencia de monedas”, cuya discusión es apropiada en todo país, como Argentina, que tiene dos monedas al menos, el peso y el dólar. Se suele pensar que la provisión de dinero es un ‘bien público’, una función indelegable del Estado. El libro fue publicado en inglés por el Institute of Economic Affairs de Londres.

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Preferencia por el dinero privado

Desde luego, puede haber y ha habido dinero muy sólido sin que los poderes públicos intervinieran para nada, pero raras veces se ha permitido que funcionara durante un período largo de tiempo.

Ahora bien, conviene aprender la lección contenida en un informe sobre China escrito por un autor holandés hace cien años. En él se señala que el papel moneda corriente entonces en aquella parte del mundo «es generalmente aceptado como dinero porque carece de curso legal y el Estado no se ocupa de él». Debemos a la intervención pública el que dentro de determinados territorios nacionales sólo se acepte un tipo de moneda. Pero es una cuestión sin decidir la de si esto es deseable o si la gente no podría conseguir un tipo de dinero de mucho mejor calidad si comprendiera las ventajas de prescindir de toda la confusión que genera la cuestión del curso legal. Además, un «medio legal de pago» (gesetzliches Zahlungsmittel) no necesita ser específicamente designado por una ley. Basta con que la ley permita al juez decidir con qué clase de moneda se puede pagar una determinada deuda.

La mencionada práctica fue claramente expuesta hace ochenta años por el distinguido defensor de la política económica liberal, abogado, estadista y alto funcionario, Lord Farrer. En un ensayo escrito en 1895 afirmaba que si las naciones «consideran como de curso legal solamente la unidad de cuenta cuando la deuda está expresada en esa unidad de cuenta en el contrato, no hay necesidad ni lugar para que opere una ley de curso legal. El Derecho mercantil es suficiente y no se requiere otra ley que atribuya funciones específicas a determinadas monedas. Hemos adoptado el soberano de oro como nuestra unidad o medida del valor. Si prometo pagar 100 soberanos, no es necesaria una ley especial sobre moneda de curso legal que señale que estoy obligado a pagar los 100 soberanos, y que si se me requiere el pago no puedo eximirme de la obligación pagando con algo distinto.» Después de examinar las aplicaciones típicas del concepto de curso legal, concluye que «observando los casos anteriores de uso o abuso de la ley de curso legal, vemos que tienen algo en común: en todos ellos la ley permite al deudor pagar y exige que el acreedor reciba algo diferente de lo contemplado en el contrato». De hecho, es una institución forzosa y antinatural que un poder arbitrario impone a los tratos entre los hombres. Añade unas líneas más abajo que «cualquier ley de curso legal es por naturaleza sospechosa».

Los gobiernos nunca utilizaron su poder para proporcionar una moneda estable: salvo el patrón-oro

En su libro “Desnacionalización del dinero” Hayek trata el tema de la política monetaria y realiza una propuesta de “competencia de monedas”, cuya discusión es apropiada en todo país, como Argentina, que tiene dos monedas al menos, el peso y el dólar. Se suele pensar que la provisión de dinero es un ‘bien público’, una función indelegable del Estado. ¿De dónde salió eso? El libro fue publicado en inglés por el Institute of Economic Affairs de Londres.

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“La deflación local o temporal de la Alta Edad Media

La Alta Edad Media puede haber sido un período de deflación que contribuyó al declive económico de Europa. Pero incluso esto no es seguro. Parecería que, en conjunto, la disminución del comercio condujo a la reducción de la cantidad de dinero en circulación, y no a la inversa. Encontramos demasiadas quejas sobre la carestía de los bienes y el deterioro de la moneda que nos llevan a considerar la deflación como poco más que un fenómeno local de aquellas regiones en las que las guerras y las migraciones habían destruido el mercado y la economía monetaria se había reducido debido a que la gente enterraba sus tesoros. Pero donde, como en el norte de Italia, la economía renació pronto, encontramos a todos los pequeños príncipes rivalizando entre sí para devaluar la moneda, procedimiento que, a pesar de los intentos fracasados de los comerciantes de proporcionar un medio de cambio mejor, se mantuvo a través de las siguientes centurias hasta que Italia se convirtió en el país con el peor dinero y los mejores escritores sobre temas monetarios.

Pero aunque los teólogos y los juristas se unieron en la condena de estas prácticas, éstas no cesaron hasta que la introducción del papel moneda suministró al poder público un método aún más barato de defraudar a la gente. Por supuesto, los gobernantes ya no podían seguir utilizando las prácticas crudelísimas mediante las cuales obligaron a la gente a aceptar el dinero malo. Un tratado sobre la ley del dinero resume así la historia de las penas impuestas a quienes meramente se negaban a aceptar el dinero legal: «Sabemos por Marco Polo que en el siglo XIII la ley china castigaba con la muerte el rechazo del papel moneda imperial, y negarse a aceptar los assignats franceses podía ser castigado con veinte años de prisión e incluso con la muerte en algunos casos. En el antiguo Derecho inglés se castigaba el rechazo como de lesa majestad. Durante la revolución americana no aceptar los billetes continentales se consideraba como un acto hostil y a veces significaba la cancelación de la deuda».

El absolutismo suprimió los intentos de los comerciantes de crear un dinero estable

Algunos de los primeros bancos fundados en Amsterdam y otros lugares surgieron de los intentos de los comerciantes de crear una moneda estable, pero el creciente absolutismo pronto impidió los esfuerzos de producir una moneda no estatal. En lugar de ello, protegió el crecimiento de los bancos que emitían billetes denominados en la unidad de cuenta oficial. Es, en este caso, todavía más difícil que en el del metálico el exponer cómo tal desarrollo abrió las puertas a nuevos abusos de las autoridades públicas.

Se dice que los chinos, escarmentados por su experiencia con el papel moneda, intentaron prohibirlo totalmente (por supuesto sin éxito) antes de que los europeos lo inventaran. Desde luego, los Estados europeos, una vez al tanto de esta posibilidad, comenzaron a explotarla despiadadamente, no para producir un dinero mejor, sino para sacar de ello mayores ingresos. Desde que la Corona británica, en 1694, otorgó al Banco de Inglaterra un monopolio limitado de emisión de billetes de banco, la principal preocupación de los gobiernos ha sido impedir que su poder sobre el dinero, basado en la prerrogativa de la acuñación, se traspasara a bancos realmente independientes. Durante algún tiempo, la influencia del patrón oro y la creencia de que mantenerlo era una importante cuestión de prestigio y el abandonarlo una deshonra nacional frenaron eficazmente este poder. Este sistema proporcionó al mundo el único período —doscientos o más años— de relativa estabilidad durante el cual pudo desarrollarse el industrialismo moderno, aunque padeciera crisis periódicas. Pero en cuanto se generalizó, hace cincuenta años, la idea de que la convertibilidad en oro era sólo un método para controlar la cantidad de moneda, factor real de determinación de su valor, los gobernantes quisieron escapar rápidamente a esa disciplina y el dinero se convirtió más que nunca en el juguete de la política gubernamental. Sólo algunas de las grandes potencias mantuvieron, durante algún tiempo, una estabilidad monetaria tolerable llevándola también a sus colonias. Ahora bien, ni Europa oriental ni Sudamérica tuvieron jamás un período prolongado de estabilidad monetaria.

Los gobiernos nunca han utilizado su poder para proporcionar una moneda aceptable y se han reprimido de cometer grandes abusos sólo mientras se mantenía el patrón oro. La razón para que nos neguemos a continuar tolerando esta irresponsabilidad de los poderes públicos es que sabemos ahora que es posible controlar la cantidad de moneda para prevenir fluctuaciones excesivas de su poder adquisitivo. Además, aunque hay multitud de razones para dudar de las autoridades si no están sujetas al patrón oro, no hay ninguna razón para pensar que la empresa privada, cuyo beneficio dependería de que el éxito coronase sus esfuerzos, no sería capaz de mantener estable el valor del dinero que emitiera.”