Las tasas de interés negativas que impulsan los bancos centrales: ¿cómo van a salir de eso luego?

El Institute Économique Molinari, de Francia, reproduce un artículo publicado en el diario Le Monde, sobre las tasas de interés negativas como resultado de las políticas monetarias aplicadas por algunos de los principales bancos centrales del mundo: http://www.institutmolinari.org/l-economie-manque-de-demande-pas,2544.html

“La banalización de las tasas de interés negativas despierta sorpresa en los mercados. Hoy en día, el 40% de la deuda soberana europea tiene una tasa de interés por debajo de cero. Algunas grandes empresas, tales como Nestlé, también emiten deuda a tasas negativas. Que quede claro: una tasa de interés del -1% significa que un préstamo de 1.000 euros será pagado con 990 euros. Por lo tanto, el prestatario ha ganado 10 euros, mientras que el prestamista habrá perdido 10 euros! ¿Pueden estas tasas excepcionalmente bajas permitirse el lujo de impulsar el crecimiento y la inversión? Tal es el objetivo fijado por los bancos centrales. Este razonamiento, sin embargo, parece dudoso. De hecho, las tasas negativas duraderas pueden ser desestabilizadoras para el sistema financiero.

¿Por qué el numerosas tasas son negativas? Este es el resultado de una fuerte demanda de activos seguros, en particular de obligaciones soberanas. La lógica es simple: una obligación promete una serie de rentas fijas. Cuando la demanda de un bono aumenta, su precio aumenta. Al comprar activos cada vez más caros y cuyos ingresos son fijos, los inversores aceptan un rendimiento más y más bajo, y los rendimientos caen.

La actual política monetaria contribuye de manera significativa a apoyar la demanda de activos seguros, reduciendo así las tasas. En primer lugar, el Banco Central Europeo (BCE) fijó una tasa negativa para el exceso de reservas de los bancos, mientras presta a cero interés. Por lo tanto, es barato para los bancos pedir prestado, pero es caro no invertir. En lugar de mantener las reservas, prefieren mantener activos seguros. Mientras tanto, las compras masivas de valores por parte del BCE y la Reserva Federal de Estados Unidos, como parte de los programas de «alivio cuantitativo», ayudan a sostener la demanda. El efecto combinado de estas fuerzas empujó la tasa a territorio negativo.

Al actuar presionando a la baja sobre las tasas, el BCE espera revivir la economía real mediante la reducción del costo del crédito para las empresas y los hogares. La eficacia de este mecanismo, sin embargo, depende fundamentalmente de la existencia de una demanda insatisfecha de crédito. En otras palabras, esto supone que las empresas tienen proyectos de inversión rentables que no logran financiar debido a problemas internos en el sector bancario, como fue el caso en 2008. Este argumento parece, sin embargo, no ser totalmente convincente. De hecho, los bancos tienen exceso de liquidez abundante y están mejor capitalizados que antes. Por lo tanto, no tienen ninguna razón, a priori, para no financiar proyectos rentables. Por el contrario, el crédito débil parece indicar una debilidad de la demanda como consecuencia de la renuencia de las empresas a invertir en el entorno actual. Como prueba de ello, muchas empresas toman deuda a tasas bajas no para invertir, sino para pagar dividendos o recomprar sus propias acciones. En este contexto, el BCE parece ser limitado.

Lejos de ayudar a la economía, la tasa negativa puede sin embargo ser una amenaza importante. En un mercado saludable, el precio de un activo financiero debe reflejar su riesgo. Con tasas de interés artificialmente bajas, los precios de los activos ya no reflejan su riesgo real, lo que puede contribuir a burbujas de activos. Por otra parte, con las tasas actuales permanentemente bajas, el BCE pone a los gobiernos y las empresas en una situación de dependencia. Los Estados no tienen ningún incentivo para reducir su deuda, mientras que las empresas se acostumbran a precios que no reflejan su riesgo real. En última instancia, el sistema financiero puede ser debilitado en su conjunto, por lo que sea difícil o imposible una salida de tasas bajas o negativas.

Christophe Pérignon y Guillaume Vuillemey son profesores de finanzas en la HEC de París.

David Ricardo y John Stuart Mill sobre las monedas fiduciarias y los bancos centrales

Se denomina a las actuales monedas de todos los países, “fiduciarias”, por no estar respaldadas por nada (oro, plata) que no sea la confianza en quienes las emiten. De hecho, la primera acepción del adjetivo fiduciaria en el Diccionario de la Real Academia dice: “Que depende del crédito y confianza que merezca”.

Por cierto que las monedas metálicas también estaban basadas en la confianza, sobre todo por no depender de la política. Dos economistas clásicos opinan sobre las monedas fiduciarias. En primer lugar David Ricardo, de un artículo titulado “The High Price of Bullion”(1811):

David Ricardo

“Se dice…., que el Banco de Inglaterra es independiente del Gobierno… Pero puede cuestionarse si un banco que presta muchos millones más que su capital y ahorros al Gobierno puede llamarse independiente…. Este es un peligro al que el Banco, dada su naturaleza, es confiable en todo momento. Ninguna prudencia de sus directores podría haberlo evitado… Era en última instancia debido a la estrecha conexión entre el Banco y el Gobierno que la restricción [la suspensión de la convertibilidad de sus billetes por oro metálico] fue necesaria… La única seguridad legítima que el público puede tener contra la indiscreción del Banco es obligarlos a pagar sus billetes con metálico.”

EL otro autor clásico es John Stuart Mill, en su libro Principles of Political Economy (1871):

john_stuart_mill

“Ninguna doctrina de la economía política descansa en fundamentos más obvios que la manipulación de una moneda papel que no se mantenga al mismo valor que la metálica, ya sea por convertibilidad, o por algún principio de limitación equivalente… Todas las variaciones en el valor de un medio circulante son manipulaciones que distorsionan los contratos y las expectativas y la carga de esos cambios hace que todo compromiso pecuniario de largo plazo sea totalmente precario. Grande como sería este inconveniente si dependiera de un accidente (la producción de oro), es mayor cuando está arbitrariamente a disposición de una persona o un grupo de ellas; quienes pueden tener cualquier clase o grado de interés en emitir cuanto [billetes inconvertibles] como sea posible, dando cada uno que se emita una ganancia. Sin agregar que los emisores tienen, y en el caso de billetes gubernamentales siempre tienen, un interés directo en devaluar el valor de la moneda porque es ésa el medio en que se computan sus deudas…. Dicho poder, quienquiera que lo posea, es un mal intolerable.”