Así es: los chismes pueden mejorar la generosidad. Porque nos importa la reputación

Los chismes pueden mejorar la generosidad. Parece raro, pero sería a través de la preocupación que cada uno de nosotros tiene por su reputación social. Junhui Wu, Daniel Balliet y Paul A.M. Van Lange del Department of Experimental and Applied Psychology, Vrije Universiteit Amsterdam, publican un artículo en Evolution and Human Behavior; Volume 37, Issue 3, May 2016, Pages 193-201, titulado “Reputation management: Why and how gossip enhances generosity”: https://doi.org/10.1016/j.evolhumbehav.2015.11.001

Resumen:

“Proponemos un marco para comprender por qué y cómo los chismes pueden promover la generosidad y la cooperación, especialmente en situaciones que pueden resultar en mayores beneficios indirectos de los demás. Basándonos en la teoría evolutiva, derivamos hipótesis novedosas sobre cómo dos propiedades confiablemente recurrentes de las redes sociales humanas (son «pequeñas» y contienen menos personas bien conectadas) brindan información sobre cuándo las personas pueden maximizar los beneficios indirectos de la generosidad. A través de tres estudios, encontramos apoyo para la hipótesis de que las personas aumentan su generosidad cuando el destinatario (o un observador) está conectado y puede chismear con al menos una o muchas otras personas con las que podría interactuar en el futuro. Además, la preocupación por la reputación, en lugar de los beneficios indirectos esperados de las futuras parejas, mediaba principalmente en esta generosidad observada basada en chismes, y el efecto de mediación de la preocupación por la reputación fue estadísticamente más pronunciado para los proself que para los prosociales. Discutimos la importancia de estos hallazgos en el contexto de las perspectivas evolutivas sobre la cooperación humana, junto con algunas ideas novedosas sobre cómo las propiedades de las redes sociales influyen en el comportamiento social.”

Donde hay auto-gobierno hay más cooperación social. El caso de los cantones suizos

El Centre for Decision Research and Experimental Economics; School of Economics University of Nottingham publica un paper titulado “Historical Self-Governance and Norms of Cooperation”, por Devesh Rustagi, donde analiza la cooperación social en cantones suizos, comparando aquellos que lograron el autogobierno con otros que se mantuvieron por siglos bajo el régimen feudal. En los primeros habría más cooperación social:

http://d.repec.org/n?u=RePEc:not:notcdx:2022-04&r=&r=soc

 

“¿El autogobierno, un sello distintivo de las sociedades democráticas, fomenta o erosiona las normas de cooperación generalizada? ¿Persiste este efecto y, de ser así, por qué? Investigo estas preguntas utilizando un experimento natural en Suiza. En la Edad Media, la ausencia de un heredero provocó la extinción de una destacada dinastía noble. Como resultado, algunos municipios suizos se volvieron autónomos, mientras que los demás permanecieron bajo el feudalismo durante otros 600 años. La evidencia de un experimento de comportamiento, la Encuesta Mundial de Valores y el Panel de Hogares Suizos muestra consistentemente que las personas de municipios históricamente autónomos exhiben normas de cooperación más sólidas en la actualidad. Los datos de los referéndums sobre la participación electoral, el sufragio femenino y la ciudadanía de las minorías me permiten rastrear estos efectos en acciones individualmente costosas y socialmente beneficiosas durante más de 150 años. Además, las normas de cooperación se relacionan con comportamientos prosociales como las donaciones benéficas y la protección del medio ambiente. De manera única, Suiza rastrea el lugar de origen de cada familia en los datos de registro, que utilizo para demostrar la persistencia de la transmisión cultural en un contexto de migración históricamente baja.”

¿Es necesaria la confianza en la sociedad para tener buenas instituciones o éstas para que haya confianza?

Ya hemos hablado de este tema en el blog, ¿en qué dirección va la causalidad entre confianza e instituciones? ¿Cuándo una sociedad tiene altos niveles de confianza desarrolla entonces instituciones de calidad o es al revés, cuando tiene buenas instituciones puede extenderse la confianza entre sus miembros? Este es un debate que tiene ya mucho tiempo y no está saldado. Andrea F.M. Martinangeli, Marina Povitkina, Sverker C. Jagers y Bo Rothstein publican un paper como Max Planck Institute for Tax Law and Public Finance Working Paper 2020 – 04, argumentando en este último sentido bajo el título “Institutional Quality Causes Social Trust: Experimental Evidence on Trusting Under the Shadow of Doubt”

El tema es presentado así:

“La confianza social subyace virtualmente en cualquier interacción social, sentando las bases para el desarrollo social y prosperidad económica (Arrow, 1972; Dearmon y Grier, 2009; Algan y Cahuc, 2010). Como tal, es un componente necesario para la solución exitosa de dilemas sociales como la reducción de la contaminación, el cumplimiento fiscal, el mantenimiento de políticas sólidas y constructivas y relaciones económicas, y contención de epidemias, por nombrar algunos (Ostrom, 2005; Daniele y Geys, 2015; Danielle et al., 2020). En las relaciones impersonales modernas y transacciones, además, se extiende más allá de los individuos que se conocen o interactúan cara a cara. Por lo tanto, identificar los determinantes de la confianza social ha sido y sigue siendo hoy uno de los problemas clave en la economía, la ciencia política y la psicología social, ya que podría proporcionar a los planificadores sociales y a los formuladores de políticas instrumentos viables para lograr los resultados sociales deseables. Un problema intensamente debatido y sin embargo no resuelto es, en este respeto, el papel de la calidad institucional en la determinación de la confianza social.”

Y entre sus conclusiones:

“Los resultados de nuestro experimento dan credibilidad a la afirmación de que las instituciones de alta calidad se encuentran entre las condiciones previas para una sociedad de confianza. Estos hallazgos son consecuentes: Un tejido social de confianza está mejor equipado para desarrollar todo el potencial de la vida socioeconómica y proporcionar bienes públicos y acción colectiva coordinada que benefician a la sociedad en su conjunto. Por ejemplo, administrar los recursos comunes, pagar en los sistemas de bienestar social, o contener las consecuencias adversas de los desastres naturales, como las pandemias, todos requieren que las personas confíen en que otros no se aprovecharán (Ostrom, 2005; Daniele y Geys, 2015; Danielle et al., 2020). Además, la confianza social puede ser un medio viable sustituto del costoso monitoreo en presencia de información incompleta o difícilmente exigible contratos (Fukuyama, 1995; La Porta et al., 1997).”

¿Pueden los chismes o comentarios sobre las conductas de otras personas contribuir a la cooperación social?

¿Pueden los chismes o comentarios sobre las conductas de otras personas contribuir a la cooperación social?

Annika S.Nieper, BiancaBeersma, Maria T.M.Dijkstra y Gerben A.van Kleef de la Universidad de Amsterdam consideran que sí, pero en ciertas condiciones. En un paper reciente titulado “When and why does gossip increase prosocial behavior?” publicado en Current Opinion in Psychology, Volume 44, April 2022, Pages 315-320, presentan estos puntos principales:

  • Revisamos la investigación sobre los efectos del chisme en el comportamiento prosocial.
  • La evidencia empírica muestra que el chisme puede aumentar y disminuir el comportamiento prosocial.
  • El chisme aumenta la prosocialidad:

1) Cuando es exacto en lugar de inexacto.

2) Cuando los objetivos dependen de los receptores en lugar de ser independientes.

3) Cuando se anticipa en lugar de experimentarse realmente.

“Comprender cuándo las personas se comportan prosocialmente es fundamental para resolver muchos desafíos en los grupos y la sociedad. Se ha propuesto el chisme, el intercambio de información sobre los demás ausentes, para aumentar el comportamiento prosocial, pero los resultados son mixtos. En esta revisión, iluminamos la relación entre el chisme y el comportamiento prosocial, reconciliamos hallazgos dispares y sugerimos nuevas direcciones para la investigación. Nuestra revisión revela que los chismes aumentan el comportamiento prosocial en la medida en que a) son precisos en lugar de inexactos, b) los objetivos son interdependientes, en lugar de independientes, de los receptores de chismes, y c) los objetivos anticipan que podrían ser objeto de chismes, en lugar de realmente experimentar chismes negativos. Discutimos las implicaciones de nuestros hallazgos revisados ​​para comprender cuándo los chismes sirven para mantener un comportamiento deseable y cuándo, sin darse cuenta, engendran un comportamiento indeseable.”

https://doi.org/10.1016/j.copsyc.2021.10.009

Aunque al leer las noticias no parezca, somos las especie más cooperadora del planeta

Aunque al leer las noticias no lo parezca, el ser humano es la especia más “cooperadora” que existe. Claro, en las noticias salen casos de violencia, crímenes, corrupción; pero si nos detenemos a pensar un poco, en el día de hoy el 99,99% de las personas salimos a cooperar con otros de una forma u otra.

Angelo Romano, Ali Seyhun Saral y Junhui Wu, de las universades de Leyden, Bologna y la Academia de Ciencias de China respectivamente, publican un artículo en la revista Current Opinion in Psychology, titulado “Direct and indirect reciprocity among individuals and groups”, donde explican los mecanismos de esa cooperación social.

“Una gran cantidad de literatura ha examinado el comportamiento prosocial al observar situaciones en las que las personas pagan un costo monetario para beneficiar a extraños no relacionados (para una revisión de juegos experimentales, consulte Van Dijk y De Dreu [1] y Thielmann et al. [2]). El comportamiento prosocial se puede definir como un acto costoso que confiere beneficios a otras personas [3,4]. La reciprocidad directa e indirecta se consideran dos mecanismos fundamentales que promueven el comportamiento prosocial [5,6]. La reciprocidad directa puede definirse en términos generales como un mecanismo en el que las personas ayudan a quienes las han ayudado en el pasado. La reciprocidad indirecta es el principio que describe la tendencia a ayudar a otros que previamente ayudaron a otra persona, también conocida como reciprocidad indirecta aguas abajo (o ‘pay-it-forward’ después de haber recibido beneficios de otros, también conocida como reciprocidad indirecta aguas arriba) [5 ,6]. En los modelos de reciprocidad directa e indirecta, la experiencia pasada y la información sobre la reputación son extremadamente importantes, ya que se supone que las personas condicionan su comportamiento prosocial al comportamiento y la reputación anteriores de los demás ([7, 8, 9, 10••]). A lo largo de los años, una gran cantidad de investigaciones teóricas y empíricas han esbozado cómo la experiencia pasada y la información sobre la reputación son efectivas para promover el comportamiento prosocial en el laboratorio [11], en entornos de campo [12], a lo largo del desarrollo humano [13•, 14, 15] , y en varias sociedades [16].

Los modelos de reciprocidad directa e indirecta no solo brindan información sobre los mecanismos últimos que promueven la evolución del comportamiento prosocial, sino que también pueden informar los mecanismos psicológicos próximos que pueden gobernar y subyacer al comportamiento prosocial en humanos [17,18]. En esta revisión, nos enfocamos en un conjunto de mecanismos psicológicos relacionados con la reciprocidad directa e indirecta que pueden explicar cómo se comportan las personas en varias situaciones.1 En nuestro marco de reciprocidad, argumentamos que los humanos están equipados con una psicología de reciprocidad compleja que evolucionó para evaluar, hacer cumplir , y condicionan su comportamiento social a las oportunidades presentes y/o futuras para obtener beneficios personales directos o indirectos [17,19]. Proponemos tres mecanismos psicológicos potenciales relacionados con un marco de reciprocidad, preocupación por la reputación (es decir, hasta qué punto las personas se preocupan por las evaluaciones de los demás), expectativas (es decir, creencias sobre si el compañero de interacción de uno se comportará de manera prosocial) y anticipación de futuras interacciones. (es decir, asumir o comprender si uno se encontrará con su compañero de interacción en el futuro). Aunque se ha planteado la hipótesis de que cada mecanismo psicológico desempeña un papel crucial en la promoción del comportamiento prosocial [20,21], estos mecanismos a menudo no se entienden dentro de un marco amplio de reciprocidad.”

La importancia de la proximidad social para el cumplimiento voluntario de normas

Cristina Bicchieri y Eugen Dimant de la Universidad de Pennslvania junto a Simon Gächter y Daniele Nosenzo analizan un tema que parece intuitivamente conocido. El título es Social Proximity and the Erosion of Norm Compliance y el argumento se refiere, en sus palabras, a lo siguiente: “Estudiamos cómo el cumplimiento de las normas de comportamiento prosocial está influenciado por el cumplimiento de los pares en un entorno experimental dinámico y no estratégico. Mostramos que la proximidad social entre pares es un determinante crucial del efecto. Sin proximidad social, el cumplimiento de la norma se erosiona rápidamente porque los participantes solo se ajustan a las violaciones de la norma observadas mientras ignoran el cumplimiento de la norma. Con la proximidad social, los participantes se ajustan a ambos tipos de comportamientos observados, deteniendo así la erosión del cumplimiento. Nuestros hallazgos enfatizan la importancia del contexto social más amplio para el cumplimiento de las normas y muestran que, incluso en ausencia de sanciones sociales, el cumplimiento de las normas puede sostenerse en interacciones repetidas, siempre que haya una identificación grupal, como es el caso en muchos entornos naturales y en línea.” https://dx.doi.org/10.2139/ssrn.3355028  

Seguimos a la tribu: Cumplimiento de las normas sociales y pertenencia a un grupo

 

Cristina Bicchhieri y Eugen Dimant de la Universidad de Pennsylvania, Simon Gächter de la Universidad de Nottingham y Daniele Nosenzo de Aarhus University en Dinamarca verifican en un experimento algo que parece obvio a primera vista. Publican un artículo titulado “Social proximity and the erosion of norm compliance”, en el cual analizan cuánto más cumplimos las normas sociales su pertenecemos a un grupo donde los demás las cumplen.  

“Estudiamos cómo el cumplimiento de las normas de comportamiento prosocial se ve influido por el cumplimiento de los compañeros en un entorno experimental dinámico y no estratégico. Mostramos que la proximidad social entre pares es un determinante crucial del efecto. Sin proximidad social, el cumplimiento de las normas se erosiona rápidamente porque los participantes solo se ajustan a las violaciones de normas observadas e ignoran el cumplimiento de las normas. Con la proximidad social, los participantes se ajustan a ambos tipos de comportamientos observados, deteniendo así la erosión del cumplimiento. Nuestros hallazgos enfatizan la importancia del contexto social más amplio para el cumplimiento de las normas y muestran que, incluso en ausencia de sanciones sociales, el cumplimiento de las normas puede sostenerse en interacciones repetidas, siempre que haya identificación de grupo, como es el caso en muchos entornos naturales y en línea.” https://doi.org/10.1016/j.geb.2021.11.012 

¿La cooperación voluntaria falla y por eso el Estado es necesario? Los niños ya saben cómo cooperar voluntariamente

Para quienes piensan que la cooperación voluntaria falla, el mercado fracasa y eso justifica el papel del Estado: los niños ya saben cómo hacerlo

  • Las raíces de la cooperación social, ¿ya desde los tres años de edad? 

Zvonimir Bašić Parampreet C. Bindra Daniela Glätzle-Rützler Angelo Romano Matthias Sutter Claudia Zoller publican un trabajo en el IZA Institute of Labor Economics de Alemania donde analizan qué mecanismos se observan a temprana edad para sostener la cooperación.  

“Comprender las raíces de la cooperación humana entre extraños es de gran importancia para resolver dilemas sociales urgentes y proveer bienes públicos en las sociedades humanas. Nosotros estudiamos el desarrollo de la cooperación en 929 niños pequeños, de 3 a 6 años de edad. En un experimento unificado marco, examinamos cuál de los tres pilares fundamentales de la cooperación humana: reciprocidad directa, indirecta, así como el castigo de terceros, surge antes como un medio eficiente para aumentar la cooperación en el juego repetido del dilema del prisionero. Encontramos que el castigo de terceros exhibe un efecto sorprendentemente positivo en las tasas de cooperación al duplicar los resultados en comparación con una condición de control. Promueve el comportamiento cooperativo incluso antes de aplicar el castigo a los desertores. Los niños también participan en la reciprocidad hacia los demás, mostrando que las estrategias de reciprocidad ya prevalecen a una edad muy temprana. Sin embargo, los tratamientos de reciprocidad directa e indirecta no aumentan las tasas generales de cooperación, ya que los niños pequeños no anticipan los beneficios de la construcción de reputación. También mostramos que las habilidades cognitivas de los niños y el entorno socioeconómico de los padres desempeñan un papel vital en los primeros desarrollo de la cooperación humana.” https://www.iza.org/publications/dp/14467/the-roots-of-cooperation  

Otro Smith, Vernon, responde a la pregunta si hay dos caras distintas de Adam Smith

Con los alumnos de Historia del Pensamiento Económico y Social, de UCEMA, completamos el análisis de las contribuciones de Adam Smith y los escoceses leyendo un artículo de otro Smith, Vernon, premio Nobel de Economía 2002 por sus aportes para el desarrollo de la economía experimental. El artículo se llama “Las dos caras de Adam Smith”:

Vernon Smith - copia

“No es de la benevolencia del carnicero, del cervecero, o del panadero, de quienes debemos esperar nuestra cena, sino de la preocupación de estos por sus propios intereses… Esta división del trabajo no está originada en ninguna sabiduría humana, que anticipa y procura la opulencia a la que da lugar. Lo está en la necesaria, aunque muy lenta y gradual consecuencia, de una cierta propensión que observamos en su naturaleza, que sin buscar esa utilidad generalizada, lo inclina al trueque e intercambio de una cosa por otra”. La riqueza de las naciones, Adam Smith, 1776

“No importa cuán egoísta se suponga al hombre, es evidente que hay ciertos principios en su naturaleza que lo hacen interesarse en la fortuna de los demás, y transforman la felicidad de aquellos en necesaria para él, aunque no obtenga de eso otro placer más que observarla”. La teoría de los sentimientos morales, Adam Smith, 1759

Para Vernon Smith, como para Coase en un post anterior, no hay contradicción y recurre a la antropología y la sicología evolutiva para concluir:

“Sin embargo, estas dos visiones no son inconsistentes si reconocemos como un rasgo distintivo fundamental de los homínidos su propensión universal al intercambio social. Esta propensión se expresa tanto en el intercambio personal en las transacciones sociales en pequeños grupos, como en el comercio impersonal, por medio de extensos mercados de grandes grupos. De esa manera, podemos decir que Smith tenía solo un axioma de comportamiento: “la propensión al trueque e intercambio de una cosa por otra”, donde los objetos de intercambio los interpretaré de tal manera que incluyan no solo bienes, sino también regalos, asistencia y favores, fundados en la simpatía y preocupación por los demás. Esto es, “en la generosidad, humanidad, amabilidad, compasión, amistad y estima” (Smith, 1759).”

“Como se puede observar en los registros etnográficos y en experimentos de laboratorio, ya sea que se intercambien bienes o favores, en ambos casos se producen ganancias, que son las que los seres humanos buscan incesantemente en todas las transacciones sociales. Así, este axioma de Adam Smith, interpretado de manera que incluya el intercambio de bienes y de favores -cuando éste ocurre en distintos instantes del tiempo-, así como el comercio de bienes -cuando éste es efectuado en un instante preciso del tiempo, ya sea por medio del dinero o por medio del trueque por otros bienes-, es suficiente para caracterizar la mayor parte de los emprendimientos sociales y culturales humanos. Esto explica por qué la naturaleza humana parece inducir a las personas a preocuparse simultáneamente de sí misma y de los demás, y permitiría entender el origen y fundamento último de los derechos de propiedad.”

“El derecho de propiedad es una garantía que permite que ciertos actos sean realizados por personas dentro de los marcos definidos por ese derecho. Nosotros automáticamente pensamos en el Estado como el garante contra represalias cuando los titulares del derecho lo ejercen. Pero los derechos de propiedad preceden a los estados-naciones, porque el intercambio social al interior de tribus sin Estado, y el comercio entre estas tribus precede a la revolución agrícola ocurrida hace solo 10.000 años, un mero pestañeo en la escala de tiempo de la emergencia de los humanos. Tanto el intercambio social como el comercio reconocen implícitamente derechos mutuos para actuar que se traducen en lo que normalmente llamamos “derechos de propiedad”. ¿En qué sentido son estos derechos “naturales”? La respuesta, creo, se encuentra en la universalidad, espontaneidad y valor adaptativo evolucionario de la reciprocidad. La reciprocidad en nuestro actuar, que se observa en la conducta humana (y también prominentemente en la de nuestros parientes cercanos, los chimpancés), es el fundamento de nuestro rasgo distintivo como criaturas de intercambio social, intercambio que hemos extendido para incluir el comercio con personas sin parentesco y también con miembros de otras tribus mucho antes que adoptáramos la agricultura y la ganadería como formas de vida.”

¿Teoría de los Sentimientos Morales o Riqueza de las Naciones? ¿Egoístas o altruistas?

Con los alumnos de Historia del Pensamiento Económico I, de Económicas, UBA, completamos el análisis de las contribuciones de Adam Smith y los escoceses leyendo un artículo de otro Smith, Vernon, premio Nobel de Economía 2002 por sus aportes para el desarrollo de la economía experimental. El artículo se llama “Las dos caras de Adam Smith”:

Vernon Smith - copia

“No es de la benevolencia del carnicero, del cervecero, o del panadero, de quienes debemos esperar nuestra cena, sino de la preocupación de estos por sus propios intereses… Esta división del trabajo no está originada en ninguna sabiduría humana, que anticipa y procura la opulencia a la que da lugar. Lo está en la necesaria, aunque muy lenta y gradual consecuencia, de una cierta propensión que observamos en su naturaleza, que sin buscar esa utilidad generalizada, lo inclina al trueque e intercambio de una cosa por otra”. La riqueza de las naciones, Adam Smith, 1776

“No importa cuán egoísta se suponga al hombre, es evidente que hay ciertos principios en su naturaleza que lo hacen interesarse en la fortuna de los demás, y transforman la felicidad de aquellos en necesaria para él, aunque no obtenga de eso otro placer más que observarla”. La teoría de los sentimientos morales, Adam Smith, 1759

Para Vernon Smith, como para Coase en un post anterior, no hay contradicción y recurre a la antropología y la sicología evolutiva para concluir:

“Sin embargo, estas dos visiones no son inconsistentes si reconocemos como un rasgo distintivo fundamental de los homínidos su propensión universal al intercambio social. Esta propensión se expresa tanto en el intercambio personal en las transacciones sociales en pequeños grupos, como en el comercio impersonal, por medio de extensos mercados de grandes grupos. De esa manera, podemos decir que Smith tenía solo un axioma de comportamiento: “la propensión al trueque e intercambio de una cosa por otra”, donde los objetos de intercambio los interpretaré de tal manera que incluyan no solo bienes, sino también regalos, asistencia y favores, fundados en la simpatía y preocupación por los demás. Esto es, “en la generosidad, humanidad, amabilidad, compasión, amistad y estima” (Smith, 1759).”

“Como se puede observar en los registros etnográficos y en experimentos de laboratorio, ya sea que se intercambien bienes o favores, en ambos casos se producen ganancias, que son las que los seres humanos buscan incesantemente en todas las transacciones sociales. Así, este axioma de Adam Smith, interpretado de manera que incluya el intercambio de bienes y de favores -cuando éste ocurre en distintos instantes del tiempo-, así como el comercio de bienes -cuando éste es efectuado en un instante preciso del tiempo, ya sea por medio del dinero o por medio del trueque por otros bienes-, es suficiente para caracterizar la mayor parte de los emprendimientos sociales y culturales humanos. Esto explica por qué la naturaleza humana parece inducir a las personas a preocuparse simultáneamente de sí misma y de los demás, y permitiría entender el origen y fundamento último de los derechos de propiedad.”

“El derecho de propiedad es una garantía que permite que ciertos actos sean realizados por personas dentro de los marcos definidos por ese derecho. Nosotros automáticamente pensamos en el Estado como el garante contra represalias cuando los titulares del derecho lo ejercen. Pero los derechos de propiedad preceden a los estados-naciones, porque el intercambio social al interior de tribus sin Estado, y el comercio entre estas tribus precede a la revolución agrícola ocurrida hace solo 10.000 años, un mero pestañeo en la escala de tiempo de la emergencia de los humanos. Tanto el intercambio social como el comercio reconocen implícitamente derechos mutuos para actuar que se traducen en lo que normalmente llamamos “derechos de propiedad”. ¿En qué sentido son estos derechos “naturales”? La respuesta, creo, se encuentra en la universalidad, espontaneidad y valor adaptativo evolucionario de la reciprocidad. La reciprocidad en nuestro actuar, que se observa en la conducta humana (y también prominentemente en la de nuestros parientes cercanos, los chimpancés), es el fundamento de nuestro rasgo distintivo como criaturas de intercambio social, intercambio que hemos extendido para incluir el comercio con personas sin parentesco y también con miembros de otras tribus mucho antes que adoptáramos la agricultura y la ganadería como formas de vida.”