Inflación o deflación: resultado de la manipulación gubernamental de la moneda, desde hace tiempo

En su libro “Desnacionalización del dinero” Hayek trata el tema de la política monetaria y realiza una propuesta de “competencia de monedas”, cuya discusión es apropiada en todo país, como Argentina, que tiene dos monedas al menos, el peso y el dólar. Se suele pensar que la provisión de dinero es un ‘bien público’, una función indelegable del Estado. ¿De dónde salió eso? El libro fue publicado en inglés por el Institute of Economic Affairs de Londres.

“La deflación local o temporal de la Alta Edad Media

La Alta Edad Media puede haber sido un período de deflación que contribuyó al declive económico de Europa. Pero incluso esto no es seguro. Parecería que, en conjunto, la disminución del comercio condujo a la reducción de la cantidad de dinero en circulación, y no a la inversa. Encontramos demasiadas quejas sobre la carestía de los bienes y el deterioro de la moneda que nos llevan a considerar la deflación como poco más que un fenómeno local de aquellas regiones en las que las guerras y las migraciones habían destruido el mercado y la economía monetaria se había reducido debido a que la gente enterraba sus tesoros. Pero donde, como en el norte de Italia, la economía renació pronto, encontramos a todos los pequeños príncipes rivalizando entre sí para devaluar la moneda, procedimiento que, a pesar de los intentos fracasados de los comerciantes de proporcionar un medio de cambio mejor, se mantuvo a través de las siguientes centurias hasta que Italia se convirtió en el país con el peor dinero y los mejores escritores sobre temas monetarios.

Pero aunque los teólogos y los juristas se unieron en la condena de estas prácticas, éstas no cesaron hasta que la introducción del papel moneda suministró al poder público un método aún más barato de defraudar a la gente. Por supuesto, los gobernantes ya no podían seguir utilizando las prácticas crudelísimas mediante las cuales obligaron a la gente a aceptar el dinero malo. Un tratado sobre la ley del dinero resume así la historia de las penas impuestas a quienes meramente se negaban a aceptar el dinero legal: «Sabemos por Marco Polo que en el siglo XIII la ley china castigaba con la muerte el rechazo del papel moneda imperial, y negarse a aceptar los assignats franceses podía ser castigado con veinte años de prisión e incluso con la muerte en algunos casos. En el antiguo Derecho inglés se castigaba el rechazo como de lesa majestad. Durante la revolución americana no aceptar los billetes continentales se consideraba como un acto hostil y a veces significaba la cancelación de la deuda».

El absolutismo suprimió los intentos de los comerciantes de crear un dinero estable

Algunos de los primeros bancos fundados en Amsterdam y otros lugares surgieron de los intentos de los comerciantes de crear una moneda estable, pero el creciente absolutismo pronto impidió los esfuerzos de producir una moneda no estatal. En lugar de ello, protegió el crecimiento de los bancos que emitían billetes denominados en la unidad de cuenta oficial. Es, en este caso, todavía más difícil que en el del metálico el exponer cómo tal desarrollo abrió las puertas a nuevos abusos de las autoridades públicas.

Se dice que los chinos, escarmentados por su experiencia con el papel moneda, intentaron prohibirlo totalmente (por supuesto sin éxito) antes de que los europeos lo inventaran. Desde luego, los Estados europeos, una vez al tanto de esta posibilidad, comenzaron a explotarla despiadadamente, no para producir un dinero mejor, sino para sacar de ello mayores ingresos. Desde que la Corona británica, en 1694, otorgó al Banco de Inglaterra un monopolio limitado de emisión de billetes de banco, la principal preocupación de los gobiernos ha sido impedir que su poder sobre el dinero, basado en la prerrogativa de la acuñación, se traspasara a bancos realmente independientes. Durante algún tiempo, la influencia del patrón oro y la creencia de que mantenerlo era una importante cuestión de prestigio y el abandonarlo una deshonra nacional frenaron eficazmente este poder. Este sistema proporcionó al mundo el único período —doscientos o más años— de relativa estabilidad durante el cual pudo desarrollarse el industrialismo moderno, aunque padeciera crisis periódicas. Pero en cuanto se generalizó, hace cincuenta años, la idea de que la convertibilidad en oro era sólo un método para controlar la cantidad de moneda, factor real de determinación de su valor, los gobernantes quisieron escapar rápidamente a esa disciplina y el dinero se convirtió más que nunca en el juguete de la política gubernamental. Sólo algunas de las grandes potencias mantuvieron, durante algún tiempo, una estabilidad monetaria tolerable llevándola también a sus colonias. Ahora bien, ni Europa oriental ni Sudamérica tuvieron jamás un período prolongado de estabilidad monetaria.

Los gobiernos nunca han utilizado su poder para proporcionar una moneda aceptable y se han reprimido de cometer grandes abusos sólo mientras se mantenía el patrón oro. La razón para que nos neguemos a continuar tolerando esta irresponsabilidad de los poderes públicos es que sabemos ahora que es posible controlar la cantidad de moneda para prevenir fluctuaciones excesivas de su poder adquisitivo. Además, aunque hay multitud de razones para dudar de las autoridades si no están sujetas al patrón oro, no hay ninguna razón para pensar que la empresa privada, cuyo beneficio dependería de que el éxito coronase sus esfuerzos, no sería capaz de mantener estable el valor del dinero que emitiera.”

Hayek: los economistas no han discutido la competencia entre monedas, es hora de hacerlo

 

En su libro “Desnacionalización del dinero” Hayek trata el tema de la política monetaria y realiza una propuesta de “competencia de monedas”, cuya discusión es apropiada en todo país, como Argentina, que tiene dos monedas al menos, el peso y el dólar, o en Europa cuando se plantea la potencial salida de Grecia del Euro. El libro fue publicado en inglés por el Institute of Economic Affairs de Londres.

Hayek

“Si vamos a considerar seriamente la utilización de diversas monedas concurrentes para su aplicación inmediata en un área limitada, es evidentemente deseable investigar las consecuencias de la aplicación general del principio sobre el que se basa esta propuesta. En el caso de que se aboliera —dentro del territorio de un país— el uso exclusivo de una sola moneda nacional emitida por el gobierno, hallándose permitida la circulación de monedas emitidas por otros gobiernos, se plantearía la cuestión de si no sería más conveniente suprimir el monopolio gubernamental de emisión monetaria, permitiendo que la empresa privada ofreciera al público otros medios de cambio que éste pudiera preferir.

Actualmente, los problemas que plantea esta reforma tienen un  carácter más teórico que los planteados por mi anterior propuesta, toda vez que esta sugerencia más extrema resulta todavía demasiado extraña al público para poder ponerse en práctica. Ni siquiera los expertos conocen suficientemente la problemática que surgiría La generalización del principio subyacente  para poder hacer predicciones seguras sobre las consecuencias de dicho plan. Es evidente, sin embargo, que no es necesaria ni ventajosa la incuestionable y universalmente aceptada prerrogativa del gobierno de producir el dinero. De hecho, puede resultar perjudicial y su eliminación constituiría un gran avance, dando paso a repercusiones altamente beneficiosas. No es demasiado pronto, por tanto, para comenzar el debate. Aunque el plan no pueda ponerse en práctica mientras el público no esté mentalmente preparado y continúe aceptando sin críticas el dogma de la necesidad del privilegio gubernamental, tal circunstancia no debe ser un obstáculo para el estudio de los fascinantes problemas teóricos que plantea este proyecto.

Los economistas no han discutido la competencia entre monedas

Increíblemente, la competencia entre distintas monedas no ha sido examinada en serio hasta hace muy poco1. En las publicaciones relativas al tema no se cuestiona la creencia universal de que el monopolio del gobierno en orden a la emisión monetaria es indispensable, ni tampoco se explica si esta creencia se deriva simplemente del postulado según el cual en un territorio dado sólo puede haber un tipo de moneda en circulación —lo que podía parecer una ventaja cuando se trataba de elegir entre el oro y la plata como posibles tipos de dinero—. Tampoco encontramos respuesta a la pregunta de qué sucedería si se suprimiera el monopolio y si el suministro de dinero se realizara mediante la competencia entre entidades privadas que proporcionaran distintas divisas. La mayoría de la gente piensa que la propuesta de que el dinero lo emitan empresas privadas significa que todas deben emitir el mismo (en dinero fiduciario, token money, esto equivaldría simplemente a una falsificación) en lugar de distintos tipos de dinero claramente diferenciabas por diversas denominaciones y entre los cuales el público pudiera elegir libremente.

Hayek discute con Keynes sobre la estructura de producción y el flujo de bienes y servicios

Con los alumnos de UBA Económicas vemos a Hayek discutiendo con Keynes sobre la estructura de la producción y el Flujo de Bienes y Servicios (Libertas 37, Octubre 2002):

“La estructura de producción debe ser vista, por lo tanto, como un proceso multidimensional, en el que en todo momento los individuos trabajan para obtener un producto que será terminado a lo largo de una serie de momentos futuros, y en el cual el producto existente en cada instante de tiempo ha sido obtenido por el uso de recursos en diferentes momentos del tiempo pasado. Por supuesto que estos diferentes flujos paralelos de productos intermedios sólo se pueden distinguir conceptualmente. En la realidad se trata de un proceso continuo, no sólo a nivel horizontal sino también en su dimensión vertical. Además, en la mayoría de los casos no es posible reconocer aún el destino final de cada una de las partes del flujo. Los elementos del flujo no están marcados para su destino futuro, sino que en cada etapa del proceso de producción será la tendencia de los precios la que determinará que proporción de la producción total de un determinado bien irá en cuál o tal de las posibles direcciones. Dada la gran cantidad de productos intermedios, el tiempo y la forma en que éstos finalmente llegarán al consumidor están tan indeterminados a nivel económico como en el caso de la cantidad de factores de producción utilizados en ellos. La forma en que una unidad formada por millones de clavos, bolas de acero, hilo de lana, pedazos de goma o toneladas de carbón terminará satisfaciendo las necesidades de los consumidores está tan indeterminada como el éxito al que apuntan los esfuerzos del productor.

La cantidad y variedad de bienes a los que podemos recurrir para satisfacer nuestras necesidades inmediatas es necesariamente menor que la de aquellos bienes que podemos utilizar para satisfacer nuestras necesidades en un futuro más lejano. Es por ello que, en general, y más allá de fluctuaciones estacionales, los bienes presentes serán generalmente más caros y más escasos que los bienes que se espera estén disponibles en el futuro, pues estos representan una mayor cantidad de posibilidades. Darse tiempo, o “esperar” posibilita un crecimiento en los resultados de nuestros esfuerzos. Pero como sólo es posible “esperar” por un tiempo limitado, debemos escoger aquellas opciones para las cuales la relación entre el crecimiento en valor y la longitud del tiempo que debemos esperar para lograr dicho crecimiento sea mayor.

Este segundo aspecto del problema de la asignación de recursos se puede distinguir claramente si se ve el proceso de producción como un flujo o un “río” continuo. De la desembocadura de este río salen constantemente productos finales, que surgieron luego de numerosos procesos de transformación a partir de la utilización de los insumos iniciales. En todo momento fluyen en forma paralela muchos de estos ríos, o mejor dicho, complejos sistemas de redes fluviales, cada uno de ellos corrido un poco hacia adelante con respecto al anterior. Los productos finales de cada uno de estos flujos aparecen en momentos más o menos distantes en el futuro. Este proceso a veces se describe como si tanto para el flujo ya recorrido como para todos aquellos que fluyen actualmente y cuyos productos finales recién surgirán en el futuro, existiese al mismo tiempo otro flujo sincronizado y simultáneo. Éste representaría aquellas etapas que los productos disponibles en el presente ya pasaron, así como todos los flujos futuros que le quedan por recorrer a estos productos como bienes intermedios, antes de que el producto final llegue al consumidor. Sin embargo esta imagen, que puede ser muy útil desde ciertos puntos de vista, puede ser confusa cuando se interpreta que las fases que se corresponden entre sí en los flujos que van transcurriendo son idénticas. Este nunca puede ser el caso, ya que los flujos pasados ya prepararon el lecho para el flujo actual. Incluso cuando las condiciones externas permanecen constantes, el flujo se modificaría constantemente, ya que cada vez que pasa un flujo se modificarían las circunstancias que enfrentarán los próximos.

Lo más decisivo es que el volumen agregado de materia prima rara vez se corresponde exactamente con el volumen agregado de producción final. Esto significa que el volumen del flujo generalmente se reducirá o aumentará en cierta medida, debido a que se producen modificaciones en la demanda final y la demanda de factores primarios, en distinta medida e incluso en dirección opuesta. Es por ello que la visión usual, basada en el análisis keynesiano, que representa la relación entre demanda final y ocupación como la relación existente entre la succión ejercida desde el extremo de un caño y el flujo que se genera en el otro extremo, es muy confusa. Entre ambos extremos hay un reservorio elástico o cambiante, cuyo tamaño depende de las circunstancias, y que es dejado de lado en el análisis keynesiano.

Lord Keynes ha demostrado que no es capaz de entender esto en su comentario despectivo a la correcta afirmación de Leslie Stephens sobre “la doctrina, que tan rara vez es comprendida, que tal vez su comprensión cabal sea el mejor examen para un economista –que la demanda por bienes no es demanda de trabajo.” Keynes con seguridad no pasó esta prueba. Su visión excesivamente simplista y unidimensional de la relación entre la demanda de productos finales y el empleo es consecuencia de su falta de comprensión de los factores que afectan las distintas fases del flujo de producción y que producen, alternativamente, acumulación y desacumulación de capital a tasas cambiantes.

El sistema de producción capitalista se caracteriza por la necesidad de mantener el flujo de bienes, provisiones, herramientas e infraestructura, o aumentar el volumen de los mismos si se quiere lograr un crecimiento de la producción en el futuro. En este sentido toda producción que hace uso de las posibilidades tecnológicas disponibles es necesariamente capitalista. Esta palabra no es querida porque a la gente le molesta el hecho de que nadie tenga el poder de determinar cómo se asignará el capital disponible. Esto debe ser dejado en manos del único proceso capaz de hacerlo, el impersonal proceso de mercado. Los métodos alternativos al “capitalismo” que han sido propuestos requieren, al contrario, que el uso de todos los recursos de capital sea decido por una agencia central. Pero esta agencia carece de los medios para determinar cómo hacerlo de manera sensata. Lo que garantiza que los flujos de producción sean ordenados es que los individuos, que únicamente conocen sus circunstancias particulares y no la estructura completa a la que deben ajustarse sus actividades, continuamente modifican la composición del flujo en adaptación a los constantes cambios en las circunstancias. Es por ello que los modelos teóricos, cuyos elementos son millones de individuos con sus conocimientos y decisiones individuales, no pueden brindar ninguna base para la planificación central de estas actividades.”

Hayek introduce a Menger: revolucionó la economía, fue reconocido, pero pocos lo leen

Con los alumnos de Historia del Pensamiento Económico II (Escuela Austriaca) de la UBA vemos a Menger. Comenzamos con la introducción a su libro Principios de Economía Política que escribiera F. A. Hayek, quien comenta:

mengerLa historia de la economía política es rica en ejemplos de precursores olvidados, cuya obra no despertó ningún eco en su tiempo y que sólo fueron redescubiertos cuando sus ideas más importantes habían sido ya difundidas por otros. Es también rica en notables coincidencias de descubrimientos simultáneos y de singulares peripecias de algunos libros. Pero difícilmente se encontrará en esta historia, ni en la de ninguna otra rama del saber, el ejemplo de un autor que haya revolucionado los fundamentos de una ciencia ya bien establecida y haya conseguido por ello general reconocimiento y que, a pesar de todo, haya sido tan desconocido como Carl Menger. Apenas si existen casos paralelos al de los Principios, que tras haber ejercido un influjo firme y permanente hayan tenido — debido a causas totalmente accidentales— tan limitada difusión.

Para los historiadores resulta incuestionable que la posición poco menos que excepcional alanzada por la Escuela austriaca en el proceso de desarrollo de la economía política en los últimos sesenta años se debe casi en su totalidad a los fundamentos sobre los que la asentó este gran economista. Es cierto que la fama de la Escuela de cara al exterior y el desarrollo de algunas panes esenciales del sistema se deben a los esfuerzos de sus brillantes seguidores Eugen von Böhm-Bawerk y Friedrich von Wieser. Pero no es oscurecer los méritos de estos dos hombres afirmar que sus ideas fundamentales surgieron en su totalidad de Carl Menger. De no haber tenido tales discípulos, su nombre habría quedado envuelto en una suave penumbra. Tal vez habría corrido la suerte de muchos hombres capacitados, cuyas ideas se anticiparon a su tiempo pero que luego fueron olvidados. En todo caso, es prácticamente seguro que durante largo tiempo apenas habría gozado de prestigio fuera del ámbito germano-parlante. Pero la característica común de todos los partidarios de la Escuela austriaca, lo que les confirió su peculiaridad e hizo posibles sus posteriores contribuciones, fue precisamente su aceptación de las teorías de Carl Menger.

El hecho de que William Stanley Jevons, Carl Menger y Léon Walras descubrieran casi al mismo tiempo y cada uno por su lado el principio de la utilidad límite es tan conocido que no es necesario insistir en ello. Hoy se admite, en general, y con buenas razones, que el año 1871, en el que se publicaron la Theory of Political Economy de Jevons y los Principios de Menger, es el punto de partida de una nueva época en el desarrollo de la política económica. Jevons había expuesto ya sus ideas fundamentales nueve años antes, en un artículo (publicado en 1866) que apenas llamó la atención. Walras no inició la publicación de sus teorías hasta 1874. En todo caso, está bastante bien comprobada a mutua independencia de los trabajos de los tres fundadores.

Aunque sus propósitos centrales —es decir, aquella parte de sus sistemas a que mayor importancia dieron sus contemporáneos— son los mismos, el carácter general y el telón de fondo de sus trabajos son tan esencialmente diferentes que se plantea de forma inevitable la pregunta de cómo es posible que por caminos tan distintos se llegara a resultados tan parecidos.»

Alberdi y Hayek sobre la soberanía del pueblo, o los límites de esa soberanía sobre mi libertad

Con el título “LA OMNIPOTENCIA DEL ESTADO ES LA NEGACIÓN DE LA LIBERTAD INDIVIDUAL*, presentó una conferencia el Dr. Juan Bautista Alberdi, el 24 de Mayo de 1880, en la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales, en oportunidad de la Colación de Grados realizada para otorgarle el Título de Miembro Honorario. En el siguiente texto, comentan a Alberdi el Alm. Carlos A. Sánchez Sañudo y el Dr. Edgardo Manara en el Colegio de Escribanos de la Ciudad de Buenos Aires el 26 de Agosto de 2003:

Alberdi 3

“Hemos elegido para esta síntesis del “Evangelista de la Libertad” –como con justicia se ha llamado al gran tucumano- porque consideramos que permite realizar comprobaciones importantes: la primera relacionada con la continuidad del pensamiento de Alberdi a lo largo de toda su obra doctrinaria, desde el Fragmento Preliminar al Estudio del Derecho, hasta la obra que hoy comentamos, escrita ésta a los setenta años, cuatro antes de su muerte. La segunda, porque en este trabajo realiza una suerte de “estudio de los escollos y peligros a que están expuestas las libertades” o, mejor aún, un “Análisis de la Patología Político-institucional en Sud América”, adelantándose cien años al análogo estudio realizado por el Premio Nobel Friedrick Hayek en sus Fundamentos de la Libertad y en su posterior libro Derecho, Legislación y Libertad, de indiscutible actualidad. Y la tercera comprobación es que nos permite constatar la modernidad del pensamiento y mensaje de Alberdi, que hizo de nuestra patria una gran nación mientras lo respetamos y que nos ha sumido en la lamentable situación actual cuando, desde hace seis décadas. Irracionalmente lo abandonamos (fin de la segunda guerra mundial).

LA CONTINUIDAD DE LA OBRA DE ALBERDI (Carlos Sánchez Sañudo)

Brevemente recordaré que, en su primera obra doctrinaria, el Fragmento Preliminar al Estudio del Derecho, señala el joven de 27 años: “El pueblo no es soberano de mi libertad, ni de mi inteligencia, ni de mis bienes, ni de mi persona, que tengo de la mano de Dios, sino por el contrario, no tiene soberanía sino para impedir que se me prive de mi libertad, de mis bienes, de mi persona. De modo que, cuando el pueblo o sus representantes, en vez de cumplir con ese deber, son los primeros en violarlos, no son criminales únicamente sino también perjuros y traidores.”

Esta es la misma idea de la libertad civil que desarrolla en la obra que hoy comentamos, casi como un himno a la libertad individual y al orden social que ella implica.

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Al respecto recordamos que el Premio Nobel von Hayek concordantemente ha expresado que “la voluntad popular es soberana, pero en modo alguno ilimitada”, como creen los demócratas antiliberales.

 

Starbucks, además del café, ¿podría ofrecernos una de las monedas en competencia de Hayek?

Hemos estado viendo en este blog, algunos párrafos de Hayek sobre la competencia de monedas, y asociando sus ideas con el posterior surgimiento de las cripto-monedas, entre las cuales la que más se conoce es el Bitcoin.

Pero como ocurre en los demás ámbitos, de la innovación en materia de bienes y servicios, es muy difícil pronosticar por dónde se canalizará la iniciativa empresarial en el futuro y cuál será la o las monedas que nos vayan a ofrecer. Tal vez ni las imaginamos en estos momentos, pero lo cierto es que parece haber cambios y novedades a diario.

Tomemos esta noticia como ejemplo. El diario Cronista la publica con el título “El café como moneda: el plan de fidelización de Starbucks podría crear la nueva bitcoin”: http://www.cronista.com/finanzasmercados/El-cafe-como-moneda-el-plan-de-fidelizacion-de-Starbuckspodria-crear-la-nueva-bitcoin-20150729-0034.html

En verdad, no sería tan extraño pensar en que el café fuera moneda. El cacao era la moneda de los mayas, y el café es un commodity con amplia aceptación en el consumo global. Pero tal vez nunca imaginamos que se convirtiera en moneda por medio del plan de fidelidad de Starbucks.

El café, además, parece cumplir con una de las condiciones necesarias para una moneda: su uso generalizado, su «liquidez» en términos monetarios. Por ejemplo, un reciente estudio de Gallup muestra que alrededor del 65% de los norteamericanos toman al menos una taza de café por día: http://www.gallup.com/poll/184388/americans-coffee-consumption-steady-few-cut-back.aspx?utm_source=alert&utm_medium=email&utm_content=morelink&utm_campaign=syndication

Aquí va la nota entera del Cronista:

starbucks

“Por mucho tiempo las aerolíneas han dado millas a sus clientes por las compras hechas con sus tarjetas de crédito realizadas en otras tiendas. Ahora Starbucks quiere intentar una hazaña similar con su programa de lealtad.

La cadena de cafeterías ha realizado acuerdos con el servicio de música Spotify, el New York Times y de intercambio con Lyft, lo cual permitirá a los clientes ganar puntos para bebidas gratis y comida en Starbucks. El programa reparte ‘Stars‘ cuando los usuarios hacen compras. Es la forma de moneda que funciona con aplicaciones móviles o tarjetas de fidelidad de Starbucks.

El reto ahora es construir una red de estrellas más allá de los primeros socios. El director ejecutivo, Howard Schultz, dijo que la compañía está buscando sumar negocios de una variedad de industrias que podrían trabajar con el programa, con el objetivo de impulsar a los clientes a visitar Starbucks más a menudo.

Starbucks tiene actualmente 10.4 millones de miembros de la lealtad con los programas activos, un 28% respecto al año anterior, dijo Schultz. La iniciativa ha conseguido un crecimiento de clientes usando sus teléfonos para pagar sus pedidos de Starbucks. En Estados Unidos, los pagos móviles ahora representan una quinta parte de todas las transacciones en las tiendas, más del doble del nivel de hace dos años.

El programa también es un paso hacia un futuro en el que se reciben Starbucks «Stars» de manera similar a las millas de las líneas aéreas, bitcoin, tarjetas de regalo y oro. Como parte de su asociación con Starbucks, Spotify, el Times y Lyft han comprado un número de Stars ellos mismos. La idea es utilizarlos para recompensar a los clientes cuando se suscriban o comprar viajes.

«Eso es algo muy cerca a ser como una moneda», dijo James Wester, director de investigación de IDC Financial Insights.

Los futuros socios «Star» podrían ser empresas como Staples Inc., Chipotle Mexican Grill Inc., AMC Entertainment Holdings Inc. y Netflix Inc., según los analistas. Schultz dijo que los futuros participantes pueden ser nombrados en los próximos trimestres.

Si la plataforma de «Stars» acumula suficiente apoyo, podría convertirse en la moneda de bienes digitales, dijo Chetan Sharma, analista independiente de la industria inalámbrica. Eso significa que los clientes podrían utilizar los puntos para pagar por las canciones, videos y juegos en línea.”

Alguna vez el monopolio estatal de la moneda fue útil… Alguna vez…, y hace mucho tiempo que no

La publicación de un par de posts sobre la competencia de monedas desató una discusión en el blog que también tenemos con Adrián Ravier, Nicolás Cachanosky y Gabriel Zanotti sobre la conveniencia o no de tener una sola moneda, lo cual facilitaría la comparación de todos los precios.

En su libro “Desnacionalización del dinero” Hayek trata este tema y señala que no es cuestión de pensar solamente en las ventajas de una moneda única, hay que tomar en cuenta también sus costos. Al principio los beneficios pueden haber sido superiores, pero luego…, en fin, hemos visto ya los costos del monopolio estatal. El libro fue publicado en inglés por el Institute of Economic Affairs de Londres.

Hayek

Ventajas iniciales del monopolio estatal del dinero

“Quizás cuando la economía monetaria se extendía lentamente a todas las regiones y uno de los principales problemas era enseñar a la gente a calcular en dinero (y de esto no hace tanto tiempo) se pudiera considerar conveniente tener un solo tipo de moneda fácilmente reconocible. Se puede argüir que dicho tipo uniforme y su uso exclusivo fue de gran utilidad para la comparación de precios y por tanto al objeto de ampliar la competencia y el mercado. Asimismo, cuando para determinar la autenticidad del dinero metálico era necesario emplear un difícil proceso de aquilatamiento y los particulares no tenían ni los medios ni la capacidad para hacerlo, pudo haber sido de utilidad (al objeto de garantizar la ley de las monedas) el sello de una autoridad generalmente reconocida que, fuera de los grandes centros comerciales, sólo podía ser el Estado.

Pero hoy en día estas ventajas iniciales, que pudieron servir de excusa para la apropiación por el Estado del derecho exclusivo de emitir dinero en metálico, no compensan las desventajas del sistema. Tiene los mismos defectos que todos los monopolios: es forzoso utilizar su producto aunque no sea satisfactorio, y, sobre todo, impiden el descubrimiento de métodos mejores de satisfacer necesidades, métodos que el monopolista no tiene ningún interés en buscar.

Si el público comprendiera el precio que paga en inflación periódica e inestabilidad por la conveniencia de utilizar un solo tipo de moneda en las transacciones normales y contemplara las ventajas de emplear varios, seguramente encontraría el precio excesivo. Tal comodidad es mucho menos importante que la de utilizar una moneda fidedigna que no trastorne periódicamente el flujo normal de la economía —oportunidad de la que el público ha sido privado por el monopolio gubernamental. Ahora bien, la gente nunca ha tenido ocasión de descubrir la alternativa. Los gobiernos siempre han alegado poderosos motivos para convencer a las gentes que el derecho de emitir moneda debía pertenecerles en exclusiva. A todos los efectos, mientras se trataba de la emisión de monedas de oro, cobre o plata, no importaba tanto como hoy en día, cuando conocemos la existencia de todo tipo de posibles monedas, incluido el papel, que el gobernante cada vez suministra peor y de las que puede abusar más que del dinero metálico.”

 

Hayek anticipa al «bitcoin». El mundo del futuro será ‘hayekiano’, con muchas monedas compitiendo

En su libro “Desnacionalización del dinero” Hayek trata el tema de la política monetaria y realiza una propuesta de “competencia de monedas”, cuya discusión es apropiada en todo país, como Argentina, que tiene dos monedas al menos, el peso y el dólar, o en Europa cuando se plantea la potencial salida de Grecia del Euro. El libro fue publicado en inglés por el Institute of Economic Affairs de Londres.

Hayek5

“Si vamos a considerar seriamente la utilización de diversas valutas concurrentes para su aplicación inmediata en un área limitada, es evidentemente deseable investigar las consecuencias de la aplicación general del principio sobre el que se basa esta propuesta. En el caso de que se aboliera —dentro del territorio de un país— el uso exclusivo de una sola moneda nacional emitida por el gobierno, hallándose permitida la circulación de monedas emitidas por otros gobiernos, se plantearía la cuestión de si no sería más conveniente suprimir el monopolio gubernamental de emisión monetaria, permitiendo que la empresa privada ofreciera al público otros medios de cambio que éste pudiera preferir.

Actualmente, los problemas que plantea esta reforma tienen un carácter más teórico que los planteados por mi anterior propuesta [que las monedas de los distintos países europeos fueran aceptadas en los otros, en lugar de tener una moneda única como el euro], toda vez que esta sugerencia más extrema resulta todavía demasiado extraña al público para poder ponerse en práctica. Ni siquiera los expertos conocen suficientemente la problemática que surgiría La generalización del principio subyacente para poder hacer predicciones seguras sobre las consecuencias de dicho plan. Es evidente, sin embargo, que no es necesaria ni ventajosa la incuestionable y universalmente aceptada prerrogativa del gobierno de producir el dinero. De hecho, puede resultar perjudicial y su eliminación constituiría un gran avance, dando paso a repercusiones altamente beneficiosas. No es demasiado pronto, por tanto, para comenzar el debate. Aunque el plan no pueda ponerse en práctica mientras el público no esté mentalmente preparado y continúe aceptando sin críticas el dogma de la necesidad del privilegio gubernamental, tal circunstancia no debe ser un obstáculo para el estudio de los fascinantes problemas teóricos que plantea este proyecto.

Los economistas no han discutido la competencia entre monedas

Increíblemente, la competencia entre distintas valutas no ha sido examinada en serio hasta hace muy poco. En las publicaciones relativas al tema no se cuestiona la creencia universal de que el monopolio del gobierno en orden a la emisión monetaria es indispensable, ni tampoco se explica si esta creencia se deriva simplemente del postulado según el cual en un territorio dado sólo puede haber un tipo de moneda en circulación —lo que podía parecer una ventaja cuando se trataba de elegir entre el oro y la plata como posibles tipos de dinero—. Tampoco encontramos respuesta a la pregunta de qué sucedería si se suprimiera el monopolio y si el suministro de dinero se realizara mediante la competencia entre entidades privadas que proporcionaran distintas divisas. La mayoría de la gente piensa que la propuesta de que el dinero lo emitan empresas privadas significa que todas deben emitir el mismo (en dinero fiduciario, token money, esto equivaldría simplemente a una falsificación) en lugar de distintos tipos de dinero claramente diferenciabas por diversas denominaciones y entre los cuales el público pudiera elegir libremente.

 

Los economistas no discuten la competencia entre monedas, cuando, en verdad, está entre nosotros

En casi todos los países latinoamericanos circulan al menos dos monedas: la local y el dólar. Esto quiere decir que la competencia entre monedas no es un fenómeno tan extraño. Hayek discute esto en “Desnacionalización del Dinero”: Los economistas no han discutido la competencia entre monedas:

Hayek

«Increíblemente, la competencia entre distintas monedas no ha sido examinada en serio hasta hace muy poco. En las publicaciones relativas al tema no se cuestiona la creencia universal de que el monopolio del gobierno en orden a la emisión monetaria es indispensable, ni tampoco se explica si esta creencia se deriva simplemente del postulado según el cual en un territorio dado sólo puede haber un tipo de moneda en circulación —lo que podía parecer una ventaja cuando se trataba de elegir entre el oro y la plata como posibles tipos de dinero—. Tampoco encontramos respuesta a la pregunta de qué sucedería si se suprimiera el monopolio y si el suministro de dinero se realizara mediante la competencia entre entidades privadas que proporcionaran distintas divisas. La mayoría de la gente piensa que la propuesta de que el dinero lo emitan empresas privadas significa que todas deben emitir el mismo (en dinero fiduciario, token money, esto equivaldría simplemente a una falsificación) en lugar de distintos tipos de dinero claramente diferenciabas por diversas denominaciones y entre los cuales el púbico pudiera elegir libremente.

Aunque yo había llegado por mi cuenta a comprender las ventajas de que monedas independientes compitan entre sí, debo reconocer que, ignorado por mí hasta hace poco, el profesor Klein, en un folleto escrito en 1970 y publicado en 1975, exponía con claridad las principales ventajas de la competencia entre monedas.

Ventajas iniciales del monopolio estatal del dinero

Quizás cuando la economía monetaria se extendía lentamente a todas las regiones y uno de los principales problemas era enseñar a la gente a calcular en dinero (y de esto no hace tanto tiempo) se pudiera considerar conveniente tener un solo tipo de moneda fácilmente reconocible. Se puede argüir que dicho tipo uniforme y su uso exclusivo fue de gran utilidad para la comparación de precios y por tanto al objeto de ampliar la competencia y el mercado. Asimismo, cuando para determinar la autenticidad del dinero metálico era necesario emplear un difícil proceso de aquilatamiento y los particulares no tenían ni los medios ni la capacidad para hacerlo, pudo haber sido de utilidad (al objeto de garantizar la ley de las monedas) el sello de una autoridad generalmente reconocida que, fuera de los grandes centros comerciales, sólo podía ser el Estado.

Pero hoy en día estas ventajas iniciales, que pudieron servir de excusa para la apropiación por el Estado del derecho exclusivo de emitir dinero en metálico, no compensan las desventajas del sistema. Tiene los mismos defectos que todos los monopolios: es forzoso utilizar su producto aunque no sea satisfactorio, y, sobre todo, impiden el descubrimiento de métodos mejores de satisfacer necesidades, métodos que el monopolista no tiene ningún interés en buscar.

Si el público comprendiera el precio que paga en inflación periódica e inestabilidad por la conveniencia de utilizar un solo tipo de moneda en las transacciones normales y contemplara las ventajas de emplear varios, seguramente encontraría el precio excesivo. Tal comodidad es mucho menos importante que la de utilizar una moneda fidedigna que no trastorne periódicamente el flujo normal de la economía —oportunidad de la que el público ha sido privado por el monopolio gubernamental. Ahora bien, la gente nunca ha tenido ocasión de descubrir la alternativa. Los gobiernos siempre han alegado poderosos motivos para convencer a las gentes que el derecho de emitir moneda debía pertenecerles en exclusiva. A todos los efectos, mientras se trataba de la emisión de monedas de oro, cobre o plata, no importaba tanto como hoy en día, cuando conocemos la existencia de todo tipo de posibles monedas, incluido el papel, que el gobernante cada vez suministra peor y de las que puede abusar más que del dinero metálico.»

Smith, Darwin y Hayek: teorías evolutivas desde las ciencias sociales a las ciencias naturales, y vuelta

Con los alumnos de Applied Economics vemos los capítulos 17 y 18 del libro, sobre teorías evolutivas y la innovación tecnológica:

“Aunque solemos atribuir la creación de las teorías evolutivas a las ciencias naturales, y en particular a Darwin, la verdad es que su origen se encuentra en las ciencias sociales, de donde Darwin precisamente las sacó. El concepto de orden espontáneo y no guiado es de larga data, aunque su desarrollo principal se encuentra en los filósofos del iluminismo escocés.

Darwin

La más reconocida metáfora de los órdenes espontáneos corresponde también a otro escocés. Adam Smith la hizo famosa en su libro La riqueza de las naciones: es la “mano invisible”, según la cual cada individuo se esfuerza por encontrar el uso más ventajoso del capital que posee:

“Generalmente no intenta, en verdad, promover el interés público, ni sabe cuánto lo está promoviendo. Busca solamente su propia seguridad, y dirigiendo esa industria de forma tal que su producto sea del mayor valor, intenta sólo su propia ganancia, y resulta en esto, como en muchos otros casos, guiado por una mano invisible a promover un fin que no era parte de su intención. Persiguiendo su propio interés frecuentemente promueve el de la sociedad más efectivamente que cuando realmente intenta promoverlo.”

Estos órdenes espontáneos van produciendo procesos de selección, tal como lo explicó Darwin:

“Puede decirse que la selección natural está escrutando cada hora y día, en todo el mundo, cada variación, aun la más mínima, rechazando aquello que es malo, preservando y agregando aquello que es bueno; silenciosamente e insensiblemente trabajando, donde quiera y cuando sea que se presenta la oportunidad, en la mejora de cada ser orgánico en relación a sus condiciones orgánicas e inorgánicas de vida. No vemos ninguno de esos lentos cambios en progreso, hasta que la mano del tiempo ha marcado el largo paso de las épocas, y entonces nuestra visión es tan imperfecta respecto a épocas geológicas pasadas, que sólo vemos que las formas de vida son ahora diferentes de lo que fueron antes.”

Las instituciones que se han mencionado en estas páginas son el fruto de largos procesos evolutivos. El ser humano nunca existió sin reglas para la interacción con otros seres humanos, pero durante centenares de miles de años esas reglas no solamente no fueron “escritas”, sino tampoco “conocidas”. Eran aplicadas y cumplidas sin racionalizar su característica. Los antropólogos señalan que existen rastros de intercambios comerciales desde hace unos 100,000 años. Un intercambio presupone un concepto de propiedad, ya que, al ofrecer algo a cambio, se está aceptando la propiedad del otro bien. Pero la formalización del derecho de propiedad recién comenzaría con el asentamiento motivado por la agricultura hace unos 10,000 años, en particular en el área del Mediterráneo. El desarrollo del comercio y la formalización de la propiedad fueron generando una red de contactos y relaciones comerciales en toda la región que generó así su mayor prosperidad relativa. Posteriormente estos principios fueron recogidos por el derecho romano.

Y ese derecho, resultado de un proceso evolutivo, se encuentra en constante cambio y desarrollo, particularmente en el área de las nuevas tecnologías que abren campos insospechados. Cuando tratamos de construir un modelo particular, presuponemos que nuestra razón va a poder generar algo mejor que el resultado de esos procesos. No obstante, nuestra mente no está en condiciones de aprehender esos fenómenos tan complejos. Esto sucede particularmente en el área de las nuevas tecnologías, donde hay muchos ejemplos de intentos constructivistas fracasados.

Según North (2005), la arquitectura genética, que evolucionó en los tres millones de años en que los humanos nómades vivían de la caza y la pesca, se adaptaba a las relaciones dentro de pequeños grupos, lo que los predisponía al tipo de conducta cooperativa, que se produce a nivel de la tribu o el clan. Esto nos preparaba para los intercambios “personales”. Fuera del clan, la respuesta natural era la de no cooperar.

Superar esa respuesta natural requería visualizar las consecuencias de un mundo basado en las ventajas de los intercambios “impersonales”, típicamente el comercio. En un mundo autárquico, los individuos eran “generalistas” —debían conocer un poco de todo—, pero luego las posibilidades de realizar intercambios en forma más extendida, con gente a la que no se conoce, generó un tipo de incertidumbre hasta entonces desconocida. Antes era la incertidumbre sobre los fenómenos naturales y sobre la relación con los elementos; ahora era la incertidumbre “social”, sobre la conducta de los otros individuos.

A efectos de reducir esta incertidumbre “social”, fueron los hombres desarrollando distintos tipos de “instituciones”, como las letras de cambio, los bancos, las empresas, y era también necesario desarrollar una institución para garantizar el cumplimiento de los contratos. Esto llevó al desarrollo del Estado, como fuente de la actividad coercitiva.

Ahora bien, North plantea un dilema que no se ha podido resolver desde entonces: el mismo establecimiento de un gobierno con una fuerza coercitiva para proteger el derecho de propiedad a bajo costo da origen también a un gobierno con la capacidad de utilizar esa fuerza coercitiva para explotar a sus propios ciudadanos. Cómo crear una organización política fuerte, pero limitada, es algo que, según North, estamos lejos de comprender. Por cierto, no es algo que se obtenga de la noche a la mañana, ya que demanda la existencia de efectivas normas informales (valores, pautas morales y culturales) sobre las que se asientan las formales.

Para entender ese proceso de cambio, North dice que el paradigma económico de la teoría neoclásica no sirve, de ahí su acercamiento a Hayek, otro gran crítico de la misma. El foco de atención está ahora en la cultura, en el proceso de aprendizaje. Debemos comprender entonces que estamos frente a procesos sociales muy complejos, que ninguna mente en particular puede abarcar y mucho menos organizar. Es necesario, por consiguiente, permitir que se desarrollen los procesos evolutivos y no ponerle trabas ya que la ingeniería “social” va siempre detrás de la ingeniería tecnológica. Esto es particularmente evidente en las fronteras de la innovación tecnológica