Si el mérito es simplemente esfuerzo, el mercado no remunera por eso, y la ciencia tampoco.

He presentado antes aquí una posición respecto al mérito señalando que el mercado no recompensa por mérito, a menos que llamemos mérito a ofrecer aquellos bienes y servicios que los consumidores demandan. Muchos asocian el mérito al esfuerzo, pero eso no es lo que se remunera, yo puedo dedicar horas a pintar un cuadro y seguramente no estarán dispuestos a pagar nada por él.

En la ciencia no es diferente, el mérito cumple un papel, aunque tampoco vinculado con el esfuerzo sino con los resultados. Importante, además cuando está haciendo atacado por el posmodernismo y otras visiones que señalan a la ciencia como una herramienta de opresión sobre ciertos grupos.

Lo trata este artículo que tiene un gran número de autores: Abbot, D.; Bikfalvi, A.; BleskeRechek, A.L.; Bodmer, W.; Boghossian, P.; Carvalho, C.M.; Ciccolini, J.; Coyne, J.A.; Gauss, J.; Gill, P.M.W.; Jitomirskaya, S.; Jussim, L.; Krylov, A.I.; Loury, G.C.; Maroja, L.; McWhorter, J.H.; Moosavi, S.; Nayana Schwerdtle, P.; Pearl, J.; QuintanillaTornel, M.A.; Schaefer, H.F., III; Schreiner, P.R.; Schwerdtfeger, P.; Shechtman, D.; Shifman, M.; Tanzman, J.; Trout, B.L.; Warshel, A.; West, J.D. In Defense of Merit in Science. Journal of Controversial Ideas 2023, 3(1), 1; https://journalofcontroversialideas.org/article/3/1/236

“El mérito es un pilar central de la epistemología liberal, el humanismo y la democracia. La empresa científica, construida sobre el mérito, ha demostrado ser eficaz para generar avances científicos y tecnológicos, reducir el sufrimiento, reducir las brechas sociales y mejorar la calidad de vida a nivel mundial. Esta perspectiva documenta los intentos en curso de socavar los principios fundamentales de la epistemología liberal y reemplazar el mérito con criterios no científicos y políticamente motivados. Explicamos los orígenes filosóficos de este conflicto, documentamos la intrusión de la ideología en nuestras instituciones científicas, discutimos los peligros de abandonar el mérito y ofrecemos un enfoque alternativo centrado en el ser humano para abordar las desigualdades sociales existentes.”

Y más adelante:

“La ciencia no es más que una herramienta que se puede usar para bien y para mal. Es nuestra responsabilidad como sociedad hacer un uso responsable, de manera ética y efectiva.

Sin embargo, el cumplimiento de esta responsabilidad se ve obstaculizado por un nuevo y alarmante choque entre la epistemología liberal y la ideología identitaria. La epistemología liberal premia la investigación libre y abierta, valora el discurso y el debate vigorosos, y determina las mejores ideas científicas separando las que son verdaderas de las que probablemente no lo sean. El estatus, identidades y demografía de los científicos son irrelevantes para este gran tamizado de ideas válidas versus no válidas. Por el contrario, las ideologías basadas en la identidad buscan reemplazar estos principios liberales centrales, esenciales para los avances científicos y tecnológicos, con principios derivados del posmodernismo y la Justicia Social Crítica (CSJ), que afirman que la ciencia moderna es «racista», «patriarcal» y «colonial», y una herramienta de opresión en lugar de una herramienta para promover el florecimiento humano y el bien común mundial.”

Parece que la demanda de redistribución por los pobres depende de su aceptación de lo que ganan los más ricos

Detrás de las preferencias por redistribuir ingresos se encuentra la percepción que tengan los más pobres respecto a la justificación de la mayor riqueza de los más ricos, y las preferencias por la redistribución de ingresos están más relacionadas con la aceptación de la riqueza por parte de los pobres que por la intención de los ricos de ayudar a los pobres. El artículo que trata el tema es de Grimalda, Gianluca; Farina, Francesco; Conte, Anna; Schmidt, Ulrich (2022) : Why do preferences for redistribution differ across countries? An experimental analysis, Kiel Working Paper, No. 2230, Kiel Institute for the World Economy (IfW Kiel), Kiel This Version is available at: http://hdl.handle.net/10419/262731

“Proporcionamos una prueba experimental de teorías para explicar las diferencias en las preferencias de redistribución entre países. Involucramos a participantes en situaciones estandarizadas de redistribución en cuatro países occidentales, variando la relevancia del interés propio y la incertidumbre sobre las ganancias iniciales. La demanda de redistribución es, en promedio, más baja en EE. UU. e Italia que en Noruega y Alemania, independientemente de si el interés propio es relevante. Cuando el interés propio es importante, las diferencias entre países están impulsadas por una mayor proporción de participantes que ganan (o esperan ganar) ingresos por debajo de la media y se comportan como «libertarios» (permitiendo así que los ricos mantengan sus ingresos) en EE. UU. e Italia que en Estados Unidos. Alemania y Noruega. Aquellos que ganan (o esperan ganar) por encima de la mediana se comportan de manera similar en todos los países. Este resultado sugiere que las diferencias internacionales en la redistribución dependen más de cómo los pobres aceptan la legitimidad de los ricos para obtener altos ingresos que de la solidaridad de los ricos hacia los pobres. Los estadounidenses e italianos tienen un exceso de confianza significativamente mayor que los noruegos y los alemanes, lo que reduce aún más su demanda de redistribución en condiciones de incertidumbre. Encontramos apoyo para la hipótesis de la «Perspectiva de Movilidad Ascendente» en todos los países. Contrariamente a nuestras hipótesis, los estadounidenses no premian el mérito individual más que los demás, particularmente cuando está en juego el interés propio. La razón es que la suerte se considera tan importante como el mérito para que los ricos tengan derecho a obtener ingresos elevados. Este resultado sugiere revisar las narrativas comunes sobre cómo se relacionan la meritocracia y la tolerancia a la desigualdad.”

Hayek sobre la igualdad, la libertad y el mérito, ahora que éste es cuestionado

Con los alumnos de la materia Escuela Austriaca, de UCEMA, vemos a Hayek sobre el mérito y la justicia social en Los Fundamentos de la Libertad. En ese gran libro uno de los capítulos trata los temas de la igualdad, el valor y el mérito. Así comienza:

“Ha constituido el gran objetivo de la lucha por la libertad conseguir la implantación de la igualdad de todos los seres humanos ante la ley. Esta igualdad ante las normas legales que la coacción estatal hace respetar puede completarse con una similar igualdad de las reglas que los hombres acatan voluntariamente en sus relaciones con sus semejantes. La extensión del principio de igualdad a las reglas de conducta social y moral es la principal expresión de lo que comúnmente denominamos espíritu democrático, y, probablemente, este espíritu es lo que hace más inofensivas las desigualdades que ineludiblemente provoca la libertad.

La igualdad de los preceptos legales generales y de las normas de conducta social es la única   clase de igualdad que conduce a la libertad y que cabe implantar sin destruir la propia libertad. La libertad no solamente nada tiene que ver con cualquier clase de igualdad, sino que incluso produce desigualdades en muchos respectos. Se trata de un resultado necesario que forma parte de la justificación de la libertad individual.

Si el resultado de la libertad individual no demostrase que ciertas formas de vivir tienen más éxito que otras, muchas de las razones en favor de tal libertad se desvanecerían. Las razones en favor de la libertad no exigen que el gobernante trate a todos igualmente, porque se presuma que los hombres son de hecho iguales, ni tampoco porque se pretenda hacerlos iguales. La dialéctica en pro de la libertad no sólo proclama que los individuos son muy diferentes, sino que en gran medida se apoya en dicha presunción; reitera, por lo demás, que las diferencias existentes entre los humanos no pueden servir de justificación cuando el gobernante intenta discriminar coactivamente entre los gobernados, y obstaculiza la implantación de aquel trato diferencial a  que habría de acudir la autoridad si deseara garantizar posiciones iguales en la vida de los individuos que de hecho presentan entre ellos notables diferencias.

Quienes modernamente abogan por una igualdad material de más largo alcance, rechazan constantemente que su pretensión se fundamenta en el supuesto de que todos los mortales, de hecho, sean iguales. Ello no obstante, amplios sectores todavía creen que esta es la principal justificación de tales aspiraciones. Pero nada produce más daño a la pretensión de igualdad de tratamiento que basarla en una presunción tan obviamente falsa como la de la igualdad de hecho de todos los hombres. Basar los argumentos para la igualdad de trato de las minorías nacionales o raciales en el aserto de que no difieren de los restantes hombres es admitir implícitamente que la desigualdad de hecho justificaría un tratamiento desigual y la prueba de que en realidad existen algunas diferencias no tardaría en manifestarse. Es esencial afirmar que se aspira a la igualdad de trato no obstante el hecho cierto de que los hombres son diferentes.”

Hayek en Los Fundamentos de la Libertad: sobre el mérito, la igualdad y la justicia social

Con los alumnos de la materia Escuela Austriaca, de Económicas, UBA, vemos a Hayek sobre el mérito y la justicia social en Los Fundamentos de la Libertad. En ese gran libro uno de los capítulos trata los temas de la igualdad, el valor y el mérito. Así comienza:

“Ha constituido el gran objetivo de la lucha por la libertad conseguir la implantación de la igualdad de todos los seres humanos ante la ley. Esta igualdad ante las normas legales que la coacción estatal hace respetar puede completarse con una similar igualdad de las reglas que los hombres acatan voluntariamente en sus relaciones con sus semejantes. La extensión del principio de igualdad a las reglas de conducta social y moral es la principal expresión de lo que comúnmente denominamos espíritu democrático, y, probablemente, este espíritu es lo que hace más inofensivas las desigualdades que ineludiblemente provoca la libertad.

La igualdad de los preceptos legales generales y de las normas de conducta social es la única   clase de igualdad que conduce a la libertad y que cabe implantar sin destruir la propia libertad. La libertad no solamente nada tiene que ver con cualquier clase de igualdad, sino que incluso produce desigualdades en muchos respectos. Se trata de un resultado necesario que forma parte de la justificación de la libertad individual.

Si el resultado de la libertad individual no demostrase que ciertas formas de vivir tienen más éxito que otras, muchas de las razones en favor de tal libertad se desvanecerían. Las razones en favor de la libertad no exigen que el gobernante trate a todos igualmente, porque se presuma que los hombres son de hecho iguales, ni tampoco porque se pretenda hacerlos iguales. La dialéctica en pro de la libertad no sólo proclama que los individuos son muy diferentes, sino que en gran medida se apoya en dicha presunción; reitera, por lo demás, que las diferencias existentes entre los humanos no pueden servir de justificación cuando el gobernante intenta discriminar coactivamente entre los gobernados, y obstaculiza la implantación de aquel trato diferencial a  que habría de acudir la autoridad si deseara garantizar posiciones iguales en la vida de los individuos que de hecho presentan entre ellos notables diferencias.

Quienes modernamente abogan por una igualdad material de más largo alcance, rechazan constantemente que su pretensión se fundamenta en el supuesto de que todos los mortales, de hecho, sean iguales. Ello no obstante, amplios sectores todavía creen que esta es la principal justificación de tales aspiraciones. Pero nada produce más daño a la pretensión de igualdad de tratamiento que basarla en una presunción tan obviamente falsa como la de la igualdad de hecho de todos los hombres. Basar los argumentos para la igualdad de trato de las minorías nacionales o raciales en el aserto de que no difieren de los restantes hombres es admitir implícitamente que la desigualdad de hecho justificaría un tratamiento desigual y la prueba de que en realidad existen algunas diferencias no tardaría en manifestarse. Es esencial afirmar que se aspira a la igualdad de trato no obstante el hecho cierto de que los hombres son diferentes.”

Hayek sobre el mérito, la igualdad y la justicia social

Con los alumnos de la materia Escuela Austriaca, de UCEMA, vemos a Hayek sobre el mérito y la justicia social en Los Fundamentos de la Libertad. En ese gran libro uno de los capítulos trata los temas de la igualdad, el valor y el mérito. Así comienza:

“Ha constituido el gran objetivo de la lucha por la libertad conseguir la implantación de la igualdad de todos los seres humanos ante la ley. Esta igualdad ante las normas legales que la coacción estatal hace respetar puede completarse con una similar igualdad de las reglas que los hombres acatan voluntariamente en sus relaciones con sus semejantes. La extensión del principio de igualdad a las reglas de conducta social y moral es la principal expresión de lo que comúnmente denominamos espíritu democrático, y, probablemente, este espíritu es lo que hace más inofensivas las desigualdades que ineludiblemente provoca la libertad.

La igualdad de los preceptos legales generales y de las normas de conducta social es la única   clase de igualdad que conduce a la libertad y que cabe implantar sin destruir la propia libertad. La libertad no solamente nada tiene que ver con cualquier clase de igualdad, sino que incluso produce desigualdades en muchos respectos. Se trata de un resultado necesario que forma parte de la justificación de la libertad individual.

Si el resultado de la libertad individual no demostrase que ciertas formas de vivir tienen más éxito que otras, muchas de las razones en favor de tal libertad se desvanecerían. Las razones en favor de la libertad no exigen que el gobernante trate a todos igualmente, porque se presuma que los hombres son de hecho iguales, ni tampoco porque se pretenda hacerlos iguales. La dialéctica en pro de la libertad no sólo proclama que los individuos son muy diferentes, sino que en gran medida se apoya en dicha presunción; reitera, por lo demás, que las diferencias existentes entre los humanos no pueden servir de justificación cuando el gobernante intenta discriminar coactivamente entre los gobernados, y obstaculiza la implantación de aquel trato diferencial a  que habría de acudir la autoridad si deseara garantizar posiciones iguales en la vida de los individuos que de hecho presentan entre ellos notables diferencias.

Quienes modernamente abogan por una igualdad material de más largo alcance, rechazan constantemente que su pretensión se fundamenta en el supuesto de que todos los mortales, de hecho, sean iguales. Ello no obstante, amplios sectores todavía creen que esta es la principal justificación de tales aspiraciones. Pero nada produce más daño a la pretensión de igualdad de tratamiento que basarla en una presunción tan obviamente falsa como la de la igualdad de hecho de todos los hombres. Basar los argumentos para la igualdad de trato de las minorías nacionales o raciales en el aserto de que no difieren de los restantes hombres es admitir implícitamente que la desigualdad de hecho justificaría un tratamiento desigual y la prueba de que en realidad existen algunas diferencias no tardaría en manifestarse. Es esencial afirmar que se aspira a la igualdad de trato no obstante el hecho cierto de que los hombres son diferentes.”

¿Cuál debería ser una distribución justa de la riqueza? ¿Basada en el esfuerzo, el producto, el mérito?

H.B. Acton (1908-1974) fue un filósofo político, profesor en la London School of Economics y en la Universidad de Chicago, entre otras. Liberty Fund publica un libro con ensayos de su autoría con el título: The Morals of Markets and Related Essays (1993).

“Si alguien no quiere contribuir para cubrir el costo de la prevención del crimen, pensamos que se lo debe obligar a hacerlo. Si alguien no quiere contribuir a cubrir el costo de ayudar a aquellos que están en extrema necesidad, no pensamos que esté mal que paguen impuestos para ello. Pero, ser forzado a pagar impuestos para asegurar una justa distribución de la riqueza es una cuestión diferente, ya que no existe una visión universal sobre lo que esa distribución debería ser, y el individuo es forzado a pagar algo que considera erróneo.”

“No todos los males de las sociedades capitalistas se deben al afán de lucro y las ganancias. Pueden deberse a un fracaso en la educación moral, a deficiencias en el espíritu público y la moral individual más que a la forma en que se organizan las actividades económicas.”

“Lo que cada individuo hace es especializarse (p. ej., hacer arcos y flechas solamente) e intercambiar (dar arcos y flechas a hombres que le dan carne y pieles a cambio). Cuando los individuos hacen eso emerge una sociedad altamente compleja en la cual hay tantos panaderos, tantos carniceros, tantos tejedores, y tantos filósofos, pero nadie ha decretado cuántos debería haber en cada ocupación. Como Mandeville había dicho en “La Fábula de las Abejas”: ‘Esta proporción de la cantidad en cada ramo se encuentra a sí misma y nunca se alcanza mejor que cuando nadie se entromete o interfiere con ella’. Puede decirse entonces, que del espontáneo intercambio entre individuos emerge una civilización compleja que ninguno de ellos ha organizado o ni siquiera pensado.”

“La distribución de acuerdo al valor no necesita que ninguna autoridad la determine, solamente debe evitar que una parte coerza a la otra. La distribución según el mérito sólo puede conseguirse mediante una evaluación y mandato público sobre quién merece cuánto.”

“La conclusión que quiero presentar es que no existe una concepción del logro de la justicia distributiva para la sociedad en su conjunto. La justicia distributiva requiere una regla de distribución y un distribuidor, y la regla solamente puede obtenerse cuando aquello que va a distribuirse es claramente distinguido y el distribuidor sabe cómo hacerlo. Pero aun aquellos cosas simples como ingresos o propiedad presentan al distribuidor con los insolubles problemas que surgen del choque entre distintos principios como los de necesidad, producto o esfuerzo. Más aún, en ausencia de una visión total de la sociedad no hay una concepción de la contribución individual a ella, esto es, su mérito total.”

¿Qué pasaría si todo se remunerara por el mérito? ¿O si se aplicara a fondo la justicia «social»?

Comenta Hayek, «La Constitución de la Libertad»(1960):

Hayek

«Aunque la mayoría de la gente considera muy natural la pretensión de que todos sean recompensados tan sólo por los merecimientos de su esfuerzo y trabajo, tal afirmación se basa en una colosal soberbia. Se presume que en cada caso individual somos capaces de juzgar si la gente ha utilizado bien las diferentes oportunidades y talentos que se le han dado y hasta qué punto son meritorios sus logros a la luz de las circunstancias que los han hecho posibles. Se presume, por tanto, que ciertos seres humanos se encuentran en situación de determinar en forma concluyente el valor de una persona y que poseen títulos para establecer lo que ésta puede lograr. Se presume, en definitiva, lo que los argumentos en favor de la libertad rechazan: que podemos conocer y conocemos todo lo que guía a las acciones personales. Una sociedad en la que se estatuyese la posición de los individuos en correspondencia con las ideas humanas de mérito sería el polo más diametralmente contrario a la sociedad libre. Sería una sociedad en la que se recompensaría a los hombres por las obligaciones cumplidas en vez de por el éxito; una sociedad en la que cada movimiento individual vendría guiado por lo que otras gentes pensasen y en la que cada persona se vería relevada de la responsabilidad y del riesgo de la decisión. Si nadie posee conocimiento suficiente para guiar todas las acciones humanas, tampoco existe un ser humano que sea competente para recompensar los esfuerzos de acuerdo con el mérito.

La conducta individual, generalmente, se basa en la presunción de que el valor de las acciones personales y no su mérito determina nuestras obligaciones en cuanto al agente. Independientemente de lo que pueda ser verdad en relaciones más íntimas, cuando se trata de negocios ordinarios de la vida no sentimos que la deuda con quien nos presta un servicio a costa de grandes sacrificios esté determinada por éstos, pues es indiscutible que dicho servicio pudiera habernos sido suministrado con facilidad por otro individuo. Las relaciones con nuestros semejantes se desenvuelven sobre una base justa si recompensamos el valor rendido con otro valor igual, sin inquirir lo que haya costado al sujeto actuante prestarnos sus servicios. El determinante de nuestra responsabilidad es la ventaja deducida de lo que otros nos ofrecen, no su mérito al proporcionárnoslo. Asimismo esperamos ser remunerados de acuerdo con lo que nuestros servicios valen y no por nuestro mérito subjetivo. Siempre que razonemos dentro del marco de las relaciones con personas en particular reconocemos generalmente que el distintivo del hombre libre no consiste en depender para su subsistencia de los puntos de vista de los otros sobre su mérito, sino tan sólo de lo que él tiene para ofrecerles. Unicamente si pensamos que nuestra posición o nuestros ingresos vienen determinados por la «sociedad» tomada como conjunto podemos ser recompensados de acuerdo con el mérito.»

¿Porqué gana más un médico que un barrendero? ¿No tiene tanto mérito uno como el otro?

Comenta Hayek en «La Constitución de la Libertad» (1960):

«La incompatibilidad de recompensar según el mérito con la libertad para escoger lo que uno quiere perseguir resulta evidente en aquellas áreas donde la incertidumbre de los resultados es particularmente grande y muy distinta la estimación individual de las probabilidades de las varias clases de esfuerzos[1]. No podemos pensar en atraer a los hombres más cualificados a las tareas comprendidas bajo el término de investigación y exploración o a las actividades económicas que solemos calificar de especulación, a menos que concedamos a los que logren el éxito todo el crédito o ganancia, por mucho que otros se hayan esforzado tan meritoriamente. Puesto que nadie conoce de antemano quiénes serán los triunfadores en el empeño, tampoco puede decirse quién tiene el mayor mérito. De nada serviría a nuestro propósito que permitiésemos compartir el premio a todos los que realmente se han esforzado en la búsqueda del éxito. Más aún: la adopción de tal medida exigiría que alguien tuviese el derecho de decidir la formación del equipo. Para que los hombres usen su propio conocimiento y capacidad en la persecución de objetivos inciertos no han de guiarse por lo que otros piensen, sino por el valor que ellos mismos atribuyan al resultado que se busca.

Lo que resulta una verdad tan obvia en el caso de las empresas que comúnmente consideramos problemáticas no lo es menos en lo tocante a cualquier determinado propósito que decidamos perseguir. Tales decisiones vienen acompañadas de incertidumbre, y para que la elección sea tan acertada como humanamente pueda serlo, los resultados que se esperan deben venir marcados de acuerdo con su valor. Si la remuneración no se correspondiese con el valor que tiene para los semejantes el resultado de los esfuerzos del hombre, se carecería de base para decidir si la persecución de un objeto determinado es merecedora del esfuerzo y riesgo que entraña. Al hombre habría que asignarle la tarea a cumplir y estimar cuál hubiera sido el mejor uso de su capacidad a fin de determinar sus deberes y su remuneración [2].

Sin lugar a dudas, de hecho, no deseamos que los hombres obtengan el máximo de mérito, sino que logren la máxima utilidad con el mínimo de sacrificio y esfuerzo y, por lo tanto, el mínimo de mérito. Resultaría imposible recompensar justamente todo el mérito. Tampoco sería conveniente que los hombres tendiesen principalmente a obtener el máximo de mérito. Cualquier intento para inducir al hombre a preocuparse tan sólo de lograr el máximo mérito se traduciría en recompensas diferentes por el mismo servicio. Solamente podemos juzgar con cierto grado de seguridad el valor del resultado, no la cantidad de esfuerzo y cuidado que ha costado a diferentes hombres el logro final. Las recompensas que la sociedad libre ofrece por los resultados sirven para indicar a los que pugnan en conseguirlos cuántos desvelos merecen que se les consagre. Todos aquellos que producen el mismo resultado reciben idénticos premios, sin consideración alguna al esfuerzo. Lo que es verdad en lo tocante a la remuneración por los mismos servicios rendidos por personas diferentes es todavía más verdad en el caso de la remuneración relativa por diferentes servicios que requieren diferentes capacidades y dotes personales. En ambos supuestos la remuneración tiene poca relación con el mérito. Generalmente, el mercado por servicios, de la clase que sea, ofrece el valor que tienen para los beneficiarios; pero raramente se sabrá nunca si fue necesario ofertar mucho con vistas a obtener tales servicios o incluso si la comunidad podía haberlos obtenido por mucho menos. El caso del pianista de quien se escribió no hace mucho tiempo que tocaría el piano incluso si tuviera que pagar por tal privilegio, probablemente ilustra la actitud de muchos que obtienen grandes ingresos procedentes de actividades que a la vez constituyen su principal placer.»

[1]               Cfr. el importante ensayo de A. A. ALCHIAN, «Uncertainty, Evolution and Economic Theory».J.P.E., XLVIII, 1950, especialmeme la sección n, pp. 213-14, bajo el renglón «Success is Based on Results, Not Motivation». Probablemente, no sea accidental que el economista americano que más ha comribuido a la divulgación de la sociedad libre, F. H. Knight, haya comenzado su carrera profesional con un estudio titulado Risk, Uncerrtainty and Profit. Cfr. también B. DE ]OUVENEL, Power, Londres 1948, p. 298.

 

[2]               A menudo se afirma que en justicia la remuneración ha de ser proporcional a la molestia producida por el trabajo, y que, por esta razón, el barrendero o el pocero deberían percibir mejores remuneraciones que el médico o el burócrata. Ciertamente ésta sería la consecuencia del principio de remuneración de acuerdo con el mérito (o «justicia distributiva»). En el mercado, la indicada fórmula solamente podría dar resultado si todos los individuos gozaran de idéntica habilidad para toda suerte de ocupaciones, de tal forma que quienes fueran capaces de ganar tanto como cualesquiera otros en las ocupaciones más agradables, percibieran mayor retribución por tomar a su cargo los empleos desagradables. En el mundo actual, esos empleos desagradables proporcionan a aquellos cuya utilidad en el desempeño de ocupaciones más atractivas es pequeña una oportunidad de ganar más de lo que ganarían en otros empleos. El que personas que pueden ofrecer pocos beneficios a sus semejames sean capaces de ganar una renta similar a la del resto, con un sacrificio mucho mayor, constituye una inevitable conse­cuencia del orden en cuya virtud al individuo se le permite escoger su propia esfera de utilidad.

La gente quiere que se remunere según el mérito, pero el mercado remunera según el resultado

El Mercado recompensa por resultados, pero mucha gente quisiera que fuera por mérito. Hayek comenta si es possible en «La Constitución de la Libertad» (1960):

Hayek

«En la práctica, recompensar de acuerdo con el mérito debe significar premiar de acuerdo con un mérito señalado, mérito que otras gentes pueden reconocer y estar de acuerdo con él, y mérito que no es meramente juzgado por un solo y alto poder. En este sentido, mérito señalado presupone que podemos cercioramos de que un hombre ha llevado a cabo lo que determinadas reglas de conducta aceptadas le pedían y a costa de cierto esfuerzo y empeño. El mérito no se deduce del objetivo, sino del esfuerzo subjetivo no puede juzgarse por los resultados. El intento de lograr un resultado valioso puede ser altamente meritorio, a pesar de su completo fracaso, como el éxito total puede enteramente ser el efecto de un accidente y, por lo tanto, carecer de mérito. Si nos consta que un hombre ha hecho todo lo que ha podido, a menudo deseamos verle recompensado, con independencia de los resultados; mientras que le concederemos poco crédito si sabemos que el más valioso de los logros se debe casi por entero a circunstancias afortunadas.

Sería de desear que fuésemos capaces de lograr la anterior distinción encada caso. De hecho, sólo raramente se consigue con cierto grado de seguridad. Tan sólo lo lograremos cuando poseamos el conocimiento de que dispuso la persona en cuestión, incluyendo el conocimiento de su destreza y seguridad, de su estado mental y sentimientos, de su capacidad de reflexión, energía y perseverancia, etc. Por tanto, la posibilidad de un verdadero juicio de mérito depende de la existencia de esas condiciones antes enumeradas, cuya ausencia general es el principal argumento en favor de la libertad. Permitimos a los hombres decidir por sí mismos porque queremos queutilicen conocimientos que no poseemos, y, por tanto, al tener libertad para usar esa personal capacidad y conocimiento de los hechos que nosotros no poseemos, es imposible que nos hallemos en situación de juzgar el mérito de sus logros. Decidir sobre el mérito presupone la posibilidad de juzgar si la gente ha hecho uso de sus oportunidades como debiera y cuánto esfuerzo o ejercicio de la voluntad les ha costado. Presupone asimismo la capacidad de distinción entre la parte de logros debida a circunstancias dentro del control personal y la parte que no se debe a ellas.»